Los milagros del reino de Jesús de Nazaret - Samuel Pagán - E-Book

Los milagros del reino de Jesús de Nazaret E-Book

Samuel Pagán

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El objetivo de Los milagros del reino de Jesús de Nazaret es estudiar el amplio tema de los milagros de Jesús de Nazaret, según se incorporaron en los Evangelios canónicos. Se estudiarán todos los milagros, para explorar las implicaciones y las enseñanzas de esas acciones extraordinarias. Los milagros son ciertamente signos del poder de divino, pero, a la vez, son enseñanzas transformadoras a los discípulos y seguidores originales del Señor. Y esos actos especiales de Jesús también se constituyen en mensajes desafiantes para los creyentes a través de la historia. Esas narraciones de los Milagros; se articulan con gran imaginación teológica, capacidad de comunicación y belleza literaria. Son relatos breves muy bien pensados que usan la cotidianidad para transmitir alguna enseñanza y afirmar valores éticos y principios morales. Y esas narraciones propician decisiones fundamentadas en la fe, que superan las expectativas religiosas de la época. El análisis de todas las narraciones de milagros del Señor en los evangelios revela que se pueden dividir en cuatro grandes áreas de acción divina. La revisión de todas esas narraciones identifica que hay milagros de sanidades, de liberación de endemoniados, de resurrección de muertos, y de manifestaciones de poder sobre la naturaleza. Esos milagros especiales del Señor tocan no solo individuos, familias, comunidades, sino a la naturaleza misma. El poder del milagro de Jesús no estaba cautivo en las enfermedades personales, sino que tenía la capacidad de llegar a la naturaleza, que era una manera de relacionar su ministerio terrenal del Señor con la naturaleza misma del Dios de la creación.

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LOS

MILAGROS

DEL REINO DE

JESÚS DE NAZARET

Dr. Samuel Pagán

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2021 por Samuel Pagán

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

La versión bíblica utilizada para esta obra ha sido NVI, Nueva Versión Internacional.

© 2021 por Editorial CLIE

Los milagros del reino de Jesús de Nazaret

ISBN: 978-84-18204-44-9

eISBN: 978-84-18204-45-6

Estudios bíblicos

Nuevo Testamento

El Dr. Samuel Pagán, ministro ordenado de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo), es un reconocido y apreciado biblista puertorriqueño, que ha publicado más de 50 libros y cientos de artículos en torno a temas exegéticos, teológicos, educativos, literarios y pastorales; además, ha trabajado en la edición y preparación de cinco Biblias de estudio, y colaborado en decenas de proyectos de traducción de la Biblia en América Latina, Europa, África y en el Extremo y Medio Oriente.

Entre las obras exegéticas y teológicas más conocidas de Samuel están sus libros sobre Jesús de Nazaret, el rey David, Introducción a la Biblia Hebrea y los Salmos; también ha publicado varios libros y artículos sobre diversos aspectos teológicos y ministeriales de la obra Don Quijote de la Mancha; ha editado varias revistas de educación cristiana transformadora y escribe regularmente sobre temas religiosos, educativos y sociales en diversos periódicos de Estados Unidos y América Latina.

En su trayectoria ministerial el Dr. Pagán ha enseñado, predicado y dictado cátedra en cientos de países y ciudades alrededor del mundo, ha sido profesor de la Biblia, decano académico y presidente de seminarios y universidades en Puerto Rico, Estados Unidos, Europa e Israel y, en la actualidad, es decano de programas hispanos en el Centro de Estudios Bíblicos de Jerusalén. Como profesor de Biblia y decano en este centro organiza y auspicia anualmente viajes educativos y transformadores a las tierras bíblicas para miles de peregrinos de habla castellana del mundo.

Posee los siguientes grados académicos: Bachillerato en Ingeniería Química de la Universidad de Puerto Rico-Mayagüez, Maestría en Divinidad del Seminario Evangélico de Puerto Rico, Maestría en Teología del Seminario Teológico Princeton, Doctorado en Literatura Hebrea del Seminario Teológico Judío y Doctorado en Sagrada Teología del Centro para la Educación Teológica de Florida. Además ha cursado estudios post-doctorales en lingüística y antropología en la Universidad de Texas y en geografía bíblica en el Centro Avanzado para la Educación Teológica en Jerusalén.

Samuel está casado con la Dra. Nohemí C. Pagán y tienen dos hijos y cuatro nietos. Viven, alternadamente, entre Jerusalén y EE. UU.

_Dedicatoria

Dedico este libro sobre los milagros de Jesús a mis hijos, Samuel y Luis Daniel, pues he querido enseñarles el poder de lo milagroso en nuestro hogar. A mis nueras, Yasmín Lugo e Ileana Nieves, pues he deseado que mis hijos compartan con ellas lo que ellos vivieron en nuestro hogar. Y a mis nietos, Samuel Andrés, Ian Gabriel y Mateo Alejandro, y nieta, Natallie Isabelle, a quienes quiero llegue el mensaje de este libro, para que puedan llevar estas enseñanzas a sus futuras familias.

¡Dios los bendiga!

_Índice

Prólogo por el Rev. Kittim Silva

Prefacio

Una vez más con Jesús de Nazaret

Formas de estudiar las narraciones bíblicas sobre Jesús

Nuestra metodología

Ponte de pie y no te rindas

Introducción

El milagro

Los milagros en los Evangelios

Milagros en el Antiguo Testamento

El concepto de milagro en la historia

Sanadores en la antigüedad

Falsos milagros

Enfermedades y sanidades

Milagros de Jesús de Nazaret

Capítulo 1. Sanidades de ciegos

Enfermedad, medicina y teología

La sanidad de dos ciegos

La ciudad de Capernaúm

El clamor humano y la respuesta divina

LA SANIDAD DEL CIEGO BARTIMEO

La antigua ciudad de Jericó

La sanidad

La fe del invidente

LA SANIDAD DEL CIEGO EN BETSAIDA

La ciudad de Betsaida

La sanidad

SANIDAD DE UN CIEGO DE NACIMIENTO

Un milagro extraordinario

Contexto de la sanidad

El milagro de sanidad

Capítulo 2. Sanidades de personas con impedimentos físicos

Sanaba a los que padecían diversas enfermedades

Ministerio a las multitudes

SANIDAD DEL CRIADO DEL CENTURIÓN

Sanidad en Capernaúm

Solo basta una palabra para la sanidad

SANIDAD DEL HOMBRE CON LA MANO PARALIZADA

Sanidad en una sinagoga

Jesús es el Señor del sábado

SANIDAD DE UN SORDOMUDO

Sanidad en la Decápolis

Sanidad del sordomudo

Implicaciones multiculturales y universales

SANIDAD DE UN PARALÍTICO QUE SUBIERON AL TECHO

Una sanidad diferente

Amistades con fe

SANIDAD DEL HOMBRE CON HIDROPESÍA

Sanidades los sábados

Sanidad, enseñanza y teología

SANIDAD DE LA OREJA DE MALCO

Sanidad en medio de la intriga y la traición

El beso, el arresto y la sanidad

SANIDAD DEL HIJO DEL FUNCIONARIO REAL DE CANÁ

Señales milagrosas en la Galilea

La sanidad del hijo del oficial del rey

SANIDAD DE UN PARALÍTICO

Sanidad de un paralítico en Betesda o Betzatá

Un diálogo sanador

Capítulo 3. Sanidades de leprosos

La lepra en la antigüedad

Diagnóstico y tratamiento

Jesús de Nazaret y la lepra

SANIDAD DE DIEZ LEPROSOS

Diez leprosos y un sanador

El poder de la obediencia y la gratitud

SANIDAD DEL LEPROSO GALILEO

Los comienzos del ministerio de Jesús

La respuesta de Jesús

La actitud del leproso

Capítulo 4. Sanidades de mujeres

Las mujeres en la época de Jesús

Jesús y las mujeres

JESÚS SANA A LA SUEGRA DE PEDRO

La sanidad en los diversos evangelios

Sanidad de la suegra de Pedro

El Señor sanó a muchos enfermos en Capernaúm

SANIDAD DE LA MUJER ENCORVADA

Contexto temático y teológico del milagro

Una mujer encorvada por causa del demonio

Las intervenciones de Jesús y las respuestas de los líderes religiosos

SANIDAD DE LA MUJER CON FLUJO DE SANGRE

Una sanidad inesperada

Una mujer sobria y prudente

Capítulo 5. Exorcismos y liberaciones de demonios

Libertad como marco teológico

UNA CASA DIVIDIDA CONTRA SÍ MISMA

Narraciones de Jesús como exorcista

Las actividades misioneras del Señor

El mundo y la cultura neotestamentaria

LIBERACIÓN DE UN HOMBRE QUE TENÍA UN ESPÍRITU IMPURO

Importancia de las liberaciones de Jesús

Liberación de un hombre en la sinagoga

LIBERACIÓN DEL ENDEMONIADO GADARENO

El endemoniado gadareno

El encuentro con Jesús

LIBERACIÓN DE LA HIJA DE UNA MUJER SIROFENICIA

Lo que realmente contamina a las personas

Una madre intercede por su hija

LIBERACIÓN DE UN MUCHACHO ENDEMONIADO

Después de la transfiguración

Respuestas de Jesús

Capítulo 6. Las resurrecciones en el ministerio de Jesús

Las resurrecciones cristianas

La resurrección de la hija de Jairo

Jesús interviene con poder y prudencia

RESURRECCIÓN DEL HIJO DE LA VIUDA DE NAÍN

Contexto teológico de la narración

Los milagros de Elías y Eliseo

El milagro

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO

Milagros y teología en el Evangelio de Juan

La muerte de Lázaro

Jesús es la resurrección y la vida

El llanto de Jesús

La resurrección de Lázaro

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

La resurrección de Cristo como afirmación teológica

El mensaje, los discípulos y la resurrección

Los sepulcros se abrieron

Capítulo 7. Milagros sobre la naturaleza

Los milagros sobre la naturaleza

Contexto teológico del milagro

La transformación del agua en vino

LA PESCA MILAGROSA

Milagros y enseñanzas

El milagro

Llamado de Pedro

JESÚS CALMA LOS VIENTOS Y LA TEMPESTAD

Un milagro singular

El poder de Jesús sobre la naturaleza

ALIMENTACIÓN DE CINCO MIL HOMBRES Y MUCHAS MUJERES Y NIÑOS

Alimentación física y espiritual

El milagro

ALIMENTACIÓN DE CUATRO MIL HOMBRES, SIN CONTAR LAS MUJERES NI LOS NIÑOS

Un milagro para alimentar a cuatro o cinco mil hombres

Las afirmaciones teológicas

EL SEÑOR CAMINA SOBRE LAS AGUAS

Otro milagro sobre las aguas del lago de la Galilea

La oración y el milagro

LA TRANSFIGURACIÓN

Una revelación extraordinaria

La transfiguración

Respuestas impropias y revelaciones extraordinarias

EL PAGO DE IMPUESTOS PARA EL TEMPLO

Impuestos políticos y religiosos

El milagro

LA MALDICIÓN DE LA HIGUERA

La simbología profética de la semana final

La higuera y el pueblo de Israel

Fe, oración y perdón

EL MILAGRO DE LA TRANSUBSTANCIACIÓN

Celebración de la Pascua

Institución de la Cena del Señor

Capítulo 8. Conclusiones

Las narraciones de milagros

Las lecturas teológicas

Bibliografía selecta

Apéndices:

A. Milagros en el Antiguo Testamento

B. Lista de los milagros de Jesús

_Prólogo

El Dr. Samuel Pagán de manera magistral se acerca a los milagros de Jesús y los analiza tomando en cuenta las tradiciones de los Evangelios Sinópticos. En esos milagros de Jesús ve sus afirmaciones como el Mesías que trajo la llegada del Reino de Dios o Reino de los Cielos a la tierra.

Una obra no se puede separar de su autor. El libro “Los milagros del reino de Jesús de Nazaret”, tampoco se puede separar de la reflexión, estudio, análisis y contextualización de su escritor el Dr. Samuel Pagán.

Conozco a Samuel Pagán desde el año 1978 cuando él era un estudiante para grado doctoral en el Union Theological Seninary en la ciudad de Nueva York. Para esa fecha, varios ministros del evangelio –incluyendo a mi esposa Rosa y yo– estudiábamos en el Programa de Certificado en Ministerio Cristiano en el New York Theological Seminary, y Samuel era el profesor de Biblia. Allí, por primera vez comencé a disfrutar de su estilo haciendo exégesis y de cómo interpretaba la Biblia desde un contexto latinoamericano.

El autor, al igual que yo, es asiduo peregrino a la tierra bíblica con una treintena de viajes. Allí, ambos, visitamos los lugares donde Jesús de Nazaret nació, vivió, predicó, enseñó, hizo milagros, fue juzgado, crucificado, murió y resucitó, para luego ascender a los cielos.

Algunos de los muchos apellidos recibidos por Jesús de Nazaret fueron: Jesús el Hijo del Carpintero, Jesús el Galileo, Jesús El Maestro, pero para el Padre, Jesús era el Hijo de Dios.

Los milagros en la misión del reino de Jesucristo fueron señales mesiánicas que beneficiaron a los recipientes, pero también fueron señales para contradecir la incredulidad de los religiosos que andaban en busca de indicios para rechazar el reino que Jesús proclamaba.

Juan el Bautista vino proclamando el reino de Dios como precursor del mesías y fue confundido con el mesías. Él y Jesús de Nazaret aparecen como dos mesías, pero Juan admite que él no era el mesías sino Jesús de Nazaret.

Juan el Bautista vino como el cumplimiento de la profecía de Elías Malaquías, la cual es conectada por el evangelista Mateo al referirse en el espíritu de Elías. Pero son las señales milagrosas de Elías, ya que era el segundo mesías Jesús de Nazaret quien las tendría.

Jesús de Nazaret tomó prestado de Juan el Bautista su mensaje al iniciar su ministerio mesiánico. En la tradición mateína se habla del reino de los cielos, pero en las tradiciones marconiana, lucanina y joanina, se hablan del reino de Dios.

Aquellos milagros del proclamado reino de Jesucristo eran evidencias de su participación en la historia de la humanidad como señales inequívocas de la presencia de Dios en él.

Jesús en su reino fue concebido milagrosamente, nació milagrosamente, fue identificado milagrosamente en el río Jordán por Juan el Bautista, se manifestó milagrosamente en su primer milagro en las bodas de Caná de Galilea, milagrosamente. Realizó su ministerio y, al momento de su arresto en Getsemaní, milagrosamente le pegó la oreja derecha que Simón Pedro le laceró a Malco el siervo del Sumo Sacerdote. Su crucifixión, resurrección, manifestación y ascensión, fueron con milagros.

En esos milagros de las sanidades físicas, las liberaciones de espíritus que según en la época de la Palestina se entendían muchas como condiciones mentales y hasta físicas de los que las padecían, el autor ve las demostraciones mesiánicas para cumplir las Escrituras, pero a la vez para beneficio de las personas afligidas y afectadas en su entorno social.

Las acciones extraordinarias llevadas a capo por el Señor Jesús, que llamamos milagro, ciertamente ubicaban su ministerio en un plano singular como el Mesías anunciado por los antiguos profetas , es decir, como el Cristo de Dios, el Mesías ungido por el Espíritu de Dios.

El trabajo del Dr. Samuel Pagán sobre los milagros de Jesús está contextualizado para suplir necesidades; pero que afirmaban que era el Mesías y que manifestaba el Reino de Dios aquí en la tierra. Claramente, señala que no hacía milagros para promoverse; por el contrario, pedía a los beneficiarios que no lo divulgaran ni dijeran nada a nadie. Pero era imposible recibir un milagro o ser testigo de uno de ellos y quedarse callado.

Podría continuar analizando este libro «Los milagros del reino de Jesús de Nazaret”, que me ha edificado, enseñado, fortalecido mi fe y me ha llevado al análisis y a la contextualización de lo que hizo Jesús y lo que hace hoy día Jesús. Este libro es un recurso para lectores en general, para pastores, para maestros y para evangelistas. Adquiera este libro, léalo, disfrútelo, enséñelo, predíquelo y comparta con otros sus experiencias.

Dr. Kittim Silva BermúdezAutor, conferenciante y predicadorQueens, New York

_Prefacio

Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas,

anunciando las buenas nuevas del reino,

y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente.

Su fama se extendió por toda Siria,

y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades,

los que sufrían de dolores graves, los endemoniados,

los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba.

Lo seguían grandes multitudes de Galilea,

Decápolis, Jerusalén, Judea

y de la región al otro lado del Jordán.

Mateo 4.23-25

Una vez más con Jesús de Nazaret

Una vez más exploro temas relacionados con Jesús de Nazaret. Ya hemos estudiado y publicado sobre su vida, enseñanzas y significado ministerial. Además, hemos ponderado el mundo de las parábolas, que ciertamente contiene el centro de sus enseñanzas y destaca, de forma prioritaria, el tema del Reino de Dios o de los cielos. Y esos estudios me han llevado a explorar otros componentes e implicaciones del mensaje y las acciones del famoso rabino de la Galilea.

En esta ocasión identificamos, analizamos y explicamos las narraciones evangélicas que hablan del Jesús que tenía poderes especiales para sanar enfermos, liberar endemoniados, resucitar muertos y alterar los procesos normales y regulares de la naturaleza. ¡Vamos a explorar y analizar el mundo del milagro, la esfera de los portentos y lo sobrenatural! Y nuestras fuentes primarias de estudio serán las narraciones de milagros en los Evangelios canónicos.

De acuerdo con los relatos evangélicos, Jesús de Nazaret era una figura excepcional que, junto a sus enseñanzas proféticas y desafiantes, añadía un componente especial de lo milagroso. Esas acciones extraordinarias, ciertamente ubicaban el ministerio del Señor en un plano singular como el Mesías anunciado por los antiguos profetas o como el Cristo de Dios.

Al analizar las diversas narraciones en torno a esas acciones milagrosas del Señor, nos percatamos que estaban muy cerca del centro teológico y pedagógico de su mensaje, que era la irrupción extraordinaria e inminente del Reino de Dios. Los milagros del Señor eran acciones sobrenaturales, según los relatos evangélicos, que destacan la naturaleza excepcional de sus mensajes y acciones. De acuerdo con los evangelistas bíblicos, esas acciones sobrenaturales de Jesús constituían un componente indispensable de su ministerio, que estaban íntimamente relacionadas con sus enseñanzas transformadoras.

Las actividades de Jesús no solo se presentan en las narraciones evangélicas, sino que, además, se interpretan en los relatos bíblicos. Esos textos canónicos contienen el fundamento básico de lo que sabemos de Jesús. De acuerdo con los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, la vida de Jesús estuvo relacionada con intervenciones especiales de Dios desde su nacimiento hasta su pasión y resurrección.

Esos recuentos de los evangelistas ponen claramente de manifiesto que Jesús era un líder judío que no seguía necesariamente el patrón general de las autoridades políticas y religiosas de la época. Sus enseñanzas proféticas y desafiantes superaban las comprensiones tradicionales relacionadas con los rabinos y los líderes de su generación, incluyendo a las autoridades romanas. El Señor se distanció de la ortodoxia religiosa de su tiempo, para explorar nuevas dimensiones exegéticas y teológicas que pudieran bendecir al pueblo, especialmente a los sectores más necesitados de la comunidad.

Formas de estudiar las narraciones bíblicas sobre Jesús

Las formas de estudiar la vida de Jesús son varias. La gente puede analizar la figura de Jesús por el carril canónico. Este proceso sigue las presentaciones que se incluyen en los evangelios del Nuevo Testamento, en el orden que se disponen en la actualidad. El estudio comenzaría en Mateo capítulo uno, proseguiría de forma ordenada hasta llegar al final del libro, y seguiría de esa misma manera con Marcos, Lucas y Juan. Y ese es un buen acercamiento, pues nos permite ver una vida de Jesús desde cuatro perspectivas diferentes y énfasis singulares. No necesariamente nos facilita, sin embargo, la identificación cronológica de los eventos que se incluyen en las narraciones.

Otra manera de estudiar a Jesús es desde la perspectiva temática. De esta forma se identifican los temas y asuntos a estudiar en los Evangelios, para posteriormente explicarlos. Hay virtud en esta metodología, pues se va directamente a los asuntos que se quieran ponderar de la vida y el ministerio de Jesús. Con este acercamiento, se pueden analizar, por ejemplo, las oraciones, los discursos y las parábolas, y se podrían identificar y disfrutar algunos énfasis temáticos en el programa docente del Señor. Por otro lado, esta manera de acercarse al estudio en torno a Jesús puede ignorar o subestimar, inadvertidamente, componentes de su ministerio que requieren un acercamiento más amplio, técnico y específico de los documentos básicos que revelan sus actividades y discursos.

Una tercera forma de estudiar los evangelios es con una metodología de análisis literario y teológico. El estudio sistemático de las narraciones evangélicas sobre Jesús revela, por lo menos, tres tipos amplios de narraciones. Y el estudio cuidadoso de esas narraciones nos permite descubrir los dichos y hechos de Jesús desde una perspectiva literaria y temática.

En esos tres acercamientos a la vida y obra del Señor se pueden distinguir principalmente los temas que destacan y los asuntos que afirman las narraciones evangélicas. Y esas tres grandes narraciones, divididas en temas y subtemas, son las siguientes: las narraciones del nacimiento, las narraciones del ministerio y las narraciones de la pasión. En esas vertientes se pueden agrupar todos los temas que los Evangelios canónicos presentan sobre Jesús. Esas narraciones, que revelan diferencias estilísticas y teológicas de los evangelistas, revelan los componentes temáticos de importancia en el ministerio de Jesús.

Las narraciones del nacimiento destacan los asuntos relacionados a la llegada del Mesías. Son narraciones extraordinarias que apuntan hacia una afirmación teológica fundamental: quien nació en Belén, no era una figura histórica más, sino un personaje extraordinario y especial, que desde su nacimiento está separado por Dios para una encomienda especial (Mt 1.1—2.23; Lc 1.1—2.52).

De acuerdo con las narraciones canónicas del nacimiento, su familia fue sorprendida por los ángeles de Dios (tanto a María como a José), los diversos sectores sociales se unieron a la celebración (p. ej., los pastores, un coro de ángeles y los sacerdotes), los líderes políticos en Jerusalén y los sabios del Oriente, y hasta los astros participaron en los anuncios de este singular y extraordinario personaje. El gran mensaje del nacimiento es que Jesús era el cumplimiento de las antiguas profecías referentes al Mesías prometido.

Las narraciones del ministerio incluyen el corazón de la vida y las acciones educativas y proféticas del Señor. Y esos textos bíblicos se pueden subdividir en cinco grandes áreas temáticas: narraciones de los discursos y las enseñanzas de Jesús (p. ej., oraciones, mensajes y dichos); de las sanidades; de la liberación de endemoniados; de resurrecciones; y demostraciones de autoridad sobre la naturaleza. Esas cinco formas de narraciones de Jesús agrupan todo lo que dijo e hizo, y nos permiten estudiar las diversas perspectivas teológicas y énfasis temáticos que se desean enfatizar en cada uno de los evangelios. Estas narraciones revelan que Dios había ungido a Jesús para llevar a efecto un ministerio singular de transformaciones individuales y sociales, y de desafíos educativos, religiosos y políticos.

El tercer grupo de narraciones mayores en los Evangelios canónicos presentan la pasión del Señor. Y esas narraciones incluyen los relatos que anuncian la crisis de Jesús en Jerusalén con las autoridades religiosas y políticas, presentan las actividades de Jesús durante su última semana de ministerio, los detalles del arresto, el juicio y la ejecución del Señor, y finalmente describe la tumba vacía y las apariciones del Cristo resucitado a las mujeres y a sus discípulos. Estas narraciones finales desean enfatizar el poder de la resurrección como un acto divino que corrobora que Jesús era el Cristo o Mesías prometido por los antiguos profetas de Israel.

Respecto a las diversas metodologías de estudio de la vida de Jesús, debemos indicar que no necesariamente son mutuamente exclusivas. Diversos métodos nos permiten ampliar nuestro conocimiento para identificar y analizar detalles singulares de la vida y el ministerio del Señor a los cuales debemos prestar singular atención.

Nuestra metodología

Nuestra metodología de estudio toma en consideración los aspectos canónicos y temáticos de los Evangelios neotestamentarios. En los estudios sobrios y sabios sobre Jesús, se deben tomar en consideración no solo sus acciones y dichos, sino el propósito que tenían los evangelistas al incluir esas narraciones específicas de milagros, por ejemplo, en el lugar que se incorpora en sus obras. Es importante analizar el contexto temático general en el cual se ubican las narraciones de milagros en cada evangelio, para comprender su significado teológico y didáctico inmediato.

La ubicación de los relatos de milagros en cada evangelio pone de relieve algún énfasis teológico o temático que va en continuidad con la finalidad del evangelista en su escrito. Y ese detalle, que no solo es temático sino estructural y literario, nos interesa, pues tiene componentes educativos que no deben ignorarse ni subestimarse en el estudio de las narraciones sobre los milagros de Jesús.

Nuestro propósito específico en este libro es estudiar el amplio tema de los milagros de Jesús de Nazaret, según están incorporados en los Evangelios canónicos. Y vamos a estudiar todos los milagros (véase Apéndice B) para explorar las implicaciones y las enseñanzas de esas acciones extraordinarias. Los milagros son ciertamente signos del poder divino, pero, a la vez, son enseñanzas transformadoras a los discípulos y seguidores originales del Señor. Y esos actos especiales de Jesús también se constituyen en mensajes desafiantes para los creyentes a través de la historia.

El análisis de todas las narraciones de milagros del Señor en los evangelios revela que se pueden dividir en cuatro grandes áreas de acción divina. La revisión de todas esas narraciones identifica que hay milagros de sanidades, de liberación de endemoniados, de resurrección de muertos y de manifestaciones extraordinarias de poder sobre la naturaleza.

Esos milagros especiales del Señor tocan no solo individuos, familias, comunidades, sino a la naturaleza misma. El poder del milagro de Jesús no estaba cautivo en las enfermedades personales, plagas o pandemias, sino que tenía la capacidad de llegar a la naturaleza, que era una manera de relacionar el ministerio terrenal del Señor con la naturaleza misma del Dios de la creación.

Nuestro análisis de las narraciones de milagros no solo evaluará la intervención milagrosa del Señor, sino que explorará las implicaciones teológicas y educativas de esas acciones. Además, nos interesa explorar también las implicaciones que esas enseñanzas tienen para las comunidades de fe del siglo veintiuno, a la vez que deseamos entrar en diálogo con las comunidades académicas que exploran el contenido de esas narraciones desde perspectivas científicas.

Nuestros estudios de las narraciones de milagros en los Evangelios no rechazan la ciencia en favor de la religión, ni ignora el juicio crítico al evaluar las acciones sobrenaturales del Señor. Por el contrario, deseamos ver cómo esas enfermedades son vistas por la comunidad médica contemporánea, y cómo podemos descubrir el significado, las enseñanzas y las implicaciones de esos extraordinarios milagros sobre la naturaleza. Nuestro deseo es explorar e incentivar diálogos serios y fecundos entre la fe y la razón, la piedad y la ciencia, la oración y la medicina.

Y como los milagros de Jesús eran formas de desafiar a las personas a dejar atrás las vidas de cautiverio y dolor, incluyo a continuación uno de mis poemas que explora el poder de levantarse para dejar atrás los cautiverios de la vida.

Ponte de pie y no te rindas

Cuando sientas que existir es cuesta arriba,

Cuando creas que para ti ya no hay salida,

Y el cansancio se apodere de tu vida,

Duerme un rato, sueña y canta,

Ponte de pie y no te rindas.

Si la nube se presenta gris y fría,

Que parece que no hay luz, solo porfía,

No hay salida, no hay espacio, ni valía…

Piensa y vive, no reniegues,

Ponte de pie y no te rindas.

Cuando tus fuerzas se agoten,

Cuando el desánimo arrastre,

Cuando la lágrima llegue,

Y la vida te maltrate,

Descansa un rato, si quieres,

Ponte de pie y no te rindas.

Pues después de toda lucha y agonía,

Y al final de las tormentas y los días,

Verás que valió la pena,

Sabrás que hay un sol que brilla,

Abre los ojos y el alma,

Ponte de pie y no te rindas.

Y así los días van pasando,

Uno a uno, ante tu vista,

Verás que vences la lucha,

Verás que triunfas en ella,

Verás que alcanzas el cielo,

Ponte de pie y no te rindas.

Dr. Samuel PagánOrlando, Florida15 de agosto de 2020

_Introducción

Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados,

y con una sola palabra expulsó a los espíritus,

y sanó a todos los enfermos.

Esto sucedió para que se cumpliera

lo dicho por el profeta Isaías:

«Él cargó con nuestras enfermedades

y soportó nuestros dolores».

Mateo 8.16-17

El milagro

El Sermón del monte (Mt 5.1—7.29) es posiblemente el discurso más importante de Jesús de Nazaret. En ese mensaje se incluyen los valores morales, los principios éticos y las virtudes espirituales que caracterizan la vida y las acciones del Señor. Además, en esa gran enseñanza, se presentan los reclamos básicos que el Señor hace a sus seguidores y discípulos. Este discurso ha sido el texto que, a través de la historia, académicos y creyentes han utilizado para estudiar, comprender y aplicar las enseñanzas y los desafíos del ministerio del famoso rabino de la Galilea.

De singular importancia, al estudiar este singular mensaje de Jesús, es que inmediatamente antes y después de esa narración, en la cual se pone de manifiesto el corazón de su teología, se incluyen relatos que destacan la importancia de los milagros en su ministerio. En efecto, las actividades milagrosas del Señor se relacionan íntimamente con su fundamento teológico y misionero, y son parte integral de su vocación de servicio, sus prioridades pedagógicas y de su mensaje profético en torno al Reino de Dios.

En primer lugar, se indica en el Evangelio de Mateo (Mt 8.16-17) que Jesús, con solo su palabra, liberaba a los endemoniados de los espíritus que los atormentaban, y que sanaba a todos los enfermos. Además, la narración, que se ubica inmediatamente antes de esa enseñanza básica del Señor, alude a las diversas liberaciones y sanidades que llevaba a efecto (Mt 4.23-25). Ese detalle literario y estructural en Mateo, que tiene ciertamente serias implicaciones pedagógicas y teológicas, puede ser una indicación que, para el evangelista, los milagros eran una especie de extensión del mensaje de las Bienaventuranzas, en el cual se presentaba la prioridad del mensaje del Señor referente al Reino de Dios o de los cielos (Mt 6.10).

Al leer con detenimiento el mensaje de Jesús en el Evangelio de Mateo, es importante descubrir que sus sanidades se asocian directamente a las antiguas profecías de Isaías (Is 52.13—53.12). La predicación del Reino incluía una serie de demostraciones del poder divino, que incluía las intervenciones milagrosas de Dios en las actividades de Jesús. Y esas acciones prodigiosas se denominan en los evangelios como milagros, que pueden manifestarse en términos de sanidades físicas, liberaciones emocionales y espirituales, resurrección de muertos, e intervenciones sobrenaturales en la naturaleza.

Los milagros de Jesús eran una especie de corroboración física de sus labores espirituales como el ungido de Dios y Mesías. Además, esas acciones prodigiosas, que se relacionaban con los discursos y las actividades del Señor, indicaban que el Reino de Dios o de los cielos irrumpía con fuerza en medio de la sociedad y la historia. Los milagros, en efecto, eran parte integral del ministerio de Jesús. No constituían actividades aisladas o secundarias que se realizaban independientemente o al margen de la presentación del mensaje profético y transformador del Señor.

Las narraciones de milagros eran una especie de corroboración de la presencia de Dios con Jesús, que atendía responsablemente las necesidades físicas y los clamores espirituales de su pueblo. En su tarea docente y profética, Jesús incorporó el elemento milagroso como parte de su programa ministerial y espiritual. Y de acuerdo con los evangelistas, el pueblo esperaba de Jesús esas acciones milagrosas. Jesús era visto, en efecto, como el predicador de las sanidades, el agente de las liberaciones y el Señor de las transformaciones.

En nuestra comprensión de los milagros relacionados con Jesús, debemos tomar seriamente en consideración los comentarios y las percepciones que el libro de los Hechos tiene de Jesús y su obra:

Ustedes conocen este mensaje que se difundió por toda Judea,

comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan.

Me refiero a Jesús de Nazaret:

cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder,

y cómo anduvo haciendo el bien

y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo,

porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos

de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén.

Lo mataron, colgándolo de un madero,

pero Dios lo resucitó al tercer día

y dispuso que se apareciera, no a todo el pueblo,

sino a nosotros, testigos previamente escogidos por Dios,

que comimos y bebimos con él después de su resurrección.

Hechos 10.37-41

De acuerdo con el testimonio bíblico, la comprensión de Pedro en torno al ministerio de Jesús era que se dedicaba a hacer el bien; además, el apóstol entendía que el Señor hacía milagros al sanar a todos los que estaban oprimidos por el diablo. ¡Y el bien que hacía Jesús incluía sus actividades de milagros! ¡La bondad teológica del Maestro se manifestaba físicamente en las sanidades que hacía! De esa forma se unían las virtudes educativas y proféticas del Señor a sus intervenciones extraordinarias en la sociedad para responder a las necesidades más hondas del alma humana.

Desde la perspectiva teológica del libro de los Hechos, Jesús unía en su ministerio el actuar con bondad y la acción milagrosa, que eran signos de que Dios lo había ungido con el Espíritu Santo y los había dotado del poder divino. Se fundían, en el programa teológico y misionero del Señor, lo evangelístico y lo profético, lo educativo y lo espiritual, la sanidad física y la liberación emocional. Y esa unión de virtudes personales y poder espiritual prepararon el ambiente para que pudiera llevar a efecto un misterio grato, pertinente y transformador de éxito.

Los milagros en los Evangelios

Para comprender bien la naturaleza de las acciones extraordinarias de Jesús, de acuerdo con los Evangelios sinópticos, debemos definir lo más claramente posible el amplio concepto que constituye lo milagroso. Según la Real Academia Española, un milagro “es un tipo de suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa”. Para el mundo académico, lo milagroso se asocia a lo extraño, no esperado e inexplicable.

Esa definición básica, sencilla, inicial y general, se puede ampliar cuando el acto extraordinario se relaciona con lo divino. Con esa nueva comprensión, que incorpora elementos religiosos, podemos indicar que milagro “es un hecho no explicable por las leyes naturales, que puede atribuirse a una intervención especial y sobrenatural de origen divino”.

Un milagro, desde la perspectiva amplia de la experiencia religiosa, es un evento que acontece y que no necesariamente responde o puede comprenderse de acuerdo con las leyes conocidas de la naturaleza, según con nuestros entendimientos científicos contemporáneos. Se trata de alguna experiencia personal o natural que rompe los patrones entendibles del conocimiento humano. Y como el hecho o la acción no puede entenderse y explicarse de forma adecuada, según el conocimiento científico actual, se denomina milagro.

En la Biblia, sin embargo, el milagro es lo inhabitual, inexplicado, inconcebible, desconcertante, inesperado y asombroso. Es el acto divino que mueve a los seres humanos a sacar la mirada de sus adversidades y angustias para dirigirla a Dios. El milagro intenta mover la disposición temporal y humana, para relacionarla con la dimensión eterna y divina. El milagro es una manera de poner de manifiesto la especial voluntad divina en medio de alguna situación de crisis histórica, personal o comunitaria.

La palabra castellana milagro proviene directamente del latín miraculum, que describe un hecho portentoso, admirable e inexplicable. El verbo latino mirari se relaciona con acciones de asombro y sorpresa. Desde este ángulo lingüístico, el milagro es una actividad asombrosa que produce en las personas un sentido grato de admiración y aprecio, pues no puede comprenderse o explicarse de forma natural o sencilla.

En hebreo, un término para describir lo milagroso es mopheth, que puede traducirse al castellano como un “signo prodigioso”. Esta última expresión se vierte en griego como teras y en latín como portentum, que pueden entenderse en español como “maravillas, portentos o acciones prodigiosas”. La idea general se asocia con el mundo de lo milagroso, radiante, espectacular y extraordinario.

Para referirse a las actividades milagrosas relacionadas con Jesús de Nazaret, los Evangelios canónicos utilizan varias palabras y expresiones griegas de gran importancia semántica e implicaciones teológicas. El griego dynameis se asocia con los hechos portentosos, las actividades extraordinarias o directa y sencillamente los milagros de Jesús (Mt 11.20-21,23; 13.54,58; 14.2; Mr 6.2,5,14; Lc 10.13; 19.37).

Otra palabra griega de importancia usada en el Nuevo Testamento para describir lo milagroso es paradoxa, que comunica ideas como “maravillas” y “cosas notables o extrañas” (Lc 5.26). También el texto griego utiliza la expresión sémeion, que se asocia directamente con el mundo de los prodigios, las señales y los milagros (Lc 23.8; Jn 2.11,23; 3.2; 4.48,54; 6.2,14,26; 7.31; 9.16; 11.47; 12.18,37; 20.30).

En el Evangelio de Juan, para aludir al ministerio milagroso del Señor, se utiliza una doble expresión griega émeia kai terata, que se ha traducido tradicionalmente como “señales y prodigios” (Jn 4.48). Además, es posible que la expresión griega, que se ha vertido tradicionalmente al castellano como “hacer el bien” o euergetón, esté también relacionada con el mundo de lo milagroso asociado a las actividades educativas y misioneras de Jesús.

Esas palabras hebreas, latinas y griegas nos ubican en el ámbito de lo especial, de lo extraordinario, de lo milagroso, de lo prodigioso… El milagro, desde esta perspectiva multilingüe y multicultural, y también desde una comprensión teológica, es un tipo de intervención sobrenatural en la historia, el mundo, la sociedad, el cosmos y los individuos; que contribuye positivamente a la afirmación, comprensión y celebración del poder divino. Lo milagroso es el encuentro de lo divino y lo humano que propicia la sanidad, liberación y resurrección de alguna persona. Y esos actos milagrosos son también mensajes, enseñanzas y signos de las virtudes divinas que llegan para satisfacer las necesidades humanas.

Las narraciones de milagros en los Evangelios se relacionan directamente con las acciones de Jesús —y también de algunos de sus discípulos. En esos relatos, el Señor responde a algún problema mayor o alguna adversidad seria que afecta a los individuos, los grupos y la naturaleza. Y ante un desafío formidable, los evangelistas presentan a un Jesús lleno de autoridad espiritual y poder divino que es capaz de superar esos infortunios de salud física y emocional, y vencer las complejidades y los problemas en la naturaleza.

Para los evangelistas cristianos, Jesús no solo era rabino, maestro y profeta, sino taumaturgo, que es la expresión técnica que describe a una persona que hace cosas prodigiosas, maravillosas y milagrosas. Y las sanidades divinas sin intervenciones médicas y profesionales se incluyen en el mundo de la taumaturgia. Esos milagros de sanidades se explican desde la perspectiva de las intervenciones sobrenaturales de Dios en medio de la historia humana, a través del ministerio profético y pedagógico de Jesús.

Los problemas a los que el Señor responde de forma milagrosa y sobrenatural son de doble índole: de salud física, emocional y espiritual, y de superación de varios desafíos físicos y meteorológicos. La dinámica general para responder a esas adversidades es directa y clara. Tradicionalmente traían ante el Señor —o se encontraban en el camino— alguna persona enferma, poseída por espíritus o muerta, o debía enfrentar situaciones de la naturaleza que podían detener su paso firme para cumplir la voluntad divina. Ante esos desafíos físicos, mentales, espirituales y cósmicos, respondía con autoridad y virtud para superar la crisis y la adversidad.

El énfasis teológico de los evangelistas al presentar las narraciones de milagros es destacar que el Señor atendía con sentido de prioridad a la gente en necesidad. Además, esos relatos eran maneras de indicar que Jesús respondía a los reclamos reales de las personas. De singular importancia es comprender que los milagros no eran parte de un programa de relaciones públicas o algún esfuerzo de mercadeo del programa misionero de Jesús.

Los milagros respondían de forma elocuente a las necesidades más hondas e íntimas de las personas y las comunidades. Formaban parte de la labor profética, docente y transformadora de Jesús en la Palestina antigua.

Milagros en el Antiguo Testamento

Una lectura cuidadosa de la Biblia hebrea, o el Antiguo Testamento, revela que los milagros se manifiestan mayormente y de forma destacada en períodos específicos (véase Apéndice A). Esas acciones especiales de Dios se asocian a momentos en la historia donde hay revelaciones divinas significativas y singulares, y necesidades humanas apremiantes. Esta amplia comprensión teológica contribuye positivamente a la percepción de que lo milagroso se relaciona con acciones divinas con significado y mensajes. Los milagros son esencialmente signos y mensajes divinos en medio de las realidades humanas.

Aunque las intervenciones extraordinarias de Dios son constantes en la historia bíblica, hay tres períodos donde lo milagroso parece que toma auge y se manifiesta con frecuencia. Y esos períodos de importancia bíblica son los siguientes: la época de Moisés y Josué; el período de Elías y Eliseo; y durante el ministerio de Jesús de Nazaret.

Esos tres períodos agrupan gran parte de las narraciones bíblicas de los milagros. Desde la perspectiva teológica, esos períodos también fueron fundamentales en la historia de la salvación y requerían una serie de intervenciones divinas que superaran las teofanías tradicionales del período de los patriarcas y las matriarcas de Israel.

El estudio de la Biblia hebrea muestra que un singular momento donde los milagros y las acciones prodigiosas jugaron un papel protagónico es el período que va desde la liberación de Egipto hasta la conquista de Canaán. Esos años han jugado un papel determinante en la historia bíblica, pues incluyen no solo la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto, sino la revelación de los Diez Mandamientos y la presentación de la Ley a Moisés y al pueblo; la afirmación del Pacto de Dios con el pueblo elegido; el establecimiento del culto al Señor que se reveló en el monte Sinaí, como el único Dios verdadero; y finalmente, la conquista de la Tierra Prometida.

En este período es que se encuentran las siguientes manifestaciones milagrosas de parte de Dios: la revelación a Moisés de la zarza ardiente (Éx 3), milagros que afirman la misión de Moisés (Éx 3—4), la vara que se convierte en serpiente y las diez plagas de Egipto (Éx 7—12), el cruce extraordinario del mar Rojo (Éx 14), y la provisión de alimento y agua al pueblo en medio del desierto (Éx 16; Nm 1; Éx 15.17; Nm 20). Además, en este singular período de la historia bíblica, se manifiestan los castigos enviados por Dios a los israelitas desobedientes (Lv 10.2; Nm 11.16; 16.21); el paso extraordinario del río Jordán para llegar a la Tierra Prometida (Jos 3—4); la caída espectacular de los muros de la ciudad de Jericó (Jos 6); y el singular milagro cósmico respecto al sol en la batalla de Gabaón (Jos 10).

En efecto, el período de liberación y conquista está lleno de acciones divinas que no pueden explicarse fácilmente desde las ciencias naturales. Fue un tiempo especial de revelación divina que necesitaba esta serie de narraciones de milagros que confirmaran de forma concreta la voluntad de Dios. Ante desafíos históricos formidables, se manifiesta el poder divino de manera especial, portentosa y milagrosa.

El recuento de estos milagros tenía una importancia teológica especial. Dios se había revelado a Abraham y le había prometido una tierra de paz y seguridad, fuera de la antigua ciudad de Ur, conocida como “de los caldeos” (Gn 12). En las narraciones del Pentateuco, la promesa al famoso patriarca llega a su cumplimiento y se transforma en realidad. Y las narraciones de milagros divinos en este período eran una especie de corroboración teológica de lo que sucedía desde la perspectiva histórica.

El segundo período de gran importancia teológica, desde la perspectiva de las narraciones de los milagros divinos en la historia, se puede asociar con la vida y las acciones de los profetas Elías y Eliseo. En este período el gran desafío no provenía del faraón de Egipto ni de gobiernos extranjeros; el problema real era la atracción que sentía el pueblo hacia las divinidades cananeas. El problema se complicaba aún más, pues ese gran desafío de idolatría estaba tolerado, permitido y hasta propiciado por la monarquía de Israel. Y entre esas divinidades cananeas está el muy famoso Baal.

Para responder de forma vigorosa a esas tentaciones idolátricas, que eran incentivadas por la casa real israelita, Elías y Eliseo llevaron a efecto una serie importante de milagros que tenían como objetivo claro demostrar la superioridad del Dios de Israel en contraposición a las tradicionales divinidades cananeas. El mensaje subyacente en los milagros es que el Dios de Israel es poderoso para manifestarse a su pueblo y las divinidades cananeas, como Baal, no tienen la capacidad de intervenir en medio de la historia humana.

Relacionados con este dúo importante de profetas, las narraciones bíblicas incluyen como 20 milagros, que van desde intervenciones divinas en las dinámicas cotidianas, como la multiplicación de la harina y el aceite (1Re 17.14-16), hasta la manifestación del poder de Dios de manera extraordinaria y especial, con la resurrección del hijo de la viuda (1Re 17.17-24). A esos milagros debemos añadir la manifestación del fuego de Dios en el altar (1Re 18.30-38), la oración por lluvia que fue contestada (1Re 18.41-45), el fuego que cayó del cielo (2Re 1.10-12) y la purificación del agua en Jericó (2Re 2.21-22).

La lectura de las narraciones de milagros en el Antiguo Testamento descubre su importancia teológica. Esos relatos de milagros son afirmaciones teológicas ante los grandes desafíos que enfrentaba el pueblo. En primer lugar, el cautiverio en Egipto y las políticas del faraón impedían a los israelitas servir al Señor de forma adecuada. Además, las tentaciones que le presentaban a los israelitas las divinidades locales de Canaán se constituyeron en un problema muy serio y existencial para el pueblo, que ya estaba en la Tierra Prometida.

Ante esos dos grandes desafíos históricos, las narraciones de milagros juegan un muy importante papel teológico. Estos relatos ponen de relieve el poder de Dios, además de indicar que el Señor está atento a las necesidades de su pueblo. Y ese gran marco teológico es el contexto general de las narraciones de milagros que se incorporan en el Nuevo Testamento.

Jesús de Nazaret vivió en una sociedad cautiva por las políticas del imperio romano y en un mundo religioso enclaustrado en una serie compleja de leyes, ordenanzas y mandamientos. Esa sociedad necesitaba de la intervención extraordinaria de Dios, y en medio de esas dinámicas políticas, religiosas, sociales y económicas, Jesús de Nazaret anuncia la llegada del Reino de Dios o de los cielos. Y junto a su mensaje liberador y salvador del Reino, se unieron las narraciones de milagros. Esos relatos son afirmaciones teológicas firmes y claras de que Dios acompaña y apoya a Jesús en su necesaria e indispensable gestión profética, educativa y transformadora.

El concepto de milagro en la historia

La comprensión de lo milagroso ha cambiado en la sociedad a través de la historia. A medida que el conocimiento y las ciencias naturales han ido en aumento, el concepto de lo que constituye un milagro tradicional ha variado. Inclusive, en algunos foros académicos, en diálogos seculares y hasta en algunos círculos religiosos, la realidad y las expectativas de lo milagroso y excepcional en la vida, con el tiempo, ha pasado a un segundo plano.

De forma paulatina, el deseo de vivir lo trascendental y extraordinario de las actividades milagrosas de Dios fue decayendo. Al llegar a la sociedad contemporánea, respecto a las percepciones de lo milagroso, se manifiestan dos claras tendencias polarizadas: una teología que niega rotundamente la existencia y las manifestaciones de lo sobrenatural y milagroso; y otra comprensión teológica de lo prodigioso y especial, que entiende que hay espacio en la vida moderna para ese tipo de manifestaciones divinas, que no necesariamente son comprensibles, de acuerdo con el entendimiento contemporáneo de las ciencias naturales.

Desde el medievo, especialmente desde la llegada y el desarrollo de la Reforma Protestante, la Revolución Francesa y la Ilustración europea, la comprensión y aceptación de lo milagroso ha sido revisada de forma cuidadosa, además de ser fuertemente cuestionada. Mientras en el período post bíblico, los milagros eran entendidos en círculos eclesiásticos, como una especie de prueba irrefutable de la existencia, la presencia y el poder de Dios, con el tiempo esas acciones prodigiosas del Señor se convirtieron en simbología, y hasta comenzaron las dudas de la realidad de lo milagroso en las narraciones evangélicas. Se desarrolló el pensamiento de que lo que no puede suceder el día de hoy, tampoco pudo haber sucedido en la antigüedad.

Los teólogos de la Ilustración europea, y sus discípulos históricos y culturales, intentaron responder al escepticismo relacionado con las reflexiones críticas sobre la vida, los mitos y la religión. Comenzaron a explicar los milagros en la Biblia, especialmente los que se relacionan con las narraciones de Jesús de Nazaret, desde una perspectiva simbólica, racional y científica. Algunas de esas explicaciones todavía perduran en varios círculos académicos contemporáneos.

La narración de lo milagroso en las Sagradas Escrituras es la interpretación teológica y mesiánica de algún hecho o actividad, que no necesariamente tiene explicaciones naturales. Se trata de relatos bíblicos que desean afirmar el poder divino y demostrar la autoridad y el mesianismo de Jesús.

De los milagros del Señor solo tenemos los recuentos de los evangelistas, que tenían un muy claro y firme propósito teológico: anunciar que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido por Dios, que tenía la autoridad, el poder y la virtud de hacer milagros.

Si los milagros son hechos y acciones que no responden necesariamente a las ciencias naturales, para desechar la posibilidad de lo milagroso en la historia, primero debemos comprender bien todas las leyes y todos los procesos que gobiernan el universo y la vida. Y llegar a esa comprensión plena de las leyes naturales que rigen las funciones del cuerpo humano y las actividades atmosféricas, es un ideal noble y grato, pero con muy pocas posibilidades de ser alcanzado en la actualidad.

Indicar, por ejemplo, que se tiene ese tipo amplio, completo y absoluto de conocimiento científico es una arrogancia magna, que descalifica a quien lo crea y lo diga. Aunque las investigaciones científicas son muchas, y con bastantes logros importantes y apreciados, no podemos asegurar a ciencia cierta que nuestro análisis y nuestra comprensión de las dinámicas subyacentes de las actividades atmosféricas y las reacciones biológicas y emocionales del cuerpo humano sean completas y plenas.