Moisés: Vida, Enseñanza Y Significado - Samuel Pagán - E-Book

Moisés: Vida, Enseñanza Y Significado E-Book

Samuel Pagán

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Este magnífico relato contemporáneo sobre uno de los mayores siervos y profetas de la Biblia es una mirada bien documentada y actual a los detalles históricos de su vida. En este libro encontrarás: El nacimiento y llamado de Moisés Moisés y su posición política en Egipto Investigaciones exegéticas y hermenéuticas en la llegada de las plagas El Éxodo y sus diversas fases El siervo Moisés y su relación única con Dios El pacto de Dios con su pueblo Moisés y los Diez Mandamientos La tierra prometida Sus enseñanzas Descubre el significado de la vida de un hombre que, gracias a su integridad y honestidad, fue considerado digno de hablar "cara a cara" con el Creador, y cuya relación y confianza le permitieron sacar a toda una nación de la esclavitud y llevarla a las promesas de Dios.

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MOISÉS

Vida, enseñanza y significado

Colección Biografías Bíblicas

Samuel Pagán

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2024 por Samuel Pagán.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

El texto bíblico ha sido tomado de la versión Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.®, Inc.® Usado con permiso

© 2024 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

Moisés. Vida, enseñanza y significado

ISBN: 978-84-19055-60-6

eISBN: 978-84-19055-61-3

Biografía bíblica

Antiguo Testamento

Acerca del autor

El Dr. Samuel Pagán, ministro ordenado de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo), es un reconocido y apreciado biblista puertorriqueño, que ha publicado más de 60 libros y cientos de artículos en torno a temas exegéticos, teológicos, educativos, literarios y pastorales. Además, ha trabajado en la edición y preparación de 5 Biblias de estudio y colaborado en decenas de proyectos de traducción de la Biblia en América Latina, Europa, África, y en el Oriente Medio.

Entre las obras exegéticas y teológicas más conocidas de Samuel, están sus libros sobre Jesús de Nazaret, el rey David, la Biblia hebrea y los Salmos. También ha publicado varios libros y artículos sobre diversos aspectos teológicos y ministeriales en Don Quijote de La Mancha; ha editado varias revistas de educación cristiana transformadora; y escribe regularmente sobre temas religiosos, educativos y sociales en diversos periódicos en EUA y AL.

En su trayectoria ministerial, Dr. Pagán ha enseñado y predicado en cientos de países y ciudades alrededor del mundo, ha sido profesor de Biblia, decano académico y presidente de seminarios y universidades en Puerto Rico, Estados Unidos, Europa e Israel, y en la actualidad, es decano de programas hispanos en el Centro de Estudios Bíblicos de Jerusalén. Y como profesor de Biblia y decano del Centro, organiza y auspicia anualmente viajes educativos y transformadores a las tierras bíblicas para miles de peregrinos de habla castellana del mundo.

Posee los siguientes grados académicos: Bachillerato en Ingeniería Química de la Universidad de Puerto Rico-Mayagüez, Maestría en Divinidad del Seminario Evangélico de Puerto Rico, Maestría en Teología del Seminario Teológico Princeton, Doctorado en Literatura Hebrea del Seminario Teológico Judío, y Doctorado en Sagrada Teología del Centro para la Educación Teológica de Florida; además, ha hecho estudios post-doctorales en lingüística y antropología en la Universidad de Texas y en geografía bíblica en Tantur, el Centro Avanzado para la Educación Teológica en Jerusalén.

Samuel está casado con la Dra. Nohemí C. Pagán; tienen dos hijos, Samuel (casado con Yasmín), Luis Daniel (casado con Ileana), tres nietos (Samuel Andrés, Ian Gabriel y Mateo Alejandro), y una nieta (Natallie Isabel). Viven alternadamente en Jerusalén y Clermont, Florida.

Agradecimientos

Agradezco la investigación, redacción y publicación de este libro en torno a Moisés a muchas personas y entidades que me han acompañado en mi peregrinar ministerial, académico y familiar. Y entre ellas están las siguientes:

A la Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo de Hato Nuevo, Guaynabo, Puerto Rico, que me recibió como pastor joven hace 50 años. ¡Qué mucho aprendí sirviendo a esa congregación!

Al Seminario Evangélico de Puerto Rico, en el cual comencé mis estudios teológicos avanzados, y donde posteriormente serví como decano académico y presidente.

A mis padres y hermanos, con los cuales crecí y aprendí el valor del mensaje de la Biblia y donde por primera vez escuché el nombre de Moisés.

A mis hijos, nueras, nietos y nieta, a quienes quiero transmitir lo que he aprendido de Moisés, que fue un siervo del Señor.

Y a Nohemí, mi esposa, que además de revisar y criticar mis pensamientos y escritos, me acompaña en este peregrinar extraordinario para llegar a la Tierra Prometida.

Muchas gracias.

ÍNDICE

PRÓLOGO

PREFACIO

Un nuevo libro sobre Moisés

Literatura y teología de Moisés

Un buen poema sobre Moisés

INTRODUCCIÓN

El Egipto de los faraones

Los faraones de Egipto

El faraón que no había conocido a José

El Moisés histórico y literario

CAPÍTULO UNO. Nacimiento y llamado de Moisés

El nacimiento de Moisés

Entorno familiar de Moisés

Moisés en la corte del faraón

Moisés huye de Egipto

Llamado de Moisés

Objeciones finales de Moisés antes de ir al faraón

CAPÍTULO DOS. Moisés ante el faraón

Regreso a Egipto

Moisés y Aarón llegan ante el faraón

Las plagas de Egipto

CAPÍTULO TRES. La Pascua

Institución de la Pascua judía

La salida de Egipto

La fecha del éxodo

La ruta del éxodo

La consagración de los primogénitos hebreos

La salida de Egipto y el mar Rojo

El cántico de Moisés y María

CAPÍTULO CUATRO. Camino al Sinaí

Las aguas de Mara

Dios da maná y codornices al pueblo

Agua de la roca en Refidim

La batalla contra Amalec

La visita de Jetro a Moisés

Nombramiento de jueces y apoyo administrativo

Signos y enseñanzas

CAPÍTULO CINCO. Moisés en el monte Sinaí

La revelación divina en el monte Sinaí

El Pacto o Alianza de Dios con los israelitas

Llegada al monte Sinaí

Un Dios santo reclama santidad del pueblo

CAPÍTULO SEIS. Los Diez Mandamientos

El Decálogo

La Torah o la Ley

Los Diez Mandamientos

Primer mandamiento

Segundo mandamiento

Tercer mandamiento

Cuarto mandamiento

Quinto mandamiento

Sexto mandamiento

Séptimo mandamiento

Octavo mandamiento

Noveno mandamiento

Décimo mandamiento

CAPÍTULO SIETE. Leyes y revelaciones adicionales a Moisés

El altar de piedra

Leyes sobre la esclavitud

Leyes sobre la violencia

Leyes de las restituciones y humanitarias

Las tres fiestas anuales

El ángel del Señor

Moisés y los ancianos en el monte Sinaí

CAPÍTULO OCHO. El Tabernáculo de Moisés

El Tabernáculo

Las ofrendas, el Arca, la mesa y el candelabro para el Tabernáculo

Construcción del Tabernáculo, el altar de bronce y el aceite de las lámparas

Las vestiduras de los sacerdotes

Consagración de Aarón y sus hijos

Las ofrendas diarias

El altar de incienso

La ofrenda por el rescate

La fuente de bronce

El aceite de la unción y el incienso

Llamamiento de Bezalel y Aholiah

La celebración del sábado

CAPÍTULO NUEVE. La idolatría

El becerro de oro

Moisés desciende del Sinaí airado

El acompañamiento del ángel del Señor

La renovación del pacto

Resplandor en el rostro de Moisés

CAPÍTULO DIEZ. El Tabernáculo

Fundamentos para la construcción del Tabernáculo

El sábado y las ofrendas

Los accesorios del tabernáculo

El Tabernáculo

La gloria de Dios

CAPÍTULO ONCE. Moisés en la Biblia y en la historia

Moisés en el Pentateuco

Moisés en el Antiguo y Nuevo Testamento

Moisés en el Corán

Moisés en el arte y la historia

Enseñanzas y desafíos

BIBLIOGRAFÍA

Prólogo

Me es causa de gran alegría haber recibido el manuscrito para la publicación del libro “Moisés, vida, enseñanza y significado”, de la autoría de este prolífico escritor como lo es mi colega el Dr. Samuel Pagán. Todavía es de más alegría el que se me haya invitado para prologar esta obra literaria cristiana.

Moisés es para mí uno de esos personajes veterotestamentario que enmarca tesis y antítesis, similitudes y contrariedades con el Mesías Jesús, el cual es visto en los evangelios como el nuevo Moisés. Moisés es proclamador de la ley; Jesús es proclamador de la gracia. Uno recibe los Diez Mandamientos después de 40 días y noches de separación en el monte Sinaí; el otro inicia su ministerio mesiánico después de 40 días de ayuno y oración en el desierto. Uno bajó del monte Sinaí para dar la ley; el otro subió a un monte alto en la Galilea para proclamar el Sermón del Monte con la nueva ley y los nuevos principios del reino espiritual.

En el ministerio mesiánico de Jesús, este comparó lo que Moisés enseñó con lo que él enseñaba. Jesús afirmaba su autoridad mesiánica con el “yo os digo”:

“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego” (Mt 5:21-22).

“También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mt 5:31-32).

“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello” (Mt 5:33-36).

Moisés el libertador es el título de uno de mis libros basado en 41 predicaciones, escogidas entre los más de 50 sermones que, durante dos años, desde el púlpito de la Iglesia Pentecostal de Jesucristo de Queens–donde junto a mi esposa, la Dra. Rosa M. Silva, hemos sido pastores por 40 años– prediqué.

En la serie dejé ver las muchas facetas de Moisés. Durante su vida, Moisés lo perdió todo, pero luego lo ganó todo. Muchos pecadores lo tienen todo en el mundo, pero a menos que pierdan todo lo que es del mundo, jamás podrán ganar todo lo que el Señor Jesucristo les quiere dar en el reino de los cielos.

Esos sermones fueron publicados por la editorial Portavoz en el año 2010, en el séptimo volumen de mi serie “Predicando sobre grandes personajes de la Biblia”.

Prologar este libro sobre Moisés, es volver a disfrutar de ese personaje que se levanta erguido sobre la historia, y que arroja mucha luz sobre el ministerio mesiánico de nuestro Señor Jesucristo. Aunque Moisés no pudo entrar a la tierra prometida, muriendo en la cumbre del Pisga en el monte Nebo (Dt 34:1, 5-8); sin embargo, entró a la tierra prometida en su aparición con el profeta Elías en un monte alto de la Galilea:

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él” (Mt 17:1-3).

Ahora, me toca ver en este libro “Moisés, vida, enseñanza y significado” del Dr. Samuel Pagán, a un Moisés bajo el escrutinio de un teólogo, un exégeta y un biblista como lo es el exponente de este trabajo. Es una obra de excelencia, un recurso de gran valor para el creyente en general, pero una herramienta para descubrir con más profundidad hermenéutica a uno de los personajes destacados en las tres religiones monoteístas como lo son: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo.

El autor Samuel Pagán, analiza definiciones como los nombres de Egipto, el título “Faraón” que significa “Casa Grande” y la ausencia en las narrativas bíblicas de los nombres de faraones o el nombre del faraón del Éxodo, que nos enseña que eran larguísimos y, por eso, era más factible acortarlos a “Faraón” o “Casa Grande”. Ubica el éxodo hebreo bajo Tutmosis I, seguido por la época de Ramsés II.

Además, nos enseña sobre la figura de Moisés en un contexto de fe, más que en un contexto histórico donde muchos críticos han cuestionado su existencia real, para verlo como un producto de la imaginación hebrea religiosa. El poema que presenta Lope de Vega sobre Moisés cruzando el mar Rojo es excelente.

El Dr. Pagán analiza términos como los nombres de los padres de Moisés; Gosén con sus ciudades: Pitón, Ramsés o Sucot; Jetro o Reul que significa “Dios es mi pastor o mi amigo”; aclara “ir al pozo” con el sentido de buscar esposa. Y así mediante una combinación lingüística, el autor nos va educando en su enfoque a la Torá.

El autor examina el número de “¡seiscientos mil hombres!” salidos en el éxodo de Egipto, y cómo algunos interpretan que pudo ser unos dos o tres millones con mujeres y niños, lo cual es alarmante y debe entenderse hiperbólicamente. A esas tribus hebreas se suman otros grupos de esclavos.

El Profesor Pagán señala que, en la tradición judía, Hur se menciona como esposo de María, hermana de Moisés y Aarón, pero en el Talmud de Babilonia se cambia a Hur por Caleb. Mantener Moisés las manos levantadas, símbolo de prevalecer la victoria hebrea por parte de Dios, es vista como la manera en que Moisés motivaba a sus guerreros a luchar.

Aprendemos que era en la tienda de reunión donde Moisés se reunía con Dios para conversar, no era en el tabernáculo. Mi amigo Samuel Pagán escribe:

“La tienda de reunión era sencilla, y servía de espacio sagrado para los diálogos entre Dios y Moisés. Existía antes de la construcción del tabernáculo, que estaba en medio de la comunidad, mientras que la tienda estaba un poco separada del pueblo. Al tabernáculo llegaban los sacerdotes para ofrecer los sacrificios ante Dios; y en la tienda de reunión Moisés se presentaba para dialogar con el Señor”.

Por otro lado, “ver a Dios” era estar delante de la presencia de Dios y ver a Dios “cara a cara”, era un nivel de profundidad y de seriedad conversacional.

Moisés hablaba con Dios cara a cara: “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo” (Éx 33:11).

Jesús fue el rostro de Dios para dar un cara a cara: “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Jn 14:9).

El Dr. Samuel Pagán presta atención a esos detalles que giran alrededor de la vida de Moisés, buscando su significado y aplicando sus enseñanzas. Un ejemplo es la ordenanza de no encender fuego en el día sábado (Éx 35:1-3), que según el autor de este libro significa:

“La prohibición de encender fuegos en el día de reposo. Posiblemente esa referencia alude a evitar los trabajos de fundición o con metales durante el sábado. Y es la única ocasión que se menciona este detalle en las Escrituras”. Detalles como estos son importantes para el lector de la Biblia.

Estimado colega Samuel, gracias una vez más por haber sacado de tu tiempo para aportar datos exegéticos e históricos sobre la persona de Moisés a la luz de la Torá. Tu aportación será bien recibida por muchos lectores, los que siempre te siguen y esperan tus libros, y aquellos que serán nuevos, pero serán bendecidos con estos escritos sobre “Moisés, vida, enseñanza y significado”.

Dr. Kittim Silva Bermúdez

Obispo general del Concilio Internacional de las IglesiasPentecostales de Jesucristo.

Miembro fundador de Radio Visión Cristiana, fue presidente yactualmente es vicepresidente de la emisora.

Prefacio

El Señor dijo: “Escuchen lo que voy a decirles:

Cuando un profeta del Señor se levanta entre ustedes,

yo le hablo en visiones y me revelo a él en sueños.

Pero esto no ocurre así con mi siervo Moisés,

porque en toda mi casa él es de mi confianza.

Con él hablo cara a cara, claramente y sin enigmas.

Él contempla la imagen del Señor.

¿Cómo no tienen miedo de murmurar contra mi siervo Moisés?”

Números 12:6-8

Un nuevo libro sobre Moisés

A través de la historia, no han sido pocos los libros que se han escrito sobre Moisés, que es la figura clave en el nacimiento del judaísmo y del pueblo de Israel. Desde el Moisés de Filón de Alejandría hace 20 siglos, hasta varios esfuerzos literarios en América Latina, generalmente homiléticos, la figura del legislador clásico del pueblo de Israel se ha estudiado desde diversas vertientes. Y esos esfuerzos investigativos y literarios se fundamentan principalmente en cuatro de los cinco libros de la Torá o Pentateuco: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. En el resto de la Biblia también se menciona a Moisés, especialmente en referencia a la Ley y al Decálogo.

La importancia de Moisés en la historia no debe subestimarse. Las tres religiones monoteístas del mundo lo invocan como uno de sus líderes por excelencia. Para el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, Moisés es una figura cimera que transmite valores y enseñanzas que están muy cerca del fundamento de esas importantes tradiciones religiosas. En efecto, su vida y enseñanzas representan valores y teologías que han superado los linderos del tiempo y que se transmiten de forma reiterada, de generación en generación, en sinagogas, iglesias y mezquitas en todo el mundo.

Son casi interminables las narraciones y las obras de arte que se inspiran en la vida de Moisés; por ejemplo: el carácter, el nacimiento, las enseñanzas, la familia, el peregrinar por el desierto, la vida en la corte del faraón y su muerte en el monte Nebo. Sus diálogos íntimos con Dios constituyen un componente indispensable para comprender la profundidad de su experiencia religiosa y la amplitud de su mensaje. Esas experiencias de vida constituyen el trasfondo que nos permiten llegar a este importante personaje bíblico para estudiar su vida, comprender sus enseñanzas y evaluar su importancia histórica.

Este nuevo libro tomará en consideración dos componentes importantes para comprender mejor la figura bíblica de Moisés. En primer lugar, evaluaremos el contexto histórico y cultural del Egipto que sirvió de marco a las narraciones bíblicas sobre nuestro personaje. Ese cuadro amplio nos permitirá ubicar a Moisés en el entorno de la corte del faraón. Además, nuestra fuente primaria de investigación serán los relatos bíblicos. Ese material nos permitirá identificar episodios importantes en la vida de Moisés, además de presentar experiencias de vida, teologías y discursos de importancia capital para nuestra comprensión del personaje.

Literatura y teología de Moisés

En nuestro estudio de las Escrituras hebreas, debemos estar conscientes que las narraciones referentes a Moisés se escriben desde la perspectiva de la fe. Un pueblo sometido en Egipto presenta su comprensión de la liberación del cautiverio de las políticas y prácticas inmisericordes del faraón. De importancia capital en esos relatos es que la fuente de la liberación proviene de un Dios extraordinario, que escucha el clamor de su pueblo, ve sus penurias, rechaza su realidad de esclavitud, y decide intervenir para finalizar esas experiencias de cautiverio y servidumbre.

En las narraciones bíblicas ese singular Dios liberador se relaciona directamente con los antepasados del pueblo de Israel, pues es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y ese mismo Dios, que para los escritores bíblicos es la fuente máxima de autoridad y poder, se revela de forma extraordinaria a Moisés en el desierto de Sinaí, comunica su nombre y lo llama a convertirse en liberador y legislador de su pueblo. De esa forma, los relatos bíblicos presentan la vida y las acciones de Moisés como parte de la historia previa y amplia de la creación y del llamado de Abraham de sus tierras para llegar a la Tierra Prometida.

Nuestro objetivo es estudiar al Moisés de la Biblia, al personaje escritural que recibió la encomienda divina de liberación y se convirtió en figura clave en el desarrollo del monoteísmo. Nuestra meta es, en efecto, analizar con detenimiento los textos bíblicos. Aunque vamos a investigar y estudiar el periodo histórico en el cual las narraciones bíblicas ubican a nuestro singular personaje, la finalidad nuestra va más allá de los detalles históricos asociados a Moisés. Deseamos descubrir, estudiar e interpretar las enseñanzas que se asocian con las enseñanzas del legislador por excelencia de Israel. También vamos a ponderar algunas implicaciones de esas enseñanzas para la sociedad contemporánea, especialmente en el continente americano y, específicamente, en el mundo de habla castellana.

La importancia de Moisés para el siglo XXI no debe subestimarse o ignorarse. Sus enseñanzas sobre la capacidad de dialogar con Dios de manera íntima y sincera, junto a la necesidad de superar los cautiverios físicos, espirituales, emocionales, sociales, económicos y políticos que caracterizan a las sociedades actuales, son necesarias en sociedades que se caracterizan por la subestimación de las personas y el cautiverio de individuos y comunidades que deciden separarse de las mayorías para buscar, descubrir y disfrutar sus identidades y peculiaridades.

Una gran enseñanza referente a Moisés, de acuerdo con el libro de Números, es que su integridad y honestidad le ganaron el aprecio divino, pues hablaba con Dios “cara a cara”, que es una manera literaria de destacar la naturaleza íntima de sus conversaciones con Dios.

Un buen poema sobre Moisés

Y para destacar la importancia de Moisés y su paso por el mar Rojo, tanto en la historia como en la literatura, basta con citar un singular poema de Lope de Vega:

No es mucho que Israel las aguas corte

del Rubio mar, si va Moisés delante

haciéndole dos muros de diamante,

que a Egipto emboten de la espalda el corte.

Ni que el peligro al pescador reporte,

para serlo del barco militante,

que Dios le llama, porque no le espante,

y está en la orilla el sol que alumbra el Norte.

Pero que tienda de Domingo el manto

Raimundo, y pase encima el mar profundo,

es fe que ha dado al mismo cielo espanto.

Pasad, profeta, ese Jordán segundo;

verán los reyes, que se ciegan tanto

que estima el mar a quien destierra el mundo.

Introducción

Pero llegó al poder en Egipto

un nuevo rey que no había conocido a José y dijo a su pueblo:

“¡Cuidado con los israelitas,

que ya son más fuertes y numerosos que nosotros!

Vamos a tener que manejarlos con mucha astucia;

de lo contrario, seguirán aumentando

y, si estalla una guerra, se unirán a nuestros enemigos,

nos combatirán y se irán del país”.

Fue así como los egipcios pusieron capataces

para que oprimieran a los israelitas.

Les impusieron trabajos forzados,

tales como los de edificar para el faraón

las ciudades de almacenaje Pitón y Ramsés.

Pero cuanto más los oprimían,

más se multiplicaban y se extendían,

de modo que los egipcios llegaron a tenerles miedo;

por eso les imponían trabajos pesados y los trataban con crueldad.

Les amargaban la vida obligándolos a hacer mezcla,

ladrillos y todas las labores del campo.

En todos los trabajos de esclavos que los israelitas realizaban,

los egipcios los trataban con crueldad.

Éxodo 1:8-14

El Egipto de los faraones

En las narraciones bíblicas, Egipto ha jugado un papel protagónico y fundamental. Y esa importancia se pone de manifiesto no solo en los relatos de liberación de los israelitas del cautiverio de manos del faraón, sino en las referencias que hacen los escritores al país que provee un buen lugar para responder a los momentos de crisis que vivieron los antepasados de Israel en la antigua Canaán. Además, Egipto fue lugar de refugio de la familia de Jesús, cuando Herodes desarrolló una política de matanza de niños para eliminar la posibilidad del advenimiento del Mesías, el rey de los judíos, según las narraciones evangélicas (Mt 2:16-18).

Egipto.

En la actualidad, Egipto es un país grande, con unas dimensiones de unos 1045 kilómetros de norte a sur y como 885 kilómetros de este a oeste, incluyendo la península del Sinaí. Está ubicado al norte de África y al sur del mar Mediterráneo, y representa una de las civilizaciones más antiguas de la Tierra. El nombre “Egipto” proviene del griego Aegyptos. Y su primera capital fue Menfis, que era en la antigüedad un muy importante centro religioso y comercial.

Para los antiguos pobladores de Egipto, el país era identificado con el nombre de Kemet, que alude al color obscuro de la tierra en las riberas del río Nilo, que es donde se identifican los primeros asentamientos en la región. Posteriormente, Egipto se identificó como Misr, de donde procede Mizraim, que es una expresión genérica para referirse al país y que, actualmente, en ocasiones se utiliza.

El desarrollo político, social y económico de Egipto comenzó alrededor del año 8000 a. C. y prosiguió hasta el 30 a. C. Su cultura era famosa en la antigüedad por los grandes avances en diversas áreas del conocimiento como las artes, la ciencia, la tecnología y la religión. De ese desarrollo integral del país quedan en la actualidad los monumentos que hablan elocuentemente del adelanto amplio de su cultura. Y ese progreso influyó otras civilizaciones mediterráneas como las de Grecia y Roma.

Posiblemente, uno de los factores que hicieron que la cultura egipcia se desarrollara e impactara otros pueblos se puede relacionar con el énfasis que se daba a la experiencia humana y su singularidad. Es importante notar, al estudiar esta particular cultura, que el arte, las grandes construcciones y monumentos, las tumbas y los templos, afirman el desarrollo humano y representan lo que las personas pueden lograr en la vida. Y esta peculiaridad se manifiesta, inclusive, en la comprensión de la muerte y en la presentación de sus ritos funerales.

Para el mundo egipcio la vida terrenal era solo un componente de un peregrinar amplio que tenía repercusiones eternas. Entendían que el alma humana era inmortal y que estaba en el cuerpo solo por una época corta. Al morir, se pensaba que las personas eran juzgadas en un lugar conocido como el “Salón de la Verdad”, y si la evaluación era positiva, la persona era trasladada al paraíso, conocido como el “Campo de Juncos”, que era una especie de reflejo de la vida en medio de sus realidades humanas. Y una vez llegaba al paraíso, la persona vivía en paz eterna en compañía de sus seres queridos.

Los descubrimientos arqueológicos apuntan a que la historia del desarrollo de Egipto proviene de una época antes de la escritura y los monumentos. Por el año 8000 a. C., la región gozaba de cierta prosperidad agrícola, pero con el tiempo (c. 6000 a. C.) la tierra se hizo árida y los pobladores fueron moviéndose paulatinamente a regiones más frescas, como el valle del río Nilo. Y en esa época fue que comenzó a desarrollarse nuevamente la agricultura y las comunidades comenzaron a establecerse de forma permanente en las orillas del río Nilo.

Una vez que las comunidades se asentaron, comenzaron los esfuerzos industriales (c. 5500 a. C.) que tradicionalmente se conocen como las culturas Naqada I, Naqada II y Naqada III, que fueron fundamentales en el desarrollo de lo que conocemos como la civilización egipcia. Los procesos de momificación se practicaban en la ciudad de Hieracómpolis y se construían grandes tumbas en Abidos por el año 3500 a. C., y la escritura jeroglífica se estima que se inició por los años 3400-3200 a. C.

La historia de Egipto se puede dividir en varios periodos, que pueden orientar la investigación y la comprensión de esta singular cultura. Esas realidades de vida se pueden identificar por etapas, de acuerdo con historiadores nacionales de las diferentes épocas. Y esa historia se asocia directamente con el valle del río Nilo, en donde comenzó una de las primeras y más importantes civilizaciones agrícolas de la antigüedad.

El Periodo Antiguo (c. 2980-2475 a. C.) se distingue porque fue testigo de la unificación de los reinos del norte y del sur, posiblemente bajo el liderato del rey Menes (también conocido como Meni, Manes o Narmer). Esa época experimentó un desarrollo cultural y económico importante, y conoció la escritura jeroglífica.

Respecto a este periodo, hay estudiosos que piensan, sin embargo, que la palabra “Menes” era una especie de título honorario o reconocimiento político y público que significa “el sucesor”. Esa es la razón básica que complica la identificación precisa del monarca de la época.

En este Periodo Antiguo la estructura de gobierno en Egipto se consolidó y se activaron las relaciones comerciales con Sudán. Y en medio de ese crecimiento económico, industrial y agrícola, los egipcios desarrollaron sus sistemas navales y comenzaron a utilizar sus flotas para transportar sus productos. Esa fue la época del comienzo de la construcción de pirámides. Y para esos faraones, la seguridad de las fronteras era una prioridad fundamental.

Egipto durante la Edad del Bronce.

El segundo periodo de importancia se conoce como el Imperio Medio (c. 2160-1580 a. C.). En esos años se desarrollaron los proyectos de agricultura y se incentivaron las actividades de artesanías. Y en ese ambiente, los artistas y los ingenieros se desarrollaron y dejaron una serie de obras de importancia en las ciudades de Luxo, Fayum y El Cairo.

En esa importante época también se desarrolló la literatura que tanta importancia tiene en el estudio y la comprensión de la historia de la región y del país. Y los años finales de este periodo, fueron testigos de la importante invasión de los grupos hicsos por la frontera noreste del país.

El Imperio Nuevo (c. 1500-1085 a. C.) identifica el tercer periodo fundamental que nos ayuda a comprender la historia de Egipto. Se distingue, inicialmente, porque el faraón Ahmose I logró organizar y llevar a efecto una campaña militar para expulsar definitivamente a los hicsos de las tierras egipcias. Sus sucesores, los faraones Amenofis y Tutmosis I, desarrollaron políticas, formaron un ejército fuerte y tomaron decisiones administrativas y militares efectivas para ampliar sus fronteras y alcanzar nuevos logros.

Como resultado de esas decisiones, el imperio egipcio se consolidó: controló las tierras que van desde la cuarta catarata del río Nilo en el sur, en el norte llegaron hasta el mar Mediterráneo, ejercieron el poder hasta el río Éufrates, e implantaron políticas imperialistas en las antiguas regiones de Canaán y Siria.

Los monarcas de la llamada dinastía XVII han sido reconocidos mundialmente a través de la historia como buenos ejemplos en los campos políticos, militares, culturales y religiosos. De ese importante grupo de faraones, merecen alguna mención especial los siguientes monarcas: Ahmose, que se relaciona con la liberación nacional; Amenhotep I, conocido como “el justo”, que legisló para impedir la opresión en los trabajos e implantar políticas justas y de equidad salarial; Tutmosis I, identificado como “el guerrero” que, además de expandir el imperio por el sur, afirmó la importancia de la educación del pueblo y desarrolló la industria de las minas; Tutmosis III, que ha sido reconocido por sus capacidades militares; Tutmosis IV, “el diplomático”, que se distingue por su compromiso con los tratados políticos, económicos y militares internacionales; Amenhotep III, identificado como el rey más rico en la antigüedad, que afirmó la importancia de la educación y las artes en el pueblo; Akhernaton, que se distingue por sus afirmaciones teológicas y; Tutankamón, cuya fama en la actualidad se asocia no solo a sus hechos en la antigüedad, sino al descubrimiento de su tumba y su momia.

En la historia de Egipto, especialmente en el periodo de los faraones, las reinas jugaron un papel de importancia en la sociedad, la administración y la política. Entre esas mujeres de liderato ejemplar, se pueden mencionar a Ah-hotep I, esposa del faraón Seqenenre Tao II, cuya sabiduría le ganó el respeto del rey y los líderes nacionales; Ahmose Nefertary, hija de Kamose, quien contribuyó a la expulsión de los hicsos, y que estuvo casada con el hermano del monarca Ahmose; Tyre, madre de Akhenatón y Nefertiti y; especialmente, la reina Hatshepsut, que gobernó Egipto por más de dos décadas con prosperidad económica y expansión territorial, y fue la primera mujer que se identificó con los títulos de honor masculinos, Horus femenino.

Después de esos tres importantes periodos de esplendor político, cultural, militar y económico, Egipto respondió a una serie compleja de nuevos desafíos en la región. Desde la dinastía XX hasta la XXVIII, Egipto vivió y sufrió las políticas inmisericordes de la ocupación de los ejércitos asirios desde al año 670 a. C., que abrieron el camino para la posterior invasión persa. Esa invasión, terminó de manera definitiva con la administración de los faraones, que vivieron una continua y creciente serie de derrotas, conquistas y ocupaciones. Y esas dificultades en Egipto llegan a su punto óptimo con la llegada al mundo del Oriente Medio de Alejandro Magno y con sus políticas de conquistas militares y sociales firmes y definitivas.

Los grupos hebreos en el Egipto de los faraones vivieron el periodo del Imperio Nuevo. En ese contexto, experimentaron los cambios políticos, sociales y económicos asociados a los faraones de esa época. El famoso éxodo, que identifica la salida de esas tribus hebreas antiguas de las tierras faraónicas para asentarse en Canaán, se ubica tradicionalmente en ese importante periodo. Y de acuerdo con las narraciones bíblicas, el líder que organizó y lideró esa salida de liberación del cautiverio egipcio y del faraón, fue Moisés, que representa, no solo las ideas de liberación nacional, sino que se asocia con la revelación divina de la Ley de Dios a su pueblo.

Los faraones de Egipto

Los faraones de Egipto en la antigüedad eran considerados dioses, que a partir de la dinastía V no solo se relacionaban con la divinidad Horus, sino que eran también hijos de Ra. Tradicionalmente, no eran deificados en vida, pero una vez morían se unían a la diosa Osiris y eran venerados como una divinidad adicional en diversos templos egipcios.

Además de ser considerados como deidades poderosas, los faraones también eran monarcas, administradores, militares y gobernantes históricos. En unas 30+ dinastías y unos 170+ monarcas, esas figuras divinas y faraónicas administraron las tierras egipcias con autoridad por unos 3000 años (c. 3150-30 a. C.). Y las transiciones gubernamentales se llevaban a efecto generalmente por la vía de la herencia, pues se esperaba que el trono pasara de padres a hijos.

Los faraones eran figuras políticas que tenían gran poder militar, social, económico y religioso y que, al considerarse dioses, añadían a la posición una extraordinaria autoridad y control en el pueblo. Cada vez que una familia real egipcia culminaba su mandato o reinado por razones de muerte natural, guerras o asesinatos, se inauguraba una nueva dinastía, con las mismas percepciones administrativas, políticas, militares y teológicas que sus antecesores. Y en ese ambiente de autoridad total y celo familiar, los faraones trataban de casarse con hermanas, hijas o nietas, con la finalidad clara de mantener el trono, la autoridad, el poder y las riquezas dentro de la familia.

Un faraón triunfa sobre sus enemigos.

La palabra “faraón” describe a la persona que ostentaba el poder total y absoluto en Egipto. Eran reyes que administraban las tierras y los recursos económicos; monarcas que gobernaban con mano fuerte e inmisericorde al pueblo. La expresión “faraón” significa literalmente “casa grande”, que es una manera de referirse a los grandes palacios que construían para vivir. Esa comprensión del término implica que el uso adecuado del título político alude al tiempo cuando Egipto llegó a extender su poder político, económico y militar fuera de sus fronteras naturales y tradicionales, a mediados de la dinastía XVII, a partir del Imperio Nuevo.

El faraón que no había conocido a José

Murieron José y sus hermanos

y toda aquella generación.

Sin embargo, los israelitas tuvieron muchos hijos

y a tal grado se multiplicaron

que fueron haciéndose más y más poderosos.

El país se fue llenando de ellos.

Pero llegó al poder en Egipto

un nuevo rey que no había conocido a José

y dijo a su pueblo:

“¡Cuidado con los israelitas,

que ya son más fuertes y numerosos que nosotros!

Vamos a tener que manejarlos con mucha astucia;

de lo contrario, seguirán aumentando

y, si estalla una guerra,

se unirán a nuestros enemigos,

nos combatirán y se irán del país”. Éxodo 1:6-10

La afirmación inicial del libro de Éxodo referente a las relaciones del faraón de Egipto y los israelitas es de hostilidad, cautiverio, opresión y muerte (Éx 1:1-22). En primer lugar, se identifican a los hijos de Israel que acompañaron a Jacob al llegar a Egipto: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser, y si añadimos a José, que ya estaba en Egipto, el número es doce, que puede ser una forma simbólica de aludir a todo el pueblo de Dios.

Los descendientes de Jacob eran setenta, que también es un número de gran importancia bíblica, pues alude a un grupo completo de tamaño considerable. Setenta describe a los ancianos de Israel (Éx 24:1-9), y los hijos de Gedeón (Jos 8:30), los descendientes de Abdón (Jue 12:40); además, con el número setenta se describe a los descendientes de Jacob (Gn 46:27), que es la suma de los descendientes de cada una de sus mujeres: 33 de Lia (Gn 46:15); 16 de Zilpa (Gn 46:18); 14 de Raquel (Gn 46:22) y 7 de Bila (Gn 46:25). En efecto, la amenaza del faraón es para la gente del Señor en su totalidad.

Rutas de José, Isaac y Jacob.

Los hijos de Israel que llegaron a Egipto representan para el libro de Éxodo a todo el pueblo de Dios que vivía bajo el dominio del faraón en condiciones de precariedad social, económica y política. La referencia es una manera literaria de ubicar las narraciones del libro no solo en un momento histórico determinado, sino que desea poner de manifiesto las dinámicas hostiles que rodeaban a los israelitas que vivían en Egipto, además de poner de manifiesto las características sociopolíticas de la nueva administración egipcia. El nuevo faraón trajo nuevas relaciones del gobierno y el pueblo de Dios, que se caracterizaba por las injusticias, la violencia, la persecución y la muerte.

La lectura cuidadosa del libro de Éxodo revela una serie de secciones temáticas mayores, que dirigen las narraciones y orientan los diversos temas expuestos. La finalidad básica es destacar el poder divino que libera al pueblo de sus cautiverios. El propósito teológico fundamental es declarar que el Dios bíblico odia los cautiverios y rechaza las opresiones. Y las narraciones bíblicas, además, presentan a Moisés como el agente divino que llevó a efecto la liberación, dio al pueblo el sistema legal básico para la convivencia y lo llevó a la ribera de la Tierra Prometida.

En la introducción al libro de Éxodo (Éx 1:1-22) se puede identificar, primeramente, el contexto histórico, sociológico, político y sicológico que rodea a los israelitas que vivían en Egipto en esa época. Y esta sección inicial es importante, pues prepara al lector para las narraciones relacionadas con Moisés, que es el protagonista indiscutible de la obra.

Posteriormente, el libro de Éxodo presenta al Dios que es, en efecto, quien demuestra el poder necesario para liberar a los israelitas de sus cautiverios en Egipto (Éx 2:23—4:23). Y de importancia capital en esta sección es la revelación del nombre divino y la comunicación de su voluntad para el pueblo. Un Dios que escucha el clamor de los israelitas y ve sus penurias y dolores (Éx 3:7-10), interviene de forma extraordinaria para responder a sus necesidades de liberación.

En las narraciones del libro, se incorporan las negociaciones de Moisés con el faraón, que rechaza la petición de liberación y endurece las condiciones de trabajo de los israelitas cautivos (Éx 4:24—6:13). La repuesta divina a esa actitud irracional y testaruda del faraón es de juicio, pues se manifiestan en Egipto diez plagas mortales, que desean persuadir al monarca para proceder con la liberación del pueblo de Dios (Éx 6:28—13:16). El faraón, sin embargo, rechazó las peticiones de Moisés. Y estas dos secciones del libro están separadas por una tabla genealógica que desea relacionar a Moisés y Aarón con los antepasados del pueblo hebreo (Éx 6:14-27).

La plaga final a Egipto constituye una sección independiente (Éx 12:1—13:16), por la naturaleza de la calamidad y por su importancia histórica y teológica en los procesos de liberación de los israelitas. Bajo el liderato de Moisés, el pueblo deja las tierras egipcias y emprende su peregrinar liberador, que llega a su punto culminante al cruzar el mar Rojo de forma milagrosa. Esta sección destaca, no solo las imperfecciones humanas, sino el poder divino que se pone de manifiesto en el momento oportuno, en medio de las realidades diarias de su pueblo (Éx 13:17—15:18).

La identificación precisa del faraón de la salida de los israelitas de Egipto no se incluye en los relatos bíblicos. Aunque la fecha real del éxodo es muy difícil de identificar con seguridad, algunos estudiosos piensan que el faraón que aumentó las injusticias y complicó el cautiverio del pueblo de Dios en tierras egipcias fue Seti I (c.1309-1290 a. C.), cuyas políticas opresivas y decisiones administrativas injustas fueron seguidas por Ramsés II (1290-1224 a. C.). Sus administraciones y políticas públicas representan periodos de injusticias, dolores y desesperanzas para los israelitas.

La expresión bíblica que indica que el nuevo faraón “no conocía a José”, no es una declaración de desconocimiento del monarca, sino una forma de indicar que el nuevo incumbente no reconoció ninguna deuda de gratitud del gobierno con los israelitas que vivían en Egipto. El nuevo monarca se percató del problema potencial que representaba para su gobierno la presencia y el crecimiento de los israelitas en su territorio.

Quizá esa actitud de preocupación y rechazo gubernamental se relacionaba con el hecho de que los israelitas vivían en Goshen, ciudad que estaba ubicada al norte del país. Por esa ruta era que los enemigos de Egipto, que provenían del norte, invadían el país, y esa realidad geográfica comprometía la seguridad nacional del faraón. Además, la prosperidad y el desarrollo económico de los israelitas llenó de envidia al resto del país.

Esas dinámicas de seguridad nacional y virtud fiscal hicieron que el faraón se sintiera amenazado y tratara a los israelitas como esclavos. Y aunque la política esclavista contra las personas que participaban en las construcciones egipcias no es nueva, en el caso de los israelitas esas decisiones administrativas tenían complicaciones militares, desafíos sociales y dificultades interpersonales.

Un detalle en el texto bíblico que no debemos ignorar es la falta del nombre explícito del faraón. Una posible explicación de esa omisión es que los nombres de los faraones eran largos y complejos. Tradicionalmente tenían, por lo menos, cinco nombres compuestos, que se escribían de forma complicada. Es posible que por esa razón literaria era más fácil identificarlos con el título genérico de faraón, que aludía a “la casa grande”, que describía y destacaba el poder que ostentaban. La voluntad del faraón se presentaba como la autoridad última, que provenía de una imponente construcción física, grande y hermosa, que era signo del poder y la autoridad que tenía.

Este fue el contexto amplio de la vida de Moisés, que respondió en el nombre del Señor a esos múltiples desafíos que representaba el gobierno egipcio. Nuestro líder, recibió la revelación divina y la transformó en un muy serio proyecto de liberación nacional. Y fundamentado en las instrucciones divinas dio al pueblo el Decálogo, que fue uno de los fundamentos más importantes para la formación y el establecimiento del pueblo de Israel como nación.

El Moisés histórico y literario

El objetivo de este nuevo libro referente a Moisés es estudiar la vida y las enseñanzas fundamentales del libertador hebreo, de acuerdo con las narraciones bíblicas, para entender y compartir los descubrimientos con creyentes, iglesias, líderes eclesiásticos y académicos. Nuestra finalidad es analizar con detenimiento esos documentos canónicos, particularmente el libro de Éxodo, para evaluar la figura de un personaje de importancia capital no solo en la Biblia, sino en la formación del judaísmo, el desarrollo de la fe cristiana y en la literatura musulmana. Y en ese proceso, ponderaremos las referencias en la Biblia hebrea a la luz de alguna literatura egipcia antigua, varios descubrimientos arqueológicos, y el estado actual de las investigaciones académicas referente a nuestro personaje.

De singular importancia en nuestro estudio es descubrir que, desde hace varios siglos, referente a Moisés, que en ocasiones se ha relacionado con personajes egipcios, se ha cuestionado su historicidad por dos razones básicas. Para un sector de estudiosos de las narraciones bíblicas del éxodo de Egipto, la figura de Moisés proviene de la creatividad literaria de escritores israelitas. Y son dos las razones básicas para esta comprensión.

En primer lugar, por la falta de referencias claras en torno a Moisés y el éxodo de los israelitas del yugo del faraón en los documentos egipcios disponibles. Además, no hay evidencias arqueológicas precisas que certifiquen el movimiento de grupos grandes saliendo de las tierras egipcias, durante los años en que tradicionalmente pensamos se llevó a efecto la liberación de los israelitas por Moisés. Y esa falta de información ha puesto en entredicho la historicidad de nuestro singular personaje.

En torno a esa carencia de referencias literarias y arqueológicas sobre Moisés y la salida de los hebreos de Egipto es importante estar conscientes que tradicionalmente los egipcios no dejaban testimonios escritos de sus derrotas políticas y militares. Este imperio destacaba regularmente en la literatura oficial únicamente sus triunfos y logros. No aludía a sus fracasos ni a los conflictos nacionales e internacionales en los que el faraón y el pueblo egipcio no lucieran triunfantes.

Esa política oficial egipcia explicaría la falta de referencias oficiales escritas de los grupos nómadas que se rebelaban contra la tiranía y autoridad faraónica, y que salían de las tierras egipcias a buscar nuevos horizontes de bienestar y liberación. Y entre esos grupos, se encontraban los hebreos.

La carencia de descubrimientos arqueológicos que apunten hacia la salida de los israelitas de Egipto tiene varias explicaciones. Quizá la más importante, sin embargo, es que esa falta de descubrimientos físicos del éxodo en el desierto del Sinaí no es prueba de que los eventos de liberación de los hebreos no hayan ocurrido. Lo único que indica esa realidad es que la información pertinente no se ha descubierto, pero nada dice de lo sucedido. Y no sería la primera vez que descubrimientos arqueológicos tardíos permiten la comprensión adecuada de eventos y personajes en la antigüedad.

La verdad científica y académica es que los trabajos arqueológicos continúan y con el tiempo pueden aparecer las evidencias requeridas para tener la información pertinente en torno al éxodo. Y esos descubrimientos arqueológicos que, en efecto, ayudan a entender y explicar eventos bíblicos, en ocasiones llegan con el desarrollo de la tecnología y el mejoramiento de las metodologías de investigación.

Independientemente del estado de la investigación referente al Moisés histórico, nuestro estudio presupone un personaje singular en la literatura bíblica que se convirtió en héroe de los grupos hebreos que vivían en Egipto. Analizaremos los textos disponibles para descubrir detalles importantes de la vida de este singular personaje, que expliquen su contribución destacada al desarrollo del monoteísmo que ciertamente es un elemento teológico en común en tres de las religiones más importantes en la sociedad contemporánea: judaísmo, cristianismo e islam.

Más que las posturas contemporáneas en torno al Moisés de la historia, nuestro estudio intenta descubrir en las Sagradas Escrituras los valores y las enseñanzas que se desprenden de esta literatura, que ciertamente es respetada y apreciada en sinagogas, iglesias, mezquitas y academias.

Capítulo uno

Nacimiento y llamado de Moisés

Hubo un levita que tomó por esposa a una mujer de su propia tribu.

La mujer quedó embarazada y tuvo un hijo,

y al verlo tan hermoso lo escondió durante tres meses.

Cuando ya no pudo seguir ocultándolo,

preparó una cesta de papiro, la embadurnó con brea y asfalto.

Después puso en ella al niño

y fue a dejar la cesta entre los juncos que había a la orilla del Nilo.

Pero la hermana del niño se quedó a cierta distancia

para ver qué pasaría con él.

En eso, la hija del faraón bajó a bañarse en el Nilo.

Sus doncellas, mientras tanto, se paseaban por la orilla del río.

De pronto, la hija del faraón vio la cesta entre los juncos

y ordenó a una de sus esclavas que fuera por ella.

Cuando la hija del faraón abrió la cesta

y vio allí dentro un niño que lloraba,

le tuvo compasión y exclamó: —¡Es un niño hebreo!

La hermana del niño preguntó entonces a la hija del faraón:

—¿Quiere usted que vaya y llame a una nodriza hebrea,

para que críe al niño por usted?

—Ve a llamarla –contestó.

La muchacha fue y trajo a la madre del niño,

y la hija del faraón le dijo:

—Llévate a este niño y críamelo.

Yo te pagaré por hacerlo.

Fue así como la madre del niño se lo llevó y lo crio.

Ya crecido el niño, se lo llevó a la hija del faraón

y ella lo adoptó como hijo suyo;

además, le puso por nombre Moisés,

pues dijo: “¡Yo lo saqué del río!”.

Éxodo 2:1-10

El nacimiento de Moisés