Obras dramáticas y líricas. Tomo II - Leandro Fernández de Moratín - E-Book

Obras dramáticas y líricas. Tomo II E-Book

Leandro Fernández de Moratín

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Beschreibung

Colección completa de las obras de Moratín, compuestas por sus comedias, sus traducciones y su poesía, sus discursos y otros textos. Este libro, en cuya edición participó el propio autor, es la mejor entrada al teatro neoclásico en España, de mano de uno de los dramaturgos más importantes de su época. Empieza este segundo tomo con La comedia nueva, una obra de teatro satírica que critica los dramas épicos de la época. El protagonista, un dramaturgo pobre, espera con su familia en un café, media hora antes de que empiece la representación de su primera obra. La otra obra que forma parte de este volumen es El viejo y la niña, una comedia que critica los matrimonios concertados.-

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Leandro Fernández de Moratín

Obras dramáticas y líricas. Tomo II

NUEVA EDICION.

COMEDIAS ORIGINALES.

Saga

Obras dramáticas y líricas. Tomo II

 

Copyright © 1834, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726788921

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

PERSONAS.

DON ELEUTERIO. DOÑA AGUSTINA. DOÑA MARIQUITA. DON HERMOGENES. DON PEDRO. DON ANTONIO. DON SERAPIO. PIPI.

La escena es en un café de Madrid, inmediato á un teatro.

El teatro representa una sala con mesas, sillas y aparador de café: en el foro una puerta con escalera á la habitacion principal y otra puerta á un lado, que da paso á la calle.

La accion empieza à las cuatro de la tarde, y acaba á las seis.

LA COMEDIA NUEVA.

COMEDIA.

Non ego ventosæ plebis suffragia venor.

t. epist 19. lib. 1.

ACTO PRIMERO.

ESCENA I.

D. ANTONIO, PIPÍ.

( D. Antonío sentado junto á una mesa: Pipì pa seándose.)

 

d. antonio.

Parece que se hunde el techo, Pipí.

 

pipí.

Señor.

 

d. antonio.

¿Qué gente hay arriba, que anda tal estrépito? ¿Son locos?

 

pipí.

No señor: poetas.

 

d. antonio.

¿Cómo poetas?

 

pipí.

Sí señor: ¡asi lo fuera yo! ¡No es cosa! Y han tenido una gran comida. Burdeos, pajarete, marrasquino, ¡uh!

 

d. antonio.

¿Y con qué motivo se hace esa francachela?

 

pipí.

Yo no sé; pero supongo que será en celebridad de la comedia nueva que se representa esta tarde, escrita por uno de ellos.

 

d. antonio.

¿Con que han hecho una comedia? ¡Haya picarillos!

 

pipí.

¿Pues qué, no lo sabia usted?

 

d. antonio.

No por cierto.

 

pipí.

Pues ahí está el anuncio en el diario.

 

d. antonio.

En efecto, aquí está. (Leyendo en el diario, que está sobre la mesa.) comedia nueva intitulada: el gran cerco de viena . ¡No es cosa! Del sitio de una ciudad hacen una comedia. Si son el diantre. ¡Ay, amigo Pipí, cuánto mas vale ser mozo de café que poeta ridículo!

 

pipí.

Pues mire usted, la verdad, yo me alegrára de saber hacer, así, alguna cosa...

 

d. antonio.

¿Cómo?

 

pipí.

Así, de versos ... ¿Me gustan tanto los versos?

 

d. antonio.

¡Oh! los buenos versos son muy estimables; pero hoy dia son tan pocos los que saben hacerlos: tan pocos, tan pocos.

 

pipí.

No, pues los de arriba bien se conoce que son del arte. ¡Válgame Dios, cuántos han echado por aquella boca! Hasta las mugeres.

 

d. antonio.

¡Oiga! ¿tambien las señoras decian coplillas?

 

pipí.

¡Vaya! Allí hay una Doña Agustina, que es muger del autor de la comedia... ¡Qué! si usted viera.... Unas décimas componia de repente.... No es asi la otra, que en toda la mesa no ha hecho mas que retozar con aquel Don Hermógenes, y tirarle miguitas de pan al peluquin.

 

d. antonio.

¿D. Hermógenes está arriba? ¡Gran pedanton!

 

pipí.

Pues con ese se ha estado jugando, y cuando la decian: Mariquita, una copla, vaya una copla, se hacia la vergonzosa; y por mas que la estuvieron azuzando á ver si rompia, nada. Empezó una décima, y no la pudo acabar porque decia que no encontraba el consonante; pero Doña Agustina, su cuñada... ¡Oh! aquella sí. Mire usted lo que es... Ya se ve, en teniendo vena.

 

d. antonio.

Seguramente. ¿Y quién es ese que cantaba poco ha, y daba aquellos gritos tan descompasados?

 

pipí.

¡Oh! ese es D. Serapio.

 

d. antonio.

¿Pero qué es: qué ocupacion tiene?

 

pipí.

El es... Mire usted, á él le llaman D. Serapio.

 

d. antonio.

¡Ah! sí. Ese es aquel bulle bulle que hace gestos á las cómicas, y las tira dulces á la silla cuando pasan, y va todos los dias á saber quién dió cuchillada; y desde que se levanta hasta que se acuesta no cesa de hablar de la temporada de verano, la chupa del sobresaliente, y las partes de por medio.

 

pipí.

Ese mismo. ¡Oh! ese es de los apasionados finos. Aqui se viene todas las mañanas á desayunar, y arma unas disputas con los peluqueros, que es un gusto oirle. Luego se va allá abajo, al barrio de Jesus: se juntan cuatro amigos, hablan de comedias, altercan, rien, fuman en los portales: D. Serapio los introduce aqui y acullá hasta que da la una, se despiden, y él se va á comer con el apuntador.

 

d. antonio.

¿Y ese D. Serapio es amigo del autor de la comedia nueva?

 

pipí.

¡Toma! Son uña y carne. Y él ha compuesto el casamiento de Doña Mariquita, la hermana del poeta, con Don Hermógenes.

 

d. antonio.

¿Qué me dices? ¿D. Hermógenes se casa?

 

pipí.

¡Vaya si se casa! Como que parece que la boda no se ha hecho ya porque el novio no tiene un cuarto, ni el poeta tampoco; pero le ha dicho que con el dinero que le den por esta comedia, y lo que ganará en la impresion, les pondrá la casa y pagará las deudas de D. Hermógenes, que parece que son bastantes.

 

d. antonio.

Sí serán. ¡Cáspita si serán! Pero, y si la comedia apesta, y por consecuencia ni se la pagan ni se vende, ¿qué harán entonces?

 

pipí.

Entonces ¿qué sé yo? ¡Pero qué! No señor. Si dice D. Serapio que comedia mejor no se ha visto en tablas.

 

d. antonio.

¡Ah! pues si D. Serapio lo dice no hay que temer. Es dinero contante, sin remedio. Figúrate tú si D. Serapio y el apuntador sabrán muy bien dónde les aprieta el zapato, y cuál comedia es buena, y cuál deja de serlo.

 

pipí.

Eso digo yo; pero á veces... Mire usted, no hay paciencia. Ayer, ¡qué! les hubiera dado con una tranca. Vinieron ahí tres ó cuatro á beber ponche, y empezaron á hablar de comedias: ¡vaya! yo no me puedo acordar de lo que decian. Para ellos no habia nada bueno: ni autores, ni cómicos, ni vestidos, ni música, ni teatro. ¿Qué sé yo cuánto dijeron aquellos malditos? Y dale con el arte, el arte, la moral, y... Deje usted: las... ¿Si me acordaré? Las.... ¡Válgate Dios! ¿Cómo decian? Las... las reglas... ¿Qué son las reglas?

 

d. antonio.

Hombre: dificil es explicártelo. Reglas son unas cosas que usan allá los extrangeros, particularmente los franceses.

 

pipí.

Pues, ya decia yo: esto no es cosa de mi tierra.

 

d. antonio.

Sí tal: aqui tambien se gastan, y algunos han escrito comedias con reglas; bien que no llegarán á media docena (por mucho que se estire la cuenta) las que se han compuesto.

 

pipí.

Pues ya se ve: mire usted, ¡reglas! No faltaba mas. ¿A que no tiene reglas la comedia de hoy?

 

d. antonio.

¡Oh! eso yo te lo fio: bien puedes apostar ciento contra uno á que no las tiene.

 

pipí.

Y las demas que van saliendo cada dia tampoco las tendrán: ¿no es verdad usted?

 

d. antonio.

Tampoco. ¿Para qué? No faltaba otra cosa sino que para hacer una comedia se gastáran reglas. No señor.

 

pipí.

Bien: me alegro. Dios quiera que pegue la de hoy, y luego verá usted cuántas escribe el bueno de D. Eleunterio. Porque, lo que él dice, si yo me pudiera ajustar con los cómicos á jornal, entonces... ¡ya se vé! mire usted si con un buen situado podia él...

 

d. antonio.

Cierto. (Aparte.) ¡Qué simplicidad!

 

pipí.

Entonces escribiria. ¡Qué! todos los meses sacaria dos ó tres comedias.... Como es tan hábil.

 

d. antonio.

¿Con que es muy hábil, eh?

 

pipí.

¡Toma! poquito le quiere el segundo barba; y si en él consistiera, ya se hubieran echado las cuatro ó cinco comedias que tiene escritas; pero no han querido los otros, y ya se ve, como ellos lo pagan. En diciendo: no nos ha gustado, ó así, andar ¡qué diantres! Y luego, como ellos saben lo que es bueno; y en fin, mire usted si ellos... ¿No es verdad?

 

d. antonio.

Pues ya.

 

pipí.

Pero deje usted, que aunque es la primera que le representan, me parece á mí que ha de dar golpe.

 

d. antonio.

¿Con qué es la primera?

 

pipí.

La primera. Si es mozo todavía. Yo me acuerdo. Habrá cuatro ó cinco años que estaba de escribiente ahí en esa lotería de la esquina, y le iba muy ricamente; pero como despues se hizo page, y el amo se le murió á lo mejor, y él se habia casado de secreto con la doncella, y tenia ya dos criaturas, y despues le han nacido otras dos ó tres; viéndose él así, sin oficio ni beneficio, ni pariente ni habiente, ha cogido y se ha hecho poeta.

 

d. antonio.

Y ha hecho muy bien.

 

pipí.

Pues ya se vé: lo que él dice, si me sopla la musa, puedo ganar un pedazo de pan para mantener aquellos angelitos, y asi ir trampeando hasta que Dios quiera abrir camino.

ESCENA II.

D. PEDRO, D. ANTONIO, PIPÍ.

 

d. pedro.

Café.

( D. Pedro se sienta junto á una mesa distante de Don Antonio: Pipí le servirá el café.)

 

pipí.

Al instante.

 

d. antonio.

No me ha visto.

 

pipí.

¿Con leche?

 

d. pedro .

No. Basta.

 

pipí.

¿Quién es este?

(Al retirarse, despues de haber servido el café á Don Pedro.)

 

d. antonio.

Este es D. Pedro de Aguilar: hombre muy rico, generoso, honrado, de mucho talento; pero de un carácter tan ingénuo, tan sério y tan duro, que le hace intratable á cuantos no son sus amigos.

 

pipí.

Le veo venir aqui algunas veces; pero nunca habla, siempre está de mal humor.

ESCENA III.

D. SERAPIO, D. ELEUTERIO, D. PEDRO,

D. ANTONIO, PIPÍ.

 

d. serapio .

¡Pero, hombre, dejarnos asi!

(Bajando por la escalera, salen por la puerta del foro.)

 

d. eleuterio .

Si se lo he dicho á usted ya. La tonadilla que han puesto á mi funcion no vale nada, la van á silbar, y quiero concluir esta mia, para que la canten mañana.

 

d. serapio .

¿Mañana? ¿Con que mañana se ha de cantar, y aun no están hechas ni letra ni música?

 

d. eleutelio .

Y aun esta tarde pudieran cantarla, si usted me apura. ¿Qué dificultad? Ocho ó diez versos de introduccion, diciendo que callen y atiendan, y chitito. Despues unas cuantas coplillas del mercader que hurta, el peluquero que lleva papeles, la niña que está opilada, el cadete que se baldó en el portal: cuatro equivoquillos, etc., y luego se concluye con seguidillas de la tempestad, el canario, la pastorcilla y el arroyito. La música ya se sabe cuál ha de ser: la que se pone en todas: se añade ó se quita un par de gorgoritos, y estamos al cabo de la calle.

 

d. serapio .

¡El diantre es usted, hombre! todo se lo halla hecho.

 

d. eleuterio .

Voy, voy á ver si la concluyo: falta muy poco. Súbase usted.

(D. Eleuterio se sienta junto á una mesa inmediata al foro: y saca de la faltriquera papel y tintero, y escribe.)

 

d. serapio .

Voy allá; pero...

 

d. eleuterio .

Sí, sí, váyase usted; y si quieren mas licor, que lo suba el mozo.

 

d. serapio .

Sí, siempre será bueno que lleven otro par de frasquillos mas. Pipí.

 

pipí.

Señor.

 

d. serapio .

Palabra.

( D. Serapio habla en secreto á Pipí, y vuelve á irse por la puerta del foro: Pipí alcanza del aparador unos frasquillos, y se va por la misma parte.

 

d. antonio.

¿Cómo va, amigo D. Pedro?

( D. Antonio se sienta cerca de D. Pedro.)

 

d. pedro .

¡Oh, señor D. Antonio! No habia reparado en usted. Va bien.

 

d. antonio.

¿Usted á estas horas por aqui? Se me hace extraño.

 

d. pedro .

En efecto lo es; pero he comido ahí cerca. A fin de mesa se armó una disputa entre dos literatos que apenas saben leer. Dijeron mil despropósitos, me fastidié, y me vine.

 

d. antonio.

Pues: con ese genio tan raro que usted tiene, se ve precisado á vivir como un ermitaño en medio de la corte.

 

d. pedro .

No por cierto. Yo soy el primero en los espectáculos, en los paseos, en las diversiones públicas: alterno los placeres con el estudio: tengo pocos, pero buenos amigos, y á ellos debo los mas felices instantes de mi vida. Si en las concurrencias particulares soy raro algunas veces, siento serlo; pero ¿qué le he de hacer? Yo no quiero mentir, ni puedo disimular, y creo que el decir la verdad francamente es la prenda mas digna de un hombre de bien.

 

d. antonio.

Sí; pero cuando la verdad es dura á quien ha de oirla, ¿qué hace usted

 

d. pedro .

Callo.

 

d. antonio.

¿Y si el silencio de usted le hace sospechoso?

 

d. pedro .

Me voy.

 

d. antonio.

No siempre puede uno dejar el puesto, y entonces...

 

d. pedro .

Entonces digo la verdad.

 

d. antonio.

Aqui mismo he oido hablar muchas veces de usted. Todos aprecian su talento, su instruccion y su probidad; pero no dejan de extrañar la aspereza de su carácter.

 

d. pedro .

¿Y por qué? Porque no vengo á predicar al café. Porque no vierto por la noche lo que leí por la mañana. Porque no disputo, ni ostento erudicion ridícula, como tres, ó cuatro, ó diez pedantes que vienen aqui á perder el dia, y á excitar la admiracion de los tontos y la risa de los hombres de juicio. ¿Por eso me llaman áspero y extravagante? Poco me importa. Yo me hallo bien con la opinion que he seguido hasta aqui de que en un café jamas debe hablar en público el que sea prudente.

 

d. antonio.

¿Pues qué debe hacer?

 

d. pedro .

Tomar café.

 

d. antonio.

¡Viva! Pero hablando de otra cosa, ¿qué plan tiene usted para esta tarde?

 

d. pedro .

A la comedia.

 

d. antonio.

¿Supongo que irá usted á la pieza nueva?

 

d. pedro .

¿Qué, han mudado? Ya no voy.

 

d. antonio.

¿Pero, por qué? Vea usted sus rarezas.

( Pipí sale por la puerta del foro con salvilla, copas y frasquillos que dejarà sobre el mostrador.)

 

d. pedro .

¿Y usted me pregunta por qué? ¿Hay mas que ver la lista de las comedias nuevas que se representan cada año, para inferir los motivos que tendré de no ver la de esta tarde?

 

d. eleuterio .

¡Hola! Parece que hablan de mi funcion.

( Escuchando la conversacion de D. Antonio y Don Pedro.)

 

d. antonio.

De suerte que, ó es buena, ó es mala. Si es buena, se admira y se aplaude; si por el contrario, está llena de sandeces, se rie uno, se pasa el rato, y tal vez...

 

d. pedro .

Tal vez me han dado impulsos de tirar al teatro el sombrero, el baston y el asiento, si hubiera podido. A mí me irrita lo que á usted le divierte. (Guarda D. Eleuterio papel y tintero: se levanta, y se va acercando poco à poco, hasta ponerse en medio de los dos.) Yo no sé: usted tiene talento, y la instruccion necesaria para no equivocarse en materias de literatura; pero usted es el protector nato de todas las ridiculeces. Al paso que conoce usted y elogia las bellezas de una obra de mérito, no se detiene en dar iguales aplausos á lo mas disparatado y absurdo; y con una rociada de pullas, chufletas é ironías, hace usted creer al mayor idiota que es un prodigio de habilidad. Ya se ve, usted dirá que se divierte; pero amigo...

 

d. antonio.

Sí señor que me divierto. Y por otra parte, ¿no seria cosa cruel ir repartiendo por ahí desengaños amargos á ciertos hombres, cuya felicidad estriba en su propia ignorancia?¿Ni cómo es posible persuadirlos...

 

d. eleuterio .

No, pues... Con permiso de ustedes. La funcion de esta tarde es muy bonita, seguramente: bien puede usted ir á verla, que yo le doy mi palabra de que le ha de gustar.

 

d. antonio.

¿Es este el autor?

( D. Antonio se levanta y despues de la pregunta que hace à Pipí vuelve à hablar con D. Eleuterio.)

 

pipí.

El mismo.

 

d. antonio.

¿Y de quién es? ¿Se sabe?

 

d. eleuterio .

Señor: es de un sugeto bien nacido, muy aplicado, de buen ingenio, que empieza ahora la carrera cómica; bien que el pobrecillo no tiene proteccion.

 

d. pedro .

Si es esta la primera pieza que da al teatro, aun no puede quejarse: si ella es buena, agradará necesariamente, y un gobierno ilustrado como el nuestro, que sabe cuanto interesan á una nacion los progresos de la literatura, no dejará sin premio á cualquiera hombre de talento, que sobresalga en un género tan dificil.

 

d. eleuterio .

Todo eso va bien, pero lo cierto es, que el sugeto tendrá que contentarse con sus quince doblones que le darán los cómicos (si la comedia gusta) y muchas gracias.

 

d. antonio.

¿Quince? Pues yo creí que eran veinte y cinco.

 

d. eleuterio .

No señor: ahora en tiempo de calor no se da mas. Si fuera por el invierno, entonces.

 

d. antonio.

¡Calle! ¿Con que en empezando á helar valen mas las comedias? Lo mismo sucede con los besugos.

( D. Antonio se pasea. D. Eleuterio unas veces le dirige la palabra y otras se vuelve hàcia Don Pedro, que no le contesta ni le mira. Vuelve à hablar con D. Antonio, paràndose ó siguiéndole: lo cual formarà juego de teatro.)

 

d. eleuterio .