Obras dramáticas y líricas. Tomo VI - Leandro Fernández de Moratín - E-Book

Obras dramáticas y líricas. Tomo VI E-Book

Leandro Fernández de Moratín

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Beschreibung

Colección completa de las obras de Moratín, compuestas por sus comedias, sus traducciones y su poesía, sus discursos y otros textos. Este libro, en cuya edición participó el propio autor, es la mejor entrada al teatro neoclásico en España, de mano de uno de los dramaturgos más importantes de su época. El tomo seis de esta colección está dedicado a la lírica. Moratín dedicó gran parte de su vida a la poesía y en este volumen se recopilan todas sus obras: más de cien poemas, nueve epístolas, doce odas, además de sonetos, romances y otras composiciones diversas.

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Seitenzahl: 196

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Leandro Fernández de Moratín

Obras dramáticas y líricas. Tomo VI

NUEVA EDICION. OBRAS SUELTAS.

Saga

Obras dramáticas y líricas. Tomo VI

 

Copyright © 1834, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726788969

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

LA TOMA DE GRANADA.

Cesse tuto o que a Musa antiga canta,

Que ontro valor mais alto se levanta.

Camoens. Lusiadas, canto i.

LA TOMA DE GRANADA

POR LOS REYES CATÓLICOS DON FERNANDO Y DOÑA ISABEL.

ROMANCE ENDECASILABO.

Era la noche, y el comun sosiego

Por las opacas sombras se extendia,

Y en medroso silencio los mortales

Con el sueño olvidaban las fatigas.

En la hermosa ciudad que Jenil baña,

Y el Darro con sus aguas fertiliza,

Matizando sus cármenes de flores,

De frescas flores que el abril envia,

Yace soberbio alcázar, cuya cumbre

Del aire ocupa la region vacía,

Palacio un tiempo del monarca moro,

Que el regio trono granadino pisa.

Éste, olvidando con descanso dulce

Cuidados que al espíritu fatigan,

Tranquilo ocupa de su alcázar regio

Oculta estancia en que el primor lucia.

Alta cornisa del metal precioso

Que el claro Tajo en sus arenas cria,

Robustas cimbrias y estucados techos,

Follajes varios y labores ricas.

Por el salon á trechos se miraban

Mudas historias que el pincel dió vida,

Sucesos grandes, célebres victorias,

Claros héroes, hazañas inauditas.

En pedestales del mosaico estilo,

Que adornó singular mazonería,

Formó diestro cincel del bando moro

Los reyes, capitanes y califas.

De Osman y Alí, terror del Oriente,

El mármol muestra la presencia misma,

Del fuerte Ulit y el valeroso Muza,

Y el gran conquistador de Palestina.

Sobre los otros elevado estaba

Con regio ornato y majestad debida

El mentido profeta, á quien Arabia

Ciega venera, y en su fe confia.

Este miraba el Rey, cuando cubierto

De asombro y miedo, vió que descendia

Del alto asiento, y á su lecho llega

De Mahomet la estatua muda y fria.

Tiembla, y al verla con airados ojos,

Ni á hablar acierta, ni callar podia:

Tres veces quiso huir de su presencia,

Tres veces lo estorbó fuerza divina.

¿Dónde vas? dijo: ¿dónde, desgraciado

Monarca, evitarás la saña mia,

Huyendo del que nunca desampara

A los creyentes que en su amor se fian?

Detente, y en el lecho á quien adornan

Ricas alhombras, turcas alcatifas

Reposa, y con el ocio entorpecido

Las aflicciones de tu reino olvida.

¿Qué importa que al furor del Nazareno

Destrozadas se miren tus provincias,

Tus vasallos ó muertos ó rendidos,

Y la ciudad en bandos dividida?

Mientras Fernando tus castillos toma,

Las vegas tala, arrasa las campiñas,

Gustosos juegan Mazas y Gomeles

En Bibarrambla cañas y sortija.

¿No bastan tantos golpes desgraciados,

Tantas ciudades presas y vencidas,

Tantos fuertes ejércitos deshechos

Al furor de las huestes enemigas?

El que tuvo valor para oponerse

En Lucena á sus gentes atrevidas,

Haciendo ver cuanto á Castilla cuesta

Humillar la potencia granadina,

¿Hoy fuerzas no tendrá, viéndose libre

De la cadena que arrastró algun dia,

Para vengar su afrenta, derramando

Del cristiano la sangre aborrecida?

Si la fuerza y las armas no sostienen

La patria que á su estrago se avecina,

¿De qué ha servido quebrantar los tratos,

Negar los pactos, y la fé rompida?

Borra, borra el baldon de haber firmado

Las paces que detesto, envilecidas:

Niegue el valor, y el pundonor anule

Lo que otorgó la voluntad cautiva.

De tu resolucion el universo

Está pendiente, y en tu ardor confia:

Por él su libertad espera el mundo,

Y si no le defiendes, se arruina.

Pues el fiero español, si de este imperio

Se apodera (¡oh Allah, no lo permitas!)

Cual rápido torrente que del monte

Con ímpetu veloz se precipita,

Así, rompiendo de Tarif la puerta,

Llegará audaz hasta la ardiente Libia,

El gran sepulcro librará de Cristo,

Cautivando quizá la tumba mia.

Méjico la opulenta, recelando

Su estrago, al Cielo súplicas envia;

Y el Cuzco teme que cruzando el golfo,

Pase tal vez á encadenar sus Incas.

¿Y tú darás lugar para que logre

Los triunfos que soberbio premedita,

Viendo las barras de Aragon triunfantes

En los blancos pendones de Castilla?

Cuando medroso en tu ciudad te encierras,

Temiendo el golpe de su diestra invicta,

Él atrevido á vista de tus muros

Otra ciudad levanta ¡qué ignominia!

Ya los Abencerrajes, que otro tiempo

En bandos á la Corte dividian,

No existen, ni tu padre te da enojos,

Ni arma Muley traiciones á tu vida.

Persigue al que sacrílego persigue

La verdadera ley, santa y divina:

Nada receles, la victoria es tuya,

Que el profeta de Dios te alumbra y guia.

Yo haré que al ver tus fuertes escuadrones

La espalda vuelva en la marcial porfía,

Y amontonando triunfos y despojos,

Su vano orgullo aniquilar consigas:

Y pasando del Tajo la corriente,

En la Corte imperial fijes tu silla,

Despues de haber deshecho en las Asturias

La turba de sus gentes fugitiva.

Un nuevo Abderramen, y un nuevo Muza

Vendrá, que fiero su altivez oprima,

Y otro Almanzor del templo de Santiago

Renovará el incendio y la ruina.

La mezquita famosa toledana

Mi indignacion reducirá en cenízas.

Y en la noble imperial Cesaraugusta

La imágen venerada de María.

El Coran se verá reverenciado

Y la ley sacrosanta que predica,

Desde Gijon á la distante Goa,

Y de la Zeca á la feliz Medina.

Esto será, que así te lo promete

El que pisa del sol la lumbre viva,

A quien los Querubines acompañan

Y las Dominaciones se le humillan:

Que ocupando ante Dios glorioso asiento,

Los claros astros á su planta mira,

Y adornando la luna su turbante,

Los luceros se apagan á su vista.

Dijo: y al ir el Rey á responderle,

Veloz de entre sus brazos se retira,

Y á ocupar vuelve la animada estatua

El pedestal robusto que oprimia.

Mientras en Santa Fe mira Fernando,

Vistoso alarde haciendo su milicia

Al son de los clarines y atambores,

Los caballos marchar é infantería,

Cuando del claro sol lucientes rayos

A los objetos su color volvian,

Dorando en los soberbios pabellones

Las banderas que el céfiro movia,

Bajo un rico dosel con perlas y oro,

Que del Oriente empobreció las minas,

Fernando é Isabel el trono ocupan,

Alto campeon, castísima heroína.

En tanto que en el templo de la Fama,

Venciendo á las edades fugitivas,

Vuestros nombres en mármoles escritos

Causen al orbe admiracion y envidia,

Yo haré, á pesar del tiempo y del olvido,

Que su trompa sonante los repita,

Y vuestras merecidas alabanzas

Las hijas de Memnósine divinas.

Muéstranse alrededor del alto asiento

Los príncipes y grandes de Castilla,

Los Ponces de Leon y los Mendozas,

Portocarreros, Laras y Mejías;

El que de Alhama el defendido muro

Guardó á pesar de la morisma impía,

Y con débil defensa reparado,

Burló su muchedumbre descreida.

Pacheco y el Guzman van á sus lados,

Que dos robustos potros oprimian,

Mostrando el noble varonil semblante,

Alzada la luciente sobrevista.

Del jóven de Alba la tristeza muestran

Las pavonadas armas que vestia:

Negro el plumaje sobre el alto almete,

Peto y escudo, cinturon y hebillas.

El que escalando de Guadix el muro

Horror y asombro fué de la morisma,

Y el que llegando hasta Granada, puso

El Ave de Gabriel en su mezquita.

Cárdenas y Alburquerque, y el famoso

Córdoba, lustre de la patria mia,

Terror del moro, de la Italia espanto,

Estrago de las gentes enemigas:

Lujan se ofrece á la dudosa empresa

Con doscientos ginetes que acaudilla,

Que el Manzanares entre musgo y alga

Miró nacer en la feliz orilla.

¡Oh patrio suelo! si el acento mio

Prestar Apolo quiere melodía,

Y se digna tal vez al rudo canto

Dar nuevo ardor, dulcísona armonía,

Yo sabré levantar el nombre tuyo

A la esfera que Vénus ilumina,

Ensalzando mi voz no disonante

Tus blasones y glorias inauditas,

Pues para trono del mayor Monarca

La suma Omnipotencia te destina,

Y el sol para alumbrar tu vasto imperio

A Eton fogoso y á Flegon fatiga.

El valiente doncel, que en tiernos años

Venció del moro la arrogancia impía,

Colocando en su escudo por trofeo

El nombre que ultrajaba de Maria ,

Del gallardo Aguilar ocupa el lado:

Aguilar, cuya espada vengativa

Del infiel Mahandon traspasó el pocho,

Librando la inocencia perseguida.

Hacen-Benel Farax Abencerrage

Lucida escuadra de su gente guia

En tordas yeguas que produce el Betis,

Y á su veloz corriente desafian.

Blancos bonetes con azules plumas,

En las adargas la comun divisa,

Corvos alfanges, largos alquiceles,

Robusto aspecto, y la color cetrina.

El fuerte capitan, que de Lucena

Defendió la muralla combatida,

Derramando al impulso de su diestra

La sangre del infiel Ismaelita,

Muestra en su escudo entre cadenas preso

Al Monarca que audaz le resistia,

Y los nueve estandartes matizados

Con caracteres árabes y cifras.

¡Cuantos esclarecidos capitanes,

Que ganaron victorias inauditas,

Delante de Fernando se presentan!

Cántalos tú, Parnáside divina:

Su nombre ensalza, su valor y esfuerzo,

Por quien se vieron rotas y vencidas

Las escuadras de Agar, que el dogma siguen

Del fementido esposo de Cadiga.

Fernando al verlos: Claros campeones,

Dice, blason de la corona mia,

Por cuya díestra las cristianas cruces

Sobre el Alhambra se verán tendidas,

Ya llegó el tiempo en que mireis cercana

De esa ciudad rebelde la ruina,

Y en premio de fatigas tan dichosas

Laurel eterno vuestra frente ciña.

Desde que en Zahara combatiendo el muro

Rompió Muley Hacen la union amiga,

Hasta que Boabdelí preso y rendido

Firmó la paz, que hoy niega su osadía,

¡Cuantas veces, dudosa la victoria,

Expusísteis por ella hacienda y vida,

Ya combatiendo en Baza las almenas,

O en el alto peñon de la Axarquía!

Málaga os vió con ánimo invencible

Contrastar al feroz Abenconixa:

Y Dordux, recelando el golpe duro,

Os entregó su fuerza destruida.

Muley Abohardil, tirano injusto,

Desamparó á Guádix con Almería,

Y de Huesear á Ronda vuestra espada

Estrago fué y horror de la morisma.

Aun hay mas que vencer: á vuestro brio

Es corto triunfo esa ciudad vecina;

Mas es fuerza juzgar su rendimiento

Como principio de mayores dichas.

Desde que Febo, visitando el Toro,

Volvió á los campos la estacion florida,

Hasta que en Capricornio retirado

Iluminó desconocido clima,

Sufre Granada el dilatado cerco,

De fuerzas y poder destituida:

Mas ¡oh cuan presto la hollará mi planta

Si ayuda vuestro ardor la iutencion mia!

De hoy mas vuelva á sufrir nuevos afanes,

Nuestros ginetes talen sus campiñas,

Y la sangre de Sarra se derrame

En las escaramuzas repetidas:

Que el Cielo, que hasta aquí miró propicio

El éxito feliz de su conquista,

Verá gustoso fenecer el nombre

Del que tanto ofendió su ley divina.

Dios, sí, Dios mismo de rigor armado

A nuestros brazos servirá de guia,

Porque ganando su sepulcro santo,

Se mire el Asia á nuestro pié cautiva.

Dijo, y sordo rumor el campo ocupa,

Que el nombre de Fernando repetia;

Todos al duro asedio se aperciben,

Acusando las horas de prolijas.

Suena confuso estrépito: el soldado

Se viste el espaldar y la loriga,

Y al apretar las cinchas el ginete,

El caballo belígero relincha.

Ya corren por la vega dilatada,

Que el Jenil baña con corriente fria:

Los campos queman, roban el ganado,

Huye el pastor á la contraria orilla.

Tristes gemidos é incesante lloro

En la infeliz ciudad el aire hendian:

El vulgo corre temeroso y ciego:

Deja el muro y ocupa la mezquita.

Así venciendo Vespasiano y Tito

Los fuertes muros de la sacra Elía,

Esta lloró su mísera desgracia

Con hambre y fuego y muerte destruida.

Boabdelí, de valor y fuerzas falto,

Al Albaicin medroso se retira:

Dudoso al escuchar consejos varios,

Entre opuestos dictámenes vacila.

Quien le aconseja que la gente anime,

Tienda al aire las árabes insignias,

Salga á campaña, y en batalla dura

Al enemigo intrépido resista.

Quien pretende, primero que rendirse,

Que en llamas arda la ciudad querida,

Dundo la vida al tósigo y al hierro,

Cual los de Astapa ó la Sagunto antigua.

Cuando Zelim-Hamet, gallardo moro,

Que el sexto lustro de su edad cumplia,

Arabe en patria, Aldoradin en sangre,

Hijo de Abeuhucen y Geloira:

Negra la barba y el color tostado,

Sangrientos ojos de espantable vista

Robustos miembros, corto de razones,

Diestro en el arco, cimitarra y píco:

Locura es, dijo, en pareceres varios

Perder el tiempo, que veloz camina,

No habiendo fuerzas, ni ocasion, ni gente

Para librar la patria que peligra.

¿Espondrémos acaso á una batalla

La feliz libertad que tanto estima,

Cuando de España la potencia junta

Procura con toson nuestra ruina?

No, no es justo, ni en este medio solo

La pública salud se encierra y cifra:

Una astucia rompió de Troya el muro,

No Agamenon ni Aquiles de Larisa.

Yo ofrezco, apenas el luciente Apolo

Huya las sombras de la noche fria,

Hacer que el camp o del contrario fiero

Con incendio voraz vuele en cenizas.

La confusion, el sobresalto y miedo,

El sueño, que los miembros debilita,

Las llamas y la noche harán felice

La heróica accion, si Boabdelí la anima.

Sí, yo la apruebo, dijo, y de los hombros

En muestra de su amor al punto quita

El precioso alquicel, que el moro admite,

Doblando reverente la rodilla.

Vístese al punto las lucientes armas,

Que el oro y el cincel enriquecian.

En quien mostró su perfeccion el arte,

Que á Gradivo tal vez dieran envidia.

En el turbante el acerado casco

Al herirle la luz rayos envia,

Luna pequeña y afolladas tocas,

Con un penacho verdegay encima.

El dilatado borceguí guarnecen

Dorados lazos y labores ricas,

Y el alquicel en el siniestro lado

Con plata y borlas resplandece y brilla.

Del ancho tahalí se ve pendiente

La cimitarra fuerte damasquina,

Que ciñó al lado Abenhozmin su abuelo

Cuando á servir á Soliman partia.

La istriada lanza acomodó en la cuja,

Que cual un mimbre el bárbaro blandia,

A cuyo golpe en desigual pelea

Felipe de Aragon perdió la vida.

Pintó en la adarga de Azamor el moro

Herido un corazon que en fuego ardia,

Y en campo azul alrededor escrito:

Simas pudiera dar, mas te daria.

La rica manga adorna el diestro lado,

Que de aljofar bordó y argentería

Con cifras de su nombre Zelidora,

Que ausente del en Tremecen vivia.

De un tostado alazan oprime el lomo

De largas crines y cabeza erguida,

Pecho espacioso y espumante boca,

Y dócil á la rienda que le guia.

Parte su dueño en la callada noche

De la famosa llíberis antigua,

Sus muros deja atrás y capiteles,

Y al enemigo campo se avecina.

Hórridas sombras, ocupando el suelo,

Al intento mejor favorecian:

Muda quietud al sueño convidaba,

Y el Darro suspendió la clara linfa.

Cuando al atravesar raudal pequeño,

Que del vecino monte descendia,

Sintió pisadas, y de rato en rato

Templadas armas que al mover crujian.

Refrena el paso el arrogante moro,

El freno y el aliento detenia,

Al ver ya cerca un caballero armado,

Que en ligero tropel tras él venia.

Sale á encontrarle, y previniendo el asta,

¿Quién eres? dijo: ¿dónde te encaminas?

Dí si eres granadino ó castellano,

Y cual es el intento que te guia.

Soy granadino, respondió; y si acuso

De tu amor y tu sangre no te olvidas,

Tu primo Zuleman es quien te sigue,

Y la justa venganza quien le anima.

Tú sabes bien que en la pasada luna

Mató á mi hermano en esta vega misma

La dura lanza del Guzman valiente,

Impio verdugo de agarenas vidas.

Sabes que era mi hermano malogrado

La esperanza y blason de la morisma,

Señor de Alhora, de Carthama alcaide,

Caudillo y Alhagib de su milicia.

Sabes cuanto lloré la injusta muerte,

Sabes cuanto perdió la patria mia,

Y que del homicida la cabeza

Prometí presentar á Belerifa.

Tres veces ciento alárabes ginetes

El bosque oculta, que á la seña misma

Intrépidos cercando los reales,

La accion acabarán que determinas.

Contigo vengo á que morir me veas

A manos del que causa mi desdicha,

O á que, logrando la venganza, vuelva

A consolar la pena que origina.

Abrázale Zelim estrechamente,

Y defendidos de la sombra amiga,

Este se acerca al campo y pabellones,

Y aquel la retirada prevenia.

Introducido por oculta senda,

Calada cuerda al pabellon aplica

Do reposa Isabel, y al verle ardiendo

Con voraz llama, el moro se retira.

No de otra suerte los soberbios muros

Quemó de Troya la maldad argiva,

Ni menos confusion causó el estrago

Que en el campo cristiano se extendia.

Bajan ardiendo de la excelsa cumbre

Ardientes leños, máquinas erguidas,

Cual en las altas escarpadas breñas,

A quien el Tajo aurífero salpica,

Al fiero impulso de huracan horrendo

De uno en otro peñon se precipitan

Rudos peñascos, y al terrible golpe

Huyen al centro temerosas ninfas.

Salta del lecho intrépido Fernando:

Su presencia á los débiles anima:

Manda al de Cádiz que al encuentro salga,

Por si alguna traicion se prevenia.

Suelta la crencha dilatada de oro,

Que un mutizado trancelin prendia,

Cruza Isabel armados escuadrones,

Cuya industria apagó la llama activa.

Zuleman, que advirtió salir armada

La gente que el de Cádiz acaudilla,

Vuelve la rienda, y hácia el bosque parte

A prevenirlo al comenzar el dia.

El Ponce de Leon, que desde lejos

Las armas vió reverberar bruñidas,

Y el ancho escudo del gallardo moro,

Parte á alcanzarle y al caballo pica.

Mas viendo la distancia, alta la diestra

Con impulso feliz la lanza tira

Que por el viento rechinando cruza,

Cual flecha de la cuerda despedida.

Vuelve el moro veloz mirando cerca

El duro hierro que hácia sí venia:

¿Mas quién pudo borrar de las estrellas

El influjo fatal que le domina?

Quiso evitar el golpe; mas rompiendo

El fresno herrado la coraza fina,

De roja sangre matizó las flores,

Cayó en la yerba la color perdida.

No de otra suerte á su galan Adonis

Miró difunto Vénus Ericina,

Cuando en Chipre su muerte lamentaron

De sus bosques las bellas hamadrías.

Cual blanco azar, ó débil azucena,

Que del tronco apartó mano lasciva,

Que poco á poco la hermosura pierde,

El cuello tuerce, y el frescor marchita:

Así, exhalando el último suspiro,

Los ojos cierra en tristes agonías:

Revuélcase muriendo, y se estremece,

Y el alma baja á la tartárea orilla.

Hamet, que viendo el caso lastimoso,

Batió la espuela y aflojó las bridas,

En venganza y furor y saña ardiendo

Con ronca voz: cristiano, le decia,

Si juzgas que la sangre de mi primo

En tiernos años sin piedad vertida,

Con la tuya, á pesar del universo,

No la podré vengar, mal imaginas.

Y arremetiendo cual ardiente rayo,

La peligrosa lid acabaria,

Si en menos fuerte escudo diera el golpe

Que atronó las cavernas convecinas.

Rota la lanza, con la espada embiste:

Ciego de enojo el moro combatia,

El alquicel arrastra por la arena,

Que el potro al revolver desgarra y pisa.

Cual en el ancho circo matritense

Con medrosa atencion la plebe admira

Robusta fiera que bebió el Jarama,

Que el jóven andaluz acosa y lidia;

Así burlando al moro granadino

El cristiano sus golpes detenia:

Aquel le sigue, y este levantando

La poderosa espada vengativa,

Tal golpe descargó con brazo fuerte

Sobre las plumas y cimera altiva,

Que juntas se estamparon en la arena

Penacho verdegay, bonete y cintas.

No vuelve mas veloz manchada tigre

Al flechazo que el árabe le tira,

Que el moro al golpe, del pavés cubierto,

Alta la diestra, en roja sangre tinta.

Quiso al contrario dividir de un golpe:

Llega, da, hiere: y en la lid reñida

Ninguno de los dos fuertes soldados

A su enemigo superior se mira.

Mas viendo el Ponce á un lado ya cercana

La mora gente, y bárbaras insignias,

Y al otro en las banderas sus leones,

Señales de su tercio conocidas,

De punta á puño le metió la espada,

Que al querer su enemigo resistirla,

Cayó difunto del arzon al suelo,

Abierto el pecho en penetrante herida.

No de otra suerte encelado arrogante

Del rayo herido de la luz divina,

Precipitándose de monte en monte,

Cayó oprimiendo el suelo que cubria.

Ya de añafiles y atabales roncos

Confuso estruendo militar se oia,

Y en lid sangrienta entrambos escuadrones

Por su ley y su patria combatian.

Rodrigo parte, y en la turba mora

Tal estrago ocasiona su cuchilla,

Cual entre simples tímidas palomas

Garra y pico voraz de águila altiva.

Los fuertes capitanes granadinos,

Que en la vega mostraron algun dia

Su esfuerzo, hoy dejan con la muerto suya

Su patria opresa, y su nacion cautiva.

Unos con otros en atroz desórden

El tremendo combate sostenian,

Causando á un tiempo en una y otra parte

Con igual confusion muertes distintas.

Mas embistiendo por el diestro lado

Nuevo socorro que Fernando envia,

El Darro en sangre coloró sus aguas,

Marlotas y almayzares revolvia.

Ya la escuadra de Agar la espalda vuelve

Precipitada con veloz huida,

Dejando el campo de despojos lleno,

Que bárbaros cadáveres cubrian.

Boabdelí, que advirtió destrozo tanto,

Sus huestes ahuyentadas y vencidas,

El enemigo cerca de los muros,

Y sin defensa la ciudad querida,

Maldice airado del Profeta suyo

Las promesas, que ya fallidas mira,

Viendo á Fernando que triunfante llega,

Y el difícil asalto premedita.

La cristiana Amazona que le sigue,

Su intento aprueba, y á su gente anima:

Corona el muro desarmada gente

Y al cielo sube inmensa vocería.

Suena el clarin belígero, y apenas

Las tropas á embestir se prevenian,

Blanca bandera el Albaicin tremola,

Las puertas abre la ciudad vencida.

Entre las armas el Monarca moro

Busca á Fernando, y á sus pies se humilla.

Cidi, venciste, reverente dice:

Tuyo es mi reino ya, tuya es mi vida.

Alza, le dijo: en mi bondad piadosa

Perdon hallar podrá tu rebeldía:

Vivirás como rey y amigo mio,

Pues supiste aplacar todas mis iras.

Marcha á Granada el campo: el bando moro

Lágrimas derramando de alegría,

El nombre de Isabel y de Fernando

Levanta al cielo en repetidos vivas.

En pebeteros del Oriente humea

Fragante incienso que la Arabia cria:

Cubren las calles y edificios altos

Tapetes persas con alhombras chinas.

El sucesor invicto de Pelayo

Y la excelsa Matrona de Castilla,

Triunfantes entran, la cerviz pisando

Del bárbaro poder y la herejía.

La Fe y la Religion iban delante,

Que dirigieron la feliz conquista,

Arrollando moriscos estandartes,

Y eclipsando las lunas enemigas....

Cante otro lo demas, si á objeto tanto

Menos puede bastar que voz divina,

Pues fatigada del asunto heróico,

Enmudece esta vez la trompa mia.

LECCION POÉTICA.

SATIRA

CONTRA LOS VICIOS INTRODUCIDOS EN LA POESÍA CASTELLANA.

Apenas , Fabio, lo que dices creo ( 1 ),

Y leyendo tu carta cada dia,

Mas me confunde cuanto mas la leo.

¿Piensas que esto que llaman poesía,

Cuyos primores se encarecen tanto,

Es cosa de juguete ó fruslería?

¿Oh que puede adquirirse el numen santo

Del Dios de Delo á modo de escalada,

O por combinacion ó por encanto?

Si en las escuelas no aprendiste nada,