Obras dramáticas y líricas. Tomo IV - Leandro Fernández de Moratín - E-Book

Obras dramáticas y líricas. Tomo IV E-Book

Leandro Fernández de Moratín

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Beschreibung

Colección completa de las obras de Moratín, compuestas por sus comedias, sus traducciones y su poesía, sus discursos y otros textos. Este libro, en cuya edición participó el propio autor, es la mejor entrada al teatro neoclásico en España, de mano de uno de los dramaturgos más importantes de su época. Cuarto volumen de la colección de obras completas de Moratín. Este tomo se dedica por entero a la traducción de Hamlet que realizó el dramaturgo, además de un ensayo comentando la obra de Shakespeare. -

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Leandro Fernández de Moratín

Obras dramáticas y líricas. Tomo IV

NUEVA EDICION. TRADUCCIONES DRAMATICAS.

Saga

Obras dramáticas y líricas. Tomo IV

 

Copyright © 1834, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726788945

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

ADVERTENCIA.

La presente tragedia es una de las mejores de Guillermo Shakespeare, y la que con mas frecuencia y aplauso público se representa en los teatros de Inglaterra. Las bellezas admirables que en ella se advierten, y los defectos que manchan y oscurecen sus perfecciones, forman un todo estraordinario y monstruoso, compuesto de partes tan diferentes entre si por su calidad y su mérito, que difícilmente se hallarán reunidas en otra composicion dramática de aquel autor ni de aquel teatro; y por consecuencia, ninguna otra hubiera sido mas á propósito para dar entre nosotros una idea del mérito poético de Shakespeare, y del gusto que reina todavía en los espectáculos de aquella nacion.

En esta obra se verá una accion grande, interesante, trágica, que desde las primeras escenas se anuncia y prepara por medios maravillosos, capaces de acalorar la fantasía y llenar el ánimo de conmocion y de terror. Unas veces procede la fábula con paso animado y rápido, y otras se debilita por medio de accidentes inoportunos y episodios mal preparados é inútiles, indignos de mezclarse entre los grandes intereses y afectos que en ella se presentan. Vuelve tal vez á levantarse, y adquiere toda la agitacion y movimiento trágico que la convienen, para caer despues y mudar repentinamente de carácter, haciendo que aquellas pasiones terribles, dignas del coturno de Sófocles, cesen y den lugar á los diálogos mas groseros, capaces solo de escitar la risa del vulgo. Llega el desenlace, donde se complican sin necesidad los nudos, y el autor los rompe de una vez, no los desata, amontonando circunstancias inverisímiles que destruyen toda ilusion, y ya desnudo el puñal de Melpómene, le baña en sangre inocente y culpada; divide el interés y hace dudosa la existencia de una Providencia justa, al ver sacrificados á sus venganzas en horrenda catástrofe el amor incestuoso y el puro y filial, la amistad fiel, la tirania, la adulacion, la perfidia y la sinceridad generosa y noble. Todo es culpa, todo se confunde en igual destrozo.

Tal es en compendio la tragedia de Hamlet, y tal era el carácter dramático de Shakespeare. Si el traductor ha sabido desempeñar la obligacion que se impuso de presentarle como es en sí, no añadiéndole defectos, ni disimulando los que halló en su obra, los inteligentes deberán juzgarlo. Baste decir, que para traducirla bien, no es suficiente poseer el idioma en que se escribió, ni conocer la alteracion que en él ha causado el espacio de dos siglos, sin identificarse con la índole poética del autor, seguirle en sus raptos, precipitarse con él en sus caidas, adivinar sus misterios, dar á las voces y frases arbitrariamente combinadas por él la misma fuerza y espresion que él quiso que tuvieran, y hacer hablar en castizo español á un estrangero, cuyo estilo, unas veces fácil y suave, otras enérgico y sublime, otras desaliñado y torpe, otras oscuro, ampuloso y redundante, no parece produccion de una misma pluma; á un escritor, en fin, que ha fatigado el estudio de muchos literatos de su nacion, empeñados en ilustrar y esplicar sus obras; lo cual, en opinion de ellos mismos, no se ha logrado todavía como era menester.

Si estas consideraciones deberian haber contenido al traductor y hacerle desistir de una empresa tan superior á su talento, le animó por otra parte el deseo de presentar al público español una de las mejores piezas del mas celebrado trágico inglés, viendo que entre nosotros no se tiene todavía la menor idea de los espectáculos dramáticos de aquella nacion ni del mérito de sus autores. Otros quizás le seguirán en esta empresa, y fácilmente podrán oscurecer sus primeros ensayos; pero entretanto no desconfia de que sus defectos hallarán alguna indulgencia de parte de aquellos en quienes se reunan los conocimientos y el estudio necesarios para juzgarle.

Ni halló tampoco en las traducciones que los estrangeros han hecho de esta tragedia, el auxilio que debió esperar. Mr. Laplace imprimió en francés una traduccion de las obras de Shakespeare, que á pesar de sus defectos no dejó de merecer aceptacion; hasta que Mr. Letourneur publicó la suya, que es sin duda muy superior á la primera. Este literato poseia perfectamente el idioma inglés, y hallándose con toda la inteligencia que era menester para entender el original, pudiera haber hecho una traduccion fiel y perfecta; pero no quiso hacerlo.

Habia en su tiempo en Francia dos partidos muy poderosos, que mantenian guerra literaria y dividian las opiniones de la multitud. Voltaire, apasionado del gran mérito de Racine, profesaba su escuela; se esforzó cuanto pudo por imitarle en las muchas obras que dió al teatro, y este ilustre ejemplo arrastró á muchos poetas que se llamaron Racinistas. El partido opuesto, aunque no tenia á su frente tan temible caudillo, se componia no obstante de literatos de mucho mérito, que prefiriendo lo natural á lo conveniente, lo maravilloso á lo posible, la fortaleza á la hermosura, los raptos de la fantasía á los movimientos del corazon, y el ingenio al arte; admirando los aciertos de Corneille, se desentendian de sus errores, é indicaban como segura y única la senda por donde aquel insigne poeta subió á la inmortalidad. Pero todos sus esfuerzos fueron vanos. La multitud de papeles que diariamente se esparcian por el público, ridiculizando la secta Racinista y apurando para ello cuantas sutilezas sugiere el ingenio y cuantos medios buscan la desesperacion y la envidia, si por un momento escitaban la risa de los lectores, caian despues en oscuridad y desprecio cuando aparecia en la escena francesa la Fedra, la Ifigenia, el Bruto, ó el Mahomet. Entonces se publicó la traduccion de Letourneur, impresa por suscripcion, dedicada al Rey de Francia, y sostenida por el partido numeroso de aquellos á quienes la reputacion de Voltaire atropellaba y ofendia. Tratóse pues de exaltar el mérito de Shakespeare, y de presentarle á la Europa culta como el único talento dramático digno de su admiracion, y capaz de disputar la corona á los Eurípides y Sófocles. Así pensaron abatir el orgullo del moderno trágico francés, y vencerle con armas auxiliares y estrangeras, sin detenerse mucho á considerar cuan poca satisfaccion debia resultarles de una victoria adquirida por tales medios.

Con estos antecedentes, no será difícil adivinar lo que hizo Letourneur en su version de Shakespeare. Reunió en un discurso preliminar y en las notas y observaciones con que ilustró aquellas obras, cuanto creyó ser favorable á su causa, repitiendo las opiniones de los mas apasionados críticos ingleses en clogio de su compatriota, negándose voluntariamente á los buenos principios que dictaron la razon y el arte, y estableciendo una nueva poética, por la cual no solo quedan disculpados los estravíos de su idolatrado autor, sino que todos ellos se erigen en preceptos, recomendándolos como dignos de imitacion y aplauso.

En aquellos pasages en que Shakespeare, felizmente sostenido de su admirable ingenio, espresa con acierto las pasiones y defectos humanos, describe y pinta los objetos de la naturaleza, ó reflexiona melancólico con profunda y sólida filosofía, allí es fiel la traduccion; pero en aquellos en que se olvida de la fábula que finge, del fin que debió en ella proponerse, de la situacion en que pone á sus personages, del carácter que les dió, de lo que dijeron antes, de lo que debe suceder despues, y acalorado por una especie de frenesi no hay desacierto en que no tropiece y caiga, entonces el traductor francés le abandona, y nada omite para disimular su deformidad, suponiendo, alterando, sustituyendo ideas y palabras suyas á las que halló en el original; resultando de aquí una traduccion pérfida, ó por mejor decir, una obra compuesta de pedazos suyos y agenos, que en muchas partes no merece el nombre de traduccion.

Lejos pues de aprovecharse el traductor español de tales versiones, las ha mirado con la desconfianza que debia; y prescindiendo de ellas y de las mal fundadas opiniones de los que han querido mejorar á Shakespeare con el protesto de interpretarle, ha formado su traduccion sobre el original mismo, coincidiendo por necesidad con los traductores franceses cuando los halló exactos, y apartándose de ellos cuando no lo son, como podrá conocerlo fácilmente cualquiera que se tome la molestia de cotejarlos.

Esto es solo cuanto quiere advertir acerca de su traduccion. Las notas que acompañan á la tragedia son obra suya; y á escepcion de una ú otra especie que ha tomado de los comentadores ingleses (segun lo advierte en su lugar), todo lo demas, como cosa propia, lo abandona al exámen de los críticos inteligentes.

Si se ha equivocado en su modo de juzgar, ó por malos principios ó por falta de sensibilidad, de buen gusto ó de retlexion, no será inútil impugnarle; que harto es necesario agitar cuestiones literarias relativas á esta materia, para dar á nuestros buenos ingenios ocupacion digna, si se atiende al estado lastimoso en que yace el estudio de las letras humanas, los pocos alumnos que hoy cuenta la buena poesía, y el merecido abandono y descrédito en que van cayendo las producciones modernas del teatro.

PERSONAS.

CLAUDIO, Rey de Dinamarca.GERTRUDIS, Reina de Dinamarca.HAMLET, Príncipe de Dinamarca.FORTIMBRAS, Príncipe de Noruega. La sombra del Rey HAMLET. POLONIO, Sumiller de Corps. OFELIA, hija de Polonio. LAERTES, hijo de Polonio. HORACIO, amigo de Hamlet. VOLTIMAN Cortesanos.CORNELIO Cortesanos.RICARDO Cortesanos.GUILLERMO Cortesanos.ENRIQUE Cortesanos.MARCELO Soldados.BERNARDO Soldados.FRANCISCO Soldados.REYNALDO, criado de Polonio. dos embajadores de Inglaterra un cura. un caballero. un capitan. un guardia. un criado. dos marineros. dos sepultureros. cuatro cómicos.

Acompañamiento de Grandes, Caballeros, Damas, Soldados, Curas, Cómicos, Criados, etc.

 

La escena se representa en el palacio y ciudad de Elsingór, en sus cercanías, y en las franteras de Dinamarca.

HAMLET. 1

ACTO PRIMERO.

ESCENA I.

Esplanada delante del palacio real de Elsingór. Noche obscura.

 

FRANCISCO. BERNARDO.

( Francisco estarà paseàndose haciendo centinela. Bernardo se va acercando hàcia él. Estos personages y los de la escena siguiente estaràn armados con espada y lanza.)

 

bernardo.

¿Quién está ahí?

 

francisco.

No: respóndame él á mí. Deténgase y diga quién es.

 

bernardo.

Viva el Rey.

 

francisco.

¿Es Bernardo?

 

bernardo.

El mismo.

 

francisco.

Tú eres el mas puntual en venir á la hora.

 

bernardo.

Las doce han dado ya: bien puedes ir á recogerte.

 

francisco.

Te doy mil gracias por la mudanza. Hace un frio que penetra, y yo estoy delicado del pecho.

 

bernardo.

¿Has hecho tu guardia tranquilamente?

 

francisco.

Ni un raton se ha movido. 2

 

bernardo.

Muy bien. Buenas noches. Si encuentras á Horacio y Marcelo, mis compañeros de guardia, diles que vengan presto.

 

francisco.

Me parece que los oigo. Alto ahí. ¡Eh! ¿Quién va?

ESCENA II.

HORACIO. MARCELO Y DICHOS.

 

horacio.

Amigos de este pais.

 

marcelo.

Y fieles vasallos del Rey de Dinamarca.

 

erancisco.

Buenas noches.

 

marcelo.

¡Oh honrado soldado! Pásalo bien. ¿Quién te relevó de la centinela?

 

francisco.

Bernardo, que queda en mi lugar.

Buenas noches.

( Vase Francisco: Marcelo y Horacio se acercan adonde està Bernardo haciendo centinela.)

 

marcelo.

¡Hola, Bernardo!

 

bernardo.

¿Quién está ahí? ¿Es Horacio?

 

horacio.

Un pedazo de él.

 

bernardo.

Bien venido, Horacio: Marcelo, bien venido.

 

marcelo.

¿Y qué, se ha vuelto á aparecer aquella cosa esta noche?

 

bernardo.

Yo nada he visto.

 

marcelo.

Horacio dice que es aprension nuestra, y nada quiere creer de cuanto le he dicho acerca de esa espantosa fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones. Por eso le he rogado que se venga á la guardia con nosotros, para que si esta noche vuelve el aparecido, pueda dar crédito á nuestros ojos, y le hable si quiere.

 

horacio.

¡Qué! No, no vendrá.

 

bernardo.

Sentémonos un rato, y deja que asaltemos de nuevo tus oidos con el suceso que tanto repugnan oir, y que en dos noches seguidas hemos ya presenciado nosotros.

 

horacio.

Muy bien: sentémonos, y oigamos lo que Bernardo nos cuente. ( Sièntanse los tres.)

 

bernardo.

La noche pasada, cuando esa misma estrella que está al occidente del polo habia hecho ya su carrera para iluminar aquel espacio del cielo donde ahora resplandece, Marcelo y yo, á tiempo que el relox daba la una.

 

marcelo.

Chit. Calla: mírale 3 por donde viene otra vez.

( Se aparece à un extremo del teatro la sombra del Rey Hamlet armado de todas armas, con manto real, yelmo en la cabeza, y la visera alzada. Los soldados y Horacio se levantan despavoridos.)

 

bernardo.

Con la misma figura que tenia el difunto Rey.

 

marcelo.

Horacio, tú que eres hombre de estudios, háblale.

 

bernardo.

¿No se parece todo al Rey? Mírale, Horacio.

 

horacio.

Muy parecido es.... Su vista me conturba con miedo y asombro.

 

bernardo.

Querrá que le hablen.

 

marcelo.

Háblale, Horacio.

 

horacio.

( Horacio se encamina hàcia donde està la sombra.)

¿Quien eres tú, que así usurpas este tiempo á la noche, y esa presencia noble y guerrera que tuvo un dia la magestad del soberano dinamarqués, que yace en el sepulcro? Habla: por el cielo te lo pido.

( Vase la sombra à paso lento.)

 

marcelo.

Parece que está irritado.

 

bernardo.

¿Ves? se vá, como despreciándonos.

 

horacio.

Detente, habla. Yo te lo mando. Habla.

 

marcelo.

Ya se fué. No quiere respondernos.

 

bernardo.

¿Qué tal, Horacio? Tú tiemblas y has perdido el color. ¿No es esto algo mas que aprension? ¿Qué te parece?

 

horacio.

Por Dios que nunca lo hubiera creido sin la sensible y cierta demostracion de mis propios ojos.

 

marcelo.

¿No es enteramente parecido al Rey?

 

horacio.

Como tú á tí mismo. Y tal era el arnés de que iba ceñido cuando peleó con el ambicioso Rey de Noruega, y así le ví arrugar ceñudo la frente cuando en una altercacion colérica hizo caer al de Polonia sobre el hielo, de un solo golpe.... ¡Extraña aparicion es esta!

 

marcelo.

Pues de esa manera, y á esta misma hora de la noche, se ha paseado dos veces con ademan guerrero delante de nuestra guardia.

 

horacio.

Yo no comprendo el fin particular con que esto sucede; pero en mi ruda manera de pensar, pronostica alguna extraordinaria mudanza á nuestra nacion.

 

marcelo.

Ahora bien, sentémonos ( Siéntanse.) : y decidme, cualquiera de vosotros que lo sepa, ¿por qué fatigan todas las noches á los vasallos con estas guardias tan penosas y vigilantes? ¿Para qué es esta fundicion de cañones de bronce y este acopio extrangero de máquinas de guerra? ¿A qué fin esa multitud de carpinteros de marina, precisados á un afan molesto, que no distingue el domingo de lo restante de la semana? ¿Qué causas puede haber para que sudando el trabajador apresurado junte las noches á los dias? ¿Quién de vosotros podrá decírmelo?

 

horacio.

Yo te lo diré, ó á lo menos los rumores que sobre esto corren. Nuestro 4 último Rey (cuya imágen acaba de aparecérsenos) fué provocado á combate, como ya sabeis, por Fortimbrás 5 , de Noruega, estimulado éste de la mas orgullosa emulacion. En aquel desafío, nuestro valeroso Hamlet (que tal renombre alcanzó en la parte del mundo que nos es conocida) mató á Fortimbrás, el cual por un contrato sellado y ratificado segun el fuero de las armas, cedia al vencedor (dado caso que muriese en la pelea) todos aquellos paises que estaban bajo su dominio. Nuestro Rey se obligó tambien á cederle una porcion equivalente, que hubiera pasado á manos de Fortimbrás, como herencia suya, si hubiese vencido; así como, en virtud de aquel convenio y de los artículos estipulados, recayó todo en Hamlet. Ahora el jóven Fortimbrás, de un carácter fogoso, falto de experiencia y lleno de presuncion, ha ido recogiendo de aquí y de allí por las fronteras de Noruega una turba de gente resuelta y perdida, á quien la necesidad de comer determina á intentar empresas que piden valor; y segun claramente vemos, su fin no es otro que el de recobrar con violencia y á fuerza de armas los mencionados paises que perdió su padre. Este es, en mi dictámen el motivo principal de nuestras prevenciones, el de esta guardia que hacemos, y la verdadera causa de la agitacion y movimiento en que toda la nacion está.

 

bernardo.

Si no es esa, yo no alcanzo cuál puede ser.... Y en parte lo confirma la vision espantosa que se ha presentado armada en nuestro puesto con la figura misma del Rey que fué y es todavía el autor de estas guerras.

 

horacio.

Es por cierto una mota que turba los ojos del entendimiento. En la época 6 mas gloriosa y feliz de Roma, poco antes que el poderoso Cesar cayese, quedaron vacíos los sepulcros, y los amortajados cadáveres vagaron por las calles de la ciudad gimiendo en voz confusa; las estrellas resplandecieron con encendidas colas, cayó lluvia de sangre, se ocultó el sol entre celajes funestos, y el húmedo planeta, cuya influencia gobierna el imperio de Neptuno, padeció eclipse, como si el fin del mundo hubiese llegado. Hemos visto ya iguales anuncios de sucesos terribles, precursores que avisan los futuros destinos: el cielo y la tierra juntos los han manifestado á nuestro pais y á nuestra gente.... Pero…. silencio.... ¿Veis?.... Allí.... Otra vez vuelve.... ( Vuelve à salir la sombra por otro lado. Se levantan los tres y echan mano à las lanzas. Horacio se encamina hàcia la sombra:y los otros dos siguen detràs.) Aunque el terror me hiela, yo le quiero salir al encuentro. Detente, fantasma. Si puedes articular sonidos, si tienes voz, háblame. Si allá donde estás puedes recibir algun beneficio para tu descanso y mi perdon, háblame. Si sabes los hados que amenazan á tu pais, los cuales felizmente previstos puedan evitarse, ¡ay! habla... O si acaso durante tu vida acumulaste en las entrañas de la tierra mal habidos tesoros, por lo que se dice que vosotros, infelices espíritus, despues de la muerte vagais inquietos, decláralo.... Detente y habla.... Marcelo, detenle....

( Canta un gallo à lo lejos, y empieza à retirarse la sombra: los soldados quieren detenerla haciendo uso de las lanzas; pero la sombra las evita y desparece con prontitud.)

 

marcelo.

¿Le daré con mi lanza?

 

horacio.

Sí, hiérele, si no quiere detenerse.

 

bernardo.

Aquí está.

 

horacio.

Aquí.

 

marcelo.

Se ha ido. Nosotros le ofendemos, siendo él un soberano, en hacer demostraciones de violencia. Bien que, segun parece, es invulnerable como el aire, y nuestros esfuerzos vanos y cosa de burla.

 

bernardo.

Él iba ya á hablar cuando el gallo cantó. 7

 

horacio.

Es verdad, y al punto se estremeció como el delincuente apremiado con terrible precepto. Yo he oido decir que el gallo, trompeta de la mañana, hace dispertar al Dios del dia con la alta y aguda voz de su garganta sonora, y que á este anuncio todo extraño espíritu errante por la tierra ó el mar, el fuego ó el aire, huye á su centro; y la fantasma que hemos visto acaba de confirmar la certeza de esta opinion.

( Empieza à iluminarse lentamente el teatro.)

 

marcelo.

En efecto desapareció al cantar el gallo. Algunos dicen que cuando se acerca el tiempo en que se celebra el nacimiento de nuestro Redentor, este pájaro matutino canta toda la noche, y que entonces ningun espíritu se atreve á salir de su morada: las noches son saludables, ningun planeta influye siniestramente, ningun maleficio produce efecto, ni las hechiceras tienen poder para sus encantos: ¡tan sagrados son y tan felices aquellos dias!

 

horacio.

Yo tambien lo tengo entendido así, y en parte lo creo. Pero ved como ya la mañana, cubierta con la rosada túnica, viene pisando el rocío de aquel alto monte oriental. Demos fin á la guardia, y soy de opinion que digamos al jóven Hamlet lo que hemos visto esta noche: porque yo os prometo que este espíritu hablará con él, aunque ha sido para nosotros mudo. ¿No os parece que le demos esta noticia, indispensable en nuestro zelo y tan propia de nuestra obligacion?

 

marcelo.

Sí, sí, hagámoslo. Yo sé en dónde le hallaremos esta mañana con mas seguridad.

ESCENA III.

Salon de palacio.

 

CLAUDIO. GERTRUDIS. HAMLET. POLONIO. LAERTES. VOLTIMAN. CORNELIO. CABALLEROS. DAMAS Y ACOMPAÑAMIENTO.

 

claudio.

Aunque la muerte de mi querido hermano Hamlet está todavía tan reciente en nuestra memoria, que obliga á mantener en tristeza los corazones y á que en todo el reino solo se observe la imágen del dolor; con todo eso, tanto ha combatido en mí la razon á la naturaleza, que he conservado un prudente sentimiento de su pérdida, junto con la memoria de lo que á nosotros nos debemos. A este fin he recibido por esposa á la que un tiempo fué mi hermana y hoy reina conmigo, compañera en el trono de esta belicosa nacion; si bien estas alegrías son imperfectas, pues en ellas se han unido á la felicidad las lágrimas, las fiestas á la pompa fúnebre, los cánticos de muerte á los epitalamios de himeneo, pesados en igual balanza el placer y la afliccion. Ni hemos dejado de seguir los dictámenes de vuestra prudencia, que en esta ocasion ha procedido con absoluta libertad, de lo cual os quedo muy agradecido. Ahora falta deciros, que el jóven Fortimbrás 8 , estimándome en poco, ó presumiendo que la reciente muerte de mi querido hermano habrá producido en el reino trastorno y desunion; fiado en esta soñada superioridad, no ha cesado de importunarme con mensages, pidiéndome le restituya aquellas tierras que perdió su padre y adquirió mi valeroso hermano con todas las formalidades de la ley. Basta ya lo que de él he dicho. Por lo que á mí toca, y en cuarto al objeto que hoy nos reune, veisle aquí. Escribo al rey de Noruega, tio del jóven Fortimbrás, que doliente y postrado en el lecho apenas tiene noticia de los proyectos de su sobrino, á fin de que le impida llevarlos adelante, pues tengo ya exactos informes de la gente que levanta contra mí, su calidad, su número y fuerzas. Prudente Cornelio, y tú Voltiman, vosotros saludareis en mi nombre al anciano Rey; aunque no os doy facultad personal para celebrar con él tratado alguno, que exceda los límites expresados en estos artículos. ( Les da unas cartas.) Id con Dios, y espero que manifestareis en vuestra diligencia el zelo de servirme.

 

voltiman.

En esta y cualquiera otra comision os daremos pruebas de nuestro respeto.

 

claudio.

No lo dudaré. El cielo os guarde.

ESCENA IV.

CLAUDIO. GERTRUDIS. HAMLET. POLONIO. LAERTES. DAMAS. CABALLEROS Y ACOMPAÑAMIENTO.

 

claudio.

¿Y tú, Laertes, qué solicitas? Me has hablado de una pretension, ¿no me dirás cual sea? En cualquiera cosa justa que pidas al rey de Dinamarca, no será vano el ruego. ¿Ni qué podrás pedirme que no sea mas ofrecimiento mio, que demanda tuya? No es mas adicto á la cabeza el corazon, ni mas pronta la mano en servir á la boca, que lo es el trono de Dinamarca para con tu padre. ¿En fin, qué pretendes?

 

laertes.

Respetable soberano, solicito la gracia de vuestro permiso para volver á Francia. De allí he venido voluntariamente á Dinamarca á manifestaros mi leal afecto, con motivo de vuestra coronacion; pero ya cumplida esta deuda, fuerza es confesaros que mis ideas y mi inclinacion me llaman de nuevo á aquel pais, y espero de vuestra mucha bondad esta licencia.

 

claudio.

¿Has obtenido ya la de tu padre? ¿Qué dices Polonio?

 

polonio.

A fuerza de importunaciones ha logrado arrancar mi tardio consentimiento. Al verle tan inclinado, firmé últimamente la licencia de que se vaya, aunque á pesar mio; y os ruego, señor, que se la concedais.

 

claudio.

Elige el tiempo que te parezca mas oportuno para salir, y haz cuanto gustes y sea mas conducente á tu felicidad. Y tú, Hamlet, mi deudo, mi hijo!

 

hamlet.

Algo mas que deudo, y menos que amigo. 9

 

claudio.

¿Qué sombras de tristeza te cubren siempre?

 

hamlet.

Al contrario, señor, estoy demasiado á la luz.

 

gertrudis.

Mi buen Hamlet, no así tu semblante manifieste afliccion; véase en él que eres amigo de Dinamarca: ni siempre con abatidos párpados busques entre el polvo á tu generoso padre. Tú lo sabes, comun es á todos, el que vive debe morir, pasando de la naturaleza á la eternidad.

 

hamlet.

Sí señora, á todos es comun.

 

gertrudis.

Pues si lo es, ¿por qué aparentas tan particular sentimiento?

 

hamlet.

¿Aparentar? No señora, yo no sé aparentar. Ni el color negro de este manto, ni el trage acostumbrado en solemnes lutos, ni los interrumpidos sollozos, ni en los ojos un abundante rio, ni la dolorida expresion del semblante, junto con las fórmulas, los ademanes, las exterioridades de sentimiento; bastarán por sí solos, mi querida madre, á manifestar el verdadero afecto que me ocupa el ánimo. Estos signos aparentan, es verdad; pero son acciones que un hombre puede fingir.... Aquí, ( Tocàndose el pecho.) aquí dentro tengo lo que es mas que apariencia: lo restante no es otra cosa que atavios y adornos del dolor.

 

claudio.

Bueno y laudable 10 es que tu corazon pague á un padre esa lúgubre deuda, Hamlet; pero, no debes ignorarlo, tu padre perdió un padre tambien y aquel perdió el suyo. El que sobrevive, limita la filial obligacion de su obsequiosa tristeza á un cierto término; pero continuar en interminable desconsuelo, es una conducta de obstinacion impía. Ni es natural en el hombre tan permanente afecto; que anuncia una voluntad rebelde á los decretos de la Providencia, un corazon débil, un alma indócil, un talento limitado y falto de luces. ¿Será bien que el corazon padezca, queriendo neciamente resistir á lo que es y debe ser inevitable? ¿á lo que es tan comun como cualquiera de las cosas que mas á menudo hieren nuestros sentidos? Este es un delito contra el cielo, contra la muerte, contra la naturaleza misma; es hacer una injuria absurda á la razon, que nos da en la muerte de nuestros padres la mas frecuente de sus lecciones, y que nos está diciendo, desde el primero de los hombres hasta el último que hoy espira: mortales, ved aquí vuestra irrevocable suerte. Modera, pues, yo te lo ruego, esa inútil tristeza: considera que tienes un padre en mí, puesto que debe ser notorio al mundo que tú eres la persona mas inmediata á mi trono y que te amo con el afecto mas puro que puede tener á su hijo un padre. Tu resolucion de volver á los estudios de Witemberga es la mas opuesta á nuestro deseo, y antes bien te pedimos que desistas de ella; permaneciendo aquí, estimado y querido á vista nuestra, como el primero de mis cortesanos, mi pariente y mi hijo.

 

gertrudis.

Yo te ruego, Hamlet, que no vayas á Wittemberga: quédate con nosotros. No sean vanas las súplicas de tu madre.

 

hamlet.

Obedeceros en todo, será siempre mi primer conato.

 

claudio.

Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el imperio danés. Venid, señora. La síncera y fiel cosdescendencia de Hamlet ha llenado de alegría mi corazon. En aplauso de este acontecimiento, no celebrará hoy Dinamarca festivos brindis, sin que lo anuncie á las nubes el cañon robusto, y el cielo retumbe muchas veces á las aclamaciones del rey, repitiendo el trueno de la tierra. Venid.

ESCENA V.

HAMLET.

 

¡Oh! si esta demasiado sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse, disuelta en lluvia de lágrimas! ó el Todopoderoso no asestara el cañon contra el homicida de sí mismo! ¡Oh Dios! ¡oh Dios mió! cuan fatigado ya de todo, juzgo molestos, insípidos y vanos los placeres del mundo! Nada; nada quiero de él: es un campo inculto y rudo, que solo abunda en frutos groseros y amargos. ¡Qué esto haya llegado á suceder á los dos meses que él ha muerto!... No, ni tanto: aun no ha dos meses. Aquel excelente rey, que fué comparado con éste, como con un Sátiro, Hiperion: tan amante de mi madre, que ni á los aires celestes permitia llegar atrevidos á su rostro. ¡Oh cielo y tierra!... ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa como si en la posesion hubieran crecido sus deseos. Y no obstante, en un mes.... ¡ah! no quisiera pensar esto. ¡Fragilidad! ¡tú tienes 11 nombre de muger! En el corto espacio de un mes y aun antes de romper los zapatos 12 con que, semejante á Niobe, bañada en lágrimas, acompañó el cuerpo de mi triste padre.... sí, ella, ella misma. ¡Cielos! una fiera, incapaz de razon y discurso, hubiera mostrado afliccion mas durable. Se ha casado, en fin, con mi tio, hermano de mi padre; pero no mas parecido á él que yo lo soy á Hércules. En un mes.... enrojecidos aun los ojos con el pérfido llanto, se casó. ¡Ah, delincuente precipitacion! ir á ocupar con tal diligencia un lecho incestuoso! Ni esto es bueno, ni puede producir bien. Pero, hazte pedazos corazon mio, que mi lengua debe reprimirse.

ESCENA VI.

HAMLET. HORACIO. BERNARDO. MARCELO.

 

horacio.

Buenos dias, señor.

 

hamlet.

Me alegro de verte bueno..... ¿Es Horacio? ó me he olvidado de mí propio.

 

horacio.

El mismo soy, y siempre vuestro humilde criado.

 

hamlet.

Mi buen amigo, yo quiero trocar contigo ese título que te das. ¿A qué has venido de Witemberga?.... ¡Ah, Marcelo!

 

marcelo.

Señor.

 

hamlet.

Mucho me alegro de verte con salud tambien. Pero, la verdad, á qué has venido de Witemberga?

 

horacio.

Señor.... deseos de holgarme.

 

hamlet.

No quisiera oir de boca de tu enemigo otro tanto: ni podrás forzar mis oidos á que admitan una disculpa que te ofende. Yo sé que no eres desaplicado. Pero, díme, ¿qué asuntos tienes