Obras dramáticas y líricas. Tomo V - Leandro Fernández de Moratín - E-Book

Obras dramáticas y líricas. Tomo V E-Book

Leandro Fernández de Moratín

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Beschreibung

Colección completa de las obras de Moratín, compuestas por sus comedias, sus traducciones y su poesía, sus discursos y otros textos. Este libro, en cuya edición participó el propio autor, es la mejor entrada al teatro neoclásico en España, de mano de uno de los dramaturgos más importantes de su época. En este quinto volumen se reúnen más traducciones y adaptaciones de Moratín, como la obra de La escuela de los maridos, de Máiquez o El médico a palos, una comedia de Molière. El tomo concluye con la obra en prosa más conocida del dramaturgo, La derrota de los pedantes, una obra burlesca que ataca los tópicos de otras historias clásicas.

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Seitenzahl: 248

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Leandro Fernández de Moratín

Obras dramáticas y líricas. Tomo V

NUEVA EDICION. TRADUCCIONES DRAMATICAS.

Saga

Obras dramáticas y líricas. Tomo V

 

Copyright © 1834, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726788952

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

LA ESCUELA DE LOS MARIDOS.

COMEDIA.

Sed longe sequere, et vestigia semper adora.

Thebaidos. Lib. Xii.

PERSOMAS.

DON GREGORIO. DON MANUEL. DOÑA ROSA. DOÑA LEONOR. JULIANA. DON ENRIQUE. COSME. UN COMISARIO. UN ESCRIBANO. UN LACAYO. No hablan.UN CRIADO. No hablan.

La escena es en Madrid, en la plazuela de los Afligidos.

La primera casa á mano derecha inmediata al proscenio es la de D. Gregorio, y la de enfrente la de D. Manuel. Al fin de la acera, junto al foro, está la de D. Enrique, y al otro lado la del comisario. Habrá salidas de calle practicable para salir y entrar los personages de la comedia.

La accion empieza à las cinco de la tarde, y acaba á las ocho de la noche.

ACTO PRIMERO.

ESCENA 1.

DON MANUEL. DON GREGORIO.

 

d. gregorio .

Y por último, señor Don Manuel, aunque usted es en efecto mi hermano mayor, yo no pienso seguir sus correcciones de usted, ni sus ejemplos. Haré lo que guste, y nada mas; y me va muy lindamente con hacerlo así.

 

d. manuel .

Ya; pero das lugar á que todos se burlen, y....

 

d. gregorio .

¿Y quién se burla? Otros tan mentecatos como tú.

 

d. manuel .

Mil gracias por la atencion, señor Don Gregorio.

 

d. gregorio .

Y bien, ¿qué dicen esos graves censores? ¿Qué hallan en mí que merezca su desaprobacion?

 

d. manuel .

Desaprueban la rusticidad de tu carácter, esa aspereza que te aparta del trato y los placeres honestos de la sociedad, esa extravagancia que te hace tan ridículo en cuanto piensas y dices y obras, y hasta en el modo de vestir te singulariza.

 

d. gregorio .

En eso tienen razon, y conozco lo mal que hago en no seguir puntualmente lo que manda la moda; en no proponerme por modelo á los mocitos evaporados, casquivanos y pisaverdes. Si así lo hiciera, estoy bien seguro de que mi hermano mayor me lo aplaudiria, porque, gracias á Dios, le veo acomodarse puntualmente á cuantas locuras adoptan los otros.

 

d. manuel .

¡Es raro empeño el que has tomado de recordarme tan á menudo que soy viejo! Tan viejo soy, que te llevo dos años de ventaja; yo he cumplido cuarenta y cinco, y tú cuarenta y tres; pero aunque los mios fuesen muchos mas, ¿sería esta una razon para que me culpáras el ser tratable con las gentes, el tener buen humor, el gustar de vestirme con decencia, andar limpio y.... Pues qué, ¿la vejez nos condena, por ventura, á aborrecerlo todo, á no pensar en otra cosa que en la muerte? ¿O deberemos añadir á la deformidad que traen los años consigo un desaliño voluntario, una sordidez que repugne á cuantos nos vean, y sobre todo, un mal humor y un ceño que nadie pueda sufrir? Yo te aseguro que si no mudas de sistema, la pobre Rosita será poco feliz con un marido tan impertinente como tú, y que el matrimonio que la previenes será tal vez un orígen de disgustos y de recíproco aborrecimiento, que....

 

d. gregorio .

La pobre Rosita vivirá mas dichosa conmigo, que su hermanita la pobre Leonor destinada á ser esposa de un caballero de tus prendas y de tu mérito. Cada uno procede y discurre como le parece, señor hermano…… Las dos son huérfanas; su padre, amigo nuestro, nos dejó encargada al tiempo de su muerte la educacion de entrambas, y previno que si andando el tiempo queríamos casarnos con ellas, desde luego aprobaba y bendecia esta union; y en caso de no verificarse, esperaba que las buscaríamos una colocacion proporcionada, fiándolo todo á nuestra honradez y á la mucha amistad que con él tuvimos. En efecto, nos dió sobre ellas la autoridad de tutor, de padre y esposo. Tú te encargaste de cuidar de Leonor, y yo de Rosita: tú has enseñado á la tuya como has querido, y yo á la mia como me ha dado la gana, ¿estamos?

 

d. manuel .

Sí; pero me parece á mí....

 

d. gregorio .

Lo que á mí me parece es que usted no ha sabido educar la suya; pero repito que cada cual puede hacer en esto lo que mas le agrade. Tú consientes que la tuya sea despejada y libre y pispireta: séalo en buen hora. Permites que tenga criadas, y se deje servir como una señorita: lindamente. La das ensanches para pasearse por el lugar, ir á visitas, y oir las dulzuras de tanto enamorado zascandil: muy bien hecho. Pero yo pretendo que la mia viva á mi gusto, y no al suyo; que se ponga un juboncito de estameña; que no me gaste zapaticos de color, sino los dias en que repican recio; que se esté quietecita en casa, como conviene á una doncella virtuosa; que acuda á todo; que barra, que limpie, y cuando haya concluido estas ocupaciones, me remiende la ropa y haga calceta. Esto es lo que quiero; y que nunca oiga las tiernas quejas de los mozalbetes antojadizos; que no hable con nadie, ni con el gato, sin tener escucha; que no salga de casa jamás sin llevar escolta.... La carne es frágil, señor mio: yo veo los trabajos que pasan otros; y puesto que ha de ser mi muger, quiero asegurarme de su conducta, y no exponerme á aumentar el número de los maridos zanguangos.

ESCENA II.

DOÑA LEONOR. DOÑA ROSA. JULIANA.

(Las tres salen con mantilla y basquiña de casa de D. Gregorio, y hablan inmediatas á la puerta. )

D. GREGORIO. D. MANUEL.

 

doña leonor .

No te dé cuidado. Si te riñe, yo me encargo de responderle.

 

juliana .

¡Siempre metida en un cuarto, sin ver la calle, ni poder hablar con persona humana! ¡Qué fastidio!

 

doña leonor .

Mucha lástima tengo de tí.

 

doña rosa .

Milagro es que no me haya dejado debajo de llave, ó me haya llevado consigo, que aun es peor.

 

juliana .

Le echaria yo mas alto que....

 

d. gregorio .

¡Oiga! ¿Y adónde van ustedes, niñas?

 

doña leonor .

La he dicho á Rosita que se venga conmigo para que se esparza un poco. Saldremos por aquí por la puerta de San Bernardino, y entraremos por la de Fuencarral. D. Manuel nos hará el gusto de acompañarnos....

 

d. manuel .

Sí por cierto: vamos allá.

 

doña leonor .

Y mire usted: yo me quedo á merendar en casa de Doña Beatriz.... Me ha dicho tantas veces que por qué no llevo á esta por allá, que ya no sé qué decirla: con que, si usted quiere, irá conmigo esta tarde; merendaremos, nos divertiremos un rato por el jardin, y al anochecer estamos de vuelta.

 

d. gregorio .

Usted (A Doña Leonor, à Juliana, à D. Manuel y à Doña Rosa, segun lo indica el diàlogo.)

puede irse adonde guste: usted puede ir con ella.... Tal para cual. Usted puede acompañarlas si lo tiene á bien; y usted á casa.

 

d. manuel .

Pero, hermano, déjalas que se diviertan y que....

 

d. gregorio .

A mas ver.

(Coge del brazo à Doña Rosa, haciendo ademan de entrarse con ella en su casa.)

 

d. manuel .

La juventud necesita....

 

d. gregorio .

La juventud es loca, y la vejez es loca tambien muchas veces.

 

d. manuel .

¿Pero hay algun inconveniente en que se vaya con su hermana?

 

d. gregorio .

No, ninguno, pero conmigo está mucho mejor.

 

d. manuel .

Considera que....

 

d. gregorio .

Considero que debe hacer lo que yo la mande.... y considero que me interesa mucho su conducta.

 

d. manuel .

¿Pero piensas tú que me será indiferente á mí la de su hermana?

 

juliana .

(Aparte. ¡Tuerto maldito!)

 

doña rosa .

No creo que tiene usted motivo ninguno para....

 

d. gregorio .

Usted calle, señorita, que ya la explicaré yo á usted si es bien hecho querer salir de casa sin que yo se lo proponga, y la lleve, y la traiga, y la cuide.

 

doña leonor .

¿Pero qué quiere usted decir con eso?

 

d. gregorio .

Señora Doña Leonor, con usted no va nada. Usted es una doncella muy prudente. No hablo con usted.

 

doña leonor .

¿Pero piensa usted que mi hermana estará mal en mi compañía?

 

d. gregorio .

¡Oh, qué apurar! (Suelta el brazo de Doña Rosa y se acerca adonde estàn los demas.)No estará muy bien, no señora, y hablando en plata, las visitas que usted la hace me agradan poco, y el mayor favor que usted puede hacerme, es el de no volver por acá.

 

doña leonor .

Mire usted, señor D. Gregorio, usando con usted de la misma franqueza, le digo, que yo no sé cómo ella tomará semejantes procedimientos, pero bien adivino el efecto que haria en mí una desconfianza tan injusta. Mi hermana es, pero dejaria de tener mi sangre, si fuesen capaces de inspirarla amor esos modales feroces, y esa opresion en que usted la tiene.

 

juliana .

Y dice bien. Todos esos cuidados son cosa insufrible. ¡Encerrar de esa manera á las mugeres! Pues qué, ¿estamos entre turcos, que dicen que las tienen allá como esclavas, y que por eso son malditos de Dios? ¡Vaya que nuestro honor debe ser cosa bien quebradiza, si tanto afan se necesita para conservarle! Y qué, ¿piensa usted que todas esas precauciones pueden estorbarnos el hacer nuestra santísima voluntad? Pues no lo crea usted, y al hombre mas ladino le volvemos tarumba, cuando se nos pone en la cabeza burlarle y confundirle. Ese encerramiento y esas centinelas son ilusiones de locos, y lo mas seguro es fiarse de nosotras. El que nos oprime, á grandísimo peligro se expone; nuestro honor se guarda á sí mismo, y el que tanto se afana en cuidar de él, no hace otra cosa que despertarnos el apetito. Yo de mí sé decir, que si me tocára en suerte un marido tan caviloso como usted y tan desconfiado, por el nombre que tengo que me las habia de pagar.

 

d. gregorio .

Mira la buena enseñanza que das á tu familia, ¿ves? ¿Y lo sufres con tanta paciencia?

 

d. manuel .

En lo que ha dicho no hallo motivos de enfadarme sino de reir, y bien considerado no la falta razon. Su sexo necesita un poco de libertad, Gregorio, y el rigor excesivo no es á proposito para contenerle. La virtud de las esposas y de las doncellas no se debe ni á la vigilancia mas suspicaz, ni á las zelosías, ni á los cerrojos. Bien poco estimable sería una muger, si solo fuese honesta por necesidad y no por eleccion. En vano queremos dirigir su conducta, si antes de todo no procuramos merecer su confianza y su cariño. Yo te aseguro, que á pesar de todas las precauciones imaginables, siempre temeria que peligrase mi honor en manos de una persona á quien solo faltase la ocasion de ofenderme; si por otra parte la sobraban los deseos.

 

d. gregorio .

Todo eso que dices, no vale nada.

(Juliana se acerca à Doña Rosa, que estarà algo apartada. D. Gregorio lo advierte, la mira con enojo, y Juliana vuelve à retirarse.)

 

d. manuel .

Será lo que tú quieras.... Pero insisto en que es menester instruir á la juventud con la risa en los labios, reprender sus defectos con grandísima dulzura, y hacerla que ame la virtud, no que á su nombre se atemorice. Estas máximas he seguido en la educacion de Leonor. Nunca he mirado como delito sus desahogos inocentes, nunca me he negado á complacer aquellas inclinaciones que son propias de la primera edad, y te aseguro que hasta ahora no me ha dado motivos de arrepentirme. La he permitido que vaya á concurrencias, á diversiones, que baile, que frecuente los teatros, porque en mi opinion (suponiendo siempre los buenos principios) no hay cosa que mas contribuya á rectificar el juicio de los jóvenes. Y á la verdad, si hemos de vivir en el mundo, la escuela del mundo instruye mejor que los libros mas doctos. Su padre dispuso que fuera mi muger, pero estoy bien lejos de tiranizarla; para ninguna cosa la daré mayor libertad que para esta resolucion, porque no debo olvidarme de la diferencia que hay entre sus años y los mios. Mas quiero verla agena, que poseerla á costa de la menor repugnancia suya.

 

d. gregorio .

¡Qué blandura, qué suavidad! Todo es miel y almivar.... Pero permítame usted que le diga, señor hermane, que cuando se ha concedido en los primeros años demasiada holgura á una niña, es muy difícil ó acaso imposible el sujetarla despues, y que se verá usted sumamente embrollado cuando su pupila sea ya su muger, y por consecuencia tenga que mudar de vida y costumbres.

 

d. manuel .

¿Y por qué ha de hacerse esa mudanza?

 

d. gregorio .

¿Por qué?

 

d. manuel .

Sí.

 

d. gregorio .

No sé. Si usted no lo alcanza, yo no lo sé tampoco.

 

d. manuel .

¿Pues hay algo en eso contra la estimacion?

 

d. gregorio .

¡Calle! ¿Con qué si usted se casa con ella, la dejará vivir en la misma santa libertad que ha tenido hasta ahora?

 

d. manuel .

¿Y por qué no?

 

d. gregorio .

¿Y consentirá que gaste blondas y cintas y flores y abaniquitos de anteojo y….

 

d. manuel .

Sin duda.

 

d. gregorio .

¿Y que vaya al prado y á la comedia con otras cabecillas, y habrá simoniaco y merienda en el rio, y….

 

d. manuel .

Cuando ella quiera.

 

d. gregorio .

¿Y tendrá usted conversacion en casa, chocolate, lotería, baile, forte-piano y coplitas italianas?

 

d. manuel .

Preciso.

 

d. gregorio .

¿Y la señorita oirá las impertinencias de tanto galan amartelado?

 

d. manuel .

Si no es sorda.

 

d. gregorio .

¿Y usted callará á todo, y lo verá con ánimo tranquilo?

 

d. manuel .

Pues ya se supone.

 

d. gregorio .

Quítate de ahí que eres un loco….. Vaya usted adentro, niña: usted no debe asistir á pláticas tan indecentes.

(Hace entrar en su casa à Doña Rosa apresuradamente, cierra la puerta y se pasea colérico por el teatro.)

ESCENA III.

DON MANUEL. DON GREGORIO. DOÑA LEONOR. JULIANA.

 

d. manuel .

Ya te lo he dicho. La que sea mi esposa vivirá conmigo en libertad honesta, la trataré bien, haré estimacion de ella, y probablemente corresponderá como debe á este amor y á esta confianza.

 

d. gregorio .

¡Oh! ¡qué gusto he de tener cuando la tal esposa le....

 

d. manuel .

¿Qué?.... Vamos, acaba de decirlo.

 

d. gregorio .

¡Qué gusto ha de ser para mí!

 

d. manuel .

Yo ignoro cuál será mi suerte, pero creo que si no te sucede á tí el chasco pesado que me pronosticas, no será ciertamente por no haber hecho de tu parte cuantas diligencias son necesarias para que suceda.

 

d. gregorio .

Sí, rie, búrlate. Ya llegará la mia, y veremos entonces cuál de los dos tiene mas gana de reir.

 

doña leonor .

Yo le aseguro del peligro con que usted le amenaza, señor D. Gregorio, y desprecio la infame sospecha que usted se atreve á suścitar delante de mí. Yo le prometo, si llega el caso de que este matrimonio se verifique, que su honor no padezca, porque me estimo á mí propia en mucho; pero si usted hubiera de ser mi marido, en verdad que no me atreveria á decir otro tanto.

 

juliana .

Realmente es cargo de conciencia con los que nos tratan bien, y hacen confianza de nosotras; pero con hombres como usted, pan bendito.

 

d. gregorio .

Vaya enhoramala, habladora, desvergonzada, insolente.

 

d. manuel .

Tú tienes la culpa de que ella hable así….. Vamos, Leonor. Allá te dejaré con tus amigas, y yo me volveré á despachar el correo.

 

doña leonor .

¿Pero no irá usted por mí?

 

d. manuel .

¿Qué sé yo? Si no he ido al anochecer, el criado de Doña Beatriz puede acompañaros. A Dios, Gregorio. Con que quedamos en que es menester mudar de humor, y en que esto de encerrar á las mugeres es mucho desatino. Soy criado de usted.

(D. Manuel y las dos mugeres se van por una de las calles.)

 

d. gregorio .

Yo no soy criado de usted. Vaya usted con Dios.

ESCENA IV.

DON GREGORIO.

 

Dios los cria, y ellos se juntan….. ¡Qué familia! Un hombre maduro, empeñado en vivir como un mancebito de primera tijera; una solterita desenfadada y muger de mundo; unos criados sin vergüenza, ni.... No, la prudencia misma no bastaria á corregir los desórdenes de semejante casa…… Lo peor es que Rosita no aprenderá cosa buena con estos ejemplos, y tal vez pudieran malograrse las ideas de recogimiento y virtud que he sabido inspirarla…. Pondremos remedio.... Muy buena es la plazuela de Afligidos, pero en Griñon estará mejor. Sí, cuanto antes; y allí volverá á divertirse con sus lechugas y sus gallinitas.

ESCENA V.

DON ENRIQUE. COSME. (Salen los dos de la casa de D. Enrique, y obserran á D. Gregorio, que estará distante. ) D. GREGORIO.

 

cosme .

¿Es él?

 

d. enrique .

Sí, él es: el cruel tutor de la hermosa prisionera que adoro.

 

d. grecorio .

¿Pero no es cosa de aturdirse al ver la corrupcion actual de las costumbres....

 

d. enrique .

Quisiera vencer mi repugnancia, hablar con él y ver si logro de alguna manera introducirme.

 

d. gregorio .

En vez de aquella severidad que caracterizaba la honradez antigua. (Se acerca un poco D. Enrique por el lado derecho de Don Gregorio, y le hace cortesía.)no vemos en nuestra juventud sino excesos de inobediencia, libertinage y....

 

d. enrique .

¿Pero este hombre no ve?

 

cosme .

¡Ay! es verdad. Ya no me acordaba. Si este es el lado del ojo huero. Vamos por el otro.

(Hace que D. Enrique pase por detràs de D. Gregorio al lado opuesto.)

 

d. gregorio .

No, no, no…… Es preciso salir de aquí. Mi permanencia en la corte no pudiera menos de....

(Estornuda y se suena.)

 

d. enrique .

No hay remedio: yo quiero introducirme con él.

 

d. gregorio .

¿Eh? (Se vuelve hàcia el lado derecho, y no viendo à nadie, prosigue su discurso.) Pensé que hablaban.... A lo menos en un lugar, bendito Dios, no se ven estas locuras de por aquí.

 

cosme .

Acérquese usted.

 

d. gregorio .

¿Quién va? (Vuelve por el lado derecho, se rasca la oreja, y al concluir una vuelta entera repara en D. Enrique, que le hace cortesías con el sombrero. D. Gregorio se aparta, y D. Enrique se le va acercando.) Las orejas me zumban…. Allí todas las diversiones de las muchachas se reducen á.... ¿Es á mí?

 

cosme .

Animo.

 

d. gregorio .

Allí ninguno de estos barbilindos viene con sus… ¡Qué diablos!... ¡Dale!... ¡Vaya que el hombre es atento!

 

d. enrique

Mucho sentiria, caballero, haberle distraido á usted de sus meditaciones.

 

d. gregorio .

En efecto.

 

d. enrique .

Pero la oportunidad de conocer á usted que ahora se me presenta, es para mí una fortuna, una satisfaccion tan apetecible, que no he podido resistir al deseo de saludarle....

 

d. gregorio .

Bien.

 

d. enrique .

Y de manifestarle á usted con la mayor sinceridad, cuanto celebraria poderme ocupar en servicio suyo.

 

d. gregorio .

Lo estimo.

 

d. enrique .

Tengo la dicha de ser vecino de usted, en lo cual debo estar muy agradecido á mi suerte, que me proporciona....

 

d. gregorio .

Muy bien.

 

d. enrique .

Y, ¿sabe usted las noticias que hoy tenemos? En la corte aseguran, como cosa muy positiva....

 

d. gregorio .

¿Qué me importa?

 

d. enrique .

Ya; pero á veces tiene uno curiosidad de saber novedades, y....

 

d. gregorio .

¡Eh!

 

d. enrique .

Realmente (Despues de una larga pausa prosigue D. Enrique. Se para, deseando que D. Gregorio le contexte, y viendo que no lo hace, sigue hablando.) Madrid es un pueblo en que se disfrutan mas comodidades y diversiones que en otra parte.... Las provincias en comparacion de esto…… Ya se vé, ¡aquella soledad, aquella monotonía!.... ¿Y usted en qué pasa el tiempo?

 

d. gregorio .

En mis negocios.

 

d. enrique .

Sí; pero el ánimo necesita descanso, y á las veces se rinde por la demasiada aplicacion á los asuntos graves.... Y de noche, antes de recogerse, ¿qué hace usted?

 

d. gregorio .

Lo que me da la gana.

 

d. enrique .

Muy bien dicho. La respuesta es exactísima y desde luego se echa de ver su prudencia de usted en no querer hacer cosa que no sea muy de su agrado. Cierto que.... Yo, si usted no estuviese muy ocupado, pasaria, así, algunas noches á su casa de usted y....

 

d. gregorio .

Agur. (Atraviesa por entre los dos, se entra à su casa y cierra.)

ESCENA VI.

DON ENRIQUE. COSME.

 

d. enrique .

¿Qué te parece Cosme? ¿Ves, que hombre ese?

 

cosme .

Asperillo es de condicion, y amargo de respuestas.

 

d. enrique .

¡Ah! ¡yo me desespero!

 

cosme .

¿Y porqué?

 

d. enrique .

¿Eso me preguntas? Porque veo sin libertad á la prenda que mas estimo: en poder de ese bárbaro, de ese dragon vigilante, que la guarda y la oprime.

 

cosme .

Auto en favor. Eso que á usted le apesadumbra, debiera hacerle concebir mayor esperanza. Sepa usted, señor D. Enrique, para que se tranquilice y se consuele, que una muger á quien zelan y guardan mucho, está ya medio conquistada, y que el mal humor de los maridos y de los padres no hace otra cosa que adelantar las pretensiones del galan. Yo no soy enamoradizo, ni entiendo de esos filis; pero muchas veces oí decir á algunos de mis amos anteriores (corsariosdeprofesion), que no había para ellos mayor gusto que el de hallarse con uno de estos maridos fastidiosos, groseros, regañones, atisvadores, impertinentes, cavilosos, coléricos, que armados con la autoridad de maridos, á vista de los amantes de su muger, la martirizan y la desesperan. ¿Y qué sucede? Lo que es natural, naturalísimo: que el tímido caballero, animándose al ver el justo resentimiento de la señora por los ultrajes que ha padecido, se lastima de su situacion, la consuela, la acaricia, la arrulla; y ella, como es regular, se lo agradece, y…… en fin, se adelanta camino. Créame usted: la aspereza del consabido tutor le facilitará á usted los medios de enamorar á la pupila.

 

d. enrique .

¿Qué facilidades me propones, cuando sabes que hace ya tres meses que suspiro en vano? Ganado el pleito, por el cual emprendí mi viaje de Córdoba á Madrid, entretengo con dilaciones á mi buen padre, impaciente de verme; huyo del trato de mis amigos, de las muchas distracciones que ofrece la corte; me vengo á vivir á este barrio solitario para estar cerca de Doña Rosita y tener ocasiones de hablarla, y hasta ahora mi desdicha ha sido tan grande, que no lo he podido conseguir.

 

cosme .

Dicen que amor es invencionero y astuto; pero no me parece á mí que usted pone toda la diligencia que pide el caso, ni que discurre arbitrios para....

 

d. enrique .

¿Y qué he de hacer yo, si la casa está cerrada siempre como un castillo; si no hay dentro de ella criado ni criada alguna de quien poder valerme; si nunca sale por esa puerta sin ir acompañada de su feroz alcaide?

 

cosme .

¿De suerte que ella todavía no sabe que usted la quiere?

 

d. enrique .

No sé qué decirte. Bien me ha visto que la sigo á todas partes, y que me recato de que su tutor repare en mí. Cuando la lleva á misa á San Marcos, allí estoy yo; si alguna vez se va á pasear con ella hácia la Florida, al cementerio ó al camino de Maudes, siempre la he seguido á lo lejos. Cuando he podido acercarme, bien he procurado que lea en mis ojos lo que padece mi corazon; ¿pero quién sabe si ella ha comprendido este idioma, y si agradece mi amor ó le desestima?

 

cosme .

A la fe que el tal lenguage es un poco obscuro, si no le acompañan las palabras ó las letras.

 

d. enrique .

No sé qué hacer para salir de esta inquietud, y averiguar si me ha entendido, y conoce lo que la quiero…… Discurre tú algun arbitrio….

 

cosme .

Sí, discurramos.

 

d. enrique .

A ver si se puede….

 

cosme .

Ya lo entiendo; pero aquí no estamos bien. A casa.

 

d. enrique .

¿Pues qué importa que....

 

cosme .

No ve usted que si el amigo estuviese ahí detrás de las persianas avizorándonos con el ojo que le sobra…… No, no, á casa…. Y despacito, como que....

 

d. enrique .

Sí, dices bien.

(Vanse los dos, encaminándose lentamente à casa de D. Enrique.)

________

ACTO SEGUNDO.

ESCENA I.

(Sale D. Manuel por una delas calles, llega à su casa, tira de la campanilla,despues de una breve pausa se abre la puerta, entra, y queda cerrada como antes.)

 

d. manuel .

Abre.

ESCENA II.

D. GREGORIO. DOÑA ROSA.

(Salen los dos de casa de D. Gregorio.)

 

d. gregorio .

Bien, vete que ya sé la casa, y aun por las señas que me das tambien caigo en quien es el sugeto.

(Se aparta un poco de Doña Rosa, y vuelve despues.)

 

doña rosa .

¡Oh! ¡Favorezca la suerte los ardides que me inspira un inocente amor!

 

d. gregorio .

¿No dices que has oido que se llama D. Enrique?

 

doña rosa .

Sí, D. Enrique.

 

d. gregorio .

Pues bien, tranquilízate. Vete adentro y déjame, que yo estaré con ese aturdido y le diré lo que hace al caso.

(Vuelve à apartarse, y se queda pensativo. Entretanto Doña Rosa se entra y cierra la puerta. Don Gregorio llama à la de D. Enrique.)

 

doña rosa .

Para una doncella demasiado atrevimiento es este.... ¿Pero qué persona de juicio se negará á disculparme, si considera el injusto rigor que padezco?

 

d. gregorio .

No perdamos tiempo…… ¡Ah de casa!.... Gente de paz.... Ya no me admiro de que el dichoso vecinito se me viniese haciendo tantas reverencias, pero yo le haré ver que su proyecto insensato no le....

ESCENA III.

COSME. D. GREGORIO. D. ENRIQUE.

 

d. gregorio .

¡Qué bruto de…..(Al salir Cosme da un gran tropezon con D. Gregorio.)¡No ve usted qué modo de salir!.... ¡Por poco no me hace desnucar el bárbaro!

(Mientras D. Gregorio busca y limpia el sombrero que ha caido por el suelo, sale D. Enrique, y durante la escena le trata con afectado cumplimiento, to cual va impacientande progresiramente à D. Gregorio.)

 

d. enrique .

Caballero, siento mucho que....

 

d. gregorio .

¡Ah! precisamente es usted el que busco.

 

d. enrique .

¿A mí, señor?

 

d. gregorio .

Sí por cierto.... ¿No se llama usted Don Enrique?

 

d. enrique .

Para servir á usted.

 

d. gregorio .

Para servir á Dios.... Pues señor, si usted lo permite, yo tengo que hablarle.

 

d. enrique .

¿Será tanta mi felicidad, que pueda complacerle á usted en algo?

 

d. gregorio .

No, al contrario, yo soy el que trato de hacerle á usted un obsequio, y por eso me he tomado la libertad de venir á buscarle.

 

d. enrique .

¿Y usted venia á mi casa con ese intento?

 

d. gregorio .

Sí señor.... ¿Y qué hay en eso de particular?

 

d. enrique .

¿Pues no quiere usted que me admire, y que envanecido con el honor de que....

 

d. gregorio .

Dejémonos ahora de honores y de envanecimientos.... Vamos al caso.

 

d. enrique .

Pero tómese usted la molestia de pasar adelante.

 

d. gregorio .