Placeres en la montaña - Vanessa Vale - E-Book

Placeres en la montaña E-Book

Vale Vanessa

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Beschreibung

Hailey Taylor conoce las carreras de esquí, y ha valido la pena, porque es una campeona. Es la mejor en lo que hace. Hasta que esto destruyó su carrera en la temporada pasada cuando se lesionó la rodilla. Puede que su cuerpo se haya recuperado, pero su cabeza no está de vuelta en el juego. Conocer a Lucas Mills no ayuda, porque la conexión instantánea que comparten es demasiado buena para esquiar. Y cuando Lucas está dispuesto a incorporar a su mejor amigo en su deporte en la cama, Hailey está lista para jugar.

Lucas está enamorado de Hailey. Completamente, desde el primer momento en que la ve. Pero sabe que no es perfecto, no con su TEPT por haber sido desplegado. Quiere asegurarse de que ella tenga a alguien que la cuide, además de él. Porque lo único que aprendió entre la guerra y el asesinato de su hermana, es que las cosas malas suceden.

El padre de Cy Seaborn es una porquería. Se alejó de su familia cuando Cy era un niño, forzando a su madre a tener dos trabajos para llegar a fin de mes, a dejar su casa y a dejarlo a él viviendo con sus abuelos. No ha sabido nada de él desde entonces. Hasta que el hombre admite falsamente haber matado a Erin Mills, la hermana de su mejor amigo. Cy no tiene idea de por qué su padre lo hizo, y tampoco lo saben los detectives que trabajan en el caso o los reporteros que lo han estado acosando. Está siendo cauteloso. Cínico.

Los tres tienen cicatrices. Están dañados por fuera y por dentro. Lucas lo quiere todo, pero no cree ser suficiente. Cy no es digno de una mujer como Hailey, manchado por la sangre mala de su padre. ¿Y Hailey? El único compromiso que conoce es el que tiene con su deporte y todo lo que ha conseguido es soledad y lesiones. ¿Y si la abandonan? ¿Podrá recuperarse su corazón?

Y sobre todo...con un asesino acechando Cutthroat, ¿podrán sobrevivir?

 

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Placeres en la montaña

Hombres salvajes de montaña - 2

Vanessa Vale

Derechos de Autor © 2021 por Vanessa Vale

Este trabajo es pura ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación de la autora y usados con fines ficticios. Cualquier semejanza con personas vivas o muertas, empresas y compañías, eventos o lugares es total coincidencia.

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de este libro deberá ser reproducido de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y retiro de información sin el consentimiento de la autora, a excepción del uso de citas breves en una revisión del libro.

Diseño de la Portada: Bridger Media

Imagen de la Portada: Hot Damn Stock; Deposit Photos: EpicStockMedia

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http://vanessavaleauthor.com/v/ed

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Epílogo

Contenido extra

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Acerca de la autora

1

HAILEY

No solía ir a la casa de un extraño para tener sexo. De acuerdo, nunca lo había hecho. Hasta ahora. Y por lo que me habían dicho, Cy Seaborn era como una estrella de rock entre las sábanas y estaba muy bien dotado. Hábil y muy bien dotado eran cualidades importantes para mí, como para cualquier mujer, supongo. ¿Y que fuera un vaquero? Santo cielo, ya me excitaba mientras conducía mi vieja Land Cruiser por el camino que surcaba su propiedad.

Me tomó veinte minutos llegar al rancho Flying Z desde el pueblo, otros cinco —hasta ahora— llegar a la entrada. La casa finalmente quedó a la vista cuando subí por una colina. Era impresionante. Los pastos de las praderas ya estaban secos y flameaban sobre la ligera ondulación del terreno antes de que las montañas se elevaran hasta formar picos nevados. Cutthroat Mountain, el complejo de esquí, se ubicaba en la parte trasera de una de ellas. La diferencia entre ambas laderas al este y al oeste era notable. Aquí todo estaba tranquilo y no había ni un alma alrededor. Allí, una vez que comenzaba la temporada, las pistas se abrían y la gente regresaba a sus lujosas casas de vacaciones en sus camionetas de alta gama. Era un sitio para montones de vacacionistas ricos.

Mi teléfono sonó desde el asiento del pasajero. Conocía el tono especial de llamada, pero lo ignoré. Mark me llamaba sin parar y yo lo estaba evitando. Como mi entrenador, quería que volviera al gimnasio para que entrenara, que me reuniera con los patrocinadores y que hiciera sesiones de fotos para demostrar que estaba al ciento por ciento después de mi accidente.

Mi rodilla estaba mejor, pero mi mente no estaba la competición. No lo había estado desde el accidente, y no estaba segura de si volvería a estar allí. Había hecho un buen trabajo en no pensarlo. Conocer a Lucas y estar con él ciertamente me había ayudado. Un chico sexy y mucho sexo podían tener ese efecto en una chica. Y ahora se sumaba Cy. El teléfono se silenció y todos los pensamientos sobre mi carrera también.

Sonreí. Eso era todo.

Me detuve, aparqué y escruté el lugar desde la ventana. Una típica casa de campo de dos pisos, con un estilo que suponía era de los años treinta o cuarenta, revestimiento de tablillas blancas y un porche delantero muy amplio. En la distancia, pude notar algunos otros establecimientos, asumí que serían los establos y varias casas de alojamiento como cabañas pequeñas. Pero no me encontraba en este rancho por la organización sin fines de lucro que tenía lugar aquí, sino por el hombre que la había fundado.

Hablando de hombres… Un hombre salió al porche sin duda tras haber escuchado mi llegada. Calculé que mediría unos dos metros y pesaría casi cien kilos, y ni un solo gramo era flácido. Su camisa de cuadros y sus vaqueros no escondían el físico musculoso debajo. Si arrojar pacas de heno lograba que un hombre se pareciera a él, era necesario que hubiera una nueva tendencia en el acondicionamiento físico. Al menos, una camiseta que dijera Vaquero fuerte.

El cabello demasiado largo y oscuro se le rizaba sobre el cuello de su camisa de cuadros y deseé pasar mis dedos por allí, con suerte, cuando su cabeza estuviera entre mis piernas y él estuviese ocupado comiéndome… Me retorcí en mi asiento, pues mis bragas ya estaban húmedas por la anticipación. Y esa barba… maldición. Gruesa y abundante, recortada en los lados y más larga en la parte inferior… ¿Cómo se sentiría cuando rozara mis muslos? Con el motor de la camioneta apagado, el interior se enfriaba rápidamente, pero yo no. Estaba lejos de enfriarme. Ardía con tan solo follarlo con los ojos y a diez metros de distancia.

El vaquero no se acercó, solo se inclinó sobre un poste y esperó con un rifle en la mano derecha. Simplemente genial.

No tenía ni idea de quién era yo. Lucas me había dicho que no le iba a avisar sobre mi llegada y como Lucas no estaba aquí todavía —mi vehículo era el único en el área— tuve que preguntarme si esto sería una buena idea o no.

El plan era que hiciéramos un trío… si el tercero —Lucas— se presentaba.

En cuanto a Cy, no parecía muy contento de tener compañía. Pero cambiaría; al menos eso esperaba yo. Él sería afortunado y con suerte me follaría hasta que mi cerebro estallara. Simplemente, aún no lo sabía.

Respirando profundamente, me bajé de mi camioneta, cuidando mi rodilla izquierda, y cerré la puerta detrás de mí.

—Puedes volver a subir a ese coche tuyo y marcharte —dijo Cy. Su voz era profunda, el timbre suave como el whisky y lleno de amenaza.

Con resolución, enderecé mis hombros y di un paso hacia él. Solo uno, porque no era tan estúpida, ya que estaba armado y todo eso. Aunque tampoco creía que fuera a disparar…

—Estoy aquí para…

Levantó su mano libre para detenerme.

—Sé por qué estás aquí. Gente de tu tipo ha estado levantando el polvo de mi entrada la semana pasada para conseguir información. Deben estar desesperados si envían a la chica sexy.

Oh. Mierda. Pensaba que era una reportera que intentaba obtener una primicia sobre el fiasco de Dennis Seaborn. Sabía todo al respecto. ¿Quién no en Cutthroat? El hombre se había entregado por el asesinato de Erin Mills, la hermana de Lucas. Había sido interrogado seis veces hasta el domingo y había mantenido su historia, hasta que una foto de Erin viva, con la hora impresa de la cámara de tráfico, después de que dijo que la había matado, lo arruinó todo. Ahora estaba fuera de la cárcel —no podían retenerlo por un crimen que no había cometido— y todos en el oeste de Montana se preguntaban por qué había asumido la responsabilidad si no había cometido el crimen. ¿Quién haría algo así? ¿Asumir la culpa de un asesinato? Un asesinato.

Dennis Seaborn era el padre de Cy. Separado, por lo que me había dicho Lucas. Lucas y yo nos habíamos conocido dos semanas antes de que mataran a su hermana, y estaba muy consciente de cómo le afectaba. Sabía todo sobre su amistad con Cy y su relación de trabajo. Claramente, Lucas odiaba a Dennis Seaborn por impedir que se resolviera el caso de su hermana, pero no culpaba a Cy.

Tal vez él era el único que se sentía de esa manera por la forma en que actuaba.

Miré a Cy y vi una mirada llena de odio e ira. No era lo que hubiera querido ver allí. Lujuria, deseo y necesidad habrían sido algo mejor. Por las fotos de Dennis, él y Cy se parecían mucho. Tenían el mismo cabello oscuro —aunque el de Dennis ahora era más gris que negro— y los mismos ojos. La sangre era la sangre, y con ellos, se notaba. Y los reporteros siempre buscaban sangre.

—Ha habido un error —dije, levantando mis manos y acercándome más. Todos teníamos problemas, y yo quería olvidar los míos entre dos vaqueros de cuerpos fuertes. Pero me congelé cuando levantó un poco el arma—. Oye, no tienes que dispararme.

—Entonces haz lo que te digo. —El rifle no me estaba apuntando, aunque no tenía ni idea de si el seguro estaba puesto ni de lo buena que era su puntería.

—No soy reportera.

—¿Agente inmobiliario?

¿La gente esperaba que vendiera su rancho y se fuera de Dodge por lo que había hecho su padre? Por lo que yo sabía, el rancho era enorme y se extendía no solo a través de la pradera que yo podía ver, sino más allá de las montañas. Lucas dirigía su organización sin fines de lucro en la propiedad, donde él y Cy organizaban y llevaban a veteranos con trastornos por estrés postraumático a pasear por el campo.

—Definitivamente no.

—¿Quién eres entonces?

Miré mis botas de cuero desgastadas, luego levanté la mirada para encontrarme con la suya y di unos pasos más hacia él. No levantó su arma, así que me sentí bastante segura de que no iba a dispararle a una mujer.

—Soy esquiadora profesional. —Me encogí de hombros negligentemente y murmuré lo último, más para mí que para él—. Mira, estoy…

—Lo que sea que estés vendiendo, no lo quiero. —Claramente, no había escuchado ni una palabra de lo que dije—. Lárgate de mi tierra. —Dio media vuelta para volver a entrar.

—¡Espera! —llamé. Esto no iba como me lo había imaginado. Yo me bajaría de la camioneta, le sonreiría, pestañearía y le diría que su amigo Lucas Mills y yo estábamos juntos —y follando— y que queríamos que se divirtiera un poco. Que tuviera diversión por montones.

Una de mis fantasías eran dos pollas. Un trío con muchos orgasmos. Y Lucas había dicho que Cy era bastante dominante en el dormitorio, lo cual era exactamente lo que yo esperaba. Lucas era un macho alfa total, pero no me presionaba, y yo necesitaba que me presionaran. No estaba en las pistas de esquí y extrañaba eso, Dios, la concentración que tenía con ese tipo de intensidad.

Yo no hacía nada a medias. No dejé de ganar el campeonato de esquí por falta de confianza. Ni en mi carrera ni en mi vida sexual. Sabía lo que quería e iba a por ello. Y quería a Lucas… y a Cy.

Lucas y yo no habíamos hablado de tener algo a largo plazo. Nos estábamos divirtiendo. Con su trastorno de estrés postraumático, que lo había despertado con pesadillas más de una vez, parecía que no quería comprometerse. O al menos decir esas palabras. Los dos estábamos bien con divertirnos. Pero habíamos acordado que faltaba algo. Y ese algo era alguien.

Pero Cy no quería escucharme. Lucas debería estar aquí para respaldarme —él estaba de acuerdo en este doble juego— y yo recibiría dos disparos de vaqueros ardientes. Sin embargo, Lucas no había llegado todavía. Entonces miré la carretera por encima de mi hombro. Sí, nada de Lucas. Pero mientras tanto, podía conquistar a Cy, ¿no?

Bueno… tenía puesto un conjunto sexy de bragas y sujetador rojo, pero a menos que tuviera visión de rayos X, no lo sabría, ya que estaba prácticamente cubierta de pies a cabeza con mis vaqueros, suéter negro con cuello de tortuga y una chaqueta inflable ligera. Apenas tenía a la vista algo de piel, mucho menos el escote o el vientre. Octubre en Montana no era el momento para desnudarse afuera. Con un fuerte viento que bajaba de las montañas, la temperatura tenía que estar muy por debajo de los diez grados, incluso con el sol brillando. No era solo a causa del chico apuesto que tuviese los pezones duros.

—Lucas me envió —dije, esperando que enfriara su temperamento.

Eso hizo que se diera la vuelta. Desde esa distancia, pude ver que sus ojos eran tan oscuros como su cabello. Perforadores. Penetrantes. En cuanto a lo penetrante, lo escruté y noté la silueta gruesa de su polla en sus vaqueros bien gastados. Eso era lo que yo quería. Podría follarme con los ojos, pero que me follara con su polla sería mucho mejor.

—¿Por qué demonios te envió?

Tragué saliva. Fuerte. Esto era lo que yo quería. Dos hombres que me hicieran olvidar, para hacerme feliz. Tras compartir la fantasía con Lucas, él estaba más que dispuesto a cumplirla. Si tan solo apareciera. Era, literalmente, el momento de enfrentarlo o callar. Podía bajar por una montaña nevada sobre dos piezas de elastómero de noventa y cinco milímetros de ancho a más de ochenta millas por hora sin pestañear. Decirle a Cyrus Seaborn que quería montar su polla no debería ser tan difícil.

—Para que me folles.

2

CY

—¿Qué dijiste?

Pensé que había dicho que quería que la follara. No tenía ningún problema con eso. De hecho, mi polla estaba encantada con la idea.

Esta misteriosa mujer era impresionante. No era la típica mujer de ciudad que buscaba una historia, se notaba que nació y fue criada en Montana. Era alta, probablemente un metro setenta. Robusta como si no comiera ensaladas en cada comida. Su largo cabello rubio le caía por la espalda, liso pero grueso, y las hebras atrapaban el viento para soplar sobre su rostro. Las acomodaba sin ningún tipo de delicadeza. Era difícil saber la extensión de sus curvas con su atuendo —mientras que sus vaqueros estaban ajustados y mostraban piernas tonificadas y largas, suéter negro con cuello de tortuga y su chaqueta gris escondían mucho, sus tetas podían ser un puñado o picos grandes como los Tetons en Wyoming, pero anhelaba desnudarla y conocer cada centímetro sexy de ella.

No era hermosa en el sentido tradicional. No llevaba maquillaje y su aproximación no era sin sentido. Era completamente audaz. Joder, en The Gallows en la Main Street, me habían abordado mujeres interesadas en un poco de diversión en más de una ocasión, pero nunca había llegado una a mi puerta.

—Dije que quiero follarte. —Su voz fue más fuerte. Ecuánime.

Sí, la había escuchado bien. ¿Por qué querría follarme a mí? Con su aspecto y su comportamiento directo, no necesitaba a un imbécil como yo, ni tenía que conducir quince millas fuera de la ciudad para hacerlo. No con un chico que no quería tener contacto con gente desde el fiasco de su padre, y que se estaba convirtiendo en un maldito ermitaño. Demonios, con alguien que tenía un padre como el mío.

Oh, mierda. Dijo que Lucas la envió.

¿Era algún tipo de regalo para sacarme de mi depresión? Por supuesto que lo era. ¿Qué mejor manera de hacerme olvidar todo lo que me había pasado que hundiéndome en un coño caliente? ¿Y con ella? Joder, sí. Podría mantenerme ocupado durante horas. Días, incluso. Había tantas maneras en que podía tomarla que no estaría satisfecho por mucho, mucho tiempo.

No tenía ningún problema con que esta mujer me guiara por las pelotas por un rato, y con esa postura atrevida de su parte, lo haría con el trasero enrojecido. Ella podría tener el control ahora, pero no por mucho tiempo.

Conocía a Lucas desde hacía años, y no descartaría que él intentara que yo volviera a salir. Mi padre —si podía ser llamado así— me había jodido una vez cuando nos abandonó a mí y a mi madre cuando yo tenía nueve años. No había visto su rostro desde entonces. Hasta el mes pasado, cuando me jodió de nuevo. Se entregó, admitió que había cometido el asesinato. En pocos días, descubrieron que había mentido. Fue liberado y luego se escondió. Me enteré por las noticias de que se había escondido en su casa de mierda a una hora al sur de la ciudad y no había salido.

Su foto estaba en todas partes —noticias de televisión, periódicos, en la prensa sensacionalista en línea— y como los reporteros eran unos cabrones despiadados y la gente de hoy en día deseaba chismes jugosos, me habían arrastrado al desastre. Yo era el hijo. El único pariente vivo de Dennis Seaborn, el hombre que mintió sobre el asesinato en Cutthroat de Erin Mills.

Intentaron hacerme hablar. No tenía nada que decir al respecto. No había visto a mi padre en casi veinte años, no había hablado con él ni una sola vez.

No quería tener nada que ver con mi padre. Nunca lo querría.

No tenía ni idea de por qué lo había hecho. ¿Por qué demonios admitiría un crimen que no había cometido? No tenía sentido para mí ni para nadie más, incluyendo a la policía.

Pero los reporteros eran como aves rapaces sobre presas pequeñas, hundiendo sus garras y buscando la muerte. Yo era el alimento perfecto. Sabían que trabajaba con Lucas, el hermano de Erin. Sabían que habíamos sido mejores amigos durante años. Yo les había dado la historia perfecta en bandeja de plata.

Cyrus Seaborn: La hermana asesinada del mejor amigo, el padre admite falsamente que la mató.

No les dije nada a esos cabrones, solo apunté mi rifle hasta que se fueron.

Estuve ahí para Lucas durante la tormenta de mierda y en el funeral, lidiando con sus padres, ayudándolo a manejar su pérdida. Todavía lo hacía. Y él estuvo ahí conmigo durante el fiasco con mi padre, a pesar de que Lucas tenía todo el derecho a odiarme por lo que el bastardo había hecho. Al igual que todo el mundo en la ciudad.

Y como mi querido padre no le había golpeado la cabeza a Erin después de todo, era importante averiguar quién lo había hecho, no solo por Lucas, sino también por mí mismo. La policía no tenía pistas nuevas. Lucas me había mantenido informado ya que no estaban interesados en saber de nadie de la familia Seaborn. No los culpaba. Tenían un trabajo lo suficientemente difícil para encontrar al asesino sin que alguien los desorientara. Mi padre los había hecho perder su tiempo cuando podían haberse concentrado en encontrar al verdadero asesino.

Toda esa mierda era la razón por la que no tenía intención de ir a Cutthroat hasta que el interés en Dennis Seaborn desapareciera. Lo había logrado por tres semanas, hasta ahora.

Eso era mucho tiempo sin ver a una mujer. Había pasado mucho más tiempo desde que había follado con una, pero Lucas parecía preocupado porque pasaba demasiado tiempo solo, con mi mano como única fuente de compañía. Sabía cómo era la depresión desde que sufría trastorno de estrés postraumático, y ayudaba a otros veteranos a superarlo.

Entonces, ¿qué hizo? ¿Contrató a una prostituta? Ese era un nuevo tipo de terapia, seguro.

Ella no parecía ser una, aunque no esperaba que apareciera en tacones que dijeran fóllame, tampoco con una falda ajustada de látex y un corsé rojo.

—Sí, eso es lo que pensé que habías dicho —respondí, rascándome la barba.

El polvo se elevó en la distancia, indicando que un coche se acercaba. Miré hacia allí y ella siguió mi mirada.

—Con suerte, ese es Lucas —dijo, y sus hombros se relajaron ligeramente.

No dije nada más hasta que se detuvo y aparcó. Lucas tenía todas las respuestas.

Se bajó de su camioneta, se acercó a ella y la besó. Ni siquiera levantó la barbilla hacia mí como saludo. Solo tenía ojos para ella.

Joder.

Le sonrió, y luego le puso un brazo alrededor de los hombros. Entonces, solo entonces me miró a mí.

—Veo que ya se conocen —dijo.

—No estoy lo suficientemente duro para necesitar una prostituta, cabrón —le dije.