Proceso a Sarmiento - Juan Bautista Alberdi - E-Book

Proceso a Sarmiento E-Book

Juan Bautista Alberdi

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Lo que llamamos "Proceso a Sarmiento" son apuntes escritos en diferentes momentos de un Alberdi exiliado. Fue su sobrino Francisco Cruz, quien incluyó este texto en las obras póstumas, con el título de Facundo y su Biógrafo. Exageraciones aparte, aquí se leen algunas de las más autenticas verdades sobre un Sarmiento desmandado, genial y vanidoso. La crítica al sanjuanino es áspera e inmisericorde.

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Sobre este libro

La colección PROCESOS tuvo sus comienzos en 1967 con el propósito de contribuir a un mejor conocimiento de la historia nacional. La idea fue dar la palabra a los protagonistas colocando el énfasis en sus ideas y en las manifestaciones polémicas de las mismas. La colección se vio frustrada por una de las varias dictaduras que padeció la Argentina. Hoy, en un clima de amplia libertad, la editorial Punto de Encuentro ha resuelto recuperar aquella iniciativa, con la convicción de que el valor de los textos continúa siendo una contribución a las disputas interpretativas que se dan en el campo de la investigación histórica.

Índice

Sobre este libro

Prólogo

Proceso a Sarmiento

Notas para servir a un estudio con el título que precede

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

XI

XII

Filosofía y teorías explicatorias de la Sociedad Argentina

XIX

El Chacho–Sarmiento

XX

XXI

XXII

XXIII

XXIV

XXV

El sistema económico y rentístico de Rosas delatado por Sarmiento en 1845, en el Facundo, siendo opositor liberal de Buenos Aires

XXVI

Civilización y barbarie en la República Argentina

XXVII

El Biógrafo

Alberdi, Juan Bautista

Proceso a Sarmiento / Juan Bautista Alberdi.–1a ed.–Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Punto de Encuentro, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-4465-69-6

1. Ensayo Histórico. 2. Historia Argentina. 3. Historia Política Argentina. I. Título.

CDD 982

© Punto de Encuentro 2013

Av. Entre Ríos 1071

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

(54–11) 4304-1637

Buenos Aires, Argentina

Corrección: Luz Azcona

Diagramación: Victoria Ramírez | Cutral SE

Diseño de tapa: Cristina Angelini

Conversión a ebook: Daniel Maldonado

www.puntoed.com.ar

Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723

Libro de edición argentina.

No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de la editorial.

Juan Bautista Alberdi

Proceso a Sarmiento

La colección PROCESOS tuvo sus comienzos en 1967 con el propósito de contribuir a un mejor conocimiento de la historia nacional. La idea fue dar la palabra a los protagonistas colocando el énfasis en sus ideas y en las manifestaciones polémicas de las mismas. La colección se vio frustrada por una de las varias dictaduras que padeció la Argentina. Hoy, en un clima de amplia libertad, la editorial Punto de Encuentro ha resuelto recuperar aquella iniciativa, con la convicción de que el valor de los textos continúa siendo una contribución a las disputas interpretativas que se dan en el campo de la investigación histórica.

León Pommer

Director de la colección Procesos

Observación: las notas originales que fueron publicadas bajo el título “Facundo y su biógrafo”, en el tomo V de los Escritos Póstumos de Alberdi carecen de índice; pero los capítulos que las integran van numerados y en algunos casos titulados, como se reproduce más arriba. El vacío que se observa entre el capítulo XII y el XIX sigue estrictamente el de la edición original; por lo demás certifica el carácter de ‘notas’ que tiene este trabajo, que Alberdi no alcanzó a elaborar.

Prólogo1

Lo que llamamos Proceso a Sarmiento son apuntes –no un libro acabado– escritos en diferentes momentos de un Alberdi exilado. Fue su sobrino Francisco Cruz, quien incluirá este texto en las Obras Póstumas, con el título de “Facundo y su Biógrafo”. Exageraciones aparte, aquí se leen algunas de las más auténticas verdades sobre un Sarmiento desmandado, genial y vanidoso. La crítica al sanjuanino es áspera e inmisericorde.

¿Cuándo escribió el tucumano Alberdi sus primeras notas sobre el Facundo? Probablemente en 1853, luego en 1862, como lo declara explícitamente, coincidiendo con el derrumbe de la Confederación a la que sirvió como representante diplomático acreditado ante varios gobiernos europeos. Las notas finales son de 1880, antes del mes de junio, cuando Avellaneda es huésped del Gobernador de Buenos Aires y por lo tanto Presidente con poderes muy limitados. La composición de los apuntes se escalona en un tiempo considerable: revelan la prolongada obsesión de refutar las ideas vertidas en el Facundo. Las discontinuidades aparecen en el índice, con capítulos que llevan un título y otros no más que un número. A más de tres décadas de aparecido el libro de Sarmiento, sigue Alberdi embistiendo contra algunas de sus ideas fuerza.

Don Juan Bautista aprecia la importancia de los intereses económicos: los inscribe entre los factores originarios de la independencia. “Si sospechara Sarmiento que toda la naturaleza del poder político reside en el poder de las finanzas, no perdería su tiempo y sus frases en las tontas y ridículas teorías de civilización y barbarie, de ciudades y campañas”.

El tucumano cuestiona la radical dicotomía sarmientina: invertirá los términos. No hay civilizados de un lado y bárbaros del otro: hay intereses. Si la dicotomía vale, es la dirigencia porteña la que produce barbarie con su política confiscatoria de los recursos nacionales. La verdadera causa del caudillismo, supuesta expresión de barbarie, reside en la citada confiscación que Alberdi denuncia con no poca violencia discursiva. Recursos que debían ser de todos son apropiados por una de las partes. La célebre fórmula de Sarmiento es corregida. Los caudillos provinciales son una respuesta defensiva. Lo son contra una política que consulta los intereses del grupo económicamente dominante en la ciudad porteña y en la provincia; núcleo de un poder concentrador y monopolista que sustenta a Rosas y a quienes lo derriban y suceden en el poder político. En otras palabras: los mismos intereses subyacen a formas políticas diferentes. La federación de Rosas y la república de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, insiste Alberdi, es en última instancia lo mismo, más allá de las mudanzas exteriores: el puerto único, la aduana, el tesoro, el crédito público, el Banco de la Provincia, controlados por Buenos Aires, controlando a la Nación y expropiando su riqueza. Todo eso permanece inmodificado. Las formas civilizadas con que se pretende engalanar la petulante Atenas del Plata no son más que un engaño.

Alberdi insiste en que Rosas no dominó a la Nación por el terror sino por el poder del dinero y la riqueza de la provincia. En la riqueza está el poder. Lejos de ser el resultado de las facultades extraordinarias que le otorgó una ley, Rosas es engendrado por la suma del poder real y efectivo de Buenos Aires. Quienes lo voltean solo cambian lo necesario para que lo fundamental continúe igual. Luego, “lo que él –Sarmiento L.P.– llamó barbarie en Rosas y Facundo, es lo que hoy sirve y se presenta como civilización, restaurando el estado económico de cosas que produjo a esos caudillos y a todos los del país”. Habrá que agregar que a la caída de don Juan Manuel, los hombres más conspicuos del rosismo pegan el salto al mitrismo, y lo hacen sin pudor. No se sabe que Mitre haya rechazado a alguno. No pocos le servirán.

El análisis de Alberdi denuncia una mistificación: la barbarie es ejercida por los intereses dominantes en Buenos Aires, que no precisan necesariamente de hirsutos caudillos de a caballo, sino de los que llama despectivamente caudillos de frac. El que los intereses dominantes en la ciudad porteña, a través de sus representantes intelectuales y políticos, se presenten como los abanderados de la civilización constituye una inversión de la verdad o una entera mentira. Lo decisivo es menos el sistema político imperante como la naturaleza de sus políticas. Sobre todo las económicas. Y en estas hay una continuidad entre las de Rosas y sus sucesores.

Alberdi elabora una visión / interpretación de los hechos que se opone a la de Sarmiento. La suya no es la historia oficial. Es más, la ataca no a posteriori, sino cuando ella se está gestando. Hurgando en los fundamentos históricos del fenómeno que analiza, comprueba que la supremacía de Buenos Aires prolonga una situación colonial mantenida por la mal llamada ‘revolución’ de Mayo: cambio de poder político inicialmente circunscripto a Buenos Aires, no motivado por insurrección popular o levantamiento en las provincias. Y mucho menos proceso impulsor de mudanzas radicales de las estructuras socio-económicas, que de haberse producido darían el derecho de usar la palabra revolución.

Corrigiendo lo que escribió cuando joven, con el apodo de Figarillo, y luego en las Bases, sostiene Alberdi que el gaucho es el productor de la riqueza rural, y “donde está la riqueza y la opulencia –alude a las campañas L.P.–, está la civilización”. Le reprocha a Sarmiento creer que la “revolución argentina” es un movimiento de ideas, siendo que en verdad lo es de intereses en pugna. Usted supone, le dice, campañas destituidas de ideas, ya que en las ciudades había libros, derecho, leyes, educación. Pero eso no es verdad, argumenta. Porque hoy, 1880, falta en Buenos Aires lo que usted le atribuye en 1810. Usted ignora, señor Sarmiento, que “son las campañas que tienen los puntos de contacto y mancomunidad con la Europa industrial, comercial y marítima; son ellas las que producen las materias primas, es decir, la riqueza, en cambio de la cual Europa suministra a América las manufacturas de su industria”. En rigor de verdad, la tal mancomunidad no la tienen ni los gauchos ni los terratenientes: la tienen los mercaderes. Así como tampoco es Buenos Aires la culpable de los pecados que le enrostra. En favor de una mayor precisión, cabría decir: la burguesía mercantil, terrateniente y financiera.

El Sarmiento que presenta Alberdi no es tan negado para ciertas realidades. Es más: en la obra sobre el Chacho Peñaloza, que escribe en los Estados Unidos, con la intención de defenderse del atroz asesinato del caudillo riojano, explica las raíces de la ‘barbarie’. Anota que el alzamiento de los montoneros se debe al hambre de indios, mestizos y blancos pobres, violentados y sometidos desde los tiempos iniciales de la colonia por la rapacidad criminal de los nuevos amos. “Cómo se explicaría sin estos antecedentes –escribe don Domingo– la especial y espontánea parte que en el levantamiento del Chacho tomaron, no solo los llanos y los pueblos de La Rioja, sino los laguneros de Guanacache, los habitantes de Mogna y Valle Fértil, y todos los habitantes de San Juan, diseminados en el desierto que se extiende al este y norte de la ciudad, y hasta el pie de las montañas por la parte del sur…” Sarmiento ve claros los motivos de la insurgencia popular. Pero cuando el ideario liberal se sobrepone a la realidad y lo obnubila, operará con ferocidad contra las víctimas de las iniquidades varias veces seculares.

En el tomo IX de sus Escritos Póstumos, niega que las poblaciones nómades del desierto puedan “ser dominadas por nuestros liberales de frac negro”: el gaucho “es manejable solo por sus iguales”. Por eso, la “civilización que lo malogra, se deshace del único instrumento eficaz”. Con el gaucho se obtuvo la independencia, con él fue volteado Rosas y construido el gobierno constitucional. Valerse del hombre de las campañas, del obrero rural es una exigencia de las condiciones locales, sostiene. La política quiere ‘medios’, no solo ‘intenciones’. Por eso: “Catequizad, civilizad al gaucho en vez de ofenderlo. El hombre de estado que no sabe comprender y obtener esto, es un inepto (…) que se eterniza en el poder, que vive sin trabajar del tesoro del país, que fusila y persigue a sus opositores, que hace guerras de negocios, pero todo en forma y en nombre de la ley que, en sus manos, es la lanza perfeccionada del salvaje. No mata con el cuchillo, pero destroza y devasta con el sofisma, que es su cuchillo. No es el caudillo de chiripá, pero es el caudillo de frac; es siempre un bárbaro, pero bárbaro civilizado”. En el citado tomo IX Alberdi habla de los “liberales de industria, patriotas de piltrafa, progresistas de especulación, sin tener oficio ni profesión útil; vagos de frac, que venden al populacho sus lisonjas cobardes, como sus sonidos banales esos organistas que recorren las calles”.

Sarmiento critica a Sarmiento hombre público: lo reputa un perfecto inútil, y por añadidura, un disgregador de la Nación que quiso unificar Urquiza. ¿Quién si no don Domingo hizo borrar de la Constitución del ’53 el artículo 3º, que declaraba a Buenos Aires capital de la República Argentina, “por cuyo cambio quedó esa provincia en medio de la unión, en la especie de independencia que había tenido bajo Rosas, absorbiendo en su autonomía todo el poder nacional”?

Hay mucho más sobre el “otro Alberdi”. Es feroz el ataque a los liberales porteños, a su corrupción y venalidad. Pero entiéndase bien, Alberdi no abjura de su liberalismo. Sus Bases son la prueba cabal de su ideario. Pero quiere a los liberales profesando la honestidad, no al servicio de una oligarquía mercantil. Alberdi es un gran develador de mitos, intérprete de una historia que está elaborando el poder entronizado en la ciudad del puerto y en la provincia de Buenos Aires.

1. La primera edición de Proceso a Sarmiento apareció en 1967. Los años transcurridos no han menguado su interés.

Proceso a Sarmiento

En estos que son apuntes –ya que no libro acabado– escritos en distintos tiempos de la edad madura de Al­berdi, se encontrará una áspera crítica a Sarmiento, dura y personal hasta caer en la injusticia flagrante e incluso en el desatino, por más que la está diciendo uno de los argentinos más atinados de su generación. Es verdad que no es más que el esqueleto de una obra –conviene no olvidarlo– y por lo tanto obra hurtada a la elaboración final del autor. Pero es que estando Alberdi muerto, mal pudo su sobrino Francisco Cruz pedirle las pinceladas últimas de Facundo y su biógra­fo: no tuvo otra alternativa que publicarlo en los Es­critos póstumos odejarlo enterrado en la oscuridad del cajón. Lo dio a luz y bien hizo, porque si hay tal cual idea acaso no del todo pulida, aquí se leen algunas de las más auténticas verdades que se hayan dicho so­bre el sanjuanino desmandado, genial, autoritario y violento que se bautizó a sí mismo maestro de maestros. Y porque un trabajo en ropas de entre casa de un grande pensador es siempre un documento de soberano in­terés.

¿Cuándo hizo el tucumano Alberdi sus primeras notas sobre el Facundo y aquellas otras nacidas sin conexión al­guna con la obra y posteriormente adicionadas a las que en ella se habían motivado? Probablemente en 1853, pero sin duda en 1862 como lo declara explícitamente mientras asiste desde el otro lado del océano al derrumbe de la Confederación y al advenimiento de Mitre, que es un poco el derrumbe de sí mismo. Las notas finales son del ’80 –antes de junio–, cuando Avellaneda es huésped del gobernador de Buenos Aires y por lo tanto presi­dente con más poder nominal que real. Y esta composi­ción en varios tiempos se revela en el índice, donde hay capítulos que llevan título y otros no más que un número de orden. En el XXVI, titulado “Civilización y barbarie en la República Argentina” se advierte que nació sin conexión alguna con el Facundo, que fue incorporado a las notas que éste engendrara en la ca­beza de Alberdi y titulado así para venir a cuento.