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La memoria es parte viva de la nación., y este texto es ejemplo de ello. Cómo se hizo la Revolución, cómo sentían, pensaban esos jóvenes que la construyeron, es de lo que trata este libro propuesto por uno de sus artífices. Un general que, a sus escasos dieciséis años escogió arriesgar su vida por un proyecto, un sueño llamado Libertad, junto a muchos que, en ese momento, solo eran luchadores, y hoy son héroes y mártires. Estas son sus memorias, sus recuerdos, su historia.
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Seitenzahl: 245
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Edición, corrección y diseño interior: Sonia Lilian Almazán del Olmo
Diseño de cubierta, maquetación y Conversión a e-book: Jadier I. Martínez Rodríguez
© Rogelio Acevedo González, 2022
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2022
Todos los derechos reservados
ISBN: 9789962740063
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial. Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.
Ruth Casa Editorial Calle 38 y Ave. Cuba,
Edif. Los Cristales, Oficina no. 6
Apdo. 2235, Zona 9A, Panamá
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Índice
Página legal
Datos de autor
Dedicatoria
Agradecimientos
Introducción
Capítulo I De Las Villas a La Habana
Capítulo II La Fortaleza de la Cabaña
Capítulo III Creación de las Fuerzas Tácticas del Centro
Capítulo IV Construcción de la Ciudad escolar «Camilo Cienfuegos» en el Caney de las Mercedes
Capítulo V Las Milicias Nacionales Revolucionarias
Capítulo VI Lucha contra bandidos en el Escambray
Capítulo VII La invasión por Playa Girón
Capítulo VIII Preparación militar profesional y el Ejército Occidental
Capítulo IX Otras experiencias como miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
Capítulo X Los días de la Crisis de Octubre de 1962 y otras anécdotas
AnexoI. Biografías
1er capitán Manuel Hernández Osorio
Coronel Joel Iglesias Leyva
Coronel José Ramón Silva Berroa
General de Brigada Sergio Pérez Lezcano
Anexo II Carta de despedida del Che a Fidel
Rogelio Acevedo González, Caibarién (1941). General de división de la reserva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Licenciado en Ciencias políticas. Fue director de las Milicias Nacionales Revolucionarias; delegado del Buró Político del Partido Comunista de Cuba en la provincia de Camagüey; internacionalista en Angola en dos oportunidades; jefes de los ejércitos Central, Oriental y Juvenil del trabajo; viceministro de las FAR en Armamento y Técnica de la retaguardia, y jefe de la Dirección política de ese ministerio. Se desempeñó como presidente de la Aeronáutica Civil de Cuba por más de veinte años. Es autor de un libro, Tan solo con 16, donde narra su incorporación a las tropas del Ejército Rebelde en agosto de1957. Combatió bajo las órdenes del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la Columna # 1 y del Comandante Ernesto Che Guevara en la Columna # 4 en la Sierra Maestra y en la Columna invasora # 8 en la que culminó la guerra con grados de capitán.
Dedicatoria
Me llena de satisfacción y orgullo dedicar este libro a cuatro hermanos míos, combatientes de nuestras Fuerzas guerrilleras, cuyas vidas llenas de heroicidad y patriotismo pude conocer en mis años junto a ellos y que pienso que no se ha escrito lo suficiente sobre los mismos.
Aquí podrán conocer cómo fue su vida y sus aventuras como combatientes en la lucha contra la dictadura de Batista y cómo por distintas formas y métodos fueron llegando y luchando en la Sierra Maestra, la Invasión, la Campaña de Las Villas y luego del triunfo de nuestra Revolución, trabajando por defenderla y que hoy no están ya con nosotros.
Con estas palabras y los resúmenes de sus bonitas y heroicas biografías1 les rindo mi modesto homenaje de admiración y recordación a:
Primer capitán Manuel Hernández OsorioCoronel Joel Iglesias LeyvaCoronel José Ramón Silva BerroaGeneral de brigada Sergio Pérez Lezcano1 Las Biografías de estos combatientes pueden ser consultadas en el Anexo I
Agradecimientos
Son merecedores de mis agradecimientos
Todos mis hijos y nietos como fuentes de inspiración.
Ofelia Liptak Rubí, mi compañera, que mucho me apoyó, alentó y me ayudó en cada momento.
A la Tte. Corn. Ana Dayamín Montero Díaz, incansable colaboradora.
A la Dra. Sonia Almazán del Olmo, editora de este libro por permitirme contar con su trabajo.
Al Dr. Carlos Tablada por ayudarme a hacer realidad mi sueño.
Introducción
Después de haber concluido mi primer libro Tan solo con 16, decidí que debía, continuar narrando, en este mi segundo libro, todo un conjunto de anécdotas e historias, que transcurrieron en mi vida de combatiente revolucionario cubano, desde el triunfo de la Revolución cubana el 1 de Enero de 1959, hasta principios de 1965, en que el Che sale de Cuba a cumplir su nueva misión internacionalista en otras tierras del mundo. Estos 6 años fueron los años jóvenes de la Revolución y los años jóvenes que constituyeron la primera etapa de mi formación como oficial profesional de la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
Sobre este período y los hechos acontecidos en él, se han escrito hermosas páginas, pero yo tuve la inmensa suerte, quizás por azar del destino, de poder compartir junto a los principales Jefes de la Revolución no pocas vivencias de todos estos años, que no han sido relatadas. También, junto y bajo la dirección directa de Fidel, Raúl, el Che y otros destacados dirigentes del país, me tocó vivir muchos momentos importantes en el proceso del paso de nuestro Ejército Rebelde a la formación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), como escudo invencible en defensa de nuestra Revolución.
En este libro quiero compartir con los lectores, sobre todo con los más jóvenes, que significan el futuro y en quienes hemos puestos nuestras esperanzas, los días posteriores a la toma de Santa Clara por nuestra tropa; los primeros meses de 1959 que pasamos en la Fortaleza de La Cabaña; la formación, con nuestra tropa, de las Fuerzas Tácticas del Centro y las tareas que se nos asignaron en ellas: las primeras, limpias de bandidos en las lomas del Escambray tan temprano como a mediados de 1959; mi designación por Fidel, transmitida a mi por el Che, de construir la Ciudad escolar en el Caney de las Mercedes, al pie de la sierra maestra, hoy ciudad escolar, Camilo Cienfuegos y cómo el Che nos controlaba y chequeaba, semanalmente, así como lo que hacíamos con nuestras fuerzas, en ese lugar.
La creación, bajo la dirección de Fidel, el Che y Raúl, de las Milicias Nacionales Revolucionarias en1960; la formación de los batallones de milicias en todo el
país y los Sectores de defensa de la ciudad de La Habana, bajo la dirección personal de Fidel; la lucha de los Batallones de milicias de La Habana, contra los bandidos en el Escambray y Girón, en 1961.
Mi paso por la Primera Escuela de Oficiales de Matanzas, creada en 1961 después de Girón; mi designación posterior como jefe de la UM 2350 «División permanente» con 5 000 hombres bajo mi mando del recién creado Ejército Occidental de La Habana; cómo viví la crisis de Octubre y las experiencias en otras grandes unidades del Ejército Occidental.
Mis experiencias en el año que permanecí en la recién creada Academia Superior de las FAR; algunas anécdotas de nuestro grupo y la visita siempre oportuna y educadora del Che, así como la excelente conferencia que nos dio y su invitación a mí y al Comandante Montané de ir a conversar con él sobre el curso en el Ministerio de Industrias.
Debo contar los diversos encuentros con el Che, revisando sus artículos de combates, realizados en la guerra en que estuvimos junto a él. El último encuentro en el que nos pidió organizar, con los Invasores de su columna y la de Camilo, y que fue, sin saberlo casi nadie, su despedida de nosotros, para cumplir otras misiones internacionalistas.
En este mi segundo libro, Recuerdos de los primeros años (1959-1965), compartiré los detalles de todos estos momentos del bregar de la Revolución y de nuestra lucha permanente con la visión de un joven de 18 años, dispuesto a trabajar y a concretar los sueños que lo guiaron en su lucha guerrillera, tal y como lo vaticinó Fidel, cuando nos dijo, que después del triunfo revolucionario todo sería más difícil.
Capítulo I De Las Villas a La Habana
Era el atardecer del día 2 de enero en la ciudad de Santa clara y después de pasar no pocos esfuerzos, pude lograr localizar a todos los integrantes de mi pelotón de la retaguardia de la Columna # 8 «Ciro Redondo» digo esto, porque después de la rendición de la Audiencia de Santa Clara, en la mañana del 1 de enero, reducto donde realizamos con nuestro pelotón, el último combate en la ciudad, la mayoría de mis hombres estaban festejando el triunfo junto a la población y andaban por cualquier casa de familia, algunos en bares o por algunos lugar cercanos a donde habíamos combatido.
En mi caso, estos dos primeros días de 1959, andan nebulosos por mi mente, pues fueron muchas las cosas que hice y los lugares que visité en la ciudad acompañado por un par de compañeros de mi pelotón, fui una vez más a casa de mi querida tía Armida González, hermana de mi madre, que tanto apoyo nos brindó en aquellos difíciles días, pues por azar del destino, vivía en la calle Cuba, a dos cuadras de donde habíamos combatido durante varios días contra las fuerzas de la tiranía que oponían resistencia en la audiencia y la cárcel de la ciudad. En su casa nos tenía ese día, un suculento almuerzo que no pudimos rechazar, pues nuestra hambre era en aquellos tiempos insaciable, pude desde la vivienda de un vecino, hablar por teléfono con mi padre en la farmacia del pueblo de Remedios, situada a unos 40 kilómetros de Santa Clara, para que supiera que a pesar de todos los peligros de esos días, habíamos salido ilesos ambos hermanos y ante su pregunta de cuándo volveríamos a encontrarnos y cuándo podíamos pasar por el pueblo a verlos, le dije con cierta pena, que por ahora no sería posible, pues de seguro tendríamos nuevas misiones, él se puso muy contento de que estábamos bien y quedó de informárselo al resto de la familia.
En el resto del día visité un grupo de lugares donde se había combatido en Santa Clara, como la estación de la policía, donde fue gravemente herido en la cabeza
y por lo cual resultó muerto un día antes del triunfo, mi gran amigo el heroico Capitán Roberto Rodríguez, más conocido como «El Vaquerito»; pasé por el exclusivo Club el Tenis, donde años atrás, en varias ocasiones, había nadado en competencias de menores de 15 años, en representación al Yacht Club de Caibarién, fue tal mi alegría de estar allí, que sin pensarlo dos veces, ni acordarme que hacía como dos meses que no me bañaba, le pedí a alguien una trusa y nadé tres o cuatro piscinas, hasta que uno de mis acompañantes me alertó de que aquella agua era, en esos momentos, la que servía a la población aledaña para cocinar y beber, pues no había corriente eléctrica y estaba sin abastecimiento de agua la población; al percatarme de esto, pase realmente una inmensa pena y a toda velocidad me puse la ropa y salí rápidamente del lugar, pensando para mis adentros, que si el Che se enteraba de mi muchachada iba a coger una buena reprimenda, con razón, por ser tan irresponsable.
Toda la población con mucha disciplina, festejaba con nosotros el triunfo, en cada cuadra, con lo poco que tenían, debido a las insuficiencias de los días de lucha, las familias y el pueblo en general de Santa Clara, nos brindaban comida, bebida y sobre todo, afecto, cariño y admiración, lo cual guardo en mi memoria y corazón como uno de los momentos más felices que había vivido en la lucha.
Esa noche dormí en casa de mi tía, en espera de instrucciones y conocí que esa misma mañana del primero de enero, ante la noticia de la fuga del tirano Batista del país y la amenaza de un golpe de estado en la capital, Fidel, por Radio Rebelde, decretó una huelga general en toda la nación, con la consigna «Revolución si, golpe militar no» y esa noche, conocimos del avance del Comandante en Jefe Fidel y sus fuerzas, sobre la heroica y legendaria ciudad de Santiago de Cuba y desde allí habló a la patriótica población así como al resto del país, anunciando la marcha del Ejército Rebelde, encabezado por él, hacia La Habana.
Al siguiente día, 2 de Enero, la Caravana de la Libertad, que así se le llamó, avanzó por la carretera central del país, con Fidel al mando y unos cientos de guerrilleros rumbo a Bayamo.
Antes de partir de la ciudad de Santa Clara el Che dirigió un mensaje al pueblo de la provincia de Las Villas, en que le agradecía su colaboración con la causa, e invitó a mantener el mismo espíritu revolucionario en la reconstrucción de la provincia como vanguardia y puntal de la gesta que estábamos sembrando para la historia. También conocí después, que ese día el Che firmó la sentencia de muerte de un grupo de unos 12 militares del ejército y policías, a los que la población acusaba de torturadores, asesinos y francotiradores, así como la del coronel Casillas, quien fue capturado huyendo de la ciudad, el cual era un sangriento esbirro que había sido el asesino años atrás, del líder sindical azucarero Jesús Menéndez, junto a este esbirro, también fue capturado y luego fusilado, el Jefe de la policía de la provincia, coronel Cornelio Rojas, otro asesino sanguinario.
Esa misma noche nos enteramos que nuestras fuerzas habían recibido la misión del Comandante en Jefe que, de conjunto con la columna de Camilo, avanzáramos a la menor brevedad, desde Las Villas hasta la capital del país, e ir rindiendo a nuestro paso las guarniciones enemigas; dejando gente nuestra y milicias revolucionarias al frente de los lugares y lograr en breve plazo ocupar en La Habana, las dos principales Fortalezas militares del país: La ciudad militar de Columbia y la Fortaleza militar de San Carlos de la Cabaña.
La tropa del Comandante Camilo Cienfuegos, pasó por Santa Clara en la noche del día primero y los dos jefes se reunieron en la comandancia del Che en el edificio de Obras públicas de Santa Clara, allí los combatientes de la Columna # 2 «Antonia Maceo» comieron algo y a las 5:30 del amanecer del 2 de enero, Camilo y sus fuerzas salieron de Santa Clara rumbo a la Capital del país delante de nosotros.
En la noche del 1 de enero, recibí la orden del Che de reagrupar a mi pelotón y tenerlo listo para la tarde del día siguiente con medios de transporte, en el regimiento del derrotado ejército, llamado Leoncio Vidal de Santa Clara.
Todo ese día 2 enero, fue un gran trabajo el que tuvimos que hacer todos los oficiales para reagrupar a nuestra festiva tropa, se emplearon carros auto parlantes para el aviso y a la vez, darnos a la tarea de buscarlos en casas de familia, bares y otros lugares, pero al fin pudimos cumplir lo ordenado y al atardecer de ese día logramos reunirlos.
Formé las fuerzas de mi pelotón en un lateral de la jefatura del regimiento Leoncio Vidal, éramos unos 50 combatientes, en el lugar teníamos listos ya: 2 guaguas, 2 jeep y la joya de mi transporte, un auto Charley del 58 que estaba nuevecito y que alguien me lo hizo llegar, según me dijo era de un jefazo del régimen del tirano en la provincia. Al atardecer, pasó por delante de nosotros, el Che comprobando cómo estábamos organizados y cuántos combatientes tenía y dándome instrucciones sobre la marcha, en eso, se detuvo ante el bello automóvil y me comió a preguntas, de que de dónde había obtenido ese transporte y después que le expliqué de quién era y cómo lo obtuve, me ordenó dejar el bonito trofeo y venir en mi destartalado jeep. Con pesar y pena tuve que renunciar al confortable transporte que tenía en mis manos y cumplir la orden.
Aquella marcha nuestra por la carretera central en dirección a La Habana, fue muy lenta, pues calculo yo que duró de 9 a 10 horas, la demora era porque se iban tomando muchas medidas de seguridad a la entrada de cada pueblo, ciudad y cuartel que pasábamos, dejando algunas milicias cuidando el orden.
Recorrimos unos 300 kilómetros, pero aunque marchábamos en la retaguardia de la columna, debíamos esperar que la vanguardia en cada pueblo se cerciorara de que no había peligro y eso hacía que nos detuviéramos cada cierto número de kilómetros. Es cierto que delante de nosotros por igual itinerario, con varias horas de ventaja marchaba la Columna # 2 de Camilo. En aquella madrugada la situación de todo el país era muy inestable, los soldados, policías y esbirros del anterior régimen, a pesar de estar derrotados, conservaban las armas y deambulaban por la ciudades y pueblos y no en todos los casos acataban la autoridad de los revolucionarios, también en esos momentos en todo el país se comenzaba a aplicar la huelga general nacional, decretada por Fidel desde Oriente.
Entre medio despierto y durmiendo por tramos, ya que el agotamiento que yo tenía era muy grande, pasaron ante nosotros, los pueblos de Las Villas, al llegar a la provincia de Matanzas, del jeep en que viajaba pase a una de las guaguas, pues el frio era tremendo, dejé a mi segundo en el jeep y eché un sueño, de cuando en cuando y así, sin contratiempos y sin probar bocado pasamos por Matanzas y entramos en la provincia de La Habana. Sobre las 3 de la mañana
vimos las primeras luces de la ciudad de La Habana y comenzamos a avanzar en ella. Hacía unos seis años atrás, yo había podido conocer parte de la ciudad
gracias a que una tía mía llamada Tina, hermana de mi padre, me trajo por unos diez días de visita y realmente a principios de los años 50, la ciudad para mí era lo más bonito que yo hubiera visto y ahora comenzaba de nuevo a estar ante mis ojos.
Capítulo II La Fortaleza de la Cabaña
Estaba amaneciendo y recuerdo que había en las calles una gran efervescencia, cientos de personas y milicianos a pie en carros y guaguas, nos vitoreaban, algunos estaban armados y portaban también banderas cubanas y del 26 de Julio, todos con mucho bullicio, festejando el triunfo, saludándonos y observándonos, de esa forma bordeamos la bahía, pasamos el túnel y llegamos ante la entrada norte de la Fortaleza Militar de la Cabaña ya casi de día.
Aquel lugar, según supe después, tenía alrededor de 2 500 a 3 000 soldados y oficiales del antiguo régimen, también tenían una docena de tanques y carros blindados, piezas de artillería, muchísimo armamento y avituallamiento de todo tipo. Al frente de todas esas fuerzas se había designado, porque así me lo informaron, un teniente coronel de apellido Varela, que era de los oficiales llamados Los Puros, quienes estuvieron varios años presos en el reclusorio de Isla de Pinos, por haber conspirado contra Batista y habían sido liberados el día anterior.
Lo cierto es que esas fuerzas del antiguo ejército en la Fortaleza, estaban desmoralizadas y listas para rendirse, pero aún estaban armados hasta los dientes y con militares dentro de ellos, que habían tenido una pésima actitud durante la dictadura e incluso algunos habían peleado contra nosotros en algún momento.
Pasamos muy tensos, frente a la entrada principal de la Fortaleza en nuestros vehículos, ya aclarando, en el lugar, yo calculo había no menos de 20 soldados y oficiales, los cuales nos saludaban de forma amable, pero con un par de ametralladoras emplazadas, a la cuales les cruzamos por delante lentamente.
El Che, como jefe experimentado y precavido decidió al entrar, que la columna nuestra entera, unos 500 hombres, se ubicara dentro de la vieja Fortaleza, separada totalmente de las tropas enemigas. En el lugar en que nos situamos había fuertes murallas de piedra y enormes zanjas que nos distanciaban del gran polígono donde estaba el grueso de las fuerzas del anterior ejército, ubicados por batallones en sus barracones. Nos alojamos en unas largas barracas construidas por los españoles varios cientos de años atrás, nos dieron en la cocina cercana al lugar, un buen desayuno e inmediatamente donde quiera en el suelo o en literas, nos tiramos a dormir y así al fin descansamos.
Según noticias ya las fuerzas de la Columna de Camilo, hacía varias horas habían llegado y ocupado sin problemas, la «Fortaleza militar de Columbia», sede del estado mayor conjunto del ejército de la dictadura.
Conocí, no lo pude ver pues estábamos acuartelados listos para cualquier acción, que a los dos o tres días de estar en la Cabaña se dio la orden de formar a la mayoría de los cientos de soldados, sargentos y oficiales del antiguo ejército en el polígono de la Fortaleza, todo este personal llevó su armamento, pero sin municiones, se les habló e indico dejar sus armas en el suelo. Se les explicó, que todos serían dados de baja, los que tuvieran más de 10 años serian pensionados y recibirían su retiro, el resto no, y quien no tuviera ninguna actividad delictiva durante la dictadura podía ir tranquilo para su casa. Minutos después varios camiones con personal nuestro, recogió el armamento y ese mismo día se fueron todos. Solo quedaron con nosotros unos 400 a 500 soldados, sargentos y oficiales escogidos, del antiguo régimen, en papel de especialistas como, cocineros; técnicos de tanques, de transporte y armamento; de comunicaciones; electricistas, etc. incluidos en esta cifra, oficiales que habían conspirado contra el régimen anterior y que fueron designados por el mando superior como asesores de muchos de nosotros.
Aquellos primeros días, están algo imprecisos en mi mente, pues hicimos muchas cosas en pocos días. La realidad es que andábamos bastante sin control de la jefatura, saliendo a diario de la Fortaleza, en jeep y máquinas que conseguíamos, íbamos con todo nuestro armamento, peludos y sucios a pasear. A mí me asignaron un jeep y yo mismo lo manejaba, aunque no tenía licencia, ya se pueden imaginar, andábamos pavoneándonos por toda La Habana, conociéndola, viendo la hermosa efervescencia revolucionaria que se vivía en sus calles y que nos llenaban de alegría. Para que el lector tenga una idea de lo que hacíamos, cuento que uno de esos días andando por la capital, en un lugar cercano a la ciudad deportiva, paré para admirar un grupo de autos nuevos en venta, que en ese lugar se exhibían, conversé un rato con uno de los dueños y él quería que yo, un señor capitán del Ejército Rebelde, comprara uno de aquellos lindos vehículos e incluso me ofreció que me lo llevara y que en una semana se lo devolviera, sin ningún costo para mí, no pude resistir la tentación y durante una semana y un poco más, me di gusto manejando aquel bello auto y al final se lo devolví, pues le explique que no ganaba sueldo y hasta para la gasolina tenía que pedir prestado. El dueño fue muy amable y me hizo prometerle que cuando nos pagaran lo visitara y veríamos que negocio hacer y así sin más nos despedimos. Otro de esos días, por la libre, fui a visitar con dos amigos y en mi jeep con todo nuestro armamento, uno de los Club de la alta sociedad, del cual no recuerdo su nombre, lo que sé es que estaba repleto de lindas muchachas y pegado al mar. En el lugar después de saludar a todos, alguien me preguntó si yo había combatido con aquella ametralladora que traía, que era una Braunig con peine de 20 tiros y de inmediato de forma irresponsable, tome puntería y con el asombro de los presentes, le tire varios rafagazos a una boya, que había en el mar como a 300 metros, en dos palabras cree, por gusto, un alboroto y desorden innecesario, al darme cuenta, me despedí rápidamente de los presentes en el lugar apenado por la bulla que había armado. Así eran nuestros andares por la capital que estábamos conociendo.
El día 3 de enero me enteré que el Che, que nunca descansaba, había logrado hablar con Fidel, que había llegado a Bayamo, desde la estación de radio y tv, CMQ en el Vedado, informándole por esta vía, cómo había marchado todo. También ese día ya había ido Camilo, en un Avión, para ver y hablar con el Comandante e informarle la pacifica toma y rendición de las guarniciones enemigas en La Habana.
Parece que al Che, al conocer que Camilo ya había visto a Fidel, le picó el bichito y el día 5 de enero, dos días después, voló en una avioneta hasta el aeropuerto de Camagüey y también se entrevistó con Fidel, que ya estaba en el lugar, con la caravana de la libertad y seguía su avance hacia La Habana. En ese encuentro, sin dudas, le cuenta al Comandante en Jefe, lo sucedido en La Habana en esos días. Fidel y el Che no se habían visto en 5 largos meses, desde que salió en la Invasión. Me imagino que debió ser un encuentro que me hubiera gustado ver, pues debió ser muy emocionante. Ese mismo día el Che, por lo que supe después, regresó a La Habana con instrucciones de Fidel sobre qué hacer a su llegada.
Seguía la huelga general en el país y en la capital, casi todas las tiendas y otros lugares estaban cerrados, pero donde quiera que parábamos, melenudos, sucios harapientos, muy jóvenes, el pueblo entero se acercaba a saludarnos, las bellas damas a darnos abrazos y besos, a invitarnos a sus casas a comer y en ocasiones a otros menesteres, también íbamos a saludar a un familiar de un mártir o a una familia muy revolucionaria del barrio, en fin, guardo los mejores recuerdos de esos hermosos y refrescantes días del triunfo revolucionario y cómo el pueblo de la capital, en un elevadísimo por ciento, nos aplaudía, saludaba, apoyaba la revolución y festejaba con nosotros, todo esto sucedía en los días anteriores al 8 de enero, fecha de la entrada de la Caravana de la Libertad que venía avanzando.
No todo fue fiesta, al segundo o tercer día, según recuerdo, se produjo un tiroteo en las inmediaciones de las instalaciones de la policía motorizada, cerca de la bahía esta estaba aún ocupada por algunos miembros de la antigua policía motorizada del gobierno de Batista. Lo cierto es que fuimos para allá unos 30 oficiales y soldados que estábamos en la Cabaña, sin que nadie nos diera la orden de hacerlo, solo por gatillos alegres y en pocos minutos capturamos a los policías que disparaban. Cuento esto porque dentro de los capturados que detuvimos, a varios de nosotros nos pareció reconocer a un teniente de la policía el cual identificamos luego como Leonardo Baró Merodio, su historia era que como soldado del ejército de Batista, lo capturamos en la Sierra Maestra y luego de andar preso con nosotros varias semanas en la guerrilla, el Che lo liberó por una carta, que según me enteré después, le hizo su madre en la que le planteaba que soltaran a su hijo, con la promesa de que no volvería a pelear contra nosotros y no seguiría en el ejército. Leonardo incumplió lo acordado e hizo lo contrario, pues participó como guía en la Sierra Maestra a las tropas del esbirro teniente coronel Sánchez Mosqueda. Esto que narro fue a fines de 1957 y nunca más supimos de él. Ahora un año después, estaba como teniente en la motorizada en La Habana. En el juicio celebrado en la Cabaña, se hizo evidente que tenía, además de los crímenes de la Sierra, un buen número de nuevos asesinatos y torturas. Como resultado del juicio con todas las pruebas, fue condenado en la Cabaña a ser fusilado y así pagó sus fechorías.
Como a la semana de estar en la Cabaña, fui llamado a la Jefatura, por el recién ascendido a comandante, Armando Acosta, quien fungía en ocasiones como segundo del Che en el lugar y este nos comunicó a varios capitanes, la decisión del Jefe sobre las nuevas tareas que tendríamos cada uno de los Jefes de la columna # 8 en la Fortaleza.
Debo decir, para ser sincero, que la decisión que había tomado el Che, días antes de ascender a Armando Acosta tan rápidamente a Comandante, nos sorprendió a un grupo de capitanes que, para llegar a esos grados, debimos sudar tinta para poder alcanzarlos, así nos fue enseñado siempre durante año y medio de guerra. Armando Acosta Cordero, con 37 años, fue enviado a la Sierra Maestra a mediados de 1958 por el Partido Socialista Popular (PSP), junto a otros cuadros para unirse y pelear al lado de Fidel. Él fue asignado a las fuerzas del Che cuando comenzaba la gran ofensiva de Batista en mayo de 1958 y estuvo participando como soldado y profesor en la escuela de Minas del Frio durante toda la ofensiva y en ese lugar fue donde lo conocí al terminar la ofensiva enemiga en agosto del propio año.