Relato de la conquista - Anónimo - E-Book

Relato de la conquista E-Book

Anónimo

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Beschreibung

La Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM ha creado, para el disfrute del lector universitario y del público en general, la colección Pequeños Grandes Ensayos, la cual difundirá, en breves volúmenes como el que tienes en tus manos, el fruto de la aguda reflexión, el análisis o la crítica de célebres autores de diferentes épocas, lugares y orígenes. Ensayos, unos, sólo accesibles hasta ahora en costosas antologías, otros traducidos al español por primera vez y algunos más prácticamente desconocidos, todos los cuales conformarán este acervo que, sin duda, ampliará la perspectiva cultural de sus lectores.

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Seitenzahl: 40

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Relato de la Conquista

COLECCIÓN

PEQUEÑOS GRANDES ENSAYOS

Director de la colección

Álvaro Uribe

Consejo Editorial de la colección

Laura Emilia Pacheco

Antonio Saborit

Isabel Zapata

Yásnaya Elena

Francisco Segovia

Jesús Ramírez-Bermúdez

Director Fundador

Hernán Lara Zavala

Universidad Nacional Autónoma de México

Coordinación de Difusión Cultural

Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

Contenido
Presentación
Relato de la Conquista
Aviso legal

Presentación

¡Cuán difícil resulta para el vencido en guerra poder dar su versión de lo ocurrido…! Y es que el vencedor, que todo lo avasalla, no abre el menor resquicio por medio del cual el denostado pueda, siquiera por un momento, erguir la cabeza para contar la tragedia que sufre en carne propia. A la humillación de la derrota se une la imposición de todo tipo que lo deja en un plano de inferioridad que difícilmente puede sortear para tratar de encauzar su vida por otros derroteros, pues la libertad se ausenta de manera irremediable. ¡Ay de los vencidos…! Dijo Breno, jefe galo, que para levantar el sitio de Roma pidió cierta cantidad de oro la cual le fue entregada, pero pronto se dieron cuenta los cónsules romanos encargados de entregar el rescate por su ciudad que las balanzas en que se pesaba el oro estaban manipuladas, por lo que elevaron su protesta ante Breno. Éste dejó caer su pesada espada sobre las balanzas y espetó la terrible frase que ha pasado a ser proverbio pleno de realidad: Vae victis.

Cuando los españoles llegaron en 1519 a las puertas de Tlatelolco y Tenochtitlan, capital esta última del imperio mexica que orgullosa se levantaba en medio del lago de Texcoco, contaba Cortés con dos armas formidables: por un lado, el apoyo de miles y miles de indígenas que, cansados del yugo que les imponían los aztecas o mexicas, trataban a toda costa de liberarse de ellos. Baste mencionar que a la llegada de los españoles alrededor de 370 pueblos eran tributarios del señor de Tenochtitlan. De esta manera, el capitán peninsular tenía a su servicio el apoyo de estos contingentes que lejos estaban de pensar que, una vez lograda la conquista, padecerían la misma suerte de los vencidos mexicas. Por otro lado, tenían armas que superaban con mucho a las de los mexicas y estrategias diferentes en el combate. En tanto que el indígena contaba con armas como el macahuitl(palo de madera con filosas piezas de obsidiana incrustadas), lanzas, dardos y flechas, rodelas y vestidos de algodón para proteger el cuerpo, el español tenía ballestas, arcabuces, yelmos y caballos, además de los bergantines que pronto se enseñorearon de las aguas del lago por encima de las canoas que poca resistencia presentaban al enemigo. Mientras que el mexica trataba de capturar prisioneros para sacrificarlos a sus dioses, el español entraba a matar directamente. También contó, y en mucho, la estrategia de cortar el agua potable que surtía la ciudad desde Chapultepec. El mismo Cortés nos dice:

Otro día de mañana los dos capitanes acordaron, como yo les había mandado, de ir a quitar el agua dulce que por caños entraba a la ciudad de Temixtitan; y el uno de ellos, con veinte de a caballo y ciertos escopeteros y ballesteros, fue al nacimiento de la fuente, que estaba un cuarto de legua de allí, y cortó y quebró los caños, que eran de madera y de cal y canto, y peleó reciamente con los de la ciudad, que se le defendían por la mar y por la tierra; y al fin los desbarató, y dio conclusión a lo que iba, que era quitarles el agua dulce que entraba a la ciudad, que fue muy grande ardid.1

Pese a esto, el asedio a las ciudades de Tenoch­titlan y Tlatelolco duró cerca de tres meses.

Sendos relatos de los combates y la ferocidad con que se peleó por ambos bandos han llegado a nosotros gracias a las Cartas de relación de Hernán Cortés enviadas al rey de España y de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, escrita por Bernal Díaz del Castillo. En ellas se relatan de manera prolija los pormenores de la empresa conquistadora. No fue tarea fácil alcanzar la victoria para las armas peninsulares y sus aliados indígenas. Sin embargo, agobiados por la sed y el hambre y ante el constante ataque de sus enemigos, los mexicas tuvieron que ceder finalmente. Las palabras de Cuauhtémoc, dichas a Cortés cuando es llevado prisionero ante su presencia aquel 13 de agosto de 1521, son asaz elocuentes en varios aspectos:

Señor Malinche, ya he hecho lo que soy obligado en defensa de mi ciudad, y no puedo más, y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma ese puñal que tienes en la cintura y mátame luego con él.2