Rienzi el tribuno - Rosario de Acuña - E-Book

Rienzi el tribuno E-Book

Rosario de Acuña

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Beschreibung

Este es el primer drama histórico escrito por Rosario de Acuña. El protagonista es Rienzi, último tribuno de Roma, que lucha por la libertad, la salvación de una Roma decadente y la unidad de Italia. Consigue brevemente su propósito, pero las intrigas de la nobleza vuelven al pueblo contra su líder.

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Seitenzahl: 79

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Rosario de Acuña

Rienzi el tribuno

 

Saga

Rienzi el tribuno

 

Copyright © 1876, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726687064

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES ACTORES

NICOLÁS RIENZI, último tribuno de Roma. D. rafael calvo . MARÍA, esposa de Rienzi. D.a elisa boldún . PEDRO COLONNA, señor feudal. leopoldo valentín . JUANA, antigua sirviente de los Colonnas. D.a concepción marín . UN PAJE. srta . garrido . UN CAPITÁN. sr . CAPILLA. Damas, pajes, heraldos, escuderos y pueblo.

La acción pasa en Roma en el siglo XIV, en los años 1347 y 1354, en el palacio del Capitolio.

 

A MI PADRE

 

En el templo de la historia

hallé la perdida calma;

si Rienzi logra victoria,

para mí la paz del alma,

para ti, padre, la gloria.

ROSARIO

¡Pueblo, nobleza, ¡oh Dios! delirios vanos

que empecéis esa lucha fratricida!

Pueblan el mundo siervos y tiranos;

mientras no se confundan como hermanos

jamás la ley de Dios será cumplida.

La nobleza ignorante, el pueblo imbécil;

¡cuanta sangre vertáis, toda perdida!

¡Faltan ciencia y virtud! ¡aún está lejos

la redención completa de la vida!

[...]

[...]

(ACTO II, ESCENA IV.)

Acto I

Sala del Capitolio. -A la derecha del espectador dos puertas que figura comunican con las habitaciones de RIENZI y de su esposa; a la izquierda una ventana en primer término y en segundo una puerta; gran puerta en el fondo, mesa y sitial a la izquierda;muebles de la época: dos tapices flotantes en los dos lienzos del fondo. Un libro sobre la mesa.

Escena I

MARÍA, en el sitial junto a la mesa, con una carta en la mano; JUANA, a su lado, sentada en un taburete y haciendo una labor; a media escena empieza el anochecer.

 

MARÍA Despacio las leí y aún no concibo

lo que dicen las líneas de esta carta.

Unas veces paréceme que sueño,

otras las miro como horrible trama,

sin que pueda el turbado pensamiento

descubrir su intención ni adivinarla;

y luego,... ¿por qué medio, de qué modo

puedo llegar hasta mi propia estancia?

(Leyendo.)

«Los barones de Orsini y de Colonna

»y otros nobles de estirpe menos clara,

»con vuestro esposo Rienzi reunidos,

»La paz ajustarán en vuestra casa;

»del juramento que en solemne fiesta

»al gran Tribuno prestarán mañana,

»se ha de tratar en este conciliábulo;

»pero si en él las bases se preparan,

»mientras solemnemente no se juren,

»la cabeza de Rienzi amenazada

»ha de vivir; tan sólo una persona

»con firme voluntad puede salvarla,

»porque acaso el citado juramento

»no se llegue a prestar si alguno falta;

»para que esto se evite es necesario

»consintáis recibir en vuestra estancia,

»en esta misma noche, estando sola

»y al terminar el toque de las ánimas,

»a quien puede deciros claramente

»el modo de alejar desdicha tanta;

»a más, grandes secretos de familia

»podréis saber, y acaso vuestra raza

»a Rienzi logre darle una corona

»cual su ambición jamás pudo soñarla;

»pensadlo bien, mañana tarde fuera.

»Si aceptáis, colocad en la ventana

»una luz y después esperad sola

»la salvación de Rienzi o su desgracia;

»aquesto dice quien blasones tiene;

»no lo olvidéis, puesto que sois romana.»

(Dejando de leer. Empieza a anochecer.)

Sin firma y con la fecha de hoy. ¡Dios mío,

qué otra nueva tormenta se prepara!

JUANA Es una carta de intención profunda

y en estilo de nobles redactada.

MARÍA (Sin hacer caso de JUANA y como hablando sola.)

¿Es verdad o es mentira lo que leo?

y si es verdad, ¿acaso hago yo falta?

Rienzi es mi esposo fiel, mi buen amigo,

mando en su corazón, mas no en su alma;

¿por qué de mí se valen para un caso

en que mi voluntad no puede nada?

(Dirigiéndose a JUANA.)

Juana, si me escuchaste, ¿qué respondes?

JUANA (Con resolución y casi en sentido de reproche.)

Eres mujer de Rienzi; eres romana;

¿acaso abrigarás dentro del pecho

ese fantasma ruin que miedo llaman?

(Se levanta colocándose junto a la mesa.)

MARÍA Tienes razón, y a fe que fuera mengua

esconder el temor dentro del alma,

pues sólo teme la mujer amante

perder el corazón del ser que ama.

¿Qué puede sucederme? mis recuerdos

velozmente se pierden en mi infancia

y me siento valiente en el peligro,

que siempre vi con la serena calma

del que alzando hasta Dios su pensamiento

fija en otra región sus esperanzas.

(Se levanta.)

Veremos si esta cita encierra un lazo

o noblemente se dictó la carta.

Escena II

Las mismas y dos pajes, con luces.

 

MARÍA De noche ya; qué breve pasa el tiempo.

(Dirigiéndose a un PAJE.)

¿Y el Tribuno?

PAJE Con los nobles, señora, en una gran sala.

MARÍA ¿Y viste en la ciudad preparativos?

PAJE Toda Roma despierta y se engalana;

y ¿cómo no? si el pueblo conmovido

ante la nueva luz que se levanta,

contempla un porvenir de paz y gloria

¡que siempre lejos vio por su desgracia!

JUANA (Interrumpiéndole.)

¡El pueblo! niño grande y consentido

que se olvida de ayer viendo el mañana!

MARÍA (A JUANA.)

Paréceme que sobra lo que dices.

(A los PAJES.)

Idos vosotros.

(Se van.)

(A JUANA.)

Ven y atiende, Juana.

Escena III

MARÍA y JUANA.

 

MARÍA Sabes muy bien que siempre te he querido;

servidora leal te hallé en mi casa.

Tú has sido para mí más que nodriza,

amiga, compañera, casi hermana;

pero si bien te di pruebas seguidas

de ilimitada y ciega confianza,

no puedo consentir que en mi presencia

a los hechos de Rienzi pongas tacha;

y el que escarnece al pueblo a Rienzi ofende,

que es amigo del pueblo que lo aclama.

JUANA No me comprendes, no; ¡triste es decirlo!

La intención que demuestran mis palabras

es que ese pueblo que al Tribuno adora,

es indigno de Rienzi y de su alma.

MARÍA (Con ironía.)

¿Desde cuándo enemiga de la plebe?

JUANA Sabes, María, que nací africana,

y que al Egipto que me vio en la cuna

le debo antiguo nombre, ilustre raza,

y aunque sierva por culpa de la suerte,

siempre miré de lejos la canalla.

En las grandes llanuras del desierto,

do pasaron los días de mi infancia,

a mi padre escuché sencilla historia

que al hablarle del pueblo relataba.

¿Quieres saberla?

MARÍA Sí.

JUANA Un gran liberto

tenía una pantera encarcelada

y en ratos de placer se entretenía

con un hierro candente en azuzarla;

y aunque para gozar con su tormento

en la prisión a veces penetraba,

sin corbas uñas la rugiente fiera

y en cadenas de bronce aprisionada,

aunque los aires con su voz hendía

jamás a su verdugo maltrataba;

y aún hizo más; cuando de carne hambrienta

la miraba de lejos en su jaula,

fijando en su tirano dulces ojos,

llegó a pedirla con caricias mansas...

Vio a la fiera un esclavo y compasivo,

quiso de sus martirios libertarla,

rompió sus hierros y a ignorada cueva

la llevó; sus cadenas quebrantadas

logró cortar un día, pero entonces

la pantera a su pecho se abalanza,

y antes de que pensara defenderse

arrancóle la vida con sus garras.

MARÍA (Sin comprender la intención de la historia.)

Y bien ¿pero y el pueblo?...

JUANA El pueblo es fiera

que se debe tener encarcelada.

MARÍA (Con tristeza y casi como un reproche.)

¡Y sin embargo, Juana, soy del pueblo!

(Variando de tono.)

Tú lo sabes, mi padre trabajaba,

y aunque libre, jamás pudo elevarse.

JUANA Tu padre fue del pueblo ¿y eso basta

para probar que tú del pueblo seas?

MARÍA (Con asombro.)

¡Intentas que reniegue de mi raza!

JUANA (Interrumpiéndola.)

Esta noche recibe a quien te cita

y vuelve a preguntármelo mañana.

MARÍA (Con vehemencia y queriendo comprender la intención

de JUANA.)

¿Qué significa lo que dices?

JUANA (Como si no la hubiese oído, dirigiéndose a la

ventana.)

Juzgo

que la noche tranquila se adelanta

y que Rienzi saliendo del consejo

te vendrá a ver; creyendo no le agrada

hallarte en compañía, me retiro,

si el permiso me das.

MARÍA (Con enojo.)

Vete, que basta

de escuchar un lenguaje tan oscuro

como el que tienes, por mi daño, Juana.

JUANA Mi corazón es grande para amarte

aunque a veces le faltan las palabras.

(Se va.)

Escena IV

MARÍA, que al marcharse JUANA toma otra vez la carta y sesienta junto a la mesa.

 

MARÍA (Después de recorrer con los ojos la carta.)

(Leyendo.)

Y a más, grandes secretos podréis saber.

(Dejando de leer, y como si pensara en alta voz.)

Edades del pasado,

recuerdos de mi vida,

si en el fondo del alma habéis dejado

alguna luz prendida,

agitadla, y acaso en la memoria

su estela refulgente

ilumine las sombras de mi historia.

(Pausa de algunos segundos, durante los cuales recorre otra vez la carta sin dejar de mirarla.)

¡Noble de raza yo! ¡vana quimera!

(Deja de mirar la carta. Este período ha de recitarlo