Un certamen de insectos - Rosario de Acuña - E-Book

Un certamen de insectos E-Book

Rosario de Acuña

0,0

Beschreibung

Se trata de una fábula infantil de Rosario de Acuña. Este texto breve relata una historia fantástica. El sol decide hacer competir a los insectos para que demuestren cuál de ellos presta mayor utilidad y beneficio al ser humano.-

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 40

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Rosario de Acuña

Un certamen de insectos

 

Saga

Un certamen de insectos

 

Copyright © 1888, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726687026

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Érase una mañanita de mayo, muy clara y muy serena, cuando empezó el Sol a iluminar con sus rayos uno de los más hermosos valles de la tierra: estaba aquel día el Sol de buen humor, es decir, brillaba de modo que parecía que sus reflejos eran un manojito de hilos de oro, ensortijados sobre las hierbecitas de los campos y las hojitas de los árboles; y como estaba tan de buen humor, empezó a llamar a todos los bichos de los montes y de las vegas diciéndoles, con ese lenguaje que solo conocen los animales y las plantas:

–Vamos a ver, mis amados hijos; hoy he decidido otorgar un premio al insecto que preste mayor utilidad y beneficio a mi hijo más querido, que es el hombre. Venga aquí, pues, todos los insectos útiles y beneficiosos al hombre, y díganme sus méritos, pues, aunque yo lo sé todo, porque todo lo penetro con mis rayos, tengo deseo de oír cómo se expresan los insectos.

Como el Sol brillaba sobre una vega muy ancha, fueron muchos los insectos que oyeron la proclama del certamen, y enseguida empezaron a llegar insectos a un clarito del bosque, en donde el Sol estaba más radiante; porque los insectos, como los hombres, buscan los premios donde quiera que se los ofrecen.

Y hétenos aquí con que empiezan a llegar insectos, que son los bichitos más pequeñitos que hay en la creación, y empiezan a llegar de todos tamaños; unos muy chiquitos, y otros algo mayores, y entre los que tenían un tamaño visible, venía un drilo, [1] que es un bichito como la una pequeña del dedo meñique, que tiene un cuerpecito negro, lleno de pelos, y la cabeza alargada y salientes, y unas alitas o élitros, [2] que son como si fuesen alas, pegadas al cuerpo, y amarillas, y sobre la cabeza dos cuernecitos largos y flexibles, que se llaman antenas; estos cuernecitos o antenas, que se parecen a hebras de seda, las tienen todos los insectos, y con ellas no se sabe si hablan, o ven, u oyen; pero es lo cierto que con ellas se entienden con todos sus semejantes.

El drilo venía muy orondo, al lado de su mujer, que es doble de tamaño que el marido, y es parduzca y rayada de negro, y venían los dos muy contentos, creyendo que eran los insectos que hacen más beneficio al hombre, porque se comen todos los caracoles de los huertos y de los jardines: porque los insectos comen y digieren como todos los demás bichos, y algunos, los que son insectos carnívoros, o sea comedores de carne, tienen sus aparatos para digerir tan bien hechos y concluidos como el de los leones; y todos ellos tienen nervios, que son unos hilitos tiernos y blancos, que están mezclados con la carne y cruzan por todo el cuerpo en forma de hacecitos de paja menudita, saliendo todos del centro, que es la cabeza, o, mejor dicho, los sesos, que parece el depósito o almacén de toda la sustancia nerviosa que corre por las demás partes del cuerpo; y los insectos tienen sus sesitos, más o menos grandes, más o menos abundantes de nervios, pero todos ellos capaces de pensar y de sentir, como los que tienen los niños dentro de su cabeza.

El drilo empezó a contarle al Sol cómo mataba los caracoles; así que ve uno, espera que salga a comer, y cuando está descuidado, ¡zas!, se le agarra a la carne; el caracol se mete en la concha así que siente el bocado, pero el drilo no suelta tajada, y queda dentro del caracol; allí empieza a roerle, hasta que concluye por comérselo, y entonces, ya limpia la concha, la hembra empieza a poner huevos dentro, de modo que sus hijitos, cuando nazcan, se encuentren abrigados dentro de la concha. Gracias al drilo, el hombre puede comer frutas y verduras sanas y frescas, sin estar baboseadas o roídas por el caracol, y puede disfrutar de las flores, que tanto embelesan con su perfume y su color.

Detrás de este insecto, entre los más grandecitos de los pequeños, venía el reduvio