El país del sol - Rosario de Acuña - E-Book

El país del sol E-Book

Rosario de Acuña

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Beschreibung

«El país del sol» es un relato alegórico de Rosario de Acuña publicado por primera vez en 1907. Tres monstruos —un monstruo caduco y fanático, otro, destructor y ambicioso y un último, canijo y dañino— se han instalado en El país del sol y con sus poderosos tentáculos oprimen al pueblo. -

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Rosario de Acuña

El país del sol

(Cuento)

Saga

El país del sol

 

Copyright © 1930, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726687132

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

¡Hasta la nieve cuaja en sus montañas! ¡Tiene todo cuanto la tierra puede dar para hacer feliz y hermosa la vida del hombre! Sus flores y sus frutos son los más bellos y exquisitos del mundo. Desde el cedro y la palmera hasta el pinabete y el roble crecen en sus bosques; por sus valles cruzan ríos de agua purísima filtrada de los hielos de sus cumbres. En sus mesetas se cimbrean las mieses ubérrimas de espigas, y desde el airoso faisán hasta la ovejuela merina de sedosa lana; desde el potro, de engallado cuello y finos remos, hasta el gran mastín, guardador y noble, sustenta todas las especies de animales útiles y benefactores del hombre…¡Los humildes hermanos menores de la criatura racional pueblan de alegrías y bienestares las moradas de las almas selectas!...

Los senos de sus cordilleras, que lo cruzan en solanas y umbrías (ofreciéndole así flora y fauna de todos los climas) esconden veneros riquísimos de metales preciosos, tesoros por los cuales las civilizaciones se fundan y se engrandecen.

El mar lo baña por todos sus confines con sus corrientes más tibias y sus vientos más fecundantes y en guirnaldas de escollos sus costas, vierte a montones por sus abras, deltas y playas, la cosecha pesquera, avanzando orgullosamente por el océano entre dos continentes, como una promesa de fraternidad para la ruta de las generaciones humanas.

Mas en el País del Sol, se habían instalado tres monstruos, generados por concreciones de sucesivas conquistas. Los tres tenían tentáculos opresores de una potencia extrema y, con ventosas o garras, lo sujetaban furiosos.

El primero era un Sumo Sacerdote, selección fatídica de todo lo atrasado biológicamente. Corcovado y caduco a fuerza de llevar sobre sus lomos la escoria de todos los fanatismos; polvoriento y roñoso, con las extravagancias deístas que las infantilidades humanas amontonaron; de sensualidad rastrera con etiqueta de metafísicas inasimilables, aquel Sumo Sacerdote, seguido de innúmeros adeptos, esparcía por todas partes la sombra, el error, la ferocidad, ocultando, bajo una fórmula de fraternidades, su orgullo de monstruo pernicioso. Tenía muchas moradas, y en todas partes derramaba el veneno de su aniquilamiento. Empuñaba, con mano fuerte, al País del Sol, y era el murciélago representativo del crepúsculo de la inteligencia racional, pues vivía chupando la savia del pensamiento, los ímpetus del corazón y las energías de la voluntad, anestesiando a sus víctimas con el frescor de sus alas, movidas al compás de cantos litúrgicos y ceremonias rituales.

El monstruo que le seguía en poderío destructor era ambicioso y ensoberbecido tanto como el primero, pero mucho más bruto; sin otra habilidad de estrujamiento que la rudeza sanguinaria, cruel, y casi siempre inconsciente, como recibió a través de los siglos muchas palizas de los pueblos insubordinados, al agarrarse al del Sol, se apoya fieramente en la violencia.

«¡Quien manda, manda y chitón!», era su divisa, y lo mismo mataba a los hombres para inflarse de gloria, que a los pollos para guisar un arroz.

Se ostentaba siempre en triunfo, y su mente, completamente vacía de conocimientos verdaderos, se llenaba de estridencias, de clarines, zambombazos de metralla y vahos vinosos de prostíbulos de ambos sexos, sin que le cruce nunca por la imaginación que todo aquello no era gloria y supremacía, sino detritus de animalidad.

La tercera alimaña del País del Sol, era canijo y enmadrado, por madre fanática, que es el avechucho más dañino a la especie. Vástago podrido de una familia gotosa, sifilítica y vesánica, en que se dieron todos los casos típicos de degeneración humana, si acaso tenía algunas gotas de sangre sana, que le hacía vivir con apariencia normal, era la heredada (por entre el debilitamiento de su padre), de su abuelo, no real, sino natural, un caballerete burgués, metido a padre suyo por satiriasis de su abuela.