Morirse a tiempo - Rosario de Acuña - E-Book

Morirse a tiempo E-Book

Rosario de Acuña

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Beschreibung

«Morirse a tiempo» es, según lo presenta su autora, «un ensayo de un pequeño poema imitación de Campoamor». En esta breve historia en verso el sonido de las campanas de la iglesia anuncia una boda. María va a casarse con un hombre al que no ama.-

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Rosario de Acuña

Morirse a tiempo

Ensayo de un pequeño poema imitación de Campoamor

Saga

Morirse a tiempo

 

Copyright © 1879, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726687071

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

La boda

A las seis poco más de una mañana

del mes de los claveles y las rosas,

el agudo chillar de una campana

de la villa del oso,

anunciaba al curioso

que, en la iglesia cercana,

la misa de una boda se decía,

y no anunciaba más, su voz parlera,

porque más no sabía,

que la lengua de bronce,

bien pregone el dolor o la alegría,

muda al afecto humano,

obedece, no más, cuando mano

del sacristán la mueve…

¿Es posible que existan las campanas

estando en pleno siglo diez y nueve?

El caso es que la boda pregonaba

sin saber, ¡pobre ciencia!,

si penas o placeres anunciaba.

Allá, en la sacristía,

rodeada de rica estantería,

y ante un Cristo torcido y contrahecho

en la Edad Media hecho,

y en el siglo pasado

con un barniz brillante retocado,

cuatro velas de cera derramaban

rojos y vacilantes resplandores,

iluminando las diversas caras

de unas cuantas señoras y señores.

Alto, ceñudo, enjuto y desgarbado,

con acento forzado,

en fuerza de quererle dar valía,

el señor cura párroco del templo

la epístola (o sentencia) concluía,

en tanto que dos rubios monaguillos

cruzaban esas pícaras miradas

que lanzan en las bodas los chiquillos.

Terminose la epístola; un suspiro

hondo y casi apagado,

como si de salir avergonzado

se quisiera volver dentro del pecho,

fue cual punto final de la lectura

que presenciaba el Cristo contrahecho:

toma el hisopo el cura,

rocía a los señores

que en curva precisada,

ceñían la pareja desposada,

y con más ahuecado y ronco acento,