Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
En muchas sociedades los sueños han sido considerados como la puerta a otro mundo, por lo que las predicciones recibidas por este medio se consideraban sagradas: profetas, santos y místicos han recibido enseñanzas de los dioses a través de los sueños. En la corriente psicoanalítica, los sueños se asocian al inconsciente y tienen un carácter terapéutico. Con una capacidad de síntesis asombrosa, García Campayo analiza qué son los sueños lúcidos, cuáles son las técnicas utilizadas en cada cultura para desarrollarlos, para qué pueden servirnos y qué aporta la psicología occidental moderna en su comprensión. Este es el primer libro en español donde se revisan todas las técnicas existentes para desarrollar sueños lúcidos, se describe su eficacia, se propone una planificación progresiva para desarrollarlos y se analiza exhaustivamente de qué forma pueden ser utilizados para nuestro crecimiento personal.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 476
Veröffentlichungsjahr: 2022
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Javier García Campayo
Sueños lúcidos
Aprende a desarrollarlos
De las tradiciones contemplativas a la evidencia científica
Prólogo del lama Thubten Wangchen
© 2021 Javier García Campayo
© del prólogo: Thubten Wangchen
© de la edición en castellano:
2022 Editorial Kairós, S.A.
Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España
www.editorialkairos.com
Composición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien Van Steen
Primera edición en papel: Febrero 2022
Primera edición en digital: Febrero 2022
ISBN papel: 978-84-9988-983-2
ISBN epub: 978-84-1121-006-5
ISBN kindle: 978-84-1121-007-2
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
Confía en los sueños,
ya que en ellos está oculta
la puerta hacia la eternidad.
KHALIL GIBRAN
Quiero agradecer a mi buen amigo Chema Gálvez su completa revisión de la obra.
Este libro ha sido posible gracias al apoyo del máster de Mindfulness y de la cátedra de Ciencias Contemplativas de la Universidad de Zaragoza.
Estoy muy contento de que el profesor Javier García Campayo haya escrito un libro sobre los sueños lúcidos. Y, aunque no sea la persona más adecuada para hacer prólogos, al pedirme que lo hiciera, he sentido muchas ganas de expresar algunos aspectos relacionados con los sueños. En primer lugar, quiero agradecer al doctor García Campayo que haya expuesto su sabiduría y su investigación sobre los sueños en diferentes tradiciones y escuelas antiguas, con distintas maneras de contemplarlos y explicarlos.
El tema de los sueños interesa a mucha gente. Como las almas, los sueños tienen millones de años. Todo el mundo tiene sueños, diferentes tipos de sueños. Algunos no tienen ningún mensaje. Ciertos sueños tienen relación con recuerdos del pasado. Hay sueños que indican algo que puede suceder en el futuro. Si en nuestra vida soñamos la misma cosa una o dos veces, no tenemos que preocuparnos. Si hay sueños que se van repitiendo cada semana, cada mes, es una señal de que, tarde o temprano, vamos a experimentar algo relacionado con lo que se expresa en ese sueño. El sueño nos está avisando.
También hay otros sueños, llamados en Occidente pesadillas, de los cuales muchas personas se despiertan bruscamente y asustadas. Los sueños dependen del estado mental de cada uno, de cómo ha sido nuestra fuerza mental en el día a día, en nuestra vida, de cómo ha sido, sobre todo, la fuerza de los pensamientos, de nuestras palabras y acciones. Todo esto influye en el tipo de sueños que tendremos. En el budismo se habla mucho de los sueños. También de los sueños lúcidos, que precisan un trabajo para conseguir tenerlos y para interpretarlos. Es interesante poder interpretar el significado de los sueños. Hay pocas personas capacitadas para ello.
Se puede hacer una práctica relacionada con los sueños. Si se quieren tener sueños dulces, sueños agradables, sueños lúcidos, antes de dormirse uno tiene que pensar positivamente, planificar, visualizar cosas agradables, bonitas y armónicas. Entonces, los sueños serán, en general, experiencias positivas. Si uno se duerme con negatividad, enfadado, con estrés, con planes negativos, pensando por ejemplo que a la mañana siguiente va a competir con alguien, va a atacar a alguien con palabras, es fácil que sus sueños sean desagradables, terribles, con pesadillas. Todo está vinculado con nuestro continuum mental, con nuestra actitud y motivaciones.
El budismo nos enseña que es muy bueno comenzar el día dando las gracias por estar vivo un día más. Y recordar que el propósito de la vida es hacer el bien, desarrollar nuestras potencialidades y desarrollar nuestro corazón; por lo menos no hacer daño a nadie, no engañar. Este debe ser el propósito de cada día por la mañana y, por la noche, pensar positivamente antes de dormirnos. Si antes de dormir tenemos un estado mental positivo, dormiremos bien, nos despertaremos con buen ánimo y durante el día será más fácil tener calma mental y estar preparados para volver a dormir con placidez. Este proceso es cíclico.
Antiguamente, los grandes maestros del Tíbet trataban estos temas relativos a los sueños. Aún hay maestros, pero ahora no se refieren tanto a ello. Nuestras prácticas son muy individuales. No se quieren exhibir los conocimientos. Además, los maestros no tienen títulos y no ponen, como en Occidente, los títulos y diplomas clavados en las paredes. Lo esencial es el desarrollo interior. Aunque las prácticas no se muestran mucho hacia fuera, cuando los maestros ven que alguien está muy preparado para recibir enseñanzas, entonces ellos poco a poco le enseñarán a esa persona. Las enseñanzas más profundas no se muestran abiertamente en concentraciones de miles de personas. Hay prácticas muy delicadas.
En algún momento del libro se habla de los viajes astrales. No todo el mundo está preparado para eso. La mente sutil puede salir del cuerpo, puede viajar, incluso puede visitar otro planeta, pero hay que estar preparado para ello. Pocas personas pueden hacerlo. Algunos maestros indios y tibetanos, grandes yoguis y grandes meditadores han llevado a cabo viajes astrales. Y no salen del cuerpo real por capricho o para disfrutar, lo hacen con el propósito de beneficiar al sitio visitado por el cuerpo sutil. Van donde hay sufrimiento y conflictos. Visitan a pobres, a mendigos, a enfermos en hospitales, etcétera. Dan mensajes de paz, de no violencia, de armonía e intentan reducir un poco el sufrimiento de esos seres. Sin embargo, si uno no está preparado, es peligroso y la persona puede sufrir daños. No hay que forzar nada, y eso no se puede aprender de ningún maestro.
En Dharamsala conocí a un gran maestro que nos hablaba mucho de este tema. Este rinpoche, que murió hace tres o cuatro años, algunas veces nos contaba que había estado en otro planeta, en otros lugares. Un día nos dijo que había visitado un lugar en el que todos los seres disfrutaban, sin conflictos, sin enfermedad, sin dolor. No nos dijo qué lugar era. Pensando en los grandes maestros, sé que a algunos se les han presentado divinidades cuando estaban escribiendo o pensando y tenían dudas. En esos casos, consultan sus dudas a estas divinidades. Después las divinidades desaparecen. A través de los sueños, también se pueden presentar divinidades budistas.
Si cada día hacemos cosas correctas, los sueños serán más claros, más puros y más lúcidos. Si complicamos nuestra vida, nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras acciones pensando mal de los demás, criticando constantemente, sintiendo envidia, mintiendo, etcétera, nuestros sueños lo reflejarán y nos harán perder nuestra calma mental. Nada es automático. Todo depende de nuestras acciones de cada día. La mente lo puede todo. A través de la mente se originan los pensamientos que, según sean positivos o engendren violencia, nos crearán lo que los budistas decimos un buen o mal karma; a través de la mente hablamos y hacemos el bien o el mal. Tenemos que trabajar la mente para conseguir que nuestros días sean positivos y que, por las noches, tengamos buenos sueños.
Por una parte, este mundo en que vivimos está cada vez más contaminado con la polución, cada vez más destruido. Por otra parte, si nos referimos a las actitudes de las personas, encontramos conductas muy mundanas. En lugar de desarrollar valores humanos y espirituales, estamos desarrollando apego y afán de posesión material. Todo el mundo desea consumir. Hay muchas posibilidades, mucha propaganda para distraer la mente. Y nuestra mente, en lugar de hallar satisfacción y paz, sufre y se desasosiega buscando y buscando más y más objetos materiales. La mente nos puede complicar la vida. Hay que saber que, en general, el poder de la mente es muy grande. Tiene poder y decisión. Complicarse la vida está en manos de nuestra mente. Gracias a las potencialidades de la mente, existe la posibilidad de no tener una vida complicada. Es algo tan sencillo y a la vez tan difícil a causa de la complejidad de la sociedad, de la educación que hemos recibido, de las condiciones del mundo en que vivimos. En los sistemas educativos se olvidan muchos valores esenciales comprendidos en culturas y religiones diversas: en el judaísmo, en el cristianismo, en el hinduismo, en el islam, en las antiguas civilizaciones egipcia y persa, en la Grecia clásica. Algunas de ellas tienen muchos puntos en común.
Hay grandes escuelas o religiones, como en Grecia o Egipto, que han tratado el tema de los sueños. También grandes científicos se han interesado por ello y han investigado los sueños. Jung, por ejemplo, se ha referido a los sueños como un aspecto importante que hay que investigar. También en la Biblia los sueños tienen un papel relevante. Hay una ciencia de los sueños. Últimamente, hay científicos que han hablado sobre los sueños con algunos grandes maestros. Algunos científicos han hablado con el Dalái Lama sobre los diferentes niveles de sueños, sobre cómo funcionan, sobre los sueños lúcidos. Los sueños lúcidos tienen que venir a través de la mente lúcida. Si nuestra mente no está lúcida, si está llena de pensamientos perturbadores, entonces el sueño también será perturbador. No será un sueño claro y tampoco será claro el mensaje. Si alguien quiere tener sueños lúcidos, primero tiene que intentar limpiar su mente, sus conceptos, sus formas erróneas de pensamiento. Si hacemos este trabajo, los sueños cambiarán, cada vez serán más claros, cada vez más contundentes. Y, uno mismo, mientras duerme, cuando esté soñando, podrá reconocer que está soñando, podrá ser consciente de ello. Es algo muy bonito. Aunque el sueño sea muy positivo, nuestro ego no subirá y nuestro apego no aumentará porque seremos conscientes de que estamos soñando. Y, si el sueño no es positivo, tampoco tendremos miedo ni aversión porque sabremos que estamos soñando. En el tantrismo se habla de este tema. Los sueños lúcidos no solo se tratan en el budismo. Es muy interesante investigar el mecanismo de los sueños lúcidos. ¿Cómo desarrollar sueños lúcidos? Cada día, con nuestro trabajo sobre nuestra mente, con nuestra actitud positiva y con una mente cada vez más lúcida, podremos tal vez conseguir esos sueños lúcidos.
La vida que tenemos ahora es también como un sueño. Hay la conocida expresión: «La vida humana es como un sueño», en el sentido de que todo es impermanente, que nada dura para siempre. Cuando nos despertamos, el sueño ya no existe. Por otra parte, en nuestra vida estamos como dormidos, como soñando, y nadie sabe si mañana podrá abrir los ojos. No lo sabemos. La vida es muy corta y la tenemos que aprovechar al máximo para que sea significativa y adquiera mucha potencia y valor. ¡Ojalá la usemos correctamente! Y que tengamos sueños lúcidos que nos ayuden a conseguir una vida digna con alegría, paz y prosperidad.
El profesor García Campayo ha escrito este libro sobre el desarrollo de los sueños lúcidos. Lo felicito por su trabajo, por sus investigaciones científicas, por buscar las evidencias. Es un buen trabajo y una buena labor. Ha dado su propia sabiduría y conocimiento al resto del mundo interesado en este tema, ya sean personas jóvenes o mayores. Lo importante es que este libro pueda beneficiar a otros seres. Este es mi deseo.
THUBTEN WANGCHEN
Director de la Fundación Casa del Tíbet de Barcelona Miembro del Parlamento tibetano en el exilio, en Dharamsala, la India.
Los mitos son sueños públicos,
los sueños son mitos privados.
JOSEPH CAMPBELL, El poder del mito
El sueño, biológicamente, no es una falta total de actividad, sino que se puede considerar como un estado biológico concreto, un estado conductual. En el sueño se precisa de un ambiente y una postura adecuados, que son variables en las distintas especies: hay animales que pueden dormir de pie y otros que pueden hacerlo con los ojos abiertos. En contraposición al coma, el estado de sueño es reversible en respuesta a estímulos adecuados y genera cambios electroencefalográficos que lo distinguen del estado de vigilia. La disminución en la motricidad de la musculatura esquelética, así como en el umbral de reactividad a estímulos externos, son otras dos características de este estado (Velayos y cols., 2007).
El sueño tiene distintos grados de profundidad, y se producen modificaciones fisiológicas concretas en cada una de sus etapas. Para el estudio de los cambios funcionales que se dan durante el sueño, se atiende a unas variables que se denominan indicadores del sueño: el electroencefalograma (EEG), los movimientos oculares y el tono muscular, que se mide mediante el electromiograma (EMG). La polisomnografía es el registro de los tres indicadores (McCarley, 1995). En el sueño se distinguen las siguientes fases:
Fase I: caracterizada por somnolencia o adormecimiento. Tiene lugar la desaparición del ritmo alfa (frecuencia: 8-12 hercios) del EEG, típico del estado de vigilia, y se pasa a ritmo theta (frecuencia: 4-7 hercios). Hay tono muscular y no hay movimientos oculares o, si los hay, son muy lentos. Conocida también como fase de sueño ligero, en la que las personas todavía son capaces de percibir la mayoría de los estímulos, principalmente auditivos y táctiles. El sueño en fase I es poco o nada reparador. El tono muscular disminuye en comparación con el estado de vigilia. Supone el 5% del total del sueño. Si el individuo es despertado en este período, algo que resulta muy sencillo, suele afirmar que no estaba realmente dormido.Fase II: en esta fase, el sistema nervioso bloquea las vías de acceso de la información sensorial, lo que origina una desconexión del entorno y facilita, por tanto, la actividad del dormir. Las ondas del EEG son también theta, pero aquí es más difícil despertar al sujeto. Esta fase ocupa alrededor del 50% del tiempo de sueño en el adulto. En el primer ciclo de la noche, la duración puede ser de 50 minutos. El tono muscular es menor que en la fase I y desaparecen los movimientos oculares. El sueño de fase II es parcialmente reparador, por lo que no es suficiente para que el descanso sea considerado completo. Las fases I y II se consideran sueño ligero. Ambas aumentan su porcentaje con la edad.Fase III: fase de sueño más profundo, denominado delta (frecuencia: 0,1-4 hercios), ya que son las ondas electroencefalográficas que predominan, y donde el bloqueo sensorial se intensifica. Si el individuo despierta durante esta fase, se siente confuso y desorientado. En esta fase no se sueña, se produce una disminución del 10% al 30% en la tensión arterial y en el ritmo respiratorio, y se incrementa la producción de la hormona del crecimiento. El tono muscular es aún más reducido que en la fase II, y tampoco hay movimientos oculares. Tanto en esta fase como en la anterior hay una disminución aún mayor del ritmo electroencefalográfico, con la aparición de los típicos husos de sueño (ondas de forma sinusoidal o sleep spindle) y los complejos K (ondas de alto voltaje y picudas que, a menudo, van seguidas de brotes de husos de sueño), fenómenos de los que es responsable el núcleo reticular del tálamo. Fase IV: fase de mayor profundidad del sueño, en la que la actividad cerebral es más lenta, con predominio de la actividad delta. Al igual que la fase III, es esencial para la recuperación física y, especialmente, psíquica del organismo. Así, los déficits de fase III y IV causan somnolencia diurna. En esta fase, el tono muscular está muy reducido. No es la fase típica de los sueños, pero en ocasiones pueden aparecer, en forma de imágenes, luces, figuras… sin una línea argumental. En esta fase es en la que se manifiestan alteraciones como el sonambulismo o los terrores nocturnos. En la instauración de esta fase del sueño intervienen, entre otras estructuras, la corteza prefrontal y el núcleo dorsomedial del tálamo. Las fases III y IV pueden suponer 40 minutos al principio de la noche. En total suponen el 20% del sueño en jóvenes, pero con la edad disminuye hasta casi desaparecer en los ancianos.Fase REM: se denomina también sueño paradójico debido al contraste que supone la atonía muscular (relajación total), típica del sueño profundo, y la activación del sistema nervioso central (signo de vigilia y estado de alerta). En esta fase se presentan los sueños, en forma de narración, con un hilo argumental, aunque sea absurdo. La actividad eléctrica cerebral de esta fase es rápida. El tono muscular es nulo (atonía muscular o parálisis), lo que impide que la persona dormida materialice sus alucinaciones oníricas y pueda hacerse daño. Las alteraciones más típicas de esta fase son las pesadillas y la parálisis del sueño. Esta etapa del sueño se caracteriza por una alta actividad cerebral. Los ojos se mueven, pero el cuerpo aún está relajado. Una noche de sueño normalmente comienza con períodos prolongados de sueño profundo, con períodos REM más cortos. Tiene una duración de 5-10 minutos aproximadamente en el primer ciclo de sueño y, por lo general, ocurre 90 minutos después de conciliar el sueño y cada 90 minutos de allí en adelante. Cuando se aproxima la madrugada, la etapa REM aumenta a medida que las etapas de sueño profundo disminuyen. El sueño REM supone el 25% del tiempo total del sueño, aunque disminuye con la edad.Dentro de la fase REM pueden distinguirse dos etapas (Aserinsky, 1981):
1) Fásica. La fase de mayor actividad cerebral, en la que se producen los movimientos oculares rápidos y otras pequeñas sacudidas musculares involuntarias.
2) Tónica. Fase relativamente pasiva en la que cesan los movimientos oculares y las sacudidas involuntarias.
LaBerge y cols. (1986) demostraron que los sueños lúcidos se producían en la fase REM de mayor actividad cerebral, es decir, en la fásica. La actividad eléctrica cerebral aumenta desde el comienzo de la fase REM hasta un máximo a los 5-7 minutos. Esa mayor actividad eléctrica provoca un incremento progresivo de la densidad de movimientos oculares rápidos. La probabilidad de sueño lúcido, según LaBerge, estaría relacionada con el aumento en la densidad de movimientos oculares rápidos (Aserinsky, 1981). Es decir, la máxima probabilidad de tener sueños lúcidos se daría de 5-7 minutos después de comenzar la fase REM (LaBerge, 1990).
Son frecuentes breves despertares, tanto al inicio como al final del sueño REM. En los últimos años, esta clasificación se cree que no es tan rígida y que ciertas áreas del cerebro podrían estar en una fase y otras, en otra diferente.
Una buena noche de sueño revitaliza y restaura el cuerpo. Mejora el estado de ánimo, impulsa la creatividad, regula las hormonas y protege contra las enfermedades. Para gozar de una salud óptima, la mayoría de los adultos deberían intentar dormir entre 7 y 9 horas por noche. Se necesita una hora de sueño por cada dos horas despierto. El déficit de sueño es considerado por la Organización Mundial de la Salud como una epidemia moderna (Holececk, 2020).
La mayor parte de los sueños aparecen en fase REM. En este período son vívidos y activos, y tienden a ser en color. También son más frecuentes las pesadillas. En las fases III y IV No REM, los pocos sueños que aparecen tienden a estar causados por ansiedad o miedo, son más pasivos, en blanco y negro, y menos vívidos. Suelen ser más ordinarios y placenteros (Holecek, 2020).
Tipos de ondas electroencefalográficas
En el sueño REM habría una activación del sistema reticular activador del tronco del encéfalo y del prosencéfalo basal, estructuras que también están activas en la vigilia. Para este autor, estructuras como los núcleos talámicos relé, que son los que reciben la estimulación sensorial, quedarían activadas, lo que contribuiría a la aparición de las diversas modalidades psicológicas que aparecen en los sueños. Las estructuras límbicas, tales como la amígdala y la corteza cingular, también estarían activadas, lo que explicaría los fenómenos emotivos durante la fase de sueño REM. Los ganglios basales y el cerebelo, que regulan la motricidad, también activados, explicarían los movimientos ficticios de los sueños en la fase REM. Están activas las cortezas asociativas, como las del lóbulo parietal inferior y las de la corteza occipitotemporal, todo lo cual explicaría las imágenes visuales de esta fase del sueño. La corteza prefrontal, importante en los procesos mentales, está inhibida, lo cual podría explicar la falta de lógica en los razonamientos que se experimentan en el sueño (Orrison, 2000). Según Reinoso (2002), las mismas estructuras que son necesarias para la consolidación de la memoria, como el tálamo medial, la amígdala, el hipocampo, las estructuras parahipocampales, la corteza orbitofrontal y las cortezas asociativas monomodales, están activas en el sueño REM.
En el sueño No REM, en cambio, hay una inhibición de las zonas que están activadas en el sueño REM y hay una activación de las inhibidas, lo que puede explicar que en tal sueño No REM haya ensoñaciones más de tipo abstracto que en el sueño REM (Bradley, 2005). El despertar en esta fase da lugar a estados confusionales y un rápido retorno al sueño.
Neurotransmisor
Sitio de origen
Vigilia
No REM
REM
Acetilcolina
Núcleo basal
Núcleos tegmentales
Ventrolateral y Pedúnculo pontino
Activado
Desactivado
Activado
Serotonina
Núcleo del rafe
Activado
Parcialmente activado
Desactivado
Noradrenalina
Locus cerúleo
Activado
Parcialmente activado
Desactivado
Histamina
Núcleo tuberomamilar
Activado
Muy disminuido
Muy disminuido
Impulso sensorial
Activado
Muy disminuido
Desactivado
Respuesta motora
Activado
Muy disminuido
Desactivado
Corteza cerebral
Activado
Desactivado
Muy disminuido
El profesor de historia Roger Ekirch, en su libro At days close: night in times past, describe que el patrón de sueño seguido de 8 horas que se observa en la actualidad sería un invento moderno. Los cazadores habrían dormido períodos de 12 horas alrededor de la noche. Habrían dormido un primer período de 3-4 horas, después se despertarían 2-3 horas y, posteriormente, volverían a por la segunda parte del sueño de otras 3-4 horas. Parece que este patrón estaría más ajustado a sus necesidades de caza y de no ser cazado por otros depredadores.
En los sueños […] tenemos la fuente de todas las metafísicas.
Sin el sueño no habríamos sido incitados a un análisis del mundo. Incluso la distinción entre alma y cuerpo es completamente debida a la primitiva concepción de los sueños, así como la hipótesis del alma encarnada, el desarrollo de las supersticiones y, probablemente, la creencia en Dios.
FRIEDRICH NIETZSCHE, Humano, demasiado humano
El sueño siempre ha sido un elemento relevante en muchas culturas. Analizaremos la importancia de los sueños, en general, y del sueño lúcido en particular, a lo largo de la historia de la humanidad. Comentaremos el proceso por el que se hizo científico el estudio del sueño lúcido y plantearemos el sueño lúcido como un estado alterado de consciencia.
El primer testimonio de un sueño data del 3100 a.C. en el Creciente fértil de Mesopotamia. A través de las tablillas del legendario rey Gilgamesh (Anónimo, 2015), se nos cuentan los sueños recurrentes de su madre-diosa Ninsum. Los sueños fueron utilizados para guiar al rey en sus decisiones en el mundo real, y nos confirma que los sueños han sido utilizados por los seres humanos en los últimos 5.000 años.
En el antiguo Egipto es donde, por primera vez, el sueño se considera importante por toda una civilización. Creían que tenía una conexión directa con lo espiritual. Parece que conocían el sueño lúcido, pudiendo cambiar la forma del sueño y realizar viajes en el tiempo. Afirmaban que el Ba o alma podía viajar conscientemente fuera del cuerpo, mientras este dormía. Su palabra para referirse a los sueños, rswt (pronunciado «resut»), se traduciría como despertar y se representaba en los jeroglíficos como un ojo abierto (Sepakowska, 2000). Desarrollaron templos específicos para realizar la incubación de los sueños, un método para recibir mensajes reveladores o sanaciones divinas mientras dormían (Moss, 2009). En el papiro Chester Beatty está la transcripción de un libro sobre los sueños escrito hacia el 2000 a.C.
En la antigua China, los testimonios sobre sueños datan de hace más de 4.000 años. En esta cultura, enlazaban con el reino de los muertos y el de los espíritus. Consideraban que existía un alma material (p’o) y un alma espiritual (hun). Por la noche, el alma espiritual podía visitar la tierra de los muertos o entablar relación con otras almas de soñadores. Era importante no despertar bruscamente a alguien, porque su alma podría no regresar al cuerpo.
En la antigua India, su mitología consideraba que el mundo que nos rodea es un sueño que tiene lugar en la mente del dios Vishnu. Nosotros mismos solo somos sus manifestaciones, personajes de su sueño. Nuestro mundo finalizará cuando Vishnu concluya su sueño (Moss, 2009).
En la Grecia antigua, los sueños eran también una práctica espiritual. Inicialmente, se consideraba que solo Zeus, el más poderoso de los dioses, era capaz de enviar sueños divinos, pero, con el tiempo, también se consideró que podían hacerlo otros dioses. Las dos divinidades que, especialmente, controlaban este proceso eran Hypnos, que regía el dormir, y Morfeo, el soñar. Los griegos construyeron más de 300 templos por todo el Mediterráneo para la sanación a través de los sueños. El culto al dios del Oráculo de Esculapio era intenso. Esculapio, considerado hijo de Apolo, fue un médico de gran renombre al que se divinizó más tarde. Sus templos incluían camas, surgiendo así los primeros hospitales. Como la serpiente era el símbolo de Esculapio (y sigue siendo el símbolo de la medicina actual), los pacientes entraban en el templo con un bastón en forma de serpiente y dormían en sitios donde había serpientes porque se creía que ellas sabían el origen de las enfermedades. Uno de los aspectos más extraños eran las serpientes no venenosas que lamían los párpados de los enfermos para inducir los sueños sanadores. En esa misma época, en Gran Bretaña, las serpientes fueron sustituidas por perros para este fin (Devereux y Devereux, 2011). Tras elaborados rituales, se dice que Esculapio se aparecía en los sueños, y la persona despertaba curada física y espiritualmente (Lee, 2010).
El padre de la medicina occidental, Hipócrates (460-377 a.C.), utilizaba los sueños como un instrumento para diagnosticar las dolencias de sus pacientes, como afirma en su obra Sobre los sueños. El médico griego Galeno (siglo II d.C.), fundador de la fisiología experimental, atribuía a los sueños un valor de diagnóstico y sanación. Homero describió personajes que estaban despiertos en sus sueños. Platón, dos mil años antes que Freud, teorizó que los sueños eran la expresión de nuestros deseos reprimidos y, en su libro La República, afirmó que:
«En todos nosotros, incluso en los más respetables, existe la naturaleza desmandada de una criatura salvaje, que asoma durante el sueño».
La primera referencia sobre los sueños lúcidos en la cultura occidental, aunque sin utilizar ese concepto como tal, se remonta a Aristóteles (384-322 a.C.) quien lo menciona en su libro Sobre los sueños, escrito hacia el 350 a.C. En él dice así:
«[…] Si el soñador percibe que está dormido y es consciente del estado de sueño, durante el cual la percepción llega a su mente, Koriskos se representa a sí mismo todavía, pero algo dentro del soñador le dice: “la imagen de Koriskos se representa a sí misma, pero el Koriskos real no está presente”. A menudo, cuando uno está dormido, algo en la conciencia afirma que aquello que se representa a sí mismo no es sino un sueño. Sin embargo, si la persona no es consciente de estar dormida, no hay nada que contradiga el testimonio de la representación desnuda. […] Algunas personas, cuando duermen, perciben, en cierta forma, sonidos, luz, sabor y contacto; débilmente, y como si sucediera en un lugar remoto. […] También, algunas personas obtienen respuestas a preguntas planteadas en el sueño».
En el siglo II d.C., Artemidoro escribió su larga obra en cinco volúmenes, Oneirocrítica, donde interpreta los sueños desde una perspectiva no general, sino individual, atendiendo a la historia personal de cada individuo.
Los romanos, herederos de la cultura griega, mantuvieron una relación similar con los sueños durante los primeros siglos, pero, conforme el cristianismo pasaba a ser la religión oficial del Imperio, los sueños fueron progresivamente menospreciados y olvidados.
En Oriente, el uso del concepto de sueño lúcido se pierde en el origen de la historia. Así, las Upanishads (1000 a.C.) hacen frecuentes alusiones a ellos. También en el taoísmo (550 a.C.) y en el budismo (500 a.C.) se hace referencia a este fenómeno. Quizá la tradición escrita más antigua que habla sobre el sueño lúcido es la de la religión Bön en el Tíbet, con más de mil años de antigüedad. Los tibetanos describieron técnicas específicas para tener experiencias lúcidas en los sueños que aún ahora son muy útiles. Mas allá de alcanzar estos sueños, describen cómo realizar tareas en ellos, comunicarse con seres superiores o adaptar la forma de otros animales. El objetivo final de este proceso era hacerse consciente de que la vida «es solo un sueño» (Evans-Wentz, 1975).
El hinduismo cree que nuestro mundo es el sueño del dios Vishnu. Consideran que existen tres formas de consciencia: despierto, soñar y sueño profundo, y consideran, al contrario que nuestra visión occidental, que la menos importante es el período de estar despierto. El Yoga-nidra se conoce como el yoga del sueño y es mencionado ya en las Upanishads (Saraswati y Hiti, 1984). Se considera que el estado de consciencia durante el sueño profundo conduce a la autorrealización.
Uno de los mayores debates en la filosofía india clásica es si existe consciencia en el estado del sueño sin ensoñaciones. Las escuelas Vedanta Advaita y el Yoga afirman que sí, mientras que la escuela Nyaya asegura que no (Thompson, 2015). Existen estudios con el yogi Swami Rama en los que los científicos comprobaron que, con un EEG que mostraba un 40% de actividad delta, es decir, sueño profundo, era capaz de repetir 9 frases de las 10 que se le recitaron (Ancoli y cols., 2012); es decir, se puede mantener la consciencia en el sueño.
Tenzin Gyatso, decimocuarto Dalái Lama y líder del budismo tibetano, afirma que:
«Existe una relación entre el soñar y los niveles burdo y sutil del cuerpo. Existe un “estado especial del sueño” que es creado por el sueño y por el prana (la energía vital) dentro del cuerpo. Este cuerpo del sueño especial puede disociarse completamente del cuerpo físico burdo y viajar a cualquier parte. Una forma de desarrollar este cuerpo es reconocer los sueños como sueños cuando ocurren. Entonces, se descubre que el sueño es maleable y que se puede controlar progresivamente. Gradualmente, se desarrolla una gran habilidad en este tema y se pueden controlar los contenidos del sueño. Eventualmente, es posible disociar el cuerpo del sueño del cuerpo físico burdo».
En el budismo tibetano se considera que existen tres tipos de sueños (Wangyal Rinpoche, 2019): 1) sueños ordinarios, tanto lúcidos como no lúcidos; 2) sueños de claridad, lúcidos o no: son más estables y aparecen indicios de enseñanzas más allá del yo convencional, y 3) sueños de Clara Luz, que son necesariamente lúcidos. Son sueños no duales en los que no existe un observador y objetos observados, sino que todo está integrado en un estado no dual. Para desarrollar sueños lúcidos y aumentar la claridad de los no lúcidos, se recomiendan una serie de prácticas: meditación, rutinas para aumentar la flexibilidad mental, como imaginarse que el mundo es un sueño, tomar consciencia para recordar los sueños, o visualizar antes del sueño imaginerías del budismo tibetano, como deidades, sílabas y otros símbolos.
El judaísmo surgió hace unos 3800 años, cuando Abraham llegó a un acuerdo con Dios. La cultura hebrea siempre dio gran importancia a los sueños. En la Biblia, Jacob, José, Ezequiel y otros profetas reciben sus mensajes en sueños. El Talmud, escrito entre el 200 y el 500 de nuestra era, incluye más de doscientas referencias a los sueños y una especie de diccionario onírico que permite analizar sueños, pesadillas y visiones. Soñar se considera una forma directa de recibir mensajes de Dios.
El cristianismo surge del judaísmo hace 2.000 años, con el nacimiento de Jesús. Ambas religiones comparten el Antiguo Testamento. En ellas, las señales de Dios podían recibirse en visiones, mediante voces y en sueños. Aunque podían tomar diferentes formas, la más habitual era la de la divinidad hablando en sueños al profeta elegido. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, la palabra sueño aparece más de cien veces. En algunos casos son sueños de interpretación. Por ejemplo, José interpreta el sueño del faraón (Gen 1-41), en el que ve siete vacas gordas y otras siete famélicas, y lo interpreta como siete años de abundancia seguidos por otros siete de hambruna. Daniel hace lo mismo con el sueño del rey babilonio Nabucodonosor (Daniel 2: 43-45), en el que sueña con una estatua gigante que es golpeada por una piedra, y lo interpreta como lo que les ocurrirá a las futuras generaciones.
San Jerónimo (fallecido en el 420 d.C.) fue una figura clave. Tuvo un sueño en el que se le pidió que dejara de leer los textos paganos que le fascinaban. Muchos de ellos se referían al trabajo con los sueños, e interpretó que debía dejar este tema. Él fue uno de los primeros traductores de la Biblia al latín y tradujo muchos pasajes en los que se habla de los sueños y los ligó a la brujería. Desde entonces, la visión del cristianismo sobre los sueños cambió de manera radical y fueron sistemáticamente rechazados.
El islam, la otra gran religión monoteísta, fue fundada por el profeta Mahoma, a quien en 610 d.C. le fue revelada por el arcángel Gabriel, en lo que muchos consideran que fue un sueño (Hermansen, 2001). El profeta tuvo varios sueños en los que recibió mensajes divinos. Se dice que el profeta preguntaba a sus discípulos por sus sueños todas las mañanas y que los interpretaba. La llamada a la oración islámica (adhan) la instauró cuando uno de sus discípulos soñó con ella. En el islam hay también una práctica formal del sueño que se denomina ishtikara: durante el día se recitan oraciones para, por la noche, recibir la instrucción deseada (Morsley, 2019).
En las tradiciones orientales, los sueños eran parte del desarrollo espiritual del individuo y del control sobre la mente y el cuerpo (Mota-Rolim y cols., 2020). Sin embargo, tanto en la Torah judía, en el Nuevo Testamento cristiano, en el Antiguo Testamento compartido por el cristianismo y el judaísmo, así como en el Corán islámico, los sueños son una forma de comunicación entre Dios y los humanos. Dado que este canal funciona, los sueños lúcidos no son necesarios y, por eso, apenas se comentan, ya que los mayores niveles de consciencia en los sueños no son relevantes.
Lo que importa, realmente, es recordar los sueños. En Números 12: 6 se afirma: «Y Él dijo, escuchad mis palabras. Si hubiera un profeta entre vosotros, Yo, el Señor, me haría conocer ante él en una visión, y me revelaría en sueños». Y, como asegura el profeta Mahoma, lo importante es interpretar correctamente su contenido metafórico en relación con las características del soñador y del momento concreto (Bulkeley, 2002). Como afirma Mahoma, el efecto de un sueño depende de cómo es interpretado, ya que un sueño descansa en las alas de un pájaro, y no tiene efecto a menos que se relacione con alguien. Por otra parte, hay sueños evidentes que no necesitan ser interpretados, como el de Alá (Yaveh en la versión judeocristiana) cuando le dice a Abraham que sacrifique a su hijo (Bulkeley, 2020). En el islam, también se recomienda dormir en un estado de pureza ritual para incubar buenos sueños.
En el judaísmo no hay referencia a los sueños lúcidos. En el cristianismo, la primera referencia escrita aparece en una carta de san Agustín, en el año 415 d.C. Describe el sueño de un amigo, el médico cartaginés Gennadius, quien dudaba de la eternidad del alma. Gennadius tuvo un sueño en el que un joven hermoso, un ángel, le llevaba a una ciudad donde se oía una música de belleza inigualable. El ángel le dijo que era el canto de los bendecidos y los santos. En ese momento, despertó físicamente y fue consciente de que era un sueño. Pero a la noche siguiente tuvo el mismo sueño. El ángel le preguntó si lo recordaba, este dijo que «sí». El ángel le preguntó si se habían visto despiertos o en sueños. Gennadius contestó que en sueños, y el joven le enfrentó con el hecho de que, en ese momento, seguían en sueños, con lo que, en ese momento, Gennadius alcanzó la lucidez. El ángel siguió preguntándole dónde estaba su cuerpo, y el médico le contestó que en la cama (citado en Berkeley, 2008; pág. 181):
«Mientras estás dormido y reposando en tu cama, los ojos de tu cuerpo no se usan y no hacen nada, pero todavía tienes unos ojos con los que me ves y disfrutas de esa visión. Por eso, tras tu muerte, mientras tu cuerpo esté completamente inactivo, todavía tendrás en ti una vida con la que podrás vivir, y una percepción con la que podrás percibir. Sé consciente, pese a tus dudas, de que la vida del ser humano continúa más allá de la muerte».
San Agustín solo muestra interés por los sueños lúcidos, que obviamente conoce, como demostración de una vida más allá de la muerte. Pero fuera de este interés teológico, no es relevante. En el siglo XIII, santo Tomás de Aquino también menciona el tema. Dice que, en los sueños, citando a Aristóteles, los sentidos pueden tener apenas disminución de su funcionamiento, y que la imaginación es libre, pero que el juicio también mantiene parcialmente su libertad. Así, «la persona, estando dormida, puede juzgar que lo que ve es un sueño» (Aquinas, 1947; pág. 430). Aquino asegura que este fenómeno ocurre «hacia el final del sueño, en los hombres sobrios, y en aquellos dotados de una gran imaginación».
Pese a la referencia de estos dos doctores de la Iglesia, ni cristianismo ni judaísmo muestran interés por los sueños lúcidos, ya que la idea general es que son más obra del demonio que de Dios. De hecho, Tomás de Aquino afirmó que: «algunos sueños proceden de los demonios» (Deveraux y Deveraux, 2011).
Hay que resaltar que la cultura occidental creía que lo que se veía en los sueños existía en algún lugar; si no, hubiese sido imposible verlo incluso en sueños. La sofisticación de pensar que lo que ocurre en los sueños solo se produce en la mente del soñador y es obra de este, sin que tenga que existir ninguna relación con la realidad, no se alcanza hasta el yoga del sueño tibetano, en el siglo VIII (Evans-Wentz, 1975).
En el islam, el maestro sufí español Ibn El-Arabi (1163-1240), conocido como «el Gran Maestro», afirma tener experiencias visionarias, entre las que se incluye ver al arcángel Gabriel, como el propio Mahoma. Distingue tres tipos de sueños: 1) los ordinarios, producidos por la experiencia diaria y cuyo contenido simbólico representa nuestros deseos: es una visión muy similar a la psicoanalista; 2) los que reflejan el «alma universal»: un razonamiento abstracto que revelaría verdades fundamentales sobre la humanidad, pero que requiere interpretación, y 3) los que representan un mensaje directo de la divinidad, sin simbolismo ni interpretación (Bulkeley, 2020). Ibn El-Arabi afirma que una persona debe controlar sus pensamientos en los sueños. «Todo el mundo debe aplicarse a desarrollar esta habilidad, porque es de gran valor» (Shah, 1964; pág. 141).
La tradición sufí cultivó la preservación de las facultades de observación durante el sueño, mediante técnicas de privación física, como el ayuno y permanecer despierto durante la noche, y ejercicios de autorrecuerdo (Hermansen, 1927). También los movimientos sufíes actuales, como el Golden Sufi Center, inspirado por Vaughan Lee (1990), que incluye trabajos con sueños, mediante interpretaciones individuales y colectivas, así como el desarrollo de sueños lúcidos.
Las culturas chamánicas y precolombinas creían que los sueños eran claves para acceder a otras realidades paralelas al mundo físico que conocemos. Muchas tribus creían en el Tiempo del Sueño, un espacio colectivo donde uno tiene acceso al conocimiento sagrado (Moss, 2009). Para culturas como la de los iroqueses, no estar en contacto con los sueños hace que se pierda el contacto con el alma. Soñar era una actividad muy social, y tanto los iroqueses (Moss, 2005) como los aborígenes australianos (Ellis, 1991) empezaban el día compartiendo los sueños con la tribu. Los sueños eran una fuente de consejos no solo a nivel individual, sino para toda la tribu, y podían utilizarse en la caza, la guerra y la sanación. La tribu india americana ojibwa hacía pasar a sus miembros por un rito en el que debían aislarse de la comunidad y ayunar hasta que tuviesen un sueño que les indicara su función en la sociedad (Delaney, 1992). Es bien conocida, por el trabajo del antropólogo Carlos Castaneda (1984, 1993), la maestría en el control de los sueños del indio yaqui Don Juan. Entre los xhosa de Sudáfrica, los chamanes o sangoma realizan prácticas de sueños, que incluyen trabajo rítmico, plantas medicinales y plegarias ancestrales (Morsley, 2019).
En la Edad Media europea, llamada Edad de las Tinieblas, los sueños fueron degradados y menospreciados. Aunque la Biblia está llena de sueños importantes para los profetas, la cristiandad consideró los sueños como algo nocivo y pecaminoso (Dewdney, 2004). Tomás de Aquino decía que los sueños estaban producidos por el diablo y que los mensajes divinos solo podrían llegar mediante la Iglesia. También san Juan Crisóstomo decía que los sueños eran insustanciales (Chrysostom y Roth, 1984). Sin embargo, en la cultura islámica, desde el siglo IX, los monjes sufíes, entre ellos el español Ibn El-Arabi, tenían métodos para controlar sus sueños y alcanzar así el conocimiento de Dios.
En el Renacimiento y Edad Moderna, Lee (2010) considera que «los sueños se trataban como subproductos poco destacables atribuidos a molestias psicológicas o a malas digestiones, y que no poseían un valor real».
Pierre Gassendi fue considerado unos de los filósofos más importantes del siglo XVII, a la altura de Descartes o Hobbes. Su propia experiencia con los sueños lúcidos le permitió un gran avance respecto a Aristóteles. El griego creía que la capacidad de darse cuenta de que se está soñando procedía de un sentido externo, mientras que Gassendi afirmaba que la lucidez es un producto del pensamiento, de pensar que estoy soñando, no de los sentidos externos. Decía:
«Cuando se sueña, se puede reconocer que se está imaginando con la misma facilidad que cuando estamos despiertos. Así, igual que cuando estamos despiertos nos asombramos de las cosas absurdas que soñamos, también durante el propio sueño podemos asombrarnos de las cosas absurdas que están ocurriendo. Eso me pasa cuando veo a una persona que está muerta y recuerdo que está muerta. Inmediatamente, sé que estoy soñando, porque los muertos no pueden volver» (Brush, 1972; pág.195).
Posteriormente, el marqués Hervey de Saint Denys, en 1867, escribió un libro de forma anónima, titulado Los sueños y cómo guiarlos. En ese libro, elaborado a partir de una experiencia de más de 20 años, explicaba cómo era capaz de controlar sus sueños lúcidos y daba consejos para que otros lo intentaran. En él dice:
«Ya que las observaciones más valiosas que he sido capaz de hacer parecen deberse a mi capacidad para mantener las facultades de atención y voluntad durante el sueño, pondré, naturalmente, un gran énfasis en convencer al lector de que puede y debe ejercitar ese control sobre sí mismo».
El filósofo alemán de siglo XIXFriedrich Nietzsche también conocía los sueños lúcidos. Afirmó: «La Divina Comedia de la vida y el Infierno pasan delante del soñador, no como pinturas en la pared, ya que vive y sufre las escenas. Muchas personas, como yo mismo, recuerdan haber chillado con éxito entre los peligros y terrores del sueño: “Es un sueño”» (de Becker, 1965; pág. 139).
El escritor alemán Thomas Mann, en 1927, desarrolla su famosa novela La Montaña Mágica basándose en un sueño lúcido de su protagonista, Hans Castorp, quien buscaba el Grial, el elixir de la vida, es decir, el más alto conocimiento. Este sueño consciente guiará la vida del protagonista.
El psiquiatra Sigmund Freud escribió en 1900 su famoso libro La interpretación de los sueños, lo que supuso un antes y un después en la concepción de la sociedad moderna respecto a los sueños, ya que se consideraba una vía regia de acceso al inconsciente. Freud afirmaba que los sueños están relacionados con deseos inconscientes y constituyen un intento de resolver conflictos pasados. Recomendó interpretarlos mediante asociaciones. Aunque algunas de las teorías de Freud están superadas, cambió la concepción del mundo actual sobre este tema. Por otra parte, existe la teoría de que Freud conoció los sueños lúcidos, ya que hizo mención de estas experiencias en Introductory Lectures on Psychoanalysis dentro de su obra The Complete Psychological Works of Sigmund Freud (New Yok: Hogarth Press, 1916; Vol 15, pág., 222). Los autores Bol Rooksby y Sybe Tenwee discuten el tema en un artículo en Lucidity Letter 1990; 9 (2).
En la primera edición de La interpretación de los sueños, Freud (1909; 2013) no hace referencia a los sueños lúcidos, pero, en la segunda, habla de Saint Denys y afirma: «Algunas personas están muy conscientes durante la noche y, cuando se duermen, tienen la facultad de dirigir sus sueños. Si, por ejemplo, un soñador de este tipo no está satisfecho con el rumbo que está tomando el sueño, puede cambiarlo, sin llegar a despertarse, y dirigirlo en otra dirección».
Curiosamente, Freud conocía la obra de Saint Denys, pero nunca pudo leer su libro porque era muy difícil de encontrar entonces. Freud aseguró que no pudo encontrarlo «pese a todos los esfuerzos posibles» (Freud, 1900; 1965; pág. 93), por lo que nunca pudo saber, más que de forma superficial, sobre la increíble posibilidad de controlar lo sueños. ¿Habría cambiado Freud su teoría sobre lo sueños si hubiese podido leer el libro del marqués de Saint Denys y haber tenido sueños lúcidos? Nunca lo sabremos.
La expresión «sueño lúcido» fue utilizado por primera vez en occidente por el psiquiatra holandés Frederik van Eden (1860-1932). Hasta ese momento, este fenómeno se denominaba «medio sueño» o «sueño guiado» (Morsley, 2019). En 1913, escribió un artículo sobre los sueños en el que describía así el sueño lúcido:
«[…] el soñador recuerda la vida diaria y su propia condición, alcanza un perfecto estado de conciencia y es capaz de dirigir su atención e intentar diferentes actos a voluntad».
Uno de los discípulos de Freud, el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, que posteriormente renegaría de las enseñanzas de su maestro, consideraba que los sueños no solo tienen que ver con el pasado, sino también con el presente; y que su interpretación no debería ser solo individual, sino también colectiva; por eso describe el concepto de «inconsciente colectivo». Dedica su obra El libro rojo a analizar sus propios sueños, fantasías, diálogos surrealistas y dibujos psicodélicos coleccionados a lo largo de su vida.
Por supuesto, no todo el mundo estuvo de acuerdo con la existencia de los sueños lúcidos. Uno de los negacionistas más conocidos fue Havelock Ellis (1911; pág. 64), quien afirmaba: «No creo que tal cosa (los sueños lúcidos) sean realmente posibles, pese a que han sido descritos por muchos pensadores, desde Aristóteles hasta la actualidad».
La revisión más completa sobre la historia de los sueños lúcidos fue la realizada por Celia Green (1968). Esta obra, y la posterior Creative dreaming de Patricia Garfield, en 1974, pavimentaron el camino para que, en 1975, el profesor Hearne, en la Universidad de Hull, Gran Bretaña, detectase el sueño lúcido mediante un polisomnógrafo, el aparato utilizado para estudiar el sueño.
La Biblia contiene numerosas alusiones a los sueños como premoni-ción. En el Antiguo Testamento destaca el sueño de Jacob. Huyendo de su sanguinario hermano Esaú, Jacob pasó la noche en el desierto y, antes de irse a dormir, pidió perdón a Dios por haber engañado a Esaú y a su padre Isaac. Esa noche tuvo un sueño en el que vio cómo unos ángeles subían y bajaban de unas escaleras procedentes del cielo. En lo más alto estaba Dios que, sonriente, le dijo: «Sé que estás arrepentido, no temas; yo estaré contigo y te daré las tierras en que ahora descansas, y las habitarán tus hijos, porque tu descendencia será numerosa y bendecida por mí». El sueño inspiró pánico a Jacob, pero luego se convirtió en realidad, porque él fue el antecesor de todas las tribus de Israel.
Los antiguos egipcios, unos 1.300 años a.C., pensaban que los sueños eran mensajeros de los dioses. Un egipcio llamado Thothmes soñó que Ra, el dios del Sol, le profetizaba que sería faraón, como así fue. Este sueño fue grabado en una lápida erigida frente a la Gran Esfinge de Gizeh.
Alejandro Magno, mientras asediaba con sus tropas la ciudad fenicia de Tiro, en el año 332 a.C., soñó con un sátiro danzando sobre un escudo. El consejero que interpretaba sus sueños, Aristandro, reconoció este sueño como un juego de palabras: satyros (sátiro, en griego), pero lo interpretó como sa Tyros, que significaría «Tiro es tuyo». Alejandro prosiguió la campaña y conquistó la ciudad.
Los griegos utilizaban oráculos, como el famoso de Delfos, que eran consultados para asuntos de gran relevancia por los poderosos de la época. En el oráculo, unas jóvenes sacerdotisas se situaban en un trípode al que subían vapores que las hacían entrar en un estado de presueño, en el cual emitían sus profecías.
En la época moderna, un sueño famoso es el de un ciudadano de Cornualles que predijo el asesinato del primer ministro británico Spencer Percival. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer experimentó sueños premonitorios y los asoció a la imposibilidad de cambiar lo que nos sucederá en el futuro.
Otro caso de sueño premonitorio fue la visión de su entierro por parte del presidente americano Abraham Lincoln, poco antes de que le asesinaran. Lincoln esperaba noticias de un general a bordo del barco River Queen. Mientras estaba en el barco, soñó que estaba en la Casa Blanca y asistía a un sepelio. Cuando le preguntó a un soldado quién había muerto, este contestó: «el presidente».
El oficial del ejército e ingeniero aeronáutico John W. Dunne fue el primero que recogió en su libro An Experiment with Time (Un experimento con el tiempo) la experiencia de numerosas personas que habían tenido sueños premonitorios. El psiquiatra John Barker fundó en Inglaterra la Oficina Británica de Premoniciones, en 1967, y, un año más tarde, el Registro Central de Premoniciones en Nueva York. En los seis años que estuvo abierta, la Oficina Británica de Premoniciones recibió 1.206 llamadas. Algunas de ellas se cumplieron, pero casi todas ellas estuvieron informadas por solo seis personas que experimentaron la mayoría de estos sueños premonitorios. La conclusión fue que los objetivos de estas dos oficinas de control de sueños premonitorios eran un fracaso, por lo que fueron cerradas (Wiseman, 2011).
Te dejaré estar en mis sueños
si me haces un sitio en los tuyos.
BOB DYLAN, Talkin’ World War III Blues
La investigación moderna sobre los sueños empieza con la publicación por Eugene Aserinsky y Nathaniel Kleitman (1953), en la revista Science, de la existencia de los períodos REM del sueño. Dicho estudio sugería que las intervenciones presueño podían producir algunos cambios en el contenido del sueño. Posteriormente, estudios como el de Kilton Stewart (1972) sobre los sueños en Malaya, o el libro de Tart (1972) Altered States of Consciousness («Estados alterados de consciencia»), permitieron que el gran público conociese este fenómeno que había sido comentado, por primera vez en la bibliografía actual, por Van Eeden (1913).
Un primer intento de explicación científica de este estado lo hizo Ernest Hartmann en 1975, al considerar los sueños lúcidos como pequeños despertares que podían acontecer en mitad de la fase REM (Hartmann, 1975). Más tarde, se podán acontecer casos de personas despertadas en la fase REM que informaron de sueños lúcidos. Algunos autores concluyeron, sin pruebas empíricas, que el sueño lúcido tenía lugar durante la fase REM (Ogilvie y cols., 1978).
El 12 de abril de 1975, en el Departamento de Psicología de la Universidad de Hull, en Gran Bretaña, el investigador Keith Hearne conectó al soñador lúcido Alan Worsley a un polisomnógrafo (detector de movimientos oculares, ondas cerebrales, tono muscular del mentón y otros signos fisiológicos). A Hearne se le ocurrió que los movimientos oculares, que junto al diafragma eran los únicos músculos que no se paralizaban en fase REM, podían usarse como señales voluntarias que podían emitirse desde el sueño lúcido. Tras 50 noches en el laboratorio de sueños, aquel día, a las 8:07 de la mañana, Worsley hizo ocho señales oculares desde el sueño lúcido y Hearne observó en el polígrafo que coincidían con la fase REM (Hearne, 1978). Es decir, inequívocamente el soñador movió los ojos a voluntad mientras estaba dormido. Entusiasmado Hearne (1990) escribió:
«Las señales llegan de otro mundo, el mundo de los sueños, y era tan emocionante como si llegasen de otro sistema solar en el espacio».
A la par que Hearne y, de forma independiente, sin saberlo, el doctor Stephen LaBerge (LaBerge y cols., 1981), químico-físico de la Universidad de Stanford, se conectó, en su laboratorio de sueños, a un polisomnógrafo. Además de ser investigador, tenía sueños lúcidos con facilidad. LaBerge también utilizó el movimiento de los ojos como alfabeto. LaBerge aprendió una secuencia preestablecida de movimientos oculares: izquierda-derecha-izquierda-derecha. Su intención era confirmar con sus ojos desde el sueño que se encontraba consciente. Cuando tuvo el sueño lúcido recordó que debía efectuar la operación. Comparando los registros tomados durante el sueño comprobó que los cuatro trazos correspondientes a sus movimientos oculares se habían producido al mismo tiempo que el EEG marcaba las ondas dentadas típicas de la fase REM.