Abrázame (Un puñado de esperanzas 2 - Entrega 5) - Irene Mendoza - E-Book

Abrázame (Un puñado de esperanzas 2 - Entrega 5) E-Book

Irene Mendoza

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Beschreibung

5ª entrega de Un puñado de esperanzas II. Sigue apasionándote con la historia de Frank y Mark Mark y Frank vuelven a estar juntos y han logrado recuperar a Charlotte. Su vida en Irlanda transcurre tranquila, pero algunas sorpresas inesperadas y un secreto del pasado harán que Mark se replantee todo lo que hasta entonces había pensado acerca de su familia y de lo que significa ser un Gallagher. - Las mejores novelas románticas de autores de habla hispana. - En HQÑ puedes disfrutar de autoras consagradas y descubrir nuevos talentos. - Contemporánea, histórica, policiaca, fantasía, suspense… romance ¡elige tu historia favorita! - ¿Dispuesta a vivir y sentir con cada una de estas historias? ¡HQÑ es tu colección!

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Seitenzahl: 120

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2019 Irene Mendoza Gascón

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Abrázame, n.º 222 - febrero 2019

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, HQÑ y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imágenes de cubierta utilizadas con permiso de Dreamstime.com.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-700-0

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 40 Secret Garden

Capítulo 41 La vie en rose

Capítulo 42 The Ballad of Ronnie Drew

Capítulo 43 Missing you

Capítulo 44 All I want is you

Capítulo 45 Nocturne op.9 No.2

Capítulo 46 Natural woman

Capítulo 47 Sunday bloody Sunday

Capítulo 48 She

Capítulo 49 I got you, baby

Capítulo 50 Tonight is the night

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 40 Secret Garden

 

 

 

 

 

Era el último día del año, domingo, el día anterior a la boda de Saorsie y Liam y el Blue Sea bullía con todos los preparativos.

El 31 de diciembre no es un día de grandes celebraciones en Irlanda. Es costumbre que todos los miembros de la unidad familiar se pongan a limpiar la casa a fondo como señal de buen augurio y buena suerte en el año que llega y que se llene de provisiones la despensa con la esperanza de que el nuevo año sea abundante.

Aunque en Cork, como en Dublín, cada vez más personas se congregan frente a la catedral para recibir la llegada del nuevo año. Mucha gente va hasta allí a reunirse con amigos o sigue las campanadas de la capital por televisión.

Frank y yo nos involucramos en los preparativos adornando el hotel y preparando el comedor para el banquete que iba a servir una empresa de catering local.

A los niños se los llevaron a jugar las sobrinas mayores de Fiona y su hermana para que dejaran trabajar a los mayores. Frank y yo estábamos terminando de arreglar las mesas, mano a mano con Fiona y Brandon, cuando Saorsie y Liam, tras ensayar la ceremonia, como exige la tradición, aparecieron por el Blue Sea con el cura que iba a celebrarla, el padre Kelly.

El día de la semana en que la boda se lleva a cabo también es importante. El miércoles es el preferido, seguido de lunes y martes. El jueves, viernes y sábado son mal vistos por una muy buena razón. Una boda irlandesa puede durar hasta tres días, y si se incluye el domingo, que es el día del Señor, la celebración se traslada al día siguiente ya que el domingo no es un día para cantar y bailar. Las bodas tampoco se celebrarán en Navidad o durante la Cuaresma. La Cuaresma es un tiempo de ayuno y oración, y no para fiestas, nos dijo mi prima muy seria.

Fiona nos fue contando todas y cada una de las tradiciones de una boda irlandesa mientras ayudábamos en los preparativos. Después, comimos todos juntos, incluido el padre Kelly, el ganso que Fiona había asado en honor a la pareja.

El padre Kelly se marchó tras los postres y fue cuando Saorsie y Liam, más relajados y libres de la influencia del sacerdote católico, que parecía un hueso muy duro de roer, se relajaron un poco.

«Nada que ver con el tolerante padre O’Malley», pensé.

Aquel cura irlandés amaba comer y odiaba el pecado, que, según él, había sido adquirido del perverso ejemplo de los invasores venidos de Inglaterra.

En cuanto desapareció de la mesa de los O’Reilly, los novios se decidieron a charlar con Frank y conmigo acerca del matrimonio entre ponche y ponche de whisky.

–Menos mal que se ha marchado ya –resopló Saorsie.

–Sí, es un hombre demasiado… recto. Intimida –bufó Liam.

–Es un cura, Liam. –Rio Saorsie aferrándose al brazo de su novio.

Nosotros dos sonreímos contemplando a la pareja, que se miraban como solo pueden hacerlo aquellos que están felices y ansiosos por comenzar una vida juntos.

–El padre Kelly nos quería recordar los últimos consejos antes de la boda por enésima vez, pero le han llamado para una extrema unción –nos aclaró Liam.

–Sí. Dice que lo principal en un matrimonio es la paciencia y el saber renunciar y ceder –dijo Saorsie poniendo los ojos en blanco.

–Estos últimos días, con las charlas prematrimoniales no nos ha dejado en paz. ¿Vosotros… estáis de acuerdo con eso? –preguntó Liam carraspeando–. Nosotros no confiamos mucho en los consejos que puede darnos un cura, la verdad. Y nuestros padres… son de otra época. Ellos fueron los que se empeñaron en que hiciésemos las clases prematrimoniales.

–Lleváis ya un tiempo casados y tenéis experiencia –dijo Saorsie anhelando nuestra opinión.

Frank y yo nos miramos dudando primero, pero la mirada anhelante de aquellos tortolitos nos decidió a hacer de consejeros matrimoniales.

–Siempre hay que tener paciencia –dije recibiendo un codazo de Frank que nos hizo reír a ambos–. Pero lo principal… yo diría que es…

–La empatía. Ponerse en el lugar del otro, aunque cueste. El egoísmo es lo peor –asintió Frank convencida de sus palabras.

–Y hay que saber escuchar –añadí–. Os enfadaréis de vez en cuando, pero no hay que cerrarse.

–Y perdonar –apuntó Frank.

–Sí, perdonar de verdad, sin echarlo luego en cara –dije tomando la mano de Frank sobre la mesa.

–Es cierto. No hay que guardarse deudas –asintió Frank.

–No se trata de padecer y renunciar. El matrimonio, el convivir en pareja no es algo difícil o negativo, es positivo porque encuentras amistad, compañía… –dije.

–Consuelo –dijo Frank.

–Placer… –añadí yo.

–Sí. –Sonrió Frank mirándome con picardía.

–Seguro que de eso no habéis hablado mucho con el padre Kelly –bromeé.

Saorsie y Liam se echaron una mirada cómplice, bebieron un poco más de aquel ponche casero de whisky y negaron con la cabeza sonriendo.

–La intimidad es muy importante –afirmó Frank.

–Sí, de las cosas más importantes ¿verdad? –Sonreí mirándola.

–Porque ayuda a perdonarse, a reconciliarse, quita el estrés, relaja.

–Y une. Hace que te sientas de verdad una pareja –concluí ante la atenta mirada de Saorsie y Liam.

Frank asintió mirándome a los ojos y yo le sonreí.

–Nosotros también opinamos que el sexo es una de las cosas principales de un matrimonio, ¿verdad Liam? –soltó Saorsie, dejando a Liam boquiabierto.

–Sí, eh… claro –asintió él.

–Es muy importante –dije tajante.

–Mucho –añadió Frank.

La cara de Liam era un poema.

–En las charlas prematrimoniales solo hemos hablado de procrear, no de… –titubeó Liam.

–De sexo –añadió Saorsie, a simple vista mucho más cómoda con el tema que su novio–. Hemos tenido que confesarnos por haberlo hecho antes del matrimonio –susurró cada vez más animada.

–Y queremos tener hijos, claro –añadió Liam.

–Sí, pero yo quiero esperar un poco –puntualizó Saorsie mientras Liam asentía.

Se notaba que lo tenían hablado, que se entendían. Parecían una pareja que se conocía bien y, como siempre, ella tenía el mando, siempre lo tienen. Nosotros solo percibimos la ilusión de que mandamos algo en ocasiones, pero la realidad es otra bien distinta. Y la verdad, no importa, es algo bueno que sean ellas las que tengan las cosas claras y los pies en la tierra. El mundo funcionaría mejor si las mujeres mandasen. De eso estoy seguro.

–Cuando se tiene hijos todo se complica –advirtió Frank.

–No sabéis de qué manera –resoplé pensando en el horrible año anterior–. Pero Charlotte es lo mejor de todo. Lo mejor que nos ha pasado nunca.

–Sí, es cierto. Los tres somos como… un equipo –dijo Frank.

Volvimos a mirarnos y asentí. Entonces recordé algo más que me quedaba por decir.

–Hay algo más. Algo verdaderamente importante que debéis practicar siempre: sed sinceros el uno con el otro. Siempre –añadí.

Frank asintió mirándome con una mezcla de orgullo y ternura. Ella me comprendía, entendía a qué me refería, sabía por todo lo que acabábamos de pasar.

–Y otra cosa –añadió Frank–. No dejéis para lo último el sexo. Estaréis cansados muchas veces, pero no lo abandonéis. Nunca dejéis de tocaros o deciros algo cariñoso y sexy. No os olvidéis de cuánto os gustaba estar juntos. Ni cuando tengáis hijos. No lo releguéis para otro día.

Liam y Saorsie se miraron casi sonrojados antes de agradecernos nuestra sinceridad. Nosotros dos les dejamos sentados solos a la mesa, para que continuasen hablando, y nos fuimos al salón, donde Brandon se había quedado dormido escuchando a su cantante favorito: Bruce Springsteen.

–Consejeros matrimoniales. –Reí en voz baja.

–No parece que necesiten muchos consejos. Sobre todo, Saorsie –susurró Frank.

–Sí, creo que sabe lo que quiere.

–Ya lo creo. Ayer estuvimos charlando, cuando saliste a pasear con Charlotte, de cosas de chicas. Y le di algún que otro consejo de mujer a mujer.

–¿Cuál?

–Que nunca finja el orgasmo –me dijo al oído.

Miré a Frank pasmado y después me eché a reír.

–Calla, vas a despertar a Brandon –susurró ella.

–Liam también me ha confiado algunas cosas.

–¿Ah, sí?

–Es más tímido, pero me ha pedido un consejo, solo uno.

–¿Y qué le has dicho? –me preguntó Frank, sonriendo con ironía.

–Que nunca, nunca, ni por todo el oro del mundo intente cambiarla, que la ame siempre tal como es –susurré aferrándola por la cintura para acercarla a mi cuerpo y besarla con apasionada lentitud, mientras bailábamos al ritmo de Secret Garden y de los ronquidos del grandullón de Brandon O’Reilly.

Capítulo 41 La vie en rose

 

 

 

 

 

Era de noche, tarde, y Charlotte ya dormía en su cama. Frank se acababa de duchar conmigo y estaba preciosa. Yo solo llevaba una toalla enrollada a la cintura, el vello de mi pecho aún estaba surcado de gotitas de agua y mi pelo mojado me goteaba sobre la frente. Frank paseó sus ojos por mi torso desnudo, llegó hasta mí envolviéndose en una toalla y enseguida me di cuenta de que se disponía a jugar conmigo. Era algo en sus ojos, un brillo que la delataba, solo visible para mí.

Yo tenía la intención de afeitarme la barba y ella, al darse cuenta, se puso junto a mí, frente al lavabo, y ni corta ni perezosa me quitó la maquinilla de afeitar de la mano.

–¿Qué haces? –dije extrañado.

–¿Seguro que quieres quitarte la barba? A mí me gusta que me raspes con ella –respondió Frank.

–Tengo demasiada –dije rascándome la frondosa barba rubia-rojiza.

–Pues voy a afeitarte.

La miré divertido y entorné los ojos.

–Espera, ¿lo has hecho alguna vez? Porque no lo recuerdo.

–No, pero no debe de ser tan difícil –dijo encogiéndose de hombros.

Abrí mucho los ojos, sorprendido y asustado.

–¡Trae aquí eso! –dije intentando quitarle la maquinilla.

–¡No, déjame! Anda… –imploró pegada a mi cuerpo–. Será divertido, ya verás.

–¿Divertido?

Frank asintió con una pícara sonrisa y de pronto se me ocurrió que tenía ante mí la perfecta fantasía erótica.

–Está bien pero… ten cuidado. No vaya a aparecer en la boda con la cara llena de cortes.

–Tendré mucho cuidado con tu preciosa cara, chéri –bromeó y yo la miré con ternura–. Siéntate ahí, que voy a poner algo de música.

Cogí la silla que me señalaba junto al lavabo y me senté. Frank puso a funcionar su iPod y escogió a Edith Piaf y su extraordinaria La vie en rose.

–¿Qué dice la canción? Tradúcemela. No la entiendo del todo –le pedí.

–Ella habla de lo que siente por el hombre al que pertenece. Lo describe como unos ojos que le hacen bajar los suyos y una sonrisa que se pierde en su boca. Él la toma en sus brazos y le dice palabras de amor que penetran en su corazón colmándolo de felicidad, dando paso a noches de pasión. Ella ve la vida de color rosa porque él le ha prometido que son el uno para el otro para toda la vida, y ella le cree.

Lo dijo susurrando las últimas palabras y yo la miré embobado.

Frank se estaba divirtiendo mucho con todo aquello, y no pude reprimir una sonrisa.

–Bien, ya estoy sentado. Primero tienes que enjabonarme la barba –dije intentando no sonreír.

Puso los ojos en blanco, dio al grifo del agua caliente, dejó correr el agua y comenzó a salir vapor. Llenó la pila del lavabo y cogió el bote de espuma de afeitar, lo agitó de un modo que me pareció tremendamente erótico y se puso un poco en la palma de la mano izquierda. Con la derecha comenzó a esparcir la espuma por mis mejillas barbudas, sacando un poco la lengua, como siempre que se concentraba, hasta dejarme toda la cara enjabonada. De repente, se detuvo, dejó todo en el lavabo, se lavó las manos y se marchó.

–¿Adónde vas ahora? –dije sorprendido.

–Ahora vengo, quiero ponerme cómoda, que esta toalla se me escurre –susurró sonriente.

Regresó enseguida y al verla aparecer me incorporé un poco en la silla y la miré de pies a cabeza. Frank estaba casi desnuda, solo llevaba unas braguitas blancas de algodón muy castas y una de mis camisas. Se había hecho un nudo para no abotonarla y le quedaba inmensa y de maravilla. Sus ojos, fijos en mí, me examinaban llenos de deseo.

Se remangó mientras se acercaba sin prisa para retomar la tarea de afeitarme. La camisa abierta dejaba sus pechos al descubierto. Se acercó más con la maquinilla en la mano, tentadora, sexy, casi rozándome. Respiré hondo, impaciente, apoyando mi espalda en la silla. Frank aún no me había tocado. Reposé la cabeza en el respaldo, la eché hacia atrás y cerré los ojos.

Comenzó a afeitarme