Bésame (Un puñado de esperanzas 2 - Entrega 3) - Irene Mendoza - E-Book

Bésame (Un puñado de esperanzas 2 - Entrega 3) E-Book

Irene Mendoza

0,0
1,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.

Mehr erfahren.
Beschreibung

3ª entrega de Un puñado de esperanzas II. Sigue apasionándote con la historia de Frank y Mark La perversa y destructiva obsesión de venganza que Patricia Van der Veen ha desarrollado contra Mark los obligará a Frank y a él a resistir con todos los medios a su alcance, no solo por su amor sino por mantenerse unidos. El plan de ambos es simple: engañar a Patricia y que Frank se gane de nuevo su confianza para que desista de pedir la custodia de Charlotte. Mientras Mark y Frank continúan amándose en secreto, Patricia les pone contra las cuerdas una vez más. - Las mejores novelas románticas de autores de habla hispana. - En HQÑ puedes disfrutar de autoras consagradas y descubrir nuevos talentos. - Contemporánea, histórica, policiaca, fantasía, suspense… romance ¡elige tu historia favorita! - ¿Dispuesta a vivir y sentir con cada una de estas historias? ¡HQÑ es tu colección!

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 88

Veröffentlichungsjahr: 2019

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2019 Irene Mendoza Gascón

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Bésame, n.º 219 - febrero 2019

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, HQÑ y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imágenes de cubierta utilizadas con permiso de Dreamstime.com.

 

I.S.B.N.: 978-84-1307-539-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 21 The long and winding road

Capítulo 22 Losing my religion

Capítulo 23 Fix you

Capítulo 24 Romeo and Juliet

Capítulo 25 Sympathy for the devil

Capítulo 26 My Way

Capítulo 27 Tristán e Isolda, Preludio y Liebestod (Richard Wagner)

Capítulo 28 Wild is the wind

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 21 The long and winding road

 

 

 

 

 

Perdimos. La Audiencia de Jurisdicción y de Disposición se celebró conjuntamente y se nos retiró la custodia de Charlotte asignándosela al Estado. Quedaba una vista para las alegaciones y a partir de ahí se abría el plazo para que se presentara la candidatura de posibles tutores. Si nadie se presentaba candidato, Charlotte seguiría en el centro de acogida seis meses más, hasta una nueva Audiencia de Revisión del Estado de Dependencia.

Fue el fallo más severo que nos podía haber dado aquel juez amigo de los Van der Veen. Jacob Fisher maldijo en voz baja la decisión mientras mi madre, que había vuelto de Los Ángeles para apoyarnos, miraba al estrado con rencor. Yo no pude hacer nada de eso porque tuve que sostener a Frank que, de pie junto a mí, escuchó el fallo y se vino abajo entre sollozos.

Me partía el alma verla así y me sentía completamente inútil, rodeándola con mis brazos, mientras ella no paraba de llorar con suaves sollozos entrecortados que sacudían su cuerpo más delgado de lo habitual.

Los días anteriores a la vista apenas había comido. Dormía poco y por puro agotamiento, pero se resistía a tomar somníferos porque sabía lo que provocaba el acostumbrarse a ellos. Su madre había sufrido las consecuencias de su dependencia.

Pocket y Jalissa estaban allí, acompañándonos, y se indignaron ante la decisión de la corte. Cuando Frank se recompuso un poco se la llevaron a su casa a comer y yo regresé al Plaza, con Fisher y mi madre. El abogado de Los Ángeles quería preparar sin perder un minuto la estrategia a seguir a partir de entonces.

–¡Ese maldito juez es duro de pelar! –renegó Fisher mesándose su poblada cabellera.

–¿Qué opciones tenemos ahora? –pregunté sentado junto a Charlie, que me miraba preocupada y apenada.

–Hay una opción, pero es… –empezó a decir Fisher.

–¿Pero qué? –pregunté impaciente.

–Podemos engañar a Patricia Van der Veen y, por descontado, al juez.

–¿Cómo? –preguntó Charlie.

–Frank y tú tenéis que divorciaros.

 

 

Me quedé atónito al escuchar a Fisher.

–Es una locura –dije–. ¡Yo no quiero divorciarme de Frank ni ella de mí!

–No entiendo por qué. Yo también lo encuentro absurdo, Jake –intervino Charlie.

–Dejadme que os lo explique –contestó Fisher sonriendo–. Si Frank pide el divorcio, la cuestión de la custodia varía. Divorciada, litigaríais por la custodia entre vosotros dos, ella podría pedirla como madre y lo más probable es que se la diesen. Y entonces… ¡se acabó el problema!

Fisher dio un golpe sobre la mesita del salón de la suite del Plaza y sonrió vanidoso. Estaba en su salsa imaginando argucias para burlar la misma justicia de la que él formaba parte.

–Pero ¿cómo voy a divorciarme? ¿Por qué razón?

–Hecha la ley, hecha la trampa –dijo triunfante–. Os habéis enfadado a raíz de todo esto de vuestra hija, os culpáis el uno al otro, no os ponéis de acuerdo en nada referente a la niña, discutís por todo… Ya no podéis entenderos, ni vivir juntos, os mantenía unidos vuestra hija, bla, bla, bla, bla. En resumen, la razón de siempre: diferencias irreconciliables.

–No lo veo –dije.

–Pero Patricia quiere pedir la custodia de mi nieta –replicó Charlie.

–Sí, es verdad. Habría que convencerla de que no lo haga o, al menos, impedirlo o atrasarlo y que Frank se le adelantase –murmuró Fisher.

Me puse a pensar en las palabras de Patricia. Ella me quería lejos de la vida de Frank y, si eso pasaba, se confiaría y tal vez abandonaría su empeño de pedir la custodia de Charlotte. Pero todo eso exigía un sacrificio.

–Sé cómo hacerlo –dije muy serio–. Sé cómo convencer a Patricia de nuestra definitiva separación.

–¿Se te ha ocurrido algo para que la situación sea verosímil? –Asentí–. Bien, bien… Hasta ahora, todo el mundo os ha visto muy unidos. Algo os ha separado.

Mi madre me miró y comprendió. Había una manera de que Frank se enfadase conmigo y ella lo sabía. El maquiavélico Fisher estaba encantado con todo aquello y no se dio cuenta de nuestras miradas.

–Una cosa más. Cuando a Frank le den la custodia, deberéis pasar un tiempo separados hasta que la situación sea segura. Después Frank podrá irse a donde quiera con su hija porque será su tutora legal. Pero…

–¿Cuál es el pero, Fisher?

–Que tú perderás la custodia. Aunque seguirías siendo el padre, no te quitarán la patria potestad. Creo que para que todo cuadre deberías… desaparecer del mapa para que parezca que Frank sea la única que responde por la niña.

–O sea, que tengo que abandonar a Charlotte para conseguir estar de nuevo junto a mi hija –resoplé frustrado.

–Solo vas a fingirlo. Luego volveréis a estar juntos, se revisará vuestra situación y te restituirán la custodia. Piensa que, si no lo haces, Patricia ganará.

–Yo que vosotros me dedicaría a hacer guiones en Hollywood. Puedo ayudaros a entrar en el mundillo –bromeó mi madre.

–Pero una advertencia –dijo Fisher–. Si os descubren, podéis tener hasta pena de cárcel por intentar engañar al Estado.

Resoplé ansioso, dudando aún.

–¿Qué te parece, Charlie? –le pregunté.

–Que es una locura, pero puede funcionar.

–¡Estupendo! –exclamó Fisher dando una palmada de satisfacción sobre la mesa.

Pero yo no me alegré tanto. «Tiene que parecer verosímil», había dicho Fisher. Y la única forma de que lo fuese era enfadar a Frank de verdad.

 

 

Eran medidas desesperadas, pero nuestra situación también era desesperada. Iba a hacerlo, llevaría a cabo el plan. Tuve que reconocer algo de verdad en las palabras de Fisher, porque sin Charlotte, aunque juntos, Frank y yo estábamos condenados sin remedio.

Solo me quedaba una duda: no sabía si, en nuestra situación, Frank y yo soportaríamos otra separación y, sobre todo, si ella estaba en condiciones de seguir sufriendo y esta vez por mi culpa.

Cuando regresé a casa era tarde. Jalissa aún estaba haciendo compañía a Frank. Le había obligado a comer algo y ayudado a acostarse. Sonaba The long and winding road, un tema de los Beatles que Frank me había dicho que le gustaba mucho a Geoffrey Sargent.

–Frank se ha quedado dormida escuchando música mientras te esperaba –dijo Jalissa apenada.

–No me extraña. Esta pasada noche no ha dormido nada. Gracias por no dejarla sola, Jalissa –dije en voz baja.

Jalissa asintió, me tocó el brazo con cariño y se fue. Yo me quedé mirando cómo dormía Frank. No era un sueño tranquilo, de vez en cuando se agitaba frunciendo el ceño como si le doliese algo.

Y en ese momento, contemplando su rostro, pensé que tal vez Patricia Van der Veen tenía razón, que quizás Frank no hubiese sufrido tanto de no haberse topado conmigo aquel día, con veinte años, al salir de una función vestida con su abriguito amarillo. Que, si yo no hubiese entrado en su vida alterándolo todo, tal vez ella hubiese logrado su sueño de ser actriz.

Me recosté a su lado con sumo cuidado, no quería despertarla. Aún sonaba aquella triste balada escrita por Paul McCartney que aparecía en el álbum de 1970, Let It Be. The Beatles lo grabaron el 26 y 31 de enero de 1969, un día después del legendario concierto en aquella ya famosa azotea. De pronto lo recordé: nueve días después de grabar The long and winding road, McCartney anunció que The Beatles se separaban.

La canción terminó y Frank se revolvió en la cama, quejándose quedamente.

–¿Mark?

–Estoy aquí, amor, duerme –susurré abrazándola con ternura.

La besé en el pelo y la dejé dormir. No quería perturbarla antes de tiempo.

«Por la mañana», me dije.

 

 

Su sueño junto a mí fue sosegado, pero no el mío. A la mañana siguiente me levanté temprano, a pesar de no haber pegado ojo dándole vueltas a cómo empezar, por dónde, qué decirle, si hacerla partícipe del plan de Fisher o no. Así que, somnoliento y ansioso, salí de la cama dispuesto a hacer café.

Frank se despertó poco después y se levantó para, tras ir al lavabo, venir a la cocina a darme los buenos días con un beso breve y dulce que me hizo desear más. Pero no podía distraerme, ni ablandarme, debía hacerlo ya y me obligué a pensar en Charlotte para infundirme ánimos.

–¿Te ayudo a preparar el desayuno? –preguntó Frank con su preciosa cara surcada por un par de ojeras violáceas que no le restaban ni una gota de belleza.

–No hace falta, vete a la cama –le dije sin mirarla.

–Ya no tengo sueño.

Le tendí una taza de café humeante, Frank me sonrió y, tomándola, me acarició la espalda. Esa caricia fue la más dulce y dolorosa que he sentido nunca porque estaba a punto de empezar, a un paso de romper el cuento de hadas.

Di un sorbo al café, que me supo demasiado amargo, inspiré hondo y me dispuse a comenzar con aquella farsa.

Frank deambulaba por la cocina en silencio, pero se dio cuenta de que algo me pasaba y tuvo la valentía que yo no encontré para comenzar a hablar la primera.

–¿Qué hablasteis ayer Fisher, Charlie y tú?

–Jodidos asuntos legales –contesté hosco, sin mirarla. Si lo hacía no podría seguir con mi plan.