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Una mujer nacida en la Europa convulsionada por la Segunda Guerra Mundial emprende un viaje físico, emocional y espiritual desde el exilio hasta alcanzar una transformación interna profunda. A través de memorias desgarradoras, episodios místicos y vivencias de sanación, la autora reconstruye su identidad mientras explora dimensiones ocultas del ser. Alquimia vibrante es una historia de supervivencia, autoconocimiento y liberación que invita al lector a descubrir su propia esencia energética y resonar con la consciencia cósmica.
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Seitenzahl: 181
Veröffentlichungsjahr: 2025
JUANA MARÍA LENK
Lenk, Juana María Alquimia vibrante : mi camino hacia mi frecuencia inédita / Juana María Lenk. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6464-1
1. Narrativa. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo de Liliana Prandi
Prólogo de Mario Ostera
Alquimia vibranteMi camino hacia mi frecuencia inédita
Interfase I
Fin de la interfase I volvemos a 1940
Interfase II
Fin de la interfase II
La inmemoria
Interfase III
Fin de la interfase
Interfase IV - Salto cuántico
26-4-2025 - 00.17
AGRADECIMIENTOS
Acabo de leer a Juana, conmovida pero no sorprendida, ya que su evolución siempre fue una constante, quién más que ella, (para mí), podría acceder a tales resultados.
Conocí a Juanita, hace ya muchos años, la psicóloga que se dedicaba a los adolescentes, no sé por qué casualidad, esos días no atendía, entonces me derivaron con ella, y ahí empezó un largo camino de encuentros mágicos, fue mi psicóloga por un montón de años, fue mi Instructora de Tai Chi Chuan, y hasta mi Profesora de Instructorado de Tai Chi hasta que nos convertimos en amigas, esa amistad que sigue hasta la actualidad y ¡son muchos años! Puedo dar cuenta de su transformación porque soy una testigo, admirando, copiando, modelando muchísimas veces sus hallazgos para llegar a disfrutar de la simpleza de existir.
Doy fe de que su empeño por investigar, vivenciar, de su superempatía, acompasando a cada tramo mis múltiples problemáticas, ¡que entonces eran muchas!
La vi estar acuciada por distintos especialistas, llegué a pensar que había llegado al final, hasta que la vi, y la veo resurgir, derribando la farsa de este sistema de vida, de tanto cientificismo, tecnología, negocios de la medicina, etc.
Y ahora sintiendo el honor que esto significa, me ha propuesto hacer el prólogo a esta obra magnífica que detalla a pies juntillas cada momento, cada sensación de su extenso vivir.
La llamo obra y no libro porque obra es construcción, creación, arte de conmovernos porque su historia de vida tan claramente definida, la podemos hacer propia en los muchos relatos de situaciones, así que también resulta un relato histórico con todas las letras, geográfico si se quiere, emocional, psicológico y por supuesto literario.
Su estilo de escritura, que nos lleva atrás en el pasado vuelve al presente, nos hace pensar, sentir que el tiempo es ese fluir que tan bellísimamente se desliza por los hilos de la historia. Tejiendo una red entrelazando hechos con poesía.
Sin que exista el tiempo lineal, puntual y cerrado, nos abre una miríada de posibilidades, porque no hay fin, no hay fronteras, no hay límites para los que se animan a ver más allá. En otros tiempos, eran quemados en hogueras o maldecidos o perseguidos o tristemente olvidados o tomados por locos; ya nombra en su texto a Giordano Bruno, entre otros.
Ella va definiendo por momentos que se puede transitar en múltiples dimensiones o registros y lo mejor es que todos podemos hacerlo.
Sé que un prólogo es hablar del libro, dar un análisis, tal vez minucioso de cada parte, yo me limito invitarlos a transitar este viaje que propone la autora, ya que no deseo empañar la sorpresa que provoca su lectura, ni interferir en el análisis que cada uno pueda hacer, permitirse dejarse llevar acompañados de su clara descripción de su cosmoshock, de la luz amarillodorada, de sus sincronías desde su nacimiento, abrazar a esa niñita de Austria, seguirla allá o acá, en Argentina, en San Miguel o en el viaje a Luján.
Al principio hablé de construcción porque también ayuda a construir la propia historia, a darnos cuenta, a dar sentido, cuando encontramos que tal vez en nuestra propia vida, hemos tenido sincronicidades, terrores nocturnos, visiones de energía que decodificábamos como fantasmas o descreíamos por temor a ser mal vistos y las dejábamos pasar, atormentados por cuestiones del sistema, ¡qué bello poder inspirarnos en su devenir y empezar a transitar nuestro propio camino de descubrimiento!
Me tomo la atribución de decir que quien no tenga el valor para hacer, está libre de tomarlo como un texto de Ciencia Ficción.
Licenciada Liliana PrandiPsicóloga
El primer libro publicado por Juana en mayo de 2019 se titula Testimonio de mi vida o cómo hago para reinventarme frente a las adversidades de la vida.
Comienza con la dedicatoria a su hijo y su esposa y a sus nietos y finaliza con los versos de la canción de Violeta Parra ... gracias a la vida que me ha dado tanto.
Entre las primeras y las últimas palabras de su primer libro Juana cuenta su vida de manera muy conmovedora quedando muy claro para el lector las enormes peripecias sufridas desde la primera infancia y el enorme esfuerzo de Juana para sobreponerse y poder emerger una y otra vez.
Decía Juana al final de aquel primer libro ... qué más puedo pedir a los 83 anios, sólo cabe agradecer ...
Juana decía eso en ese momento a pesar de que no se podía tener en pié y se caía y tuvo que empezar a tener asistencia las 24 horas del día y usar andador y además de ello le diagnosticaron máculopatía degenerativa incurable lo cual implicaba inexorablemente la pérdida de la visión.
Pero Juana pudo sobreponerse a la adversidad una y otra vez.
El violín y la música, su psicoterapia, su trabajo como psicoterapeuta, su pareja, su hijo, sus nietos, el tai chi chuan, la medicina china, la pintura, la Fundación Tzedaká y toda la gente que la quiere son sus principales pilares en las diversas etapas de su vida.
Desde aquel momento en que no podía caminar por sus propios medios y con pronóstico de pérdida total de la visión Juana intensificó el camino del autoconocimiento abriéndose y animándose a explorar y vivenciar sin miedo los caminos propuestos por la práctica de la alimentación sana, de la meditación y el pensamiento de diversos pensadores contemporáneos.
Es así como ha logrado volver a caminar por sus propios medios y evitar el avance de la pérdida de la visión.
En este su segundo libro relata nuevamente los episodios más relevantes de su historia y dice algo que me pareció muy interesante: antes de empezar a tocar el violín mi vida era en blanco y negro pero a partir de allí fue en color.
Creo que es algo que se puede vivenciar, al menos a mí me pasó, en la lectura de este libro de Juana: una sensación de blanco y negro, de gris, de bruma, de niebla, hasta que Juana empieza a hablar de sus experiencias con la respiración, con la meditación, con lo que ella llama las otras dimensiones, las otras vibraciones, las otras frecuencias.
A partir de allí mi sensación fue que la niebla empezó a disiparse y los colores empezaron a aparecer.
Juana habla claramente de los vivos colores de sus vivencias.
También dice que no se trata de vivencia de paz sino de algo diferente, porque no hay paz sin guerra.
Desde la mentalidad predominantemente racional para la inmensa mayoría cuesta entender lo de ser y no ser al mismo tiempo.
O tal vez es lo que decía Bronislawa Wajs, Papusza, gitana polaca poeta que sufrió los horrores de la segunda guerra, cuando alguien le dijo tenés que publicar tus versos porque son tuyos y ella dijo ... no son míos, vienen cuando quieren y se van cuando quieren...
O tal vez es lo que decía Jorge Luis Borges ... nuestras nadas poco difieren, es trivial y fortuita la circunstancia de que tú seas el lector de estos ejercicios y yo su redactor...
O tal vez es lo que decía Platón en la alegoría de la caverna ... estamos encadenados viendo lo que para nosotros es la realidad pero lo que vemos es una mera apariencia de la verdadera realidad ...
O tal vez la realidad no tiene tres dimensiones sino múltiples dimensiones como nos invita a pensar Moebius con su símbolo multidimensional de lo infinito ...
Gracias Juana por estimularme a pensar, sentir y actuar.
Mario Ostera, mayo 2025.
Es desafiante para mí describir con las palabras de nuestros idiomas limitantes lo que justamente es el intento de describir lo indescriptible, personas que me conocen y que han leído algunos de mis viajes de transmutación, dicen que tengo un don justo para poner en palabras esas maravillosas, potentes y hasta abrumadoras vivencias. Mi vida está sembrada de eso mal llamado “experiencias extrasensoriales” pues para mí son altamente sensoriales, o sea sentidas, vivenciadas por mis sentidos internos, ojos, oídos, olfato, gusto, tacto propiocepción, interocepción, nociocepción, la última me avisa si lo que siento es nocivo o no para mi fisiología, aunque he aprendido a transformar los llamados dolores, en otra cosa.
Más allá de la detección valorativa, “me duele es feo o nocivo” hay una enorme gama de los decodificados como dolores por nuestra cultura y enseñanza infantil, que no son tales o por lo menos no son nocivos o dañinos, sino que la cultura los decodifica o nos enseña que son dañinos cuando no lo son, aunque incluso los dañinos son altamente modificables sin recurrir a los calmantes que son eso, solo calman y entonces uno no llega a discernir la cualidad de esa experiencia, solo la tapa como lo hacen la mayoría de los fármacos, solo quitan el síntoma pero no lo transforman, ya hablaré de eso. Ahora, antes de comenzar con la descripción de la alquimia o transmutación interior y exterior mía, relataré algunos sucesos de mi vida en este planeta.
Nací el primero de diciembre de 1935, un mes antes de la fecha de parto, mi papá internó a mi mamá en la mejor clínica maternal de Austria, porque él estaba de exámenes en su segundo doctorado ahora en Jurisprudencia, y yo nací ochomesina, con gran decepción de mi madre. Según el relato de ella misma, ese monstruo rojo que había parido, rugoso, pequeño arrugado, colorado, no se parecía en nada, ¿a su primer hijo de tres kilos y medio, con un rulo de pelitos oscuros?; encima era mujer.
Ella ansiaba otro varón, y el nombre que tenía preparado para eso era Hans, o sea Juan, y como no había pensado en un nombre femenino me puso el femenino de Juan, Juana.
Me llevó años amar mi nombre, era el vivo testimonio de no haber podido agradar a mi madre naciendo varón, años de terapia, años.
Según relatos, yo era una niñita mala porque de beba lloraba, lloraba y lloraba cuando mi papá quería estudiar, y ¿por qué quería estudiar?; me “meto” dentro de él, “porque la beca que le habían dado para estudiar ingeniería, como era su deseo, se había desvanecido por el desastre de la guerra, entonces como a la edad en que la gente “normal” estudia, él estaba en el frente como soldado, a los 16 años, y ahora había elegido las dos únicas carreras que se podían estudiar sin tener que asistir a clases presenciales”. Estas carreras eran: Ciencias Económicas y Jurisprudencia, que en Argentina no existe, es algo así como abogacía más ser juez.
La parte mía dolorida, dice “salame, ¿por qué tuviste hijos y no esperaste a acabar con esas carreras antes de tener hijos?”.
La respuesta es “porque los hijos vienen cuando dios quiere; cosa de nunca acabar, la cultura dogmática, represiva que creo que aun hoy existe, tenía el poder” y yo lloraba, lloraba, lloraba, y les molestaba.
Ahora, retrocediendo en el tiempo, mi cuerpito de beba, pues ya: gritaba al mundo “acá estoy, no me abandonen, denme un nombre elegido, soy yo, ¿por qué me dieron la vida si no tenían tiempo ni ganas para cuidarme?”.
Lloraba de pánico por si me volvía a pasar lo de la experiencia cercana a la muerte, claro que tenía miedo de volver a sentir ese frío intenso, frío absoluto, frío inmovilizante, frío asfixiante, a ese ser abandonado, sin poder gritar fuerte, sin poder moverse, sin poder salir de eso, sin poder hablar, esa sensación de ser hielo en medio de una extensión infinita de hielo. No he podido retroceder para investigar cómo fue la experiencia cercana a la muerte de un ser que no sabía qué era la vida fuera del útero, con cuatro días de nacer, si las experiencias cercanas a la muerte están fuertemente entrelazadas con inscripciones inconscientes de lo que es la muerte, acá no había inscripción alguna, tal vez es tan difícil “entrar” en ese ser recién nacido pues está más en el interior del útero que en el llamado “exterior” o vida extrauterina.
Deseada varón, con una experiencia cercana a la muerte al cuarto día de haber nacido, sin un nombre elegido para mí, (de grande, hasta pensé cambiarme de nombre, lo que en este país era casi imposible).
Al fin logré rodearlo de amor, de mi amor y el de la gente que cariñosamente me llamaba Juani, así bañé de energía amorosa los sonidos de mi nombre, ya teniendo claro que debía autoinundarme de amor genuino y no lleno de pánico, síííí, me construí a mí misma, no cabe duda, soy la que soy, me autoconstruí.
***
Unos años antes de la Segunda Guerra Mundial, en Austria, mi patria natal según el relato de mi madre, el cielo se puso rojo como si un enorme incendio sucediera en algún lugar de Viena o sus alrededores como lo es Baden, una localidad alejada de Viena unas cuantas estaciones de tren, en medio de los Bosques de Viena, un lugar pleno de árboles y flores.
Sigo con el relato de mi mamá, los silbidos de los bomberos aullaban por todos lados, iban de acá para allá, sin encontrar incendio alguno, pánico en las calles, en el corazón de los pobladores, que veían el cielo rojo y nadie encontraba las llamas, esto se mantuvo durante un tiempo que parecía eterno y angustiante para gente que estaba acostumbrada a saber la causa de los sucesos en sus vidas. Así como vino se fue.
Luego, cuando se produjo la ocupación y la guerra, antes de que se declarara, antes de nuestra huida, mi mamá decía que había sido un aviso de Dios anunciando el peligro de guerra.
Aproximadamente durante esa misma época, mi mamá tuvo un sueño: una Señora vestida con un ropaje muy extraño le dice con una voz suave y firme, “no tengas miedo, yo te voy a guiar”. Mi mamá solo pensó, por qué me dice que no tenga miedo, yo estoy genial, acá con mi marido e hijo, en medio de los árboles y flores, y se intranquilizó tanto que fue a hablar con el párroco de la Iglesia cercana, en esa localidad todos se conocían, el sacerdote conocía muy bien a mi mamá, ella como cristiana creyente iba a misa, le contó su sueño y el sacerdote le comentó, que era un sueño de cuidado, protección, no sabía quién podía ser esa mujer, que se sintiera bendecida por un sueño tan protector.
(Cabe decir que en Austria en esa época y creo, aun ahora, nadie conocía a la Virgen de Luján, patrona de Buenos Aires).
Pasó la guerra, huimos a Argentina, ya instalados, sin pasar más hambre y escasez extrema, mi papá decidió que fuéramos a conocer Luján, cuando entramos en la Basílica, mi madre se puso pálida, sudaba, el corazón le latía fuerte, señaló con un dedo tembloroso la imagen de la Virgen y dijo “esta es la señora de mi sueño”, todos nos quedamos llenos de asombro.
Aclaro que tuve que hacer toda una investigación para saber quién era yo, esta investigación me llevó varios años, pues mis padres, por temor a otra persecución me ocultaron muchas cosas, una de las más impactantes es el de mi origen judío por parte de mi padre, a quien también le ocultaron su origen, mi abuela paterna, Rebeca, luego de una persecución o desaparición del marido, mi abuelo paterno David Teodoro Löwitt, y les cambió el apellido a sus dos hijos, mi papá y mi tío a quien no conocí pues se suicidó en la Primera Guerra Mundial, donde ambos hermanos de 16 y 17 años fueron obligados a alistarse, mi tío confesó a mi padre que “todo le parecía falso, trastocado, indignante, alucinante, y que no aguantaba más”, era aviador y se tiró con el avión, tipo kamikaze, al blanco ordenado, en el pueblo donde pasó eso, que nunca supe dónde era, le hicieron un monumento al héroe desconocido porque nunca se supo su nombre, solo que era un héroe de guerra, en ese entonces los enemigos reconocían a un héroe, aunque fuera del bando enemigo.
Me adelanté un poco, Rebeca por una persecución anterior, sufrió la desaparición de su marido o sea mi abuelo paterno, el gobierno de Austria les cambió el apellido de Löwitt a Lenk una lejana localidad en Austria, y los internó en un monasterio cristiano, Kremsmünster, en lo alto de una montaña, fundado en el año 750 de nuestra era. Los niños tenían 10 y 11 años. El menor era mi papá. Mi papá de adulto no recordaba que era judío, y en un momento, delante de sus compañeros de oficina, uno de la Gestapo lo señaló en su trabajo como judío, al no darse por aludido este se le acercó, lo hizo levantarse y sacarse los pantalones para que todos vean que había sido circuncidado. Al día siguiente cuando mi padre fue a su trabajo, se encontró que su lugar estaba ocupado por otra persona o sea que ya no tenía trabajo, se dio cuenta de que lo iban a obligar a ir a algún campo de concentración como a todos los judíos, o negros, o gitanos, u homosexuales, o sacerdotes en fin a todo el que se opusiera al régimen nazi.
Así que, contra el consejo de amigos judíos o no, que le decían que solo era la ocupación, que no iría a pasar de mayores, decidió huir, con lo puesto, y en efecto mientras él salía por la puerta trasera de la mansión en Wilhemring 9, los de la Gestapo entraban por la delantera a buscarlo.
Por otro lado, y eso lo compartí con más detalles en mi libro “TESTIMONIO DE MI VIDA O CÓMO REINVENTARSE FRENTE A LOS DESAFÍOS DE LA VIDA”, (que puede leerse en forma de audiolibro, en las primeras presentaciones en el canal de YouTube, CÓMO VIVIR BIEN EN TIEMPOS DESAFIANTES).
Nuestra casa, como la de cualquier ciudadano, estaba ocupada en parte por soldados alemanes. Uno de ellos abusó de mí, esto lo relato ampliamente en mi libro antes nombrado.
Nosotros, mi hermano y yo, éramos la tercera generación y según el nazismo debíamos ser exterminados, así que mi mamá huyó con nosotros, ella era cristiana y cuando fue a la oficina de telégrafos y teléfonos, para hablar con un contacto que se supone podría informar si mi papá había salido del país, el soldado que estaba custodiando las oficinas, cuando mi mamá entró con nosotros dos, mi hermano y yo, le dijo, muy sonriente e impactado por la belleza de mi mamá, “Margarita, tú eres cristiana, ¿no deseas tener un hijo ario conmigo?, te prometo que a tus hijos les daré un calmante para que no se den cuenta de que van a la cámara de gas en Auschwitz”.
Siento que mi mamá sacó fuerzas de la energía cósmica, se dio cuenta de que el joven soldado se había enamorado de ella y entonces le contestó, “tengamos relaciones y me ayudas a salir del país con mis hijos” y en efecto el joven alemán aceptó, y sobre un escritorio tuvieron relaciones. El joven alemán de ojos celestes y muy atractivo, cumplió su palabra y estoy escribiendo esto gracias a eso, ya que de lo contrario habría encontrado la muerte en las cámaras de gas.
Durante mucho tiempo sentía que mi mamá había sido violada, ya más grande cuando aprendí a ejercitar mi curiosidad, asombrosa por cierto, realicé una autorregresión hipnótica, y me encontré de grande detrás de dos niños asustados mirando a dos jóvenes bellos y flexibles fuertemente abrazados, embelesados, con movimientos danzantes, sonrientes, plenos de energía y juventud, entrelazados en un coito gozoso. Así me di cuenta de que no había sido una violación y que mi mamá por fin había sentido gozo una vez en su vida, sentí alegría por ella, ya que cuando le había preguntado si había gozado con mi papá, su respuesta fue “hija, siempre he cumplido mis obligaciones matrimoniales”, sin palabras...
También se me aparece en la memoria que mi padre en Argentina, se transformó en golpeador, nos pegaba con su cinto o con un palo de plumero, cuando le pegaba a mi hermano venía mi madre a defenderlo, no así a mí.
Pronto me di cuenta de que si lloraba, eso lo instaba a pegar más, así que dejé de llorar, y recién a los 89 años cuando al fin estoy sacudiendo esas energías estancadas, pude llorar a esta edad, no de tristeza ni de miedo, ni de dolor, lloré de dicha al saber que una muy amiga del alma, ya enferma, estaba trascendiendo y su energía me llamó para acompañarla en su tránsito, lloraba, lloraba, lloraba de dicha por estarla acompañando, la veía sonriente respondiendo a mi sonrisa, transfigurada, y al día siguiente me entero de que una vez más la habían reanimado y de vuelta a la casa, donde tenían que subirla rescatistas, atada a la camilla por ocho pisos, una masacre, como la hija no me daba su nuevo teléfono y el viejo de línea ya no funcionaba, es imposible comunicarme con ella, me agradezco a mí misma por haber hecho ese documento donde tanto el hospital, el médico de cabecera y yo firmamos y si me tienen que internar una vez, tienen prohibido invadirme con sus sistemas de reanimación, y deben dejarme morir en paz, si padeciera de una enfermedad, pedir cuidados paliativos que son mucho más humanos que los médicos tradicionales, no todos por supuesto, pero hay muchos, esos temen a la muerte y sienten la muerte de un paciente como un fracaso.