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¿Qué pensaba realmente Napoleón Bonaparte sobre la guerra, el amor, la política o la religión? Esta obra reúne sus más destacadas reflexiones, ordenadas por temas y acompañadas de un rico contexto histórico y que fueron compiladas por Jorge Luis Bastons. Estas máximas ofrecen una mirada íntima al genio, pero también a las contradicciones del líder francés, permitiendo conocer al hombre detrás del mito. Una lectura imperdible para los amantes de la Historia, la Estrategia y la Política.
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Seitenzahl: 118
Veröffentlichungsjahr: 2025
JORGE LUIS BASTONS
Bastons, Jorge Luis Así opinaba Napoleón Bonaparte : sus frases, máximas y reflexiones más destacadas, compiladas y ordenadas temáticamente / Jorge Luis Bastons. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6395-8
1. Biografías. I. Título.CDD 920
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prefacio
Sobre su niñez y familia
La Revolución FrancesaEl golpe de Estado del 18 de BrumarioEl Consulado
Sobre las leyes
Sobre la economía
Sobre la guerra
Sobre algunas de sus principales batallas
Sobre la política y el gobierno
Sobre cuestiones de orden religioso
Sobre las relaciones internacionales
Sobre la libertad de prensa y de expresión
Sobre las Ciencias y las Artes
Amor, matrimonio y sexualidad
Misceláneas
BIBLIOGRAFÍA
A pesar de haber fallecido hace más de 200 años, no hay quien no conozca los rasgos principales de Napoleón Bonaparte durante sus años de Emperador de Francia. Es decir, que ni bien pensamos en él, de inmediato se nos representa la imagen de un hombre enérgico, de paso apurado, sumamente inteligente y mandón, calvo, barrigón, de ojos azules y nariz aguileña, con la mano derecha metida entre los botones de su chaqueta y un estrambótico sombrero encajado hasta las cejas.
En efecto, todo el mundo conoce a Napoleón Bonaparte. ¿Quién no ha leído algo acerca de él? ¿Quién no vio una película, una miniserie o un documental sobre su apasionante vida? No en vano, Napoleón es, después de Jesucristo, la persona más biografiada del mundo. Y en cuanto a su vasta filmografía, no se puede negar que ha ayudado mucho al conocimiento masivo de su polémica persona.
Por ende, a modo de repaso, solo diremos que Napoleón Bonaparte nació en Córcega el 15 de agosto de 1769. Y que su isla natal había sido comprada por Francia a Génova, exactamente un año antes de su venida al mundo. Por lo que el pequeño “Nabulione”, pues así le decían tiernamente los suyos, nació francés. A sus nueve años, Napoleón fue enviado a estudiar a Brienne le Chateau, una escuela militar de la Francia continental, gracias a una beca otorgada por el Rey Luis XV. En esa institución creció rodeado de muchos de los hijos de las principales familias del Reino. Luego continuó sus estudios en París, recibiéndose de oficial del ejército en tiempo récord, ya que debido a la prematura muerte de su padre se había vuelto imperioso contribuir al sustento familiar, y mal podría hacerlo mientras fuera un cadete.
Napoleón se abrió camino merced a su indiscutible genio militar, que a la postre lo llevó a ocupar las más altas magistraturas de Francia, y más luego a convertirse en el dueño virtual de toda la Europa continental de su tiempo. Hasta que finalmente fue derrotado y exiliado dos veces. ¡Sí, dos veces!
Su primer exilio forzoso fue en la muy italiana y placentera isla de Elba. Y el segundo, en un horrible peñasco en medio del océano Atlántico, ubicado como a mitad de camino entre Sudamérica y África: la tristemente célebre isla de Santa Elena.
Desde luego, para que haya existido un segundo exilio es porque Napoleón supo aprovechar una noche nublada para escaparse de la isla de Elba con apenas 1200 soldados en dos barquitos maltrechos. Así logró volver a Francia y recuperar su corona imperial casi sin contratiempos.
Pero esa ilusión apenas duró “Cien Días”, ya que una enorme coalición de reinos europeos envió sus poderosos ejércitos para acabar prontamente con Napoleón y sus adeptos.
El resultado de los combates estaba escrito antes de empezar, Napoleón y su puñado de valientes no podían ganar una guerra contra toda Europa unida en su contra. Por ende, en tal contexto la batalla de Waterloo significó el ocaso definitivo del Emperador Napoleón I. Sin embargo, como era al fin de cuentas un estratega y político de primer nivel, por más que a resultas de su segundo exilio se encontraba ahora imposibilitado de mover hombres, caballos y cañones, desde su encierro en la isla de Santa Elena se dispuso a utilizar con maestría el último recurso a su alcance: sus agudas, precisas y afiladas palabras. De modo tal que se encargó de dictar y difundir su “Memorial”.
Dicho texto era, por un lado, una crítica feroz a sus vencedores y al trato ignominioso que le habían departido. Y también, un exagerado culto a sí mismo, a su gestión militar y de gobierno. Asimismo, aunque en considerable menor medida, su Memorial también funcionaba como un merecido homenaje a los hombres y mujeres que lo ayudaron a ser quien fue.
Desde luego, Napoleón dictó su “Memorial” para generar efectos políticos entre sus contemporáneos. Pero también para quedar inmortalizado en las páginas de la Historia tal como le gustaría ser recordado, pero no como realmente fue.
Por lo tanto, allí se muestra como un hombre que nunca quiso ir a la guerra contra ninguna potencia extranjera, sino como alguien que solo se había limitado a defender a Francia de las voraces garras de los reinos vecinos. Entonces nos cuenta que las coronas europeas nunca le dieron tregua, ni paz sincera, y que aun cuando se mostraran afables en la superficie, en secreto siempre tramaban su caída.
Por ende, insiste en hacernos creer que él solamente luchó por la grandeza de Francia y el bienestar de su pueblo. Y si bien hay parte de verdad en sus palabras, también hay mucha mentira expresada a modo de propaganda. Naturalmente, nadie dice que Napoleón no amara a su bella Francia, pero su amor a la patria nunca estuvo por encima de su desmedido ego, ni de su afán de conquista, ni de sus sueños de gloria eterna.
En fin, felizmente hay en el mercado editorial muchas obras que permiten conocer a Napoleón Bonaparte y su tiempo en profundidad. Por lo tanto, quienes gusten indagar más a fondo no tienen más que ir tras ellas. De hecho, grandes hombres y mujeres de letras han escrito sobre Napoleón a lo largo de los siglos XIX y XX. Tales los casos de Chateaubriand, Honoré de Balzac, Madame de Staël, Stendhal, Alejandro Dumas, Hilaire Belloc y André Maurois. Y eso sin hablar de los sesudos estudios realizados por historiadores y renombrados biógrafos como Emil Ludwig, André Castelot, Pierre Branda, David Chandler o Andrew Roberts1.
Breve cronología de la vida de Napoleón Bonaparte:
1) Como dijimos, Napoleón nació en Córcega el 15 de agosto de 1769, apenas un año después de que Francia le hubiera comprado la isla a Génova. Si bien los patriotas corsos se negaron primeramente a la dominación francesa, luego de ser abrumadoramente derrotados en la batalla de Ponte Corvo, no tuvieron más remedio que aceptarla y acomodarse a esa nueva realidad lo mejor posible.
El abogado Carlos Bonaparte, padre de Napoleón, fue de los primeros en afrancesarse. Así, con la velocidad del rayo se convirtió en delegado por Córcega ante el mismísimo rey francés.
Gracias a una beca, Napoleón es enviado a vivir internado en la Escuela Militar de Brienne le Chateau, en la Francia continental. Luego estudiará en la Escuela de Oficiales de París, donde le toca presenciar los primeros pasos de la Revolución Francesa, cuyo comienzo simbólico fue el 14 de julio de 1789 cuando el pueblo de París tomó la famosa fortaleza de la Bastilla2.
2) Para 1791, ya siendo teniente de artillería se acerca al partido jacobino. Un año más tarde asciende a capitán. Ese mismo año de 1792 Francia entra en guerra con Austria y Prusia.
Para enero de 1793 decapitan al Rey Luis XVI y tiempo después a María Antonieta, la Reina. El gobierno revolucionario de la Convención le declara la guerra a Inglaterra y Holanda.
La lucha de facciones al interior de Francia es feroz. Los jacobinos derrocan al partido girondino y pasan por la guillotina a todo quien ose opinar en contrario a las decisiones de Robespierre y sus amigos del Comité de Salud Pública.
Mientras tanto, Napoleón intenta independizar a Córcega de Francia, mas, ante el fracaso de la intentona, pasó a promover el ideario revolucionario en su tierra natal. Pero esta última apuesta también le sale mal, por ende, él y toda su familia son expulsados de la isla el 29 de julio de 1793 por los partidarios del caudillo local Pasquale Paoli.
Vuelve a París y allí escribe un relato ficcional muy encendido a favor de los jacobinos3, quienes lo envían a sitiar la ciudad portuaria de Tolón que estaba en manos realistas e inglesas. Allí se destaca como artillero, toman la ciudad y lo hacen teniente coronel. Pero esa felicidad no dudará mucho, ya que Maximiliano Robespierre caerá el 27 de julio de 1794. A instancias del apoyo de Bonaparte al partido jacobino, y ante la caída de sus líderes, Napoleón fue detenido en Niza y puesto tras las rejas durante casi todo el mes de agosto en el Fort–Carré de Antibes. El Directorio asume el poder en Francia y Paul Barras es su mandamás.
3) Gracias a su buena foja de servicios, a la prédica insistente de algunos amigos corsos y a una buena cuota de azar, le permitieron a Napoleón Bonaparte salir de aquel atolladero y acceder a puestos relevantes de mando militar.
Un hecho fortuito lo llevará puntualmente a jugar en las grandes ligas. En efecto, durante el mes de octubre de 1795 se producirá un alzamiento de más de 25 000 ciudadanos realistas que, hartos de la miseria, la inflación y la corrupción, deciden voltear al gobierno del Directorio.
Ante ese inesperado acontecimiento, Paul Barras, sin contar con nadie mejor a mano, pone a Bonaparte al frente de la defensa militar del gobierno. El pequeño corso se destacó con creces su brillante estrategia dejó a miles de realistas muertos en las calles de París. A partir de allí, su vida cambiará para siempre: fama, dinero, cargos, mujeres, todos le sonríen y festejan al hombre del momento. En fin, lo de siempre en estos casos.
Pero él se enamora de una dama en particular, ni más ni menos que de la amante de Paul Barras, su jefe político. Se supone que Napoleón no sabía que Josefina de Beauharnais era la amante de Paul Barras, por ende, ni bien se enteró cesaron sus galanteos. Pero viendo que ella lo instaba a continuar y sobre todo, viendo que el propio Barras también lo indujera a ello, Bonaparte se terminará casando en marzo de 1796 con esa bella y seductora criolla oriunda de la Martinica.
Casi a modo de regalo de bodas, Barras le ofrece a Napoleón la jefatura del ejército francés apostado en la frontera con Italia. Pasa apenas unos poquitos días de luna de miel con Josefina y marcha raudamente a hacerse cargo de sus hombres.
Entre 1796 y 1797 Napoleón desplegará lo mejor de su arte militar, ya que con un ejército muy pequeño y carente de casi todo, igualmente arrebatará media Italia del dominio austríaco. Pero a pesar de sus enormes éxitos militares, para Bonaparte no fueron momentos de dicha, ya que mientras él combatía en Italia, desde París su familia lo alertaba de las reiteradas infidelidades de Josefina, por lo que los ánimos del joven general estaban por el piso. Los celos y rabietas de Bonaparte con su mujer llegaron a tal extremo que se transformaron en una auténtica cuestión de Estado. Y como los miembros del Directorio no querían que su general se distrajera de sus asuntos: subieron a Josefina a un carruaje y la enviaron a Italia a procurar contentar a su enamorado marido. ¡No sea cosa que Napoleón dejara de ganar batallas y de enviar oro, joyas y obras de arte al gobierno del Directorio, siempre necesitado de recursos!
Mientras tanto, en 1796, la Francia revolucionaria y la España borbónica se aliaron por el Tratado de San Ildefonso con la idea de combatir a Inglaterra, a la cual España le declara abiertamente la guerra. En Francia el gobierno del Directorio establece la libertad de prensa y los periódicos y pasquines crecen de manera exponencial en todo el territorio nacional.
4) Firmada la paz con Austria en 1797 mediante el Tratado de Campoformio, Napoleón regresa victorioso a Francia. Los principales políticos y el pueblo entero celebran su llegada. Pero él se hace el tonto, desdeña los halagos, esquiva las tentaciones y rechaza todos los cargos públicos que con insistencia le ofrecen. No obstante, acepta de buen grado ser designado miembro de número de la prestigiosa Academia francesa.
En 1798 Napoleón decide atacar a los ingleses, pero de manera indirecta. El objetivo, Egipto. La idea es conquistarlo y desde allí avanzar hacia la India, la joya de la corona del imperialismo británico. La campaña de Napoleón a Egipto no goza de buena prédica entre los historiadores, pero tampoco resultó tan mal como se suele decir. A decir verdad, mientras tuvo avituallamiento por mar desde Francia la campaña marchó maravillosamente bien, pero cuando el Almirante Nelson destruyó la flota francesa estacionada en la bahía de Abukir, la campaña quedó herida de muerte, ya que a partir de allí los franceses solo podrían abastecerse y avanzar por tierra.
Estancado en El Cairo, Napoleón recibe noticias que lo instan a volver a Francia dada la profunda crisis dirigencial, política y económica existente. Y así lo hace. Ni bien pisa suelo francés todos salen a su encuentro. El ejército lo ama, el pueblo lo ama, las brevas ahora sí estaban maduras para hacerse del poder4. Así las cosas, el “18 Brumario” de 1799 Napoleón Bonaparte y sus amigos dan un golpe de Estado y derrocan al Directorio. En apariencia el nuevo gobierno es un triunvirato de Cónsules, pero en los hechos Napoleón es el único Cónsul de Francia.
5) En 1800 el Primer Cónsul funda el Banco de Francia y vence en la batalla de Marengo a los austríacos (que habían retomado Italia cuando él estaba de campaña en Egipto). Bonaparte gobierna Francia criteriosamente y lleva la economía razonablemente bien5.
En 1801 se firma la paz de Luneville entre Francia y Austria. Las negociaciones entre Francia y Rusia para arribar a una alianza de largo aliento fracasan cuando el Zar Pablo, que estaba fuertemente enemistado con Inglaterra, resultó asesinado. Por cierto, no faltan historiadores que sospechen de Alejandro, el hijo del Zar, quien en connivencia con Inglaterra habría planeado el brutal magnicidio.
En el Atlántico Norte, ante las costas de Brest (Francia) el buque submarino “Nautilus” creado por Robert Fulton realiza su primer viaje. El interés de Napoleón ante tan maravilloso invento es grande, pero se desilusiona cuando el submarino vuelve de su misión de prueba sin haber conseguido hundir ni atrapar ningún barco enemigo. En su exilio en Santa Elena, un Napoleón mucho más calmo y reflexivo se arrepentirá de no haber sido más paciente con un invento con tanto potencial.