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"En ese momento, me di cuenta de que no tenía talento. Es duro, pero me dije: 'No vale la pena insistir, nunca vas a ser un gran poeta, nunca serás un Rimbaud, un Mallarmé, un Villon. Entonces, cambia de idea. ¿Por qué no pruebas musicalizar tus poemas? Poemas que no van a ser geniales, pero pueden convertirse en canciones potables, no del todo mal escritas'. Y me puse a escribir 'La mauvaise réputation', 'Le fossoyeur', 'Le parapluie', 'La chasse aux papillons'… ¿Querías saber cuándo nació el Brassens cantautor? ¡Aquí lo tienes! Cuando se encontraron mi música y mis poemas." En este libro, Clémentine Deroudille recorre la vida de Georges Brassens (1921-1981), el modesto "hacedor de canciones", artista libre, generoso e irrepetible.
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Seitenzahl: 143
Veröffentlichungsjahr: 2024
Clémentine Deroudille
Brassens o la libertad
Traducción: Lil Sclavo
Diseño de portada: Osvaldo Gallese
Diseño de colección: Enric Jardí Soler
Ilustraciones de tapa y contratapa: Andrés Alvez
Traducción: Lil Sclavo
Título original: Brassens, Le libertaire de la chanson
First published by Editions Gallimard, Paris
© Editions Gallimard, collection Découvertes 2011
© 2024. Libros del Zorzal, SL
España
<www.delzorzal.com>
ISBN 978-84-19496-68-3
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.
Impreso en España / Printed in Spain
En ese momento, me di cuenta de que no tenía talento. Es duro, pero me dije: “No vale la pena insistir, nunca vas a ser un gran poeta, nunca serás un Rimbaud, un Mallarmé, un Villon. Por lo tanto, cambia de idea. ¿Por qué no probar ponerles música a tus poemas? Poemas que no van a ser geniales, pero pueden convertirse en canciones potables, no del todo mal escritas”. Y me puse a escribir “La mauvaise réputation”, “Le fossoyeur”, “Le parapluie”, “La chasse aux papillons”… ¿Querías saber cuándo nació el Brassens cantautor? ¡Aquí lo tienes! Cuando se encontraron mi música y mis poemas.
Entrevista con André Sève, 1975.
Índice
Obertura
Georges Brassens, treinta años de canciones
11
Capítulo 1
El aprendizaje de la libertad
Georges Brassens nace en Sète en 1921 en un hogar alegre donde reina la canción. Niño poco amigo de la escuela, descubre la poesía y la literatura. En la adolescencia, escribe sus primeros textos y prueba con la batería y el banjo. Luego de vivir una mala experiencia, abandona Sète por París. El joven vive con muy poco. En 1943, es reclutado por el Servicio de Trabajo Obligatorio.
21
Capítulo 2
Junto a mi árbol
Tras su regreso de Alemania, Brassens se instala en casa de Jeanne y Marcel Planche, en el callejón Florimont, 9, distrito XIV. Allí se quedará más de veinte años. Lector apasionado, se forja una sólida cultura literaria y se dedica por completo a la escritura: novelas, cuentos, poemas y canciones.
39
Capítulo 3
Estrella a su pesar
Descubierto por Patachou y Jacques Canetti en 1952, Brassens da su primer recital en el Bobino en 1953. A partir de entonces, el autor-compositor-intérprete alterna giras y grabaciones. Ofrece al público verdaderas joyitas poéticas, como “Le parapluie”, “À l’eau de la claire fontaine” o “Bonhomme”…
55
Capítulo 4
Las trompetas de la fama
La sencillez del hombre del bigote lo lleva a convertirse en uno de los artistas más queridos. Se presenta por última vez en el Bobino en 1977. Georges Brassens muere prematuramente en 1981. Aún hoy sigue siendo una figura preponderante de la canción francesa
69
Testimonios y documentos
“Lo ideal sería no haber nacido en ninguna parte, porque, al final, la gente se parece bastante en todos lados. Pero Sète me gusta. Quiero mucho esa región, porque es la de mis padres, porque es donde pasé mi niñez y porque es la región donde me enamoré por primera vez”.
Entrevista con Philippe Nemo, France Culture, 1979.
Capítulo1
El aprendizaje de la libertad
Infancia en Sète
Georges Brassens nació en Sète el 21 de octubre de 1921. Su madre, Elvira Dagrosa, italiana, tiene una niña, Simone, nacida en 1912, cuyo padre murió víctima de un obús en la Primera Guerra Mundial. Después de la muerte de su marido, Elvira regresa a vivir con los padres y conoce al hijo de unos vecinos, Jean-Louis Brassens, albañil, quien ya pasados los 30 años aún no se decide a casarse. Procede de una familia de Castelnaudary, que vino a Sète a construir cabañas de pescadores. Entre él y la joven lavandera, la amistad se transforma enseguida en historia de amor.
Un año después del casamiento, nace el pequeño Georges. Entre la ferviente católica y el ateo convencido, reina un entendimiento apacible. La primera infancia de Georges transcurre alegre, mecida por las canciones de la época. “¡Todo el mundo cantaba! Mi madre cantaba unas canciones italianas, era napolitana y también cantaba las canciones que estaban de moda en esa época, las canciones que habían estado de moda cuando su madre tenía 20 años, cantábamos de todo y memorizábamos las canciones y nos las volvíamos a cantar”.
Ya desde muy pequeño, Georges tararea decenas, luego centenares de canciones que sabe de memoria. Dentro de su repertorio, Jean Tranchant y Mireille, Paul Misraki, Pills y Tabet, Ray Ventura o el joven Charles Trenet.
Niño rebelde, enamorado de la libertad, Georges Brassens pasa una buena parte de su niñez recorriendo en bicicleta los caminos que bordean el Mediterráneo junto a su padre o la playa de Sète con su barra de amigos.
Único punto oscuro en medio de esta infancia alegre: el instituto católico Saint-Vincent, donde lo inscribió su madre cuando tenía 2 años y al que concurre junto con la hermana. El joven Brassens y el colegio religioso no hacen buenas migas. Se aburre con ganas en la escuela hasta que se produce un encuentro determinante: Alphonse Bonnafé. Este joven profesor de literatura francesa, apasionado de la poesía, les hace leer a sus alumnos a Paul Verlaine, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud y muchos otros autores que despiertan en Brassens el gusto por la poesía. Ya percibe en el joven estudiante el despuntar de cierto talento como autor, al que no va a dejar de alentar.
“Éramos unos brutos a los 14 o 15 años y, en ese entonces, empezamos a adorar a los poetas. ¿Te das cuenta del vuelco?”, le dirá en una entrevista a su amigo André Sève.
Las pasiones adolescentes: music-hall y cine
El adolescente interpreta para sus amigos el papel de Cyrano, escribe cartas de amor para Émile Miramont, uno de sus mejores amigos (más adelante, caricaturizado en su canción “Corne d’Aurochs”). Garabatea esquelas para deslumbrar a las chicas y escribe sus primeras canciones.
A los 14 años, Brassens sueña con una carrera a lo Charles Trenet, ese joven artista que enardece a los music-halls y trae consigo un aire nuevo a la canción francesa. Con Émile Miramont, montan un número de duetistas, Bobby y Freddy, inspirado en uno de sus ídolos, Ray Ventura y sus Colegiales, y luego un grupo, con él en la batería, su compañero Germain Metge en el acordeón y Émile Miramont en el banjo. Se presentan en unos cafetuchos de mala muerte cerca de la playa, pero el poco entusiasmo que despierta su actuación mitiga las ambiciones de los jóvenes. Georges continúa componiendo y, siempre que puede, corre de una sala de conciertos a otra para descubrir a los artistas del momento. Por desgracia, Elvira, su madre, no quiere inscribirlo en el conservatorio, preocupada por las escasas perspectivas de futuro de los músicos. Sueña con que su hijo sea escribano o médico.
Otra pasión devora al joven Brassens: el cine. Ese gusto por la gran pantalla va a tener una influencia enorme en el atuendo del adolescente. Usa trajes a lo Cary Grant, su ídolo, y sueña con los wésterns. Se pasa las noches viendo películas de Gary Cooper, James Cagney y Marlene Dietrich gracias al proyector Pathé Baby de su hermana Simone. Siempre con su barra de inseparables amigos, arma una supuesta sociedad productora de películas, la Asociación Cinematográfica de Sète (acs). Intentan producir su primera película, un wéstern, que nunca saldrá a la luz. Esa pasión por el cine no lo abandonará nunca, y se valdrá de ella también para la composición de sus canciones: “Debo agradecerte por nombrar a Chaplin en tu comparación y también por haber notado la influencia que ejerció sobre mí el ritmo entrecortado y poético del cine mudo”, escribirá a su amigo Roger Toussenot.
“La banda de los malvados granujas”
¿Es por ver tantos wésterns y policiales que empieza a descarriarse? Junto a sus compañeros Loulou Bestiou, Robert Bayle y Germain Metge, comienza a frecuentar una banda de hampones que siembran el terror en la ciudad de Sète. Se suceden algunos robos de joyas, y pronto Brassens participa en esos delitos, llegando a robarle un anillo y una pulsera a su hermana. Las joyas y otros botines robados por los jóvenes son receptados por dos solteronas beatas, las hermanas Bouillon, quienes tienen una joyería en el centro de la ciudad y los revenden en la trastienda de su negocio.
Cuando una de las hermanas demora en darles el dinero, Loulou Bestiou decide chantajearla. La mujer va a la comisaría. En pocas horas, los culpables son detenidos. La dirección del colegio llama a Brassens, y este debe abandonar la clase. No volverá más.
Termina en la comisaría, y su padre viene a buscarlo. Con su metro ochenta de estatura, observa al hijo culpable. Todos piensan que le va a propinar una severa reprimenda. Pero se acerca a Georges y simplemente le dice: “¿Quieres comer algo?”.
“Creo que mi padre, con su actitud, en ese momento me dio una lección que me ayudó a autopercibirme: intenté conquistar mi propia estima. No sé quién escribió algo así como que cualquier superioridad es irritante en una época en la que cada quien se eleva disminuyendo a los demás. Yo intenté con mis escasos medios emular a mi padre. Digo bien, intenté”.
Luego de su arresto, Brassens es condenado a quince días de libertad condicional. Pasa el verano recluido en su casa y se deja crecer el bigote. Elvira se doblega bajo el peso de la vergüenza, pero Jean-Louis se mantiene firme, con su silencio y su orgullo.
Alimentando desde mucho tiempo atrás el sueño de instalarse en París, Brassens aprovecha el oprobio del que fue objeto para convencer a sus padres de que lo dejen partir. Acaba de declararse la guerra. No va a ser albañil como su padre.
El París de los poetas y de la Jeanne
En febrero de 1940, se presenta en casa de su tía Antoinette, hermana de Elvira. Ella es “posadera” y tiene un pequeño apartamento en el distrito XIV, en la calle Alésia número 173, barrio que hará suyo por el resto de su vida. Brassens se pone a trabajar. Pero no es algo que le agrade.
“En aquella época, pensaba que tenía necesidad de vivir, al menos todavía no sabía que se podía prescindir de eso. En ese momento, supe que no me prestaría a ningún tipo de intercambio social, que sería un inservible. Supe que era un inútil. Era la condesa de Noailles que decía: ‘Inútil, pero irremplazable’. Vivía como una especie de loco, como un simplote, carente del más mínimo sentido de lo real y a quien se le facilitan todas las tareas, a quien no se le concede ninguna iniciativa. […] Era audaz, no tenía miedo a nada. Era osado. Podría haberme convertido en ladrón de bancos; me convertí en Georges Brassens, pero hubiera podido ser un gánster. Por suerte, me gustaba la canción y la música, pero hubiera podido ser un Al Capone de poca monta”.
Rechaza un empleo de vigilante en la morgue del hospital Broussais; después, el de vendedor a domicilio de detergente en polvo. Prefiere pasar todo el día en un taller de encuadernación para luego emplearse en las fábricas Renault de Boulogne-Billancourt. Allí permanece tres meses y aprovecha el bombardeo de la fábrica para regresar a Sète. Es la debacle, y se refugia en casa de sus padres.
En octubre, vuelve a reencontrase con París, pero sobre todo con la biblioteca municipal del distrito XIV, que se convierte en su cuartel general. Se sumerge en la lectura de los poetas: François Villon, Baudelaire, Apollinaire, Musset, Victor Hugo, Paul Verlaine, Charles-Louis Philippe. El autodidacta se pasa el día entero leyendo, estudiando versificación, para adquirir una cultura literaria que pueda elevarlo a la altura de los poetas que admira.
Pero pronto descubre otro tesoro: un piano propiedad de su tía en el que compone las primeras melodías.
En julio de 1942, Brassens vuelve a Sète en las vacaciones, ya que empieza la gran aventura. Ha decidido publicar sus escritos y debe reunir el dinero necesario para la concreción de su primera obra de poesía: À la venvole. El pequeño folleto (32 páginas) se publica a cuenta del autor en Albert Messein, editor que en su catálogo tiene obras de Verlaine y Baudelaire. Brassens también conserva en un cuaderno de escuela otra selección de poesía titulada Des coups d’épée dans l’eau y “Les amoureux qui écrivent sur l’eau”, relato que será publicado por Denoël en 1954 en su libro La Mauvaise Réputation.
A fines del verano de 1942, Georges Brassens se reencuentra con París, su piano y su biblioteca. Retoma el camino de la calle Alésia, pero a veces se desvía hacia un lugar nuevo, el callejón Florimont, donde conoció a una tal Jeanne Le Bonniec. Amiga de su tía y de oficio vendedora de ropa blanca, Jeanne se acaba de casar con Marcel Planche, un chapista, cliente habitual del bar de la calle Alésia. Su boda reciente no le impide caer subyugada bajo el encanto del joven poeta sin un peso. Jeanne tiene 51 años y Georges, treinta menos.
Basdorf: los amigos primero
El 8 de marzo de 1943, Georges Brassens es reclutado por el Servicio de Trabajo Obligatorio (sto) en Alemania, luego de haber querido renovar su carnet de identidad en el ayuntamiento del distrito XIV. Con la complicidad del gobierno de Vichy, la Alemania nazi instauró el sto destinado a abastecerla de mano de obra gratuita. Son 170.000 jóvenes franceses que parten rumbo a las fábricas alemanas para sostener los esfuerzos de la guerra del Reich, de los cuales cuatrocientos son reclutados por una fábrica bmw ubicada en Basdorf, en los suburbios de Berlín.
Brassens sale de la estación del Este y termina en un bosque de pinos en la periferia de la capital, donde unas barracas nuevas fueron dispuestas para albergar a los trabajadores extranjeros.
Solitario, rudo, Brassens impresiona a sus compañeros de barraca. Un día, uno de ellos se arriesga a preguntarle a qué se dedica. “¿Yo? A nada”. La respuesta perfecciona la imagen del personaje: algo misterioso, una pizca inquietante con esos cabellos un poco largos y esa silueta maciza. No obstante, es en Basdorf donde entablará algunas de las amistades más sólidas de su vida.
Es precisamente en ese campo que Brassens conocerá a Pierre Onteniente, que se convertirá en su inseparable e imprescindible secretario. Pierre, apodado “el Poeta”, se encarga de la biblioteca donde cada noche un hombre viene a buscar cinco o seis libros a la vez y le dice: “Mañana te los devuelvo”. Brassens se pasa las noches leyendo, lo que provoca cierto desorden en la barraca. En pie a las cinco de la mañana, lee hasta las siete. “Déjenme prender la luz temprano y me encargo del suplicio de hacer el café”, propone. Se le concede el deseo.
Enseguida ejerce una autoridad carismática, intercede en los conflictos, hace reinar el orden y comparte, con todos, los paquetes de alimentos que recibe de Jeanne. Para él, lo esencial es poder escribir y leer. Lo demás carece de importancia.
Brassens conoce también a René Iskin, su primer intérprete. Apodado “el Anarquista”, porque rechaza la guerra y lo dice a voz en cuello, posee todo para agradarle a Brassens, ya que además es un gran conocedor de canciones. Una noche, dando una vuelta por el albergue cerca del campo, René descubre en un rincón de la sala a Brassens, discreto, intentando tocar algunas melodías de Trenet en el piano. “¿Eres músico?”, le pregunta. “No, toco un poco…”.
Brassens hace su debut en un escenario de verdad como “pianista acompañante” de René Iskin en las revistas “París-Basdorf” en agosto de 1943, organizadas por otro secuaz, André Larue. Para esos espectáculos, Brassens compone múltiples canciones: “Maman, papa”, “Souvenirs de parvennue”, que luego se convertirá en “Le mauvais sujet arrepenti”, que le vale el apodo de “Bidet”, por un cuplé de la canción: “Te souviendrait-il encore du / bidet d’hygiène / avec lequel j’avais fendu / ta boîte crânienne?” [“¿Aún recuerdas / el higiénico bidet / con el que partí / tu cráneo?”]. Pero también está “Bonhomme”, “Pauvre Martin” o incluso “C’est nous les paf [paix aux Français]”, que el grupo de amigos disfruta cantar ante los guardias camino a la fábrica: “C’est nous les paf / Les jeunes philanthropes, Qui sommes venus ici / Pour faire la nouvelle Europe / On nous a dit que c’était pour la France / Et le plus rigolo / C’est qu’il y a des cons qui le pensent” [“Nosotros somos los paf, / los jóvenes filántropos, / que hemos venido aquí / para hacer la nueva Europa. / Nos dijeron que era por Francia. / Y lo más chistoso / es que hay imbéciles que se lo creen”].
El 8 de marzo de 1944, Georges Brassens obtiene un permiso de trece días y regresa a París. Jeanne lo espera en el callejón Florimont, número 9. Allí se refugia el 24 de marzo de 1944. Permanece escondido mientras espera el fin de la guerra. Brassens vivirá en ese lugar más de veinte años.
“Estaba bien en lo de Jeanne. Llevábamos una especie de vida bohemia, vivíamos con poco. Nos manteníamos al margen de las modas, al margen de los grandes acontecimientos. Sin embargo, no diría que era un oasis, porque no estábamos tan bien. Era una suerte de isla pobre donde me había acostumbrado a vivir y donde me encontraba bien”.
Entrevista con Philippe Nemo, France Culture, 1979.
Capítulo 2
Junto a mi árbol
Vivir en las duras, callejón Florimont
“Era una especie de cuchitril. Ese tipo de cosa que hoy en día demuelen de manera indiscriminada; estábamos muy bien allí dentro. No teníamos agua ni gas ni electricidad […] Tengo un sentido de la incomodidad por demás excepcional. Me importa un rábano la comodidad”.
En el callejón Florimont, vive con total serenidad un curioso ménage à trois. Georges se instala en la planta baja de esta casa que sólo consta de tres piezas, el cuarto de Marcel Planche contiguo al patio, el de