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Variada antología poética del autor Salvador Rueda, con poemas que van desde lo minúsculo a lo trascendental, desde descripciones de paisajes a líricas descripciones del fervor religioso. En todos ellos apreciamos las potentes imágenes sensoriales a las que gusta de acudir Rueda, así como sus tendencias modernistas.
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Seitenzahl: 51
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Salvador Rueda
Luis Montoto SEVILLA
Saga
Camafeos
Copyright © 1897, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660425
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Mi noble amigo: Desde que, hace tiempo, me enorgullezco con su leal amistad, he abrigado el deseo de ofrecer á V. la dedicatoria de un libro, para que ella fuese como el lazo que atara, más fuertemente aún, el afecto de V. al mío.
Este es el libro que se honra llevando en su primera página el nombre de V., por mí tan admirado y querido.
V. es merecedor de más rico presente, porque además de ser un publicista notable, un cultivador de la Historia, un retirado victorioso de las armas militares, un fecundo periodista, un orador elocuente y un político que desempeñó con gloria altos puestos, es lo que, para mí, vale más que todo: un gran patriota.
Á falta de mas brillante recuerdo, acepte V. el que puede dedicarle su antiguo amigo, que mucho le quiere y b. s. m.,
Salvador rueda.
Madrid, Febrero 1897.
Al poeta Joaquín Alcaide de Zafra.
Prodigio del buril, el camafeo,
Por artífice egregio modelado,
En la retina deja reflejado
Su esplendoroso y vivo centelleo.
Admíranse mis ojos cuando veo,
Sobre piedra preciosa ejecutado,
Un rostro de perfil tan delicado
Como jamás lo imaginó el deseo.
Arte, gusto, dureza diamantina,
Color y trasparencia cristalina,
Descubre al sol la joya rutilante.
¡Oh, si en mí fueran por rareza suma
El ritmo tintas, el buril la pluma,
El alma asunto y el papel diamante!
Hay dentro de mi sér un terso lago
Todo luz, todo amor, todo pureza;
De entre sus ondas, saco la belleza;
Y la armonía, de su ritmo vago.
Jamás de ver su azul me satisfago,
Ni de admirar su nítida limpieza;
Dios en su espejo tiende su grandeza,
Y la alegría su perenne halago.
Los que buscais, llagados por la vida,
Brisas para la frente enardecida
Como en el Sahara el fresco de las palmas,
Venid con vuestras penas y dolores,
Y en mi lago de luz y de esplendores
Hundid los pechos y bañad las almas.
Por tus cadenas de metal labrado
A la mano movible te suspendes,
Y el áureo seno en que tu fuego enciendes
Cubren las hojas de florón calado.
Sólo de Dios ante el altar sagrado
Tu nube lanzas y tu vuelo tiendes,
Y no á adorar el ídolo desciendes
De humana arcilla y lodo fabricado.
¡Adorad la verdad y la hermosura
Y alzad ante ellas vuestra llama pura,
Almas que alumbra la virtud preclara;
Y antes que por el vil besar el suelo,
Dando en el aire á las cadenas vuelo
Romped el incensario contra el ara!
Bajo del sol, á declinar propenso,
Que el desierto sin fin dora y enciende,
Su pesadumbre abrumadora extiende
La redondez del horizonte inmenso.
Jigantesca espiral como de incienso
El nubarrón de las alturas prende,
Y la espada del rayo que desciende
Parte y alumbra su ropaje denso.
Hundiendo caravanas y palmeras
Ruedan del arenal las ondas fieras
Como un rasero enorme y tremebundo.
¡Visión grandiosa!Al corazón sensible,
Tú le recuerdas el simoun terrible
De las pasiones arrasando al mundo,
Soñé ser una larga enredadera
Que llegó hasta tus pies enamorada,
Y que tú, de sus cálices prendada,
La dejaste á tu cuerpo que subiera.
Trepando tan magnífica escalera,
Con espiral de flores esmaltada
Dejé toda tu forma aprisionada,
Tan esquiva á mi amor como altanera.
Besé tus esplendentes maravillas
Y te vestí de azules campanillas
Como á diosa gentil de las mujeres.
A hombre volví teniéndote en mis brazos;
Y aun enredada en los floridos lazos,
Diabólico exclamé: y ahora, ¿me quieres?
Ya no sirven los ojos ni el oído
Para advertir la oculta hipocresía,
Porque cualquiera á Talma desafía
A fingir la pasión que no ha sentido.
Ya es la tierra escenario envilecido
Y el mundo entero diestra compañía
Que declama la pena ó la alegría
Dando francos afectos al olvido.
De los hombres llegando á lo más hondo
Para mirar lo que guardaba el fondo,
Audaz quité las máscaras discretas;
Y nada halló mi vista penetrante,
A no ser sobre el pérfido semblante,
Unas tras otras, miles de caretas.
¿Por qué llueven del cielo esas centellas
Como inflamado y trémulo rocío?
Me preguntaste, del ardiente estío
En una noche en que cruzaban bellas.
Y en tus ojos fijándome y en ellas,
Reclinado tu pecho contra el mío,
Te dije con amante desvarío
A la divina luz de las estrellas:
Esas del cielo lágrimas ardientes,
Las columpian los ángeles rientes
Atadas de sus fúlgidos cabellos;
Como tú, que luciendo tus hechizos,
Vas columpiando en tus flotantes rizos
La lluvia de almas que prendiste en ellos
Ya se distinguen trémulas; ya avanza
El séquito de luces fugitivas
Que, en la morada fúnebre cautivas,
Medrosas tejen su impalpable danza.
Vánse enredando en tétrica mudanza
Diabólicas, fantásticas y esquivas,
Y se persiguen rápidas y vivas
Hasta morir de pronto en lontananza.
Otra vez se revuelven inflamados
Los voladores lirios azulados
Que raudos huyen por la tierra inerte.
Y no sé, cuando miro el cementerio,
Qué me quieren decir con su misterio
Esos valses de luces de la muerte.
Riberas desde Nerja hasta Estepona,
Costas que encierran mi niñez, mi vida:
¡Con qué esplendor en vuestra mar bruñida
Destrenza el sol la luz de su corona!
Un himno grande vuestra tierra entona