Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Antología poética que aúna cien sonetos del autor Salvador Rueda. En ella apreciamos varios de los rasgos distintivos del autor: el gusto por el costumbrismo que retrata el ambiente rural andaluza de su época, las potentes imágenes sensoriales, un incipiente modernismo en el estilo y una plasticidad tan pictórica como musical en las metáforas.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 48
Veröffentlichungsjahr: 2022
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Salvador Rueda
(Cien sonetos)
IV Biblioteea Moderna Segunda ediciόn
Saga
Piedras preciosas
Copyright © 1901, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726660111
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Tomos publicados.
EN PRENSA
EN PREPARACIÓN
Obras de Mariano de Cavia, Balart, Larrubiera, Clarín, etc.
Al Maestro D. Juan Valera,
en memoria á las antiguas bondades que le debo.
Salvador.
Las cuaja Dios en ritmos de cristales
de cada limpio sol á la luz nueva,
como los sueños que en su mente eleva
cuaja el poeta en ritmos musicales.
Son dos cadencias en el fondo iguales;
lo bello en ambas vivo y se renueva;
mas la cadencia de la estrofa, lleva
el alma con sus luchas ideales.
Dentro de mí cuajó la fantasía,
en el rubí, la luz de mi alegría;
en la turquesa azul, mi sentimiento;
en el ópalo vago, mis suspiros;
mis lágrimas, en trémulos zafiros;
y en diamante inmortal, mi pensamiento.
Indiferente el entusiasmo ó muerto,
petrificado el corazón y frío,
sin placer ni dolor, ansia ni hastío,
oye del mundo el trágico concierto.
Sabia cincela su lenguaje yerto,
con sus estruendos simulando brío,
y remeda su vano poderío
á la inmutable esfinge del desierto.
Musa en sereno mármol esculpida,
mira impasible el río de la vida
con sus ojos inmóviles y raros.
Y si lo humano llega á su figura,
resbala, sin prender, por su tersura,
como las perlas por el limpio Paros.
De oídos y retinas está llena
para auscultar y ver la vida humana,
y con luz de su frente soberana
del mundo alumbra la infinita escena.
Para ordenarlo, todo lo encadena:
para sentirlo, todo lo desgrana;
y á cuanto impulso de vivir emana,
como la estátua de Memnón resuena.
Con los pies apoyados en el suelo
y las alas tendidas hacia el cielo,
fustiga, ensalza, alégrase ó suspira.
Lleva en su corazón sones diversos;
su sangre dicta el ritmo de sus versos;
sus nervios son las cuerdas de su lira.
Debajo de un almendro florecido
con ramas como sartas de luceros,
de tus pesares íntimos y fieros
yo escuchaba el relato, conmovido.
Con el trágico acento enfurecido
como chocar de rígidos aceros,
juraste de enemigos traicioneros
tomar venganza, ó sucumbir vencido.
—¿Qué hicieras tú? Y al agitar tu mano,
diste al almendro un golpe soberano
que le arrancó sus cálices mejores.
—Lo que ese almendro, dije, hago en la vida;
si receibo una brusca sacudida,
suelto una lluvia de brillantes flores.
Ante mí, deslumbrando de blancura,
el papel virginal su armiño tiende,
y en él grabar su inspiración pretende,
hecha lineas de luz, el alma pura.
Cual cisne de nevada vestidura,
de orilla á orilla su limpieza hiende,
y con las alas fúlgidas enciende
al rayar en lo blanco, la hermosura.
Con la pluma ideal de la pureza
ha de expresar el vate la belleza
y dar su casto y celestial aroma.
Y, ave que canta cuando deja el lecho,
ha de salir el alma de su pecho
como del Arca Santa la paloma.
A mi insigne compañero
Ricardo Gil.
Agrupados en sumas fabulosas,
que la ráuda corriente desbarata,
colgamos de la enorme catarata
las sábanas de espuma esplendorosas.
De los lagos las islas misteriosas
de sosiego y de luz, islas de plata,
simulamos el fondo que retrata
el palio azul de estrellas luminosas.
Describimos el arco del torrente
como rodar de cristalino puente
del que, rotos, cayeran los pilares.
Y fingiendo algaradas y motines,
con agua hacemos las salvajes crines
de los blancos corceles de los mares.
Somos lo azul con que se cubre el suelo,
somos lo azul; nuestro divino encaje
aparenta el redondo cortinaje
de la estupenda cúpula del cielo.
Somos lo azul; prendido á nuestro velo
llevamos el incendio del celaje,
y nos cruza el relámpago salvaje
cual ave inmensa de rojizo vuelo.
Somos lo azul; con átomos sutiles,
como quien labra túnicas gentiles,
del aire hacemos la ilusión celeste.
Y elaboramos con azul bendito,
el manto de los cielos infinito
que lleva Dios por deslumbrante veste.
Del templo en la penumbra solitaria
leves lucimos con fulgor medroso,
y el faro hacemos lóbrego coloso
de nocturna pupila visionaria.
Los miembros de la hercúlea maquinaria
agita nuestro aliento poderoso,
é impulsamos el tren vertiginoso
á lanzar su carrera temeraria.
Desparramando vivas claridades,
somos las luces de cien mil ciudades
hasta que el día por Oriente asoma.
En el rojo volcán, somos cimera;
en el incendio, larga cabellera;
y enorme pira en la inflamada Roma.
Somos ritmo y calor, somos las venas
que encauzan el torrente de la vida;
del corazón á cada sacudida,