Poesías escogidas - Salvador Rueda - E-Book

Poesías escogidas E-Book

Salvador Rueda

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Beschreibung

Colección de poemas del autor Salvador Rueda, en la que apreciamos varios de los rasgos distintivos del autor: el gusto por el costumbrismo que retrata el ambiente rural andaluz de su época, las potentes imágenes sensoriales, un incipiente modernismo en el estilo y una plasticidad tan pictórica como musical en las metáforas.

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Seitenzahl: 146

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Salvador Rueda

Poesías escogidas

 

Saga

Poesías escogidas

 

Copyright © 1912, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726660098

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

CANTOS DE LA VENDIMIA

LA MARIPOSA

Vuela, vuela, vuela,

mariposa loca,

párate en las flores,

párate en las hojas.

Por el golfo de oro

de la ardiente atmósfera,

resbala trazando

figuras ilógicas.

Hélices del viento

son tus alas prontas,

que reman en mares

de lirios y rosas.

Polvo de colores

tu túnica entolda,

y el sol con sus hilos

la teje y la borda.

Párate en las flores,

párate en las hojas,

vuela, vuela, vuela,

mariposa loca.

___________

De la pasionaria

bella y dolorosa,

pósate en los clavos

que el cáliz adornan.

Salta á los martillos

poblados de aljófar

que hay de la azucena

en la blanca copa.

Vuela á los jazmines

que en la reja asoman,

y sobre ellos tiende

tus alas sedosas.

De la campanilla

entra en la corola,

y en su azul columpio

mécete gozosa.

Pasa resbalando

por las zarzamoras,

salva las espinas

y toca las hojas.

Tiembla en los claveles,

titila en las rosas,

palpita en las juncias

y en los lirios flota.

Gira, corre, pasa

por las flores todas;

vuela, vuela, vuela,

mariposa loca.

___________

Cuida que en tus hilos

las arañas toscas,

no enreden tus alas

de piedras preciosas.

Cuida que en sus hilos

que á prenderte corran,

no toquen el polvo

que el pincel te coja.

Cuida cuando cruces

por la bella obra

del pintor brillante,

que el pincel te coja.

Cuida no te encienda

la luz que devora,

no te pille el pájaro,

ni el aire te rompa.

Gira siempre rauda,

cruza siempre airosa,

vuela, vuela, vuela,

mariposa loca.

__________

De la luz prodigio,

tus alas vistosas

se mueven y giran,

se alejan y tornan.

Flor-nave, te internas

del sol por las ondas,

y en ráfagas de oro

te pierdes y engolfas.

En tu cuerpo llevas

un himno de notas

doradas y azules,

moradas y rojas.

Si las alas juntas,

espíritu toda,

nada en el espacio

ocupa tu forma.

La luz te ha tejido

de sedas hermosas,

y la fantasía

tiene en tí su gloria.

Arte por el arte,

tu tendencia sola

es ser bella y pura,

es ser mariposa.

Gira, corre, pasa

por las flores todas;

vuela, vuela, vuela,

mariposa loca.

RIE QUE RIE

Ríe que ríe; la rosa

en el capullo plegada,

se asoma leve riendo

por el botón de esmeralda.

Ríe que ríe; en el lirio

vierte la risa sus gracias,

y de la flor las despliega

sobre la copa morada.

Ríe que ríe; en el vivo

clavel de encendidas llamas

revienta alegre la risa

en explosiones de grana.

Ríe que ríe; mirando

perderse á dos tras las ramas.

¡suelta su risa á torrentes

la boca de la granada!

EL RUIDO DE LOS ELIGIROS

Se dió en los lagares descanso á los cuerpos,

se echaron los toldos de tablas y lienzo,

apagóse, mustio, el sol en los cerros

y alzan en el campo su ruido los élictros.

Ya del muerto día no brilla un reflejo,

lanzan las esquilas rumor soñoliento,

se van difumando peñascos, senderos,

cascadas y ríos, laderas y huertos.

Tras de los vallados medrosos y negros

zarzalea el buho y exhala su acento,

el sapo remueve su viscoso cuerpo

y tijeretean los leves insectos.

Todo toma visos de imposible sueño,

las cosas varían de forma y de aspecto,

la sombra es más densa, y todo está lleno

de rumor vibrante de confusos élictros.

Sobre la veleta de oxidado hierro

un duende parece que agita su cuerpo,

ronda el campanario con torcido sesgo

deforme aguilucho de plumaje negro.

En las rotas tapias del casuco austero,

los seres que dicen agítanse dentro,

las grietas ocupan, espantos fingien lo

y hacen gestos mudos y carnavalescos.

Las hondas cañadas se pueblan de espectros

que van la hojarasca ruidosa moviendo,

y en el aire flotan y nadan revueltos

los medrosos ruidos de los broncos élictros.

___________

Las cosas del día que encerró el cerebro

aleja y disloca confuso el recuerdo;

de lejana fecha parecen remedo,

algo de otra vida, algo de otro tiempo.

A esa hora levantan las fuentes sus rezos

y es la en que se queja más triste el enfermo,

midiendo, abrazado con ansia á su cuerpo,

de la obscura noche lo largo y lo eterno.

Las voces que exhalan los errantes perros

de lo lejos vienen cual débiles ecos,

y aturde el oído el vago concierto

y el vibrar constante de los broncos élictros.

__________

Allá en las estancias del palacio viejo

cruje el maderamen de los altos techos,

y en la vidriera sin luz ni reflejos

pica atolondrado el pájaro ciego.

La noche diabólica sus raros misterios

pasea en desfile macábrico y negro,

y la extraña danza de cosas y sueños

prosigue al confuso rumor de los élictros.

LA CIGARRA

Canta tu estrofa, cálida cigarra,

y baile al son de tu cantar la mosca,

que ya la sierpe en el zarzal se enrosca

y lacia extiende su verdor la parra.

Desde la yedra que á la vid se agarra

y en su cortina esplendida te embosca,

recuerda el caño de la fuente tosca

y el fresco muro de la blanca jarra.

No consientan tus élictros fatiga,

canta del campo el productivo costo,

ébria de sol y del trabajo amiga.

Canta, y excita el inflamado Agosto

á dar el grano de la rubia espiga

y el chorro turbio del ardiente mosto.

LOS HILOS DE ARAÑA

Sus toscos telares tienden las arañas

desde las chumberas á las cornicabras.

En la red brillante de hebras platëadas,

las moscas cerdean cautivas sus alas,

y el vampiro horrendo que su cuello clava,

de la sangre chupa hasta verla exhausta.

El nidal de nieve que los hilos atan,

el capullo enseña del ovario estancia;

millares germinan en su tela blanca

de arañas que prontas tejerán su randa.

Los niños recogen las fofas crisálidas

rompiendo el tejido con palos y cañas,

y abren el capullo que el misterio guarda,

y un tropel se agita de breves arañas.

En la siesta de oro ocupan su malla

las patas abiertas, colgando la panza,

columpio á su cuerpo haciendo las zancas

y abiertos los ojos que vivos irradian.

Del insecto leve que su nota lanza

miran si la trompa se enreda en la gasa,

y cuando los vuelos á las hebras ata,

corren por el lienzo á coger la caza.

En los hilos ténues la luz se derrama

y engendra matices y líneas doradas,

destellos pajizos por púrpura cambia,

por blancos carmines y verdes por grana.

En su tela agrupa la flotante hamaca

los bellos colores del vívido nácar;

y si el toldo tiembla, la luz por él pasa

rubí, perla y oro, azul, rosa y ámbar.

CANDILAZO

Por la erguida cresta de negra montaña

viene la tormenta ceñuda y airada;

le antecede el viento que dobla las cañas,

cimbrea los juncos y agita las parras.

Chispazos de lluvia vibrando se clavan

en el suelo, ansioso de frescura y agua;

las tejas repican con voces cascadas,

y dan las veletas sus notas metálicas.

El duro granizo extiende y desata

de cables tendidos la sábana blanca,

y las fuertes cuentas rebotan y saltan

en árboles, piedras, paseros y casas.

Del plátano verde por las hojas anchas,

alzan los granizos sonoras escalas;

la parra es un tímpano que vibra y que encanta,

el sauce una lira y el álamo un arpa.

Las voces de auxilio que tristes se exhalan,

en ruido de vientos perdidas cabalgan;

deshecho su idilio, los pastores vagan

tras de sus dispersos rebaños de cabras.

Es todo un lamento, un llover de lágrimas,

batallan los vientos con la fuerza humana,

y la luz funesta del trágico drama

es la del relámpago que lívido pasa.

__________

De la lluvia luego, pacífica y mansa,

el eco uniforme resuena en las ramas;

el iris brillante que enciende sus bandas

con arco de triunfo los cielos escala.

Brilla el candilazo en huertas, montañas,

collados y ríos, laderas y playas;

la mar resplandece á fuego dorada;

los lagos son oro, las crestas son llamas.

Muestra el horizonte candelas de grana;

el cielo se incendia; los montes se abrasan;

destellan las fuentes, y en ellas igualan

corales las piedras, rubíes las aguas.

___________

Cuando lejos suena la recia tronada,

entre el candilazo que todo lo inflama,

sobre los granizos los niños se agarran

para hollar la alfombra de perlas nevadas.

LA CLUECA

Todo en la siesta

se rinde al sueño,

menos las mozas

en los paseros;

menos las mozas

y los polluelos,

que de la clueca

forman cortejo.

De los tejados

por los aleros,

de los chocines

bajo los techos,

entre las uvas

de claro seno,

y por las pasas

y los fruteros,

la avispa, el tábano,

la mosca, el terco

sutil mosquito

de leve cuerpo,

todo lo llenan

de varios ecos,

de alas vibrantes

y abejorreos.

Quieto el canario,

mira suspenso

del campo verde

la luz y el fuego.

La vid compone

con sus sarmientos

mustia corona

de rostro ébrio.

Las madreselvas

mecen sus flecos

cabeceando

de dulce sueño.

De las paredes

en los extremos

las lacias rosas

se dan los pétalos.

Cansancio lúbrico

bate los pechos,

el campo duerme,

todo es silencio;

sólo la clueca

levanta un eco

llamando á voces

á sus polluelos,

La olla que hierve

con ritmo lento,

lanza á la vida

su canto eterno.

El perro enarca

su lomo crespo,

y al lobo imita

su desperezo.

Por la ventana

se ve á lo lejos

la tralla lenta

de los barqueros;

todos encorvan

el torso recio,

y tiran, tiran

del copo inmenso.

De entre las olas,

de tiempo en tiempo,

salobres átomos

conduce el viento.

Siguiendo el rumbo

del manijero

van las cuadrillas

á los paseros;

y cuando pasan,

van esparciendo

vigor robusto

y olor de cuerpos.

La siesta aviva

su fosco incendio,

y entra en los ojos

el blando sueño.

Las ramas tristes

penden cual velos,

el campo duerme,

todo es silencio;

sólo la clueca

levanta un eco

llamando á veces

á sus polluelos.

LA COLMENA

A mi ilustrado amigo D. Antonio Sanchis Balbi.

En su claustro oscuro

poblado de celdas,

igual que las monjas

viven las abejas.

—Hermana querida—

exclama una de ellas—

permitid que salga,

que hay una azucena

esperando darme

no sé qué fineza.

—Pase—le responde

la hermana portera.

—En un huerto lindo—

exclama otra abeja,—

un lirio me aguarda

muerto de impaciencia.

—Pase, hermana, pase—

repite la vieja.

—Derramando olores

en una maceta

me espera una rosa

á la luz abierta.

—Salga, hermana, salga,

y que pronto vuelva.

—A un clavel brillante

que un jardín recrea,

arreglarle tengo,

hermana portera,

pistilos y estambres

que ansiosos se enredan.

—¡Qué escándalo, hermana!

¡Jesús, qué vergüenza!

Vaya, y que termine

la amante contienda.

—A una margarita

que la muy parlera

ha echado las cartas

á una niña bella,

y la niña llora

contraria respuesta,

tengo que ir á darle

una reprimenda.

—Pase, hermana mía,

¡Dios me dé paciencia!

—Hay una magnolia

con aire de reina,

que el viento en su tallo

meloso cimbrea;

su cáliz no tiene

las hojas abiertas,

y el sol para abrirlas

carece de fuerza,

¿Voy á abrirlo, hermana?

—¡Bendito Dios sea!

¡Valme Jesucristo!

¡Que esto aquí suceda!

Ande la mundana

y abra lo que quiera.

—Me tiene citada

para echar la siesta

en su lindo seno

una madre-selva.

—¿Por fuerza han de oirse

estas desvergüenzas?

Vaya, y que aproveche.

Nada, es cosa hecha;

esta tarde misma

ceso de portera.

Así están las vírgenes

dentro de las celdas,

dentro de su cláustro,

con la diferencia

única y precisa

de que en la colmena,

unas monjas salen

y otras monjas entran.

EN TROPEL

EL CANTO DE LAS CARRETAS

Por la altas montañas del verde Asturias,

por los desfiladeros y los barrancos

donde fingen las rocas greñas de furias

y gradas de gigantes los recios flancos;

donde las simas lanzan de entre sus bocas

en contracción eterna picos valientes,

y cincelan los ríos, dando en las rocas,

monstruos en los declives y en las vertientes;

al dar tras de las crestas el rojo disco

que las luces del día lleva sujetas,

se escuchan rebotando de risco en risco

los ecos rechinantes de las carretas.

Su música salvaje de agria armonía

se une al bravo torrente que hayas destronca,

y yo no sé qué acordes hay de poesía

en su canción terrible, bárbara y ronca.

El gañán, entre el juego de los varales

llenos hasta las puntas de yerba verde,

lanza una copla triste que en los maizales

y en los altos castaños larga se pierde;

y allá lejos, del lado donde se acuesta

el sol, que ya se borra de los linderos,

otra voz á los cantos de amor contesta

cayendo por los bruscos derrumbaderos.

Esos cantos dolientes de eco sublime

que acompañan los tardos ejes premiosos,

parecen los de un pueblo que llora y gime

por que admiren sus grandes hechos gloriosos.

En sus hombros robustos lleva su carga,

su gran carga de glorias que asombro inspira,

y como á nadie admira, con voz amarga

el eje en las carretas canta y suspira.

Sin haber halagado nunca mi oído

el eco hipnotizante de sus canciones,

yo he escuchado en mis sueños medio dormido

ese grito de lentas repercusiones;

y desde niño lleva mi fantasía,

no sé porqué ignoradas causas secretas,

como el largo lamento de una agonía

el canto quejumbroso de las carretas.

Desde el fresco Borines hasta el Pajares,

de Busdongo á la orilla del mar undoso,

no hay lugar entre tantos bellos lugares

que no iguale á Suiza por lo precioso.

En Asturias la flora fimbria parece

en verde terciopelo con luz bordada,

v está de margaritas que el aire mece

y pálidos matices fantaseada.

Un músico es el campo que la armonía

va casando en las hojas de miles flores,

y es cada huerto alegre la sinfonía

de ópera sin sonidos fija en colores.

Suavidades sedosas como las alas

tienen los tonos verdes de vario hechizo,

y se van sucediendo por las escalas

del verde de esmeraldas hasta el pajizo.

Las viviendas que envuelve fresco ramaje,

parecen nidos puestos en las laderas,

y las faldas del monte les dan paisaje

y las ciñen los hórreos y las paneras.

Saltos, fuentes y ríos bajan trazando

por las rocas agrestes curso distinto,

y entre tanto prodigio va dibujando

la larga carretera su laberinto.

Id á ver esa inmensa quebrada altura,

corona de altos picos que tiene España;

do sus tranquilos valles en la hermosura

el alma de delicias y paz se baña.

Yo volveré á su seno, que desde niño

lleva mi mente ansiosa de alas inquietas,

¡como un himno de amores y de cariño,

el canto quejumbroso de las carretas!

LA GAITA ASTURIANA

Al celebrado escritor D. Bernardo Morales San Martin

Dime, gaita dulce,

dime, tierna gaita,

¿qué canciones lloras?

¿Qué canciones cantas?

Tu fuelle se hincha,

preludia tu escala,

y enredan tus sones

su viva maraña.

El largo zumbido

que continuo lanzas,

fondo es que de notas

la copla recama,

como sobre oscura

piedra vetéada

el bajo-relieve

sus líneas ensalza.

El fleco brillante

que adorna tu asta,

sus hebras de seda

combina y baraja;

y la fresca música

de tus dulces flautas

trasciende á tomillo

y huele á retama.

Gaita lastimera,

quejumbrosa gaita,

¿qué canciones lloras?

¿Qué canciones cantas?

___________

Yo escucho en tus ecos

la voz de una raza

que amante cultiva

sus verdes montañas,

y honrada y modesta

encierra su alma

detrás de las rocas

que ocultan su patria.

Oigo en tus sonidos

estruendo de armas

que crean triunfando

la cuna de España

al son del zortzico

brioso que lanzan

las huestes guerreras

que Pelayo manda.

Si alzó en Covadonga

la insignia cristiana

la raza valiente

que oyó tus baladas,

gaita gemidora,

quejumbrosa gaita,

¿por qué triste suenas?

¿por qué triste cantas?

Tú acuerdas las glorias

de edades pasadas,

y tu hinchado pecho

respira sus auras

cuando porque vibres

los aires de España

el gaitero alegre

tu seno atiranta.

Tú cuentas la historia

sublime y preclara

de siglos que fueron

tu gloria más alta,

y en notas la cuentas

igual que en palabras

la narran los libros

con plumas y páginas.

Y siendo el sagrario

feliz de la patria

que el alma de un pueblo

magnífico guarda,

gaita gemidora,

quejumbrosa gaita,

¿por qué triste suenas?

¿por qué triste cantas?

___________

Hasta entre el bullicio

de locas rapazas

y mozos alegres

que ríen y bailan,

tu voz, que de sueños

y amores les habla,

llorosa combina

sus tristes escalas.

El raudo hervidero

que mueve la danza

y las bailarinas

parejas enlaza,

tu compás ordena

sonando su pauta,

y el círculo enmedio

te deja encerrada.

Zapatos vistosos,

pañuelos de grana,

bordadas camisas

y cintas y randas,

en tropel radiante

agítase y salta

mientras esta copla

la vuelta acompaña:

«Yo no sé qué tiene

el son de la gaita,

que llora si ríe

y gime si canta.»

___________

¡Del pálido Norte

sentida guitarra!

¡Lira con que suenan

las verdes montañas!

Ven contra mi pecho

y enjuga tus lágrimas,

y dime que apenas