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El libro Che entre la literatura y la vida. Notas para el corazón y la memoria, nos brinda una nueva aproximación a la figura de Ernesto Che Guevara, ya que aborda el universo intelectual del Che a lo largo de su vida, puesto en íntimas relaciones con su sensibilidad, sus viajes y las actuaciones que lo convirtieron en el héroe, líder y pensador revolucionario que llegó a ser. Según palabras del autor: «…lo que se aborda y se expone aquí es la hermosa aventura que protagonizó el Che entre la literatura y la vida». Redactado en estilo sencillo, la obra nos permite conocer nuevas dimensiones en la vida y la obra del gran revolucionario: líder, guerrillero, economista, médico, padre de familia, comandante, y también un notable intelectual. Para lograr esta obra, su autor realizó en Cuba entrevistas a colaboradores, compañeros, familiares y amigos del Che; así como revisó numerosos libros y documentos, textos de varias manifestaciones artísticas relacionados con diferentes etapas de vida, y recorrió lugares relacionados con el natalicio, la infancia, juventud y muerte de Ernesto Guevara.
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Seitenzahl: 235
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición y corrección: Raysa Martínez Ladrón de Guevara
Diseño de cubierta y diagramación: Lino A. Barrios Hernández
Dirección de arte: Rafael Lago Sarichev
Foto del autor: Cortesía de Vicente Brito
Motivo de cubierta: Foto del Che tomada por Alberto Díaz Gutiérrez,
más conocido como Alberto Korda, que se encuentra en dominio público.
Conversión a E-book: Rafael Lago Sarichev
© Julio Miguel Llanes López, 2021
© Sobre la presente edición:
Ediciones Cubanas ARTEX, 2021
ISBN versión impresa 9789593141611
ISBN versión E-book ePub 9789593141710
Sin la autorización de la editorial Ediciones Cubanas
queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución de contenido. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
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El libro Che entre la literatura y la vida. Notas para el corazón y la memoria, nos brinda una nueva aproximación a la figura de Ernesto Che Guevara, ya que aborda el universo intelectual del Che a lo largo de su vida, puesto en íntimas relaciones con su sensibilidad, sus viajes y las actuaciones que lo convirtieron en el héroe, líder y pensador revolucionario que llegó a ser. Según palabras del autor: «…lo que se aborda y se expone aquí es la hermosa aventura que protagonizó el Che entre la literatura y la vida». Redactado en estilo sencillo, la obra nos permite conocer nuevas dimensiones en la vida y la obra del gran revolucionario: líder, guerrillero, economista, médico, padre de familia, comandante, y también un notable intelectual. Para lograr esta obra, su autor realizó en Cuba entrevistas a colaboradores, compañeros, familiares y amigos del Che; así como revisó numerosos libros y documentos, textos de varias manifestaciones artísticas relacionados con diferentes etapas de vida, y recorrió lugares relacionados con el natalicio, la infancia, juventud y muerte de Ernesto Guevara.
Sinopsis
Dedicatoria especial
Agradecimientos
Prólogo
Entendámonos
LAS LECTURAS
Libertad y placer. Cultura general
La lectura de la poesía
Selección de lecturas
Lectura y vida
LOS VIAJES: OTRA DIMENSION DE LA LECTURA
Viaje al norte argentino
Viajes en buques
Primer viaje a Latinoamérica
Segundo viaje por Latinoamérica
Las grandes pasiones de Ernesto Guevara
Guatemala: el derrumbe de una ilusión
El estudio de las grandes civilizaciones aborígenes de América: una lectura de la historia
Guevara y los cronistas de la conquista: dos lecturas diferentes de América
El destino como encuentro de una búsqueda
Los viajes y las aventuras: reconquista de Don Quijote
Don Quijote y Che Guevara
LA ESCRITURA
La escritura de la poesía
La escritura de los diarios
Notas críticas
Pasajes de la guerra revolucionaria: un testimonio ejemplar
Dos relatos esenciales: «El cachorro asesinado» y «La piedra»
El socialismo y el hombre en Cuba
De la lectura a la polémica, de la polémicaa la lectura
De la lectura a los proyectos de escritura
El estilo y el hombre
ACOTACIÓN AL MARGEN
Acotación al margen
La literatura, los valores y el ser humano
Che. Imagen y permanencia
Apreciar el arte
Visiones del Che a través del arte y la literatura
Saga oral, leyenda y mito
Saga literaria
¿Che romántico?
NOTAS SOBRE LAS FUENTES
Entrevistas y trabajos de campo
Bibliografía general
Sobre el autor
Para mi esposa Chela, inspiración y estímulo.
Para mis hijos, el recuerdo de un hombre inmenso.
Mi reconocimiento a todos los amigos, colegas, colaboradores y compañeros de Ernesto Che Guevara que, de una u otra forma, directa o indirectamente, me ayudaron con sus comentarios en la investigación y preparación de este libro.
Mis agradecimientos especiales para los investigadores Froilán González y Adys Cupull, quienes alentaron el empeño desde sus inicios e hicieron varias sugerencias; también para el Dr. Ramón Luis Herrera y la escritora María Teresa Andruetto, que hicieron valiosas críticas y sugerencias al texto inicial.
El libro que tienen en sus manos nos brinda una aproximación nueva a Ernesto Che Guevara.
La difícil posteridad del Che lo convirtió en víctima del olvido, o campo de batalla por rescatar y levantar lo central y más definitorio de su legado. Tuvieron que transcurrir tres décadas, y pelear y sacrificarse lo más granado de los pueblos de este continente, antes de que llegara una circunstancia favorable al retorno del Che. Pero en el desastroso y complicado final de siglo regresó, a llenar con su propuesta de liberación y su ejemplaridad moral y política un espacio que se había vaciado y una urgencia de sentido, autoestima y proyectos que agobiaba al campo popular. Desde entonces, la firme, pero escasa producción de textos y de imágenes dedicada al Che se multiplicó y ha seguido creciendo. Primero fueron sobre todo biografías y testimonios en documentales o en escritos. Antiguos compañeros del Che, las personas más cercanas a él, aportaron una masa de datos que desmentía o corroboraba creencias, y que enriqueció en alto grado el conocimiento de sus actos y su conducta. Pronto se les unieron estudios que –sin abandonar en su mayoría el aspecto testimonial– se han ocupado de sus actos y estrategias en relación con posiciones ideológicas y teóricas, con las situaciones concretas en que vivió y luchó y con los ámbitos y proyectos más generales de la revolución; también se han manejado las ideas del Che.
Hoy existe una amplísima bibliografía acerca del Che, se ha incrementado sensiblemente la filmografía y se ha publicado una buena parte de la gran masa de textos y grabaciones suyas que permanecieron inéditas. Aumenta la diversidad de temas, de aproximaciones y de matices en los estudios «guevarianos». Entre otros, se han elaborado críticas literarias a trabajos del Che. Pero no conozco ninguna obra que se ocupe del tema que aborda este libro.
Julio Llanes leyó a fondo los escritos de Guevara, los analizó en sus particularidades, los clasificó y agrupó con arreglo a su tema de investigación. Trabajó con los textos leídos por Ernesto que han sido identificados y con las anotaciones del lector. Estudió sus viajes en el terreno, en los escritos referidos a ellos y en los recuerdos de testimoniantes. A partir de tan copiosos materiales elaboró interpretaciones y síntesis que forman el complejo resultado que nos presenta. Su asunto es el universo intelectual de Ernesto Che Guevara a lo largo de su vida, puesto en íntimas relaciones con su sensibilidad, con sus viajes y con las actuaciones que lo convirtieron en el héroe, el líder y el pensador –siempre revolucionario– que llegó a ser. Para decirlo en breve y con palabras del autor, lo que se aborda y se expone aquí es la hermosa aventura que protagonizó el Che entre la literatura y la vida.
La obra está estructurada en tres partes: «Las lecturas», «Los viajes: otra dimensión de la lectura» y «La escritura». La completa el capítulo «Acotación al margen», que toma su título del que puso Ernesto al final de su obra Notas de viaje. En aquellas dos páginas sobrecogedoras yo veo, junto a la rotunda prefiguración que hace de su destino este joven que aún no ha encontrado oficio a su grandeza, su lúcida y desnuda comprensión –todavía sin experiencias prácticas– del sacrificio de los individuos en el molino tremendo de la revolución, y de la época prolongada y angustiosa en que los que ya están en la ruta de la liberación comienzan a crear un mundo nuevo, sin lograr salir de la prehistoria de la humanidad. «Página absolutamente excepcional», llamará a ese pasaje Cintio Vitier, sin temor a no parecer elegante.
En la primera parte, Llanes expone el papel tan trascendente de la lectura en la formación de la personalidad de Ernesto y a lo largo de toda su vida; una compañera que no lo abandonó nunca, desde la infancia –para Ernesto, «todo empezó con la literatura», le dijo un amigo de entonces–; y la cancha de futbol juvenil, hasta los días finales de Bolivia. Esto ya se sabe. Pero Llanes convierte en objeto de investigación cómo lo literario y las experiencias se alimentaron mutuamente en el Che, cómo sucedió el proceso, qué rasgos principales y qué hitos tuvo esa característica que el propio Che, tan consciente de sí, consideró su «segunda naturaleza». El autor maneja y expone el contenido de una enorme masa de datos, se detiene en detalles que ilustran o permiten comprender mejor, brinda aquí una valoración acerca del papel de su afición a hacer anotaciones de sus lecturas, y allá una reflexión acerca de la personalidad de este hombre al que le gusta compartir lo que lee con los seres humanos que le rodean. Selecciona fragmentos valiosos de otros estudiosos del Che, que le han ayudado en sus indagaciones o que pueden aclarar más al lector. Incluye, como procede en un buen trabajo de investigación, sutilezas y sugerencias. Y sintetiza en productos del conocimiento todo el material, ofrece sus complejas interrelaciones, sus sentidos y el lugar que tienen en el objetivo general del libro.
Llanes aplica ese método tan fructífero al análisis y la exposición que hace a continuación de sus viajes y de sus escritos. La tercera parte es una pieza sumamente lograda de análisis y crítica literaria de la obra de Ernesto Che Guevara. El capítulo final, «Acotación al margen», acrecienta el valor del libro con criterios más generales del autor acerca del Che. Las relaciones entre su cultura general, literaria y artística y el desarrollo de sus valores y la asimilación de aquellos que consideraba esenciales, mediante un proceso consciente de autoeducación, es uno de sus temas. Cito también, entre otros, la constatación de que el ser humano está en el centro de las ideas y del proyecto del Che, su batalla personal cotidiana por mantener los principios, y el componente ético como lo que aglutina y hace integral el pensamiento de Guevara.
Pero no alargaré este prólogo con glosas sucintas de lo que el lector tiene ya a mano en su riqueza integral. Me limito entonces a agregar un comentario.
La unión de las circunstancias y las actitudes de cada individuo hacen que predomine en este determinado aspecto; así se forma el hombre de acción o el hombre de pensamiento. Ernesto fue un gran practicante de la lectura y las ideas, pero desde temprano salió en busca de la acción. Enrolado en una lucha armada, pronto descolló en ella y fue uno de los protagonistas de la guerra revolucionaria cubana. El Che fue el nombre de bautizo de un hombre de acción. En los seis primeros años del poder revolucionario tuvo una actividad intensísima, política, administrativa e intelectual, y en los dos y medio últimos años de su vida volvió a ser, sobre todo, un hombre de acción. Así se podría describir el transcurso de su vida. Pero en realidad, Ernesto Che Guevara fue un hombre de ideas, y las ideas guiaron siempre su actuación. En todo momento pensó el mundo en que estaba viviendo, sus rasgos y problemas esenciales, y las cuestiones inmediatas y los aspectos trascendentes de la causa en que se involucraba. Aprendió que la praxis es creadora de realidades que los sistemas de pensamiento no admiten o no creen posibles. El Che pensador intentó que nuevas realidades creadas probaran el acierto de sus ideas revolucionarias –y las impulsaran y transformaran–, y que le dieran suelo social a la parte que en sus definiciones conceptuales le pedía prestada al futuro. No convertía su concepción en una camisa de fuerza dogmática, y le reclamaba a sus compañeros de actuación que pensaran y que ejercieran la libertad de pensar.
Che fue un hombre de estudios, que practicaba sistemáticamente la superación personal, la pregunta y la duda, sin ceder nunca a la tentación de creerse un sabio. No se arropaba con la teoría marxista, ni se escudaba en ella. Criticó a fondo a la corriente más poderosa e influyente dentro del socialismo y el Marxismo, pero nunca pretendió hacer tienda aparte con sus ideas, aunque a mi juicio produjo una concepción específica, que engrosó y desarrolló una corriente revolucionaria del Marxismo que había sido relegada, en un momento histórico crucial. Fue un hereje. En tiempos de creación revolucionaria, la herejía es fundamental, porque lo instituido obra a favor del orden vigente o del que ha existido siempre, nunca a favor de los cambios profundos y radicales de las personas, las relaciones, la vida y las instituciones.
Che no pretendió ser literato. El rigor inaudito al que sometió siempre sus actos y sus productos intelectuales refrenó la natural inclinación a alternar en la república de las letras que podía abrigar una persona que tenía tantas lecturas, tanta sensibilidad literaria y prendas de escritor, y tantas vivencias. Sin embargo, el Che estaba totalmente consciente de su lugar histórico, sin duda en tanto individuo, pero sobre todo como uno de los protagonistas de la revolución cubana y de la nueva ola revolucionaria que estaba recorriendo el mundo.
Por último, quisiera referirme al autor de este libro. Por fortuna, Julio Llanes no examina su asunto con pretendida objetividad. Declara que para él ha sido también un viaje apasionante entre miles de páginas y cientos de libros, revistas, poemas y canciones; entre los caminos, las gentes y los lugares de países de nuestra América; entre las lecturas, los escritos y la sensibilidad del Che. Y dice, como un día escribió el joven Ernesto, que él ya no es el mismo que era al comenzar su «expedición».
Detrás de este pequeño libro hay un trabajo ciclópeo. A lo largo de años, el autor entrevistó o pidió datos a un enorme número de personas que compartieron con el Che o lo trataron; conversó, entre tantos, con Aleida March, con Granado, con Leonardo Tamayo, con Loyola Guzmán. Leyó una bibliografía que ya es muy cuantiosa y vio numerosos filmes que tratan de la vida de Ernesto, del Che. Visitó la mayor parte de los lugares de Nuestra América por donde anduvo, un periplo de miles de kilómetros por la ruta del Che, por Argentina, Chile, Colombia, México y Bolivia, desde la casa de Rosario y su escuela primaria hasta La Higuera y Valle Grande, desde el diario chileno que le hizo a Ernesto su primera entrevista hasta la enfermera que lavó el cadáver del Che.
Llanes está acostumbrado a trabajar muy duro como intelectual, pero en la descomunal labor de preparación de este libro hay mucho más que rigurosidad, búsqueda incansable y una cultura general muy sólida, que cumple con creces ese requisito que debe tener el buen investigador de personas y hechos sociales; está sobre todo el amor, que gobierna los mejores actos humanos; está el niño cubano que quizás vio por primera vez los ojos del Che en aquella foto pegada en los postes con el pie «Se busca», diseminada por los esbirros en los días de la campaña de Las Villas, poco antes de que ellos mismos se convirtieran en los buscados; está la vida entera de ese joven en la revolución, que estudia, crece y se hace escritor, pero no lo es para la vanidad y el individualismo, sino para la comunidad; el que se llena de prestigio como promotor cultural, el literato que les regala a los niños una piñata de libros de una calidad extraordinaria e impulsa la literatura infantil en el país; el presidente de la asociación provincial de sus colegas, los escritores y artistas, durante veinte años; el autor renombrado de relatos y novelas que las editoriales reparten entre los participantes de la fiesta de la lectura, y otros llevan al teatro y la radio; el conferencista que explica la cultura cubana en nuestro continente y en Europa; y que ahora dedica una obra de madurez a honrar al que abrió a millones de niños el camino hacia vidas más plenas –al Che, que alimenta la esperanza en que así llegará a ser el mundo para todos los niños–; trayéndonos el resultado de una investigación que brinda con rigor una faceta más de su grandeza.
Bienvenido sea este libro a la familia de las obras acerca del Che, una estirpe que crece y crecerá cada vez más.
Dr. Fernando Martínez Heredia
Premio Nacional de Ciencias Sociales de Cuba
La Habana, Cuba
Yo sigo viendo en el Che Guevara a aquel hombre
meditativo que en sus batallas heroicas destinó,
junto a sus armas, un sitio para la poesía.
Pablo Neruda
Premio Nobel de Literatura:
Confieso que he vivido. Memorias
No es que yo quiera darte
pluma por pistola,
pero el poeta eres tú.
Miguel Barnet
Narrador y poeta
Premio Nacional de Literatura de Cuba:
Poema Che
En el testimonio conocido bajo el título de Notas de viaje, el joven Ernesto Guevara escribió una suerte de introducción titulada «Entendámonos», en la que trató de resumir su estado emocional y, sobre todo, los cambios experimentados al concluir el primer viaje latinoamericano. Yo tuve la oportunidad de reeditar ese famoso viaje sudamericano y, además, hacer otro, no menos apasionante, por las lecturas, escrituras y sensibilidad del Che.
Durante años he seguido las huellas de Ernesto Guevara en sus universos complementarios de lecturas-escrituras y viajes. Después de recorrer más de 13 000 km tras su imagen y recuerdo, de hurgar en miles de páginas, cientos de libros, revistas, poemas y canciones, debo reconocer –de manera similar al joven Guevara– que ya no soy el mismo. Como él, publiqué crónicas y un libro-testimonio sobre mis viajes. Sin embargo, nunca imaginé una indagación tan compleja. Y mucho menos la escritura de estos apuntes preliminares en los cuales trato de evocar una arista menos conocida, la hermosa aventura que protagonizó el Che entre la literatura y la vida.
La lectura estimula, enciende, aviva, y es
como soplo de aire fresco sobre la hoguera
resguardada, que se lleva las cenizas,
y deja al aire el fuego. Se lee lo grande,
y si se es capaz de lo grandioso,
se queda en mayor capacidad de ser grande.
Se despierta el león noble y de su melena
robustamente sacudida, caen pensamientos
como copos de oro.
José Martí
Escritor
Héroe Nacional de Cuba
Las lecturas y las experiencias de vidas
no son dos universos, sino uno.
Ítalo Calvino
Escritor italiano, nacido en Cuba:
Itinerario de Ítalo Calvino
Me he acostumbrado tanto a leer y estudiar
que es una segunda naturaleza.
Ernesto Che Guevara:
Carta a Aleida March, en: Evocación
Si se quiere descifrar la clave de los vínculos profundos que el Che Guevara estableció entre literatura y vida, debemos remitirnos al papel desempeñado por la lectura en la formación de su personalidad. Necesitaríamos explicar cómo lo literario estimuló lo vivencial y cómo sus propias experiencias retroalimentaron el quehacer literario, conformando una especie de espiral integradora de todo, en una dimensión humana más enriquecedora.
Ernesto Guevara nació signado por el furor del asma implacable desde el segundo año de vida. Su infancia devino un constante deambular en busca de lugares más favorables a la salud, hasta que la familia decidió establecerse en Alta Gracia, Córdoba. Allí, como en sitios anteriores, sus padres estimularon el vínculo con la naturaleza, pero fue realmente el hijo quien libró una guerra personal contra el asma y sus limitaciones. En esos años de infancia caminó por bosques, realizó excursiones, aun en medio de crisis asmática no abandonó sus caminatas ni dejó de admirar la fauna, la flora y la belleza de la naturaleza. Tan frecuentes eran las crisis que no pudo asistir regularmente a la escuela; sin embargo, entre los cinco y seis años de edad, la madre, Celia de la Serna, le enseñó a leer y a escribir, consolidándose entre ambos una relación singular de diálogos, reflexiones y confesiones mutuas durante toda la vida. Mujer de conducta transgresora para su tiempo –capaz de acciones como fumar en público, usar pantalones, manejar un automóvil y desafiar el peligro– mucho tuvo que ver con el carácter rebelde, temerario e independiente, y la formación social del hijo.
Celia acostumbraba a dialogar con sus hijos y les leía o relataba episodios de la literatura universal. Entre sus obras predilectas se encontraban dos relacionadas con la vida del gaucho en las pampas: Martín Fierro (1872), escrito por José Hernández (famoso poemario, máxima representación de la épica del gaucho, con protagonista payador de sus versos como un juglar campesino sentenciador y justiciero) y Don Segundo Sombra (1926), novela de Ricardo Güiraldes; ambas fueron narradas oralmente, releídas y valoradas con sus hijos.
La tía Beatriz también sostuvo una relación maternal desde los años infantiles, cuando narraba al niño cuentos de hadas y princesas encantadas, estimuladores de su fantasía. La familia Guevara se caracterizaba por una acentuada tendencia liberal, expresada en los comentarios sobre asuntos políticos, sociales y literarios, en una práctica de la cual no estaban excluidos los niños.
Uno de sus amigos de infancia, Osvaldo Bidinosd Payer, expuso una idea muy significativa, a tener en cuenta en cualquier análisis sobre la compleja personalidad del Che: «Para Ernesto Guevara todo empezó con la literatura»1, ya que en esa época ellos leían novelas de autores tales como Kafka, Camus y Sartre. La extraordinaria afición por la lectura y la escritura, no solo llamó la atención de sus amigos de infancia; en muchos lugares y etapas diversas sus interlocutores siempre tuvieron la impresión de que los libros ocupaban un lugar singular en su vida.
La lectura fue uno de los grandes placeres de Guevara desde la infancia hasta el final de su vida. Al valorar críticamente la campaña militar del Congo, reconoció en su diario con cierta culpabilidad cómo la acción de leer lo subyugaba: «(…) Mis dos debilidades fundamentales estaban satisfechas en El Congo: el tabaco, que me faltó muy poco, y la lectura, que siempre fue abundante (…). Sobre todo, el hecho de retirarme a leer, huyendo de los problemas cotidianos, tendía a alejarme del contacto con los hombres».2
Recluido en su cuarto de enfermo por largos períodos, Guevara niño, con alrededor de diez años, desarrolló la afición por el ajedrez, juego que llegó a dominar notablemente. Deseoso por ensanchar sus horizontes más allá de fantasías y reales limitaciones, encontró en la biblioteca de los padres el mundo objetivo de aventuras realistas que necesitaba su espíritu: leyó entonces a Julio Verne –especialmente sus viajes extraordinarios, entre ellos Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, De la tierra a la luna y Veinte mil leguas de viaje submarino–, textos de Alejandro Dumas, Miguel de Cervantes, Robert Louis Stevenson, el Sandokan de Emilio Salgari. También entraron con fuerza en la esfera de sus intereses los cronistas y descubridores. Premoniciones sobre dos conductas que marcarán su vida futura: las pasiones por las aventuras y los viajes.
Otros factores incidieron en el Guevara adolescente: la llegada a Alta Gracia y Córdoba de emigrados españoles y el ambiente de relatos y conversaciones relacionadas con la Guerra Civil Española. Escuchó entusiasmado las narraciones del general Jurado, vencedor de fuerzas fascistas italianas; también, como un general, el muchacho siguió las noticias bélicas en mapas y construyó trincheras en el patio de la casa para reproducir en sus juegos los combates. Cerca de la casona de Alta Gracia, se encontraba la vivienda de Manuel de Falla, el famoso compositor con el que su madre solía conversar amistosamente de España, Francia, especialmente de París, donde Falla vivió siete años, y de sus obras musicales El amor brujo, El sombrero de tres picos, El retablo de Maese Pedro y otras del destacado artista. Aprendió también con su progenitora el idioma francés, lo cual le permitió la lectura de importantes autores y obras clásicas en lengua original. Con solo doce-trece años, Guevara comenzó a tomar conciencia de su propia personalidad, a sentir nuevas emociones relacionadas con lo erótico, lo psicológico y los desenlaces imprevistos. En las bibliotecas de sus padres y posteriormente en la del profesor universitario Deodoro Roca, en Córdoba, leyó con avidez a Sigmund Freud, Jack London, Horacio Quiroga, José Ingenieros, Anatole France y una edición abreviada de El Capital, de Carlos Marx. Leyó también Las viñas de la ira, de John Steinbeck, y los veinticinco tomos de la Historia Contemporánea de Europa. Ante su extraordinaria pasión lectora, el propio padre escribió: «Cuando Ernesto llegó a los doce años, poseía una cultura correspondiente a un muchacho de dieciocho. Su biblioteca estaba atiborrada de toda clase de libros, de novelas de viajes».
Al parecer, quiso dar cierto orden interno a su caótico mundo lector y comenzó una costumbre que le acompañaría toda la vida: confeccionar listas sobre libros leídos y comentados. Uno de sus biógrafos, el escritor e historiador mexicano Paco Ignacio Taibo II, refiriéndose al Guevara lector, admirado, confesó: «en el apartado dedicado a Verne anotó veintitrés novelas (el historiador que sólo llegó a veintiuna no puede dejar de identificarse con el personaje)».3
El gusto por la literatura en torno a viajes no lo abandonó; ya en Cuba, pediría que le enviaran sus tres tomos encuadernados en cuero que contenían las obras completas de Verne.
Alberto Granado –quien luego fuera su compañero de viaje por Sudamérica– cuando lo conoció en Córdoba observó que, mientras los demás esperaban su turno en el campo de fútbol, Guevara leía, desentendido del mundo exterior. Un día descubrió que su nuevo amigo ya había leído a Freud, disfrutaba la poesía de Baudelaire y conocía a Dumas, Verlaine y Mallarmé, a los clásicos argentinos, a Faulkner y Steinbeck. Granado, buen lector, se desconcertó, no podía entender cómo el joven Ernesto había leído tanto. Otro amigo de aquellos años, Gustavo Roca, señaló gustos del momento.4
El acercamiento familiar a los emigrados ibéricos favoreció también su interés por los poetas republicanos españoles, especialmente Antonio Machado, Federico García Lorca, Miguel Hernández y Rafael Alberti, cuyos poemas llegó a memorizar con extraordinaria facilidad. Entró en contacto con poetas latinoamericanos esenciales como José Martí y Pablo Neruda, a quienes admiró por su poesía y compromiso social. Con la publicación de Crepusculario en 1923 e inmediatamente con el aluvión universal deVeinte poemas de amor y una canción desesperada, el escritor chileno se transformó en el poeta del amor por excelencia y uno de los preferidos del joven Guevara, cuyos versos, junto a las coplas del Martín Fierro, aprendió casi totalmente de memoria. Testigo de ello fue su prima Carmen Córdova de la Serna: «en plena adolescencia, Ernestito y yo fuimos un poco más que amigos (hubo una especie de idilio amoroso). Se sabía los Veinte poemas de amor y una canción desesperada y comenzaba a recitarlos uno a uno y no terminaba hasta el final. Tenía una gran memoria. A los dos nos gustaba mucho, la poesía era muy hermosa».5
Muchos recuerdan a Guevara evocando poemas de memoria, acción repetida entre amigos, compañeros, e incluso en actos públicos. El hecho, más que la simple memorización sin objetivos, parecía obedecer a necesidad espiritual. No debemos olvidar el valor sónico de la poesía, es decir, no está hecha solo para ser leída, sino también para ser escuchada. Saber oír la poesía es esencial para una mayor apreciación. Un ejercicio muy recomendado para aprender a escuchar poesía es leerla en voz alta. La recitación guevariana frecuentemente estaba muy vinculada al deleite y mayor apreciación experimentada al hacer que otros escucharan, mientras percibía en ellos la emoción provocada por el poema.
El contexto en el cual transcurrió la juventud de Guevara, sus afanes literarios y luego sus viajes, se caracterizaron por diversas influencias externas sobre los pobladores de nuestra América. Las confrontaciones bélicas con sus secuelas y la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial provocaron una significativa emigración europea y la llegada a Sudamérica, tanto de grupos de origen fascista, como de otras personas que contribuyeron a desarrollar ideas progresistas y sentimientos solidarios con las víctimas. Por otra parte, la consolidación de la Unión Soviética y del socialismo europeo hizo posible la mayor difusión de las ideas socialistas y del Marxismo-Leninismo en Latinoamérica.
Sorprende la diversidad de los intereses literarios del joven, que se extendían también a los asuntos filosóficos y sociales. Comenzó por esta época a escribir un diccionario, compilación personal de conceptos, ideas, tendencias, corrientes y valoraciones de autores sobresalientes. En el mismo hay, en total, referencias a ciento dieciséis textos. Pero sus páginas no son una mera compilación de citas o conceptos. La investigadora cubana Marta Pérez-Rolo González, estudiosa de este diccionario, ilustra las partes y el método de estudio seguido por el lector activo: