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Un joven salvadoreno que decide no quedarse ajeno ante la situación por la que atraviesa su país y decide luchar contra esos males. Se entrega a la lucha por una patria mejor, joven estudioso, alegre, buen deportista, quien con apenas veintidós años es asesinado junto a su madre y hermano menor.
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Veröffentlichungsjahr: 2021
Edición:
Isora Gutiérrez Romero
Diseño de cubierta:
Francy Espinosa González
Diseño interior:
JCV
Realización:
Martha Pon Rodríguez
© Luis Hernández Serrano, 2020
© Sobre la presente edición:
Editorial Capitán San Luis, 2020
ISBN: 9789592115606
Editorial Capitán San Luis. Calle 38 no. 4717 entre 40 y 47, Kohly, Playa, La Habana, Cuba.
Email: [email protected]
www.capitansanluis.cu
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A los héroes cubanos y salvadoreños por su lucha
en bien de los humildes.
A los mártires cubanos y salvadoreños que
como Feliciano entregaron su vida
por la humanidad.
Agradezco al coronel en retiro Roberto García Benítez
por confiarme la escritura de esta obra. También
a los testimoniantes, de quienes conocí la
fecunda vida de Feliciano; y a todos los
que me apoyaron en este empeño.
Feliciano
Andaba con los libros para ser
especialista en siembras y cosechas
de libertad y amor. No halló las brechas
y se fue sin poderlas recoger…
¡Los malos nunca pueden comprender
las almas buenas con qué fin son hechas!
¡Las mentes asesinas más estrechas
solo saben cortar y deshacer…!
Y cortaron su juvenil hombría,
buscando que sus rosas ningún día
lograran germinar bellas al fin…
Pero el odio no corta el mediodía,
ni la maldad puede con la alegría…
¡ni jamás del terror… creció un jardín…!
Luis Hernández Serrano
Pero el que muere por amor, ¿podrá
ser olvidado por el amor?
Fina García Marruz
En los años cincuenta del pasado sigloxx, Roberto García Benítez, un joven revolucionario cubano exiliado en El Salvador, conocea la salvadoreña Ada Rosario Vargas Méndez; se casan y el 23 de julio de 1958 nace Tomás Roberto García Vargas; poco después el cubano regresa a su isla en revolución.
Así comienzan a tejerse los hilos de esta historia que tendría un final terrible. Esta es una historia que puede parecerse a muchas vividas por la juventud latinoamericana en los últimos cien años. Incluso ahora trascienden en las noticias relatos similares de luchadores sociales o dirigentes políticos que aparecen muertos a manos de la policía, los grupos paramilitares o las bandas de narcotraficantes.
Hombres como Frank País García, cubano; Miguel Henríquez, chileno; Rodolfo Walsh, argentino; Berta Cáceres, hondureña; son apenas una muestra, mínima, espantosa, de las vidas dedicadas a la revolución en todo el continente y su fin a manos de las fuerzas de la represión. Constituyen también, junto a otros como Feliciano, una expresión de los ideales de justicia social que han compartido los hombres y mujeres latinoamericanos a lo largo de su existencia como naciones independientes.
Este no es un libro sobre la historia de la revolución en El Salvador, tampoco es una biografía de Tomás Roberto García Vargas, en el sentido que habitualmente se presentan. Su autor, Luis Hernández Serrano, apela a la entrevista como recurso fundamental para extraer de los testimonios de quienes conocieron o combatieron con el joven revolucionario, las pequeñas piezas del rompecabezas que fue su vida.
Dentro de ellas resaltan, en ocasiones a modo de cortos flashazos,los momentos en que emerge esta acción, aquella idea, tal decisión, que van configurando página a página, una imagen del joven de este relato, su acción revolucionaria, y su pervivencia entre los salvadoreños de estos tiempos.
Trata además, de los esfuerzos de un padre por conocer, mantenerse en contacto, empaparse de los sueños, decisiones, sensibilidades de su hijo, desde la distancia que separa a la Cuba de la vorágine revolucionaria de los años sesenta y setenta, y El Salvador de entonces. Puede entenderse, en este sentido, como un intento de saldar la deuda del padre que sobrevive al hijo.
Visibiliza, sobre todo ante las nuevas generaciones, el período de la guerra revolucionaria en El Salvador, poco conocida y menos estudiada entre los jóvenes cubanos.
En este esfuerzo se presentan experiencias de vida muy disímiles, que tienen como hilo conductor los momentos que compartieron, se relacionaron o estuvieron marcados por la vida y la acción del comandante Feliciano.
En el momento de su asesinato, Feliciano había sido destinado como responsable del frente de Guazapa, el más cercano a la ciudad de San Salvador, uno de los frentes guerrilleros sostenidos por las Fuerzas Armadas de Liberación, el brazo armado del Partido Comunista de El Salvador (PCS).
Las complejidades de este período de lucha en el país, así como los vínculos establecidos por la Revolución Cubana con los movimientos de liberación latinoamericanos, y en particular con los grupos revolucionarios salvadoreños, trascienden las intenciones de este libro; pero aparecen, sin embargo, algunas conexiones que pueden funcionar como incentivos para buscar más información.
También están presentes, aunque de una manera más bien implícita, las complejidades del proceso que llevó a la conformación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) como resultado de los acuerdos de unidad pactados entre las cinco organizaciones de izquierda que se enfrentan a la dictadura en el país centroamericano.
Se dice muchas veces que un libro vale tanto por la historia que narra, como por las preguntas que provoca entre sus líneas.
Las páginas que siguen a continuación son extraordinarias, tanto por las historias que se cuentan, como por las preguntas que se deslizan al pasar, y por las inquietudes que deja en el lector en torno a esas historias “mínimas” de los hombres y mujeres que hacen la gran historia de la Revolución en El Salvador.Comandante Felicianoresulta, así, motivo y pretexto para indagar más.
Fernando González Llort
Nada es el hombre en sí, y todo lo que es él,
lo pone en él su pueblo.
José Martí
Este es un libro para leer sin prisa. Cuenta el protagonismo de un joven singular que se hizo héroe en el cruento enfrentamiento armado contra las dictaduras que se enseñoreaban en su país. No está marcado por los vericuetos inesperados propios de la escritura de ficción. Si acaso es un pasillo que conduce a una historia triste y sobrecogedora, y a la vez llena de preguntas y respuestas que quizá lo dejan a uno ávido de seguir conociendo pormenores de la historia, que en verdad faltan por investigar y tratar.
La idea de escribir estas página apareció de pronto, a través de los hilos telefónicos un día del año 2011, era un coronel jubilado del Ministerio del Interior de Cuba, Roberto Bienvenido de Jesús García Benítez. Me confesó que iba a pedirme un favor de mucha significación para él. Y recalcó: “¡Quisiera que su respuesta fuera afirmativa!”
Sin esperar, solicita que escriba acerca de un hijo suyo que se había ganado el honroso título de héroe, sin embargo era un desconocido.
Como viejo periodista de unos cuantos años acumulados de trabajo, acostumbrado a investigar sucesos de interés para que queden plasmados en letra de imprenta, aquella solicitud, fue como una suerte de premio. ¿Por qué yo? Respondió que una vecina periodista es la responsable de la recomendación, pues le aseguró que me apasiona tratar asuntos históricos desconocidos, curiosos y fundamentalmente, inéditos. Le aclaró: “No es un estilista, pero sí un buscador impenitente, buen profesional, pero sobre todo, buena persona”. ¡Acepté!
Entonces presentaba una situación difícil, cuidaba un hermano enfermo de gravedad. La familia se unió aún más y me apoyó en mi empeño: mi esposa Flor Aida, mi hermano gemelo Leonel y su esposa. Comencé la investigación. ¡Ardua tarea!, pues las fuentes principales estaban a mucha distancia, estaban en El Salvador, país de origen del protagonista.
Tomás Roberto, así se nombra, no nos ha llegado fácilmente a nuestra grabadora o a nuestra agenda, porque han faltado no solo los ingredientes para completar sus pasajes infantiles, sino también, quienes testimonien al respecto, el paso del tiempo ha hecho estragos, muchos ya no están vivos.
Visitar el país centroamericano, ver los lugares vinculados con el héroe, conversar con quienes lo conocieron y lucharon a su lado, hubiese sido lo ideal. Fui invitado por una de las instituciones principales en las que accionó. Esta observó todas las reglas diplomáticas establecidas. Con el pasaporte oficial preparado, la propia organización cancela el viaje por razones de mi seguridad personal, en medio de una ola de acciones contrarrevolucionarias y de atentados a dirigentes.
Las entrevistas las hice desde Cuba, cuando algún conocedor de la historia que pretendía narrar visitaba nuestro país; otros testimonios fueron remitidos por los medios modernos de comunicación; y conté con las vivencias de dos cubanos, uno relacionado con El Salvador durante sus casi doce años de conflicto armado; el otro, el papá de Tomás Roberto, quien atesora en su mente y corazón la vida de este hijo, por supuesto, con lagunas, pues solo lo vio en dos ocasiones cuando era muy pequeñito.