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LA CRÓNICA NEGRA ESPAÑOLA CONVERTIDA EN HISTORIA ALTERNATIVA DE TODA UNA SOCIEDAD. Bajo la aparente tranquilidad de aldeas remotas y paisajes apartados, se esconden muchos casos de violencia y muerte que han marcado a fuego a los habitantes de la zona, a toda una región e incluso a todo un país. En Crímenes rurales se presentan trece de estos casos perturbadores que han obsesionado al público de diversos períodos y diferentes lugares de la geografía española. Sin embargo, las autoras de este libro van un paso más allá y huyen del morbo fácil para comprender —aunque solo sea un poco— los horrores que habitan en este mundo. El resultado es un impecable ejercicio narrativo y un ensayo reflexivo, que además intenta mantener siempre, hasta el final, el máximo respeto y el recuerdo de las víctimas. EL TRUE CRIME MÁS IMPACTANTE EN UN LIBRO ÚNICO
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Seitenzahl: 276
Veröffentlichungsjahr: 2025
Índice
INTRODUCCIÓN
1. SOMOSIERRA
2. LOS GALINDOS
3. DIANA QUER
4. FAGO
5. DENISE
6. ALCÀSSER
7. MACASTRE
8. SANTOALLA
9. NÍJAR
10. TOR
11. FLOS MARIAE
12. MAHASANDHI
13. PUERTO HURRACO
AGRADECIMIENTOS
LIBROS Y ENLACES
NOTAS
© del texto: Estela Cebrián y Virginia de la Cruz, 2025.
© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S. L. U., 2025.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
www.rbalibros.com
Primera edición en libro electrónico: marzo de 2025.
REF.: OBDO463
ISBN: 978-84-1098-189-8
Composición digital: www.acatia.es
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Todos los derechos reservados.
ESTELA:
A LUIS Y A MIS PADRES.
VIRGINIA:
A MI MADRE, A PABLO Y A MIS HIJOS. Y A MIRIAM,
TOÑI Y DESIRÉE, POR TODAS LAS QUE FUIMOS NIÑAS
EN LOS NOVENTA.
Hola, estupender.
¿La aficionada al true crime nace o se hace? Es una pregunta que podemos hacernos cinco veces a lo largo del día. ¿La afición está en nuestro ADN, es que nos dibujaron así? ¿O se debe a que hemos crecido viendo programas como ¿Quién sabe dónde? y Esta noche cruzamos el Mississippi a edades muy poco recomendables? Pertenecemos a una generación en la que el control parental se reducía a esconder el mando de la tele y que creció con la imagen del niño de Somosierra deshaciéndose en ácido sulfúrico entre los restos de un camión cisterna y con el miedo a encontrarse con Antonio Anglés o algún monstruo parecido o incluso peor. Antes de que Alejandro Amenábar estrenara Tesis, ya sabíamos lo que eran las snuff movies, porque un señor con americana burdeos, bigote y pelazo nos hablaba de ellas sin parar al filo de la medianoche desde la tele en el salón de nuestras propias casas. ¿Por qué nos fascina el true crime? Seguramente porque nos ayuda a comprender —aunque sea un poco— los horrores que habitan en este mundo. Esos horrores con los que somos bombardeadas a todas horas y hoy día por muchos más medios aparte de la televisión.
Tienes en tus manos el primer libro de Las Amigas Estupendas o, lo que es lo mismo, Estela Cebrián y Virginia de la Cruz. Desde 2021, tenemos un pódcast con el mismo nombre, bautizado en honor a la saga Dos amigas de Elena Ferrante. Porque amamos a esta autora italiana, porque somos dos amigas y... bueno, lo de estupendas queda mejor si lo dicen los demás, aunque, por qué no, nosotras pensamos que lo somos un poquito. Lo empezamos con un tema sencillo y ligero como es... el incesto y, a lo largo de nuestras cuatro temporadas, hemos hablado de rivalidades legendarias, sagas malditas, familias enfrentadas, fenómenos paranormales y, sobre todo, de mucho, mucho true crime; hemos analizado desde la hibristofilia hasta la carta astral de los serial killers más famosos. En ocasiones, hemos abierto la puerta de nuestra casa como Isabel Preysler y hemos hecho de anfitrionas de invitados maravillosos como Carmen Pacheco, El Hombre Confuso, Ibán Manzano, Raquel Piñeiro o Valeria Vegas. Y todo con la misma independencia y la libertad con la que empezamos, ya que el nuestro es un pódcast autogestionado.
Un dato interesante sobre nosotras es que vivimos en países distintos, una en España (Estela) y otra en Reino Unido (Virginia), pero más interesante todavía es que, desde que nos conocimos, allá por 2006, solo nos hemos visto cinco veces en persona. ¿Relaciones a distancia? Si quieres, un día nos sentamos y te contamos cuatro cosas sobre el tema.
Pero ahora no estamos aquí para hablar de eso, sino para hablar de nuestro libro, que es algo que llevamos toda la vida queriendo hacer. Como diría nuestra idolatrada María Patiño: «No dejes de soñar».
Uno de los episodios más populares de nuestro pódcast, votado por la gran mayoría de las estupenders como su favorito, es uno que titulamos Rural Terror, centrado en casos alejados de núcleos urbanos en los que observamos ciertos patrones propios de su localización que los hacían especiales. Vimos que temas muy universales como el de las disputas territoriales o familiares, por ejemplo, cobran un cariz totalmente distinto en un entorno rural. Así que decidimos hacer un viaje por la crónica negra española a través de los crímenes rurales que más nos han impactado a lo largo de nuestra vida.
Desde la cima de una montaña en la frontera con Andorra, guardiana de secretos inconfesables, hasta un cortijo sevillano, Las Amigas Estupendas nos hemos sumergido en los verdaderos entresijos que rodean trece casos que nos perturban y obsesionan, a través de una narrativa con la que hemos pretendido huir del morbo fácil, intentando mantener siempre, hasta el final, nuestro máximo respeto y el recuerdo de las víctimas. El aislamiento físico, la política local, los factores culturales... Nos preguntamos: ¿habrían sido estos casos posibles o quizá distintos de haberse producido en núcleos urbanos o metropolitanos? ¿Qué diferencia ha supuesto el MeToo a la hora de analizar crímenes que ocurrieron décadas antes de que el movimiento surgiera? Analizamos los ángulos y las intersecciones de clase y de género que operan en el tratamiento de estos famosos crímenes, desde una perspectiva personal. Sin obviar el rigor periodístico, nos centramos en perspectivas novedosas en el tratamiento de estos casos, muchos de los cuales son muy conocidos y habían sido clasificados en categorías ahora ya obsoletas o simplistas. Varios de ellos los hemos vivido de cerca, como el de Alcàsser, y al revisarlos en profundidad para documentar el pódcast y este libro, hemos encontrado temas cuestionables en su planteamiento, tanto por parte de los estamentos judiciales y policiales, como por los medios de comunicación, e incluso por los propios protagonistas.
En el tema más ancestral que existe, que es el de los odios y venganzas, planteamos cinco casos claves que helaron la sangre de la sociedad española en su momento y que fijaron para la posteridad el nombre de las localidades donde ocurrieron: Níjar, Puerto Hurraco, Fago, Santoalla y Tor. Disputas territoriales llevadas al peor de los extremos, tragedias familiares lorquianas, crímenes de una crueldad inexplicable, quizá favorecidos por el silencio y el amparo del entorno rural donde se produjeron.
Otro gran tema que abordamos es el de la vulnerabilidad de la mujer frente a la violencia ejecutada por hombres con perfiles de reincidentes, conocidos en sus entornos por fechorías pero protegidos por la ley del silencio y el miedo: hablamos de tres niñas cuyo final marcó a toda nuestra generación, abrió un debate público y cambió para siempre la forma de ver la libertad adolescente femenina. Miriam, Toñi y Desirée, junto con Diana Quer y Denise Pikka, nos ayudarán a entender mejor en qué consiste la perspectiva de género dentro del true crime.
Destacamos dos historias de lo que podrían considerarse sectas españolas rurales que ejercen una fascinación innegable en la opinión pública: la del lama que fundó Mahasandhi en pleno desierto de Abanilla y la de las Flos Mariae, que crecieron recluidas en una casa con su propia religión. Porque quién no se ha preguntado alguna vez: ¿Yo podría acabar en una secta? Nos parecen dos casos muy diferentes pero muy representativos dentro del tema del control coercitivo por vínculos familiares o por azar.
Y, por último, la espina clavada en el costado del true crime: los casos sin resolver que quizá queden sin respuesta para siempre. Hemos escogido tres cuyo misterio no se agota nunca, el de Los Galindos, el del secreto final del Niño de Somosierra y las extrañas muertes de Macastre que siguen generando especulaciones incluso décadas después. En ellos, la opinión pública se quedó con las teorías más sensacionalistas (y puede que interesadas) que triunfaron en su momento pero, ¿y si las respuestas en realidad fueran otras?
Esperamos que este viaje sea tan fascinante para ti, querida estupender, como lo ha sido para nosotras.
ESTELA & VIR
El día en el que Argentina, todavía con Maradona en el equipo, se enfrenta a Bélgica en la semifinal del Mundial 86, los titulares de los periódicos de España los acapara un camión cisterna que transporta veintitrés mil toneladas de ácido sulfúrico.
LA TRAGEDIA
Al amanecer, un camión enorme se estrella en la sierra madrileña. Los servicios de emergencia llegan rápidamente a la zona del desastre: el matrimonio que iba en la cabina del vehículo, formado por Andrés y Carmen, ha muerto. Poco hay que hacer más allá de intentar avisar a los familiares. A quinientos kilómetros, suena el teléfono del bar del pueblo de los fallecidos. Todavía no ha llegado la telefonía a todas las casas de Fuente Álamo, en Murcia. Es la Guardia Civil, preguntando por la familia, y alguien corre a llamar a la madre de Carmen, que, tras escuchar la terrible noticia, hace una pregunta que desata el caos entre los efectivos de seguridad: «El zagal, mi nieto, Juan Pedro, ¿cómo está... dónde está?». Comienza entonces una búsqueda frenética del niño de nueve años. Los cadáveres de los padres habían sido localizados de inmediato pero ni rastro de Juan Pedro. Su imagen vestido de marinero en la foto de su Primera Comunión, que no era la más reciente pero sí la de mejor calidad que tenían, pronto alcanzará cada rincón de España, desde puertas de panaderías hasta tablones de anuncios, pasando por periódicos locales y posteriormente nacionales, e incluso ediciones especiales de programas de televisión volcados con la historia, como un especial de ¿Quién sabe dónde? presentado por Ernesto Sáenz de Buruaga.
Según el círculo más próximo a los fallecidos, Juan Pedro viajaba con sus padres porque había sacado muy buenas notas y se acercaba su décimo cumpleaños: como premio, le habían prometido ir a ver el Norte. Harían la entrega del ácido en Bilbao y luego visitarían en familia el País Vasco durante unos días. Cuesta creer que llevarse a un crío desde Murcia hasta Bilbao en un camión contenedor de material corrosivo en pleno verano pueda ser una recompensa, pero esa fue la versión que dieron oficialmente en su entorno.
La familia llega a Somosierra la misma tarde del accidente, cuando ya se ha producido el levantamiento de los cadáveres de Andrés y Carmen: siguen sin tener ni rastro del paradero de Juan Pedro, aunque guardan la esperanza de que un bulto que se ve en la cabina, que ha quedado aplastada, pudiera tratarse de sus restos. Sin embargo, al abrirla al día siguiente, ven que no es más que un montón de ropa. La policía encuentra un zapato y algo de ropa del niño entre los restos del vehículo, pero los agentes y voluntarios que peinan la zona durante semanas, con motocrós, con caballos y a pie, no consiguen dar con ninguna pista de lo que le haya podido pasar. Excavan cincuenta centímetros en toda el área afectada por el derrape del camión por si hubiera podido quedar sepultado por el peso de los arrastres, pero nada. Se ha desvanecido. De hecho, una de las versiones que se barajan es precisamente esa: ¿Podría haberse disuelto el cadáver de Juan Pedro en el ácido derramado? La policía científica descarta esa posibilidad después de investigar la zona. No hay restos humanos entre el vertido. La cuba que se rompe es la tercera y última del camión, y Andrés cae justo debajo: su hermano Juan atestigua que el ácido le corroyó la parte superior del cuerpo y, gracias a la rápida intervención de los efectivos de emergencia, seguía estando casi intacto, y un cuerpo humano con ese tipo de disolvente habría tardado días en desaparecer del todo. El programa de RTVE ¿Quién sabe dónde? encarga a la Universidad Autónoma de Madrid una prueba donde se recrea la velocidad de corrosión de materia orgánica con la misma sustancia tóxica, y todas las conclusiones apuntan a lo mismo: hubiera tardado días al menos en disolverse plenamente y, aun así, habría dejado algún tipo de rastro.
EL VIAJE
Juan Pedro se había despedido de sus abuelos el 24 de junio y el camión partió de Los Cánovas, en Murcia, rumbo a Bilbao. El niño estaba muy contento, porque nunca se lo llevaban. Nada hacía presagiar que en breve sería el protagonista de una de las desapariciones consideradas por la Interpol como una de las más extrañas del siglo XX, tanto que incluso se alzaron voces especulando con que el niño ni siquiera estuviera en el vehículo.
Se sabe que realizaron tres paradas, las normales en un trayecto de este tipo. La primera, en la Venta del Olivo. A medianoche, en Las Pedroñeras (Cuenca) y, por último, en la estación de servicio de Los Ángeles, ya en Madrid, a eso de las tres de la mañana. Andrés duerme un poco, agotado de tanta conducción. Esa última pausa se produce en el Mesón Aragón, la mítica venta que cualquiera que haya viajado por carretera en los setenta, ochenta o noventa recordará como El Maño, ahora abandonada, donde uno de los camareros, llamado Felipe Alhambra, atestigua que ve desayunar a la familia antes de las seis de la mañana. Sirvieron cafés, un vaso de leche y una bayonesa, un bollo típico que pudo ser lo último que comiera Juan Pedro antes de desaparecer.
Quedan cuarenta kilómetros para el puerto de Somosierra, una conducción difícil llena de cuestas arriba y curvas peligrosas, sobre todo con un vehículo de esas características. El camión, que va con un remolque, avanza muy despacio, casi sospechosamente lento, ya que tarda casi una hora y media en recorrer cincuenta kilómetros. Llegan a coronar la parte más alta del puerto pero, al bajar, casi a la entrada del pueblo de Somosierra, tras esquivar a otros tres camiones que venían en sentido contrario, se estrellan contra un cuarto y la colisión afecta a todos los vehículos, pero los conductores de los otros salen relativamente ilesos, excepto uno que acaba grave. Andrés, de treinta y seis años, y Carmen, de treinta y cuatro, fallecieron en el acto. Andrés sale despedido y es en parte corroído por el vertido de su propia tanqueta, quedando su cadáver de un color negruzco de cintura para arriba. Carmen queda atrapada en la cabina, que fue aplastada en el choque.
Circulaban a una velocidad pasmosa para un transporte de esas características, como atestiguaron todos los expertos: 140 km/h, lo que hizo que el vehículo derrapara en una de las difíciles curvas de la bajada del puerto. La exhaustiva investigación posterior echó por tierra las especulaciones iniciales sobre que había sido a causa de un fallo de los frenos o alguna avería, ya que el camión había pasado por una puesta a punto con el fin de prepararlo para el viaje. El parte de la Guardia Civil también indica condiciones meteorológicas óptimas y una carretera en perfecto estado con el «pavimento seco y limpio».
EL TACÓGRAFO
Este aparato es el equivalente a la caja negra de los aviones pero para vehículos terrestres como trenes o camiones, ya sean de carga o de pasajeros: se trata de un dispositivo electrónico que realiza un registro minucioso de las diversas acciones del vehículo en el que se instale, detalles que fueron vitales para la investigación del accidente de Somosierra, como las frenadas bruscas, las distancias recorridas, las velocidades máximas y medias y los momentos de ralentí.
En España son digitales por ley desde 2006 pero, veinte años antes, eran discos de papel. El disco de papel del camión que conducía Andrés se envía a Alemania para un análisis en profundidad y, al cabo de un mes, llega el informe, que registra algo muy extraño: en el último tramo de conducción, antes de volcar, el camión realizó doce paradas cortísimas, sin salir de la carretera. Paradas de apenas uno o dos segundos, que comenzaron pasado Buitrago de Lozoya. La más larga duró apenas treinta segundos: podría tratarse del comportamiento propio de un vehículo en un atasco, pero a esas horas, una mañana de junio en Somosierra, no había tanta circulación. ¿Qué pudo hacer que Andrés frenara y arrancara de nuevo doce veces a lo largo de una distancia tan corta en una cuesta con una pendiente tan pronunciada?
LAS HIPÓTESIS
En un principio, los investigadores van a ciegas: las paradas registradas por el tacógrafo podrían indicar que pasaba algo en el interior del vehículo, quizá alguno de los pasajeros se encontraba indispuesto. Se descarta desde un principio que Andrés pudiera haber abusado del alcohol: en ninguna de las paradas que hizo lo vieron bebiendo. O puede que fuera algo que ocurría en el exterior: algo relacionado quizá con el clima o con la fauna de la zona. Pero, al cabo de un año, los investigadores desguazan el camión y encuentran trazas de heroína en los restos. La familia explica entonces que Andrés estaba bajo presión por parte de una mafia relacionada con el narcotráfico para que ejerciera de mula en sus traslados de mercancía ilegal. No existe constancia de si cedió a tales presiones o quizá le escondieron la mercancía en el vehículo sin que él lo supiera, algo que muchos camioneros denunciaron como práctica común en la época. Los narcotraficantes se escondían en paradas de carretera habituales para los camioneros y averiguaban la ruta, escondían la droga en el camión y, al llegar al destino, alguien la recogía, en ocasiones sin que el conductor se diera cuenta. ¿Fue esa la razón por la cual Andrés, quizá incluso con la connivencia de su mujer, optó por viajar en familia? Quizá pensó que, si dejaba en casa a su mujer y a su hijo, podría haber represalias, precisamente por haberse negado, o quizá por todo lo contrario; a lo mejor, la opción más deseable era que permanecieran todos unidos.
Quizá las múltiples paradas se debieron a que otro vehículo intentó interceptarlos, pero ¿quién y con qué fin? ¿Estaba Carmen al tanto del lado oscuro de aquel viaje? Quizá ella también pensaba que aquel viaje era un premio, un descanso de tanto trabajo para poder disfrutar de tiempo de calidad en familia.
En un momento dado, comienza a barajarse la teoría de que, en esa sucesión de múltiples paradas, lo que ocurre es que otro vehículo, en el que quizá viajen los narcotraficantes, intercepta al camión y secuestra a Juan Pedro. Esa podría ser la razón por la que Andrés se detiene tantas veces y por la que pisa el acelerador de esa manera en una cuesta abajo mortal, que ni siquiera un turismo corriente podría afrontar a semejante velocidad. ¿Estaba intentando rescatar a su hijo? Un experto entrevistado en el mismo especial de ¿Quién sabe dónde? se decanta por la teoría de que fue una conducción temeraria realizada por Andrés por algún motivo crítico: era imposible que alguien de manera fortuita subiera un puerto de montaña con un tráiler de veinte toneladas y realizara esas paradas tirando de motor y, luego, se lanzara cuesta abajo con ese monstruo a esa velocidad. La policía también baraja la posibilidad de que el camión fuera saboteado: que alguien hubiera manipulado los frenos y el accidente no fuera fortuito sino provocado, pero no se encuentran pruebas al respecto. Se menciona incluso a un empresario anónimo, que cuenta a la policía que había tenido un sueño premonitorio en el que al niño se lo llevaban los gitanos. A la abuela parece cuadrarle esa teoría, ya que probablemente contendría la suposición de que Juan Pedro seguía con vida, considerado como un niño más.
Pero hay otra teoría más disparatada, que hace que cualquiera que estudie este caso se quede sin palabras. Según ciertos testigos locales, minutos después del accidente, una pareja de acento extranjero, algunos creen recordar que con deje alemán, formada por un señor alto de mediana edad y una mujer mayor que afirmaba ser enfermera, llegaron al lugar del siniestro en una furgoneta blanca que conducían de manera alocada. Salieron de la Nissan Vanette, un clásico ochentero, y, ataviados con batas blancas, retiraron un bulto del camión, lo metieron en el vehículo y se marcharon rápidamente. Nadie consigue apuntar la matrícula ni recuerda parte de la misma, pero ese tipo de coche es nuevo en el mercado español y todavía no había tantas unidades. La policía afirma haber investigado entonces a tres mil vehículos de descripción similar, pero la pista terminó siendo un callejón sin salida, si bien la familia afirma que posteriormente se denunció un atropello por parte de una Vanette parecida en la zona, que hubiera podido dar más claridad al asunto. En los meses posteriores, tres testigos del accidente desaparecen en extrañas circunstancias, uno de ellos en un accidente que casualmente (o no) involucra también a una Nissan Vanette de color blanco. La policía descarta que haya un nexo de unión entre todos estos hechos.
El perfil de las desapariciones ha variado mucho en las últimas décadas, sobre todo a causa del advenimiento de Internet, pero hay algo que no varía: así como las desapariciones de adultos son, en su gran mayoría, voluntarias, la estadística cambia en el caso de menores de edad, sobre todo cuando hablamos de menores de doce años.
Un niño de diez años recién cumplidos no hubiera podido valerse por sí mismo en el mundo, y por lo que sabemos de Juan Pedro, tampoco tenía razones para querer escapar.
En los ochenta, era mucho más fácil desaparecer, ya que la huella digital estaba en pañales, y el rastreo de personas, sobre todo a nivel global, era muy básico, pero si alguien se llevó a Juan Pedro, tuvo que establecerse con él o bien en España, un país que estuvo empapelado con carteles con su cara durante meses, o cruzar la frontera sin documentación, cosa que no era imposible, pero cuyo riesgo sin duda tenía que suponer algún tipo de compensación para el secuestrador.
EL TÍO JUAN
Juan, el tío del niño, convertido en portavoz de la familia, alega que no es cierto que la policía realizara todos los esfuerzos necesarios. Juan es también una de las primeras voces en alzarse negando que Juan Pedro estuviera en el camión con sus padres. Según él, la policía no tiró de los hilos que él mismo les sirvió en bandeja, no indagó en pistas como la de la extraña pareja que, según unos pastores de la zona, apareció en la zona del siniestro segundos después de que ocurriera y se llevó el dichoso bulto de la cabina en la Nissan Vanette. Quienes dicen haber visto al niño en la cabina del camión, sobre todo mujeres de camioneros que viajaban en sentido contrario, son desautorizados también por el tío Juan. Dice que él investigó a todas esas mujeres y que las declaraciones no se parecen. Que el teléfono habilitado para que posibles testigos puedan ofrecer pistas recibe llamadas silenciosas cuyo objetivo, según él, es simplemente ocupar la línea para que nadie pueda contar la verdad.
El primer testigo en llegar a la zona del accidente afirma que el niño no estaba allí, que lo habrían visto. Asistieron a otra víctima, un camionero que conducía en sentido contrario, que se había roto las dos piernas. La pareja de la Vanette estaba allí pero él no puede atestiguar que se llevaran al niño.
El tío Juan también niega la hipótesis de la heroína. Dice que la manta en la que se encontraron las trazas estaba en la tanqueta, dentro del ácido, y que se habría disuelto: fue un tope que utilizaron los dispositivos de emergencia para frenar el vertido de manera posterior al accidente. Juan sigue hoy en día buscando al Juan Pedro ya adulto, ya que se niega a creer que pudiera desvanecerse de esa manera si hubiera fallecido y es más partidario de la hipótesis del secuestro.
En la línea de las hipótesis disparatadas, existe también la de la anciana iraní: un profesor de autoescuela se puso en contacto con la familia años más tarde del accidente para decirle que había viajado a Irán y había visto a una señora mayor ciega con un chico de lazarillo que no solo se parecía a Juan Pedro sino que tenía acento andaluz. El testimonio queda ligeramente cuestionado cuando se dice que le enseñaron la foto de Juan Pedro de niño a la señora y esta afirmó que efectivamente era su lazarillo... de persona ciega. Cuesta creer que, a día de hoy, haya un hombre de casi cincuenta años circulando por las calles iraníes sin que sospeche que es el famoso Niño de Somosierra pero, para el tío Juan, queda esperanza. Quizá las nuevas tecnologías consigan dar con él, si es cierta la teoría de que el niño o bien no iba en el camión o bien fue secuestrado por aquella extraña pareja a lo Stranger Things.
El tío Juan sostiene asimismo que, al haber un control policial al bajar Somosierra, los delincuentes que hubieran estado siguiendo y acosando al camión podrían haber tenido todavía más prisa por quitarles el crío a sus padres y dar media vuelta rumbo hacia Madrid de nuevo, o incluso recoger el alijo que podría haber viajado en el camión. Lo cierto es que en Somosierra siguen quedando restos de la cal que se esparció para controlar el vertido ácido al río Duratón, lo que podría haber sido una catástrofe natural sin precedentes. Décadas después, no ha habido testigos creíbles que hayan dado razón del paradero de un niño de casi diez años que se esfumó sin que nadie haya soltado prenda al respecto. Si fueron las mafias narcotraficantes las que cometieron el secuestro, ¿por qué no dieron señales para devolver al niño? Si lo asesinaron, ¿dónde quedaron sus restos? Su abuela llora en el especial televisivo ante el panteón que comparten los padres, Andrés y Carmen, sin parar de repetirle a la foto de la tumba de su hija: «Falta tu niño, falta tu niño».
HOY
El caso queda archivado a principios de los noventa por falta de avances. En 2015, hay una falsa alarma de coincidencia en el ADN de un familiar de Juan Pedro en un sitio web que al final no lleva a ninguna parte, pero las preguntas importantes siguen en el aire: ¿Qué motivos podrían tener los narcotraficantes para llevarse al niño si luego no iban a negociar su devolución? ¿Es posible que hubiera algo más oscuro relacionado con la extraña pareja de acento alemán de la Nissan Vanette? Si realmente Juan Pedro solo falleció en el accidente y no hubo nada sospechoso, ¿cómo es posible que décadas de investigaciones, tanto oficiales como de sabuesos de Internet que han peinado la zona al milímetro, no hayan dado con sus restos?
GALINDO
Adjetivo (desusado).
Torcido, engarabitado.
EL DÍA DE AUTOS
En el verano de 1975, el rumor sobre el estado de salud de Franco estaba en la calle, pero la versión oficial era que estaba perfectamente de salud, trabajando y a tope. Se pretendía dar una imagen de estabilidad que no se correspondía con lo que realmente estaba ocurriendo. Si bien ese mismo día, seis años antes, el dictador ya había dejado claro que su sucesor era Juan Carlos I, las altas instancias del régimen andaban intranquilas porque nadie veía muy claro lo de la Transición.
Era julio, el pico del verano, y los registros de temperatura marcan que en esa zona de Sevilla se rozaron los 49 grados. Las olas de calor siempre se han asociado con olas de crímenes. Los jornaleros, que estaban trabajando en las 400 hectáreas de trigo y girasol, acuden al cortijo al ver humo de incendio, y, al llegar, se encuentran con un granero destruido, cuatro cadáveres y con que el capataz ha desaparecido.
LAS VÍCTIMAS
• Don Manuel Zapata, capataz de la finca, ex guardia civil y exlegionario. El primero en morir pero último en aparecer y considerado culpable en primera instancia.
• Doña Juana Martín, su mujer, que, tras ver morir a su marido, es asesinada. Su cuerpo aparece en su casa, cerca del cortijo pero por fuera. Deja un reguero de sangre a su paso porque tanto ella como su marido son asesinados con un pajarito, una pieza de tractor parecida a las antiguas antenas de televisión. Aparece con la cara ensangrentada pero como si alguien se la hubiera lavado.
• Don José González, el tractorista. Se cree que es quien podría haber estado aliado con el marqués y su administrador para desviar fondos y ocultar ganancias a la marquesa.
• Doña Asunción Peralta, mujer del tractorista y posiblemente embarazada. Su cadáver ardiendo junto al de su marido en un edificio de la finca es el que alerta a los jornaleros de que algo pasa. Ella estaba en casa ese día, pero su marido fue en el coche a toda velocidad a buscarla, alrededor de las tres de la tarde, para llevarla a Los Galindos. Iba vestida de domingo.
• Ramón Parrilla, el otro tractorista, masacrado a disparos de escopeta y probablemente el último en morir. Le habían mandado a otro sitio, quizá para alejarlo del cortijo, pero volvió antes de tiempo. Su cuerpo apareció en una cuneta cercana a la finca.
LOS MARQUESES
La finca de Los Galindos pertenecía en aquel momento a los marqueses de Valparaíso y Grañina. El que era marqués era él, Gonzalo Fernández de Córdova y Topete, Grande de España y militar de carrera, que se casa en 1954 y deja el ejército para gestionar el patrimonio inmobiliario de su esposa, María de las Mercedes Delgado y Durán. Ella era la que tenía el dinero, ya que su familia no solo poseía varias fincas, sino también minas. Gonzalo nombra administrador a Antonio Gutiérrez, compañero militar que pasa a la reserva para poder colaborar con el marqués en esas labores. Mercedes había heredado porque su hermano mayor y legítimo heredero había muerto en un accidente de carreras. Curiosamente (¿o no tanto?), su padre muere el 31 de julio de 1975, tan solo nueve días después del asesinato múltiple en la finca, tras lo cual Mercedes recibe una herencia multimillonaria.
LA ESCENA DEL CRIMEN
Cuando los jornaleros y la Guardia Civil llegan a Los Galindos, ven una escena dantesca. El incendio provocado, cuyo humo alertó a la gente, tenía como intención ocultar los cadáveres del tractorista y su mujer, embarazada, cuya presencia en la finca sigue siendo otro de los enigmas a día de hoy, con el misterio añadido de ese atuendo particularmente elegante que vestía. Los cuerpos de ambos presentaban un ensañamiento particular: intentaron descuartizarlos para quemarlos vivos entre los fardos de cereal, pero habían muerto apaleados y rematados con munición encontrada en la canana portacartuchos que llevaba él. Esta prenda normalmente la llevaba el capataz, pero se la podrían haber encasquetado al tractorista para acelerar el proceso ignífugo.
Dentro del domicilio del capataz, fuera de la finca, aparece su mujer, asesinada con el mencionado pajarito y, por alguna razón inexplicable, con la cara lavada, quizá como sugieren algunos, porque la perrita Tundra, que pertenecía a su marido el capataz, la encontró y le lamió el rostro.
El capataz fue asesinado a golpes con el mismo pajarito y después rematado con una horca de labranza con la que le atravesaron el pecho, pero a él no lo encontraron hasta varios días después, un tiempo en el que su ausencia lo convirtió en culpable para la gente del pueblo, las autoridades y hasta los medios de comunicación. Fue de nuevo su perrita Tundra, siguiendo el rastro de sangre, la que lo encontró, momento en el que pasó de ser el culpable a otra víctima más del brutal crimen. El cadáver, cubierto de paja, apareció en una zona que había sido rastreada, lo cual levantó las sospechas de algunos, que afirmaron que quizá pudo estar oculto unos días y ser asesinado posteriormente, tal vez por haber sido testigo o conocedor de hechos que podrían inculpar a otros.
EL MÓVIL
Las teorías en torno al crimen de Los Galindos parten de puntos sensatos, como el de un posible fraude en la declaración de las tierras cultivadas, hasta llegar a... los ovnis. Todo ello pasando por otros motivos predecibles como el tráfico de drogas o, por supuesto, el crimen pasional, teoría facilona que, sin pruebas, la mayoría adoptó sin pensárselo, y no solo los habitantes de la zona sino muchos medios de comunicación, que retrataron una tragedia desastrosa como si fuera un precioso poema de un romancero gitano. Pero no fue el único camino fácil que se emprendió a la hora de explicar el crimen. Cualquiera que piense que las conspiranoias son cosas actuales puede echar un vistazo al tratamiento del caso que ha habido en los medios de comunicación en los últimos cincuenta años. Prescrito en 1995, lo cierto es que no se tienen pruebas fehacientes del múltiple asesinato, que sigue siendo uno de los cold cases mas extraños de la crónica negra española.