Cuando ellas escribieron - Lauren Burke - E-Book

Cuando ellas escribieron E-Book

Lauren Burke

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Beschreibung

En Cuando ellas escribieron conocerás las historias más fascinantes, inesperadas e inspiradoras de las mejores escritoras de habla inglesa. Esta interesante colección gráfica incluye a 18 mujeres, entre ellas Jane Austen, Louisa May Alcott, Alice Dunbar Nelson y Anne Lister, y se plantea una pregunta muy sencilla: en una época en la que las escritoras solían ser subestimadas, ignoradas o encasilladas, ¿por qué escribían? ¿Por qué Jane Austen se esforzó tanto por escribir durante cinco años antes de lograr publicar su primera novela? ¿Por qué las hermanas Brontë decidieron escribir con pseudónimos masculinos? ¿Por qué Anne Lister escribió en código sus diarios personales? Descubre a las escritoras de los siglos XVIII, XIX y principios del XX, desde las favoritas de todo el mundo hasta las que han caído en un injusto olvido, y sus historias, a veces desconocidas.

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PORTADA

Cuando

ellas

escribieron

Cuando

ellas

escribieron

Una historia gráfica sobre la vida,la inspiración y la influencia trasla pluma de las escritoras clásicas

Lauren Burke y Hannah K. Chapman

Ilustraciones de Kaley Bales

Traducción de Pilar Ramírez Tello

PORTADILLA

Para las personas que escriben, leen y escuchan.

Título original en inglés: Why She Wrote.

Text © 2021 by Lauren Burke, Hannah K. Chapman.

Illustrations © 2021 by Kaley Bales.

First published in English by Chronicle Books LLC, San Francisco, California.

All rights reserved.

© de la traducción: Pilar Ramírez Tello, 2022.

© de esta edición: RBA Libros y publicaciones, S.L.U., 2022.

Avda. diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: mayo de 2022.

REF.: OBDO037

ISBN: 978-84-1132-046-7

el taller del llibre ·realización de la versión digital

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

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a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro

(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

CRÉDITOS

CONTENIDO

6

8

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24

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254

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IntroducCIÓn

CAPÍTULO UNO: El horror cotidiano

Mary Wollstonecraft Shelley, 1797-1851

Ann Radcliffe, 1764-1823

Charlotte Brontë, 1816-1855

CAPÍTULO DOS: Cómo encontraron su voz

Frances Burney, 1752-1840

Jane Austen, 1775-1817

Elizabeth Gaskell, 1810-1865

CAPÍTULO TreS: El activismo como arte

Mary Wollstonecraft, 1759-1797

Frances E. W. Harper, 1825-1911

Alice Dunbar Nelson, 1875-1935

CAPÍTULO CUATRO: Vidas privadas

Anne Lister, 1791-1840

Emily Brontë, 1818-1848

Elizabeth Barrett Browning, 1806-1861

CAPÍTULO CINCO: Identidades públicas

Edith Maude Eaton (Sui Sin Far), 1865-1914

Mary Anne Evans (George Eliot), 1819-1880

Anne Brontë (Acton Bell), 1820-1849

CAPÍTULO SEIS: Protección y beneficios

Beatrix Potter, 1866-1943

Frances Hodgson Burnett, 1849-1924

Louisa May Alcott, 1832-1888

ConclusiÓn

AGRADECIMIENTOS

FUENTES Y LECTURAS complementarias

biografías de las autoras

CONTENIDO

6

INTRODUCCIÓN

todo empezó con una charla informal entre dos amigas. después de graduarnos en la universidad, ya no teníamos tiempo para la literatura clásica. Estábamos entrando en una nueva fase de la vida adulta y nuestros días los dominaba un chorreo constante de trabajo: correos electrónicos y hojas de cálculo, cócteles y fregado de suelos. Ya no nos llegaban las horas para hablar de historias.

Mientras tomábamos una copa, surgió el debate: ¿quién era la reina de la literatura británica, Jane Austen o Charlotte Brontë? Ninguna de las dos había leído el canon completo, pero lo hablamos de todos modos. Comentamos cómo nos hicieron sentir sus libros cuando éramos jóvenes y que, gracias a ellos, quisimos ser escritoras. Nos pre-guntamos si, ahora que éramos mayores y un poco más sabias, todavía encenderían ese fuego en nuestro interior.

Por diversión, decidimos empezar un pódcast: Austen vs. Brontë: Bonnets at Dawn. Solo planificamos doce episodios, entre los cuales estaban «Northanger Abbey vs. Jane Eyre», «Bath vs. Brussels» y «Heathcliff vs. Darcy». Considerábamos que comparar y contrastar la vida y la obra de estas dos escritoras clásicas nos ayudaría a comprender mejor su escritura, y así fue. Mientras debatíamos sobre la vida de Jane Austen y Char-lotte Brontë, nos sorprendieron los parecidos. Ambas tenían un padre clérigo que las animó a aprender y leer; ambas compartían un vínculo profundo con sus hermanos; ambas se enfrentaron a frecuentes incertidumbres económicas.

Tanto Austen como Brontë recibieron propuestas de matrimonio de los hermanos de sus mejores amigas y ambas las declinaron. Eligieron la escritura antes que la segu-ridad, ya que sabían que ningún marido alentaría ni apoyaría su trabajo. Tras compro-meterse con sus carreras profesionales, se enfrentaron a numerosos rechazos y al reto de ocultar su identidad para proteger su reputación. Aunque no escribieran igual, su lucha era la misma.

Cuanto más hablábamos sobre Austen y Brontë, más surgían otras autoras en la conversación. Inspirada por Austen, Elizabeth Gaskell cambió todo el panorama: el libro de Gaskell, Vida de Charlotte Brontë, fue una enorme influencia para una joven escri-tora llamada Louisa May Alcott, que, a su vez, inspiraría a Beatrix Potter. Cuanto más investigábamos sobre esas conexiones, más conscientes éramos de que nos faltaban muchos conocimientos sobre literatura escrita por mujeres. Quitamos el Austen vs. Brontëdel título del pódcast y, de ese modo, el programa se convirtió en un espacio en el que personas expertas en la biografía, la historia y la escritura de las mujeres conver-saban sobre sus autoras favoritas. Bonnets at Dawnse había convertido en una inmer-sión profunda en la vida y la obra de las escritoras de los siglos xviii, xixy xx.

Como ya no nos teníamos que restringir a Austen vs. Brontë, pudimos ampliar

INTRODUCCIÓN

7

nuestra lista de lectura para incluir a diaristas, activistas, poetas y periodistas. De nue-vo empezaron a aparecer los patrones. Por ejemplo, aunque tanto Frances Hodgson Burnett como Louisa May Alcott escribían para un público más joven para mantener a su familia y se encontraban entre los autores mejor pagados de su época, en la actuali-dad se las menosprecia por ser «solo» escritoras de literatura infantil. En términos his-tóricos, el arte de las mujeres rara vez se ha considerado intencionado. Se suele explicar que las escritoras escriben por afición, que son anomalías o genios accidentales. Se pone en duda su autoría y se desprecia su contenido. Para combatir esos estereotipos sin ambages, queríamos enseñar cómo trabajaban esas mujeres.

Nos concentramos en solo dieciocho autoras: dieciocho mujeres cuyas experien-cias en el mundo editorial eran tan cercanas como notables y cuyas historias todavía nos resultan relevantes. Las elegimos por las historias que se cuentan sobre ellas y por lo que pueden contarnos sobre nosotras. Puede que hayan transcurrido cientos de años, pero seguimos manteniendo las mismas conversaciones, seguimos enfrentándonos a los mismos estigmas y plantándoles cara a las mismas inseguridades.

Cada biografía dramatizada, desde Mary Shelley hasta Louisa May Alcott, se cen-tra en un momento decisivo en el que su escritura se convirtió en su legado. Estas mu-jeres eran hijas, esposas, activistas, pioneras y empresarias. Se inspiraban las unas a las otras. Se apoyaban. En una época en la que las mujeres eran ciudadanos de segunda, todas ellas tuvieron la audacia de coger papel y pluma, y escribir. Estas historias os contarán quién era cada una de ellas, qué quería y por qué escribía.

8

El horror

cotidiano

Capítulo uno

«¡estoy encantada con el libro! bien podría pasarme la vida entera leyéndolo», declara Catherine Morland, la heroína de La abadía de Northanger, de Jane Austen. Catheri-ne es muy aficionada a las novelas «espeluznantes» y habla con entusiasmo de Los misterios de Udolfo, de Ann Radcliffe, que cuenta con todas las señas de identidad de un texto gótico clásico: atmósfera melancólica, paisajes asilvestrados, castillos en rui-nas y giros sobrenaturales. Cuando le preguntan por qué no lee novelas serias y respetables, Catherine se queja de la falta de representación femenina. Las historias las escribían los hombres, mientras que las mujeres habían encontrado su voz en las novelas góticas.

Puede que Horace Walpole inventara el género gótico con su novela El castillo de Otranto, en 1764, pero Ann Radcliffe lo hizo suyo a partir de 1789. Se la conoce como la madre de la novela gótica y su influencia es palpable en el trabajo posterior de Jane Austen, Mary Shelley y las hermanas Brontë. Las novelas góticas de Radcliffe se cen-tran en las mujeres. Sus historias se cuentan a través de los ojos de la damisela en peli-gro, que ha sufrido a manos de un patriarca malvado, pero que al final triunfa.

Radcliffe también juega con los lectores. Aunque sus novelas prometen horripilan-tes historias de fantasmas y monstruos, lo cierto es que el fenómeno extraño siempre encuentra explicación. Como dijo sir Walter Scott sobre la escritura de Radcliffe: «To-das las circunstancias narradas en sus obras, por muy misteriosas o aparentemente inhumanas que sean, resultan deberse a principios naturales al concluir la historia».

CAPÍTULO UNO: El horror cotidiano

9

Emily St. Aubert, en Los misterios de Udolfo, descubrirá que la criatura que acecha bajo el velo negro no es más que (cuidado, spoiler) una figura de cera. Lo sobrenatural ser-vía para distraer, mientras que el verdadero horror de Los misterios de Udolfo, que es cómo el tío de Emily abusa de ella y la encierra, en realidad nunca se oculta.

Las heroínas de Radcliffe se encuentran atrapadas en lo que Charlotte Brontë describiría en su novela gótica Vilettecomo el «basto tejido de la verdad». En el caso de Brontë, el uso más famoso del recurso de «explicar lo sobrenatural» es Jane Eyre, don-de se revela que Thornfield Hall no está habitada por un fantasma, sino por la esposa recluida del interés romántico de la novela, el señor Rochester. Las revelaciones de Radcliffe eran racionales, pero las de Brontë tenían implicaciones mucho más profun-das. En su libro La loca del desván, las investigadoras feministas Sandra Gilbert y Susan Gubar afirman que el señor Rochester hace las veces del «doble más auténtico y oscu-ro» de la Jane del título, como una manifestación física de la rabia y la ansiedad que reprime. A través de sus personajes y de la imaginería de la habitación cerrada, Brontë da rienda suelta a sus sentimientos y frustraciones sobre la situación de la mujer en la sociedad.

El verano de 1816, Mary Shelley estaba leyendo novelas góticas en busca de ins-piración para su historia de fantasmas. Como Radcliffe, con Frankenstein, Shelley pro-metía al lector un cuento sobrenatural: la historia de un monstruo fuera de control. Sin embargo, los orígenes de la criatura son científicos, no fantásticos. Se nos revelan su patetismo, violencia y motivaciones. De forma similar a las damiselas en peligro de Radcliffe, nace y queda a merced del patriarcal doctor Frankenstein, un hombre que se atreve a crear vida por sí mismo, pero después abandona su responsabilidad. Shelley plantea la pregunta: ¿quién es el monstruo: la criatura o el hombre que creó a su doble oscuro?

La literatura gótica solía considerarse la basura de las bibliotecas circulantes.* Los críticos de Brontë y Shelley calificaron sus novelas de obras toscas y antirreligiosas, y exigieron saber qué clase de mujeres eran capaces de escribir unos libros tan horren-dos. Pero mejor sería preguntar: ¿por qué escribían sobre monstruos que no eran monstruos y fantasmas que ni eran fantasmas? Lo sobrenatural enmascaraba los serios temas sobre la condición de la mujer que Radcliffe, Shelley y Brontë exploraban en sus textos. Bajo tramas demenciales y revelaciones sorprendentes, estas novelas góticas nos muestran a unas mujeres intentando encontrarle sentido a su vida.

* Se refiere a las circulating librariesque prestaban libros a sus socios a cambio de una tarifa en el siglo xix. (N. de la t.)

Mary Wollstonecraft Shelley

1797-1851

«La humildad nos obliga a reconocer que la invención no consiste en crear algo de la nada, sino del caos...».

Introducción de la edición revisada de Frankenstein, 1831

Mary Wollstonecraft Shelley, 1797-1851

11

Mary Shelley es una leyenda. Una mujer tan gótica que llevó con ella hasta el día de su muerte el corazón calcificado de su esposo; creó un monstruo y todo un nuevo géne-ro literario. No se trata tan solo de Frankenstein, sino del Frankensteinde Mary Shelley.

Sin embargo, antes de convertirse en una marca, era una escritora en ciernes que vivía a la sombra de sus famosos padres, Mary Wollstonecraft y William Godwin. La jo-ven Mary perdió a su madre en el parto, pero la encontró entre las páginas de sus libros, y se decía que había aprendido a leer recorriendo con los dedos las letras de la lápida de su madre. Más adelante aprendería a escribir usando la obra de Wollstonecraft como inspiración.

A Mary la criaron su padre y su madrastra en una bulliciosa casa en la que se mez-claban los hijos de cada uno de los miembros de la pareja con los hijos comunes. Aunque Mary carecía de educación formal, su padre se encargó de su enseñanza y quedó im-presionado con la pasión por el aprendizaje y la capacidad intelectual de su hija. El re-conocido filósofo tenía problemas de dinero, así que, además de su librería y su edito-rial, daba clases particulares para ganar un dinero extra.

En el año 1812, Godwin empezó a dar clases al poeta Percy Bysshe Shelley. She-lley era un aristócrata que se tenía por un radical político. Veneraba a William Godwin como a un héroe y se enamoró perdidamente de Mary, que tenía dieciséis años. Mary adoraba a Shelley y creía que su unión era un reflejo de la relación laboral y romántica de sus padres, Mary Wollstonecraft y William Godwin. Cuál no sería su sorpresa al des-cubrir que su padre no apoyaba la unión; Shelley era un hombre casado cuya mujer esperaba un bebé. En 1814, Shelley abandonó a su familia para empezar una nueva vida con Mary y su hermanastra, Claire Clairmont. Los tres viajaron por el continente e hi-cieron planes para formar una utopía de amor libre, pero al final la falta de fondos se lo impidió. Al regresar a Londres, Mary dio a luz a una niña que moriría unas semanas después.

En mayo de 1816, el trío viajó a Ginebra, en Suiza, para pasar el verano con el infame poeta lord Byron. Descrito como «alguien loco y malo al que es peligroso cono-cer» por su amante, lady Caroline Lamb, la celebridad literaria se encontraba en el exilio después de un divorcio escandaloso. Percy estaba impresionado; Claire, enamorada; y Mary, perdida. Todavía en proceso de recuperación tras la muerte de su hija y separada de su querido padre, luchaba por encontrar su hueco en el grupo. Mientras Percy y Byron producían un poema tras otro, Mary permanecía en silencio... hasta que una erupción volcánica la ayudó a encontrar su voz.

Al año 1816 se le llegó a conocer como el año sin verano. La nube de cenizas de la erupción del monte Tambora (Indonesia) en 1815 se extendió por la atmósfera y tapó el sol, lo que provocó insólitas condiciones meteorológicas por toda Europa. Las violen-tas tormentas que confinaron a Mary en casa también le permitirían volcar su tristeza y su enfado en un libro que, a su vez, la propulsaría a la infamia literaria.

Las cenizas de la erupción del monte Tambora tapan

el sol y provocan fuertes lluvias y nevadas. Se le conoce como el año sin verano.

1816

¿Nieve?

¿En junio?

¡Esto es extraordinario!

Frío y lluvia. ¿Cómo vamos a entretener a nuestros invitados?

Tengo una idea, señor...

A través de este cristal pueden ver al diablo inglés en persona, ¡el infame lord Byron!

¡He oído que huyó de la justicia!

¡Parece que ahí arriba mantiene prisionera a una mujer!

¡Qué escándalo!

Villa Diodati

12

—¡Aléjate

de la ventana,

Mary!

Una lluvia casi perpetua nos mantiene prácticamente confinados en la casa. Nunca antes había visto unas tormentas tan majestuosas y horrendas...

Ya que hemos terminado

de leer Fantasmagoriana, os reto a todos a escribir vuestra propia historia de fantasmas.

Puede que de esqueletos... No, no, espera... ¡De una criatura que chupa la sangre!

¡Tú escríbela de una vez, hombre!

Podría escribir sobre hadas o brujas... ¿Tú qué dices, Mary?

Me propuse pensar en una historia..., una historia a la altura de las que nos habían impulsado a iniciar aquella tarea.

13

¿Has dado

ya con

una idea?

Sí... No... Puede que con el comienzo de algo...

¿Quieres ver algo que da miedo?

El castillo Frankenstein.

Antes era el hogar de Johann Dippel. Ladrón de tumbas. Alquimista. Amigo del diablo.

Dicen que descubrió el secreto de la vida eterna.

14

Bueno, es sencillo... Piensa en algo que te dé miedo...

Ojalá pudiera traerte de vuelta.

¡Vivirás!

15

Bu-buenos días.

A ver...

«¿Se te ha ocurrido ya una historia?», me preguntaba todas las mañanas, y cada mañana me veía obligada a contestar con una humillante negativa.

Las conversaciones entre lord Byron y Shelley, a las cuales yo atendía con devoción, aunque casi siempre en silencio, eran numerosas y largas. Durante una de ellas se debatieron varias doctrinas filosóficas, entre otras, la naturaleza del principio

de la vida y si existía alguna

posibilidad de que alguna

vez se descubriera y

comunicara.

La noche transcurrió con esta charla, e incluso la hora bruja se nos pasó antes de retirarnos a descansar.

16

Cuando apoyé la cabeza en la almohada, no dormí, ni tampoco puede decirse que pensara. Mi imaginación adquirió voluntad propia y me poseyó, me guio...

¿Madre?

¿Padre?

Woll-Stone-Craft

¿Cómo puedo vivir sin ti...?

17

¡Padre! ¡Padre, espera!

¿Es esa Mary Godwin?

Es como su madre, una libertina.

Dicen que el señor Godwin

se la vendió a ese poeta.

No es más que una vulgar prostituta.

¡Monstruo!

¡Quemad a la bruja!

¡Largaos de aquí!

18

¡Está vivo!

Representación de Presunción; o el Destino de Frankenstein

en 1823, adaptada por Richard Brinsley Peake.

¿Qué le han hecho a tu libro?

No recordaba así a Frankenstein, en absoluto.

¿Y cómo lo recordabas, Claire?

19

«¡Como una novela de ideas! ¡De dolor! ¡De poder!».

«Una lúgubre noche de noviembre...».

«Algo tan grande que fue capaz de darles una lección de humildad a los poetas».

¿Alguien más quiere leer su historia?

No... Es que la mía es más bien un poema...

La verdad es que no la he terminado...

¿Qué ha sido eso? La música, los chillidos, ese monstruo ridículo... Espero que nadie crea que... eso... lo ha escrito la hija de William Godwin y Mary Wollstonecraft.

20

Coincido en que la historia estaba mal dirigida, pero...

Si te soy sincera, todo esto es bastante emocionante.

¿Has leído el libro?

¡Tengo que comprarlo!

Se recordará.

21

El monstruo de Frankenstein a lo largo de la historia:

22

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Mary Shelley tomó como modelo para el borrador de su primera novela, Mathilda, el relato The Cave of Fancy, escrito por su madre, Mary Wollstonecraft.

Anne Lister solía escribir reseñas literarias en sus diarios y, dado su interés por la anatomía humana y las ciencias, no es de extrañar que disfrutara de Frankenstein. Lo calificó de «una obra curiosamente extraña, escrita con genialidad y astucia».

OBRAS SELECCIONADAS

DIARIOS DE VIAJE

1817: Historia de un viaje de seis semanas por Francia, Suiza, Alemania y Ho-landa.

1844: Andanzas por Alemania e Italia (1842-1843).

NOVELAS

1818: Frankenstein o el moderno Prometeo.

1823: Valperga o Vida y aventuras de Castruccio, príncipe de Lucca.

1826: El último hombre.

1830: The Fortunes of Perkin Warbeck: A Romance.

1835: Lodore.

1837: Falkner.

1859: Mathilda[publicada con carácter póstumo].

Ann Radcliffe

1764-1823

«Hablas como una heroína... Veremos si eres capaz de sufrir como una».

Los misterios de Udolfo, 1794

Ann Radcliffe, 1764-1823

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en 1883, la poeta christina rossetti se dispuso a escribir la biografía de una de sus mayores influencias literarias. Poco después de iniciar su investigación sobre la mujer conocida como la Gran Hechicera, Rossetti escribió a su editor: «Desespero y me rin-do». Le resultaba imposible reunir todas las piezas de la vida de Ann Radcliffe. Simple-mente, no había la suficiente información.

Aunque los datos que conocemos son pocos y dispersos, se sabe que nació como Ann Ward el 9 de julio de 1764. Unos cuantos años después, su familia se mudó de Londres a Bath, donde su padre gestionaba una tienda de porcelana. En 1787, Ann, una mujer de clase media, culta e instruida, se casó con el graduado de Oxford William Rad-cliffe. William trabajaba hasta entrada la noche como editor y copropietario del periódi-co The English Chronicle, así que, para pasar el tiempo, Ann escribía poesía, romances y ficción gótica, que después leía a su marido cuando regresaba a casa. Su primera novela, Los castillos de Athlin y Dunbayne, un romance que transcurre en las Highlands escocesas,