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La aparición de este "Diario íntimo" en 1970 supuso una renovación de los estudios unamunianos motivada por la nueva luz que arrojaron sobre la figura del gran escritor bilbaíno. Formado por cinco cuadernos de diferente tamaño y número de páginas, en ellos Miguel de Unamuno (1864-1936) vertió, abandonado a su espontaneidad y sin la expectativa de juicios ajenos, los sentimientos, dudas, esperanzas y temores suscitados por la profunda crisis espiritual que en los últimos años del siglo XIX cambió el rumbo de su vida y de su concepción del mundo.
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Seitenzahl: 195
Veröffentlichungsjahr: 2018
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Miguel de Unamuno
Diario íntimo
Nota de los editores
Cuaderno 1
Cuaderno 2
Cuaderno 3
Cuaderno 4
Cuaderno 5
Créditos
Integran este diario cinco cuadernos («cuadernillos» los llama Unamuno, incidentalmente, en la página 68 del tercero de ellos) del tipo escolar de la época. El tamaño de los cuatro primeros es de 21 × 16 cm, y el del quinto de 15 × 10,5 cm. Constan de 100 páginas el primero y el segundo; de 96 los dos siguientes, y el último tan sólo de cuatro páginas sin numerar.
Se ha procurado en esta edición reflejar lo más fielmente posible el manuscrito, respetando todas las peculiaridades de acentuación, redacción, etc., tipográficamente factibles, salvo intercalaciones, tachaduras, párrafos escritos a lápiz y pasados luego a pluma, acudiendo al (sic) sólo en los casos extremos que pudieran inducir a error. Como es imposible que un libro sea espejo de un manuscrito, y más si éste es un diario, se reproduce fotográficamente una página del original.
Han contribuido a la preparación de esta edición Elaine Kerrigan, Eduardo Naval y Aníbal Froufe.
Pospón toda sabiduría terrena, y toda humana y propia complacencia.
El misterio de la libertad es el misterio mismo de la conciencia refleja y de la razón. El hombre es la conciencia de la naturaleza, y en su aspiración á la gracia consiste su verdadera libertad. Libre es quien puede recibir la divina gracia, y por ella salvarse.
Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas, y la verdad se busca con la humildad.
Estando en Munitibar cuando el apuro del parto de Ceferina, me salí á la carretera, y sólo se me ocurrió rezar. En aquel trance de nada me servían mis vanas doctrinas, y del fondo del corazón me brotó la plegaria, como testimonio de la verdad del Dios Padre que oye nuestras súplicas. Y yo no entendí mi propio testimonio, cerrados mis oidos á la voz que hablaba en mí mismo. Resabios de antes, resurrección automática de fondo antiguo... mil explicaciones de razón buscaba en las sutilezas de la psicología, y no quería ver la verdad, que al impulso de la piedad se descubrió en mí. Porque entonces pedía por el prójimo, á solas, delante de Tí, sin sombra de vanagloria ni de propia complacencia, sin eso que se llama altruismo y es comedia y mentira.
Leopardi, Amiel, Obermann...
Confusión.
Rotura de costras y versión de contenidos. No entendía yo entonces que esa costra era la del pecado, y la de la soberbia sobre todo, y que es la humildad lo que desnuda el alma. Ni entendía que esa confusión es la caridad cristiana. Vuelto cada hombre á sí, ruegue por todos, y todos unidos en una oración común harán un solo espíritu. Morir en Cristo es confundirse con los demás y llegar al toque de alma á alma. Y todo aquello del sobre-hombre en la sobre-naturaleza, ¿qué es más que una visión de la gloria, del bienaventurado en el reino de la gracia eterna? Naturalizarse el hombre es hacerse sencillo y cristiano, y humanizar la naturaleza es descubrir al Criador en ella y hacerla canto vivo de El. Y aquella voz de las cosas, aquel canto silencioso no es más que el himno con que los cielos y la tierra narran la gloria de Dios.
Con la razón buscaba un Dios racional, que iba desvaneciéndose por ser pura idea, y así paraba en el Dios Nada á que el panteismo conduce, y en un puro fenomenismo, raiz de todo sentimiento de vacío. Y no sentía al Dios vivo, que habita en nosotros, y que se nos revela por actos de caridad y no por vanos conceptos de soberbia. Hasta que llamó á mi corazón, y me metió en angustias de muerte.
Conócete á tí mismo.
«... Pero si os oyeran hablar de ellos mismos, no pudieran decir nunca: El Señor nos engaña, ó esto es mentira. Porque oir ellos lo que decís de ellos mismos ¿qué otra cosa es sino conocerse á sí propios?»
S. Agustín. Confesiones. X 3.
Me había fijado en aquella proposición de Spinoza que dice que el hombre libre en todo piensa menos en la muerte, siendo su vida una meditación de la vida misma, no de la muerte.
Y no comprendí que para llegar á ser hombre libre en espíritu y en verdad era preciso hacerse esclavo, y haciéndose esclavo esperar del Señor la libertad que nos permita vivir meditando en la Vida misma, en Cristo Jesús.
El que quiere todo lo que sucede consigue que suceda cuanto quiera. Omnipotencia humana por resignación. Mas no comprendía que á tal resignación sólo por la gracia se llega, por la fe y la caridad.
Tuve por mucho tiempo en mi cuarto de estudio dos cartones, un retrato de Spencer y otro de Homero, hecho por mí, á cuyo pié había copiado aquellos versos de su Odisea que dicen que «los dioses traman y cumplen la destrucción de los hombres, para que los venideros tengan qué cantar» Quintaesencia del vano espíritu pagano, del estéril esteticismo, que mata toda sustancia espiritual y toda belleza.
Muchas veces he escrito de la diferencia entre la razón y la verdad sin entenderlo bien. Aquí abajo, en las disputas á que Dios nos dejó entregados logramos tener razón, pero verdad es el asiento y la paz.
Así como puso Dios deleite en la procreación y la nutrición para que hagamos de grado lo que por deber no haríamos, puso deleite de vanagloria en los trabajos de arte y ciencia para que los llevemos á cabo. Mas así como aquel deleite carnal, aquella concupiscencia, es causa de la muerte de muchos, así es causa de muerte este deleite espiritual, cuando se nutre de soberbia del espíritu. ¡Feliz quien cria hijos puesta su mira en la gloria y servicio de Dios, y feliz quien esparce sus pensamientos para gloria del Señor y bien del prójimo!
Por la humildad se alcanza la sabiduría de los sencillos, que es saber vivir en paz consigo mismos y con el mundo, en la paz del Señor, descansando en la verdad y no en la razón.
Entro en la fe con la soberbia de los años de mi sueño, y todo se me vuelve maquinar vanaglorias en ella, haciendo que Dios me sirva y no que sirva yo á EL Pensaba en los conversos célebres y en las vanidades de un catolicismo de relumbrón. Pido á Dios que me despoje de mí mismo.
Quisiera no hacer de la verdad razón, de la inefable verdad razón sujeta a figuras lógicas, y no discutir, sino pedir, Señor, que sea santificado vuestro nombre, no con vanas palabras, sino con actos y con palabras que sean actos, palabras de caridad.
Triste cosa es dejarse adormecer por voces que enmudecerán á nuestros oidos cuando se nos ensordezcan estos para siempre.
«Sueño.» Buscar en el sueño refugio, en la muerte mala.
Cuando Jiménez me escribió que anduviese con cuidado en no acabar repasando cuentas de rosario, le contesté que no corría ese riesgo porque había echado la cabeza de la solitaria.
Nunca he podido ser un sectario, siempre he combatido todo dogmatismo, alegando libertad, pero en realidad por soberbia, por no formar en fila ni reconocer superior ni disciplinarme. Quiero oir vivir y morir en el ejército de los humildes, uniendo mis oraciones á las suyas, con la santa libertad del obediente.
He tentado al Señor pidiéndole un prodigio, un milagro patente, cerrados los ojos al milagro vivo del universo y al milagro de mi mudanza.
Padre nuestro. Padre; he aquí la idea viva del cristianismo. Dios es Padre, es amor. Y es Padre nuestro, no mió. «¡Ay, Dios mió!»
Santificado sea el tu nombre. No se oigan alabanzas más que de Tí, y a Tí se refiera todo, que así habrá paz y morirá la soberbia.
Venga á nos el tu reino, venga á nos, y no vayamos á él. Sin Tu gracia no podemos llegar al reino de la vida eterna y ¿qué es la gracia más que un llevarnos Tú á él? El Verbo bajó, encarnó en María, y se hizo hombre, para traernos el reino de la vida eterna. No fué la humanidad al Verbo, no ascendió el hombre á Dios, sino que por su aspiración á El, El bajó. Venga á nos, no á mí.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. Suprema fórmula de la resignación y de la paz. Así en la tierra, así en el reino de la realidad, como en el cielo, en el reino del ideal.
El pan nuestro de cada dia dánosle hoy. Hoy, sólo hoy ¿quien es dueño del mañana? «No os inquietéis por el mañana, ni que (sic) comeréis ó bebereis, etc» Vivamos como si hubiésemos de morir dentro de un instante. El socialismo.
Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos á nuestros deudores. Nuestros deudores? Qué nos deben? Esto ó aquello, que proviene del Señor. ¿Es mío lo que me deben? Y yo debo todo lo que soy, me debo á mí mismo.
Y no nos dejes caer en la tentación. No confiemos en nuestras propias fuerzas, que quien ama el peligro en él perece.
Mas líbranos de mal Es de lo único que debemos desear ser libres, de lo que el Señor sabe que es nuestro mal, no de lo que creemos nosotros que lo es. Y así no pidamos que nos libre de esto ó aquello, sino que en estas breves palabras, dichas desde el corazón, está toda súplica libre de deseo impuro y de vana complacencia.
La comedia de la vida. Obstinación en hundirse en el sueño, y representar el papel sin ver la realidad. Y llega al punto de representar á solas, y seguir la comedia en la soledad, y ser cómico para sí mismo, queriendo fingir delante de Tí, que lees en nuestros (sic) corazón. ¡Ni para nosotros mismos somos sinceros y sencillos! ¡Hasta tal punto estamos cegados, y ocultos á nuestros propios ojos!
El conocerse á sí mismo en el Señor es el principio de la salud.
Debo tener cuidado con no caer en la comedia de la conversión, y que mis lágrimas no sean lágrimas teatrales. A Tí, Señor, nadie puede engañarte.
«Muchas veces sucede también que de haber el hombre despreciado la vanagloria, viene á caer en otra gloria más vana; en tal caso tampoco puede decirse que se gloría de haber menospreciado la vanagloria; porque no puede ser verdad que ella esté menospreciada, en un hombre que tan vana é intimamente se gloría»
S. Agustín. Confesiones. X, 63.
Socialismo y comunismo. El santo comunismo de la comunión, el participar todos de un mismo Dios; el comulgar en espíritu.
¿Qué hace la comunidad del pueblo sino la religión? ¿Qué les une por debajo de la historia, en el curso oscuro de sus humildes labores cotidianas? Los intereses no son más que la liga aparente de la aglomeración, el espíritu común lo da la religión. La religión hace la patria y es la patria del espíritu.
La niñez. Se me ha ocurrido muchas veces que son los justos de Sodoma, por los que Dios no nos destruye.
«Dejad que los niños se acerquen á mí.» «El que no se hiciere como uno de estos pequeñuelos no entrará en el reino de los cielos.»
La letra mata, el espíritu vivifica. Y el espíritu no es el sentido, porque el sentido no es más que la razón y el espíritu es la verdad.
La verdad es objetiva y subjetiva. Objetivamente es la verdad la relación de las cosas con la gloria de Dios, así como la razón su correspondencia con la mente divina, y subjetivamente es su relación con nuestra salvación. Es verdadero cuanto glorifica á Dios (todo) y cuanto nos conduce á nuestra salvación en cuanto á ella nos conduce (sic). Todo es pues verdadero, y la mentira nada positivo.
Padezco una descomposición espiritual, una verdadera pulverización bajo la cual palpita la voluntad de mi mente, su fuerte deseo de creer, de creer en sí, en que no se aniquila.
De D. J. J.
Yo no quiero ser nada, ni que nadie se acuerde de mí. Trabajar ¿para qué? Me encierro aquí, entre cuatro viejos, y á vivir. Mis aspiraciones están ya satisfechas. Un nihilista.
En un principio pedía paz, sosiego, no acordándome más que de mí. Y un dia, en Alcalá, al abrir la Imitación y leer aquello de: «No tengo boca para hablar sino sola esta palabra: Pequé, Señor, pequé; ten misericordia de mí; perdóname» comprendí al punto que había de pedir perdón y no paz. Perdón, y no otra cosa! No se me había ocurrido hasta entonces claro que había pecado mucho contra el Señor.
Al rezar reconocía con el corazón á mi Dios, que con mi razón negaba.
Si llego a creer ¿para qué más prueba de la verdad de la fé? Será un milagro, un verdadero milagro, testimonio de la verdad de la fé.
Lo que lloré al romper la crisis fueron lágrimas de angustia, no de arrepentimiento. Y estas son las que lavan; aquellas irritan y excitan.
¡Cuántas veces he escrito, sin sentirlo de verdad, lo de vivir en la eternidad y no en el tiempo, en lo permanente y no en los fugaces sucesos!
Esta noche, cavilando aquí, en el balcón, en esta calma de Alcalá, al observar mi sequedad y pensando en la muerte se me ha ocurrido esta idea: yo no tengo alma, sustancia espiritual, no tengo más que estados de conciencia que se disiparán con el cuerpo que los sustenta. Y es que he perdido el alma, que la tengo, pero muerta por el pecado. Es alma carnal, no alma espiritual.
Devuélveme el alma, Señor.
Un acto, un solo acto de ardiente caridad, de húmedo afecto, de amor verdadero, y estoy salvo.
Pero ¿qué me llevará á ese acto si ya no hay más que conceptos en mi espíritu? No puedo llorar.
¡Actos, actos, actos!
«El verdadero siervo de Dios no conoce más patria que el cielo.» S. Felipe Neri.
«... las fechas reales de la vida de un hombre son los días y las horas en que le ha sido dado adquirir una nueva idea de Dios. Para todos los hombres quizá, pero seguramente por lo menos para los hombres reflexivos y virtuosos, toda la vida es una sensación creciente y continua de Dios. Puede suceder que no sepamos este año más teología que en el anterior, pero indudablemente hemos adquirido conocimientos nuevos con relación á Dios. El tiempo mismo nos descubre el misterio de sus perfecciones: las operaciones de la gracia nos le hacen conocer mejor»
P. Faber. La preciosa sangre. I.
(sigue). «Las verdades antiguas se fortalecen, las verdades oscuras se aclaran, y otras verdades nuevas aparecen sin cesar en el horizonte de nuestra inteligencia. Pero una nueva idea de Dios es como un nuevo nacimiento.»
¿Qué mayor milagro que el que haya millones de hombres, en largas generaciones, que crean cosas incomprensibles, misterios que repugnan á la razón? Es un milagro de humildad colectiva. ¿Porqué creen tantos hombres? ¿Cómo la razón no es más fuerte?
La verdad de la fe se prueba por su existencia, y sólo por ella.
Ocurre con frecuencia en las conversaciones que se llega á tratar de lo que las gentes llaman filosofía, de la brevedad de la vida, de la vanidad de todo. Y entonces casi siempre se dice: lo mejor es no pensar en eso, porque no se podría vivir.
Y, sin embargo, lo mejor es pensar en ello, porque sólo así se puede llegar á vivir despierto, no en el sueño de la vida.
Vive en nosotros el recuerdo de las personas queridas que se nos han muerto; pero al morir nosotros, morirá ese recuerdo? Moriremos nosotros, y quedará nuestro recuerdo en la tierra. ¿Qué es ese recuerdo? Y al morir las personas que guarden piadosa memoria de nosotros, morirá en la tierra nuestro recuerdo.
Dejo un nombre, ¿qué es más que un nombre? ¿Qué seré más que los personajes ficticios que he creado en mis invenciones? ¿Qué es hoy, en la tierra, Cervantes más que Don Quijote?
El sentimiento del paisaje es un sentimiento moderno, se dice. Lo que es el sentimiento del paisaje es un sentimiento cristiano. Una puesta serena de sol en medio del campo, entre las montañas buriladas en el cielo blanco, es un reflejo del cielo, un (sic) vislumbre de su calma. ¿Cuantas veces no deseamos prolongar aquel estado? ¿Y si en su prolongación creciera en dulce deleite, y cada momento de aquella serena quietud fuera excitante para desear sucesivos momentos? Entonces nos perdemos, y se nos ocurre rezar, no para pedir nada, sino para verter el alma. Algo así debe ser la gloria: una inmersión en eterna calma, y un verter en eterna oración el espíritu.
Quiero consuelo en la vida y poder pensar serenamente en la muerte.
Dame fe, Dios mio, que si logro fe en otra vida, es que la hay.
La muerte es un misterio? También el nacimiento lo es. ¿Cómo de los hombres salen hombres?
Saber llorar ¡qué gran sabiduría! Sabiduría de sencillez, de sustancia y de vida.
Gratias agimus tibi, propter magnam gloriam tuam. Te damos gracias por tu gran gloria; gracias porque nos permites ser espectadores de ella. ¿Hemos penetrado bien en esas palabras que canta el pueblo fiel? Dar á Dios gracias, como de un beneficio que nos ha hecho, de su gloria; no de su bondad para con nosotros, no de habernos sacado de la nada, no de habernos hecho hijos suyos, sino de su gloria, de esa gloria que era toda vida antes de la creación del mundo.
En medio de esta sequedad y este no poder romper á llorar y á aliviarme ¿qué es esa continua tendencia á rezar, aunque sea fria y maquinalmente, ese buscar el templo, esa suave inclinación á lo que me dió vida espiritual, de niño?
Puesto que la muerte es el término natural de la vida, el camino natural de esta es ir á aquella, y su natural luz la luz de su fin. Sólo se comprende la vida á la luz de la muerte. Prepararse á morir es vivir naturalmente.
¡Sencillez, sencillez! Dame, Señor, sencillez. Que no represente la comedia de la conversión, ni la haga para espectáculo, sino para mí.
Con la fuerza del Sol, común á todas las criaturas, se evaporan las aguas y los jugos de ellas y suben á formar nubes que flotan en el espacio, iluminadas por el Sol común y llevadas por los vientos, que el mismo calor solar produce y rige. De esas nubes bajan las lluvias que riegan los campos, los refrescan y fecundan y alimentan la vida de los vivientes.
Así es en la región del espíritu con la oración, sobre todo con la oración común. Suben nuestras oraciones, sacadas de nuestros corazones por el Cristo común, forman nubes espirituales que recogen el calor celestial y se bañan en su luz, y descienden luego en lluvia refrescante y vivificante á nuestras almas.
La devoción á la Iglesia nos traería desde luego, entre otras gracias, la de la sencillez, dice el P. Faber.
Hay que buscar la libertad dentro de la Iglesia, en su seno.
Los filósofos forman serie y uno desaparece mientras aparece otro, destruyendo éste lo que aquel edificó. Y se suceden solos.
La Iglesia es desarrollo permanente, en ella viven todos los santos y todos los doctores, y cada nuevo miembro va á añadirse á los precedentes. Y á sus pensadores, y sus poetas y sus santos se une la muchedumbre que ora y ama en silencio. Las especulaciones que el amor arranca á aquellos de sus hijos que hacen gloria de la fe, se elevan sobre la nube de la oración común de los humildes. Por debajo de las palabras inflamadas de cada uno de sus doctores palpitan lágrimas de humildes, abnegaciones de sencillos, afectos del pueblo. En la religión se unifican la ciencia, la poesía y la acción.
Es un hecho, un gran hecho, un hecho asombroso el de la vida de la Iglesia. Desafiando á la mera razón discursiva atraviesa las edades, y el absurdo vive y sobrenada, y lo que es más vivifica las vidas de los humildes.
Vivir, vivir de veras, vivir espontáneamente, sin segunda intención, vivir para morir y seguir viviendo; he aquí lo que se consigue con la santa sencillez que da Dios al que se le humilla.
He llegado hasta el ateísmo intelectual, hasta imaginar un mundo sin Dios, pero ahora veo que siempre conservé una oculta fe en la Virgen María. En momentos de apuro se me escapaba maquinalmente del pecho esta exclamación: Madre de Misericordia, favoréceme. Llegué á imaginar un poemita de un hijo pródigo, que abandona la religión materna. Al dejar este hogar del espíritu sale hasta el umbral la Virgen y allí le despide llorosa, dándole instrucciones para el camino. De cuando en cuando vuelve el pródigo su vista y allá, en el fondo del largo y polvoriento camino que por un lado se pierde en el horizonte ve á la Virgen, de pié en el umbral, viendo marchar al hijo. Y cuando al cabo vuelve cansado y deshecho encuéntrala que le está esperando en el umbral del viejo hogar y le abre los brazos, para entrarle en él y presentarle al Padre.
María es de los misterios el más dulce. La mujer es la base de la tradición en las sociedades, es la calma en la agitación, el reposo en las luchas. La virgen es la sencillez, la madre la ternura.
De mujer nació el Hombre Dios, de la calma de la humanidad, de su sencillez.
Se oye blasfemar de Dios y de Cristo y mezclarlos á sucias expresiones, de la Virgen no se oye blasfemar. Dijo Cristo que los pecados contra él se perdonarían, pero no los pecados contra el Espíritu Santo, y pecado de los mayores contra el Espíritu Santo es insultar á su Esposa y blasfemar de ella.
«Todas las acciones de la vida son reparables, exceto la última (la muerte) que ningún procedimiento, ni aun sobrenatural, puede reparar. Ese último acto determina todos los demás y les da su significación definitiva»
P. Faber.
Ya puedo pensar con calma en la muerte; gracias, Dios mio.
Sedes sapientiae. Así, sapientiae, y no scientiae; así, asiento de sabiduría. María, misterio de humildad y de amor, es el asiento de toda sabiduría. Pasan imperios, teorias, doctrinas, glorias, mundos enteros, y quedan en eterna calma la eterna Virginidad y la eterna Maternidad, el misterio de la pureza y el misterio de la fecundidad.
Sedes sapientiae; ora pro nobis.
A nadie le aterra ni sobrecoge el meditar en la vida de Dios antes de la creación del mundo, el imaginar una eternidad antes del tiempo ¿porqué ha de sobrecogernos la idea de la vida de Dios después de la creación, si esta se disuelve un dia?
Salimos de la nada, acostumbrémonos á considerarnos dignos no más que de la nada y la esperanza dará sus frutos en nosotros.
Bienaventurados los sencillos, porque tendrán mucha paz.
Imitación. XI. 1.
Summum nec optes nec metuas diem. Este verso de Marcial me ha parecido mucho tiempo la crema de la sabiduría. Y lo es; de la sabiduría del demonio, pagana.
«No temer á la muerte es tratar con lijereza (sic) al que hizo de ella un castigo. No desearla es una indiferencia para con aquel á quien á quien (sic) no podemos llegar sino por esa puerta», escribe el P. Faber.
Teme y desea tu último dia.
«El temor de la muerte que es apetecible, el que es casi indispensable á la santidad, es más bien el temor de Dios que el temor de la muerte; es el temor de Dios, como enclavado en una circunstancia particular, y adherido á una especie de rito en que el Señor se manifiesta á la vez en su temor y en su misericordia.»
P. Faber.
Neque tu times Deum, quod in eadem damnatione es. Et nos quidem juste, nam digna factis recipimus; hic vero nihil mali gessit. Et dicebat ad Jesum: Domine, memento mei, cum veneris in regnum tuum. Et dixit illi Jesús: Amen dico tibi: Hodie mecum eris in paradiso.S. Lucas.
Sólo de un hombre nos enseña el Evangelio que fuera salvo, sólo á un hombre canoniza el Evangelio, sólo á uno dice Jesús: mecum eris in paradiso, y es éste un ladrón, un pecador, de cuya vida sólo esto se sabe: que era un ladrón. Con vida mala tuvo muerte de santo, así como Judas, siendo un apóstol, murió desesperado. Conviene meditar mucho en la contraposición entre la vida de Judas y la de Dimas.
