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Es un libro autobiográfico y además de historia, que relata el enfrentamiento de un grupo de jóvenes a la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista. En cada página leemos un sinnúmero de hechos y de retratos nítidos de los activos participantes en los enfrentamientos a las autoridades. Se trata de sucesos poco divulgados, y para algunos desconocidos, en el fallido intento de abrir un segundo frente oriental a finales de junio de 1957 (siete meses después del desembarco del yate Granma) y otro en las sierras de Camarones y Madruga-Aguacate, antigua provincia de La Habana, a mediados de noviembre de 1958.
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Seitenzahl: 245
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición: Norma Suárez Suárez
Diseño de cubierta e interior: Seidel González Vázquez (6del)
Corrección: Ricardo Luis Hernández Otero
Composición digitalizada: Yaneris Guerra Turró
Diagramación digital: Oneida L. Hernández Guerra
© Roberto Hernández Zayas, 2021
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2021
ISBN: 9789590624186
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras publicaciones.
INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO
Editorial de Ciencias Sociales
Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba
www.nuevomilenio.cult.cu
Aunque modestos, dedico estos relatos a mi Comandante en Jefe, a Fidel.
Más que una dedicatoria formal, la oportunidad me permite ofrecer algo muy preciado, a alguien muy respetado y querido.
Sensibilidad humanista, vocación patriótica y universal, combatividad, firmeza y optimismo, constancia y visión adelantada, carisma, liderazgo y confianza en el hombre, valores, principios y capacidad de entrega y sacrificio, trayectoria ejemplar y modestia sin par, en fin, son tantas sus virtudes, que sin pretender exponerlas todas, podemos apreciar que se trata de un ser excepcional.
Es de esos seres a los que la vida ha dotado y privilegiado generosa y singularmente.
¡Qué satisfacción, que sano orgullo el mío, haber podido combatir por mi Patria, a sus órdenes!
Este libro aborda acontecimientos de la guerra contra la dictadura batistiana, enmarcados en la estrategia concebida por la Dirección de la Revolución, en los que tuve la oportunidad de participar como combatiente del Ejército Rebelde.
A finales de junio de 1957, Frank País, con la aprobación de Fidel, se enfrasca en el establecimiento de un segundo frente oriental en la Sierra Cristal. Esfuerzos, coordinaciones, riesgos, combatientes, armas y otros recursos lograron disponerse para alcanzar los objetivos, pero la acción fracasó debido, entre otros elementos adversos, a una delación. Un combatiente muerto, varios detenidos y la pérdida de cuantiosos recursos fue el lamentable saldo del intento.
En noviembre de 1958 se estableció, por orden expresa del Comandante en Jefe, un frente guerrillero en la provincia de La Habana. Se recibieron dos embarcaciones con armas y otros recursos bélicos procedentes de Miami, se integraron combatientes de la clandestinidad, se crearon condiciones y se montó campamento cerca de Madruga. Al intensificarse las acciones combativas en Oriente y Las Villas se nos ordenó pasar a la acción. En el primer encuentro con el enemigo murió nuestro capitán, José Garcerán de Val, sin que se lograran los objetivos. El colectivo se reorganizó y a pesar de esta adversidad, se dispuso para el combate, cuando llegó el día de la victoria el 1.º de enero de 1959.
La Revolución fue un proceso de lucha rico y dinámico, pleno de acontecimientos, de victorias y reveses, que contribuyeron al desarrollo de la conciencia y del combate hasta alcanzar la victoria.
Esta obra abarca dos temas independientes, integrados en un solo libro.
He decidido incorporar dos prólogos, con los que me honran dos destacados y apreciados compañeros.
Uno escrito por Pepito Cuza, como se le conoce afectivamente por sus compañeros cercanos, involucrado también con la investigación de nuestra historia más reciente, se refiere al primer intento de abrir un Segundo Frente Oriental.
Se trata de un combatiente del Segundo Frente Oriental “Frank País”, donde alcanzó el grado de capitán del Ejército Rebelde, como jefe de la compañía B “Pedro Sotto Alba” de la Columna 19 “José Tey”. Combatiente también de la lucha clandestina en Santiago de Cuba, bajo la conducción del inolvidable Frank País.
El otro nos brinda una visión más abarcadora del libro en su conjunto, escrito por Enrique Saínz, escritor, ensayista, estudioso de la literatura cubana y de la obra poética de destacados autores. Ha colaborado en publicaciones culturales de Cuba y de otros países, y ha impartido conferencias en diversas universidades. Es Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua.
El libro que esta vez nos presenta Roberto Hernández Zayas es la viva representación de la voluntad de lo mejor de la juventud cubana por derrotar a la sanguinaria dictadura del general Fulgencio Batista Zaldívar en la República de Cuba.
En su primera parte aborda su participación en la columna guerrillera formada por el jefe de Acción Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el ejemplar combatiente Frank País García, con el objetivo de crear un frente de combate en la Sierra Cristal, macizo montañoso en la zona más oriental del archipiélago cubano.
Este frente formaba parte de la idea estratégica del Comandante en Jefe del Ejército Revolucionario, el doctor Fidel Castro Ruz, quien ya se encontraba combatiendo a la dictadura en las montañasde la Sierra Maestra, desde su desembarco en tierras cubanas el 2 de diciembre de 1956.
La Dirección Nacional de la organización revolucionaria pretendió crear un segundo frente guerrillero que con su existencia obligara a las fuerzas armadas de la tiranía a debilitarse y no pudiera concentrarse totalmente contra el Primer Frente en la Sierra Maestra.
Para comandar este Segundo Frente el comandante Fidel Castro Ruz le envió a Frank País, el 4 de junio de 1957, a uno de sus más capaces capitanes, René Ramos Latour, bautizado por Frank País con el nombre clandestino de Daniel.
Integraban la jefatura de esta Columna experimentados jefes, como Oscar Lucero Moya, segundo al mando, Taras Domitro Terlebauca, Miguel Ángel Manals, Raúl Perozo Fuentes, Luis Clergé Faura y el doctor José Ramón Balaguer Cabrera.
Los combatientes seleccionados eran jóvenes de reconocida militancia revolucionaria de todo el país que, por razones de interés en la lucha armada, se habían ido concentrando en la provincia más oriental de Cuba.
Las armas con que se contaba fueron unas 48 para los 50 combatientes. Una parte eran de las obtenidas por los combatientes clandestinos de Guantánamo, sustraídas de la Base Naval estadounidense; otra eran las que no se habían utilizado en el ataque al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957 y habían sido remitidas para Santiago de Cuba, y el resto escopetas de cartucho. Existían buenas armas: ametralladoras calibre 30.06, fusilesJohnson, Garand, carabinas M 1, ametralladora calibre 45, Winchester 44, pistolas y revólveres.
El libro recoge el espíritu de sacrifico de unos jóvenes que sin instrucción militar fueron capaces de estar decididos a enfrentarse a un poderoso ejército armado y adiestrado por el Gobierno de los Estados Unidos de América.
Resalta muy justamente el apoyo y la solidaridad de la población, lo que se manifiesta en el chófer de alquiler que alerta a los jóvenes que van a acudir a la cita con la Patria, así como en los jueces que integran los tribunales que juzgan a los revolucionarios y que cooperan en la desaparición de pruebas para absolverlos.
Veremos en este libro el sincero homenaje a sus compañeros de lucha y muy especialmente a los extraordinarios valores del comandante Daniel, René Ramos Latour, jefe del frustrado Segundo Frente Oriental aquel 30 de junio de 1957 y del heroico Osvaldo Herrera González, valeroso capitán en la Columna del comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán.
Roberto Hernández Zayas es un digno representante de aquella juventud que supo dar lo mejor de su existencia y hasta sus propias vidas en aras de lograr una patria libre y feliz. Por difíciles que le fueron los acontecimientos, nunca se dio por vencido. En esta primera intentona de integrar el Ejército Revolucionario sufrió tortura y prisión, la cual le fue posible evadir por su condición de ser muy joven. Lo vamos a ver después incorporado al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, como uno de los 300 valientes que fueron capaces de enfrentar a 10 000 enemigos en la Ofensiva de Verano y ser uno de los salvadores de la Revolución, al decir del hoy general de Ejército Raúl Castro Ruz.
Pudo Robertico haberse quedado en el Primer Frente una vez derrotada la ofensiva; sin embargo, su gran espíritu de lucha lo hizo solicitar autorización para ir hacia el occidente del país a aportar su experiencia de combatiente de la Sierra Maestra para que se pudiera crear un nuevo frente guerrillero cerca de la capital de la República.
Fue extremadamente duro para él ver caer en combate a sus dos ejemplares jefes de columnas, René Ramos Latour y José Garcerán de Val, pero veremos manifestarse su firmeza ideológica, su invariable convicción de que estaba sacrificando lo mejor de su vida por la justa causa de su pueblo y su fe inquebrantable en el triunfo de la Revolución.
Libros como este son necesarios poner al alcance de la juventud cubana, a la que es importante ayudar a identificarse con la juventud que le precedió en la batalla por tener una nación libre, soberana, próspera y feliz.
José Luis Cuza Téllez de Girón
Contralmirante ®
Capitán del Ejército Rebelde, jefe de la Compañía B “Pedro Sotto Alba”, Columna 19 “José Tey”,
Segundo Frente Oriental “Frank País”
Este es un libro autobiográfico, pero es además un libro de historia y un libro de combate. En sus páginas hallamos un imprescindible y minucioso relato del enfrentamiento de un grupo de jóvenes cubanos a la sangrienta tiranía que imperó en Cuba desde 1952 hasta el 1.º de enero de 1959, período cuya violencia se fue agudizando y que movió a las fuerzas populares de la nación para derrocar ese estado de cosas. Los jóvenes que protagonizan esa lucha, quienes más tarde su unirían a los guerrilleros que actuaban en las montañas de distintas regiones del país, poseían un extraordinario fervor por la causa que defendían, y en consecuencia actuaban con un valor que muchas veces era temeridad y osadía mayor, con riesgos para sus vidas. Nada los arredraba, respondían a una organización bien estructurada en las ciudades, a las órdenes de la más alta jefatura en la Sierra Maestra de la región oriental, donde radicaba el líder Fidel Castro.
El malestar general que reinaba en la Isla poco después del golpe de Estado del dictador, ocurrido el 10 de marzo de 1952, era consecuencia no solo del acto usurpador que llevaron a cabo los militares, sino además de la precaria situación económica, del desempleo, de la corrupción, de la miseria en que vivía una importante parte del campesinado, de la falta de atención a la enseñanza primaria y secundaria en muchos territorios alejados de los más importantes centros urbanos. Los jóvenes de nuestro país, rebeldes por naturaleza, experimentaban inquietudes e inconformidades que fueron incrementándose a medida que transcurrían los meses. Los protagonistas de los hechos aquí narrados asumieron entonces una conducta desafiante ante aquellos desmanes y se convirtieron en una poderosa fuerza que ya no podría ser detenida por nada ni por nadie.
Desde el mismo comienzo de este libro su autor, Roberto Hernández Zayas, llamado con afecto Robertico por sus compañeros de lucha y por aquellos que le dispensaban un cariño que él se fue ganando con su honradez y su valentía, se propuso entregar a sus lectores un detenido retrato de aquella época, de aquellas vivencias, de la realidad de los acontecimientos que iban sucediéndose con el transcurso de los meses, las semanas y los días de incesante bregar frente al enemigo, siempre dispuesto a reprimir violentamente cualquier intento de desestructuración de esa desgastada y ya insostenible sociedad. No hizo el autor concesiones a la fantasía ni a la imaginación, prefirió atenerse a los hechos, suficientes en sí mismos para transmitirnos lo esencial de ese enfrentamiento antagónico.
En cada página hallamos un sinnúmero de hechos y de retratos nítidos de los activos participantes en los enfrentamientos a las autoridades. Desde los primeros instantes de la narración nos sentimos atraídos por los detalles, como si estuviésemos viendo una película de acción, por lo que cada una de las informaciones es reproducida en nuestra mente como si fuésemos testigos presenciales de lo que se nos está contando.
Con sumo cuidado se nos refieren datos precisos de los movimientos de los participantes, se describen sus caracteres y las circunstancias en las que realizaban y daban cumplimiento a las órdenes recibidas por el alto mando del movimiento revolucionario. Pero además podemos apreciar cómo se desarrollaban los hechos a todo lo largo del país, de qué manera respondían los represores y sus secuaces, por cuántas dificultades y zozobras pasaban los valientes jóvenes de la clandestinidad, los cambios, imprevistos o planeados, en las distintas jefaturas y responsabilidades de los rebeldes, sus encuentros para notificar el éxito o el fracaso de un acto de sabotaje o de respuesta a un crimen cometido contra algún militante asesinado. Igualmente se describen con lujo de detalles los preparativos y las disposiciones de los diferentes niveles de mando de las organizaciones revolucionarias en la dura batalla contra el poder establecido.
De conjunto con su primer libro, Memorias de un combatiente por la libertad, estos relatos han logrado convertirse en un formidable libro de historia no solo de talla nacional, sino además continental y universal, pues lo que nos relata son, en esencia, las mismas experiencias que ha vivido todo movimiento de liberación en América Latina o en cualquier otra latitud del planeta. Esta es la historia subterránea, la historia “menor”, menos visible, que permite más tarde alcanzar los cambios y las transformaciones que se inscriben en la gran historia de la humanidad.
La historia de cualquier nación, grande o pequeña, está hecha de estos mismos fracasos y triunfos, de estas mismas angustias y de estos mismos sufrimientos. Si pensamos en la guerra de liberación de Argelia, por ejemplo, o de Irlanda del Norte, o de cualquier otra nación que se enfrentó a fuerzas enemigas del propio país o de una potencia extranjera, veremos que se reiteran las maneras y los procedimientos. Es por ello que puede considerarse que este volumen del combatiente Hernández Zayas es un libro de historia altamente aleccionador y que se inscribe en la gran epopeya de las naciones para alcanzar la independencia y la justicia social.
Es notable y agradecible la cuantiosa información que nos llega en estas páginas de clara y asequible prosa, una prosa suficiente para que cobremos conciencia de cuán dura y sacrificada fue la batalla que condujo a Cuba al triunfo de enero de 1959.
Este testimonio de un joven que estaba dispuesto a dar su vida por la libertad, nos trae los nombres y los hechos de quienes se desplegaron en aquellos años por calles y montes para llevar adelante un desinteresado e inclaudicable combate por la reivindicación de los ciudadanos de su país y del resto de las naciones. Hay en estas historias una rica lección de vida, una visión de la existencia que mucho nos enseña acerca de la significación del sentido que puede llegar a tener nuestro estar en la realidad.
Aquí tenemos uno de los muchos caminos posibles para vivir nuestros días: la decisión de lanzarnos a ayudar a los necesitados, la decisión de tomar un camino quizá difícil, pero fructífero en favor del prójimo y en contra de la injusticia, un camino por el que debemos transitar aunque no sea en las circunstancias en que lo hicieron estos combatientes que protagonizaron las hazañas aquí descritas. La adversidad no debe ser un obstáculo para que marchemos por el camino del bien. Agradecemos a Roberto Hernández Zayas por habernos dejado estas memorias cuyas lecciones van más allá de la historia armada y llegan a convertirse en un paradigma para la vida en su totalidad.
En muchas ocasiones sufrieron reveses importantes estos luchadores, vivían con la posibilidad de ser capturados y sometidos a torturas o la muerte, el desaliento los amenazaba desde muy cerca en vista de la capacidad represiva del enemigo y su superioridad en recursos, sus vidas privadas se vieron relegadas a segundos o terceros planos, padecieron persecución y el comprensible miedo al encarcelamiento, con las consecuencias que eso tenía para ellos en lo personal, para los familiares y para la propia acción revolucionaria.
Los sueños mejores estaban aún en el porvenir. No era imposible el fracaso, y con él el sufrimiento que vendría en el plano emocional si sus anhelos de independencia y justicia social se hubiesen visto desvanecidos. Sabían de lo que había ocurrido en la revolución de la década de 1930 contra el dictador Gerardo Machado, cabeza de un régimen igualmente criminal cuyo derrocamiento no trajo consigo las transformaciones sociales anheladas.
Estos jóvenes de la década de 1950, como sus predecesores de tres decenios anteriores, eran valientes, entregados sin reservas a su causa, y eran asimismo tenaces en la consecución de sus objetivos frente a cualquier forma de decepción. Esa conducta es otra valiosa lección de este libro. La esperanza del triunfo los animó siempre, y ni la cárcel ni los peores riesgos fueron capaces de hacerlos desistir de los que creían sus más sagrados deberes.
De la ciudad pasó el autor a la Sierra Maestra para incorporarse a las tropas guerrilleras, pues ya en las calles había cumplido las misiones que le encargara el alto mando revolucionario y en cualquier momento podía ser capturado. La historia personal y del país continuó y continuaría en lo adelante. En este libro se recogen hechos para cuya realización se necesita mucho valor, pero el protagonista-narrador nos dice al final de la obra que no considera que se trate de acontecimientos épicos. No está aquí, claro está, toda la historia que merecía ser contada, pero aunque no haya en esta rememoración ningún acontecimiento que todos podamos calificar de colosal en términos históricos, el puro y simple hecho de enfrentar día a día la muerte y la posibilidad de la tortura, de sufrirlas en los compañeros caídos y de tener que batallar contra el desaliento, convierte este relato en un documento de incuestionable epicidad y que nos da una conciencia mayor de quiénes somos y cómo estamos constituidos, cómo podemos llegar a ser en nuestro diálogo cotidiano con los demás y con los valores de la cultura.
Aquí aprendemos mucho de la condición humana y de nuestras posibilidades para crecernos en la adversidad. El tiempo ha transcurrido desde que terminó la contienda armada a comienzos de 1959. El autor de estas memorias pasó a otra etapa en la historia del país, siempre al servicio de la causa por la que arriesgó su vida, y se entregó de nuevo, con toda su voluntad y su inteligencia y su esfuerzo, a servir al proceso que se iniciaba entonces, como lo había hecho en el período de las acciones clandestinas y posteriormente en el de su integración al ejército guerrillero en las montañas.
Aquellos años de acciones continuas, colmados de grandes riesgos, de zozobras, de entusiasmo, de heroísmo, fueron altamente fecundos no solo para alcanzar el triunfo final, sino además para hacer de él un ciudadano más solidario, un hombre más dispuesto a la entrega total, con un optimismo mayor en el desempeño de los roles que la historia le asignara, un individuo más pleno en la medida en que contribuyó con su activa y limpia militancia a la liberación nacional y más tarde a la reconstrucción de los ideales de todo un país, un país diferente del que teníamos antes y que se abrió al futuro con una fuerza que nos ha permitido salir adelante a pesar de las dificultades. Aquí, en este libro, tenemos un pedazo de la historia de Cuba que establece la necesaria continuidad entre el pasado y el porvenir, un fragmento de la interminable contienda del ser humano por alcanzar su verdadera dimensión.
Enrique Saínz
Ensayista, miembro de Número
de la Academia Cubana de la Lengua
Inmerso en los trajines de la lucha revolucionaria contra la tiranía batistiana, como militante del Movimiento 26 de Julio, participé en dos hechos de guerra dirigidos al establecimiento de sendos frentes guerrilleros, uno con el propósito de abrir un segundo frente en Palmarito de Cauto para operar en la Sierra Cristal, en la provincia de Oriente, a finales de junio de 1957, y el otro en las Sierras del Grillo y Camarones, en Madruga-Aguacate, en la provincia de La Habana, a mediados de noviembre de 1958.
El primero de los hechos fracasó al producirse, entre otros acontecimientos, una delación; el segundo tuvo una corta existencia al alcanzarse el triunfo de la Revolución el 1.º de enero de 1959.
Fueron momentos y actores diferentes, en consonancia con la estrategia de lucha definida por la dirección de la Revolución, con objetivos y preparación semejantes, aunque con acontecimientos y desenlaces propios en cada caso.
En ambos hechos tuvimos que lamentar la pérdida de valiosos compañeros, cuyos nombres pasaron a engrosar la legión de los mártires gloriosos de la Patria. Fueron sucesos destacados de la lucha armada librada por recuperar la libertad conculcada y por construir un destino mejor para nuestro pueblo, a los que estuvieron vinculados importantes figuras de la Revolución y firmes combatientes de fila.
Al abordar ahora aquellos acontecimientos, tanto tiempo después, pretendemos dar una visión lo más completa y objetiva posible, valiéndonos tanto de la información recogida por otros compañeros como por la que conservo de mis propias vivencias, procurando así impedir que el implacable paso del tiempo logre borrar una parte de la historia construida con tanto esfuerzo, sangre y sacrificios.
Se trata, en mi opinión, de sucesos poco divulgados y conocidos, y para algunos, desconocidos. El fallido intento de abrir un segundo frente oriental ocurrió solo siete meses después del desembarcodel Granma, cuando la guerrilla rebelde encabezada por el Jefe de la Revolución, Fidel Castro Ruz, centraba toda la atención, mientras intentaba subsistir y consolidarse, y nueve meses antes de que el comandante Raúl Castro Ruz llegara a la región, al mando de una columna guerrillera procedente de la Sierra Maestra, creándose el Segundo Frente Oriental “Frank País”, que alcanzara merecida notoriedad e importancia en la guerra revolucionaria que entonces se libraba. El frente incipiente en la provincia de La Habana tuvo corta duración, como ya dijimos, pero igualmente estuvo marcado por la adversidad, como veremos más adelante.
Es posible que dichas adversidades motivasen en alguna medida el olvido involuntario, o su insuficiente recordación, aun cuando conocemos que la Revolución fue un proceso muy rico y dinámico, pleno de acontecimientos, de victorias y reveses, que contribuyeron en su conjunto al desarrollo de la conciencia y del combate, hasta alcanzar la victoria.
Soy de los que cree que no podemos permitir que páginas significativas de nuestra historia reciente, no importa cuanto hayan podido aportar, queden como suspendidas o congeladas en el tiempo, sin concederles el debido reconocimiento. Recordemos la sentencia del Maestro: Honrar, honra.
En fin, no me atrevía a presentar estos relatos sin antes expresar con toda sinceridad estos sentimientos. Debo igualmente mencionar, desde el principio, los nombres gloriosos de Frank País, René Ramos Latour y José Garcerán de Val, tan vinculados a los hechos que vamos a narrar.
¡Ojalá resulten de interés!
Ahondar en nuestras raíces nos conduce a la esencia misma de la Revolución Cubana. El proceso de lucha revolucionaria llevado a cabo en los años cincuenta, del siglo xx, surge como consecuencia del artero golpe de Estado asestado contra el orden constitucional de la nación, que sufría las calamidades de medio siglo de desmanes de una casta de políticos, militares y burgueses criollos, entregados a sus propios intereses y a los de la nación extranjera que los prohijaba y utilizaba, en detrimento de los intereses del pueblo del que formaban parte. Olvidaron la tradición heroica de ese pueblo, su patriotismo, su valentía y su espíritu de lucha, así como su apego a los valores humanos y éticos que le fueron inculcados.
El Grito de Yara en 1868, encabezado por el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, los 10 años de heroica contienda, la Guerra Chiquita que pretendía su continuidad y la Guerra Necesaria proclamada por el Apóstol de la independencia, José Martí, iniciada con el Grito de Baire en 1895, con jefes gloriosos como Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, Calixto García y Máximo Gómez, por solo mencionar unos pocos nombres, con hechos trascendentes como la Protesta de Baraguá y la invasión mambí hasta el occidente pinareño, llegaron a la conciencia de los cubanos, para los que la independencia, la libertad y una patria digna, constituían valores irrenunciables.
El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 constituyó la ruptura del statu quo, un punto de viraje de la vida nacional. Los golpistas, reincidentes, aplicaron de inmediato la represión y el crimen, violaron las garantías ciudadanas, fomentaron el vicio y la corrupción, reafirmaron su sumisión al poderoso vecino del Norte, convirtieron el enriquecimiento personal e ilícito en objetivo de gobierno y trastornaron el curso mismo de la actividad política, económica, cultural y social del país.
Las verdaderas fuerzas vivas de la nación, las que se dolían de sus males, se opusieron a la reacción desde los primeros momentos; los estudiantes, trabajadores e intelectuales expresaron su rechazo y procuraron las vías para manifestarlo, mientras los politiqueros, oportunistas y aprovechados de siempre se plegaron a la infamia.
Un joven abogado y político, Fidel Castro Ruz, que se había destacado como dirigente estudiantil universitario y por su viril apoyo a las causas colombiana y dominicana, encarnó las aspiraciones más radicales y objetivas de su tiempo, al considerarse cerradas otras vías, y proclamó la necesidad de la lucha armada contra la tiranía que nos oprimía, como única alternativa capaz de revertir la terrible situación que se padecía.
El 26 de julio de 1953, Fidel, al frente de un grupo de patriotas, integrantes de la Generación del Centenario, atacó el cuartel Moncada, en Santiago de Cuba. Este hecho constituía la carga a la que llamara en sus versos Rubén Martínez Villena, sellando con fuego el inicio de una nueva etapa de la lucha revolucionaria de nuestro pueblo.
Si con el asalto al Moncada Fidel se consagró como el hombre de acción capaz de encabezar la lucha contra la dictadura batistiana, con su alegato defensivo La historia me absolverá demostró su capacidad intelectual y la profundidad de las ideas que le animaban, dejó esclarecidos los hechos y con crítica demoledora sentó en el banquillo de los acusados al régimen golpista y criminal contra el que se combatía; expuso, con análisis certero, las difíciles condiciones en que el país había sido sumido desde los inicios mismos de su vida republicana y propuso el programa mínimo, aunque ambicioso, a alcanzar con la batalla emprendida.
La causa revolucionaria ganaba adeptos y se extendía por todo el territorio nacional. La prisión, fecunda sí, la fundación del Movimiento 26 de Julio, el desarrollo de la conspiración clandestina, la liberación de los moncadistas, la carencia de oportunidades y alternativas políticas, el acoso de las fuerzas represivas golpistas, el exilio, las vivencias mexicanas, la prédica revolucionaria de Fidel, la promesa al pueblo de ser libres o mártires en 1956, la preparación para la guerra, la extensión de la lucha clandestina, las acciones del 30 de noviembre en Santiago de Cuba, la travesía del Granma y el desembarco el 2 de diciembre cerca de Niquero, al sur de la provincia oriental, marcaron la continuidad de la lucha emprendida.
Al desembarco del Granma, valorado por el Che como un naufragio, siguió la debacle de Alegría de Pío. Fidel, Faustino Pérez y Universo Sánchez lograron evadir el cerco y acoso enemigo para llegar el 16 de diciembre a la finca de Mongo Pérez, conocida por Cinco Palmas, en Purial de Vicana. Dos días después llegaba al lugar Raúl con otros combatientes.
Un simple diálogo entre los dos hermanos, después del abrazo fraternal y camaraderil, definiría el curso futuro de la lucha revolucionaria: “¿Cuantos fusiles traes?” —preguntó Fidel. “Cinco”, —respondió Raúl. “Que con los dos que tengo son siete” —añadió Fidel, afirmando entonces: “¡Ahora sí ganamos la guerra!”.
El optimismo y la confianza de Fidel en el pueblo y la justeza de la causa que abrazaba, en medio de condiciones nada halagüeñas, muestran su espíritu inclaudicable y su fe en la victoria de las armas rebeldes sobre las instituciones armadas del régimen. Por entonces se decía: “Una revolución puede llevarse a cabo con el ejército, o incluso sin el ejército, pero nunca contra el ejército”. Pero Fidel pensaba, parafraseando a Martí, “que una idea justa, aun desde lo profundo de una cueva es más poderosa que un ejército”.
Efectivamente, el 2 de diciembre de 1956, con el desembarco del Granma