El apuntador de Cangamba - Eduardo Licerio Verdecia Díaz - E-Book

El apuntador de Cangamba E-Book

Eduardo Licerio Verdecia Díaz

0,0

Beschreibung

El apuntador de Cangamba es una historia de vida que no podía permanecer en el anonimato. En sus páginas, el autor entrelaza los recuerdos de un pasado importante en la vida del protagonista, con los testimonios de quienes permanecieron once días a escasos metros del enemigo, de quienes resistieron el hambre y la sed, y de quienes desde el aire con sus cazabombarderos pudieron hacer efectivos los disparos, gracias a la llegada a la zona de operaciones de un apuntador: Julio Vencon Chiog Almaguer. Este hecho, unido a la dirección acertada de los jefes y al coraje de cubanos y angolanos, provocó el viraje de las acciones combativas hasta alcanzar la deseada victoria. Desde el inicio de la obra motiva su lectura, no solo por la sencillez de sus palabras, sino por la seriedad y agudeza investigativa, que revelan el desempeño de uno de los tantos hombres y mujeres que estuvieron dispuestos a morir por mantener vivas las tradiciones internacionalistas de Cuba.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 126

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.comEDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición:Hildelisa Díaz Gil

Diseño de cubierta:Diana Ochagavía Castañeda

Diseño:Diana Ochagavía Castañeda

Corrección:Yuliet Caballero López

Revisión técnica:Sarai Rodríguez Liranza

Fotos:Cortesía del autor

Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz

Conversión a ebook:Grupo Creativo Ruth Casa Editorial

 

© Eduardo Licerio Verdecia Díaz, 2023

© Sobre la presente edición

Casa Editorial Verde Olivo, 2024

 

ISBN: 9789592246973

 

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, en ningún soporte sin la autorización por escrito de la editorial.

 

Casa Editorial Verde Olivo

Avenida de Independencia y San Pedro

Apartado 6916. CP 10600

Plaza de la Revolución, La Habana

[email protected]

 

Índice de contenido
Agradecimientos
Palabras al lector
I. Cangamba, la aldea
II. Parece que ya no voy a morir
III. Asalto
IV. Recoge que te vas para Cuba
V. Hace falta alguien allá abajo
VI. En la torre de control de vuelos
VIILa persona ideal para esa tarea es Chiong
VIII. Frustración en la chana
IX. Llega el apuntador bajo la metralla
X. Al fin en el infierno
XI. Ahora sí están tirando donde es
XII. Huellas
Anexos
Testimonio gráfico
Bibliografía
Datos de autor

A la memoria de Julio Vencon Chiong Almaguer,

el apuntador de Cangamba.

A los héroes y mártires de la batalla de Cangamba.

Y un regalo para:

Elisabet y Eduardito, mis amados hijos.

Silvia y Elio, padres eternos.

María Esther, Elio Esteban, Ernesto, Eleixis y Eddy Nelson, hermanos del alma.

Elvia Violeta, mi querida esposa.

Agradecimientos

Luis Licea Medina, especialista de Literatura de la Casa de Cultura de Campechuela, con quien di mis primeros pasos en las letras.

Erwin Caro Infante, escritor y especialista de Literatura de la Casa de Cultura de Bayamo, por su maestría en la enseñanza.

Luis Carlos Suárez Reyes, escritor bayamés de mano siempre extendida.

Ejecutivos de las direcciones provinciales de la Asociación de Combatientesde la Revolución Cubana de Granma, Pinar del Río, Matanzas, Ciego de Ávila y Guantánamo.

Presidentes de las direcciones municipales de la Asociación de Combatientes de: Diez de Octubre y La Habana del Este, en La Habana; Bayamo, Cauto Cristo, Yara, Manzanillo, Campechuela, Media Luna, Pilón, en Granma, y Chambas, en Ciego de Ávila.

General de división (fallecido) de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Antonio Enrique Lussón Batlle, así como a su ayudante Alexis García Paz, Michel.

Coroneles jubilados Henry Pérez Martínez, Fidencio González Peraza y César Alba García, este último, jefe de Secretaría de Trabajo Patriótico Militar e Internacionalista de la Dirección Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana.

Teniente coronel jubilado del Ministerio del Interior Rafael Ángel Ramos Fajardo.

Soldado de la reserva Osnel Ramos Soler.

Todos llenos de consejos y atenciones.

Palabras al lector

«¿Quién es el último?», pregunté en la cola del Banco Popular de Ahorro un día a finales de 2012. «Es el piloto, viene ahora para acá». «¿Qué piloto?» «El Chino, el de Cangamba». «Bueno, yo quiero conocer a ese compañero», le agregué a mi atento interlocutor.

Al poco rato llegó un hombre blanco, achinado, de más de un metro y setenta centímetros de estatura y canas asomadas por debajo de la gorra. Se presentó como Julio Chiong Almaguer, alias El Chino. Me identifiqué y nos dimos un abrazo como viejos amigos. A partir de ahí comenzaron nuestros intercambios que, en el propio banco, en la panadería, en los parques del reparto o en la calle, fueron cotidianos.

Inicialmente compartimos anécdotas de piloto a piloto. Pero, con el decurso del tiempo las vivencias del Chino trascendieron a las personales; entonces, más que escucharlas, comencé a profundizar en ellas. Le eché mano a papel y lápiz, elaboré minuciosos cuestionarios y lo entrevisté hasta el cansancio.

Me habló de su vida como aviador y revolucionario, de los heroicos días y las circunstancias que lo llevaron hasta las trincheras de Cangamba. No faltaron referencias a las penas y errores propios del hombre. Y en este último aspecto, con la venia de los escritores santiagueros Reinaldo Suárez Suárez y Oscar Puig Corral, autores del libro La complejidad de la rebeldía, cito una peculiar frase de su protagonista, el combatiente de la lucha clandestina, Enzo Infante Uribazo: «Para mí todo el que participó en cualquier actividad, por muy pequeña que esta fuese, merece el respeto y el reconocimiento, siempre que no haya traicionado».

Finalmente conocí sobre su niñez y adolescencia. Nació en una casa de guano, yaguas y piso de tierra del central Chaparra, actual Jesús Menéndez, en Las Tunas. El principal sustento familiar llegaba de la parcela del padre Horacio Chiong Chang —inmigrante de Cantón, China— quien producía y comercializaba hortalizas; mientras la mamá, Juana Almaguer Fernández, atendía el hogar.

Con solo dieciocho meses de nacido murió su progenitor. Luego del segundo matrimonio de la madre nacieron cuatro hermanos: dos hembras y dos varones.

Su padrastro, Laureano Canal Faza, licenciado en Enfermería, les trajo un buen sustento a la familia, suficiente para paliar el hambre y pagarles los estudios en un colegio de monjas de la localidad a las niñas María del Carmen y Santa Marina. Los hermanos José Antonio y Leopoldo acudieron a una escuela pública. Al crecer dentro de ese ambiente relacionado con la Medicina, el Chino se interesó por esa carrera.

Al triunfo de enero de 1959, el muchacho había vencido la enseñanza primaria y favorecido por los nuevos programas del sistema de educación ingresó a la secundaria, al tiempo que se sumó a la efervescencia revolucionaria de los cubanos. Aún sin cumplir los quince años formó parte, bajo las riendas de Guillermo Mesa, un conocido doctor de los alrededores, de las patrullas juveniles, que armadas de palos y piedras, rechazaban las acciones de la contrarrevolución realizando recorridos a través de las principales calles y alrededor de los objetivos más importantes.

El 28 de enero de 1960 se fundó la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), devenida Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) el 4 de abril de 1962, a la cual se integró para fortalecer sus principios ideológicos y recibir preparación militar. Después, se sumó a la Campaña de Alfabetización. Sin abandonar los estudios secundarios, custodiado por milicianos, viajaba cada día junto a otros compañeros a un barrio cercano para enseñar a los campesinos.

A finales del octavo grado una comisión militar procedente de La Habana llegó a la escuela. Contra la voluntad de su madre, el muchacho apartó al soñado médico y fue a estudiar una profesión que marcó, hasta el último aliento, su vida.

Cuando escuché sus vivencias durante la batalla de Cangamba, acontecida del 2 al 10 de agosto de 1983, previas a esta profundicé en la literatura y los materiales audiovisuales existentes, y saqué mis conclusiones. Primero, que la misión de este hombre fue de suma importancia para la victoria. Segundo, que a pesar de vivir momentos desgarradores, sus virtudes lo convirtieron en eso: el apuntador de Cangamba.

Con la idea general madurada, consciente de que los acontecimientos —algunos inéditos— podían ser tratados con amplitud en una obra literaria, aparté algunos proyectos que hacía rato pendulaban sobre mi mente y a mediados de 2015 comencé a escribir. Favorecido por la cercanía de Chiong a mi residencia, lo cual me daba la facilidad de evacuar dudas, al inicio avancé rápido. Con posterioridad llegaron las complicaciones. Necesitaba más argumentos y otras versiones para perfeccionar y ampliar el trabajo. Por consiguiente, tuve que trasladarme hacia La Habana donde vivía la mayoría de los pilotos. Al regreso pateé casi toda mi provincia tras los testigos de las trincheras. No faltaron las llamadas telefónicas a territorios adonde no pude acudir.

Al final, con la riqueza disponible, cuajé la estructura del texto, formada por doce capítulos. Los once primeros se alternan entre sí, porque los participantes: combatientes del cerco, pilotos, jefes, narran sobre el arribo y las principales misiones del apuntador en las trincheras. En otros, el protagonista describe las circunstancias que lo condujeron a Cangamba e inserta a modo de retrospectiva, pasajes de su vida. En el último, refiere el impacto personal de lo sucedido. En todo momento el lector descubrirá al soldado de línea, sin más cargo que el de su responsabilidad individual y de una sencillez característica de los héroes.

Sin duda, para mí representó un gran reto presentar un título alrededor de acontecimientos ampliamente tratados en otros libros como: Cangamba —el más abarcador—, de Jorge Martín Blandino; Sobre el cielo de Cangamba —con las acciones de la aviación—, del coronel Henry Pérez Martínez, y Tigres de Cangamba —con las misiones de Tropas Especiales— del teniente coronel (r) Rafael A. Ramos Fajardo; además, de un filme homónimo y documentales; así como reflexiones y discursos del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

No puedo concluir sin referirme a algunas cuestiones técnicas que el lector debe conocer, entre ellas, aspectos y frases muy puntuales expresadas por Chiong en Cangamba; notas al pie que aclaran y enriquecen saberes; mapas que ubican el lugar de los hechos; fotografías que permiten reconocer a personas y técnicas empleadas; apertura de los capítulos con frases de José Martí relacionadas con méritos y conductas de los hombres de bien; así como numerosos revelaciones que apoyan la historia del hecho y la del personaje principal: Julio Vencon Chiong Almaguer.

Además de mi oferta a las presentes y futuras generaciones, con estas cuartillas llenas de heroicidad y altruismo, deseo estimular a los creadores literarios que cultivan el género como yo, a continuar acercándonos a «la fuente viva», igual a la obra homónima de Miguel Barnet, la cual nos facilitará enriquecer el patrimonio histórico de Cuba.

El autor

 

El mérito modesto tiene un derecho indudable a la atención

José Martí

I

Cangamba, la aldea

 

Fidencio González Peraza

Teniente coronel, jefede grupo de asesores cubanos de la 32 Brigada de Infantería Ligera de las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola, 44 años1

1 Los datos que, por única vez, siguen al nombre del testigo pertenecen al período de la batalla, y al final del testimonio, su situación actual.

Antes de ser asignado a Cangamba en octubre de 1982,2había viajado varias veces hasta allí desde Luena3en controles del mando. Aún desde el aire y luego durante la interacción con la aldea, la cual pude catalogar como de medianas dimensiones, me pasó lo que quizás le ocurría a cualquier novicio cuando arribaba a esta, le noté tres elementos distintivos. Primero: los vetustos eucaliptos en busca de las nubes, unos atravesándola de este a oeste, otros en pequeños bosques casi al centro. Segundo: el Cubanquí, afluente del río Cuando, de orillas bajas y fangosas, de buen ancho y muy caudaloso, que la cortaba de norte a sur en la parte oriental. Tercero: una pista de tierra cercana a los dos mil metros de longitud, prendida al suroeste.

2Al inicio de la batalla, 2 de agosto de 1983, junto a los mayores Diógenes Bell Sessé y Sergio Hernández Mustelier, y al capitán Fernando Fuentes Rivero, era el único oficial permanente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en Cangamba

3 Capital de Moxico, segunda provincia en extensión territorial del país después de Cuando Cubango. Se ubica al sureste y tiene fronteras con Zambia y Zaire (actual República Democrática del Congo).

El terreno era muy arenoso, de tonos rojizos y grises. Al oeste del río había algunas ondulaciones. En dicho segmento se concentraban las dependencias estatales, por lo general de concreto, y zinc o tejas como cubierta. También, se erigían núcleos de quimbos con techos de paja y paredes de barro. Después del Cubanquí la superficie se elevaba descubriendo el barrio 4 de Febrero, de mayor densidad constructiva.

Cangamba constituía una de las principales aldeas del municipio Luchazes, ubicado al suroeste de Moxico. Una red de caminos, de amplio empleo por los madereros portugueses durante la colonia, la enlazaban con otros centros poblacionales: hacia el sur, Cangombe; al este Sessa y Lumbala N´guimbo; al noreste, Cassamba y Lucusse; al norte y noroeste, los caminos nuevo y viejo, respectivamente —ya un sendero— para Tempué. La poblaban unos pocos miles de habitantes dedicados por lo general a las faenas agrícolas. Los niños poseían una escuela que les garantizaba la educación primaria.

En torno a la localidad se extendían llanuras cubiertas de bosques ralos y herbazales, aunque a unos cinco kilómetros, en arco, desde el este hasta el sur se erigían ligeras y pedregosas colinas. Serpientes de disímiles tipos, leones, onzas… amenizaban el paraje.

Los aguaceros del verano (de diciembre a marzo), refrescantes del calor, reverdecían la naturaleza. Al contrario, el invierno (de junio a septiembre), con temperaturas nocturnas próximas a cero grados y muy escasas lluvias, tostaba la vegetación que, ennegrecida, se volvía un paisaje fantasmal cuando los nativos le daban candela a los alrededores.

En la fecha señalada al inicio relevé al teniente coronel Catalino Olachea Rosabal y con el capitán Fernando Fuentes Rivero —especialista de armamento—, me hice cargo de la asesoría cubana de noventa y dos combatientes4en la 32 Brigada de Infantería Ligera (BIL), integrada por 818 hombres, comandada por el primer teniente Paulino N´Gola Joao. Los tres batallones de la unidad ocupaban el primer anillo, exterior,5circundante a la aldea, junto a miembros de la Organización de Defensa Popular6y algunas fuerzas de la 44 BIL.7Estos tenían un bajo nivel de personal en las plantillas y escasos recursos para el combate, al extremo de que entre todas las fuerzas, los medios artilleros —los más potentes— no sobrepasaban la veintena.

4Cuando comenzó la batalla, por diferentes causas, la existencia física de los asesores solo llegó a ochenta y dos hombres.

5Ver Anexo 1.

6Organización de defensa local (milicia) para la cooperación con las Fapla.

7Brigada de Infantería Ligera que cumplió misiones de intervención rápida y participó en operaciones en el país. En aquel momento radicaba en Munhango.

La jefatura de los asesores ocupaba un local en el suroeste del poblado —meses antes de la batalla próximo a ese punto se fortificó el segundo anillo, interior,8 con un área semejante a la de un campo de fútbol—, desde donde dirigía la instrucción a la brigada de las Fuerzas Armadas Populares de Angola (Fapla). Particularmente mis subordinados convivían con los angolanos en las áreas de defensa de los batallones.

8Ver Anexo 1.

Al concluir la preparación diaria disímiles tareas ocupaban al personal: acopio de leña, trabajo en el huerto y crianza de pollos para asegurar el autoconsumo; limpieza del armamento y otras de proximidad a los factores locales (soba, que era el líder de la aldea, comisario y organizaciones populares).

 

Coronel (r), Bayamo, Granma.9

9