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El color de mis sombras no es un libro más sobre la bipolaridad. Es un grito hecho palabra. La historia de una mujer que se rompió, que cayó, que casi no vuelve y que eligió contarlo. No encontrarás recetas ni diagnósticos. Encontrarás la verdad. Pedazos de vida escritos desde el abismo y desde el amor, desde una maternidad que sangra, desde un cuerpo que grita lo que el alma no puede decir, desde la lucha por habitarse sin miedo. Este libro es compañía. Para vos, que quizás también te sentís sola, rota, confundida. Para que sepas que no estás fuera de lugar, que hay otros que se sienten como vos, y que, aun en las sombras, hay color.
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Seitenzahl: 38
Veröffentlichungsjahr: 2025
NATALIA ARÉVALO
Arévalo, Natalia El color de mis sombras / Natalia Arévalo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6414-6
1. Poesía. I. Título. CDD A861
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Agradecimientos
Prólogo
La niña que no sabía nombrarse
El monstruo sin nombre
El ilusionista del iris
El arte de fingir
La caída y las miradas
El año en que volví a nacer por dentro
Cuando la euforia miente
Cuando el cuerpo también grita
El arte de mantenerse de pie
Mi casa, mi templo… ¿Y después qué?
Lo que me hubiera gustado que me digan
Aprender a elegir(me)
El día a día con la bipolaridad
El silencio de los que nos rodean
Kit de herramientas para volver a mí
Donde todo duele, algo quiere nacer
Cuando el cuerpo también grita
Cuando el cuerpo habla lo que el alma calla
Donde habita el amor
El color de mis sombras
Epílogo
A quienes habitan sus sombras con valentía,
porque solo enfrentándolas
se descubre el verdadero color del alma.
Mamá y papá
A mis hijos, Rebeca y Eusebio, porque son mi todo; porque, incluso cuando yo no podía más, ustedes fueron mi faro; porque con sus miradas, con sus gestos, con su amor incondicional, me recordaron que valía la pena seguir.
Rebeca, tu voz sabia y amorosa me despertó. Me enseñaste que pedir ayuda no es rendirse, sino levantarse con fuerza.
Eusebio, mi pequeño gigante, con tu forma especial de sostenerme, también me diste alas.
A mi esposo, por quedarse cuando todo parecía romperse; por sostenernos.
A mi hermana, que fue mi guía durante toda la niñez y la infancia. Cuando nadie me comprendía, ella estaba, con su amor silencioso, con su presencia constante, con su fuerza que parecía inagotable. Fue mi primera red, mi sostén antes de saber que lo necesitaba.
A mi doctora, Natalia Olmedo, cuya luz –profesional y humana– me acompañó en este viaje.
A todos los que, en silencio o con palabras, me ayudaron a reconstruirme.
Y a mí, por no haberme soltado; por elegir vivir, una y otra vez.
Este no es un libro de autoayuda ni un manual clínico.
Es un grito escrito en papel.
Un espejo que se rompió mil veces y, aun así, refleja.
Es la voz de alguien que vivió la bipolaridad desde la médula,
no desde los libros.
Cada palabra nació en medio de una tormenta
o bajo un rayo de sol.
No busco explicar la enfermedad,
sino abrazarla.
No traigo recetas, pero sí verdades.
Verdades que duelen, que sangran,
pero también que curan.
Escribir este libro fue como parirme de nuevo.
Cada frase, una herida abierta
y una flor brotando.
Lo escribí para mí,
para abrazar a esa parte rota que nadie supo sostener.
Pero también lo escribí para vos,
que quizás te sentís perdido o roto,
que quizás también buscás color en medio de la sombra.
No estás solo.
No estás sola.
No estás roto.
No estás rota.
Estás vivo.
Estás viva.
Y eso, creeme, ya es todo.
“A veces, la oscuridad es solo una forma de no ser vista”.
No puedo recordar el instante exacto en que empecé a sentir que algo en mí no encajaba. Tal vez nunca hubo un momento único, sino una acumulación silenciosa de días que se volvieron bruma. Era como mirar el mundo a través de un vidrio empañado: veía las formas, los gestos, las voces, pero todo llegaba distorsionado, lejano.
Yo era una niña con mil preguntas y ningún diccionario. Lloraba sin motivo, reía de golpe, me callaba cuando todos hablaban. Hablaba demasiado cuando el silencio era ley. Me decían intensa, rara, caprichosa, pero yo solo sentía cosas que no sabía nombrar. Había días en los que mi cuerpo parecía demasiado pequeño para la electricidad que me corría por dentro, y otros en los que mover una sola mano me dolía como si el alma pesara toneladas. Tenía un desorden invisible que nadie parecía notar.