El diablo mudo - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El diablo mudo E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El diablo mudo pertenece al ciclo de autos sacramentales escritos por Pedro Calderón de la Barca. Los autos sacramentales son obras religiosas de carácter alegórico representadas sobre todo en España y Portugal durante el Corpus Christi. Este género ocupa un papel muy interesante en la tradición teatral de Occidente, pues coexistió, antes de desaparecer, con una incipiente y cada vez más popular narrativa escénica interesada en los individuos, y en los sucesos mundanos. En algunos autos sacramentales de Calderón el personaje del Demonio idea la trama y plantea la acción dramática, actuando como un demiurgo. Traza planes y estratagemas para confundir al Hombre, pero fracasará siempre. En El diablo mudo se representa al Hombre que ha caído en manos del Demonio. La Naturaleza Humana, su esposa, intenta rescatar al Hombre, pero no lo logra. Entonces ruega el favor del Cielo, el único lugar de donde podrá alcanzar su salvación. En la Tierra, mientras tanto, hacen su aparición el Judaísmo y la Gentilidad. El Judaísmo representa al pueblo judío de la época de Cristo, y la Gentilidad a todos los pueblos no judíos y, especialmente, al imperio romano. Estos dos intentan conocer quién es un Peregrino que se hace llamar Hijo de Dios.

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Seitenzahl: 59

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

El diablo mudo

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El diablo mudo.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: info@linkgua.com

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-744-3.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-061-9.

ISBN ebook: 978-84-9897-056-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Los autos sacramentales 8

El diablo mudo 9

Personajes 10

Acto único 11

Libros a la carta 97

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó. Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636), su obra más célebre.

En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales. Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

Los autos sacramentales

Los autos sacramentales son obras religiosas de carácter alegórico representadas sobre todo en España y Portugal durante el Corpus Christi. Este género ocupa un papel muy interesante en la tradición teatral de Occidente, pues coexistió, antes de desaparecer, con una incipiente y cada vez más popular narrativa escénica interesada en los individuos, y en los sucesos mundanos.

El diablo mudo

Personajes

Hombre

Ángeles

Demonio

Naturaleza humana

Apetito

Penitencia

Conocimiento

Fe

Amor

Peregrino

Naturaleza divina

Judaísmo

Gentilidad

Música

Acto único

Salen el Hombre, vestido de pieles, y el Demonio luchando.

Hombre Primer delito, en quien

las ciencias aprendí del mal y el bien,

¿qué pretendes de mí

si ya a tu saña mi valor rendí?

(Cayendo y levantando.)

Demonio Que pues del bien y el mal 5

sabes, sepas también que eres mortal,

pues Pablo ha de decir

que se vio por el Hombre introducir

el pecado, y por él la muerte.

Hombre ¿No bastó que, áspid cruel 10

de ese hermoso jardín

de quien me arroja airado querubín,

hicieses que traidoramente atroz,

con rostro humano, con humana voz,

destruyesen mi ser, 15

cauta la sierpe, incauta la mujer,

en cuya acción perdí

la original justicia en que nací,

infestando tu horror

aun primero la fruta que la flor, 20

sino que ausente el bien, presente el mal,

la sentencia me intimes de mortal?

Demonio Dios fue quien la intimó,

y no tan solo vitorioso yo

hoy en particular 25

en ti del Hombre tengo de quedar,

mas del Hombre en común,

no solo según Pablo, mas según

Job, y según David,

pues hablando los tres en esta lid, 30

en tres tiempos, en tres

leyes que te han de suceder después,

a tres voces dirán:

uno, todos pecaron en Adán;

otro, en pecado concebido fui, 35

y otro, perezca el día en que nací.

Hombre Sí dirán, mas también

dirá antes en su Génesis Moisén

que si una mujer fue

mi ruina, de otra el no mordido pie 40

de tu frente infeliz

quebrantará la indómita cerviz.

Demonio Tarde o nunca será;

y porque veas cuán lejana está

esa esperanza en ti, 45

has de ver que pasando desde aquí

a alegórico frase el historial

y a místico sentido el literal,

siendo del cielo el siempre azul pensil,

del suelo siendo el tarde verde abril, 50

teatro, escena y dosel,

te represento en él

sin remedio avasallado ya

de mi absoluto imperio el tuyo está;

pues siendo una la culpa de los dos, 55

en querer tú también ser como Dios,

al que pudiste tú por ti ofender

tú por ti no podrás satisfacer.

Y para que mejor

en tu pena se explique mi rencor, 60

atiende cómo empieza desde aquí

la representación.

Hombre ¿Quién? (¡Ay de mí!)

Demonio Toda la gran Naturaleza que,

en ti comprometida llora, en fe

de que a tan grande fin, 65

la autoridad la valga de Agustín,

cuando mire en el águila de Juan

al pecador, metáfora de Adán.

(Apártanse los dos a un lado atendiendo a la Naturaleza humana, que sale suelto el cabello, a medio vestir y desaliñada, representando como con llanto y lástima.)

Naturaleza humana Hermosa fábrica altiva,

que fuiste en tu edad primera, 70

según los profetas, nada,

y caos según los poetas.

Tú, que en la faz del abismo,

sobre cuyas ondas era

el espíritu de Dios 75

llevado, te viste envuelta

de oscuras tinieblas hasta

que la Summa Omnipotencia,

sin necesitar de ti,

pues se gozaba en sí mesma, 80

por ostentarse Criadora

y comunicarse Inmensa

dividió al primero día

las luces y las tinieblas,

mostrando que en el principio 85

crió Dios el cielo y la tierra.

Tú, que al segundo miraste

sobre el firmamento puestas,

divididas de las aguas,

las aguas, cuya soberbia, 90

para que no se desboque,

dorado freno de arena

tiene a raya, porque Dios

le está tirando la rienda,

dejando su agregación 95

la tez aterida y yerta,

hasta que al día tercero

los esmaltes de la yerba

la vieron de árboles, plantas,

flores y frutos cubierta. 100

Tú, que al cuarto claro día,

a quien siguió la funesta

cuarta noche, presidir

viste esas lámparas bellas

de Sol y Luna, de quien 105

la innumerable caterva

de tanto esplendor mendiga

luces para las estrellas.

Tú, que, al quinto, poblar viste

aire y mar de tan diversas 110

especies como sus golfos

nadan, sus páramos vuelan;

bien, como al sexto, habitar

de los montes y las selvas

ya las floridas campañas, 115

ya las campañas desiertas,

tantos varios animales.

Y tú, en fin, que por postrera

obra de Dios, en que echaron

el resto sus excelencias, 120

viste que, inspirado el barro

de su anhélito, a materia

tan tosca dio alma tan noble,

que en la duración de eterna

es de fe que la crió 125

a su semejanza mesma.

Atiende a mi voz, atiende



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