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En "Los cabellos de Absalón", Calderón desarrolla la historia bíblica de Amón y Tamar, añadiendo al relato primitivo no pocos elementos de su propio ingenio. Esta edición fija el texto de la obra y lo depura de los insertos y modificaciones ajenas a la voluntad del autor. El resultado es un texto muy diferente al que la tradición había recogido hasta ahora, e inaugura nuevas perspectivas para el análisis de su contenido filosófico, político y de crítica social.
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Seitenzahl: 228
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Pedro Calderón de la Barca
Los cabellos de Absalón
Edición de Alfredo Rodríguez López-Vázquez
INTRODUCCIÓN
La historia de Tamar, Amón y Absalón
La azacaneada transmisión del texto
Del relato bíblico al espectáculo teatral
El segundo acto, la muerte de Amón y dos hipótesis sobre el texto perdido
La creación de Jonadab como gracioso
Supresiones, añadidos y alteraciones
La intrusión de Eliezer como Eleazar, ajena a Calderón
Ensay es Cusay y Teuca es Tecua: un problema de mala transmisión textual
Transmisión, deturpación y recuperación del texto
Forma, función y significación de la métrica de Los cabellos de Absalón
El descalabro visual de la ominosa «T»
La precedencia textual de la edición Vera Tassis
Entre Eurípides y Aristófanes
ESTA EDICIÓN
BIBLIOGRAFÍA
LOS CABELLOS DE ABSALÓN
Jornada primera
El mayorazgo
Jornada [segunda]
Jácara
[Tercera jornada]
Los flatos
CRÉDITOS
Introducción
La atribución de Los cabellos de Absalón a don Pedro Calderón de la Barcaes sólida y fiable, porque es el propio Calderón el que confirma que escribió una obra con ese título. Lo confirma en su carta al Duque de Veragua en 1680 y en esa tardía fecha ya se había publicado, en efecto, una obra a su nombre llamada Los cabellos de Absalón. Don Juan de Vera Tassis y Villarroel la incluyó en 1685 en sus ediciones calderonianas reproduciendo una edición contemporánea a la toledana de 1677, ambas unos cincuenta años posteriores a la fecha más probable de composición de la obra que, por diversas vías críticas convergentes, debemos situar en el quinquenio 1625-1630. Es decir, el texto trasmitido por esta edición que le sirve a Vera Tassis y al impresor Francisco Sanz para la suya es un texto que corresponde a una fase muy tardía en la transmisión, una fase en donde resultaría muy ingenuo sostener que el texto original se haya mantenido incólume. Conviene admitir la hipótesis alternativa, refrendada por muchos otros casos de transmisión deturpada de los textos originales, que en cincuenta años y probablemente tras pasar por varias compañías distintas, el texto haya sufrido modificaciones de cierta enjundia y calado. Un ejemplo muy claro de hasta qué punto pueden llegar esas intrusiones ajenas al autor nos lo da la comedia editada a nombre de Lope con el título El alcalde de Zalamea, que en realidad, conforme al propio texto, parece haberse llamado El más justo juez, del mismo modo que la afortunada remodelación hecha por Calderón (y atribuida también a Rojas Zorrilla), se editó con el título deEl garrote más bien dado. Ediciones, a nombre de Calderón o de Rojas Zorrilla, que, ya a mediados de siglo, han perdido bastantes versos y tal vez alguna escena, en ese primer cuarto de siglo de la transmisión, en la que probablemente el texto ha sufrido reajustes de las compañías que lo representaron durante esas dos décadas. En este caso de la historia del alcalde Pedro Crespo el texto editado a nombre de Calderón o de Rojas, básicamente el mismo, anda por los 2700 versos, cuando los textos de las comedias de Calderón impresas hacia 1635 están entre los 3000 y los 3300 versos. No podemos descartar que, conforme a los avatares de la transmisión, si un texto editado con 20 años de distancia puede presentar hasta 300 versos (o más) de pérdida, otro texto editado cincuenta años después, puede haber perdido no menos de 500 versos. De hecho disponemos de bastantes ejemplos de ello.
Sin embargo, en la obra que nos ocupa si nos atenemos a esa primera ediciónde la que deriva la de Vera Tassis y Sanz, el texto parece tener más de 3200 versos, es decir, un caso inusual y milagroso de conservación de un texto tras medio siglo de avatares en su transmisión. A este primer misterio hay que añadir un segundo misterio, el segundo acto de Los cabellos de Absalón casi es coincidente con una obra atribuida a Tirso (pero también a Godínez y a Claramonte), llamada La venganza de Tamar. Obra recibida con alborozo por la crítica tirsiana, que ha transmitido la idea de que tal coincidencia textual sería un ejemplo de la admiración que don Pedro tenía por la obra del mercedario Téllez. Conjetura muy de circunstancias, que solo está apoyada por un hecho puntual del año 1636: la publicación de la Quinta parte de Tirsotuvo como censor a Calderón, que le da el visto bueno con el habitual elogio de compromiso con el que los censores avalaban la publicación del volumen sin riesgo para la salud moral del lector. Creo que la idea de «declarar su admiración» por la obra de Tirso en lo que es llanamente un elogio de compromiso se parece mucho a una extrapolación de intenciones. Calderón se limitó a dar el preceptivo informe aprobatorio a una edición de comedias del fraile mercedario cuando ya Téllez se acercaba a los 60 años de vida. Exactamente 57 años, en tanto que nacido en 1579. La idea de que los elogios de compromiso del censor son una evidencia de la admiración por la obra de Tirso puede que sea exagerada y no está avalada por ningún documento fuera de ese obligado elogio de censor de comedias. En cuanto a la fiabilidad de esta atribución a Tirso, hay que tomar en consideración lo siguiente: en la Segunda parte, editada por el mismo Francisco Lucas de Ávila, ya Tirso advirtió en el prólogo que solo cuatro de las doce comedias eran suyas. La venganza de Tamar, incluida en su Tercera parte (1634, pero con aprobaciones desde el 13 de septiembre de 1633) a cargo de un sedicente1 sobrino suyo, tiene a otros dos autores alternativos: Felipe Godínez y Andrés de Claramonte.Y hay varias comedias de esa Tercera parte tirsiana que tienen candidatos alternativos.
La atribución a Claramonte de esta obra reposa en un documento que tiene aval muy consistente: el repertorio de la compañía de Juan Jerónimo Almella, incautado en 1628 por las autoridades valencianas, repertorio a la vez escueto (solo tres autores) y consistente: quince obras de cada uno de los tres autores: Lope de Vega, Mira de Amescua y Andrés de Claramonte. Si La venganza de Tamar no fuese de Claramonte, sería el único caso conocido de una comedia de esas quince que estuviese mal atribuida. La más conocida de ese repertorio es El gran rey de los desiertos, San Onofre, cuya representación está fechada en 1620 en el corral del Coliseo de Sevilla. Y El gran rey de los desiertos guarda muchos puntos de contacto con La venganza de Tamar, entre ellos uno muy llamativo: el uso repetido de la silva de pareados aA, que luego adquirirá gran popularidad con el parlamento inicial de La vida es sueño.
Por lo tanto, en una comedia de atribución dudosa a tres autores distintos, no está de más contemplar la hipótesis de que ese tercer acto coincidente con el segundo de Los cabellos de Absalón no sea un ejemplo de «robo intelectual» por parte de Calderón, sino más bien un ejemplo de intervención de una compañía, ajena al autor, para completar texto en una comedia que se ha transmitido con el desgaste habitual en medio siglo de representaciones. No es una conjetura, sino una hipótesis, concepto que no es el mismo y que no tiene las mismas implicaciones teóricas y prácticas. Una hipótesis remite a un problema teórico que no se ha podido resolver con los datos de que se dispone, de manera que la hipótesis propone un marco interpretativo nuevo en el que esos datos encajan de otra forma e implican un nuevo marco teórico. Una conjetura, en cambio, es una propuesta que no se puede demostrar y que se asume acudiendo a la fe, ya que no se dispone de documentación nueva. La variante llamada «conjetura ad hoc» tiene una particularidad notable: se emite para paliar una evidencia y tampoco tiene respaldo teórico ni documental. Utilizar conceptos como hipótesis y conjetura como si tuvieran el mismo valor indicial o heurístico es confundir la fe con la razón. La hipótesis que vamos a manejar es que la última compañía que dispuso del manuscrito de Los cabellos de Absalón, ya dentro del período 1670-1676, se encontró un texto muy deturpado en los actos segundo y tercero, aunque casi íntegro en el primero, de casi mil versos. Y que esta compañía es la responsable de insertar el tercer acto de La venganza de Tamar como segundo acto de Los cabellos de Absalón. Esta hipótesis, que implica que Calderón es ajeno a ese añadido tardío, deshace la conjetura ad hoc de que Calderón habría usurpado un acto de La venganza de Tamar, obra tradicionalmente atribuida a Tirso. En realidad, y de forma mitigada o tímida, la hipótesis de una intervención ajena al autor ya ha sido propuesta por Felipe B. Pedraza en las reflexiones finales de su artículo sobre este problema. Paso a la cita textual de estas conclusiones, que comparto parcialmente:
1.No me parece posible que Calderón, que escribió Amor, honor y poder en 1623 o El sitio de Bredá en 1625, redactara por las mismas fechas el tercer acto de La venganza de Tamar. Estamos ante dos concepciones de la lengua literaria muy distintas y en cierta medida opuestas: conceptismo dilógico y metáforas caprichosas y vulgarizantes frente a elaboración cultista del estilo. [Comparto plenamente esta conclusión de Pedraza.]
2.Calderón, o la compañía encargada de estrenar su tragedia revisó el texto de Tirso y lo manipuló con pericia para adaptarlo a su sistema dramático y a los gustos imperantes en los años centrales de la década de 1630. De ahí la supresión de las canciones y del zéjel, reminiscencia de las comedias villanescas y bíblicas (hay toda una bucólica veterotestamentaria) al estilo de Lope y Tirso. En esa operación cayeron, por voluntad del adaptador, algunos juegos conceptistas y en ocasiones se produjeron ciertos desajustes no deseados. [Comparto la idea de la intervención de una compañía, pero disiento en la conjetura de que eso se haya hecho en la década de los 30. Probablemente es bastante más tardía, en la segunda mitad del siglo.]
3.El texto de que dispuso la compañía que estrenó Los cabellos de Absalón era el del acto tercero de La venganza de Tamar en una versión distinta a la impresa en 1634. Los editores posteriores a BM se van separando de él para subsanar las erratas del primer impreso conocido. [Esto no concuerda con los hechos documentados. Son derivaciones ad hoc que tienen otra explicación alternativa, como más adelante se sostiene. La intervención de la compañía que inserta el tercer acto de Tamar se debe de haber hecho cuando ya el texto de Absalón está muy deteriorado y ha perdido escenas o secuencias del texto original. La inserción, ajena al autor, de una réplica adaptada del tercer acto de Tamar se debe de haber producido cuando ya el texto de Absalón ha quedado reducido a 2200 versos y requiere intervención del autor de la compañía.]
4.Con estos datos no encuentro más que una hipótesis, la ya expuesta por Sloman, para explicar la indebida apropiación calderoniana: la falta de tiempo. [Disiento: hay otra hipótesis mucho más sólida, que asume que Calderón no tiene nada que ver con la ulterior intervención de la compañía, hacia 1670: que a lo largo de medio siglo el texto original de Calderón se había deturpado tanto que el conjunto de las dos últimas jornadas tenía una extensión similar a una sola jornada y requería una intervención drástica de la compañía]2.
LA HISTORIA DE TAMAR, AMÓN Y ABSALÓN
La historia de la violación de Tamar por su medio hermano Amón y la venganza urdida por Absalón, hermano de Tamar tanto de padre como de madre, se cuenta en el Segundo Libro de Samuel, y también las Antigüedades de Flavio Josefo, así como en resúmenes transmitidos por distintas crónicas medievales. Su persistencia en el Romancero garantiza una amplia popularidad en los tiempos de Felipe II y su presencia constante en los de Felipe III. No se trata, pues, de un tema de erudición bíblica, sino de difusión cultural por varias vías paralelas, tanto cultas como populares. Hasta tal punto popular que las versiones más próximas al tiempo de Claramonte y Calderón ya derivan a los personajes originarios y los transforman en entidades medievales. El tema, un ahondamiento en elincesto lateral, distinto del edípico, que es materno-filial, permite muchas aproximaciones y su pervivencia hasta el siglo XXI es rastreable en muchas derivaciones populares y afines a la cultura de masas. Entrar en ese terreno sería perderse innecesariamente, porque lo que nos interesa es dilucidar un problema central del teatro barroco: las fuentes usadas por Calderón y los vericuetos de su transmisión textual. Pero, sobre todo, el deslinde del texto (del verdadero texto del autor), una vez despojado de los añadidos introducidos por la última compañía que lo representa antes de que llegue a imprenta en el decenio de 1671-1680. Para ello hay que empezar por rescatar el texto bíblico del Segundo Libro de Samuel, 13-18. La historia evocada por Calderón comienza con el regreso triunfal de David a Jerusalén, tras su incursión militar en Rabá o Rabbat o Rabata. El epígrafe 13 dice así:
Aconteció después de esto que, teniendo Absalón, hijo de David, una hermana hermosa que se llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón, hijo de David. (2) Y estaba Amnón angustiado hasta enfermarse por Tamar, su hermana, pues por ser ella virgen le parecía a Amnón que sería difícil hacerle cosa alguna. (3) Y Amnón tenía un amigo, que se llamaba Jonadab, hijo de Simea, hermano de David, y Jonadab era hombre muy astuto. (4) Y estele dijo: Hijo del rey, ¿por qué de día en día vas enflaqueciendo así? ¿No me lo descubrirás a mí? Y Amnón le respondió: Yo amo a Tamar, la hermana de Absalón, mi hermano. (5) Y Jonadab le dijo: Acuéstate en tu cama y finge que estás enfermo, y cuando tu padre viniere a visitarte, dile: Te ruego que venga mi hermana Tamar, para que me dé de comer y prepare delante de mí alguna vianda, para que al verla yo la coma de su mano. (6) Se acostó, pues, Amnón y fingió que estaba enfermo y vino el rey a visitarle. Y dijo Amnón al rey: Yo te ruego que venga mi hermana Tamar, y haga delante de mí dos hojuelas3, para que yo coma de su mano. (7) Y David envió a Tamar a su casa, diciendo: Ve ahora a casa de Amnón, tu hermano, y hazle de comer. (8) Y fue Tamar a casa de su hermano Amnón, el cual estaba acostado, y tomó harina y amasó e hizo hojuelas delante de él y las coció. (9) Tomó luego la sartén y las sacó delante de él, mas él no quiso comer. Y dijo Amnón: Echad fuera de aquí a todos. Y todos salieron de allí. (10) Entonces Amnón dijo a Tamar: Trae la comida a la alcoba, para que yo coma de tu mano. Y tomando Tamar las hojuelas que había preparado, las llevó a su hermano Amnón a la alcoba. (11) Y cuando ella se las puso delante para que comiese, asió de ella y le dijo: Ven, hermana mía, acuéstate conmigo. (12) Ella entonces le respondió: No, hermano mío, no me hagas violencia, porque no se debe hacer así en Israel. No me hagas tal vileza. (13) porque ¿a dónde iría yo con mi deshonra? Y aun tú serías estimado como uno de los perversos en Israel. Te ruego, pues ahora, que hables al rey, que él no me negará a ti. (14) Mas él no la quiso oír, sino que, pudiendo más que ella, la forzó y se acostó con ella. (15) Luego la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón: levántate y vete4.
Esto es lo que Calderón desarrolla en la primera jornada de Los cabellos de Absalón en una construcción dramática de rigurosa maestría y calculado ajuste entre todos los elementos que configuran el drama5. Conviene fijar con claridad el uso de la fuente bíblica y conviene también tomar en consideración el tratamiento previo de La venganza de Tamar, atribuida a Tirso por su sedicente sobrino Francisco Lucas, a Godínez por el editor de la suelta y por la mano que enmienda el manuscrito de 1632, añadiendo «de Godínez» a la indicación «anónimo» y a Claramonte por el documento más antiguo (1628), avalado por la evidencia de que cuatro de las obras están atestiguadas, sin que ninguna de las diez restantes pueda atribuirse a un autor que no sea Claramonte. Habiendo tres autores en liza parece sensato y razonable aludir a La venganza de Tamar, de autoría controvetida, y no admitir, sin escrutinio previo, que tal obra sea de Tirso, dándole fe a un sedicente sobrino que en la Segunda parte de Tirso había editado, junto a cuatro obras suyas, otras ocho ajenas, de varios autores como Vélez de Guevara, Mira de Amescua, Claramonte o Ruiz de Alarcón. Conviene insistir aquí en las conclusiones de la tesis doctoral de María Torre Temprano (Pamplona, 1975) que, aplicando una metodología rigurosamente basada en Morley y Bruerton, concluye que El condenado por desconfiado es obra ajena a Tirso, sin poder aportar otro autor alternativo. La reciente tesis doctoral (Valencia, 2021) de Nàdia Revenga García ha escrutado este asunto, concluyendo que la obra coincide al 83 por 100 con rasgos de Claramonte y solo al 16 por 100 con rasgos de Tirso. Se trata de datos objetivos que se deben asumir y que aconsejan no atribuir a fray Gabriel Téllez obras que no le corresponden. El corolario de todo esto es muy sencillo: se puede explicar Los cabellos de Absalón sin recurrir al texto previo de La venganza de Tamar, asumiendo la hipótesis de que el segundo acto de la edición suelta es en realidad un acto introducido por una compañía teatral en fecha muy tardía, con el fin de ajustarlo a la medida típica de algo más de tres mil versos. Lo que realmente es de mano de Calderón (y en esto no hay dudas ni debates) es el conjunto del primer acto y todo el extenso tercer acto, pero no el texto intruso del segundo, obra de la última compañía que se encuentra con un texto demasiado breve para una representación.
LA AZACANEADA TRANSMISIÓN DEL TEXTO
Antes de que Vera Tassis aborde en 16816 su edición de la obra ha habido, como mínimo, dos ediciones previas, una de ellas en una colectánea extravagante de 1677 en Toledo que, sin duda, procede de una edición anterior, tal vez o probablemente, una suelta, con lo que no podemos descartar por completo que esa suelta previa sea de ese mismo año y que corresponda al ejemplar que le sirvió a Vera Tassis para su edición. Las numerosas omisiones de versos aislados que presenta el texto de Toledo (T) respecto a Vera Tassis no tienen contrapeso; es decir, no hay ningún verso que esté omitido en Vera Tassis y presente en esas otras ediciones. Posteriormente a Vera Tassis tenemos una buena docena de ediciones de la obra, que básicamente podemos distribuir en tres familias distintas, alguna de ellas familia monoparental. Evangelina Rodríguez Cuadros las ha ordenado y agrupado para luego abordar su propuesta textual, bajo el prudente epígrafe general «Hacia una edición crítica». En este sentido, la aportación de Rodríguez Cuadros es interesante y valiosa, pero sus decisiones concretas no siempre están bien fundamentadas.
Es el caso del verso 122. Transcribo la reflexión crítica previa que da en su página 94 comparando las tres variantes:
BM: Uno solo sin ella le atormenta
T, BL, AMS, JP: Uno solo sin ella ¡Oh ingrata, oh fiera
Y, definitivamente, en la versión de VT:
Uno solo sin ella. ¡Oh ingrata y descontenta
Finalmente para su edición, Evangelina propone uno sin ella. ¡Oh, ingrata y descontenta, verso métricamente correcto, pero discutible, en tanto que reduce el común «uno solo sin ella», que los tres testimonios comparten, a «uno sin ella», para asumir el resto de la lección de Vera Tassis. Hagamos constar en primer lugar que la secuencia inicial «uno solo sin ella» consta de siete sílabas y tiene el preceptivo acento en sexta, con lo que el endecasílabo se puede completar de dos formas: una secuencia que comience en vocal haciendo sinalefa con «ella» seguida de cuatro sílabas más, o bien una secuencia de cuatro sílabas comenzando por consonante y que rime con «atormenta». Sorprende que Vera Tassis añada «Oh ingrata» para acompañar a «descontenta», creando varias sílabas supernumerarias. El verso «uno solo sin ella, ¡oh descontenta» ya es un endecasílabo impecable que rima con «atormenta». Lo que sobra es el adjetivo «ingrata» y sorprende que Vera Tassis introduzca esta enmienda con un adjetivo procedente de T, BL, AMS y JP. Parece más creíble admitir que Vera Tassis está repitiendo un verso incorrecto de la fuente que utiliza sin advertir la intrusión de un adjetivo innecesario y que altera la medida del verso. La enmienda de Rodríguez Cuadros: uno sin ella, ¡Oh ingrata y descontenta implica una alteración del original al suprimir un vocablo común a todas las variantes.
Más problemas presenta la otra propuesta de intervención en el verso 94. Transcribo la propuesta y análisis de Rodríguez Cuadros:
BM: ignorada la raya de la ventana
T, BL, AMS, JP, JP, GE: ni ver la clara luz y soberana
Veamos que Vera Tassis escribirá: ni ver la luz hermosa y soberana
Con lo que parece evidente que ha seguido el stemma de T. (pág. 93).
En realidad el problema es otro: el verso transmitido por BM no es ningún endecasílabo, sino una secuencia de doce sílabas de difícil explicación. A cambio, en un verso T (y derivadas) correcto métricamente y eficaz estéticamente hay que preguntarse la razón por la cual Vera Tassis lo altera innecesariamente. Solo se me ocurre una explicación coherente: que Vera Tassis no está modificando el verso T, sino enmendando un verso incompleto, del tipo: ni ver la luz y soberana. Secuencia a la que faltan varias sílabas y que se puede suplir añadiendo un adjetivo antepuesto o pospuesta al sustantivo «luz». La enmienda de Vera Tassis es atinada pero innecesaria y tan solo explicable si está enmendando un verso de medida incorrecta. Otra cuestión es cómo explicar el sorprendente verso de BM, que mantiene la rima, pero no la medida ni la lógica sintáctica ni semántica.
Mayores problemas aparecen en el análisis y propuesta de Rodríguez Cuadros para el verso 932:
Asimismo VT se aproxima más al elegir la mayor corrección métrica del verso 932:
BM: Ea, ¿no es eso?
T, BL, AMS: Ea, ¿no me dices eso?
VT: todos, ¿no me dices eso?
Esto me parece importante, porque VT podría así tener una hipotética base para su edición y no asentarse —como algunos se han empecinado en afirmar— en intuiciones restauracionistas más o menos hábiles. De ese modo VT se apartaría en momentos decisivos de BM (coincidentes con el texto tirsiano, por cierto) para darle a su edición una mayor impronta de la personalidad calderoniana.
Vayamos por partes, tanto BM como el conjunto T, BL, AMS comparten un mismo principio, bastante discutible: el comienzo del verso con un «Ea», que tiene todo el talante de un ripio métrico. La enmienda VT, que implica un encabalgamiento de «todos» con el verso anterior tal vez no sea ninguna enmienda, sino la evidencia (conjetural) de que Vera Tassis está siguiendo un texto más correcto en este pasaje concreto que el que sigue la línea BM, T, BL, AMS, con una muy discutible apoyatura bisilábica. Concuerdo con Rodríguez Cuadros en que el cotejo de variantes demuestra que existe una edición perdida (tal vez una suelta) anterior a T, con límite probable entre 1675 y 1677.
DEL RELATO BÍBLICO AL ESPECTÁCULO TEATRAL
El relato bíblico de las distintas tragedias relacionadas con la Casa de David ofrece distintas posibilidades dramáticas, exploradas con diversas perspectivas, desde Lope de Vega hasta Calderón, pasando por Mira de Amescua, Claramonte, Godínez y otros. Una vez restituido el verdadero texto calderoniano podemos abordar hasta qué punto sigue el marco narrativo establecido por el Segundo Libro de Samuel, desde el regreso de David y su general Joab tras haber aniquilado la ciudad de Rabbat o Rabata y descuartizado sin contemplaciones a sus habitantes7. El relato bíblico, tras la masacre de los ammonitas de Rabbat, se detiene minuciosamente en la historia de la violación o forzamiento de Tamar por su medio hermano Amón o Amnón.
Sucedió después que Amnón, hijo de David, se enamoró de una hermana de Absalón, también hijo de David, llamada Tamar, la cual era en extremo hermosa; y creció tanto en él esta pasión que de amor suyo vino a enfermar, pues como Tamar era virgen, parecíale muy dificultoso poder hacer con ella cosa alguna deshonesta. Tenía Amnón un amigo que se llamaba Jonadab, hijo de Semnea, hermano de David, sumamente astuto. Díjole, pues, este a Amnón: ¿En qué consiste, príncipe mío, que de cada día te vas poniendo más flaco? ¿Por qué no te descubres conmigo? Respondiole Amnón: Estoy enamorado de Tamar, hermana de Absalón, mi hermano. Replicole Jonadab: Quédate en cama, como que estás malo, y cuando venga tu padre a visitarte, dile: Suplícote que venga mi hermana Tamar a darme la comida y me componga ella misma algún plato con que me alimente. Púsose, pues, Amnón en cama y empezó a fingirse enfermo; y habiendo venido el rey a visitarle, díjole Amnón: Ruégote que venga a veme mi hermana Tamar y que en presencia mía me haga un par de hojuelas que coma yo de su mano. Con esto David envió un recado a casa de Tamar y la hizo decir: Anda, ve a casa de tu hermano Amnón y hazle alguna cosa de comer.
Pasó Tamar a casa de su hermano Amnón, que estaba en cama, y tomando harina la amasó y, batiéndola, hizo a vista de él unos pastelillos y, después de cocidos, los puso en un plato y se los presentó. Mas Amnón no quiso comer y dijo: Salgan todos fuera de aquí. Salido que hubieron todos, dijo Amnón a Tamar: Entra la comida a mi aposento para que la reciba yo de tu mano. Cogió, pues, Tamar, los pastelillos que había aderezado y entróselos a su hermano Amnón en el aposento. Y así que le presentó el plato, asió de ella, diciéndole: Ven, hermana mía, duerme conmigo. La cual le respondió: No quieras hacerme violencia, hermano mío, no, pues no es esto permitido en Israel. Mejor será que hables al rey para casarte conmigo, que no rehusará entregarme a ti. Mas Amnón no quiso aquietarse con estos ruegos, sino que, prevaleciendo en fuerzas, la violentó y durmió con ella. Y enseguida la tomó tan extraordinaria aversión que era más intenso el odio que concibió contra ella que el amor con que antes la amaba, y así le dijo Amnón: Levántate y vete de aquí. Replicole Tamar: El ultraje que ahora me haces echándome de esta manera es mayor que el que me has hecho antes. Pero Amnón no quiso escucharla; antes, llamando a uno de sus criados, le dijo: Hazla salir de aquí y cierra tras ella la puerta. Estaba Tamar vestida de una ropa talar de varios colores, traje que acostumbraban usar las doncellas hijas del rey. El criado, pues, de Amnón, la hizo salir fuera del aposento y cerró tras ella la puerta.
Entonces Tamar, esparciendo ceniza sobre su cabeza y rasgando su ropa talar, se fue dando gritos y cubriéndose con ambas manos la cabeza. Díjola Absalón, su hermano: ¿Es acaso que tu hermano ha abusado de ti? Mas por ahora, hermana mía, calla, que al fin es hermano tuyo; no te desesperes por esa desgracia. Con eso, Tamar se quedó en casa de su hermano Absalón, consumiéndose interiormente de tristeza y dolor. Habiendo David oído este suceso, se afligió sobremanera, mas no quiso contristar el ánimo de su hijo Amnón porque le amaba muy particularmente por ser su primogénito. Absalón no habló de esto con Amnón ni en bien ni en mal, a pesar de que le tomó grande odio por haber violado a su hermana Tamar (2 Samuel, 12, 1-32).
Hasta aquí el relato bíblico, que consta de un violador, una víctima y un pérfido consejero, Jonadab; a ello se añade la intervención final del hermano latente, Absalón, que acoge a Tamar, en vista de que el rey David elude sus responsabilidades. La narración incluye tres pasajes dialogales, uno entre Amnón y Jonadab, otro entre Tamar y Amnón y otro entre Tamar y Absalón, que recibe a su hermana ultrajada y le aconseja que, por el momento, no busque venganza contra Amnón.
Esto es lo que corresponde al planteamiento o plan
