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Profundo y sentimental drama teatral de María Rosa Gálvez de Cabrera, que toca temas más relevantes que nunca hoy en día. Seguimos la historia de Nancy, esposa del vividor y cruel Lord Sidney, quien pone su goce personal y sus necesidades muy por delante de las de su esposa. Ultrajada y despreciada, Nancy tendrá que confiar en su dudoso amigo Belford para recuperar a su esposo, aun a riesgo de perder su herencia y perdonar sus engaños. Un drama de sentimientos a flor de piel que nos habla del abuso al que se ha sometido a las mujeres durante siglos.
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Seitenzahl: 69
Veröffentlichungsjahr: 2022
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María Rosa Gálvez de Cabrera
Saga
El egoísta
Copyright © 1804, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726551709
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Comparsa de soldados que acompañan al Gobernador.
La escena es en una habitación de la fonda de Windsor, adornada de sillas y mesa; con dos puertas, una a la derecha y otra a la izquierda
SMITH componiendo una maleta, y BETY limpiando el polvo de las sillas.
SMITH ¡Cuánto siento, señorita,
que os ocupe la limpieza
de este cuarto! ¿No hay criados
en la fonda?
BETY Mejor fuera
que vos lo hicierais por mí; 5
ya que la maldita nueva
de que viene vuestro amo
me trae esta impertinencia.
SMITH ¿Con que es tan mala noticia
que venga Sidney?
BETY Que venga, 10
a mí no me importa nada:
su esposa Nancy pudiera
temer su vista, pues sólo
vendrá a renovar sus penas.
¡Infeliz mujer!, ¡qué poco 15
su virtud y su inocencia
merece Milord Sidney!
Él no puede conocerla,
y así no sabe apreciarla.
Yo sí; que por la experiencia 20
del tiempo que en mi posada
ha vivido, estoy bien cierta
de que ningún hombre es digno
de gozar alma tan bella.
SMITH Bravo, señorita Bety; 25
vuestro elogio me hace fuerza.
Yo no la he servido mucho,
porque siempre mi carrera
hice al lado de Milord;
y aunque a la verdad pudiera 30
presumir que las mujeres
se apoyan por conveniencia,
no quiero entraren disputas;
me sobra vuestra defensa,
para que yo la venere 35
sin replicar.
BETY ¡Qué sospecha!...
(Aparte.)
No necesita Milady
(A él.)
que yo la apoye o defienda:
sin que fuese virtuosa
vos respetarla debierais, 40
que sois al fin su criado;
y si puede vuestra lengua
hablar bien de alguno, nadie
lo merece mejor que ella.
SMITH Pues porque soy su criado, 45
es forzosa consecuencia
que hable mal de mis señores.
Mas decidme: ¿qué os empeña
en vituperar mi estilo?
Vos sois una posadera, 50
y las más de vuestra clase
regularmente se emplean
en saber por los criados
las mañas malas o buenas
de sus amos; que los trae 55
a la posada; y cuál sea
su genio en punto a dinero,
para formarles la cuenta:
mas no exaltan sus virtudes,
que a ellos nada le interesan. 60
BETY No extraño, señor Smith,
que si son de su ralea
los criados, a los amos
desacrediten por fuerza:
pero sabed que en mi clase, 65
y en las demás, hay quien tenga
honradez, bondad, silencio,
y más que todo vergüenza.
SMITH ¡Preciosos y extraños nombres!
Pero hablemos con franqueza. 70
¿Queréis ser en vuestro estado
vos excepción de la regla?
Ya veis que no es regular;
no andemos en etiquetas.
Yo os contaré de mi amo 75
las tramoyas, las empresas,
las aventuras galantes;
y os prometo, que no sea
la historia sobre este punto
muy corta, ni muy añeja; 80
porque es joven del gran tono,
modelado a la moderna:
vos me contaréis a mí,
por modo de recompensa,
qué hace Milady en Windsor; 85
de qué vive, y en qué piensa;
qué solicita del Rey;
quién la acompaña o corteja;
y este último punto, amiga,
es de mucha consecuencia: 90
porque dicen que Milord
Nelson, no obstante que peina
algunas canas, pretende
por medio de sus riquezas
favorecer la virtud 95
desgraciada; y no pudiera
emplearlas mejor, que haciendo
feliz una joven bella.
BETY (Cogiendo una silla.)
¿Sabéis que estoy por romperos
señor Smith, la cabeza 100
con esta silla?
SMITH (Deteniéndola.)
No: basta
con la intención, y se aprecia.
BETY Idos al punto, bribón.
NANCY. DICHOS.
NANCY Bety, ¿qué voces son estas?
BETY No es nada.
SMITH No es sino mucho. 105
Un mal pensamiento era,
que tuvo esta señorita
por mi gallarda presencia;
pero yo no he consentido.
BETY Milady, la mayor prueba 110
de que os respeto, es sufrir
que un pícaro se me atreva.
No quiero vuestros pesares
aumentar; si esto no fuera,
yo os diría...
NANCY Basta, Bety: 115
Smith tendrá más prudencia
en adelante. ¿No has hecho
(A él.)
más que llegar, y ya empiezas,
a dar quehacer, sin más causa
que tu mucha ligereza? 120
Vete; mira en ese cuarto
de enfrente, si está de vuelta
Milord Nelson de palacio;
y dile, que al punto venga
a verme.
BETY Yo iré, Milady. 125
NANCY No es menester. Ve ¿qué esperas?
(A él.)
SMITH Voy, señora. A ver ¿qué tal?
(Aparte.)
Mis conjeturas no yerran.
(Se va.)
NANCY. BETY.
BETY ¿Por qué no dejáis que vaya
yo a serviros? Sois muy buena; 130
y este bribón no merece
ni aun que le mandéis siquiera.
NANCY No, Bety mía; bastante
os ocupa mi asistencia.
Jamás por vuestros criados 135
habéis querido que sea
servida; y viendo que os debo
esta noble preferencia,
¿extrañáis que yo no abuse
de vuestro afecto? ¿Pudiera 140
mandaros continuamente,
quien como amiga os aprecia?
¡Ah, Bety! Siempre en mi pecho
grabadas vuestras finezas
estarán; y quiera el cielo, 145
que recompensarlas pueda.
BETY Vos me avergonzáis, Milady;
¿Necesita recompensa
quien ampara las virtudes?
¡Ojalá que yo pudiera 150
haceros feliz!
NANCY Entonces
os pagaría la deuda
de mi gratitud.
BETY Dejemos
por ahora esta materia;
y decidme, ¿si teméis 155
con la inesperada vuelta
de Milord algún peligro?
Smith, que trajo esta nueva,
quizá se adelantó, sólo
para hacer pesquisas necias. 160
NANCY Ay, Bety, yo bien recelo
que Milord, por la violencia
de su carácter altivo,
todo el buen concepto pierda
que he granjeado en la corte; 165
y todas mis diligencias
en su favor no consigan
más fruto que la vergüenza...
Pero Nelson
(Mirando adentro.)
me retiro,
por si vuestro hijo despierta; 170
que en mi cama se ha quedado
dormido como una piedra,
cuando volvió de paseo.
NANCY Avisadme si es que empieza
a llorar.
BETY No llorará 175
conmigo.
(Se va.)
NANCY, NELSON.
LORD NELSON ¿Quién es un bestia
de un criado, que en mi cuarto
ha entrado, haciéndome señas
misteriosas, para darme
el recado de que venga 180
a veros?
NANCY El mayordomo
de mi esposo.
LORD NELSON Buena pieza
parece el tal personaje;
no es extraño que en la escuela
de Sidney haya aprendido 185
el oficio de trae y lleva.
NANCY ¿Por qué lo decís?
LORD NELSON Lo digo,
porque se puso a la puerta
a observar si estaba solo;
vio que sí, y mil reverencias 190
afectadas entró haciendo:
yo le pregunté ¿quién era?,
y él mirando a todas partes,
temiendo que alguien le viera
cumplir con su comisión, 195
al oído me dio cuenta
de vuestro recado, y fuese
corriendo como si fuera
un delito su embajada:
me enfadó esta impertinencia. 200
NANCY Perdonad, Nelson.
LORD NELSON (Sentándose, y arrimando silla para NANCY.)
Al caso.
Ya estoy sentado, y quisiera
saber qué es lo que mandáis.
Sentaos también porque pueda
escucharos y serviros. 205
Ya conocéis mi franqueza.
NANCY (Sentándose.)
¡Ah! Nelson: vos no ignoráis
mis desgracias; pues apenas
por la muerte de mi padre
empezaron, cuando adversa 210
la fortuna, que hasta entonces
se me mostraba halagüeña,
hizo de mi vida el blanco
de su inconstancia. Ya es fuerza
revelaros el secreto, 215
que en medio de mi pobreza
me obliga a seguir la corte.
Mi esposo, que en breve llega
a Windsor...
LORD NELSON (Levantándose.)
¿Qué estáis diciendo?
¿Aquí viene el calavera 220
de Sidney?, abur, señora.
(Quiere irse.)
NANCY (Le detiene.)
Oídme por piedad siquiera.
Vuestro favor es preciso
que a Milord Sidney proteja.
Nelson, no tengo otro amparo 225
que vuestra amistad.
LORD NELSON (Con viveza.)
¿Por ella
queréis que a un hombre egoísta,