El fuego de la semilla en el surco - Raúl Roa García - E-Book

El fuego de la semilla en el surco E-Book

Raúl Roa García

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Beschreibung

Más que una biografía de Rubén Martínez Villena, El fuego de la semilla en el surco es una de las obras cumbres de las ciencias sociales cubana, pues todavía marca derroteros en los intentos por reflejar, de manera dialéctica y desprejuiciada, eventos trascendentales de la historia antillana. Al tomar como leit motiv la evolución humana y política de Villena, Roa desgrana los avatares de la lucha social en Cuba considerando los rasgos económicos, políticos, sociales y culturales, desde sus orígenes hasta el derrocamiento de la dictadura de Gerardo Machado Morales. Poco escapa a la visión de Roa que, desde su privilegiado protagonismo, devela los intersticios del desarrollo de las fuerzas progresistas en medio de una República mediatizada por la perenne intervención del imperialismo estadounidense. Fruto de dos textos anteriores, que se incluyen en esta edición por primera vez, este libro resulta un texto agudo y provocador, que no solo resalta por la vastedad de su propuesta, sino por el estilo sagaz y renovador de su autor.

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Veröffentlichungsjahr: 2024

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Tomado de la edición de Letras Cubana, 1982.

Edición: Rodolfo Zamora Rielo

Diseño de cubierta: Eloy Hernández Dubrosky

Diseño interior: Julio Víctor Duarte Carmona

Composición computarizada: Idalmis Valdés Herrera

Corrección: Pilar Trujillo Curbelo

Conversión a ebook: Grupo Creativo Ruth Casa Editorial

© Herederos de Raúl Roa García, 2008

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2024

ISBN 9789590625848

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Table of Contents
Roa y la dialéctica informal
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Anexos
Rubén Martínez Villena. Semblanza crítica
Una semilla en un surco de fuego
I
II
III
IV
V
VI
Bibliografía
Libros
Publicaciones periódicas
Datos de autor

Roa y la dialéctica informal

Cuando en 1926 Raúl Roa (1907-1982) conoció a Rubén Martínez Villena (1899-1934), en los locales obreros donde se impartían las clases de la Universidad Popular “José Martí”, fundada por Julio Antonio Mella, quedó impresionado por el carisma de aquel joven poeta y dirigente político. Así surgió una gran amistad, pletórica de admiración y respeto, que inspiró tres textos de Roa sobre la vida y la obra de Rubén. Por primera vez, se reúnen en un mismo volumen, gracias a la anuencia de su hijo, Raúl Roa Kourí, alrededor del último de ellos,El fuego de la semilla en el surco,publicado póstumamente en 1982, que la Editorial de Ciencias Sociales pone hoy en manos del lector cubano.

El primero de estos textos, a la sazón también la primera valoración sobre la poesía de Villena, apareció en el “Suplemento Literario” delDiario de la Marina, el 2 de octubre de 1927, bajo el título “RubénMartínez Villena. Semblanza crítica”. Escrito entre julio y agosto de1927, nació al calor de la iniciativa de los amigos de Rubén —entre ellos Roa— de publicar su obra lírica después de una convalecencia hospitalaria del líder a causa de una pulmonía. El proyecto fue abandonado por el mismo Rubén tras una agria polémica con Jorge Mañach; sinembargo, la semblanza de Roa logró legitimar la poesía de Rubén destacando la hondura estética, humana y política que convertirían a Villena en uno de los líderes indiscutibles de las fuerzas progresistas de la época.

Con la muerte de Rubén, el 16 de enero de 1934, su hermana Judith Martínez Villena y su esposo, el poeta José Zacarías Tallet, retomaron el proyecto de 1927 de reunir la obra literaria del insigne revolucionario. El prólogo a este libro que llevaría por títuloLa pupila insomneestaba a cargo de Enrique Serpa, pero ante la enfermedad del entrañable amigo de la infancia de su hermano, Judith decidió encargarle a Roa su redacción. Otra vez el azar ponía a Roa frente al reto de ahondar en la estatura literaria e ideológica de Rubén y, desde su exilio en Tampa, escribió en 1935 “Una semilla en un surco de fuego”, especie de biografía valorativa a partir de correspondencia familiar y recuerdos personales, en el cual intercala escenas de la vida de Villena con las circunstancias económicas, sociales y políticas del momento histórico en que brilló el héroe. El propio título es una negación de aquella definición que se hiciera Rubén al verse como “una semilla en un surco de mármol”.

Todo esto condicionó que, ante la petición de Rolando Rodríguez en1976 de un prólogo para una edición de las obras de Rubén que publicaría la Editorial Letras Cubanas, se empeñara en escribirEl fuego de la semilla en el surcoque traspasó los límites introductorios y se convirtió en el libro que dejó inconcluso por su repentina muerte.

A lo largo de los años,El fuego de la semilla en el surcoha sido objeto de varias definiciones. Para algunos, entre los que se incluía el mismo Roa, es una biografía de Villena y para otros posee del ensayo biográfico. Esto depende mucho de la percepción de cada uno, pues, como decía el intelectual ruso Mijaíl Bajtín, toda obra posee tantos significados como lectores se enfrenten a ella.

En este libro Roa se acoge a las libertades de creativas de las grandes biografías literarias y haciendo honor a sus influencias vanguardistas, logra concatenar la ficcionalización de circunstancias y personajes, con la fluidez ensayística, el oficio periodístico y el uso de una fraseología chispeante, henchida de agudeza y espontaneidad.

Raúl Roa fue un ideólogo que contribuyó a la instauración en Cuba de políticas culturales modernas. Por eso, además de biografiar a Martínez Villena, traza la biografía de toda una generación, de los desafíos de toda una época. Con una gran pericia, Roa inserta hechos e imágenes que lo convierte a él mismo en un personaje que somete a análisis su propia impronta, logrando un contraste entre el tiempo del narrador y el de la historia que cuenta, como si fuera unalter egounas veces omnisciente y equisciente otras, gracias a la marea del recuerdo y al arte de amasar estrellas.

Cada vez se hace más necesario el estudio de la obra de Raúl Roa; por eso era una necesidad publicar los tres textos juntos para que el lector percibiera la evolución de un creador y de su ideario en tres etapas históricas diferentes. Por otra parte, este libro sale a la luz junto aRaúl Roa: Imaginarios, selección de la doctora Ana Cairo que reúne documentos de Roa, así como valoraciones de contemporáneos y estudiosos de su obra. Algo que coadyuvará a una interpretación más amplia y plural de su legado y del desarrollo del pensamiento político contemporáneo cubano. Sirvan sus obras para entender, como el mismo diría, que “la dialéctica de la realidad puede más que la lógica formal de las presunciones”.

Rodolfo Zamora Rielo

Liminar

El Ministerio de Cultura ha rendido con digno homenaje a Rubén Martínez Villena con la publicación de Poesía y prosa, dos volúmenes en que se conjugan hermoso recipiente y sustancioso contenido.1

1Este título constituye, a mi ver, el más importante jalón de la Editorial Letras Cubanas, que dirigePablo Pacheco. Puedo aseverar —testigo fui de la ardua empresa— que sus inmediatos ejecutores:Radamés Giro,Raúl Martínez yAna María Muñoz se sobrepujan en sus respectivas encomiendas. Indispensable es consignar que, cuantos han contribuido a llevarla a cabo, pusieron idéntica pasión y esmero.

Fue poeta y prosista de subidos quilates. Lo prueba la impresión póstuma de su labor literaria representativa y lo comprueba la abundante cosecha que ahora puede añadirse, gracias al hallazgo de versos inéditos o perdidos en revistas olvidadas y el acceso a su papelería política, rebosante de ensayos, artículos, documentos, manifiestos, declaraciones y cartas, conservada, durante muchos años, por Luis F. Alsina Jiménez. La escala entre prestigio intelectual y valimiento de escritura se corresponde, hoy como ayer, en relaciones exactas. Aún más: durante su ajetreado vivir ya se conocía y reconocía a Rubén como el poeta más relevante y la cabeza política más lúcida de su sazón. Insólitamente, la coincidencia era unánime.

Como le aconteció a Rubén Darío2 al desplomarse José Martí de su fogoso bridón rifle en mano, la interrogante le asaltó a más de uno de alicorta perspectiva o sensibilidad parroquial: ¿qué altura cimera no habría conquistado el joven caído, de consagrarse a las letras, en vez de abdicar el privilegiado señorío para, inducido por irrefrenable impulso de su espíritu magnánimo y constitutivamente refractario a la injusticia, “servir en silencio y desde abajo” a los desheredados de la tierra?

2Rubén Darío:Los raros,Casa Editorial Maucci, Barcelona, 1905.

Sin duda, hubiera uncido las crestas más altas y, tal vez, gozado de sereno otoño entre rimas, libros y nietos; mas, en ese caso, elRubén perdurable sería otro Rubén, si cargado de laureles legítimos, constreñido, en cambio, a proyección reducida en la gestación del tiempo nuevo que demandaba su patria desde las entrañas sangrantes.

Afortunadamente, desoyendo los arpegios aterciopelados de las musas y escuchando las voces ásperas de las masas, eligió otro camino, dándose a riesgosos deberes, severos sacrificios y apostólicas abnegaciones, sin que por ello sus notables y variadas dotes de escritor sufrieran mengua en el ejercicio del liderazgo comunista. Poeta y prosista se transfunden al revolucionario, infundiéndole a su brega política plenitud de sentido. Nunca fue tan genuino el poeta, tan eficaz el prosista, tan señera la calidad humana.

No es ocioso, por tanto, reiterarlo al aparecer la edición enriquecida de su poesía y prosa, en la que se adunan el afán de belleza, la vehemencia patriótica, la sed de horizontes, el latido humano, el clamor de justicia, la porfía sin tregua, el jadeo del gladiador herido y la esperanza intacta en el advenimiento del sueño soñado. La faceta dominante en la breve, intensa y fúlgida existencia de Rubén MartínezVillena es su contribución excepcional como guía, ideólogo, organizador y combatiente marxista-leninista del movimiento obrero, de la juventud removedora y del pueblo trabajador de Cuba. Encarnó él prototipo del intelectual revolucionario de su época, como José Martí lo fue de la suya en el mundo colonial y lo sigue siendo en el mundo neocolonial, que es su verdadero mundo, como lo corrobora Roberto Fernández Retamar en agudo, fuerte y rico ensayo. Rubén ocuparía, por eso, al morir, lugar eminente en nuestra historia.

No era la posteridad inerte del obelisco ni de la superposición enconchada de élites la que le aguardaba. Era la posteridad viva de quien proseguiría, comoJosé Martí yJulio Antonio Mella, librando duelos y batallas después de muerto hasta completar la parábola trunca. Aquella llamarada arrolladora, detenida en pleno fulgor de su energía impelente, renació, con vigores inextinguibles, como ejemplo y conciencia, en la torrentera de desposeídos, discriminados y ultrajados, que le veían, sentían y recordaban como uno de sus dirigentes más sagaces, denodados y desprendidos.

Esa faceta de Rubén, cúspide y síntesis de su carismática personalidad, ha sido hasta ahora, sin embargo, la menos explorada y difundida. Se explica. La insuficiencia de fuentes y documentos que permitieran reconstruirla y valorarla obligaría a sus devotos exégetas y biógrafos a contentarse, diciendo cuanto sabían, con el pregón y el encomio.

Ese aporte ha sido, no obstante, valioso, y, en muy apreciable medida, los testimonios escritos u orales de algunos de sus más cercanos camaradas de lucha comoBlas Roca,Fabio Grobart,Isidro Figueroa,Sarah Pascual,Leonardo Fernández Sánchez,Gustavo Aldereguía,Pablo de la Torriente Brau,Ramón Nicolau,María Villar Buceta,Blas Castillo yJuan Marinello, de su fraternal allegadoJosé Zacarías Tallet o de amigos entrañables comoJosé Antonio Fernández de Castro,Regino Pedroso yEnrique Serpa. Con la publicación dePoesía y prosa, que abarca casi la obra completa —faltan artículos, manifiestos, mensajes, epístolas— es dable emprender la faena. Se dispone ya, cuando menos, de los componentes esenciales para totalizar la biografía que aún está por hacer. Propongo esa aleccionante y urgente tarea a los jóvenes comprometidos en la exhumación vivificada de nuestro pasado revolucionario.

Admiré y quise, sin tasa, a Rubén MartínezVillena, desde el primer día que lo conocí. No exagero: me magnetizó. A muchos les ocurrió igual.

Era yo entonces un jovenzuelo vibrante de inquietudes y disconformidades y él se enrumbaba ya, con paso firme y voluntad resuelta, hacia el vórtice de la tormenta revolucionaria. Fiel legatario deMella, había revitalizado laLiga Antiimperialista y fortalecido laUniversidad Popular José Martí. Inicialmente asesor jurídico de laConfederación Nacional Obrera de Cuba, luchaba ya por las reivindicaciones de los trabajadores y la unidad de acción del movimiento obrero, desarticulado por la represión y debilitado por la influencia todavía devastadora de las concepciones anarcosindicalistas y reformistas. No demoraría en integrarse a su vanguardia revolucionaria, constituida por un puñado de infatigables combatientes que, con una dirección en crisis y aislados aún de las masas, se enfrentaban sin vacilaciones al terror gubernamental, a la campaña de calumnias de las clases dominantes, a la confusión ideológica sobreviviente en los sindicatos y a la parálisis que parecía invadir incluso a sectores pugnaces del pueblo cubano, intoxicado en buena parte por el sahumerio delirante de la guataquería y el ditirambo orquestado de la prensa sobornada.

Conservo nítida vivencia de aquel primer encuentro conRubén. Fue en umbroso edificio de La Habana Vieja, hogar de su hermana Judith y de su cuñado José Zacarías Tallet y sede delColegio Hoyo y Junco y de laBiblioteca Falangón, dependencias de laSociedad Económica de Amigos del País. Los exangües resplandores del crepúsculo se desleían en los vetustos espejos de la fresca sala.

Mella imponía, a primera vista, por su tipo apolíneo con talante antillano. La apostura deRubén emergía de su ignición interna, como surge de brasas invisibles el ardor que estremece la escultura dionisíaca. De estatura mediana, cuerpo frágil, cabellera tempestuosa de reflejosentre castaños y áureos, palidez con leve tinte rosáceo, frente cogitabunda, nariz venteante, labios finos, mentón partido y manos elocuentes. Pero lo que más sobresalía e impresionaba de su estampa física eran sus ojos verdes transparentes y taladrantes, verdeazules a veces, ora rojoverdes, según los encandilara el entusiasmo o la indignación. Cuando abría los párpados de improviso, daba la extraña sensación de que se le fugaban un instante de las órbitas.

Fruiciosa ironía, sofrenada amargura o fruncido desdén irrumpía, en ocasiones, en la fluencia cordial de su sonrisa. Si grave de tono y sobrio a menudo en el trato externo, cuando se ganaba su intimidad, decidor y jovial. Conversador extraordinario, saltaba de un tema a otro con sorprendente maestría, hasta cautivar al interlocutor. Polemista temible: rendía o machacaba. Su poder de persuasión solía ser irresistible. Y, como luciéndole de oculta veta, siempre más preocupado por el prójimo que de sí mismo. En su espíritu múltiple entrechocaban acordes y contrapuntos sin deshilachar la armónica urdimbre de la sinfonía.

Aquel día yo aludí a su poesía con fervor de catecúmeno. Acababa de leer, en el consultorio médico deGustavo Aldereguía, una selección de sus poemas publicada en la revistaCuba Contemporánea. Me asombró que, con sutil disimulo, orillara el asunto. Andaba a punto de colgar la lira junto a su “muceta de doctor”.

Centró la plática en la ominosa situación del país y me habló, largo y tendido, de los deberes de la juventud estudiantil frente a la servidumbre colonial impuesta por el imperialismo norteamericano y la feroz dictadura deMachado, engendro y sustento de su rampante dominio. La disyuntiva era inexorable: complicidad o rebeldía. Sus anatemas y admoniciones destellaban como ascuas. Me incitó a ingresar como miembro en laLiga Antiimperialista y como profesor en laUniversidad Popular José Martí. Esa misma noche, asistí a la reunión de la Liga... convocada en la Biblioteca Falangón.

Uno de mis primeros artículos fue una apología encendida del poeta y el hombre. Vertí, más tarde, en otro, mientras se velaba su cadáver, puño en alto, el dolor revolucionario de su temprana desaparición. Le dediqué después, a lo largo de los años, numerosos recordatorios y un incompleto esbozo biográfico y, ya triunfante la Revolución, evoqué los frutos radiosos fe la semilla que, en días anhelantes, sembró en un surco de fuego.

No me es factible ahora hacer lo que quisiera. Requiere un tiempo y una concentración que no dispongo. He tenido que escribir estas páginas antes o después de cumplir la intensa jornada cotidiana, ora en la noche profunda o en la rompiente amanecida, atento siempre a los reclamos imprevistos del deber. Me sentiría satisfecho, empero, si pudieran servir de preámbulo a un estudio mayor sobre la significación y trascendencia de la actividad deRubén Martínez Villena como máximo conductor de la lucha antiimperialista, de la clase obrera y de las masas populares en una etapa fundamental del proceso revolucionario de Cuba.

 

R. R.

La Habana, 1981.

1

“Ninguna huelga durará veinticuatro horas bajo mi gobierno”, rebuznaríaGerardo Machado, dando rudos manotazos sobre el límpido mantel, en el pantagruélico festín con que le ceban la egolatría banqueros y politicastros yanquis días antes del 20 de mayo de 1925, en que se agarró a la suprema mayordomía de la neocolonia como el macao a su valva. “Conmigo no se juega. A los estudiantes, periodistas y políticos que se me opongan los compro, los encarcelo, los deporto o los mato. Pero no tendré contemplaciones con los obreros ni con los comunistas”, dirá a su retorno, con dejo bestial, ante su corte de manengues, granujas, bufones y paniaguados. Se inauguraba en Cuba el ejercicio zoológico del poder, consustancial a los regímenes fascistas.Mella lo había anunciado: “Mussolini tropical.”

El 20 de marzo de 1930 la capital y Manzanillo amanecen paralizadas y varias ciudades de la Isla afectadas por una huelga general que, organizada por el proscriptoPartido Comunista, ha convocado la ilegalizadaConfederación Nacional Obrera de Cuba y dirige a cara descubierta Rubén MartínezVillena. No se formulan sólo reivindicaciones económicas y sociales en el pliego elaborado: se plantean, asimismo, fuertes demandas políticas. Ardía la atmósfera. ElCentro Obrero de La Habana, puesto de mando de la audaz y puntual operación, era un hervidero. Veinticuatro horas después —lapso prefijado— los huelguistas retornaban, desafiantes, a sus centros de labor y sobre la cabeza de Rubén MartínezVillena pendía la orden de Machado de suprimirlo, donde quiera que se le hallase.

Una década atrás, el arrojado y diestro timonel de esa proeza arribaba a los veintiún años y la yema de sus desvelos era la poesía. Quizá semejante mutación incite, a más de uno, a rememorar los prodigios de la leyenda o los mitológicos avatares de los antiguos titanes. Se extraviarían, indefectiblemente, en retórica selva de fantasmagóricas ramazones. Esta vez, Prometeo era de carne y hueso y la fantasía de los aedas incapaz de concebirlo. ¿Cómo habrían podido imaginarlo totalmente desentendido de los secretos inventados del cielo y sólo interesado en arrancar las injusticias reales, dimanantes de la sociedad fundada en la explotación del hombre por el hombre?

Sobra apelar a artificiosos ornamentos de lenguaje para dar cuenta de lo acaecido: el poeta dimitía, irrevocablemente, de seguir viviendo ensimismado en el verso, para volcar su vida a raudales, hasta la inmolación inclusive, en bien de los demás. Y, al abjurar de su progenie pequeño burguesa, puntal oscilante del mundo feneciente, e incorporarse al proletariado, portador indoblegable del mundo que nacía, ofrendábase a la emancipación de la clase social que, “por representar la pérdida total del hombre, sólo puede encontrarse a sí misma encontrando, de nuevo, al hombre totalmente perdido”.3

3Carlos Marx yFederico Engels:Ideología alemana,s/n.

Mediante las antenas de la sensibilidad, la reflexión, el estudio y la experiencia, había descubierto que sólo entregándose a esa causa lograría cauce y norte “aquella fuerza concentrada, colérica, expectante”, que reclamaba, desde “el fondo sereno de su organismo”, una “función oscura y formidable”. Su “anhelo impreciso de árbol”, su “impulso de ascender hasta rendir montañas y amasar estrellas” y su afán de “crecer hasta lo inmensurable” asumían formas concretas. “Tu vida tendrá luz plena de mediodía”, habíale vaticinado el GeneralísimoMáximo Gómez, acaso sobrecogido por los ojos resplandecientes y las precoces gravedades del infante. Si era cierto que su niñez había tenido un “esplendor de aurora”, algo “grande” que hacer “aquí” le reservaba la vida, como suplicara, con robusto acento, “el gigante” que anida en su pecho quebradizo.

Bastaría con accionar la manivela mágica de la máquina del tiempo para que se proyectase, en devenir, el proceso que explica la transfiguración de su destino. Y, a la postre, nos toparíamos con Rubén MartínezVillena, caldeado el rostro por la fiebre, entrecortada la respiración, revuelta la melena, centelleante la mirada, vivaz el ademán, arengando a los trabajadores en la embravecida asamblea en que se acuerda ir a la huelga general el 20 de marzo de 1930.

¿Implica esa transfiguración que debamos escatimarle el tributo al poeta atormentado por el enigma enorme, el presagio de la burla final, la angustia inmotivada, la insuficiencia de la escala y el iris, el anhelo inútil, la obsesión de la muerte, la pérdida de la ruta que era suya y la incapacidad de expresar lo inexpresable? ¿No había Rubén abandonado voluntariamente la poesía, tachando incluso de vana y estéril esa etapa y proyección de su existencia?

Caer en eso sería exponente inequívoco de obtuso extremismo o de radical estolidez. Si el poeta y el revolucionario son uno y distinto en su actitud y expresión, quiérase que no, entrambos se funden en la unidad irreductible de una vida que, al cobrar dimensión heroica por el épico empeño que la absorbe, rezuma calidad plena por los cuatro costados. Ser revolucionario —sentencióErnesto Che Guevara— es el más alto peldaño que puede alcanzar el hombre. Y a ese peldaño ascendió, entero y verdadero, el poeta Rubén MartínezVillena.

Transterrado en el revolucionario, hallaría éste insólita delectación en la trágica belleza de la lucha por una vida nueva, en que el hombre recupere su fertilidad enajenada por la cosificación capitalista, el canto múltiple se eleve como surtidor que a todos vigoriza con sus exultantes melodías, los frutos exquisitos del arte tengan sitio en toda mesa y sus jugos, fragancias y colores sean regalo y ufanía del linaje humano, y la ciencia, desatada de antifaces y mercedes, escudriñe, abarque y domine los secretos de la naturaleza. Y, como podrá comprobarse enPoesía y prosa, la inflexión persuasiva, la rica fantasía, la aguda sensibilidad y el don expresivo del artista reaparecerán, con su impronta inconfundible, en el discurso, en la polémica, en el ensayo, en el artículo, en el manifiesto y en el epistolario del revolucionario.

Ahí está el poeta. Puntean su brote y floración el amor sublimado, la cuita consabida, el hambre de infinito, la primera crisis patriótica de conciencia, el buceo insaciable en las glorias del pasado, el encuentro deslumbrante conJosé Martí, la pasantía fecunda en el bufete deFernando Ortiz, la decepción del aprendizaje universitario, las errabundas ensoñaciones de seráfica bohemia, los diabólicos escarceos de las tertulias literarias, la preparación colectiva de una antología de la poesía cubana moderna, la jefatura tácita del grupo heterogéneo de “los nuevos” (afines en su apetito de novedades y en la anhincada preocupación de dignificar el ejercicio de las letras), la desolación tremenda de la orfandad materna, la ensordecedora invasión del “campanario mudo” por voces informes que reclamaban el toque de rebato y la callada determinación de aventurarse “peñas arriba”, arrostrando el abismo con “la mirada en la cumbre”.

Una visión cada vez más honda, expansiva, solidaria, dinámica y comprometida de su circunstancia le ha ido ganando, paulatinamente, en esa etapa contrastante y ascendente de su formación intelectual. Cada vez más, esa fuerza soterrada, poderosa y envolvente que le mantiene la pupila insomne, pugna por centrarse en una acción concreta y multiplicarse, indefinidamente, al servicio de una oblación que lo justifique y le trascienda. Y llegará el instante crucial en que repudie el balcón y ansíe el palenque. Su congénita sensibilidad política —revelada en desgarrantes conflictos que sajan algunos de sus más burilados poemas— se va manifestando ya con el contorno preciso de una vocación irreversible.

A eso ha contribuido, en forma contundente, el espectáculo sublevante que ofrecía la porción de humanidad en que le toca vivir. Encendido de patriótica cólera juzga deber indeclinable repelerlo y acabarlo sin indulgencia ni transacciones. Estima traición a Cuba permanecer cruzado de brazos. En esa búsqueda de sí mismo, está a punto de aparecer el hombre de acción. No en balde comienza a percatarse ya de que, si “un grano de poesía” es capaz de “sazonar un siglo”, la poesía en acción puede transformar el mundo.

Menester es subrayar queRubén no ha calado aún en las raíces profundas del drama que lo agobia, desasosiega y aguija. Creía que la inepcia, el descoco y la arbitrariedad deJosé Miguel Gómez,Mario García Menocal yAlfredo Zayas —hondo respeto le inspira aúnTomás Estrada Palma— eran la causa fundamental de la aciaga situación a que había rodado la República. Creía, en consecuencia, que el modo válido de rescatarla era sustituir a los gobernantes incapaces, venales y arbitrarios, por gobernantes capaces, honestos y respetuosos de la Constitución. No puede todavía barruntar siquiera la solución efectiva.

Más acá y más allá de la óptica de clase, de la gravitación de la ideología dominante y de la influencia de la tradición, faltábale, por lo pronto, el conocimiento y manejo de una concepción científica que le proporcionara el abordaje del complejo sustrato de la sociedad neocolonial y las vías y métodos congruentes para modificarla. No abundaban tampoco, en aquellos tiempos, los que se habían asomado al marxismo o leído alguna página deLenin. ¿Quiénes sabían, fuera de unos pocos conCarlos Baliño yJulio Antonio Mella al frente, lo que era el imperialismo y su papel decisivo en la conformación real de la falsificada historia de Cuba? ¿Y cuántos los que habían hurgado en las clarividentes prevenciones y previsiones de Martí?

Sin embargo, en el caso de MartínezVillena concurre un dato que lo singulariza y debe señalarse. La insobornable actitud de asco y reniego que adopta ante la “república prostituida” y su declarada decisión de combatirla a precio de vida —expresión significativa de impoluta pureza de conducta— constituirán un factor coadyuvante en la acelerada evolución de su pensamiento político. “Yo soy, ante todo, un hombre honrado”, se autodefiniría al elegir la escarpada opción de la lucha y el sacrificio. Nació así. Siempre lo fue.

2

1923: Fecha clave en la historia de la república mediatizada, año de acumulación, deslinde y desfogue.

Las contradicciones inherentes a la estructura subdesarrollada y dependiente de la sociedad neocolonial se han puesto de manifiesto con tanta claridad y agudeza que, por vez primera, aflora la conciencia de la necesidad de un cambio en todos los aspectos de la vida del país. Se escuchan requisitorias aisladas y diagnósticos sombríos. Provienen de gente culta de la clase media, desazonada por el atraso, la miseria, el analfabetismo, la insalubridad, el latrocinio, la corrupción y el desbarajuste imperantes, signos de lo que denominan “la decadencia cubana”, tema que ha venido suscitando el ponderado análisis de la revistaCubaContemporánea. No faltan tampoco reproches verbales a la injerencia yanqui, cada vez más exigente y menos disimulada. Pero ninguno de sus personeros —incluso entendimiento tan afilado comoFernando Ortiz— hinca la quilla en el fondo. Ninguno ha reparado en las relaciones de dominación externa que configuran y detentan las internas de poder y de clase, venero de aguas negras de la alienación nacional. Ni, mucho menos, ha percibido que la recesión de 1920-1921, acentuada por la depresión mundial ocurrida en esos años, inicia el proceso de descomposición orgánica del régimen económico impuesto por esas relaciones.

“...con los pueblos sucede como con lo demás de la naturaleza —había enunciado Martí con patente sentido dialéctico—, donde todo lo necesario se crea, a su hora oportuna, de lo mismo que se le opone y contradice”.4Y eso es, también, lo que empezaba a acontecer ahora. En otra ladera de la topografía social cubana, la más ancha, expoliada y sensible, bullen ideas, anhelos, preocupaciones y rebeldías enderezadas a la búsqueda de expresión propia y soluciones nuevas, que se traducirían en ocurrencias que definen posiciones: el movimiento de reforma universitaria conducido por Julio AntonioMella, las acciones crecientes de la clase obrera organizada, la fundación de laAgrupación Comunista de La Habana, la campaña de solidaridad con la recién nacida Unión Soviética, la insurgencia deVeteranos y Patriotas ylaProtestade los Trece. No es casual incidencia que, abanderando ésta, irrumpa en el escenario político Rubén Martínez Villena.

4José Martí:Obras completas,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 4,pp. 252-253.

Dos hechos caracterizan esta situación: el comienzo de la crisis del orden neocolonial y el vigoroso despertar de capas considerables del pueblo. Pero si el ansia genérica de mudanza es ostensible y la fraseología revolucionaria empenacha los pronunciamientos de algunos grupos avanzados o se desparrama esporádicamente a voleo sin connotación precisa, tampoco existe, todavía, la vanguardia capaz de vertebrar y dirigir el descontento popular y el movimiento obrero. Están ya presentes, sin embargo, factores, elementos y condiciones que viabilizarían, pocos años después, al exteriorizarse la perturbación permanente en que ha caído el sistema, el acometimiento del magno quehacer.

Una imagen retrospectiva de la constitución de la sociedad cubana contribuiría a iluminar el trasfondo de ese proceso.

Encuéntrase su génesis en la intervención militar del gobierno de Estados Unidos cuando precisamente se encimaba el triunfo de las armas mambisas y la subsiguiente mutación de la colonia española en neocolonia yanqui. Largamente madurada, esa intromisión inaugura, como señalóVladímir Ilich Lenin, la etapa imperialista del capitalismo y la origina, en última instancia, el crecimiento impetuoso del capital monopolista en Estados Unidos, cuyas miras imperiales y dramáticos riesgos para Cuba y América Latina había denunciadoMartí. Se alcanzaba así un doble objetivo secular: la incorporación de Cuba a la estrategia política, económica, diplomática y militar de ese país como pontón para ulteriores expansiones allende las Antillas y el control hegemónico de nuestro mercado y recursos, en parte ya, en las postrimerías de la pasada centuria, en manos de corporaciones yanquis.

Inmediato fue el desplazamiento político delEjército Libertador mediante la disolución de laAsamblea del Cerro y de las fuerzas troncales de la nación por los antiguos sectores antinacionales, tradicionalmente alineados en el integrismo, el reformismo, el autonomismo o el anexionismo. La voluntad de ser libre del pueblo cubano, templada durante casi medio siglo de heroica y abnegada lucha, había sido despectivamente ignorada por Estados Unidos y España al suscribirse el armisticio y el tratado de paz, y afrentada sin embozo por los imperialistas al incrustar en la constitución laEnmienda Platt.

De la república democrática y progresista soñada en las bartolinas, los cadalsos y los maniguales —concebida en forma más generosa y previsora por JoséMartí y propugnada por elPartido RevolucionarioCubano— restaban solamente sus atributos formales: la bandera, el escudo y el himno. Si esclavitud ha desaparecido como institución, perdura ladiscriminación racial y, por ende, la proscripción de los descendientesde africanos a los menesteres más vejaminosos. Se desconocen los derechos de la mujer. Mediante la imposición, una base naval norteamericana se ha instalado en Guantánamo. Muchos curtidos patriotas, desconocidos por los que ahora escalarán el poder espurio y la riqueza injusta a costa de sus hazañas y padecimientos, rumiarían en silencio el fiasco de la hermosa ilusión de ver su prole, algún día, levantarse y acostarse calzada, alimentada, educada, libre y digna. Un lacerante sentimiento de frustración invadió a las masas populares ha sumirlas, largos años, en el desconcierto, la pasividad y escepticismo. La válvula de escape de aquella atmósfera enrarecida y agobiante fue el choteo y la trompetilla, a la vez catarsis, autodefensa y desquite del inconsciente social rebelado.

Parafraseando la terminología deAntonio Gramsci,5los “intelectuales orgánicos” de la pequeña burguesía mambisa —Manuel Sanguily,Salvador Cisneros Betancourt,Vidal Morales y Morales,Enrique José Varona,Eusebio Hernández,Enrique Collazo,Esteban Borrero Echeverría,Juan Gualberto Gómez,Jesús Castellanos— presentan batalla en la prensa, en libro, en laConvención Constituyente y en elSenado, a los abogados de la reacción y del neocolonialismo. Reclaman la independencia absoluta, denuncian la conversión de Cuba “en una colonia mercantil de los Estados Unidos” y postulan una división excluyente entre los patriotas y los traidores. En aquella que debió ser coyuntura de combate popular por la supervivencia de la nación acogotada, eran la voz y la conciencia de las generaciones insurrectas. Las posiciones de clase anexionistas, antirrevolucionarias y autonomistas se expresan, con cínica crudeza, en dos obras disolventes y anticubanas:Estudio histórico sobre el origen, desenvolvimiento y manifestaciones de la idea de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, deJosé Ignacio Rodríguez, yCuba y su evolución colonial, deFrancisco Figueras.

5Ver Antonio Gramsci:Los intelectuales y la organización de la cultura, Editorial Lautaro, Argentina, 1960. (Tomo II de susObras Escogidas).

La descomposición de la vanguardia mambisa, la incomprensión del papel político de las masas en las condiciones creadas por el neocolonialismo, la carencia de una teoría revolucionaria capaz de interpretar la realidad y de la herramienta apta para transformarla, la traición de la clase dirigente alManifiesto de Montecristi y el mito de la fatalidad geográfica, hábilmente cocido en los laboratorios de propaganda del imperialismo, empezaban a surtir sus nefastos efectos. No tardaría en producirse el casamiento con la mentira, de que hablaraFidel Castro. Y, muy pronto, se haría visible que una parte del pueblo, sin éste percibirlo, reacciona, piensa y siente con los reflejos condicionados del modo de ser colonial.

Los dispositivos esenciales de la política de penetración, ordeño y vasallaje de la pujante y codiciosa fuerza emergente son laEnmienda Platt, el sedicenteTratado de Reciprocidad Comercial de 1903, los empréstitos, las inversiones y la independencia formal. Mediante la astuta y drástica manipulación de ese múltiple mecanismo, logra la temprana sumisión del grueso de las clases dominantes y la inercia cómplice del resto. Sobre poleas aceitadas marchará, a partir de la segunda intervención militar yanqui, el engranaje establecido.

El “poder nacional” —gobierno, parlamento, judicatura, prensa— opera bajo la sujeción inmediata de la oligarquía, instrumento dócil, a su vez, de la dominación imperialista, que le otorga jugosa participación en sus dividendos y márgenes y estaba constituida por los latifundistas, la gran burguesía industrial azucarera y la burguesía comercial española importadora, interesados por igual en el aseguramiento de la dependencia externa y del antidesarrollo nacional.

Esta trilogía cuenta en los centros de decisión política. Los presidentes de la república son hechuras de sus intereses particulares de clase y de los intereses generales del régimen neocolonial. Y, en directa consonancia con la solidez y pervivencia de éstos y aquéllos, ejerce las formas de mando que más le reditúan, desde el cacicazgo con levita hasta la tiranía cruel, pasando por la tribuna sobre un barrizal.

La burguesía industrial no azucarera, en agraz en los albores de este proceso y batida por el fuego cruzado del imperialismo y la oligarquía durante su posterior evolución, careció de arrestos suficientes en circunstancias propicias para actuar acorde con los intereses de la nación, aun cuando beneficiara los suyos. Alcanza, a duras penas, la calificación de remedo de burguesía nacional feudataria. Idéntica posición adoptaría, por su composición y características, aunque con ciertos resabios temerosos, la capa media de la burguesía agraria.

La oligarquía y sus apéndices asumirían una ideología reaccionaria y un estilo de vida que se traduce en mimética modalidad delamerican way of life: abolengos comprados, dispendios insolentes, clubes exclusivos, colegios privados, saraos rumbosos, ignorancia acicalada, casinos de juego, prostitución de alto copete, misa a las doce. Y, rindiéndole pleitesía, pululan en su periferia tribunos flatulentos, croniqueros cursis, poetastros envilecidos y escribas mendaces. Su arremetida contra la tradición revolucionaria, la cultura nacional, la identificación de la nación consigo misma, la conciencia de su propia situación y los valores éticos acumulados por el pueblo, se proponía disolver el sentimiento patriótico, sacralizar la dependencia a Estados Unidos e instituirun pensamiento político apologético de la estructura dominante de poder.

Cuba fue, en suma, la primera piedra de la protuberante arquitectura neocolonial del imperio norteamericano. La antinomia nación-metrópoli, detonante de la inconclusa contienda de liberación nacional, persistiría agravada por las condiciones interpuestas de subdesarrollo y conformación unilateral del desarrollo de las fuerzas productivas, con la consecuente deformación estructural y ulterior estancamiento de nuestra economía y sus subproductos políticos, sociales, culturales, psicológicos y morales.

La pequeña burguesía desempeñaría un papel importante en el proceso revolucionario de Cuba.6Numerosas capas urbanas de esa agrupación social orgánicamente movediza —estudiantes, intelectuales, profesionales, intermediarios, vendedores, pequeños productores, artesanos, empleados— tuvieron y tendrían una participación efectiva en la batalla por la independencia nacional y el socialismo. Sus elementos más radicales actúan, resueltamente, en las vanguardias revolucionarias de 1868, 1895, 1930 y 1953.

6VerCarlos Rafael Rodríguez:Cuba en el tránsito al socialismo, 1959-1963, Editora Política, La Habana, 1979.

Pero no será con las ideas insuficientes y tornadizas de clase de la pequeña burguesía con las queFidel Castro emancipe a Cuba de la coyunda neocolonial y emprenda la edificación de la sociedad socialista. Fue con las ideas vivas de Martí y con las teorías deMarx,Engels yLenin, que aplicó con singular fuerza creadora, enriqueciéndolas, a las condiciones concretas del país y de la marcha del mundo. Una parcela considerable de la pequeña burguesía urbana y rural, rompiendo con sus intereses, criterios, valores y sentimientos de clase, se sumaría a la revolución nacional liberadora y a su ulterior desarrollo socialista, abrazando la ideología revolucionaria y científica del proletariado. El reconocimiento, por sus capas más avanzadas, de la función de vanguardia de la clase obrera en la lucha de liberación nacional, y social, constituye un elemento de mucha monta en la época de las revoluciones antiimperialistas y proletarias.

3

La clase obrera urbana y agrícola y un denso conglomerado de campesinos pobres constituían la base de la pirámide social.

Con la introducción, alrededor de 1820, de la máquina de vapor en la industria azucarera, surgen en Cuba, conjuntamente, como en todos los parajes, el capitalismo y el proletariado, ponentes del nuevo modo de producción y del orden social que han impuesto las grandes revoluciones burguesas del Siglo de las Luces. El ritmo de evolución del naciente capitalismo fue lento: el régimen de relaciones de producción esclavista embrida o distorsiona su natural tendencia expansiva. Cuando el hollín de las chimeneas, el estrépito de los émbolos y la concentración de los trabajadores en los centros de explotación tonalizan el paisaje social de gran parte de Europa y de Estados Unidos, el capitalismo no ha sobrepasado todavía en Cuba su fase primeriza y, como consecuencia, la clase obrera es aún parva y anda dispersa y rezagada. Ni siquiera existe, propiamente, como “clase en sí”.

El curso del desarrollo plantearía a los grandes hacendados azucareros criollos la alternativa estructural de transformarse en núcleo de una poderosa burguesía nacional; la rehúyen, empavorecidos por el fantasma de una sublevación vindicadora de los barracones, y optan por injertar los métodos de producción y las innovaciones tecnológicas aportados por Revolución Industrial en el sistema de trabajo esclavista, originando, a la par, un antagonismo que apresuraría su extinción. A pesar de la contradicción objetiva de sus intereses con los de las clases dominantes españolas, que obstruían su expansión económica y le vedaban el acceso al poder político, la cumbre de la sacarocracia criolla ataría su suerte, como clase, a la del poder colonial.

Indistintamente integrista, reformista, autonomista o anexionista: enemiga siempre de la independencia.

La imaginación de la realidad suele ponerle rabo a la realidad imaginada. Aún estaba por suceder en Cuba lo que nunca antes se había visto: segmentos orientales y camagüeyanos de esa clase señorial, opulenta, ilustrada, tacaña y conservadora, prefieren patria sin patrimonio a patrimonio sin patria, abrazan y funden los ideales y los intereses de la nación en conciencia militante e integran, con el hacendado y poeta bayamésCarlos Manuel de Céspedes como adalid, la vanguardia revolucionaria que el 10 de octubre de 1868 arrastra a la lucha armada a los sojuzgados y desposeídos, en alianza con artesanos, intelectuales y pequeños burgueses de la ciudad y el campo, en pos de la independencia absoluta y la abolición incondicional de la esclavitud, que comienza a ejecutarse en el acto mismo del alzamiento y se proclama en laConstitución de Guáimaro. Incineran su fortuna en la pira del patriotismo, soportan privaciones sin cuento y arriesgan continuamente su vida en el combate. Y, si proporcionan líderes eximios en la alborada de la epopeya, comoIgnacio Agramonte, en el proceso de su evolución compartirán la suprema dirección política y militar de la guerra de liberación con hombres de origen humilde que, con su pensamiento y acción, comoMáximo Gómez yAntonio Maceo, profundizan el contenido social del movimiento revolucionario.

El concepto de patria de los hacendados esclavistas de occidente seexpresaba, por el contrario, en onzas y genuflexiones. Al tañir la campana de La Demajagua, sacrificaron, con mezquino egoísmo, los intereses de la nación a sus privilegios de clase, como harían, invariablemente, hasta ser barridos por la coronación victoriosa de más de cien años de lucha.

Si el proceso de formación del proletariado cubano7se enmarca en el esquema de monocultivo y dependencia externa impuesto por el desarrollo capitalista en toda colonia de plantaciones inserta en el mercado mundial, parece lógico que la primera organización obrera de clase surgiera entre los trabajadores asalariados de la industria del azúcar, eje de la economía del país y su único producto de exportación en ancha escala. Esa capa social se ha ido engrosando en cadencia con el aflujo de capitales, el progreso tecnológico y la centralización de la producción en las provincias occidentales, asiento de los ingenios más modernos o remozados. Lo ocurrido demostraría que la dialéctica de la realidad puede más que la lógica formal de las presunciones. Las condiciones sociales y los métodos represivos inseparables del sistema de trabajo esclavista —todavía preponderante a pesar de su declinación forzosa— eran un valladar infranqueable a la creación de sindicatos u organizaciones similares.

7Sobre la cuestión:Blas Roca:Los fundamentos del socialismo en Cuba, Ediciones Populares, La Habana, 1960;El movimiento obrero cubano. Documentos y artículos,t. 1, yFabio Grobart: “El movimiento obrero cubano de 1925 a 1933”, en:Cuba Socialista(La Habana) 6 (60): 88-119, agosto, 1966.

A consecuencia del montaje colonial de las relaciones capitalistas de producción y de la supeditación consiguiente de las fuerzas productivas, el proletariado fabril crece en tasa mucho más reducida y a compás del tardo desenvolvimiento de la industria urbana. Esta otra faz de la economía isleña avivaría su ritmo con la expansión de los transportes,el progreso de las comunicaciones telegráficas, el incremento del comercio exterior —subordinado ya básicamente al mercado norteamericano en el rubro del azúcar— y el desmoronamiento de la esclavitud,precipitado por laGuerra de los Diez Años y abolida legalmente en 1886.8

8VerRaúl Cepero Bonilla:Azúcar y abolición, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1971

El primer sindicato obrero se organizó en Cuba en 1866: laAsociación de Tabaqueros de La Habana. Se inicia, con su fundación, el movimiento obrero y, con éste, la historia de la clase social a la queRubén Martínez Villena ofrendaría su vida.

Segunda de la Isla por su tamaño, concentración y mercado, la industria tabacalera se desarrolla, desde temprano, sobre bases capitalistas. A partir de 1860 comienzan a proliferar las grandes fábricas y marcas famosas y, a la par, la dependencia de los pequeños productores y su inevitable transformación en asalariados.

El impulso asociativo que cuaja en el sindicato de tabaqueros de La Habana, difiere, sustancialmente, del que ha inspirado, años atrás, las sociedades mutualistas y gremios de artesanos y obreros, circunscriptos a la prestación de socorros recíprocos entre sus miembros, rasgo privativo de la prehistoria del proletariado. Movidos por la necesidad de contrarrestar la expoliación de los patronos —beneficiarios insaciables de los altos precios del “habano” en el mercado mundial—, los obreros tabaqueros se unen y organizan en defensa de sus intereses económicos inmediatos de clase. La conciencia de esa necesidad es lo que define la naturaleza del nuevo tipo de asociación y no la circunstancia de que se encauce en el contexto del interés común de explotadores y explotados y se invoque en sus manifestaciones la fraternidad, la misericordia y la filantropía. No es capricho del azar que vaya precedida de una vigorosa huelga contra la rebaja de jornal en las dos más importantes fábricas tabacaleras de La Habana, que obtuvo el apoyo del resto de los trabajadores del ramo en la provincia. Era, de fijo, la señal de la inminente aparición del movimiento obrero.

El promotor, organizador y dirigente del primer sindicato criollo fue el asturianoSaturnino Martínez, fundador deLa Aurora, órgano oficioso de los tabaqueros y primer papel periódico de la clase obrera cubana.9Entre versículos del evangelio, rogativas a los propietarios y zalemas a las autoridades, las páginas deLa Auroraexhortan a los trabajadores a cohesionar sus filas y organizarse. Aunque era antirrevolucionario convicto, bibliotecario de laSociedad Económica de Amigos del País, miembro del cuerpo de voluntarios, asistente a las tertulias deNicolás de Azcárate y adicto a la facción reformista que editabaEl Siglo, su director libraría tenaz campaña en favor de “la lectura en las tabaquerías, la apertura de escuelas nocturnas gratuitas para obreros, la fundación de cooperativas obreras de producción y el mejoramiento de las condiciones de vida y del trabajo de los obreros”.10

9El opúsculoLa Aurora,deJosé Antonio Portuondo, es, sin duda, la más lúcida y documentada contribución sobre la génesis del movimiento obrero en nuestro país.

10Apoyando esta campaña, colaboran enLa Aurora,entre otros intelectuales de la época,Luis Victoriano Betancourt,José Fornaris,Mercedes Valdés Mendoza,Francisco y Antonio Sellén,Alfredo Torroella yJoaquín Lorenzo Luaces. Los dos últimos, como anota José Antonio Portuondo, con “plena conciencia de poner sus talentos al servicio de una clase injustamente explotada”. VerJosé Rivero Muñiz:La lectura en las tabaquerías, P. Fernández, La Habana, 1951.

La rápida disolución del sindicato impidió ensanchar y profundizar la obra emprendida. Aunque constreñida por los férreos condicionantes del régimen colonial y tarada por la mentalidad residual de los gremios de artesanos entre los obreros y sus dirigentes, la Asociación de Tabaqueros de La Habana plantó la simiente del movimiento organizado de la clase obrera.

Exigirle labranza mayor equivaldría a demandar caimitos al mamoncillo. Ni los tabaqueros de entonces ni sus conductores entienden, ni podían entender, la causa social de su miseria y el por qué histórico de su explotación y, mucho menos, la forma táctica de mitigarlas o estratégica de suprimirlas. A despecho de su renombre en los medios obreros europeos, les era desconocido el nombre deCarlos Marx y no tenían noticia alguna del “fantasma” que hace años recorría Europa. Ignoraban, por supuesto, el nexo existente, en una nacionalidad sojuzgada, entre la cuestión social y la cuestión nacional, que en sí misma tampoco se plantean. Están desprovistos, en resumen, del grado de formación ideológica y de conciencia política indispensables para darle respuesta a los problemas de su tiempo,de su situación y de su clase. Se ceñirán, por eso, a ganarse dificultosamente la subsistencia en tanto dure la contienda armada que acaba de estallar. Muchos, en discordancia cada vez más aguda con el régimen colonial, acaban por arraigarse en el sur de Estados Unidos.

Sin embargo, mientrasSaturnino Martínez, enemigo confeso de la independencia nacional, permanecía enquistado en sus ideas sociales rudimentarias hasta casi esfumarse de la escena, la historia —ese “viejo topo”, como la bautizó el autor deEl Capital— prosigue su oscuro, terco y eficiente trabajo. Varios lustros más tarde, el núcleo emigrado de los pioneros de la lucha social formará en la vanguardia revolucionaria concebida, organizada y dirigida porJosé Martí.

4

En el período que transcurre entre la interrupción de la lucha armada por la independencia y su reanudamiento, gana bríos la voluntad de clase del proletariado fabril y se despliega en sindicatos, gremios y cooperativas.11Resurgió laAsociación de Tabaqueros de La Habana. Florecería el debate ideológico.

11Ver Instituto de Historia del Movimiento Comunista:El movimiento obrero cubano. Documentos y artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 1.

La fundación en 1885 delCírculo de Trabajadores señala el desalojo gradual de la orientación reformista por la conducción anarquista en las organizaciones obreras. Imbuidos de la retórica difusa deProudhon yBakunin —bodrio extremista de la ideología pequeño burguesa condimentado con ingredientes del socialismo utópico y del marxismo— esa nueva hornada de dirigentes, cubanos en su mayoría, sostenía íntimas relaciones con ácratas españoles emigrados y conEnrique Roig San Martín. No se atreverá, desde luego, a recurrir al espectacular expediente del atentado personal; mas introduce en la prédica social la noción revolucionaria de la lucha de clases. Sin embargo, su perspectiva teórica y su acción práctica no rebasan los encallejonados linderos del economismo sindical y del abstencionismo político que, unido a su falaz cosmopolitismo, los desentiende completamente, durante años, de la cuestión nacional.

ElCírculo... fue, no obstante, un agente activo de la unidad y organización del proletariado. Auspicia en 1887 sus primeras asambleas de clase. Cita en 1890 al primer desfile conmemorativo del Día Internacional de los Trabajadores. A su reclamo se efectúa, en 1892, elCongreso Regional de Obreros de la Isla de Cuba. El proceso de vertebración orgánica cristalizaría en 1899, a nivel insular, en laLiga General de Trabajadores de Cuba.12

12Ibídem, p. 76.

Identificado con las tesis anarquistas, el Congreso deja constancia, empero, por una parte, de que “la clase trabajadora no emancipará hasta tanto no abrace las ideas del socialismo revolucionario”; y, por la otra, de que el socialismo “no puede [...] ser un obstáculo para [...] las aspiraciones de emancipación de este pueblo [...]”. Suscrita porEnrique Creci yEnrique Messonier, conocidos ácratas que se sumarían plenamente a la causa mambisa, esta declaratoria motiva la suspensión del Congreso. Ha habido, sin duda, un cambio cualitativo en actitud de los anarquistas ante la cuestión nacional.

Al enterarse,Martí expresa su alborozo y su reconocimiento, inquietaba ya esa errónea y perturbadora desviación, que tendía a escindir la unidad revolucionaria del pueblo y a aislar a los obreros en la lucha que mantienen por sus reivindicaciones económicas y sociales, privándoles de apoyos concurrentes, riesgo acrecido con la influencia de los anarquistas en la Isla a difusión de sus ideas antipatrióticas en los medios obreros de La Florida, que entrañaba, objetivamente, un servicio a la dominación colonial y al movimiento autonomista. Martí respondería, por eso, a los dirigentes anarquistas, con tono ácido y precisiones rotundas, cuando aquéllos, abroquelándose un falso concepto de la solidaridad internacional de clase, denostan a los tabaqueros de Cayo Hueso y de Tampa por rechazar y reprimir la infiltración de obreros españoles con fines divisionistas y actividades de espionaje.

La tardía arribazón del marxismo a Cuba favoreció el auge y el predominio de las ideas anarquistas. Sin embargo, ya hacía muchos añosquePablo Lafargue, nacido en Santiago de Cuba el 15 de febrero de 1841,descollaba en el movimiento comunista europeo. Varias culturas, etnias y continentes confluían en su sangre. De francés girondino y de mulata dominicana, provenía por línea paterna; y, por la materna, de judío francés y de india taina. No obstante ese raro mestizaje, y de su temprano trasplante a Francia, donde estudió Medicina, Lafargue se ufanaría siempre de haber nacido en Cuba, de ser mulato y de hablar y escribir impecablemente el español.

Expulsado de París y acosado en Bruselas por sus ideas revolucionarias, impregnadas todavía de tufo proudhoniano, emigró a Londres, entabló amistad conMarx y casó con su hija Laura. Tradujo al francés el primer tomo deEl Capital, militó laPrimera Internacional, participó en laComuna de París y logró escapar a Madrid. Durante su estancia en España, reorganizó la sección de la Internacional, contribuyó conPablo Iglesias,Anselmo Lorenzo yJosé Mesa a la fundación delPartido Socialista y vertió a nuestra lengua elManifiesto Comunistay algunos capítulos deEl Capital. Retornó a Londres y, al morirMarx, se trasladó a París.

Expuso, con atrayente vivacidad y diestro dominio, en libros, folletos y discursos, los fundamentos del socialismo científico. Sostuvo fogosas controversias con revisionistas, posibilistas y neokantianos. De la cárcel salta al Parlamento, aupado por el voto de los obreros de Lille, sin renunciar a su condición de cubano. Abogó, tenazmente, por el derecho de su patria a la independencia absoluta. En su novelesco sepelio, un desterrado genial, entonces casi desconocido, levantaría la voz en representación delPartido Social-Demócrata Obrero de Rusia: eraVladímir Ilich Lenin.13

13Raúl Roa: “Evocación dePablo Lafargue”, en:Cuba Socialista(La Habana) 2 (6): 56-83, febrero, 1962, pp. 81-82.

El socialismo científico empezará a propagarse en algunas capas del proletariado habanero cuando atardecía la década de 1880.Enrique Roig San Martín, la más conspicua figura del movimiento social de esa época, divulgaba algunos conceptos de Marx yEngels en su leído periódicoEl Productor14y en la publicación cienfuegueraEl Obrero. Aunque de formación anarquista y, por tanto, con nebulosas nociones sobre el problema del estado y la posición de los trabajadores ante la política, la patria y la independencia nacional,Roig San Martín —certera observación deFabio Grobart— estaba ya “en transición hacia el marxismo”.15

14VerEl Productor.[Recopilación de artículos.] Biblioteca Nacional José Martí, Departamento de Colección Cubana, La Habana.

15Instituto de Historia del Movimiento Comunista:El movimiento obrero cubano. Documentos y artículos, ed. cit., t. 1, p. 26.

Batallador incansable por los derechos de organización, reunión y propaganda del proletariado, adversario intransigente de las tendencias reformistas en el seno del movimiento obrero, internacionalista consecuente, Roig San Martín denunció, a toda voz, como JoséMartí desde los propios Estados Unidos, el amañado proceso judicial que se incoa en Chicago a ocho obreros anarquistas con la finalidad preconcebida de ahorcarlos como un escarmiento. No retrocedió nunca ante amenazas y cautiverios. Se mantuvo siempre en su puesto de combate.

Las capas más avanzadas del proletariado y, principalmente, los obreros tabaqueros establecidos en Tampa y Cayo Hueso, constituyen el soporte inconmovible delPartido Revolucionario Cubano, fundado y dirigido por Martí para organizar la nueva guerra de liberación nacional y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico. Por sus raíces sociales es una guerra del pueblo, por el pueblo y para el pueblo en su más amplia acepción. Su vanguardia personifica la conciencia y los intereses de la nación en una fase más madura de evolución del pensamiento y del proceso revolucionario. En lenguaje poético, yaMartí había externado el sentido ideal de la nueva lucha:

 

Con los pobres de la tierra

Quiero yo mi suerte echar.

 

Si la revolución que propugna Martí no es, ni puede ser, una revolución socialista, a despecho de su simpatía por los obreros y de sus reproches al capitalismo norteamericano, tampoco se ajusta al clásico modelo de la revolución democrática burguesa. Es evidente que, por los cambios sociales acontecidos, su composición de clase y el afán que la anima de redimir de la miseria a los humildes de la ciudad y delagro, desborda ese modelo y ahonda el contenido de la lucha de liberación nacional, aunque sin desconocer las fronteras de la propiedad privada —la que justifica por la función social que le tribuye— ni proponerse el establecimiento de un gobierno tendiente a abolir el dominio de la burguesía y crear una sociedad sin clases. Uno de los pivotes de su programa revolucionario es el proletariado, al cual otorga una posición preminente en la nueva sociedad, derivada del reconocimiento de sus derechos específicos y del trabajo como única fuente legítima e riqueza. En la estimativa política de Martí, el anatema es ara “la oligarquía pretenciosa y nula” y los que únicamente quieren que “haya un amo, yanqui o español, que les mantenga, les cree, en premio de oficios de Celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante”; y el encomio para “la masa pujante —la masa mestiza, hábil yconmovedora, del país—, la masa inteligente y creadora de blancos ynegros”.16

16José Martí:op cit.,t. 4, p. 168.

Sin embargo, Martí asigna el papel dirigente de la revolución a la pequeña burguesía radical y el de reserva estratégica los campesinos, obreros agrícolas y esclavos manumitidos, fuerza revolucionaria espontánea por sus atroces condiciones materiales de vida y el sistema deopresión, discriminación y renta a que están sometidos; pero, con la divisa extraburguesa de erigir una república revolucionaria de hechura popular “Con todos, y para el bien de todos”, laica y generosa, sin distingos de raza ni de clase, “con la mesa de pensar al lado de la de ganar el pan”, y cuya ley primera y fundamental fuese el culto “a la dignidad plena del hombre”, ya plasmada en nuestra constitución socialista.

La misión antillana, americana y universal que encomienda la revolución, le confiere a Martí rango propio entre los protagonistas impares de la historia. Su pupila abarca, en un solo tiempo, el pasado, el presente y el futuro. Y, porque sabe que el presente es hijo de los elementos contrapuestos del pasado y el futuro, de las antinomias del presente, convoca la lucha armada para “bien de América y del mundo”17y para “asegurar la independencia amenazada de las Antillas y el equilibrio [...] de la familia de nuestros pueblos de América”.18“No a mano ligera, sino como con conciencia de siglos —puntualizaba— se ha de componer la vida nueva de las Antillas […].”19

17Ibídem, t. 4, p. 93.

18Ibídem, t. 2, p. 163.

19Ibídem, t. 3, p. 142.

“...ya estoy todos los días [resume, fijando el verdadero alcance y dimensión de un pensamiento y de una obra que traspasaban el perímetro de su clase y de su tiempo americano] en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.

”Las mismas obligaciones menores y públicas de los pueblos —como ése de Ud.20y mío—, más vitalmente interesados en impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los Imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América, al Norte revuelto y brutal que los desprecia les habrían impedido la adhesión ostensible y ayuda patente a este sacrificio, que se hace en bien inmediato y de ellos.

20Se refiere aManuel Mercado —“yo tengo allá en México un amigo”—, a quien dirige esta carta inconclusa, fechada el 18 de mayo de1895.

”Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David”.21

21José Martí:op. cit,t. 4, pp. 167-168.

Y, con lúcida percepción de la magnitud histórica de su quehacer, se empina sobre sus contemporáneos y lanza este, a la sazón, sibilino mensaje: “Estamos haciendo obra universal,”22“Quien se levante hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos.”23

22Ibídem.

23Ibídem, t. 3, p. 143.

No fue marxista, ni se propuso serlo. Ni tampoco era antisocialista y, por eso, dejaría abierto, en la república popular que ha concebido, el camino de la emancipación de los trabajadores, que están ya “amasando” un “universo nuevo”. Y si estudió el marxismo de veras —hipótesis aun por demostrar—, en su oceánica escritura disentirá, más de una vez, de conceptos cardinales del socialismo científico. Pero admiró aMarx con dejos de reverencia, precisamente por sus más altas calidades de revolucionario y de hombre. De él dijo: “Como se puso del lado de los débiles, merece honor [...].La Internacional fue su obra: vienen a honrarlo hombres de todas las naciones. [...]. Karl Marx estudió los modos de asentar el mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. [...] no fue sólo movedor titánico de las cóleras de los trabajadores europeos, sino veedor profundo en la razón de las miserias humanas, y en los destinos de los hombres, y hombre comido del ansia de hacer bien. Él veía en todo lo que en sí propio llevaba: rebeldía, camino a lo alto, lucha.”24

24Ibídem, t. 9, p. 338.

Adelantado de las batallas antiimperialistas y sociales por venir en América Latina, Asia y África, José Martí fue el “dirigente orgánico” del pueblo revolucionario de Cuba en la compleja coyuntura histórica que le tocó vivir. Fue su intérprete, su voz y su guía. En frase lapidaria, lo caracterizóFidel Castro: “Ha sido el más grande pensador político y revolucionario de este continente.”

Carlos Baliño, primer “intelectual orgánico” del proletariado y fundador también delPartido Revolucionario Cubano, fue uno de los más diligentes y leales colaboradores de Martí, sin por ello abandonar sus ideas marxistas ni dejar de difundirlas. Con el candente martilleo de su periódicoLa Tribuna del Trabajo, le había ido fraguando a los tabaqueros el ideal de independencia en su conciencia de clase. El fino poetaDiego Vicente Tejera, socialista utópico y entusiasta colaborador deMartí, proclamaba ya en esos años, con sorprendente realismo, que “sería, pues, hacedero y altamente provechoso que, entre los futuros partidos que aspirarán [...] á modelar según sus planes la república cubana, figurase la clase obrera como partido independiente, con un programa limpiamente definido [...].”

Martí apreció, al unísono, el efectivo concurso de la clase obrera a la faena de la independencia nacional y sus legítimos afanes de redención social. Un día, exclamó: “¡juntos, pues, de una vez, para hoy y para el porvenir, todos los trabajadores!”25Y, otro día, repuso a Baliño: “¿La revolución? La revolución no es la que vamos a iniciar en las maniguas sino la que vamos a desarrollar en la República.”26De Baliño, estampó: “...redondo de mente y de razón. [...] pluma y lengua de oro [...] que sabe conciliar la libertad ardiente con la elevación que la acredita y asegura, que padece angustiado de toda pena de hombre”.27Fidel Castro lo precisó, no ha mucho: “Los luchadores por la revolución social estaban indisolublemente unidos a los luchadores por la independencia de la patria.” Está claro. La Revolución Cubana es una.

25Ibídem, t. 4, p. 244.

26Carlos Baliño:Documentos, Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1964, p. 16 [nota 48].

27Ibídem, pp. 11 y 12.