El mayor encanto, amor - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El mayor encanto, amor E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El mayor encanto, amor (también conocido como El mayor hechizo, amor) es una obra dramática de Pedro Calderón de la Barca, uno de los más reconocidos dramaturgos del Siglo de Oro español. En esta obra, Calderón de la Barca retoma y adapta la historia de Ulises (Odiseo) y la bruja Circe, un relato que se encuentra en la "Odisea" de Homero. En la historia original, el héroe griego Ulises llega a la isla de Circe durante sus aventuras de regreso a casa tras la guerra de Troya. Circe, una poderosa hechicera, transforma a la tripulación de Ulises en animales, pero Ulises, con la ayuda del dios Hermes, logra resistir su hechizo y finalmente persuade a Circe para que libere a sus hombres. En la obra de Calderón de la Barca, estos eventos son reelaborados en un drama que mezcla elementos de comedia y tragedia. La figura de Circe se convierte en un símbolo de la lujuria y la tentación, mientras que Ulises representa la razón y el amor verdadero, que finalmente triunfan sobre los encantos y las ilusiones creadas por Circe. A través de El mayor encanto, amor, Calderón de la Barca explora temas como la naturaleza del amor, la lucha entre la razón y la pasión, y la capacidad de resistencia del espíritu humano frente a las adversidades y tentaciones. El uso de mitos clásicos permite a Calderón de la Barca conectar con una tradición literaria muy rica y explorar temas universales a través de personajes y situaciones que eran muy conocidos por su audiencia.

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Seitenzahl: 94

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Pedro Calderón de la Barca

El mayor encanto, amor

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El mayor encanto, amor.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: info@linkgua.com

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9897-384-6.

ISBN rústica: 978-84-9816-414-5

ISBN ebook: 978-84-9897-240-5.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 43

Jornada tercera 95

Libros a la carta 139

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636). En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa.

El mayor encanto, amor (también conocida como El mayor hechizo, amor) relata las peripecias de Ulises y su tripulación en la isla de la maga Circe. La obra pertenece al grupo de textos de Calderón inspirados en mitos clásicos.

Personajes

Antistes

Aquiles

Arquelao

Arsidas

Astrea

Brutamonte

Casimira

Circe

Clarín

Clori

Dueña

Enano

Flérida

Floro

Galatea

Iris

Lebrel

Libia

Lisidas

Polidoro

Sirene

Soldado

Timantes

Tisbe

Ulises

Jornada primera

(Tocan un clarín y descúbrese un navío, y en él Ulises, Antistes, Arquelao, Lebrel, Polidoro, Timantes, Floro y Clarín.)

Antistes En vano forcejamos,

cuando rendidos a la suerte estamos

contra los elementos.

Arquelao Homicidas, los mares y los vientos

hoy serán nuestra ruina. 5

Timantes ¡Iza el trinquete!

Polidoro ¡Larga la bolina!

Floro Grande tormenta el huracán promete.

Antistes ¡Ola iza!

Lebrel ¡A la escota!

Clarín ¡Al chafaldete!

Ulises Júpiter soberano

que este golfo en espumas dejas cano: 10

yo voto a tu deidad aras y altares

si la cólera ablandas destos mares.

Antistes Sagrado dios Neptuno,

griegos ofendes a pesar de Juno.

Arquelao Causando está desmayos 15

el cielo con relámpagos y rayos.

Clarín ¡Piedad, Baco divino,

no muera en agua el que ha vivido en vino!

Lebrel ¡Piedad, Momo sagrado,

no el que carne vivió muera pescado! 20

Timantes Monumentos de yelos

hoy serán estas ondas.

Todos ¡Piedad cielos!

Polidoro Parece que han oído

nuestro lamento y mísero gemido,

pues calmaron los vientos. 25

Arquelao Paces publican ya los elementos.

Antistes Y para más fortuna,

que la buena y la mala nunca es una,

ya en aqueste horizonte

tierra enseña la cima de aquel monte 30

corona de esa sierra.

Timantes Celajes se descubren.

Todos ¡Tierra, tierra!

Ulises Pon en aquella punta

que el mar y el cielo, hecha bisagra, junta

la proa.

Polidoro Ya el espolón toca la playa. 35

Antistes ¡Vaya toda la gente a tierra!

Todos ¡Vaya!

Antistes Del mar cesó la guerra.

Ulises Vencimos el naufragio.

Todos ¡A tierra, a tierra!

(Llega el bajel y desembarcan todos.)

Ulises Saluda el peregrino,

que en salado cristal abrió camino, 40

la tierra donde llega

cuando inconstante y náufrago se niega

del mar a la inconstancia procelosa.

Antistes ¡Salve y salve otra vez madre piadosa!

Arquelao Con rendidos despojos 45

los labios te apellidan y los ojos.

Clarín Del mar vengo enfadado,

que no es gracioso el mar aunque es salado.

Lebrel No es aqueso forzoso,

que yo no soy salado y soy gracioso. 50

Ulises ¿Qué tierra será esta?

Timantes ¿Quién quieres que a tu duda dé respuesta

si siempre derrotados,

mares remotos, climas apartados,

habemos tantos años discurrido 55

el rumbo, el norte y el imán perdido?

Polidoro Pues no nuestras desdichas han cesado,

que el monte donde ahora has arribado

no parece habitable

en lo inculto, intrincado y formidable. 60

Antistes En él las más pequeñas

ruinas de gente humanas no dan señas.

Arquelao Solo se ve de arroyos mil sulcado,

cuyo turbio cristal desentonado,

parece, a lo que creo, 65

desperdiciado aborto del Leteo.

Lebrel Que habemos dado, temo,

en otro mayor mal que Polifemo.

Floro Quejas son, lastimosas y severas,

cuantas se escuchan de robustas fieras. 70

Timantes Y si las copas rústicas miramos

destos funestos ramos,

no pájaros süaves

vemos, nocturnas sí, agoreras aves.

Arquelao Y entre sus ramas, rotos y quebrados, 75

trofeos de guerra y caza están colgados.

Polidoro Todo el sitio es rigor.

Floro Todo espanto.

Antistes Todo horror.

Arquelao Todo asombro.

Timantes Todo encanto.

Lebrel Absorto de mirar sus señas quedo.

¿Creerasme una verdad? Que tengo miedo. 80

Clarín Sí creeré, si es que arguyo

que por mi corazón se juzga el tuyo.

(Vanse, y quedan los dos.)

Ulises Pues los dos nos quedamos,

por esta parte penetrando vamos.

¿Qué bosque es este, cielos soberanos? 85

Clarín Y aun en eso no para

pues, del oscuro centro

suyo, miro salirnos al encuentro

un escuadrón de fieras,

bárbara, inculta güeste, que en hileras 90

mal formadas embiste

a los dos.

Ulises Defendámonos, ¡ay triste!,

el uno al otro. Pero, ¿cómo es esto?

No solo a nuestra ofensa se han dispuesto

más humildes: postrados y vencidos, 95

los pechos por la tierra están rendidos.

(Salen animales y hacen lo que se va diciendo.)

Y el rey de todos ellos,

el león, coronado de cabellos,

en pie puesto una vez hacia las peñas

y otra hacia el mar, cortés nos hace señas. 100

¡Oh, generoso bruto,

rey de tanta república absoluto!,

¿qué me quieres decir cuando a la playa

señalas? ¿que me vaya

y que no tale más el bosque donde 105

tienes tu imperio? A todo me responde,

inclinada la testa,

con halagos firmando la respuesta.

Creamos, pues, al hado;

que un bruto no mintiera coronado. 110

Convoca a gritos fieros

a nuestros compañeros

para que al mar volvamos

y agradecidos el peligro huyamos.

Clarín Compañeros de Ulises 115

que discurrís los bárbaros países:

deste encantado monte

desamparad su bárbaro horizonte.

Ulises Al mar volved, al mar; que, tristemente,

con halago las fieras obediente, 120

cuando tus voces nuestras gentes llaman,

quieren quejarse y por quejarse braman.

Clarín Todas con manso estruendo,

repitiendo las señas, van huyendo.

Ulises Mucho es mi asombro.

Clarín Y mi tristeza es mucha. 125

(Sale huyendo Antistes.)

Antistes Dioses, ¿qué tierra es esta? Atiende, escucha.

Entramos en ese monte,

Ulises, tus compañeros,

a examinar sus entrañas,

a solicitar su centro, 130

cuando a las varias fortunas

del mar pensamos que el cielo

nos había hallado amparo,

nos había dado puerto.

Mas, ¡ay triste!, que el peligro 135

es de mar y tierra dueño;

porque en la tierra y el mar

tiene el peligro su imperio.

Dígalo allí, coronado

de tantos naufragios ciertos, 140

y aquí lo diga, ceñido

de tantos precisos riesgos,

aunque ni el mar ni la tierra

no tienen la culpa dellos,

pues el hombre en tierra y mar 145

lleva el peligro en sí mesmo

por diversos laberintos

que labró, artífice diestro,

sin estudio y sin cuidado

el desaliño del tiempo. 150

Discurrimos ese monte

hasta que, hallándonos dentro,

vimos un rico palacio

tan vanamente soberbio

que, embarazando los aires 155

y los montes afligiendo,

era para aquellos nube

y peñascos para estos

porque se daban la mano

con uno y con otro extremo. 160

Pero aunque viciosos eran,

la virtud no estaba en medio,

saludamos sus umbrales

cortesanamente atentos,

y apenas de nuestras voces 165

la mitad nos hurtó el eco

cuando de ninfas hermosas

un tejido coro bello

las puertas abrió, mostrando

apacible y lisonjero, 170

que había de ser su agasajo

de nuestros males consuelo,

de nuestras penas alivio,

de nuestras tormentas puerto.

Mintió el deseo. Mas, ¿cuándo 175

dijo verdad el deseo?

Detrás de todas venía,

bien como el dorado Febo

acompañado de estrellas

y cercado de luceros, 180

una mujer tan hermosa

que nos persuadimos, ciegos,

que era, a envidia de Diana,

la diosa destos desiertos.

Esta, pues, nos preguntó 185

quiénes éramos; y habiendo

informádose de paso

de los infortunios nuestros,

cautelosamente humana

mandó servir al momento 190

a sus damas las bebidas

más generosas, haciendo

con urbanas ceremonias

político al cumplimiento.

Apenas de sus licores 195

el veneno admitió al pecho

cuando corrió al corazón;

y en un instante, un momento,

a delirar empezaron

de todos los que bebieron 200

los sentidos, tan mudados

de lo que fueron primero,

que no solo la embriaguez

entorpeció el sentimiento

del juicio, porción del alma, 205

sino también la del cuerpo.

Pues, poco a poco, extinguidos

los proporcionados miembros,

fueron mudando las formas.

¡Quién vio tan raro portento! 210

¡Quién vio tan extraño hechizo!

¡Quién vio prodigio tan nuevo!

¡Y quién vio que, siendo hermosa

una mujer con extremo,

para hacer los hombres brutos 215

usase de otros remedios,

pues destas transformaciones

es la hermosura el veneno!

Cuál era ya racional

bruto de pieles cubierto; 220

cuál, de manchas salpicado,

fiera con entendimiento.

Cuál sierpe armada de conchas;

cuál de agudas puntas lleno,

cuál animal más inmundo, 225

y todos al fin a un tiempo

articulaban gemidos

pensando que eran acentos.

La mágica entonces dijo:

«Hoy veréis, cobardes griegos, 230

de la manera que Circe

trata cuantos pasajeros

aquestos umbrales tocan».

Yo, que por ser el que haciendo

estaba la relación 235

de nuestros varios sujetos,

aún no había al labio dado

el vaso, el peligro viendo,

sin que reparara en mí

Circe, corrí; que en efeto 240

el que se sabe librar

de los venenos más fieros

de una hermosura es quien solo

niega los labios a ellos.

Esto, en fin, me ha sucedido; 245

y vengo a avisarte desto

porque desta esfinge huyamos.

Pero, ¿dónde podrá el cielo

librarnos de una mujer

con hermosura e ingenio? 250

Ulises ¿Cuándo vengada estarás,

¡oh injusta deidad de Venus!,

de Grecia? ¿Cuándo tendrán

divinas cóleras medio?

Antistes No en lastimosos gemidos 255

la ocasión embaracemos

que tenemos de librarnos:

al mar volvamos huyendo.

Ulises ¿Cómo habemos de dejar

así a nuestros compañeros? 260

Clarín Perdernos, señor, nosotros

no es alivio para ellos.

Ulises Juno, si en desprecio tuyo

Venus ofende a los griegos,

¿cómo tú no los defiendes 265

quejosa de tu desprecio?

Acuérdate que, ofendida

de Paris, a nuestro acero

le fiaste tu venganza.

Acuérdate que sangrientos 270

por ti abrasamos a Troya,

cuyo no apagado incendio

hoy en padrones de humo

está en cenizas ardiendo.

Si por haberte vengado 275

tantos males padecemos,

remédianos, Juno bella,

contra la deidad de Venus.



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