El socorro general - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

El socorro general E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

El socorro general es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, género en el que llegó a alcanzar la plenitud, al combinar a la perfección con su talento natural, amante de la pintura y de las sutilezas y complejidades teológicas.

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Seitenzahl: 48

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

El socorro general

Auto sacramental alegórico intitulado

Saga

El socorro generalCover image: Shutterstock Copyright © 1678, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726496796

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

El socorro general

PERSONAS

LA SINAGOGA. EL ORDEN. LA GENTILIDAD. San PEDRO. LA APOSTASÍA. ZABULÓN. LA IGLESIA. SOLDADOS. LA PENITENCIA. MARINEROS. LA ORACIÓN. MÚSICA. EL BAUTISMO. ACOMPAÑAMIENTO.

Suenan cajas y trompetas, y salen marchando SOLDADOS, y detrás la SINAGOGA, vestida a lo judío, con bastón de general.

 

SINAGOGA Hebrea milicia, cuyo

siempre ilustre, siempre invicto

valor no podrá olvidar

la memoria de los siglos;

amado pueblo de Dios, 5

bando de Dios escogido,

república de Israel,

generoso Judaísmo,

tú, con quien su amor inmenso

tan grandes finezas hizo, 10

que te puso en libertad

de la esclavitud de Egipto,

desde que la crespa saña

del Bermejo mar previno,

amontonando las ondas, 15

dïáfano pasadizo,

en que opuestamente hallaron

sus gitanos y tus tribus,

unos tumba de cristal

y otros canales de vidrio, 20

hasta que peregrinando

por mansiones y caminos

nunca hollados, de la tierra

de promisión te dio indicios

primero la lluvia hermosa 25

de aquel cándido rocío,

neutral sabor de viandas,

y después aquel racimo

del explorador Caleb,

cifrando el maná y el vino 30

de nuestro gran Jehová

los misterios escondidos.

Yo soy tu gran Sinagoga:

proponerte solicito

de esta guerra los pretextos, 35

de este furor los motivos,

porque aunque no los ignores,

en ti despierten los bríos

de mi voz al pronunciarlos

y tu atención al oírlos. 40

Ya sabes que a nuestra corte

un hombre por virrey vino

(pues ser del mayor monarca

segunda persona dijo);

este en pláticas diversas 45

y en sermones que le oímos

nos dio a entender que traía

poderes establecidos

de su rey para rompernos

de nuestros fueros antiguos 50

las juradas ceremonias

y los observados ritos,

introduciendo en nosotros

nueva ley, y habiendo dicho

que renovaría en tres días 55

el templo, reducir quiso

a un sacrificio incruento

los cruentos sacrificios

de nuestras víctimas. Yo,

habiendo su intento oído, 60

escandalizada y ciega

todo mi pueblo amotino,

y recibiendo los votos

de escribas y de rabinos,

que en mi república son 65

los diputados ministros,

contra su falsa doctrina,

contra su engañoso estilo,

contra sus costumbres y

contra su vida conspiro, 70

dándole violenta muerte.

¡Ay, infeliz, que al decirlo,

la voz balbuciente, el pecho

alterado, estremecido

el corazón, tartamuda 75

la lengua, el aliento frío,

no hablo, sino padezco,

no pronuncio, sino gimo!

¿Pero qué mucho, qué mucho,

si tembló despavorido 80

el universo al mirarlo,

que tiemble yo al referirlo?

A media tarde expiró

la luz del sol de improviso;

bandolera de sus rayos, 85

salteadora de sus giros,

la noche emboscada estaba

a robarle en el camino,

cuya ráfaga de sombras

tantos prisioneros hizo 90

en la luna de reflejos

y en las estrellas de visos,

que vio la luna el menguante,

no habiendo el creciente visto,

y muerto su general, 95

a vista del enemigo

huyeron, sin saber dónde,

por páramos cristalinos

las tropas de las estrellas,

las escuadras de los signos, 100

de suerte que se vio el cielo

desplomado de sus quicios,

si se cae o no se cae,

para dar un estallido,

cuyo horror, amenazando 105

la tierra con precipicios,

la estremeció de manera,

que los montes más altivos,

sus más elevadas torres,

sus más graves edificios, 110

en su asiento titubearon,

de su centro divididos,

buscando dónde arrimarse,

luchando a brazo partido

unas con otras las piedras, 115

unos con otros los riscos.

Rasgose el velo del templo,

de sus sepulcros los fríos

cadáveres se elevaron,

vagando esqueletos vivos 120

la rara esfera del aire,

cuyos espacios vacíos

funesto luto vistieron,

enmarañado y tupido

en el telar de las nubes, 125

y comuneros los ríos

se le atrevieron al mar;

mas en todo este conflicto

esta confusión del cielo,

este del mundo delirio, 130

a que ya para espirar

se vio el postrer parasismo,

no se acobardó mi rabia

habiendo docta entendido,

que eran de naturaleza 135

casuales los prodigios,

con que tal vez nos asombra,

sin haberme persuadido

a que el general eclipse

fuese por el homicidio, 140

aunque viendo sus efectos,

aquel gran varón Dionisio

filósofo de Areopago

desde allá diz que lo dijo;

el católico monarca, 145

cuya corte es el impíreo,

de nuestra culpa informado,

de nuestra saña ofendido,

dicen que tomar pretende

venganza de este delito, 150

a cuyo efecto, enviando

doce valientes ministros,

del orbe a correr los climas

más remotos y distintos,

gente ha juntado con que 155

la Iglesia, que es la que ha sido

la general de sus armas,

solicita reducirnos

a su primera obediencia,

dándonos por más castigo 160

nueva ley en que vivamos

y poniéndonos presidios

de sacramentos con que

siempre nos tendrá rendidos

a su sujeción. Ya, pues, 165

su grande ejército altivo

de Jerusalén está

tan cerca, que sus avisos

son las cajas y trompetas;

resistamos sus designios, 170

y vean que vuelven todos

derrotados y vencidos

de nosotros sus preceptos,

sin tomarlos ni admitirlos.

Libre república somos; 175

ea, vasallos y amigos,

hoy leales a la patria

y fieles a mi dominio,

es el día de mostrar,

que sois de mi aliento hijos. 180

Castigado suene el parche,

de uno y otro golpe herido;

animado el bronce suene,

ya de uno y otro suspiro,

y para que no entren dentro 185

de la ley en que vivimos,



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