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Libro sobre la vida, obra y papelería del destacado etnólogo, antropólogo, jurista, arqueólogo y periodista cubano Fernando Ortiz (1881-1969), reconocido como el "tercer descubridor" de Cuba. Su autora estudió exhaustivamente los fondos del reconocido intelectual que se encuentran en la biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística, así como los de la Biblioteca Nacional José Martí. Asimismo, se aborda aquí la historia y caracterización de sus papeles personales y su devenir después de su muerte; también se refleja el itinerario intelectual de Fernando Ortiz.
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Seitenzahl: 329
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición y corrección: Norma Suárez Suárez e Irina Pacheco Valera
Diseño de cubierta e interior: Seidel González Vázquez (6del)
Realización: Elvira M. Corso Alonso Emplane: Madeline Martí del Sol
© María del Rosario Díaz Rodríguez, 2020
© Sobre la presente edición: Editorial de Ciencias Sociales, 2021
ISBN 9789590623332
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INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO Editorial de Ciencias Sociales Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba
www.nuevomilenio.cult.cu
A mi familia, sostén de la vida cotidiana y de la fe en el futuro. A mis hijas Silvia y Marién, quienes crecieron oyéndome hablar de don Fernando. A mi nieta Sofía, que todavía no lo conoce.
A Zaida Capote, por su apoyo incondicional y su amistad a través del tiempo.
A María Eugenia Mesa, Adis Barrio, Dania Vázquez y Sergio Chaple, por su amistad y sus consejos.
A Isacc Barreal y Sergio Valdés Bernal, por incitarme a escribir sobre Ortiz.
A Araceli García-Carranza, por su enorme apoyo y guía.
A Stephan Palmié, quien a través de don Fernando me introdujo en la Antropología.
A Blanca Patallo y a su tropa del Centro de Documentación de la Oficina Regional de la UNESCO, por acogerme con cariño y devolverme la alegría.
A mis amigos de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, especialmente los de Bibliografía Cubana, de Colección Cubana y del Departamento de Investigaciones, a quienes acompañé en años de trabajo cotidiano, consuelo y buenos momentos.
A los colegas y amigos especiales del Instituto Cubano de Antropología —y los “adjuntos” a este— con los que hoy comparto investigaciones y esperanzas.
A quienes no caben en los anteriores apartados, pero son mis amigos.
Y finalmente, a quienes no creyeron y trataron de impedir lo obvio: aquí estamos veinte años después.
Fernando Ortiz. Vida, obra y papelería es otro importante libro que la Editorial de Ciencias Sociales pone en sus manos. Pero no se trata de un libro más sobre el destacado etnólogo, antropólogo, jurista, arqueólogo y periodista cubano Fernando Ortiz (1881-1969), nuestro “tercer descubridor”. Su autora, María del Rosario Díaz, otrora investigadora del Instituto de Literatura y Lingüística “José Antonio Portuondo Valdor” desde 1984 a 2001, estudió exhaustivamente los fondos del reconocido intelectual que se encuentran en la biblioteca de esta institución, compartida con la de la Sociedad Económica de Amigos del País, así como los de la Biblioteca Nacional José Martí. Por ese motivo, acaso sea la persona que mejor conozca la papelería de don Fernando preservada en Cuba, de enorme importancia por el carácter de su obra.
En la necesaria introducción que lleva por título “Preliminar”, la autora destacó la enorme trascendencia de los documentos orticianos recogidos en 1049 carpetas como testimonio de su producción científica e intelectual, incluida su correspondencia personal. Díaz resaltó que
El contenido de los papeles de Fernando Ortiz fueron no solo el punto de partida de su obra, sino también el reflejo de su historia personal. Como muchos de los intelectuales cubanos desde el siglo xix, Ortiz escribió sobre la vida de múltiples personalidades de la historia y la cultura, desde aquellas que influyeron poderosamente en su iniciación intelectual, hasta las figuras cubanas cuya obra investigó para materializar la suya propia.
Además, como resultado de su investigación, Díaz explicó como:
La presentación de un texto que aborda la historia y caracterización de sus papeles personales, así como su devenir luego de su muerte, junto a otro que refleja el itinerario intelectual de Fernando Ortiz, conforman este libro que pretende ser novedoso. Ese texto presenta además el necesario análisis de las influencias que recibió durante su formación, ocurrida en la isla balear de Menorca (hasta aproximadamente la primera mitad de 1895), y en La Habana, Barcelona, Madrid e Italia (entre la segunda mitad de 1895 y 1906), aunque a todo lo largo de este se tratará de mostrar la evolución in extenso que sufrió su pensamiento y, por tanto, su obra.
El “Itinerario Intelectual” resultante se redactó en gran medida a partir de la nueva y/o poco conocida información hallada en fuentes documentales, utilizando los resultados de estudios anteriores realizados por mí. En ellos se pudo analizar, comparar y evaluar los contenidos de la voluminosa y compleja documentación generada por Fernando Ortiz, que sirvió de base para crear su obra. Sin esos resultados precedentes no hubiera sido posible llevar a cabo su escritura.
En el capítulo dedicado a Ortiz y el mundo de su papelería personal, la autora profundizó en lo que llamó “los transgresores papeles personales”, reflejo de su singular trayectoria vital y de sus características personales, y especificó las diversas funciones realizadas por Ortiz como investigador, profesor, conferencista, jurista, promotor científico y cultural, periodista, político y diplomático. Importante también es la imprescindible información sobre la historia de su papelería, pues tras su muerte en 1969, el archivo fue dividido en tres secciones: (I) parte de los papeles familiares más otros documentos de gran valor se encuentran actualmente en Madrid, en manos de la hija de su segundo matrimonio; (II) la obra científica pasó a formar parte de los fondos del Instituto de Literatura y Lingüística del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y (III) la correspondencia y el resto del archivo original, así como con su biblioteca, pasaron a la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.
En cuanto al fondo orticiano en el Instituto de Literatura y Lingüística, contentivo de su obra científica, Díaz nos informa que originalmente estuvo en el Instituto de Historia de la otrora Academia de Ciencias, y de allí fue trasladado a su actual ubicación. Lamentablemente, el traslado provocó deterioro en un número indeterminado de carpetas y la desorganización de los documentos contenidos en ellas, por lo que fueron reclasificados en tres grupos documentales (material diverso, miscelánea y sin epígrafe). La revisión realizada por la autora de este libro y con anterioridad por otros investigadores, permitió descubrir la existencia de varios libros inéditos y de suma importancia, algunos de los cuales han sido publicados en años recientes tras una compleja labor editorial. En fin, este es el fondo que preserva la mayor parte de la obra científica de Ortiz.
El Fondo Fernando Ortiz de la Biblioteca Nacional consta de 429 carpetas tituladas por epígrafes temáticos y divididas en tres sectores: (I) archivo de gestión o administrativo, con documentación sobre las actividades de Ortiz como dirigente o miembro de instituciones u organizaciones de carácter privado o gubernamental; (II) correspondencia personal (tenía la costumbre de hacer copias mecanografiadas de las cartas que enviaba) y (III) documentación producida o reunida por Ortiz con fines fundamentalmente investigativos. Díaz nos alerta que esta documentación se caracteriza en general por su gran volumen y riqueza, por lo que constituye valiosa fuente de información, a la vez que testimonio de la actuación de Ortiz en variados acontecimientos políticos y culturales de las primeras décadas del siglo xx, aunque hay poca presencia de documentos personales y autobiográficos, pero en mayor medida que en el fondo del Instituto de Literatura y Lingüística.
Independientemente de la novedosa y valiosa riqueza informativa que nos ofrece María del Rosario Díaz en su libro acerca de los documentos de Fernando Ortiz que se preservan en Cuba, otro plato fuerte de esta obra es el “Itinerario Intelectual” de este sabio cubano, descrito por la autora y dividido en ocho capítulos: (I) Infancia e iniciación intelectual; (II) Descubriendo a Cuba. Los años universitarios (1895- 1901); (III) Del proyecto de investigación sobre la mala vida al estudio del negro en Cuba. Los años italianos (1902-1906); (IV) Cuba. Los años 1906–1920; (V) Años prodigiosos. Las instituciones y las revistas (1920-1926); (VI) La Generación del 30 y las vanguardias. El exilio (1927-1933); (VII) Hacia una nueva época (1934-1949) y (VIII). Época definitoria. Valoraciones y homenajes (1950-1969). En ellos, Díaz nos ofrece una importante visión sobre el contexto histórico-social, familiar y personal en el que se desenvolvía Ortiz, los estudios que realizaba, su evolución como intelectual, su intercambio con otros estudiosos y los trabajos que publicaba.
Indudablemente, esta no menos importante parte del libro de Díaz constituye una impactante valoración de la vida y quehacer de Ortiz, sobre su legado que se mantiene con una sorprendente vigencia hasta nuestros días.
Realmente, Fernando Ortiz. Vida, obra y papelería nos revela muchas nuevas aristas de la vida y obra de este insigne cubano que enriquecen la visión que teníamos de su patriótico aporte y quehacer en el contexto sociocultural y político en que se desenvolvió en nuestro país. Y esto lo ha logrado María del Rosario Díaz como resultado de una larga, paciente y meticulosa investigación realizada sobre la base de la documentación preservada en los fondos de la biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística y en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.
Sergio O. Valdés Bernal
El 10 de abril de 1969, en el centenario de la Constitución de Guáimaro, moría en La Habana a los 87 años de edad don Fernando Ortiz. Aunque disímiles, ambos hechos resultan significativos, al conmemorarse en el mismo día, a partir de entonces, la primera Constitución aprobada en plena Guerra de los Diez Años —donde comenzó a andar la República de la nación cubana— y la muerte de uno de sus más grandes estudiosos, quien le dedicara su vida desde la cátedra, las instituciones creadas o fomentadas por él y desde su obra científica y ciudadana.
Fernando Ortiz Fernández (La Habana, 1881-1969) ha sido calificado como el tercer descubridor de Cuba en consonancia con su prolífica obra en múltiples ciencias que aportó resultados significativos al conocimiento de la identidad y del patrimonio cultural cubanos. Su participación en numerosos acontecimientos de la realidad política y cultural cubanas de la primera mitad del siglo xx fuerzan a considerarlo como una de las más trascendentes figuras de la vida pública nacional, unido al conocimiento que el pueblo tiene de al menos uno de los segmentos esenciales de su obra: la investigación de la presencia africana en Cuba y de sus manifestaciones culturales. Su documentación personal atesora importantes evidencias de lo planteado antes.
Se ha escrito poco sobre la vinculación existente entre la producción científica y política de Ortiz con sus antecedentes familiares, su iniciación intelectual y la información desconocida hallada en sus documentos personales, de primordial conocimiento para encontrar nuevas aristas en el entorno creativo de su obra. Igualmente se conocen pocos trabajos que aborden la génesis y circunstancias de la creación de buena parte de sus libros, de la gestación y desarrollo de proyectos científico-culturales, así como de las instituciones en las que el polígrafo tuvo una actuación decisiva.
Cada día van quedando menos personas que puedan brindar testimonios directos de don Fernando y de su obra. Conocí a algunas de ellas y cada una me brindó sus recuerdos e impresiones particulares de su trato con él, según la naturaleza de su relación y la edad de la persona cuando lo frecuentó: Conchita Fernández, José Antonio Portuondo, Isaac Barreal y Félix Dánger Esténger, ya fallecidos, y María Teresa Linares, Miguel Barnet y María Fernanda Ortiz Herrera, hija del segundo matrimonio de don Fernando. Félix y María Fernanda —hija y “ahijado”— vivieron con él en la casa de L y 27, la mítica Villa Isis.1 Del resto de las personas, son los recuerdos del Ortiz en tanto figura de la ciencia, la cultura y la historia nacional.
1 En la actualidad es la sede de la Fundación Fernando Ortiz y de otros recintos de la Universidad de La Habana.
La papelería de Fernando Ortiz posee enorme importancia por el carácter de su obra, ya que atesora testimonios de su producción científica e intelectual en términos más generales, al mismo tiempo que conserva mucha información sobre diversos campos de las ciencias sociales y humanísticas que contribuyeron a conformar en primera instancia el panorama histórico y socio-cultural de Cuba esencialmente hasta la primera mitad del siglo xx. La papelería personal de Ortiz contenida en 1049 carpetas, con 717 de ellas correspondientes al sector científico, el sector con papeles relacionados con las instituciones, revistas y eventos científicos en los que o bien fundó o participó activamente (296 carpetas) y su correspondencia personal con 81 carpetas, son muestra del enorme volumen y de su extraordinaria riqueza documental atesorada que amerita ser analizada y valorada con el propósito de iluminar zonas aún poco conocidas e ignoradas de la trayectoria orticiana, además de incorporarla de una vez a los registros del patrimonio cultural de la Memoria del Mundo.
Mediante las investigaciones realizadas entre los años 1985-2008 pude conocer el volumen, características y contenido de la documentación generada por Fernando Ortiz a lo largo de su vida —entre ellos, originales de sus libros y artículos, correspondencia y otros valiosos papeles— que culminó con la evaluación de este trascendente conjunto documental. Dichas investigaciones han sido la premisa imprescindible para iniciar el estudio que desembocó en el presente libro.
Al mismo tiempo tuve la oportunidad de encontrar durante la fascinante labor investigativa del fondo orticiano, documentos y libros inéditos, que aportan una nueva visión de la obra del polígrafo cubano, lo que posibilitó la publicación de originales en la revista Albur del Instituto Superior de Arte (1990-1992), en el Anuario L/L (1992) del Instituto de Literatura y Lingüística y de los libros: El Pueblo Cubano (1997), La santería y la brujería de los blancos en Cuba (2000), Inquisidores y brujas (2003), Estudio Cubano de la Virgen de la Caridad del Cobre (2008), La Cueva del Templo. Isla de Pinos. Los descubrimientos arqueológicos (2008) y otros posteriores, publicados por la Editorial de Ciencias Sociales y la Fundación Fernando Ortiz, respectivamente. Otros papeles también evidencian su participación en numerosas empresas científicas y culturales en el ámbito iberoamericano durante las cinco primeras décadas del siglo xx. Testimonian igualmente sus relaciones investigativas y personales con buena parte de la comunidad científica y cultural contemporánea con Ortiz. Del mismo modo ilustran de manera significativa la historia de la creación y difusión de muchas de sus obras, tanto de las conocidas como de las aún inéditas.
Julio Le Riverend apuntó en 1973 que la escritura de una biografía de Fernando Ortiz:
supone un acopio ingente de información sobre las corrientes fundamentales de las Ciencias Sociales desde 1890 a nuestros días. También, y no es de menor importancia, implica la inserción de todo su quehacer en el cuadro crecientemente angustioso de Cuba desde 1901 hasta 1958. Esa tarea —sugería— no es solo de un hombre ni de un día. El análisis de su contexto intelectual e histórico planteaba, de igual modo, la dificultad de carecer de “estudios de base” que permitieran la reconstrucción de “los momentos en que cada una de sus obras aparece.2
2 Julio Le Riverend (selección y prólogo): Órbita de Fernando Ortiz, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, La Habana, 1973.
En la actualidad se argumenta que, además de un profundo conocimiento de la figura objeto de estudio, el género biográfico moderno se acerca a otros géneros y a características propias de ellos que, sin restarle profundidad ni sustancia, le aportan frescura y le otorgan al autor nuevas posibilidades de realización escritural, tal como sucede en el caso de Ortiz.
El contenido de los papeles de Fernando Ortiz fueron no solo el punto de partida de su obra, sino también el reflejo de su historia personal. Como muchos de los intelectuales cubanos desde el siglo xix, Ortiz escribió sobre la vida de múltiples personalidades de la historia y la cultura, desde aquellas que influyeron poderosamente en su iniciación intelectual, hasta las figuras cubanas cuya obra investigó para materializar la de él. Cubano de tres mundos fue, según Lino Novás Calvo, al estudiar en su vasta obra los elementos africanos, aborígenes e hispánicos de la cultura cubana y también porque sus “mundos” fueron aquellos que logró integrar como persona, como científico y como artífice del mejoramiento social de su patria.
La presentación de un texto que aborda la historia y caracterización de sus papeles personales así como su devenir después de su muerte, junto a otro que refleja el itinerario intelectual de Fernando Ortiz, conforman este libro que pretende ser novedoso. Ese texto, presenta además, el necesario análisis de las influencias que recibió durante su formación, ocurrida en la isla balear de Menorca (hasta aproximadamente la primera mitad de 1895), y en La Habana, Barcelona, Madrid e Italia (entre la segunda mitad de 1895 y 1906), aunque a todo lo largo del mundo se tratará de mostrar la evolución in extenso que sufrió su pensamiento y, por tanto, su obra.
El “Itinerario Intelectual” se redactó en gran medida a partir de la nueva y/o poco conocida información encontrada en fuentes documentales con los resultados de estudios anteriores realizados por mí. En ellos se pudo analizar, comparar y evaluar los contenidos de la voluminosa y compleja documentación generada por Fernando Ortiz que sirvió de base para crear su obra. Sin esos resultados precedentes no hubiera sido posible llevar a cabo su escritura.
Está estructurado en siete capítulos que abordan las diferentes etapas de su vida intelectual, aunque en ocasiones se mezclen episodios de su vida personal. Hay que tener en cuenta que, en un ensayo biográfico como se pretende que sea este, es imposible abarcar toda una vida, por lo que tendrá un tema central: precisamente su trayectoria intelectual, con una pluralidad de voces dada por los sujetos que, o bien se escriben con Ortiz en sus cartas citadas en el texto, o bien hablan de él en determinados momentos. Marco las coordenadas del “Itinerario” mediante mi particular punto de vista sobre el biografiado y por el conocimiento adquirido sobre la papelería orticiana, en más de treinta años de estrecho contacto personal.
Este es un libro escrito “a muchas manos”, con la intención de incorporar en el mismo texto lo testimonial —sin pertenecer en absoluto al género— y lo biográfico del Ortiz hombre e intelectual, además de lo autobiográfico que él mismo aportó en la construcción de su propio discurso del Yo, en un intento por ofrecer una particular aproximación a la vida y la obra del último de los enciclopedistas de Cuba, de su tercer descubridor.
El 10 de abril de 2019 se conmemoró medio siglo de la muerte del “nunca desjuvenecido” Fernando Ortiz, y en 2020 los 80 años de la publicación del Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar. Sea este un homenaje jamás suficiente a quien nos enseñó, como el padre Félix Varela, a pensarnos como nación —diversa culturalmente, tal como aquel lo investigó— de cara al futuro en el que además de la conciencia y la paciencia, como preconizaba, “solo la ciencia, todas las ciencias conjuntas, son las que nos pueden señalar las estrellas de los rumbos seguros”.
El presente libro está dedicado a la memoria y al recuerdo de Isabel Fernández Santana y Ana Cairo Ballester, maestras y más que amigas, con quienes contraje una gran deuda. A Isabel le debo su visión sobre los archivos personales y su insistencia en que me adentrara, tanto en la vida y obra de Fernando Ortiz como en la investigación de su archivo. A Ana, su acompañamiento y guía por el estudio del pensamiento orticiano y de la época que le tocó vivir, así como por las múltiples oportunidades que me ofreció para divulgar resultados investigativos, sobre todo en publicaciones y programas radiales. Ambas estuvieron conmigo en momentos difíciles de mi vida.
María del Rosario Díaz
La Habana, noviembre de 2020
Sumergirse en la vida de una persona suele producir a quien lo hace una curiosidad e interés no exento de recato, porque necesariamente se develan intimidades, sobre todo cuando no se tiene con esa persona relaciones familiares, de amistad o amorosas. Esas sensaciones siempre las causa el sugerente abanico de pensamientos, sueños, aspiraciones, sentimientos, necesidades y actividades vertidos en un conjunto de papeles personales. Se compara la intrusión de otras personas en estos documentos tan especiales como un acto de indiscreción inherente a todo ser humano, cuando se trata de penetrar más allá de lo permitido por el contacto estrictamente social en la privacidad de sus semejantes.3 Quienes han trabajado con esos papeles confiesan la fascinación que ejercen, embrujo que las más de las ocasiones se transforma en vicio, al quedar identificados por esos documentos que recogen la vida y la obra de una persona, sobre todo si fue un pilar importante de la existencia de un país, o tuvo una vida intensa y cautivante.4 Por eso suelen utilizarse “[…] para hacer la biografía de su titular de una forma más documentada y verídica”.5
3 Heloísa Liberalli Bellotto: “Arquivos pessoaisemface da teoría arquivística tradicional: debatendo Terry Cook”, Estudios históricos, 21:2, Río de Janeiro, 1998,http://www.cpdoc.fgv.br/revista/arq/246.pdf. Consultado el 20 de diciembre de 2006.
4 Ibídem, p. 2.
5 Heloisa Liberalli Bellotto: “Los archivos personales: algunas reflexiones”, Memorias del Coloquio Internacional Biblioarchi 2007 (Documento electrónico, ISBN: 978-959-11-8).
Las diferentes actividades realizadas a lo largo de su existencia por el progenitor de una papelería personal, sus procesos de creación, sus intereses y necesidades están determinadas por esas actividades, procesos creativos y necesidades concretados en documentos referidos a su vida privada y a las diversas relaciones sociales, profesionales y de cualquier tipo que reflejan claramente el vínculo de ese individuo con el espacio circundante y con el tiempo que le tocó vivir. Asimismo, influye poderosamente las particularidades individuales y psicológicas del sujeto formador de un archivo, razón que convierte a cada uno en único e irrepetible, tal como somos los seres humanos.
Es importante destacar que para los archivos en general y los personales en este caso en particular, su condición básica consiste en relatar, mediante sus documentos y la relación interna entre ellos, una historia.6
6 Hilary Jenkinson: “Reflections of an Archivist”, Contemporary Review, 165:356-361, en Anne Gilliland-Swetland: Un paradigma perdurable, nuevas oportunidades: el valor de la perspectiva archivística en el entorno digital, http://www.arcxivocartagena.es/recursos/textos/paradigma.pdf. Consultado el 14 de mayo de 2007. Véase además, Yorbelis Rosell León: “Archivos personales: los grandes desconocidos”. Tesis de Diploma. Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana, 2005, p. 47. Las cursivas son de la autora del libro.
A lo largo de esta investigación tendremos en cuenta —una vez más— la afirmación de que los archivos personales desafían y desdicen lo establecido por relevantes teóricos en relación con la objetividad y la imparcialidad de sus documentos: los personales son una especie de “reino” de las contradicciones, las perplejidades, las trasgresiones y lo inesperado.7 Esta afirmación define muy bien las peculiaridades de los papeles de Fernando Ortiz, reflejo de su singular trayectoria vital y de sus características personales.
7 Ibídem, p. 2. Las cursivas son de la autora del texto.
En 1949 Lino Novás Calvo escribió en su artículo “Cubano de tres mundos”:
Ortiz tiene ahora sesenta y ocho años, y últimamente se ha ido replegando, más y más al interior de su casa. Allí tiene todo lo que más quiere […] sus libros, sus documentos inéditos […]. Es todavía, por lo saludable y fresco de sus escritos, el más joven de nuestros escritores […]. Actualmente está trabajando en “Preludios etnográficos de la música afrocubana”, del que ha publicado ya primicias en las revistas Bohemia y Bimestre Cubana. ¿Y después? Después —nos contesta él—, quién sabe. Tengo ahí materiales para más de cuarenta libros, sin contar los que puedan irse presentando. Y añade con el afán del hombre que ha querido demasiado: “Lo que temo, es que la vida no me alcance para tanto”.8
8 Lino Novás Calvo: “Cubano de tres mundos”, Miscelánea de Estudios dedicados a Fernando Ortiz, t. I, Sociedad Económica de Amigos del País, La Habana, 1955, pp. 1135-1141.
Las vicisitudes sufridas por este conjunto en particular, que propiciaron su desmembramiento y el cambio de estructura de una de sus partes, fue el principal motivo por el que emprendí la reconstrucción virtual de aquel a su condición original, para poder así conocer las características de cada segmento y evaluar de manera global sus particularidades e importancia.
La documentación orticiana, con sus nexos internos y contextos, debe poder contar su historia y servir con mayor eficacia y excelencia de fuente para la investigación, desde el primer documento escrito por él en su adolescencia en Menorca (189?) hasta las Resoluciones del Congreso Cultural de La Habana (1967) recibidas en su ancianidad cuando ya estaba muy enfermo.
La obra del cubano Fernando Ortiz dio a conocer en toda su complejidad los fenómenos históricos y etnoculturales de la Isla a lo largo de cinco siglos, perfeccionando los conceptos de nacionalidad e identidad a través del proceso de transculturación descrito por él. Estudió e investigó los fenómenos de la historia, la economía, la sociedad y sus manifestaciones. Fue el iniciador en nuestro país de las investigaciones de la cultura cubana en su sentido más integral y para eso se sirvió de múltiples ciencias —sociales fundamentalmente— que le ayudaran a desentrañar fenómenos de la realidad objetiva.
Su labor como investigador, profesor y periodista se complementó con las de gestor y promotor en la fundación de instituciones, sociedades y publicaciones de carácter científico, cultural y patriótico, además de participar en numerosos acontecimientos políticos y sociales ocurridos en Cuba durante la primera mitad del siglo xx. De acuerdo con sus necesidades, intereses y actividades desarrolladas en el transcurso de su vida, generó un archivo personal que organizó con el objetivo primordial de concentrar en un vasto acervo toda la información, requerida, tanto para sus investigaciones como para otras múltiples funciones y actividades científicas, culturales y políticas en las que tuvo una destacada intervención.
Esto no es más que una brevísima sinopsis del derrotero de Fernando Ortiz y de la significación que tiene su producción intelectual plasmada en su archivo. Este enorme y sorprendente archivo personal constituye uno de los más importantes conjuntos del patrimonio documental y por consiguiente, cultural cubano.
Siempre interesado en la indagación de todo lo que aportara conocimiento sobre la memoria colectiva e individual tan relacionada con las identidades, en su adolescencia escribió páginas dedicadas a la interpretación de fenómenos de su realidad circundante, como la cultura popular menorquina, además de otros textos de más claro origen literario. La influencia del medio, de sus circunstancias familiares y de sus características personales obró intensamente, desde esos años de iniciación intelectual hasta su madurez investigativa. Todo individuo posee rasgos propios que lo distinguen del resto de sus semejantes, condicionados por diversos factores adquiridos como la educación y formación; también por sus características congénitas actúa, piensa, sueña, tiene aspiraciones, sentimientos y necesidades, que lo hacen ser él mismo y que de alguna manera se relacionan con su personalidad. En ese sentido, Fernando Ortiz puede ser caracterizado, de acuerdo con testimonios de amigos, discípulos y familiares muy cercanos como un hombre tenaz y emprendedor, con una capacidad de trabajo increíble y una voluntad férrea, analítico, pragmático, comunicativo y ameno en su expresión oral, por esa razón era un gran conversador, un interlocutor inteligente y un constructor de importantes relaciones de amistad en la sociedad cubana y en la comunidad científica de su época; fue un excelente profesor y conferencista, además de llegar a ejercer una gran influencia entre sus discípulos9 e informantes en los diversos sistemas mágicos-religiosos afrocubanos e igualmente en las corrientes espiritistas actuantes en Cuba.
9 Muchas importantes figuras de la cultura, la ciencia y la historia cubanas se preciaron de ser discípulos y amigos de Ortiz: Pablo de la Torriente Brau y Rubén Martínez Villena, sus secretarios en las décadas del veinte y del treinta del siglo xx; Raúl Roa, Juan Marinello, José Antonio Portuondo, Julio Le Riverend y otros.
Fue un artífice de la escritura y un gran epistológrafo, logrando trasladar a sus textos y a la correspondencia la ingeniosidad, la frescura de ideas y la simpatía, al mismo tiempo que el respeto y la profesionalidad. Todos recuerdan su gran sentido del humor y también su mal genio cuando se sentía contrariado. Puede ser calificado de audaz sin ser irreflexivo, cuestión que le permitió innovar y transgredir cuando lo consideró necesario. Probablemente resulte incompleta esta caracterización, pero pretende transmitir los más importantes rasgos de su personalidad que se reflejan y reproducen en su obra.
Las funciones que Ortiz desempeñó durante su vida son determinantes para adentrarnos en el estudio de su archivo personal.
Investigador:
Escribió numerosos artículos y libros publicados durante su vida. Dejó libros concluidos o en diferentes fases de redacción (publicados póstumamente o todavía inéditos).Participó en congresos y eventos científicos como ponente o presidente de mesa, sesión y otros.Profesor y conferencista:
En cursos regulares de la Universidad de La Habana.En cursos de verano de universidades cubanas y extranjeras.En conferencias impartidas en Cuba y en el extranjero.Jurista:
Fue abogado con bufete establecido hasta la década del treinta.Fue creador y colaborador de la redacción de importantes instrumentos jurídicos.Promotor científico y cultural:
Fundador de relevantes instituciones como: la Institución Hispano Cubana de Cultura, Academia Cubana de la Lengua, Sociedad de Estudios Afrocubanos, entre otros.Fundador o director de importantes publicaciones: Revista Bimestre Cubana, Estudios Afrocubanos, Archivos del Folklore Cubano, Colección de Libros Cubanos, etcétera.Periodista:
Colaboró en múltiples periódicos y revistas nacionales y extranjeras con artículos científicos, culturales y de la actualidad política y social nacional.Político:
Como miembro del Partido Liberal 1917-1926 (representante a la Cámara).Como integrante de la oposición a Gerardo Machado (1925-1933).Durante los períodos posteriores, de 1933 hasta los primeros años de la década de los cincuenta.Diplomático:
Realizó labores consulares en las representaciones de Cuba en La Coruña, Génova y París entre 1903-1905.Como se puede observar, su labor fue multifacética ya que desempeñó variadas funciones en diferentes esferas de la vida pública; en su producción intelectual abordó múltiples asuntos y temas, razón por la cual Ortiz ha sido considerado como un polígrafo.
A la muerte de don Fernando en 1969, su archivo fue dividido en tres. Una parte de los papeles familiares más otros documentos de gran valor, se encuentran actualmente en Madrid en manos de María Fernanda Ortiz Herrera, hija de su segundo matrimonio.
La parte correspondiente a la obra científica fue llevada primero al Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Cuba y, con posterioridad, al Instituto de Literatura y Lingüística de la propia Academia (ILL) donde permanece en la actualidad. Se trasladó a la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) la correspondencia y el resto del archivo original, conjuntamente con su biblioteca.
Los tres fondos documentales testimonian la labor realizada por él a lo largo de su vida, además de ser valiosas fuentes de información; pero resulta muy importante consignar que el lamentable desmembramiento del archivo original impidió su posterior reconocimiento como tal a lo largo de más de 37 años y solo ha sido considerado en calidad de fondo personal de archivo el contentivo de su obra científica.
En esta investigación se examinarán solo los fondos que permanecen en Cuba.
En la década de los noventa del siglo xix, siendo un adolescente ya interesado en la investigación, Ortiz redactó un glosario de apodos escrito en menorquín que tituló Culecció d’els mal noms de Ciutadella.10 Este fue el primer documento que se conserva de lo que se convirtió con el tiempo en el archivo personal del polígrafo cubano.
10 Publicado por la Fundación Fernando Ortiz en 2000.
Siempre intrigó a muchos de dónde y cómo Ortiz obtenía toda la información necesaria para crear su obra, en especial, la científica. Personas cercanas —secretarios, discípulos, informantes, colegas, familiares— se han referido de una u otra forma al archivo, en lo fundamental a la zona “científica” de este, en el que fue depositando el resultado de su labor investigativa.
Las ciencias y disciplinas en las que Ortiz tuvo necesariamente que adentrarse en su labor de investigación fueron en su gran mayoría las sociales, pero en realidad utilizó toda esfera del conocimiento que aportara elementos esclarecedores a sus indagaciones. Así la sociología, la historia, la arqueología, la etnología, la antropología cultural, la lingüística, la musicología, la literatura, la economía y otras le fueron imprescindibles para resolver problemas acuciantes que frenaban sus pesquisas y para las cuales no existía respuesta satisfactoria en la época.
En muchas ocasiones resulta difícil deslindar en su obra investigativa hasta dónde empleó determinada ciencia o disciplina, porque en casi todos sus textos se encuentra presente la interdisciplinariedad, aunque el énfasis mayor se concrete en una o en otra área; esta circunstancia complejiza y dificulta la delimitación temática en su obra científica. Esta tendencia se observa en la conformación dada a las diferentes zonas o áreas de la investigación presentes en su archivo, donde con frecuencia una determinada temática aglutina a varias ciencias. Estas son en ciencias sociales: la antropología sociocultural, la historia, la sociología, la lingüística, la arqueología, criminología, literatura, etnomusicología, la política y las relaciones internacionales. En otras ciencias: la biología, la geografía y la demografía.
Para ser más fácilmente comprensible la estructura de este fondo personal, se ha dividido en tres sectores o secciones virtuales.11
11 Estos sectores o secciones han sido formados para “visualizar” mejor el fondo.
La documentación del fondo en general se encuentra soportada en 1049 carpetas, con 717 de ellas correspondientes al sector científico, que representa 66 % del total, mientras que el sector operativo se integra en 296 carpetas y la correspondencia personal tiene 81 carpetas, que representan 27 % y 7 %, respectivamente.
Julio Le Riverend, director del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias a principios de los años setenta del pasado siglo, trasladó hacia allí el fondo científico orticiano desde la casa familiar. Con la asesoría del prestigioso historiador, jóvenes colegas lo revisaron con el objetivo de examinar el orden del mismo y comprobar los documentos existentes. Poco tiempo después, a mediados de la década de los setenta, se decidió su envío al Instituto de Literatura y Lingüística, situado en el edificio de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), que a la sazón dirigía otro de los discípulos de Ortiz, José Antonio Portuondo.
A su llegada, fue revisado nuevamente por un pequeño grupo de historiadores y etnólogos. Los traslados a que fue sometido el fondo provocaron el deterioro de un número indeterminado de carpetas con el consiguiente trastoque, desorganización de los documentos contenidos en estas y la pérdida de los nombres de sus respectivos epígrafes temáticos; para “solucionar” esta circunstancia, fueron creados tres grupos documentales que se nombraron material diverso, miscelánea y sin epígrafe, que hicieron imposible por el momento su ubicación. De la revisión se obtuvieron resultados como el descubrimiento, por Diana Iznaga, de los libros inéditos sobre los negros curros y Bartolomé de las Casas. Igualmente el antropólogo Rafael Leovigildo López Valdés encontró un texto inédito sobre la oración del Ánima Sola. Orestes Gárciga realizó también un estudio más cuidadoso y orgánico de la documentación, fruto del trabajo de revisión del fondo que vertió en su artículo “El archivo de Fernando Ortiz. Acerca de su estructuración metodológica y fin práctico”, publicado en la revista Santiago (1985), donde lo reseñó con un enfoque sistémico y ofreció un panorama de los documentos contenidos como fuentes de investigación, desde el punto de vista de un historiador.
Un dato curioso y de gran valor relacionado con documentos del fondo: en 1999 fue donada al archivo una copia del original del libro inédito orticiano, La casa india, por el arquitecto Nicolás Quintana, entonces residente en los Estados Unidos, amigo de Ortiz y a quien este se lo entregara alrededor de 1960 para que lo finalizara y publicara en su nombre, cuando en los últimos años de vida se dio cuenta que esta no le alcanzaría para concluir todo el trabajo científico pendiente. Otro original orticiano en etapas avanzadas de escritura, el del libro Cristóbal Colón y la entrada del capitalismo en América, fue entregado en este caso a Julio Le Riverend.12