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El propósito de este libro es situar al lector en el escenario de los grandes combates que librara el Líder de la Revolución Cubana. Su incansable espíritu de lucha quedó plasmado en los diálogos con el pueblo, en sus discursos y comparecencias. Fue un proceso educativo de las masas, que transformó su vieja mentalidad hasta convertirlas en el sujeto indiscutible de la Revolución. Esta obra está dirigida a un público amplio que necesita conocer o rememorar, desde su juventud su madurez, la belleza y el ritmo vertiginoso de nuestra Revolución en sus primeros tres años. El texto recoge los siguientes procesos transformadores, abordados desde los hechos y la teoría que los guió: Independencia nacional, destrucción del Estado burgués, y el surgimiento del Estado de obreros y campesinos; transformación de la base económica; emancipación humana; organización del pueblo; y procesos ideológicos.
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Seitenzahl: 629
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Edición y corrección: Lic. María Luisa Acosta Hernández
Diseño de cubierta: Jadier I. Martínez Rodríguez
Diseño, composición y conversión a ebook:Grupo CreativoRuthCasa Editorial
©Romelia Pino Freyre, 2024
© Sobre la presente edición:
RuthCasa Editorial, 2025
Editorial de Ciencias Sociales, 2025
ISBN: 9789962250043RUTH Casa Editorial
ISBN: 9789590626715Editorial de Ciencias Sociales
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización deRuthCasa Editorialy Grupo Editorial Nuevo Milenio.Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.
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Elpropósito fundamental de este libro, es situar al lector en el escenario de los grandes combates que librara el Líder de la Revolución Fidel Castro Ruz. Su incansable espíritu de lucha quedó plasmado en los diálogos con el pueblo, en sus discursos y comparecencias. Fue un proceso educativo de las masas, que transformó su vieja mentalidad hasta convertirlas en el sujeto indiscutible de la Revolución.
Esta obra está dirigida a un público amplio que necesita conocer o rememorar, desde su juventud su madurez, la belleza y el ritmo vertiginoso de nuestra Revolución en sus primeros tres años. El texto recoge los siguientes procesos transformadores, abordados desde los hechos y la teoría que los guió: La Independencia nacional, la destrucción del Estado burgués, y el surgimiento del Estado de obreros y campesinos; la transformación de la base económica; la emancipación humana; la organización del pueblo; y los procesos ideológicos.
Para comprender el alcance de la titánica labor emprendida por el Comandante en Jefe, se abordan necesarios antecedentes históricos inmediatos a la gesta del Moncada; los obstáculos que tuvo que vencer; las batallas preliminares en el campo de la política, sus privaciones económicas, la prisión y el exilio. En lo que fuera un valiente y osado enfrentamiento a la sangrienta tiranía, en un desigual combate a riesgo de su vida.
Se busca lograr un acercamiento histórico-filosófico a ese gran drama humano que es la Revolución Cubana, como la calificó Fidel, por lo que este trabajo quiere ser más que una obra de divulgación. Aspira a demostrar la vigencia de la teoría marxista para emprender, desarrollar y explicar los azarosos caminos de la revolución proletaria como una necesidad histórica. Se podrá constatar que la teoría estuvo muy presente en la práctica revolucionaria en Cuba, pero lo más impactante fue la forma en que el Líder de la Revolución logró derrotar la ideología anticomunista y llevar a las masas el conocimiento de las tesis esenciales del marxismo, para transformar la realidad; al pueblo no le dijo “cree”, sino “lee”, en guerra sin cuartel contra la ignorancia.
Romelia Pino Freyre (San Juan de los Yeras, Villa Clara, 1947). Graduada de Historia del Instituto Pedagógico “Enrique José Varona”, Doctora en Ciencias Filosóficas por la Academia de Ciencias de Cuba. Investigadora y profesora titular. Dirigió la División de Ciencias Sociales del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), el Instituto de Filosofía, el Polo Científico de Humanidades y el Programa Nacional de Investigación “El trabajo con los cuadros”. Así como varias investigaciones, entre ellas: “La percepción de los jóvenes sobre el socialismo y el liderazgo histórico de la Revolución, y “El sistema conceptual de la ideología enemiga” (ambos Premio Academia), “Estudio acerca de la ejemplaridad de los cuadros” y “Estudio sobre el mercado negro” (ambos encargados por la Dirección del país). Fue la coordinadora del programa de Universidad para todos de Historia de la Filosofía. Autora principal del libro El oficio de Pensar. Breve Introducción a la Historia de la Filosofía (Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 2004; Primera reimpresión, 2008). Fue vicepresidenta del Tribunal Nacional de Grados Científicos de Filosofía 2002-2004. Tuvo a su cargo la organización de los eventos científicos siguientes: Evento internacional conmemorativo Rosa Luxemburgo (1999). Evento internacional conmemorativo sobre la obra de Gramsci, 2000. Encuentros de filósofos cubanos y mexicanos (2000). Dos ediciones del seminario internacional “La obra de Carlos Marx, ante los desafíos del siglo xxi” (2003, 2004). Corte Internacional de Mujeres contra el bloqueo (2004).
Por su trayectoria científica destacada, el Consejo de Estado de la República de Cuba le otorgó la Orden Carlos Juan Finlay, máxima distinción que se concede a los científicos cubanos; y el Sindicato de las Ciencias, la Medalla Don Tomás Roig. Fue Vanguardia Nacional del Sindicato de las Ciencias y Cuadro destacado del CITMA. Actualmente está jubilada y colabora con el Instituto de Filosofía.
A mis compañeros del Instituto de Filosofía que ya no están: Ana Luna Moliner, Ana Luisa Rodríguez, Alicia Pino, Pedro Luis Sotolongo, Olivia Miranda, Carmen Gómez y Miguel Limia David. Todos aportaron a la Filosofía en Cuba, me enseñaron mucho y, junto al colectivo de trabajadores, hicimos del Instituto nuestra trinchera, durante los duros años del Período Especial.
Al leer el necesario libro de Ignacio Ramonet (2006), Cien horas con Fidel, me llamó la atención la frase que usó para identificar una importante faceta de la infancia del Líder de la Revolución: “El oficio de rebelde”; conclusión a la que llegó en el capítulo tres del mencionado texto, que no por gusto tituló “La infancia de un rebelde”; a base de preguntas al Líder, se adentra en los avatares de los primeros años del niño Fidel y los no pocos episodios de rebeldía de su infancia.
Ignacio Ramonet concluye así este diálogo con Fidel: “En definitiva usted desarrolló en su infancia, el oficio de rebelde”. A lo que Fidel responde: “Tal vez circunstancias especiales de mi vida me hicieron reaccionar así. Pasé algún trabajo desde muy temprano y fui desarrollando, quizás por ello, el oficio de rebelde” (Ramonet 2006, p. 120).
Esa frase me pareció un título idóneo para este libro, porque expresa la esencia de su existencia. Un año antes, en su discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, estaba presente esa idea:
Tal vez circunstancias especiales de mi vida me hicieron reaccionar. Pasé algún trabajo desde muy temprano y fui desarrollando, quizás por ello, el oficio de rebelde.
Por ahí se habla de los rebeldes sin causa; pero a mí me parece, cuando recuerdo, que era un rebelde por muchas causas, y agradezco a la vida haber seguido, a lo largo de todo el tiempo, siendo rebelde, aun hoy, y tal vez con más razón, porque tenga más ideas, porque tenga más experiencia, porque haya aprendido mucho de mi propia lucha, porque comprenda mucho mejor esta tierra en que nacimos y este mundo en que vivimos, hoy globalizado y en minutos decisivos de su destino (Castro Ruz, 2005).
Este trabajo no pretende abarcar la gran cantidad de hechos trascendentes ocurridos en Cuba, durante los tres primeros años del Triunfo revolucionario, misión que ocupa a muchos investigadores y profesionales de diversas especialidades y otros especialistas del mundo. Se trata de seguir el inicio de algunos procesos que tuvieron su continuidad en años posteriores y otros que aún no terminan, pero que tuvieron su génesis en esos heroicos años. El objetivo principal es hacer una pequeña contribución al estudio del pensamiento y la acción de Fidel Castro Ruz, nuestro invicto Comandante en Jefe; pensamiento y acción que vamos a seguir por medio de sus discursos e intervenciones en coyunturas que cambiaron para siempre la historia de Cuba; porque hay mucha historia por escribir y muchas enseñanzas por rescatar, para las jóvenes generaciones que tienen que seguir dando machete.
Este libro está dirigido, pues, a los jóvenes en general y altos estudiantes en particular, porque puede ser un complemento en su formación como profesionales revolucionarios, así como a los eternos jóvenes de mi generación, que en esos tiempos éramos adolescentes. Está escrito en dos planos: El de los hechos que componen la práctica política de la joven Revolución, extraídos de esos tumultuosos años que cambiaron para siempre el destino de nuestra querida Patria. El otro, es el despliegue de elementos teóricos que tienen valor explicativo para acontecimientos que siguen una lógica asentada en los principios esenciales de la teoría marxista-leninista, esa teoría tiene su confirmación en la práctica revolucionaria en Cuba.
Si me faltaran razones para emprender este apasionante trabajo, la imprescindible intelectual cubana Graziella Pogolotti (2020) en una de sus habituales y valiosas crónicas, titulada “El parto de las ideas”, insta al análisis de la obra de Fidel, que se integrará a una necesaria historia de las ideas socialistas, junto a figuras cimeras del movimiento socialista mundial, idea que compartimos plenamente. En su crónica nos dice que Fidel transformó, de manera radical, la oratoria política tradicional, eliminó los recursos gastados por la demagogia, condujo a un pensar colectivo para develar causas; la exactitud de estas apreciaciones el lector podrá constatarla a lo largo de este texto.
De forma sencilla y exacta la Dra. Pogolotti describe los matices de la comunicación del Líder con su pueblo, cuando dice que Fidel:
[…] afirmó en alguna ocasión que las personas disfrutan al participar en el parto de las ideas. Los destinatarios de la palabra viva no constituyen una masa de interlocutores abstractos. El inmenso conglomerado reunido en la Plaza escucha, responde a las preguntas formuladas y, en ocasiones, lanza una pregunta y acorta la distancia que lo separa de la tribuna (Pogolotti, p. 6).
Tengo más razones, porque duele cuando en algunas declaraciones en los medios, de personas curadas milagrosamente, o personas con éxitos en su actividad, se olvidan de ofrecer su agradecimiento a la Revolución y Fidel, pero reflexiono y pienso que la pátina del tiempo cubre esos años fundamentales y tremendos, donde se sembraron las semillas de la cosecha que hoy se recoge en los ámbitos de las ciencias, el arte, la cultura, la salud, el deporte y otras esferas.
Lo que para muchos fue vivencia, y es agradecimiento eterno, para las actuales generaciones de jóvenes lo conquistado a base de heroísmo, de sacrificio por varias generaciones de luchadores cubanos es algo natural, que se plasma en oportunidades para todos, la escuela y la salud universales, la seguridad ciudadana, la soberanía; entonces pienso que es imprescindible la labor restauradora de la obra revolucionaria en la conciencia colectiva, para que las actuales y futuras generaciones reconozcan en ella lo que nos legaron nuestros mambises de todas las contiendas libertadoras.
Al líder del proletariado mundial, Vladimir Ilich Lenin, se le atribuye la afirmación de que no basta con ser comunista en general, pues es necesario saber encontrar, en cada momento, el peculiar eslabón particular al cual hay que aferrarse con todas las fuerzas, para sujetar toda la cadena y preparar sólidamente el paso al eslabón siguiente.
Fidel Castro Ruz logró encontrar en Cuba esos eslabones particulares que prepararon los pasos para los eslabones siguientes, desde sus luchas iniciales como estudiante, hasta convertirse en el artífice de la definitiva independencia de Cuba. Permítaseme, en las páginas que siguen, nombrarlo muchas veces simplemente como Fidel, con cariño y respeto como lo llama todo el pueblo de Cuba.
Tales eslabones, entre otros, serían una vez tomado el poder, alcanzar la soberanía, romper la maquinaria estatal de la república mediatizada, convertir un pueblo sometido al capital foráneo e interno en el real protagonista de la lucha y la obra revolucionaria para eliminar la dependencia de los Estados Unidos y desarrollarse, al fin, como país soberano.
Cada eslabón representaba en sí, una revolución. Muchos de estos procesos fueron simultáneos en el tiempo, se desarrollaron en el corto lapso de tres años; eso nos obligó a extraer, en un mismo discurso, acontecimientos y temas diversos, pero convergentes en un solo objetivo: hacer la Revolución.
Para comprender el alcance de la titánica labor emprendida por el Comandante en Jefe, es necesario profundizar en los antecedentes históricos inmediatos a la gesta del Moncada, los obstáculos que tuvo que vencer, las batallas preliminares en el campo de la política, sus privaciones económicas, la prisión, el exilio, en el enfrentamiento a la sangrienta tiranía en un desigual combate a riesgo de su vida.
Además de adentrarme en ese segmento de la historia de Cuba, también es necesario poner de relieve, como ya se dijo, un conjunto de fundamentos teóricos que contribuyan a comprender algunos de los principios básicos del marxismo y el leninismo que sirvan de marco de interpretación para los hechos históricos que dieron paso a la primera revolución socialista del hemisferio occidental. No podemos sacrificar el rigor del trabajo a una lectura amena, pero descriptiva y poco enriquecedora.
Por eso se busca un acercamiento histórico-filosófico a ese gran drama humano que es la Revolución Cubana, como la calificó Fidel, por lo que este trabajo quiere ser más que una obra de divulgación, aspira a demostrar la vigencia de la teoría marxista para emprender, desarrollar y explicar los azarosos caminos de la revolución proletaria como una necesidad histórica. Se podrá constatar que la teoría estuvo muy presente en la práctica revolucionaria en Cuba, pero lo más impactante fue la forma en que el Líder de la Revolución logró derrotar la ideología anticomunista y llevar a las masas el conocimiento de las tesis esenciales del marxismo, para transformar la realidad, al pueblo no le dijo “cree”, sino “lee”, en combate sin cuartel contra la ignorancia.
Hoy, la teoría es tan necesaria como entonces, ante los procesos de desideologización impulsada por los centros de poder bajo la etiqueta del pensamiento único. El valor de la teoría fue ratificado muchas veces por el Líder de la Revolución, por ejemplo, en la obra citada de Ramonet, en el capítulo 4 titulado “Entrando en política”, Fidel expresó:
El marxismo me enseñó lo que era la sociedad. Yo estaba como un venado o un caminante en el boque, que no sabe dónde está el Norte o el Sur. Si usted no llega a entender realmente la historia de la lucha de clases, o por lo menos, la idea clara de que la sociedad está dividida entre ricos y pobres, y que unos someten y explotan a los otros, usted está en un bosque sin saber absolutamente nada (Castro Ruz, 2006; p. 141).
Para abordar la mayoría de los aspectos teóricos de este trabajo, utilicé, entre otros materiales, mis resultados en la tarea de investigación que desarrollé para el proyecto titulado: “Hegemonía y poder popular en el proceso de actualización del modelo económico y social en Cuba”, perteneciente al Programa Nacional Sociedad Cubana, ejecutado por un equipo de investigadores del Instituto de Filosofía; así como algunos aspectos extraídos de mi tesis de doctorado titulada: “Elementos teóricos y metodológicos para el estudio del surgimiento y desarrollo de la nación cubana”.
Existen varias formas de seguir la trayectoria de la Revolución Cubana triunfante. He optado por abordarla desde los discursos pronunciados por su Líder Fidel Castro Ruz, porque es posible apreciar los momentos más significativos de la marcha de la Revolución en sus tres primeros años, ya que sostenemos la tesis de que en esos tres primeros años del triunfo revolucionario se da la dialéctica de destrucción de la vieja sociedad y la emergencia de una nueva, en medio de una feroz lucha contra la reacción interna y las fuerzas del imperio por destruirla; esa lucha no ha cesado, pero Cuba sigue en pie.
Se busca un uso activo de las esencias presentes en las palabras pronunciadas en múltiples escenarios y circunstancias por el Jefe de la Revolución, que se convirtieron en aportes a la teoría y la práctica revolucionaria, en códigos éticos, en fundamentos de la política de nuevo tipo, acompañados de hechos que ya hace tiempo son historia y fueron, en su momento, realidades nuevas forjadas por el pueblo en revolución; conquistas arrancadas a los explotadores internos y externos que hoy resultan lejanas, incluso para aquellos nacidos como yo antes de 1959.
Es posible que se valore que hay exceso de citas, pero no son citas en el sentido lato, son extractos seleccionados de los discursos y comparecencias de Fidel en los tres primeros años de la Revolución, que son medulares en el texto porque cumplen varios objetivos: seguir los análisis hechos por Fidel, de la necesidad de las grandes transformaciones revolucionarias en su contacto casi diario con el pueblo y apreciar el surgimiento de una gran escuela de nueva política; además, quiero facilitar el acceso a documentos que en un anexo perderían su fuerza argumental con las debidas referencias para aquellos que necesiten ir al documento completo.
Si se asume la dialéctica de lo lógico y lo histórico como método de investigación, se debe partir de lo particular en una realidad empírica, adecuadamente situada en coordenadas teóricas, y de tiempo y espacio; por lo que reitero, este no es un trabajo de selección de citas de Fidel. Sus palabras son tomadas, en determinado contexto, para que se pueda observar el proceso de destrucción de lo viejo, y la construcción de un mundo nuevo y de mutua identificación del pueblo y su líder. Cada acto pasó a formar parte de la historia reciente de Cuba que asumió una forma original de hacer realidad los postulados del marxismo y el leninismo desde una raíz martiana.
Los textos extraídos de los discursos y otros documentos tienen la intención de rehacer una trayectoria histórica desde los actos de sus protagonistas, los que encabezaron las luchas por la libertad de Cuba y su pueblo. Por eso, no se trata de comentar lo dicho por Fidel, ni reproducirlo, se trata de aprender de su legado, desde las claves teóricas del marxismo-leninismo y el pensamiento martiano, cuyasíntesises el pensamiento vivo de Fidel y su obra, base de nuestra ideología fundada en verdades históricas.
El propósito fundamental es situar al lector en el escenario de los grandes combates que librara el Líder de la Revolución contra sus antagonistas, plasmados en los diálogos con el pueblo, en sus discursos y comparecencias, en el proceso educativo de las masas, que fue transformando la vieja mentalidad hasta convertirlas en el sujeto indiscutible de la Revolución. Por ello este trabajo se dirige a un público amplio que necesita conocer o rememorar desde su madurez la belleza y el ritmo vertiginoso de nuestra Revolución en sus primeros tres años. Con este método de trabajo se abordaron procesos que modificaron, de modo radical, a la sociedad cubana de finales de la década de los cincuenta del pasado siglo.
No están recogidos todos los hechos trascendentes, pero a los efectos de los objetivos de este libro, los que se exponen y analizan a la luz de la teoría marxista, dan la medida de los procesos que bajo la dirección de Fidel cambiaron la realidad cubana para la felicidad de los cubanos agradecidos. No fueron actos voluntaristas, sino acciones ajustadas a las leyes tendenciales de la sociedad humana, en una dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo.
Los procesos abordados son los siguientes:
1.La Independencia nacional.2.La destrucción del Estado burgués y el surgimiento del Estado de obreros y campesinos.3.La transformación de la base económica.4.La emancipación humana.5.La organización del pueblo.6.Los procesos ideológicos.En el transcurso de la labor investigativa, y más bien en la fase de redacción, me vi reflejada en aquellos primeros años, formando parte de los millones de cubanos a quienes el Primero de Enero de 1959 les cambió la vida para siempre. Mi hermano y yo vivíamos con nuestros padres, zapateros, por más señas, en un cuarto de un solar en Guanabacoa; ese preciso día amaneció el cobrador del mísero alquiler de seis pesos con una orden de desahucio que la Revolución invalidó para siempre de hecho y de derecho. En el texto está presente implícita o explícitamente mi modesto testimonio de aquellos años tremendos.
Muchas cosas descubrí, por ejemplo, que yo formaba parte de la inmensa marginalidad existente en Cuba, sin esperanzas de salir de esa condición, por ser mujer, mulata y pobre. Eso lo supe más tarde, cuando como profesional tuve que indagar en muchos aspectos de la sociedad; pero con toda nitidez recuerdo que mis padres, humildes trabajadores, abrazaron la Revolución y le fueron fieles hasta su último aliento. Por eso y por mil razones más yo soy de los agradecidos y por eso, este modesto trabajo es un homenaje al hombre que hizo posible mi dignificación humana y la del pueblo: FIDEL.
La autora
La exposición de uno de los segmentos más significativos de la historia de Cuba, va dirigida especialmente a las jóvenes generaciones; estas tienen que reconocerse en ella para defender lo que las generaciones de los revolucionarios precedentes conquistaron a base de valentía, patriotismo e inteligencia, para que puedan evaluar el significado de nacer en una Patria libre; porque la historia patria va más allá de una asignatura del ciclo educacional, ella tiene que formar parte de una actitud de continuidad y defensa de lo conquistado con sangre y sacrificios.
Conocer la historia para reconocerse en la obra y reafirmar la identidad. Por esas razones es necesario contextualizar la situación de Cuba antes del Triunfo revolucionario en Enero de 1959, no solo por ser un imperativo para un trabajo de esta índole, sino también para poder valorar el significado de la lucha revolucionaria, sus principales causas y la heroicidad de la Generación del Centenario.
Ser consecuentes con los principios básicos del marxismo y el leninismo, para analizar una sociedad determinada, significa tener una idea de su estructura socioclasista y sus contradicciones. Sin la pretensión de caracterizar a la alta burguesía cubana en la República neocolonial, examinaremos algunos datos que pueden dar idea de su poderío económico y político, detentado en maridaje con el poder hegemónico de los Estados Unidos, los reales dueños del país.
Para evaluar la envergadura de la batalla emprendida por Fidel Castro Ruz y la vanguardia revolucionaria, antes y después del Triunfo de la Revolución, es preciso intentar un acercamiento a determinados datos acerca de la alta burguesía cubana, que se convirtió en el enemigo interno más poderoso de la Revolución triunfante, apoyada por el imperialismo, ya que detentaba un subalterno poder hegemónico que le posibilitó disfrutar de la supremacía clasista en Cuba, siempre subordinada a los intereses de los Estados Unidos.
El sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) desarrolló su teoría acerca del poder; él tomó como punto de partida dos ideas básicas de la teoría marxista: la sociedad dividida en clases sociales y sus relaciones conflictivas; aportando en su estudio lo que designó como sistemas simbólicos, así como el análisis de las relaciones de poder dentro de un determinado medio cultural dominante.
Bordieu y Passeron (1970) estudiaron la articulación entre lo económico y lo simbólico, hablaron de un poder simbólico al servicio de la diferenciación social y la correspondiente reproducción hegemónica en el campo de la política y la cultura. Ambos autores instan a investigar las redes de relaciones, donde se asientan el poder y su reproducción.
Para ellos lo simbólico va más allá de la participación en las relaciones de producción de las clases dominantes; desde su punto de vista es necesario indagar en los lugares donde viven sus miembros, la escuela donde educan a sus hijos, los lugares de ocio, entre otras prácticas culturales de grupo, además de los matrimonios, elementos condicionados por principios de selección o exclusión.
Por ello es necesario acercarse al modo de vida de la burguesía cubana, aunque son escasos los estudios sobre esta, sin embargo el destacado historiador Carlos del Toro González (2011) consciente de esta carencia, nos dejó un importante libro, que recoge valiosos datos que permiten tener una idea de la capacidad económica, política y cultural de ese sector de la población y su modo de vida, fiel aliado de los intereses imperialistas en Cuba. El contenido del libro está en sintonía con lo aportado por Bourdieu y Passeron (1970), aunque no puedo asegurar que Del Toro conociera de sus trabajos.
La indagación del historiador cubano, abarca desde 1920 hasta 1958, importante intervalo para analizar la movilidad y otros fenómenos vinculados con la estructura socioclasista, base de la sociedad civil y la sociedad política de la neocolonia; Del Toro González identificó a la élite burguesa cubana con nombres y apellidos, y los renglones económicos y políticos en que amasaron sus riquezas, así como el peso de la familia y las principales formas de agrupación elitista, indagación que coincide, en muchos indicadores, con los sociólogos franceses, como se podrá apreciar.
Del Toro González caracterizó a la vieja burguesía colonial, como componente de una aristocracia indiana fomentada por la corona española, así como a la nueva burguesía, formada por los magnates capitalistas contemporáneos, los nuevos ricos, procedentes en su mayoría de clases inferiores, fusionados a la vieja burguesía aristocrática por una imbricada trama de uniones matrimoniales, donde fueron “lavadas” las impurezas de origen. Todos constituían el bloque oligárquico del país, integrado por cubanos, españoles y norteamericanos.
En la cúspide de la oligarquía, poseedora de grandes fortunas, Del Toro González ubica a los hacendados, propietarios de centrales azucareros productores de azúcar, que era el primer rubro de la economía nacional. Los hacendados ocupaban una posición predominante en la escala social y formaron los llamados “grupos de presión” a base de sus influencias en las esferas gubernamentales, su pertenencia a estas, o por medio de instituciones gremiales, como la Asociación de Hacendados de Cuba. Uno de los más poderosos hacendados cubanos fue Julio Lobo Olavarria, que llegó a ser dueño de doce centrales en 1958.
Otro importante segmento de la alta burguesía cubana fue el representado por los colonos, muy vinculados con los hacendados, pues eran los encargados del cultivo de la caña; sobre todo, los grandes colonos no pocas veces coincidían en una misma condición de hacendados-colonos. Un ejemplo de gran colono fue José M. Cortina, que gracias al capital burocrático acumulado a su paso por cargos altos en varios gobiernos, y tener actas de senador y representante, logró ser un colono que producía más de cuatro millones de arrobas de caña al año.
Del Toro González (2011) utiliza fuentes de datos confiables para identificar y caracterizar a la alta burguesía cubana; entre ellas, se apoya en la nómina de los clubes exclusivos, como el Casino Español de La Habana (1869), la Unión Club de La Habana (1880), el Habana Yacht Club (1886), el Country Club de La Habana (1911), el Miramar Yacht Club (1926), el Havana Bilmore Yacht and Country Club (1927) y el Vedado Tennis Club (1926); se incluye también, dentro de las instituciones elitistas, al Club Rotario (1916), de origen norteamericano, que agrupó a varios niveles de la burguesía, propiciando cierta movilidad social ascendente a personas con recursos económicos.
El historiador Del Toro González indica que, aunque la burguesía en sus diferentes niveles alardeaba de su apoliticismo, muchos de sus más connotados integrantes, miembros de los clubes exclusivos que vivieron en barrios también exclusivos, en viviendas lujosas, llegaron a ocupar cargos importantes en el aparato administrativo y legislativo. Eran las llamadas “fuerzas vivas”, que se pueden traducir como la sociedad civil dominante.
Él Ilustra su afirmación con un grupo de ejemplos: Manuel Aspuru, presidente del Habana Yacht Club, presidente de la Asociación Nacional de Hacendados de Cuba, dueño del central Toledo; José Manuel Casanova Diviñó, hacendado, presidente de la Unión Social Económica de Cuba, miembro del Comité Central del Comité Nacionalista Español (Falangista), presidente de la Asociación de Hacendados de Cuba (1933 hasta su muerte en 1949) y senador del Congreso Nacional; Laureano Falla Gutiérrez, español, hacendado e industrial, socio de honor de la Asociación de Dependientes del Comercio de La Habana y presidente del Casino Español de La Habana (1925); José Gómez Mena, cubano, hacendado, secretario de Agricultura (1936), presidente del Vedado Tennis Club y de la Asociación de Hacendados de Cuba; Frederick Snare, norteamericano, al que le otorgaron la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, otorgada por el Gobierno de Cuba, presidente fundador del Country Club de La Habana (1911-1946), ingeniero contratista y presidente de la Frederick Snare Corporation (datos que aparecen en el libro citado de Carlos del Toro, La alta burguesía cubana 1920-1958 (pp. 49-51).
Una forma de acumulación de capitales fue la vinculada con los poderes ejecutivos y legislativos, por medio de la corrupción administrativa que fomentó lo que Del Toro consigna como capital burocrático.
Los primeros gobiernos republicanos tuvieron por presidentes a oficiales de alto rango del ejército mambí, es el caso de José Miguel Gómez (1858-1921), combatiente de la Guerra de Independencia, que ostentó el grado de Mayor General, fue gobernador de Las Villas y más tarde presidente de la República desde 1909 hasta 1913. Este amasó una fortuna a base del robo y el peculado, fue dueño de dos centrales azucareros, comprados por cuatro millones de pesos; la voz popular lo caracterizó con la coletilla: “el tiburón se baña, pero salpica”, reflejo de la crisis moral de la sociedad cubana de principios del siglo xx.
Su oponente, el general del Ejército Mambí, Mario García Menocal (1866-1941), jefe del Partido Conservador, también ascendió a la Primera Magistratura desde 1913 hasta 1921 y como su enemigo político, José Miguel Gómez, también amasó una fortuna producto de la corrupción administrativa y fue ejemplo de nepotismo, al ascender a cargos importantes a varios miembros de su familia.
Fue notoria la sangrienta dictadura del también general del Ejército Mambí, Gerardo Machado (1869-1939), que fue derrocado por la acción popular, con la importante participación del entonces Partido Comunista, con figuras como Julio Antonio Mella (1903-1929), asesinado en México por orden del tirano Machado, y Rubén Martínez Villena (1899-1934), quien encabezó la huelga general que dio al traste con la dictadura machadista.
En el propio texto, se remarca el nexo entre los gobernantes de entonces y las grandes fortunas, por ejemplo, Laureano Falla Gutiérrez aparece asociado, en la antigua provincia de Las Villas, con Gerardo Machado, porque fueron propietarios de la llamada Compañía Cubana de Electricidad S.A., en ese territorio, que sería vendida a la American & Foreign Power Company, la cual realizó otras compras similares para crear el monopolio de la energía eléctrica en Cuba.
Las otras dictaduras padecidas por el pueblo cubano, fueron encabezadas por el otrora sargento Fulgencio Batista (1901-1973), que usurpó la presidencia de la República en dos oportunidades. Su primer período de desgobierno transcurrió desde 1934 hasta 1944 y el segundo, la más sangrienta tiranía, producto del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952; ambos desgobiernos apoyados por el imperialismo norteamericano. Él también acumuló una gran fortuna, producto de la rapiña y la corrupción, lo que le permitía alternar en la alta sociedad.
En distintos momentos, esos mandatarios fueron acogidos en la élite burguesa, refiere Del Toro González, la pertenencia a clubes exclusivos de los presidentes: José Miguel Gómez, Mario García Menocal, Alfredo Zayas, Gerardo Machado, Carlos Manuel de Céspedes Quesada, Ramón Grau San Martín, Carlos Hevia, Manuel Márquez Sterling, Carlos Mendieta, José A. Barnet, Mariano Gómez Arias, Federico Laredo Brú, Fulgencio Batista, Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás.
Al analizar esos datos, el autor citado concluye que es evidente el vínculo de los gobernantes con la alta burguesía, muchos de ellos pertenecieron a estas instituciones recreativas y elitistas antes de ascender a la presidencia.
La alta burguesía poseía el poder económico y político, y por ende la hegemonía clasista, aunque subordinada a los intereses de los Estados Unidos; contaba con los aparatos coercitivos del Estado, los medios de comunicación; era propietaria de bancos y tenía poder en los mecanismos de mercado, y una legislación que respondía a sus intereses. Nunca imaginó el desplome de su mundo de privilegios, provocado por las medidas del Gobierno Revolucionario al asumir el poder, el pueblo trabajador.
Dar a conocer con nombres y apellidos los elementos más representativos de la alta burguesía cubana es, sin duda, un aporte de la obra de Carlos del Toro, quien demuestra a base de fuentes confiables los rasgos que identifican a la alta burguesía en su exclusividad clasista. Él cierra su libro con la reflexión siguiente:
La identificación con nombres y apellidos —incluido el materno— de los individuos componentes de una clase, sin dudas, contiene un sabor grato o no, según los paladares, de la crónica social burguesa. Mas el método ha sido necesario para descubrir, en cierta medida la urdimbre de nexos familiares forjadores de una estructura socioclasista. La burguesía y sus instituciones están formadas por seres humanos, cuya elemental diferenciación de sus semejantes es la posición privilegiada que ocupan en el escalafón de la sociedad (Del Toro González, 2011; p. 295).
El contraste social entre esta burguesía y la mayoría desposeída de la sociedad, fue revelado por el joven abogado Fidel Castro Ruz en su histórica autodefensa tras los sucesos del Asalto al Cuartel Moncada, que se conoce como La historia me absolverá. Allí dio su concepto de pueblo, integrado por las clases desposeídas, por las cuales se asaltó ese cuartel:
Nosotros llamamos pueblo si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los quinientos mil obreros del campo que habitan en bohíos miserables […], a los cuatrocientos mil obreros industriales y braceros cuyos retiros, todos, están desfalcados, cuyas conquistas les están arrebatando, cuyas viviendas son las infernales habitaciones de las cuarterías […], a los cien mil agricultores pequeños que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya […], a los treinta mil maestros y profesores tan abnegados, sacrificados y necesarios al destino mejor de las futuras generaciones, y que tan mal se les trata y se les paga; a los veinte mil pequeños comerciantes abrumados de deudas, arruinados por las crisis y rematados por una plaga de funcionarios filibusteros […], a los diez mil profesionales jóvenes: médicos, ingenieros abogados, veterinarios pedagogos, dentistas, farmacéuticos, periodistas, pintores, escultores, etc., que salen de las aulas con sus títulos deseosos de lucha y llenos de esperanzas para encontrarse en un callejón sin salida, cerradas todas las puertas […]. ¡Ese es el pueblo que sufre todas las desdichas y es por tanto capaz de pelear con todo coraje! A ese pueblo, cuyos caminos de angustias están empedrados de engaños y falsas promesas no le íbamos a decir: “Te vamos a dar”, sino: “¡Aquí tienes, lucha ahora con todas tus fuerzas para que sea tuya la libertad y la felicidad!” (Castro Ruz, 1973; pp. 63-65).
En este más que sucinto recorrido histórico, opto por no hacer un recuento de hechos, prefiero exponer documentos que revelen las valientes denuncias y actitudes patrióticas de muchos líderes revolucionarios que enarbolaron las banderas de nuestros mambises, corriendo graves riesgos; la tarea ha sido facilitada por autores que han recogido valiosos escritos y testimonios, en una paciente labor de reconstrucción histórica y que dan una idea de los graves problemas que aquejaron a Cuba; y de la valentía de patriotas revolucionarios, que a muchos les costó la cárcel, la tortura, y hasta la propia vida, al enfrentar los poderes constituidos,
Las extensas citas que se insertan en el texto, no se usan como “principio de autoridad”, sino como pruebas testimoniales del enfrentamiento a los regímenes imperantes en la Isla, por parte de figuras señeras de la lucha de los humildes, por los humildes y para los humildes. Voy a darle la palabra en estas páginas.
Sin pretender abarcar la historia de la República de Cuba en los años que antecedieron al Asalto al Cuartel Moncada por Fidel Castro Ruz y la Generación del Centenario, es imprescindible brindar un cuadro resumido de los gobiernos de Ramón Grau San Martín (1882-1969) y el gobierno de Carlos Prío Socarrás (1903-1977). Con estos gobiernos del Partido Auténtico, se cerró la etapa del bipartidismo de Liberales y Conservadores, que se turnaban en el poder, sometidos a los intereses del imperialismo norteamericano.
En 1934, el doctor Ramón Grau San Martín fundó el Partido Revolucionario Cubano Auténtico, con el apoyo de luchadores antimachaditas y gran respaldo popular por el prestigio adquirido en la defensa de los estudiantes que lucharon y fueron reprimidos por la tiranía de Gerardo Machado.
El primero de junio de 1944, Grau San Martín ganó, con amplio respaldo popular, la Presidencia de la República. Pronto se vieron frustradas las ilusiones del pueblo porque, desde los primeros meses de su gobierno, se incrementaron los atentados personales, el pistolerismo y los crímenes políticos.
Uno de los primeros crímenes fue el asesinato del líder campesino Niceto Pérez García (1908-1946), el 17 de mayo de 1946 y cerró con el vil asesinato del líder sindicalista azucarero Jesús Menéndez Larrondo (1911-1948), el 22 de enero de 1948, en Manzanillo, antigua provincia de Oriente, a manos del capitán del ejército Joaquín Casillas Lumpuy, que fue ajusticiado al triunfo revolucionario, por su carga de crímenes. Pero ninguno tan alevoso como el asesinato del líder azucarero, quien fue un verdadero azote para el imperialismo, en la defensa de los trabajadores; en su último combate por los trabajadores del azúcar, exigiendo el pago del diferencial azucarero,1 quedaron estas palabras para la historia:
“No ceder ni un ápice en el cobro del diferencial. Tiene que ser pagado hasta el último centavo. Porque como dijeron unos compañeros «ese diferencial habrá que ponérnoslo en la punta de la mocha»” (Menéndez, 1973; pp. 16-18).
Al calor de la Doctrina Truman (proclamada en 1947 y enfilada contra la extinta Unión Soviética y el comunismo) se desarrolló, durante el gobierno de Grau, una fuerte represión al movimiento obrero; se ilegalizó su V Congreso, proliferaron los asesinatos de sus líderes, fue incautado el edificio de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y se organizó en contubernio con el Gobierno una Central de Trabajadores de Cuba, organización paralela a la legítima CTC, fundada por el líder de los trabajadores Lázaro Peña (1911-1974), con el fin de dividir y debilitar al movimiento obrero.
Como brazo ejecutor de la maniobra divisionista estuvo Carlos Prío Socarrás, que fue nombrado primer ministro por el presidente Grau. Prío creó ese sindicato paralelo, encabezado por el tristemente célebre Eusebio Mujal (1915-1985), personaje que encabezó una corriente llamada mujalismo.2
Eduardo Raúl Chibás (1907-1951) fue el líder de la ortodoxia. Cuando se separó del Partido de Grau, decepcionado de los manejos de ese gobierno, creó un nuevo Partido en 1947, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Se caracterizó por sus constantes denuncias a los malos manejos de los gobiernos auténticos y su lucha por adecentar el país, de ahí su famoso lema “Vergüenza contra dinero”. El símbolo de su Partido fue una escoba para barrer la corrupción y los malos manejos de los gobiernos de turno.
En una entrevista a Chibás, realizada por la revista Bohemia, el periodista le pregunta: “¿Qué han representado para Cuba estos cuatro años del régimen del Doctor Ramón Grau San Martín?”. En su extensa respuesta, el líder del Partido Ortodoxo da exacta dimensión de la traición de Grau a las masas que lo eligieron, lo que fue una contundente denuncia:
Siempre que el doctor Grau San Martín estuvo en la oposición, perseguido o exiliado, fui su colaborador más leal […]. Ningún Presidente ha llegado al poder en nuestro país inspirando a su pueblo mayores ilusiones que el profesor Grau San Martín en 1944. Ninguno por eso mismo, ha defraudado tan hondamente la conciencia nacional, al traicionar desde el Gobierno los ideales por los que se inmolara la juventud estudiantil de una generación entera de cubanos […].
El Gobierno de Grau San Martín, aparte de su desprecio por la Constitución, los principios revolucionarios, la doctrina del Partido Auténtico, los Tribunales de Justicia y sus promesas de rescatar la moral pública, se caracterizó por el enorme incremento del peculado, el prebendaje, la Bolsa Negra, la carestía de la vida, el agio, la especulación, la botella, el inciso K y el pistolerismo, mal heredado del régimen de Batista. Además, propició la división del proletariado, la demagogia, la desmoralización y el caos […].
Grau ha dejado al país sin presupuesto, Tribunal de Cuentas, Carrera Administrativa, Banco Central, y de Refacción Agrícola, política hidroeléctrica. En vez de tecnificar la administración pública, tecnificó los negocios turbios, las ventas fraudulentas de azúcar, el trasiego de tránsfugas de un Partido a otro y la compra del voto. En la lucha entre la indignidad y la vergüenza desertó de la vergüenza para pasarse al campo de la indignidad (Chibás, 1973; pp. 138-140).
Chibás no desmayó en su lucha contra los desmanes de los gobiernos de los auténticos. Entonces se enfilaban sus acusaciones contra Carlos Prío Socarrás, sucesor en la presidencia de Ramón Grau, por el mismo Partido. En enérgica denuncia le escribió una carta abierta a Prío, de la que trasncribo algunos párrafos que ilustran las reprobables acciones del presidente, así como la valentía de Chibás:
Al hacerme condenar el 27 de abril por el Tribunal de Urgencias te comportaste como lo que eres, como un servidor de los intereses imperialistas, como uno de los abogados delpulpo eléctrico a cuyo servicio estás desde el mes de abril de1942 […]. Mientras tú marchas por el camino del enriquecimiento inmediato y fácil, cambiando vergüenza por dinero, sirviendo a la política del dollar, sacrificando los intereses de Cuba a los intereses de Wall Street y de su camarilla, yo me mantengo leal a mis convicciones revolucionarias de toda la vida y sacrifico mi fortuna personal en aras de mis principios y de mi Patria. […]. Explícame Carlos Prío, cómo puedes comprar tantas fincas, y construir en ella obras tan numerosas y variadas al mismo tiempo que declaras que no hay dinero ni material para construir caminos vecinales ni para continuar las obras públicas del Estado, que no hay dinero para pagarles sus adeudos a los veteranos de la Guerra de Independencia; que no hay dinero para pagar los alquileres de las casas escuelas, ni las medicinas de los hospitales y que te ves obligado por falta de dinero a dejar cesantes a miles de empleados públicos […].
Puedes encarcelarme, puedes hacer que tus agentes a sueldo me difamen, puedes mandar que me asesinen, pero nunca podrás conseguir que claudique de mis convicciones, que reniegue de mis principios, que traicione mis ideales, que rinda mi bandera de noble rebeldía ante el régimen podrido que representas tú. Frente a tu “política del dollar” levantamos nuestra consigna: ¡Vergüenza contra Dinero! Tu adversario Eduardo R. Chibás (Chibás. 1973; pp. 187-193).
Eduardo René Chibás y Ribas, fundador del Partido Ortodoxo en 1947, era el líder indiscutible de la oposición, gozaba de gran respaldo popular y su programa radial era escuchado por una gran cantidad de personas. El domingo 5 de agosto de 1951, cuando se perfilaba favorito para ganar las elecciones, pronunció su último discurso, donde acusaba a Carlos Prío de encabezar el Gobierno más corrompido hasta ese momento y a su ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, al cual denunció por robarse el dinero del material y el desayuno escolares, y realizar grandes inversiones en Guatemala y otras repúblicas de América Central. Pero en ese momento le faltaron pruebas a Chibás, finalizó así su denuncia, la que respaldó con su vida:
¡Compañeros de la Ortodoxia, adelante! ¡Por la independencia económica, la libertad política y la justicia social! ¡A barrer a los ladrones del Gobierno! ¡Pueblo de Cuba, levántate y anda! ¡Pueblo cubano despierta! ¡Este es mi último ALDABONAZO! [(sic). Chibás, 1973; p. 235].
El país quedó estremecido cuando el líder de la Ortodoxia acompañó esa, su última frase, con un disparo en su estómago, que horas después le quitó la vida. Su muerte no fue en vano, a muchos oídos receptivos llegó su “último aldabonazo”. Fidel Castro Ruz se encontraba en el auditorio en esa fatídica hora.
El joven integraba las filas del Partido Ortodoxo de Chibás y denunció en diferentes medios al Gobierno de Carlos Prío, una de esas denuncias fue el contenido de su informe al Tribunal de Cuentas; entre otros aspectos de ese informe expresó:
Dije que iba a vengar los oprobios que le hicieron a Eduardo Chibás, que haría morder muchas veces el fango a este régimen envilecido de Gobierno y lo hemos venido cumpliendo semana tras semana […].
Un prolijo número de grupos llamados revolucionarios se fueron organizando en el país con vida más o menos legal a la culminación del proceso político-revolucionario que llevó al Partido Auténtico al Poder. Móviles más o menos honrados alentaron sus propósitos originarios. La mística de las luchas pasadas les dio acceso a los órganos de propaganda y lograron considerable vigencia pública. Sus filas se nutrieron de viejos elementos de acción y de jóvenes arrastrados por un equivocado concepto del heroísmo y de la revolución […].
Degeneró en régimen y todas aquellas organizaciones más tarde o más temprano se perdieron en su ausencia de contenido ideológico y social […].
Pero el aparato de terror y de muerte no podía sostenerse sin el concurso de cuantiosos medios económicos […].
Prío no fue ajeno al trato con las pandillas. Lo escoltaron celosamente a través de su campaña política. Subió al poder escoltado de compromisos […]. (Castro Ruz, 1973; pp. 244-246.)
Fidel Castro Ruz denunció con datos las “botellas”3 que se distribuían a los diferentes grupos y pandillas, acusó al régimen de rendirse incondicionalmente ante los grupos fratricidas, comprometiendo la paz pública mediante las más ominosas concesiones, con dinero en efectivo salido del Palacio Presidencial. Pero lo que consideró más desastroso fue que, ni así, Carlos Prío pudo implantar el orden, porque, según dijo, compró paz y le vendieron atentados, compró tregua y le vendieron balacera y muerte. Denunció, además, el empleo de soldados para trabajar en la cadena de fincas del Presidente, así como el uso de los aparatos de Obras Públicas para su beneficio personal, brindó al Tribunal constancia fílmica de ambas denuncias. Terminó su informe con estas retadoras palabras: “Yo lo acuso ante este Tribunal y lo hago responsable de nuestra tragedia ante la Historia de Cuba, aunque tenga que rubricar con mi sangre el deber imperativo de mi conciencia” (Castro Ruz, 1973; p. 250).
Existen varios documentos de gran valor histórico que sirven para explicar los antecedentes del golpe militar, perpetrado por Fulgencio Batista y Zaldívar, así como las medidas del Gobierno de facto y la reacción ante este.
Un artículo de Blas Roca Calderío (1908-1987), entonces secretario general del Partido Socialista Popular (PSP), titulado “El golpe de Estado del 10 de marzo” da valiosos elementos para comprender que si Batista se lanzó a esa acción, no lo hizo sin el respaldo del gobierno de los Estados Unidos. Por su valor histórico se reproducen algunos fragmentos del mencionado artículo:
El 5 de septiembre de 1951, Edward Tomlinson, vocero de poderosos intereses navieros yanquis, publicó un artículo en una cadena de periódicos norteamericanos, en el que, en síntesis, planteó los puntos siguientes:
1.La situación política de Cuba se había complicado desde la muerte de Chibás.2.Los líderes sindicales gobiernistas estaban preparados para dar un golpe de Estado. Declararían una huelga general y paralizarían a Prío.3.Batista estaba ganando terreno, porque tenía dinero y fuerza en el ejército.4.Los cubanos más sensatos pensaban que la solución sería dar un golpe de Estado que pusiera en el poder a los militares con una personalidad fuerte al frente, quizás Batista.
En el artículo de Tomlinson está explicado el porqué del golpe del 10 de marzo y hasta delineado en sus aspectos más generales. Ese artículo demuestra que, por lo menos, desde agosto del año pasado ya los imperialistas fomentaban y preparaban el golpe de Estado del 10 de marzo que puso —como pedía Tomlinson— a los militares en el poder con la “fuerte” personalidad de Batista al frente.
Días antes del golpe de Estado, llegó a Cuba Elliot Roosevelt, interesado en comprar la segunda planta radioemisora del país (RHC) y montar varios negocios de vastas proporciones. Se sabe que celebró varias y muy privadas entrevistas con Batista. El lunes 10 de marzo, después de realizado el golpe, Elliot Roosevelt se comunicó telefónicamente con Washington, desde el hotel Nacional, e informó a un interlocutor no identificado que todo había salido conforme a los planes.
El día que Batista se instaló en Palacio, como “Jefe de Estado”, fue visitado por Roosevelt, acompañado de poderosos navieros norteamericanos que, según informaciones de la prensa, se limitaron a saludarle.
Un oficial norteamericano estuvo en Columbia, es decir, en el Campamento militar centro de la conspiración y del golpe de Estado, desde que comenzaron los acontecimientos hasta que cayó el gobierno de Prío. Dos oficiales yanquis de la Base Naval de Caimaneras estuvieron el 10 de Marzo en el cuartel de Santiago de Cuba, desde la madrugada hasta que se impusieron los golpistas y cambiaron los mandos militares (Roca, 1973; pp. 311-312).
Un documento de valor histórico, por revelar la inconstitucionalidad del golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, es la “Proclama al pueblo de Cuba”, firmada por Fulgencio Batista como primer ministro, el propio 10 de marzo de 1952:
La Junta Revolucionaria ha resuelto que asuma la Jefatura del Estado y que me haga cargo de organizar y dirigir los Poderes Ejecutivo y Legislativo designando en mí, asesorado por el Consejo de Ministros […]. “Preocupado por la falta de garantías para la vida y hacienda de los habitantes de este país y la corrupción política y administrativa imperantes y solo por eso, he aceptado la responsabilidad de permanecer en el Poder por el tiempo indispensable para restablecer el orden, la paz y la confianza públicas a fin de que tan pronto se logren esos objetivos pueda resignar el Poder en los mandatarios que el pueblo elija […].
[…]. Se suspenden las funciones del Congreso, pero sus miembros, funcionarios y empleados continuarán percibiendo sus emolumentos legales, hasta que otra cosa se disponga de acuerdo a las circunstancias. El poder legislativo se ejercerá por el Consejo de Ministros […].
[…]. Continúan vigentes la Constitución y las leyes en todo cuanto no se oponga al régimen que por el presente se establece a reserva de las modificaciones que las necesidades públicas demanden y acuerde el Consejo de Ministros (Batista, 1973; pp. 316-317).
La respuesta popular no se hizo esperar, muchos fueron en buscade armas para enfrentar el golpe, pero nadie las facilitó. En medio de la consternación y la indignación por el golpe de Estado, se alzó la voz acusadora de Fidel Castro Ruz, en un manifiesto redactado a pocas horas del golpe, titulado “Manifiesto al pueblo de Cuba”, veamos algunos fragmentos:
¡Revolución no, Zarpazo! Patriotas no, liberticidas, usurpadores, retrógrados, aventureros sedientos de oro y poder. No fueun cuartelazo contra el Presidente Prío, abúlico, indolente; fueun cuartelazo contra el pueblo, vísperas de elecciones cuyo resultado se conocía de antemano […].
Falso por completo, absurdo, ridículo, infantil, que Prío intentase un golpe de Estado, burdo pretexto; su impotencia e incapacidad para intentar semejante empresa ha quedado irrebatiblemente demostrada por la cobardía con que se dejó arrebatar el mando.
Se sufría el desgobierno, pero se sufría desde hace años esperando la oportunidad constitucional de conjurar el mal y usted Batista, que huyó cobardemente cuatro años y politiquió inútilmente otros tres, se aparece ahora con su tardío, perturbador y venenoso remedio, haciendo trizas la Constitución cuando solo faltaban dos meses para llegar a la meta por la vía adecuada […].
Bien estaba echar abajo un gobierno de malversadores y asesinos y eso intentábamos por la vía cívica con respaldo de la opinión pública, y la ayuda de la masa del pueblo […].
Otra vez las botas; otra vez Columbia dictando leyes, quitando y poniendo ministros; otra vez los tanques rugiendo amenazadores sobre nuestras calles; otra vez la fuerza bruta imperando sobre la razón humana […].
Cuanto hizo Prío de malo en tres años, lo estuvo usted haciendo en once. Su golpe es, pues, injustificable, no se basa en ninguna razón moral seria, ni en doctrina social o política de ninguna clase. Solo halla razón de ser en la fuerza y justificación en la mentira. Su mayoría está en el Ejército, jamás en el pueblo. Sus votos son los fusiles, jamás las voluntades; con ellos puede ganar un cuartelazo, nunca unas elecciones limpias. Su asalto al poder carece de principios que lo legitimen; ríase si quiere, pero los principios son a la larga más poderosos que los cañones. De principios se forman y alimentan los pueblos, con principios se alimentan en la pelea, por los principios mueren […]. (Castro Ruz, 1973; pp. 319-321.)
Cierra el manifiesto con estas frases tremendas:
[…]. No sé cuál será el placer vesánico de los opresores, en el látigo que dejan caer como caínes sobre la espalda humana, pero sí sé que hay una felicidad infinita en combatirlos, en levantar la mano fuerte y decir: ¡No quiero ser esclavo!
Cubanos: Hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos, Guiteras. Hay opresión en la Patria, pero habrá otra vez libertad.
Yo invito a los cubanos de valor, a los bravos militantes del Partido glorioso de Chibás, la hora es de sacrificios y de lucha, si se pierde la vida nada se pierde, “vivir en cadenas es vivir en oprobio y afrentas sumidos. Morir por la Patria es vivir (Castro Ruz, 1973; p. 322).
Volveremos a ver evocados esos versos del himno nacional, años después en 1961, en el sepelio de las víctimas del bombardeo, preludio de Playa Girón, en las emocionadas palabras de Fidel, ante un mar de pueblo, donde se proclamó el carácter socialista de la Revolución.
La lucha emprendida por Fidel Castro Ruz y la vanguardia revolucionaria, luego del triunfo de la Revolución tenía que chocar necesariamente con la hegemonía ejercida por los Estados Unidos en Cuba, que no solo era económica y política, era también cultural e ideológica.
En el libroSer cubano. Identidad, nacionalidad y cultura,su autor Louis A. Pérez Jr. (2006) ofrece un exhaustivo análisis del proceso de norteamericanización que sufrió Cuba en la etapa republicana, iniciada con la primera intervención militar yanqui. Es interesante su apreciación siguiente:
Así, la tarea de la civilización se formulaba en términos de “americanización”, en la cual una jerarquía de valores modificados, y modelos alterados de comportamiento, servían para preparar a los cubanos ante la eventual absorción: convertirse tanto en norteamericanos, que ellos renunciaran a su demanda de ser cubanos. La americanización se concibió como cambio fundamental de conciencia, porque la lógica de su legitimidad estaba en el acto de renunciar a su propia nacionalidad (Pérez, 2006; pp. 214).
En ese documentado libro, se pueden encontrar numerosos elementos que dan cuenta de las vías de americanización de los cubanos, por ejemplo, los productos norteamericanos de bienes y servicios expandidos por todo el país, los bienes de consumo duradero, los alimentos, el cine, la televisión, que fueron asumidos por los consumidores cubanos como el acceso a la civilización; además, como quiera que las grandes compañías dominaban la economía, era imprescindible saber inglés, para acceder a buenos empleos.
Los nombres de centros de servicio y recreación, poco a poco asumieron la expresión del idioma del Norte. La aspiración era ser como ellos, sobre todo en aquellas clases con determinado poder adquisitivo, pero, según el autor del libro, a estas aspiraciones no escapaban los trabajadores. Es interesante la cita que hace Pérez del entonces primer secretario de la embajada de los Estados Unidos en Cuba:
El trabajador cubano es ambicioso y, por consiguiente, responde a los incentivos. Sin dudas, es influenciado en esta dirección por las múltiples cercanías a los Estados Unidos. En muchos casos, está familiarizado de primera mano, o por medio de la prensa, el radio o la televisión, con las condiciones de vida de los Estados Unidos y con lo que un trabajador norteamericano proyecta en su nivel de vida (Pérez, 2006; pp. 483).
Esta información revela que se hacían estudios por parte de los Estados Unidos para conocer los resortes que podían actuar a nivel de los estratos humildes de la población, para penetrar en la conciencia del pueblo y someterlo a sus intereses.
Pero la pretensión norteamericana no era solo apoderarse de las riquezas del país, no era solo someter al pueblo cubano, no era solo robarle su espíritu de lucha, su historia, sus tradiciones, era más que eso, era hacer de Cuba un lugar exclusivo donde fueran permitidas las inmoralidades y los excesos que no podían disfrutar en su país, pero como dijo el cantor de la Revolución, Carlos Puebla: “Se acabó la diversión llegó el Comandante y mandó a parar”.
En el extenso trabajo investigativo de Pérez (2006) se evidencia la vergonzante situación que se vivía en Cuba. Entre otros elementos, expone:
Tal vez ninguna imagen estaba tan consolidada y extendida como la de La Habana, como un lugar de vicios, “una extraordinaria ciudad” —recordaba Graham Greene: “Donde todo vicio era permitido y todo comercio es posible”. “Una de las últimas ciudades pecaminosas del mundo”, proclamaba el Saturday Eveninig Post. La revista Time describía La Habana como uno de los lugares míticos del mundo de vida ligera y Variety reportaba: “La Habana está preparada para montar cualquier espectáculo que un yanqui de su casa pueda desear. Esta era La Habana de los burdeles de todo tipo, de sexo en las calles, en el escenario y en la pantalla; teatros y librerías pornográficas (Pérez, 2006; pp. 263-264).
Como se puede apreciar, la promoción del turismo cubano, dirigido hacia el mercado norteamericano, era de una impudicia que espantaba, así se hablaba de las “bondades” del vicio en Cuba.
Terry´s Guide to Cuba daba a los turistas direcciones precisas del distrito rojo en la zona ribereña del puerto de La Habana:
El sitio lascivo al que acuden las cortesanas, cuya tez varía del blanco melocotón al negro carbón; despreocupadas chicas de 15 años y antigüedades en ébano; principalmente exóticas mujeres que sin pudor se recuestan por doquier con miradas profundas y lánguidas, en ropajes ligeros, transparentes; pestañeando con ojos incendiarios invitando a los hombres que pasen para mostrarles sus atractivos físicos; esto lo hacen con palabras incendiarias o gestos maliciosos (Pérez, 2006; p. 264).
El vicio fue fortalecido por el crimen organizado norteamericano, ya que extendía sus tentáculos hasta los hoteles y grandes centros nocturnos con casinos de juego regenteados por la mafia estadounidense. Según Pérez: