Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Este trabajo monumental de Max Caspar (1880-1956), la biografía más completa y fidedigna del padre de las leyes del movimiento planetario, abarca todos los aspectos de la vida de Johannes Kepler, la figura más atractiva entre las que protagonizaron la revolución copernicana y la fundación de la astronomía moderna en la Europa del siglo XVII. Su trabajo y su obra estuvieron siempre marcados por una combinación fascinante de especulación mística y rigor científico y matemático. Fue astrónomo, matemático y astrólogo. Como creyente fervoroso, estaba convencido de que Dios había diseñado la creación según un plan y que el ser humano estaba capacitado para descifrarlo. Dedicó todo su esfuerzo intelectual al descubrimiento del plan universal divino y, en el curso de esa búsqueda apasionada de la armonía del cosmos, alcanzó sus mayores logros científicos y sus ensoñaciones místicas más desenfrenadas.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 1095
Veröffentlichungsjahr: 2019
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
JOHANNES KEPLER
JOHANNES KEPLER
Max Caspar
Traducción de Dulcinea Otero-Piñeiro Revisión científica de David Galadí-Enríquez
Universitat de València
Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, de ninguna forma ni por ningún medio, sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso de la editorial. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Título original: Johannes Kepler
© Del texto: Max Caspar
© De la traducción: Dulcinea Otero-Piñeiro
© Del prólogo: Miguel Ángel Granada
© De la presente edición: Publicacions de la Universitat de València, 2018
© Imagen de la cubierta: retrato de Johannes Kepler (1610)
Publicacions de la Universitat de València
http://puv.uv.es
Maquetación del libro y diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-9134-380-6
En verdad puedo decir que cuando con el pensamiento recorro el bello orden con que lo uno deriva de una cosa y deviene en otra, es como si leyera una máxima divina escrita directamente en el mundo no con palabras, sino con objetos esenciales, que reza así: hunde aquí tu entendimiento para comprender estos asuntos.
Kepler, en su almanaque del año 1604.
Índice
Prólogo a la nueva edición española
Prólogo de la traductora
Prólogo del autor
INTRODUCCIÓN
EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO EN EL RENACIMIENTO
EL DESPERTAR DE LA INVESTIGACIÓN ASTRONÓMICA
COPÉRNICO
LA PUGNA CONFESIONAL DEL SIGLO XVI
INFANCIA Y AÑOS DE JUVENTUD (1571-1594)
NACIMIENTO Y ASCENDENCIA
WEIL DER STADT
SITUACIÓN FAMILIAR
LA ESCUELA
EL SEMINARIO
EL SEMINARIO EN TUBINGA
ESTUDIOS Y PROFESORES UNIVERSITARIOS
LA LLAMADA DESDE GRAZ
MATEMÁTICO TERRITORIAL Y PROFESOR EN GRAZ (1594-1600)
SITUACIÓN POLÍTICO-ECLESIÁSTICA EN GRAZ
LASTIFTSCHULEY LAS OBLIGACIONES DE KEPLER
LOS PRIMEROS ALMANAQUES DEL MATEMÁTICO TERRITORIAL
MYSTERIUM COSMOGRAPHICUM
EL MATRIMONIO
COMIENZO DE LA CONTRARREFORMA
POSTURA DE KEPLER ANTE LOS CONFLICTOS RELIGIOSOS
OTROS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN
PRIMEROS ESTUDIOS SOBRE LA ARMONÍA DEL MUNDO
SITUACIÓN ANGUSTIOSA DE KEPLER
VISITA A TYCHO BRAHE
PLANES Y EXPECTATIVAS TRAS EL REGRESO
RECRUDECIMIENTO DE LA CONTRARREFORMA Y EXPULSIÓN DE GRAZ
MATEMÁTICO IMPERIAL EN PRAGA (1600-1612)
PENURIA DE LOS PRIMEROS MESES
MUERTE DE TYCHO BRAHE Y NOMBRAMIENTO COMO MATEMÁTICO IMPERIAL
ASTRONOMIA NOVA
ASTRONOMIAE PARS OPTICA
SITUACIÓN CONFESIONAL EN PRAGA
EL EMPERADOR RODOLFO II
LA ESTRELLA NUEVA DE 1604
PROBLEMAS ECONÓMICOS
PROTECTORES Y AMIGOS DE KEPLER
CIRCUNSTANCIAS DOMÉSTICAS
TRABAJOS CIENTÍFICOS
DESÓRDENES POLÍTICOS
EN BUSCA DE UN NUEVO CAMPO DE ACTUACIÓN
PRIMEROS HALLAZGOS DE GALILEO CON EL TELESCOPIO
DISSERTATIO CUM NUNCIO SIDEREO
DIOPTRICE
EL FATÍDICO AÑO DE 1611
REPUDIO DE KEPLER POR PARTE DE LOS TEÓLOGOS DE WÜRTTEMBERG
CONTACTOS AFORTUNADOS CON LINZ
MUERTE DE LA ESPOSA Y ABANDONO DE PRAGA
MATEMÁTICO TERRITORIAL EN LINZ (1612-1626)
NUEVA REALIDAD INTELECTUAL DE KEPLER
CARGO OFICIAL
EXCLUSIÓN DE LA COMUNIÓN
SEGUNDAS NUPCIAS
CIRCUNSTANCIAS DOMÉSTICAS
SOBRE EL AÑO DEL NACIMIENTO DE CRISTO Y LA REFORMA GREGORIANA DEL CALENDARIO
STEREOMETRIA DOLIORUM
ENCARGOS OFICIALES
PROCESO POR BRUJERÍA CONTRA SU MADRE
ESTALLIDO DE LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS: LOS BÁVAROS OCUPAN LINZ
ÚLTIMO INTENTO INFRUCTUOSO PARA CONSEGUIR EL PERMISO DE COMUNIÓN EN TUBINGA
HARMONICE MUNDI
TERCERA LEY PLANETARIA
CONTROVERSIA CON ROBERT FLUDD
EPITOME ASTRONOMIAE COPERNICANAE
ALMANAQUES Y COMETAS
COMIENZO DE LA GUERRA EN LINZ Y MEDIDAS CONTRARREFORMISTAS
CONCLUSIÓN DE LASTABULAE RUDOLPHINAEY LA LABOR LOGARÍTMICA
ASEDIO DE LINZ Y ABANDONO DE LA CIUDAD
ÚLTIMOS AÑOS EN ULM Y SAGAN. MUERTE EN RATISBONA (1626-1630)
PUBLICACIÓN DE LASTABLAS RUDOLFINASEN ULM
EN BUSCA DE UN NUEVO LUGAR DE RESIDENCIA
ENCUENTRO CON EL EMPERADOR EN PRAGA
DISCREPANCIA CONFESIONAL CON LOS JESUITAS
KEPLER Y WALLENSTEIN
TRASLADO A SAGAN
REGENCIA DE UNA IMPRENTA Y OBRAS CIENTÍFICAS
SOMNIUM
JAKOB BARTSCH, AYUDANTE Y YERNO DE KEPLER
ACONTECIMIENTOS POLÍTICOS
VIAJE A RATISBONA
ENFERMEDAD Y MUERTE
DESTINO DE LA FAMILIA
MANUSCRITOS LEGADOS POR KEPLER
REVISIÓN Y VALORACIÓN
CONSTITUCIÓN FÍSICA Y CARÁCTER
FUNDAMENTOS DE SU CONCEPCIÓN DEL MUNDO Y DE SUS CONOCIMIENTOS
POLARIDAD ENTRE SU PENSAMIENTO Y SUS LOGROS
CONCEPCIÓN ASTRONÓMICA
Retratos
Índice de nombres
Índice de fuentes (por Andrea Himmelsbach)
Bibliografía
Prólogo a la nueva edición española
La obra que el lector tiene en sus manos se publicó en 1948, hace ya setenta años. A pesar del tiempo transcurrido sigue siendo la mejor y más completa presentación de la biografía personal e intelectual de uno de los héroes de la revolución científica de los siglos XVI y XVII: Johannes Kepler (1571-1630). Su autor, Max Caspar (1880-1956), era quien mejor podía escribirla y para su redacción empleó todo su inmenso conocimiento de la vida y obra de Kepler. Esta es la razón principal de su vigencia, pero no la única.
Max Caspar dedicó toda su vida a Kepler y a su obra. Incluso su propio itinerario intelectual es, en cierto modo, una réplica del de Kepler. Como este, Caspar era suabo y estudió también teología y matemáticas en la universidad de Tubinga. Si Kepler –como el lector podrá ver en esta biografía– estaba destinado a la teología y fue desplazado a las matemáticas y la astronomía –en las que encontró el ejercicio de un «sacerdocio o servicio divino en el libro de la naturaleza»–, también Caspar se desplazó a las matemáticas tras un primer ejercicio teológico. Completó su formación matemática en la universidad de Gotinga, donde fue discípulo de Félix Klein y David Hilbert, dos de los matemáticos más eminentes de ese momento. A continuación, Caspar fue profesor de matemáticas en diferentes Gymnasiums de Württemberg y en 1923 publicó una traducción alemana de la primera (y grande) obra impresa de Kepler, el Mysterium cosmographicum (1596), a la que siguieron otras traducciones alemanas: en 1929 de la Astronomia nova (1609) y en 1939 de la Harmonice mundi (1618). Este programa de traducción de las obras teóricas más importantes de Kepler llamó la atención de Walther von Dyck, que asoció a Caspar a su proyecto de edición de las obras completas de Kepler, proyecto del que Caspar asumió la plena dirección tras la muerte de von Dyck en 1934. Así, en 1937 apareció la primera entrega de las Gesammelte Werke de Kepler, editadas por Caspar bajo el patrocinio de la Academia Bávara de las Ciencias, que recogía la Astronomia nova –como volumen III de la colección–; en 1938 lo haría el volumen I, con el Mysterium Cosmographicum y el De stella nova in pede Serpentarii, la gran obra de 1606 dedicada a la nova que apareció a comienzos de octubre de 1604 justo sobre la gran conjunción de Marte, Júpiter y Saturno en el signo ígneo del Sagitario, acontecimiento que generó una gran conmoción en toda Europa y reavivó la tensión y expectativas escatológicas ya en curso en el continente y muy especialmente en Alemania. Bajo la dirección de Caspar y hasta su muerte en 1956 se publicaron once volúmenes de las obras completas de Kepler, edición que con nuevos responsables continuó hasta su cierre en 2009, si bien resta todavía una importante cantidad de manuscritos keplerianos de diverso carácter pendientes de edición crítica. Esta dedicación a la edición de la obra de Kepler se completó con la fundación de la Sociedad Kepler (Kepler Gesellschaft) y la promoción de la adquisición pública en 1940 de la casa natal de Kepler en la pequeña localidad de Weil der Stadt, cercana a Stuttgart, y su transformación en museo. Su visita vale el esfuerzo.
Cuando la presente biografía se publicó en 1948, Caspar poseía ya un exhaustivo conocimiento del itinerario biográfico e intelectual de Kepler, sustentado no solo en el dominio de la obra de Kepler ya editada y en la traducción alemana de las grandes obras, sino también en el conocimiento de su correspondencia, cuya edición crítica –en los volúmenes XIII-XVIII de las Gesammelte Werke– corrió a cargo de Caspar desde la publicación en 1945 del primer volumen,1 pero de la que Caspar y van Dyck habían publicado en 1930 una primera edición incompleta en traducción alemana. A todo ello hay que unir el conocimiento del legado manuscrito de Kepler, custodiado en el observatorio de Pulkowo (San Petersburgo) tras su adquisición, en el siglo XVIII, por la emperatriz Catalina la Grande siguiendo el consejo de Leonhard Euler, legado del que la Kepler Kommission poseía una reproducción fotográfica con vistas a su edición en el marco de las Gesammelte Werke.
La biografía publicada en 1948 estaba construida sobre el conocimiento profundo de todo ello y el lector encontrará que la presentación de la vida y obra de Kepler está abonada con múltiples y constantes citas y referencias a obras, correspondencia y legado (Nachlass) manuscrito. Caspar, sin embargo, no daba la localización precisa de sus citas y referencias por lo que el lector que deseara profundizar y el investigador que quisiera acceder a las fuentes originales se veía abandonado a sí mismo (véase cuanto dice Caspar mismo sobre este punto en el Prólogo del autor, infra pp. 28 s.).
La presente biografía fue traducida al inglés por la eminente estudiosa Clarisse Doris Hellman, autora famosa de una clásica investigación sobre el cometa de 1577 que Kepler dice haber observado de la mano de su madre cuando apenas tenía 6 años.2 En el prólogo a su traducción, Hellman constataba la dificultad que la ausencia de referencias a las fuentes ocasionaba al lector interesado en profundizar en el conocimiento de la vida y obra de Kepler, por lo que añadió unas pocas notas aclaratorias. Pero fue la reedición de 19933 lo que puso remedio a estos inconvenientes, transformando así la biografía de Caspar en una vía plenamente abierta y fácilmente transitable a la obra de Kepler. Owen Gingerich y Alain Segonds identificaron con precisión todas las referencias de Caspar a las diferentes obras de Kepler y a su correspondencia, así como a otras fuentes, en un Apéndice de «Bibliographical Citations» (pp. 398-431) que después se incorporó a las nuevas ediciones alemanas y que aparece en esta traducción española bajo el epígrafe «Índice de fuentes» (infra, pp. 419-480). A Gingerich se debe también la sección de «Bibliographical References» (pp. 391-397) que constituye la base de la «Bibliografía» recogida en la presente traducción (infra, pp. 481-492).4
La biografía de Caspar, con anterioridad incluso al imprescindible complemento aportado por Gingerich y Segonds, mostró su utilidad y riqueza en los estudios sobre el pensamiento cosmológico y astronómico de Kepler que aparecieron en los años inmediatamente posteriores: es el caso del amplio estudio que dedica a Kepler –sin duda mejor que los dedicados a Copérnico y Galileo– Arthur Koestler en su obra The Sleepwalkers: A History of Man’s Changing Vision of the Universe (1959)5 y para quien «la única biografía moderna seria es la de Max Caspar»; es también la opinión de Alexandre Koyré en su lucidísimo estudio de Kepler en su obra La révolution astronomique: Copernic, Kepler, Borelli, Hermann, París, 1961 (reedición en Les Belles Lettres, París, 2016), donde es calificada de «excelente» y se remite a ella «para todos los detalles biográficos». Ninguna obra posterior ha pretendido ocupar el puesto de la biografía de Caspar y todos los estudios históricos y científicos hasta el día de hoy siguen apoyándose en ella como autoridad indiscutible y obra de conjunto fundamental, a pesar de los indudables enriquecimientos que nuestro conocimiento de la obra y contexto intelectual de Kepler ha experimentado en el último medio siglo como consecuencia de las aportaciones de estudiosos de diversas nacionalidades y lenguas.
La reedición de esta traducción castellana del Johannes Kepler de Max Caspar, cuya primera edición apareció en 2003 (editorial Acento, Madrid), es una feliz iniciativa de Publicacions de la Universitat de València que, sin duda alguna, contribuirá a mantener vivo y a estimular el interés por la vida de Kepler y su ingente obra entre el público hispanohablante; y ello tanto en el ámbito de un público general movido por la sana curiosidad y el deseo de conocer como en el de los estudiosos de la revolución científica y filosófica a la que Kepler contribuyó de manera decisiva. A ambos grupos de lectores la presente obra de Caspar ofrece un riquísimo cuadro del itinerario biográfico e intelectual de Kepler en su más amplio contexto –familiar, social, religioso, filosófico y científico– en la convulsa sociedad alemana y europea de finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, con la Guerra de los Treinta Años como conclusión trágica que arrastró consigo a Kepler. Así, el relato que Caspar hace de su muerte, en noviembre de 1630 en Ratisbona, a donde había llegado desde su retiro en Sagan (Silesia) en el empeño infructuoso de cobrar unas deudas que aliviaran la penosa situación económica familiar, no podrá ser leído por el lector sin un vivo sentimiento de compasión y piedad.6
Las razones de la peculiar excelencia de esta biografía quedan de manifiesto en las mismas palabras de Caspar en el Prólogo del autor. Allí nos dice (p. 29) que su trabajo está construido sobre el conocimiento y la cita explícita de los «documentos [cartas y Nachlass manuscrito] y las obras publicadas por el propio Kepler. [...] Aunque el libro que nos ocupa satisface las demandas del rigor científico, he evitado cubrirlo con el manto de una ostentación docta para atribuirle un crédito mayor. [...] Pero como no he escrito la obra tan solo con fines eruditos, quise presentarla sin interrumpir constantemente la lectura con notas de aclaraciones críticas [...] Por la misma razón, tampoco aparecen las referencias de las innumerables citas textuales en las que cedo la palabra al propio Kepler. Estas se reproducen, eso sí, con la mayor fidelidad posible, de manera que se puede confiar en su legitimidad». La obra, pues, está construida mediante el uso de toda la documentación kepleriana, inédita y publicada, conocida en el momento y responde a las exigencias de la investigación científica. Pero, dado que va dirigida no solo a «los especialistas» en Kepler, sino al mucho más amplio «círculo de sus simpatizantes» (p. 27), Caspar decidió omitir las referencias eruditas a las fuentes para aligerar la obra del peso farragoso de «la abundancia de erudición» (p. 29) y llevar a cabo una exposición fundada pero ágil y viva, capaz de conseguir ante un amplio público de lectores cultos, pero no especialistas en la disciplina de historia de la ciencia, lo que Caspar sabe que ocurre a todos aquellos que se acercan a la figura de Kepler, a pesar de las grandes dificultades que plantea la complicada escritura latina de sus obras –obstáculo que entorpece el acceso a sus textos, frente a la mayor facilidad de la obra, en gran medida escrita en lengua vulgar, de contemporáneos como Galileo y Descartes–: «el aura de su personalidad cautiva a muchos con su hechizo; la nobleza de su humanidad le granjea amistades; las vicisitudes de su vida mueven a la solidaridad; el misterio de su compenetración con la naturaleza seduce a todos los que buscan en el universo algo más y distinto a lo que ofrece la ciencia rigurosa. Todos ellos sienten en su interior aprecio y cariño hacia este hombre singular. Porque quien penetra una sola vez a la zona de radiación que lo circunda, nunca más vuelve a salir» (p. 27).
Sin duda esto es verdad y refleja lo que siempre sintió Caspar ante Kepler y le llevó a identificarse con él y a dedicarse por entero al estudio, edición y traducción de su obra, como el lector de su Prólogo verá con toda claridad. El trabajo llevado a cabo por Gingerich y Segonds en la edición de 1993 de la traducción inglesa permitió recuperar para el lector «especialista» –y, en general, para todo aquel que, incitado por la biografía trazada por Caspar, quisiera ir más allá– las fuentes en que confirmar el relato y profundizar en su conocimiento de Kepler y su obra. Sin embargo, puesto que esta aportación –que nunca será suficientemente agradecida– se recoge, como hemos señalado, en un «Índice de fuentes» colocado tras la biografía, nada impide que también el «especialista» pueda disfrutar y enriquecerse con los estímulos y el cuadro biográfico-intelectual construido por Caspar, más allá de todo ulterior accessus ad fontes.
Creemos sin sombra de duda que el lector novel que haga la lectura de esta biografía experimentará en su fuero interno los sentimientos que Caspar menciona en el pasaje de su prólogo que hemos citado poco más
arriba. Porque Caspar aporta, desde una rigurosa y completa perspectiva interdisciplinar, un relato vibrante de lo que fue en Kepler una verdadera odisea intelectual en búsqueda de la verdad, de la estructura de la obra divina de creación –Opus Dei creationis, como rezaba el título de una obra publicada en 1597 por su amigo y detractor Helisäus Röslin, a quien el lector encontrará en diferentes momentos–, en medio de dificultades sin cuento: obstáculos de su misma alma mater –la universidad de Tubinga, que desconfiando de su ortodoxia, lo desvió del ejercicio de pastor luterano a la profesión de matemático y astrónomo-astrólogo–; obstáculos emanados de su condición de miembro de la minoría protestante de Estiria en los dominios de la católica Austria; obstáculos derivados de su difícil relación con Tycho Brahe –él, un joven copernicano convencido y confeso de la verdad del heliocentrismo y del movimiento de la tierra por profundas razones filosóficas, teológicas, matemáticas, cosmológicas y astronómicas, frente a un Tycho mayor, aristócrata con pretensiones de ser el indiscutido restaurador de la astronomía y la cosmología con su sistema geoheliocéntrico–; obstáculos procedentes, tras la muerte de Tycho en 1601, de la obstrucción de sus herederos, que pretendían que él limitara su trabajo a la confirmación del sistema de Tycho y le obligaron por tanto a un complejo y delicado equilibrio en la confección de su Astronomia nova [es decir, causal] sive physica coelestis (1609), que confirmaba sin embargo definitivamente la verdad del cosmos copernicano y la función motriz del Sol, que con su «fuerza» (vis motrix) produce y causa el movimiento circunsolar de los planetas en sus trayectorias elípticas, tal como indican las dos primeras leyes del movimiento planetario; obstáculos derivados de los problemas materiales y económicos resultantes de las dificultades de cobrar su subsidio de matemático imperial en la corte de Rodolfo II en Praga; el drama de la excomunión de la iglesia luterana en 1612 por el pastor de Linz, Daniel Hitzler, por desviación calvinista en el dogma de la presencia real de Cristo en la eucaristía y más tarde el penoso drama del largo proceso judicial en Württemberg contra su madre, acusada de brujería, y a la cual Kepler consiguió finalmente liberar de la muerte; la tragedia final, a partir de 1618, de la Guerra de los Treinta Años. Que en medio de tantos obstáculos y dificultades –de los que solo hemos nombrado unos pocos– Kepler fuera capaz de mantener su vocación intelectual y llevar a cabo su enorme obra, no puede sino llenar de admiración y el lector la experimentará leyendo el documentado relato de Max Caspar. Y creemos no equivocarnos si sugerimos que, probablemente, la identificación con Kepler pudo motivar a Caspar la redacción de esta biografía en unas condiciones que quizá él sentía similares. Creemos intuirlo en las menciones que en su «Prólogo al lector» hace del Zusammenbruch (la «derrota» de Alemania en 1945) y de que «por entonces no se me permitía el acceso a las bibliotecas públicas».7
Todo lector, pues, independientemente de sus motivaciones e intenciones últimas, obtendrá gran provecho de la lectura de esta obra. Para una posible profundización ulterior, especialmente de aquellos interesados en el papel y la función de Kepler en el desarrollo de la revolución científica contemporánea y en un conocimiento más profundo de su pensamiento, se nos permitirá, a modo de conclusión, efectuar unas rápidas consideraciones bibliográficas con vistas a remitir al lector a algunos de los más importantes resultados de la última investigación kepleriana, que no aparecen recogidos en la «Bibliografía» conclusiva, que en lo fundamental permanece anclada, como hemos adelantado, en la recogida por Gingerich en la traducción inglesa de 1993.
En el capítulo de traducciones, la «Bibliografía» merece ser completada, en lo que a traducciones alemanas se refiere, con dos importantes ediciones aparecidas en estos últimos años: Über den neuen Stern im Fuß des Schlangenträgers [trad. de De stella nova in pede Serpentarii, 1606], traducción de Otto y Eva Schönberger y Eberhard Knobloch, epílogo de E. Knobloch, Würzburg, Königshausen & Neumann, 2006; Kurze Darstellung der copernicanischen Astronomie [Epitome astronomiae copernicanae, 1618-1621], traducción de Otto y Eva Schönberger y Eberhard Knobloch, epílogo de E. Knobloch, Würzburg, Königshausen & Neumann, 2010. A ellas se puede unir, Vom wahren Geburtsjahr Christi, traducción asimismo de Otto y Eva Schönberger, Rahden/Westfalia, Verlag Marie Leidorf, 2016, traducción del escrito cronológico con que concluía el De stella nova –omitido en la traducción anteriormente reseñada– y que demuestra que Cristo nació cinco años antes de la fecha tradicionalmente aceptada. Puede ser que el lector español encuentre por la red alguna mención de traducciones españolas de dos importantes obras de Kepler: Sobre la estrella nueva aparecida en el pie de Serpentario, Málaga, 2009, y Tres memoriales sobre los cometas [presunta traducción de De cometis libelli tres, 1619], Málaga, 2009. Es mejor que se olvide de ellas, pues se trata de un esfuerzo inútil que hubiera sido mejor que jamás se hubiera emprendido.
En lo que a monografías se refiere, dada la excepcional trascendencia de la Astronomia nova (1609), señalamos la existencia de un estudio hoy por hoy imprescindible para comprender el complejo proceso de gestación teórica y redaccional de esa obra y que por tanto complementa admirablemente la biografía de Caspar. Nos referimos a James R. Voelkel, The Composition of Kepler’s ‘Astronomia nova’, Princeton University Press, Princeton y Londres, 2001. El volumen colectivo, editado por Edouard Mehl con la colaboración de Nicolas Roudet, Kepler. La physique céleste: Autour de l’Astronomia nova’, Les Belles Lettres, París, 2011, recoge importantes contribuciones sobre el tema de diferentes estudiosos.
Sobre el Harmonice mundi (1619), la obra cumbre de Kepler desde su propia perspectiva, admirablemente presentada por Caspar (infra, pp. 285-310), resulta asimismo imprescindible en estos momentos el libro de Bruce Stephenson –autor de una también fundamental Kepler’s Physical Astronomy, reimpresión Princeton University Press, Princeton, 1994–, The Music of the Heavens: Kepler’s Harmonic Astronomy, Princeton University Press, Princeton, 1994.
Son importantes sobre la nueva concepción de la astronomía y sus fundamentos filosóficos y religiosos: Rhonda Martens, Kepler’s Philosophy and the New Astronomy, Princeton University Press, Princeton y Oxford, 2000 –donde se insiste en la deuda de Kepler con Aristóteles–; Job Kozhamthadam, The Discovery of Kepler’s Laws: The Interaction of Science, Philosophy, and Religion, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1994.
En lo que hace referencia a la atmósfera intelectual en la Tubinga de Kepler y las premisas teológicas de su pensamiento, es muy rico el estudio de Charlotte Methuen, Kepler’s Tübingen: Stimulus to a Theological Mathematics, Ashgate, Brookfield, Vt., 1998. Sobre la relación de Dios y matemáticas y la identificación de Dios con las verdades matemáticas, así como sobre la reacción crítica de Descartes en su doctrina de la creación de las verdades eternas, es fundamental y rico de sugerencias Jean-Luc Marion, Sur la théologie blanche de Descartes: Analogie, créations des vérités éternelles et fondement, P.U.F., París, 1991.
Para la relación de Kepler con la astrología y su reforma de esta disciplina es imprescindible Patrick J. Boner, Kepler’s Cosmological Synthesis: Astrology, Mechanism and the Soul, Leiden, Brill, 2013.
Por lo que hace a la relación de Kepler con las confesiones religiosas, sus concepciones políticas, su actitud ante la reforma gregoriana del calendario, y en general su posición ecuménica y verdaderamente «católica», es importante el reciente estudio de Aviva Rothman, The Pursuit of Harmony: Kepler on Cosmos, Confession, and Community, The Univeristy of Chicago Press, Chicago y Londres, 2017.
Sobre el personalmente dramático proceso de brujería contra su madre y la decidida defensa de Kepler, puede leerse con provecho el libro de Ilunka Rublack, The Astronomer and the Witch: Johannes Kepler’s Fight for his Mother, Oxford University Press, Oxford, 2017.
Dada la importancia de la relación de Kepler con Galileo, se puede encontrar una muy buena confrontación –si bien algo escorada de la parte de Galileo– en Massimo Bucciantini, Galileo e Keplero: Filosofía, cosmologia e teologia nell’età della Controriforma, Einaudi, Turín, 2003 –hay trad. francesa, Galilée et Kepler, Les Belles Lettres, París, 2008–. Y dado el papel de Galileo y Kepler en la cuestión del telescopio y los primeros descubrimientos astronómicos con ese instrumento, es recomendable la lectura de Massimo Bucciantini, Michele Camerota, Franco Giudice, Il telescopio di Galileo: Una storia europea, Einaudi, Turín, 2012.
Todas las referencias bibliográficas anteriores remiten a libros. Tomar en cuenta artículos de revista hubiera sido una empresa, además de imposible, enojosa para el lector. Se nos permitirá, no obstante, mencionar un artículo magistral que ilustra la introducción de Kepler del término «órbita» para designar la trayectoria de un planeta en torno al Sol como resultado de la acción de fuerzas físicas –dinámica o física celeste, como reza el subtítulo de la Astronomia nova– en sustitución de la vieja cinemática de las esferas celestes portadoras de los planetas inmóviles, dando así solución a la cuestión de A quo moventur planetae? Se trata del artículo de Bernard R. Goldstein y Giora Hon, «Kepler’s Move from Orbs to Orbits: Documenting a Revolutionary Scientific Concept», Perspectives on Science, 13, 2005, pp. 74-111. Y el lector nos disculpará si, dada la importancia de la discusión de Kepler con Giordano Bruno acerca del universo infinito y la pluralidad de sistemas solares con planetas girando en torno a las estrellas-soles,8 osamos terminar con una referencia a nuestro artículo «Kepler and Bruno: On the Infinity of the Universe and of Solar Systems», Journal for the History of Astronomy, 39, 2008, pp. 469-495.
MIGUEL Á. GRANADAUniversidad de Barcelona
1. El volumen XVIII, que recoge la correspondencia de los años 1620-1630, se publicó en 1959, tres años después de la muerte de Caspar, que murió antes de completar la edición del volumen, cuya terminación corrió a cargo de su colaborador Franz Hammer. Merece señalarse la colaboración en la edición de las obras de Kepler de Martha List, a quien también agradece Caspar su colaboración en la redacción de la presente biografía.
2. Véase infra, p. 54 y M. Caspar, Johannes Kepler, trad. de C. D. Hellman, Abelard-Schu-man, Londres 1959. Sobre el cometa véase C. D. Hellman, The Comet of 1577: Its Place in the History of Astronomy, Columbia University Press, Nueva York, 1944.
3. Max Caspar, Kepler, traducido y editado por C. Doris Hellman, con una nueva introducción y referencias de Owen Gingerich, citas bibliográficas de Owen Gingerich y Alain Segonds, Dover Publications, Nueva York, 1993.
4. De Owen Gingerich, además de los títulos recogidos en la Bibliografía de esta obra, queremos recordar su importantísimo An Annotated Census of Copernicus’ ‘De revolutionibus’ (Nuremberg, 1543 and Basel, 1566), Brill, Leiden-Boston-Colonia, 2002. Alain Segonds, además de autor de una riquísima traducción francesa del Mysterium Cosmographicum (J. Kepler, Le secret du monde, Les Belles Lettres, París, 1984; 2ª ed. Gallimard, Paris, 1993), es el autor en colaboración con Nicholas Jardine de la reciente La guerre des astronomes: La querelle au sujet de l’origine du système géohéliocentrique à la fin du XVIesiècle, dos vols. en tres tomos, Les Belles Lettres, Paris, 2008, que ofrece una nueva edición crítica de la Apología de Tycho contra Ursus, acompañada de traducción francesa, en el marco de un estudio exhaustivo de esta obra y este momento de la vida de Kepler, así como de su relación con Tycho Brahe (1597-1601). Este importantísimo trabajo, lamentablemente no recogido entre los títulos recientes añadidos a la «Bibliografía» de esta edición, complementa el breve espacio concedido por Caspar a este componente de la relación de Kepler con Brahe (véase infra, pp. 126 y 137 s.). Y ya que hemos mencionado la obra de Copérnico, creemos útil señalar al lector la reciente edición crítica con traducción francesa y extensísimo comentario, que mejora en muchos puntos la edición alemana recogida infra, p. 492: Nicolas Copernic, De Revolutionibus orbium coelestium / Des révolutions des orbes célestes, edición de M.-P. Lerner, A.-P. Segonds et J.-P. Verdet, 3 vols., Les Belles Lettres, Paris, 2015.
5. Trad. española: Los sonámbulos: el origen y desarrollo de la cosmología, Salvat, Barcelona, 1986, pp. 171-336.
6. Véase infra, pp. 378-383.
7. Véase en la presente edición las páginas 27 s.
8. En 2009 –año internacional de la astronomía, en recuerdo y homenaje al 400 aniversario de la publicación de la Astronomia nova de Kepler, que iniciaba la astronomía moderna– la NASA lanzó al espacio la sonda bautizada con el nombre de Kepler para la búsqueda de planetas extrasolares, especialmente planetas de tamaño similar a la Tierra y situados en una zona de habitabilidad con respecto a su estrella. Mientras estuvo operativa, la sonda Kepler encontró un total de 2740 candidatos a exoplanetas, y se han confirmado 114 planetas en 69 sistemas. En enero de 2013, los astrónomos del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics (CfA) utilizaron datos de Kepler para estimar en «por lo menos 17 000 millones» los exoplanetas de tamaño similar a la Tierra que existen en la Vía Láctea (véase Wikipedia, «Kepler (satélite)»). El proyecto, sin embargo, estaba en contradicción con las concepciones más fundamentales de Kepler, que merece sin duda mucho más que el nombre de una sonda, pero estaba convencido de que el Sol era un astro único y sólo existían los seis planetas que lo circundan en consonancia con los cinco sólidos regulares que determinan sus distancias al centro solar. Coincidía, por el contrario, con las concepciones de Giordano Bruno, decididamente rechazadas por Kepler en su De stella nova (1606) y en la Dissertatio cum Nuncio Sidereo (1610).
Prólogo de la traductora
Johannes Kepler es uno de los personajes más atractivos de la historia de la ciencia, tal vez por la trascendencia de sus aportaciones científicas, o por el rigor intelectual que guiaba sus reflexiones científicas, filosóficas y religiosas, o por la integridad que manifestó siempre a pesar de las dificultades, o por el carácter novelesco de su vida, o quizá por todo eso junto. Como el mismo Max Caspar afirma en el prólogo de su biografía, estas son las claves que explican la simpatía que despierta Kepler en las generaciones que lo han sucedido. Pocos personajes comparables suscitan tanta fascinación en el público general y, sin embargo, el panorama editorial en castellano disponía hasta hace unos años de una oferta muy limitada de textos sobre Kepler y de Kepler, en contraste con la abundancia de bibliografía existente sobre otros pensadores de su misma época. Por suerte, en los últimos años el panorama editorial en castellano ha apostado por Kepler, y se han publicado diversas obras sobre su producción científica y hasta traducciones al castellano de obras suyas.
El erudito alemán Max Caspar (1880-1956) dedicó su vida entera al estudio de Kepler. Realizó múltiples análisis, traducciones y ediciones de las obras del astrónomo, pero sus dos mayores proyectos consistieron en la edición de las obras completas de Kepler (Johannes Kepler Gesammelte Werke) y en la elaboración de la biografía cuya traducción al español presentamos aquí. Esta biografía fue aclamada desde su aparición por su profundidad y rigor, puesto que aborda todos los aspectos de la vida de Kepler, desde el ámbito científico hasta el más personal. Un volumen de esta calidad solo podía materializarlo un autor alemán con sólidos conocimientos tanto científicos como teológicos e históricos, así como de lengua alemana antigua y de latín. La biografía elaborada por Caspar sigue siendo hoy la fuente de referencia esencial para quienes aspiran a obtener una visión integral de la figura de Kepler. El ensayo Los sonámbulos de Koestler, que se convirtió desde su publicación en castellano en la principal referencia biográfica sobre Kepler para hispanohablantes no especialistas, se evidencia permeado de influencias casparianas de principio a fin, hasta el punto de ser inconcebible sin el trabajo previo del erudito alemán. Tanto la biografía que escribió Caspar como el trabajo de Koestler han aportado contenidos y emoción a obras posteriores, entre ellas la novela Kepler, de John Bainville. Todas las historias de la astronomía publicadas desde la década de 1950 atribuyen un lugar destacado a la biografía que escribió Caspar. Sin embargo, el universo castellanohablante no dispuso de esta obra fundamental de referencia hasta el año 2003, cuando la traducción que presentamos ahora en PUV apareció publicada por primera vez en castellano. Quince años después, con aquella edición descatalogada, hay lectores que siguen interesándose por la adquisición de esta obra, y no pocos científicos me han insistido desde entonces en que promoviera la reedición en castellano de este trabajo intemporal y único. Las amables indicaciones que recibí desde el primer momento por parte de Juan Pérez Moreno, editor de PUV, y el criterio favorable del Consejo Editorial de esta casa fueron decisivos para la consecución de ese objetivo.
Las dificultades que plantea un trabajo de traducción como este explican que la publicación de esta obra en castellano tardara tanto en llegar. La abundancia de citas originales de la época de Kepler, las complicaciones añadidas que plantean los contenidos científicos, unidas al estilo y la erudición de Caspar y a la sintaxis tradicional alemana, requieren un esfuerzo adicional de investigación, asesoramiento y contraste de fuentes. Con el cotejo y la reelaboración de cada ángulo y cada pasaje conflictivo, pero, sobre todo, con grandes dosis de tiempo, interés y entusiasmo, espero haber logrado un equilibrio adecuado entre la flexibilidad de la lengua española y el peculiar estilo de Caspar. Confío en que el resultado satisfaga las expectativas de los estudiosos de la historia de la astronomía, de la teología y la filosofía que no estén en condiciones de consultar el original alemán. A la vez, esta versión castellana ofrecerá un texto de referencia para astrónomos profesionales y aficionados y, en general, para todos los admiradores de la figura personal y científica de Kepler que hasta ahora habían tenido que conformarse con fuentes secundarias, parciales o incompletas.
Verter a una lengua universal y de cultura como el español la monumental obra biográfica de Caspar, honra y difunde el esfuerzo, la pasión, el rigor y la exhaustividad de este estudioso alemán del siglo XX. Al mismo tiempo, espero que hacer accesible este texto a la inmensa comunidad hispanohablante sirva para rendir tributo a la memoria de Kepler, cuyo conocimiento y reconocimiento aún deberían aumentar en nuestro entorno para alcanzar el nivel que corresponde a su talla intelectual y humana.
Caspar introdujo en su obra multitud de citas textuales cuyas fuentes se identifican en la versión original en alemán en un apéndice al final del libro. Una novedad de la versión en castellano de la obra es que, para facilitar la localización de estas citas textuales, se han insertado llamadas numéricas (entre corchetes y en los lugares correspondientes del texto en castellano) que remiten a este apéndice.
La idea de traducir esta obra surgió de David Galadí-Enríquez años antes de que se publicara por primera vez en castellano en el año 2003, y yo tuve la osadía de aceptar el desafío. Sin su iniciativa, apoyo, paciencia, asesoramiento científico y sugerencias constantes, esta obra no existiría hoy en el mercado editorial en español. Aprovecho estas líneas para manifestarle mi agradecimiento expreso y más sincero.
Como he comentado más arriba, la presente traducción planteó una serie de dificultades que solo pude salvar con la colaboración desinteresada de un buen número de personas que quiero agradecer aquí. Me habría sido imposible resolver multitud de detalles lingüísticos conflictivos sin la inestimable ayuda de Macià Riutort Riutort (Universitat Rovira i Virgili), Hugo Kubarth (Karl-Franzens-Universität Graz), Ramón López Gordillo, María Teresa Galadí Enríquez, Cristina Rodríguez Díaz, Doris Gigerl y José Luis Rodríguez Moreno. La diversidad del quehacer intelectual y la aventura vital de Kepler han requerido el empleo de terminología de disciplinas específicas en las que no soy experta, y para la que he contado con la amable colaboración de muchas personas más. Entre ellas quisiera mencionar a Inmaculada González López y Ramón López Gordillo por su ayuda con la terminología jurídica, y a Carlos Briones Llorente, Miriam Ridruejo Santamaría y Carolina Fraile Maldonado por su asesoramiento en cuestiones musicales. A todos ellos, mi agradecimiento más sincero.
Además, para concluir con éxito un proyecto de traducción como este he necesitado ayuda en aspectos que exceden lo lingüístico y conceptual, desde el aporte de ideas, material diverso y apoyo logístico, hasta el asesoramiento editorial y la búsqueda de contactos personales y profesionales. Quiero agradecer el auxilio brindado en todo este tipo de asuntos por Marisa Barreno Rodríguez, Enrique Ellemberg, María Teresa Galadí Enríquez y Miguel Ángel Sabadell Melado. Gracias a Silvia Behrend Kupiec, José Antonio Cantos Rueda, José Caro Ramón, Antonio Gaspar García, Reyes Peláez Muñoz, María de los Ríos Pinés y Ana María Valverde García por la colaboración prestada en cuestiones puntuales.
Mi agradecimiento más sincero también a Eduardo Battaner López y a Vicent J. Martínez García por creer en este trabajo sin reservas y apoyarlo abiertamente para lograr su nueva publicación.
Por último, todo lo anterior no habría tenido ningún sentido si Juan Pérez Moreno y el Consejo Editorial de PUV no hubieran respaldado la nueva publicación de esta obra en castellano en esta editorial. A todo el equipo de PUV, gracias por la confianza depositada en este proyecto.
DULCINEA OTERO-PIÑEIROMonachil, abril de 2018
Prólogo del autor
Siempre que se pronuncia el nombre de Kepler se aguzan los oídos de muchos. El mundo científico alaba al gran portador de ese nombre como el sabio que abrió nuevos caminos para la astronomía con el descubrimiento de las leyes planetarias. Pero con toda seguridad los especialistas no son los únicos que se complacen en estudiarlo, ni tan siquiera los que lo hacen en primer lugar. El círculo de sus simpatizantes llega mucho más allá. Se puede decir que entre los hombres que ampliaron y afianzaron el conocimiento humano con resultados fecundos y geniales en la minuciosa tarea científica, no hay ninguno que goce de tan amplia acogida como Kepler. Y ello a pesar de que su restringido campo de estudio está alejado de la gran mayoría, y es difícil entender y apreciar por completo el legado de su trabajo intelectual. El aura de su personalidad cautiva a muchos con su hechizo; la nobleza de su humanidad le granjea amistades; las vicisitudes de su vida mueven a la solidaridad; el misterio de su compenetración con la naturaleza seduce a todos los que buscan en el universo algo más y distinto a lo que ofrece la ciencia rigurosa. Todos ellos sienten en su interior aprecio y cariño hacia este hombre singular. Porque quien penetra una sola vez a la zona de radiación que lo circunda, nunca más vuelve a salir.
Dadas las circunstancias, extraña que hasta ahora no dispongamos de ninguna biografía de Kepler que por su extensión y contenido atienda las demandas que, con razón, exigen de una obra semejante tanto los estudiosos como los aficionados a la astronomía. En los últimos años solo han aparecido unos cuantos relatos breves que resultan insuficientes porque no ofrecen más que una pincelada rápida que solo permite intuir la gran riqueza de su vida y obra. Es verdad que algunas biografías más tempranas son extensas, pero anticuadas o fragmentarias, en parte incluso parciales, en sus consideraciones. No enumeraré aquí esos trabajos. Christian Frisch nos brinda la obra de este tipo más extensa hasta la fecha en el último tomo de su valiosa edición de las obras completas de Kepler (1858-1871). Sin embargo, esta biografía no sigue una exposición lineal, ni un desarrollo metódico, sino que ofrece una recopilación de datos de la vida de Kepler dispuestos con meticulosidad un año detrás de otro que sirven como fuente valiosísima para un biógrafo. La presentación más antigua de la vida de Kepler se la debemos al erudito de Leipzig Michael Gottlieb Hansch, la cual incluyó en la introducción a su publicación una parte del epistolario kepleriano en 1718. Esta obra constituye la base de las biografías posteriores. Sin embargo, el estudio de Kepler ha sacado a la luz mucho material nuevo desde entonces, principalmente por la aportación de Christian Frisch, aunque después de él ha habido una serie de figuras destacadas entre las que merece una mención especial Walther von Dyck. Todas estas aportaciones tienen gran relevancia para el estudio de la vida y la obra de Kepler, y quien no conozca por completo los resultados de estos trabajos de investigación corre el riesgo de incorporar y perpetuar los errores que en algún momento han llegado a deslizarse. A ello se debe también que en la bibliografía sobre Kepler encontremos constantemente afirmaciones falsas, o al menos sesgadas, que un autor ha tomado de otro por no recurrir a las fuentes. Es evidente que quien pretenda exponer y valorar en adelante no ya la vida de Kepler, sino también su producción intelectual, debe estudiar cuando menos sus obras principales, que son de una complejidad indudable. Sin embargo, es fácil comprobar que este requisito no lo satisfacen en absoluto todos los autores.
Estas observaciones críticas no deben interpretarse como reproches. La extensión tanto de las obras y cartas de Kepler como de la bibliografía que versa sobre él, explica la existencia de vicios como los mencionados. El análisis de todo ese material requiere un esfuerzo de muchos años. Considero una gran suerte que me permitieran dedicarme durante decenios al estudio de la vida y la obra de este gran hombre, y encargarme desde hace varios años de la nueva edición completa de sus obras, ahora en curso. Por eso me gustaría creer, además, que el público lector captará mi vocación al presentar aquí una exposición de su vida y obra. Lo que ofrezco surgió del estudio de aquello a lo que encomendé mi vida. La oportunidad externa para escribir esta obra se me presentó cuando, después de la derrota,1 se produjo una pausa en la prosecución de las obras completas.
Quien emprende la tarea de exponer la biografía de Kepler a partir de las fuentes, queda asombrado por la profusión de pequeños detalles que revelan. Se han conservado alrededor de cuatrocientas cartas de su puño y letra en las cuales, con su habitual tono expresivo, comenta a menudo acontecimientos y sentimientos, preocupaciones y alegrías de su vida, junto a controversias científicas. También contamos con unas setecientas cartas dirigidas a él, que aportan aclaraciones valiosas sobre sus intereses y sus contactos. Varios cientos de documentos adicionales concernientes a su vida esclarecen su situación financiera, sus quehaceres profesionales, su relación con los príncipes electores y las autoridades de los que dependía, así como más de un acontecimiento familiar. A todo ello hay que sumar aún las innumerables notas familiares que tomó para sí mismo y las múltiples observaciones personales que dejó deslizarse en las obras que publicó. La elaboración de este volumen fue posible porque dispongo de reproducciones fotográficas, en miles de hojas, de todos estos documentos, y porque cuento con gran parte de las obras de Kepler y la bibliografía que versa sobre él, a pesar de que por entonces no se me permitía el acceso a las bibliotecas públicas.
El presente libro se basa sobre todo en esos documentos y en las obras publicadas por el propio Kepler. No se ha adoptado nada esencial de otros escritos sin haberlo verificado previamente con las fuentes. Para la literatura empleada debo remitirme a la obra Bibliographia Kepleriana, editada por mí mismo en 1936, donde se recopila la totalidad de las obras sobre Kepler. Aunque el libro que nos ocupa también satisface las demandas del rigor científico, he evitado cubrirlo con el manto de una ostentación docta para atribuirle un crédito mayor. El material para hacerlo estaría ciertamente disponible. Pero, como no he escrito la obra tan solo con fines eruditos, quise presentarla sin interrumpir constantemente la lectura con notas de aclaraciones críticas, con comprobaciones aisladas y con apuntes bibliográficos. Por la misma razón, tampoco aparecen las referencias de las innumerables citas textuales en las que cedo la palabra al propio Kepler.2 Estas se reproducen, eso sí, con la mayor fidelidad posible, de manera que se puede confiar en su legitimidad.
La abundancia de erudición, con todo lo satisfactoria que resulta, crea no obstante ciertas dificultades expositivas. Requiere un examen cuidadoso y una planificación muy meditada de la estructura y el contenido. Sin perder el hilo principal, procuré dar vida a cada escena con la incorporación de detalles menores. También insisto en exponer del modo más completo posible los sucesos vitales que me parecieron significativos en alguna medida. He concedido un valor especial a la descripción del marco temporal, del entramado de la vida personal de Kepler y de las circunstancias y los acontecimientos políticos. Solo así se dibuja con claridad la figura del hombre que supo vencer de manera ejemplar las adversidades que se cruzaron en su camino.
Pero el aspecto esencial lo constituye la recreación del mundo intelectual en que vivió Kepler. Es ahí donde se evidencia que la creación y la publicación de sus obras van notablemente unidas y entrelazadas a los sucesos externos, aquellos que rodearon su vida repleta de cambios. Esta observación fue la que me llevó a fundir el tratamiento de sus obras con la descripción del trascurso de su vida. No quise, como ocurre a menudo, diseccionar cada miembro aislado de una forma anatómica, y prepararlo y presentarlo por separado, sino que expongo todo a un tiempo: el cuadro completo con la interacción de cada una de sus partes, como un organismo vivo ante nuestra vista. De ahí que la lectura fluya a través de lo que Kepler meditó e indagó en las etapas de cambio de su vida, lo que lo inquietó o alegró, lo desafió o entorpeció, sus logros, sus fracasos. Vida y obra constituyen en él una unidad inquebrantable, una forma orgánica que no debe desmembrarse.
Puse especial esmero en el análisis de las dos obras principales de Kepler, Astronomía nueva y Armonía del mundo, donde se exponen las leyes planetarias. Parecía algo más necesario aún en vista de que lo que figura al respecto en las biografías disponibles resulta completamente insuficiente. Por otro lado, me empeñé en valorar en su justa medida cada una de las partes sin destacar o discriminar lo que este o aquel considera significativo o irrelevante, sino atribuyendo a cada parte la importancia que tenía a juicio de Kepler. Por este motivo su actividad astrológica sale siempre a colación y se trata, además, con la intensidad con que ocupó su pensamiento. Desfigura la imagen quien cree poder pasar ese aspecto por alto con alguna que otra disculpa benévola. La cuestión no depende del valor que nosotros le demos, sino de lo que él opinaba. Por esta misma razón tanto sus convicciones religiosas como el conjunto de sus indagaciones sobre la armonía exigen igualmente la aplicación de este criterio de análisis detallado.
Me hago cargo de que en una biografía así siempre se filtra algo del espíritu del autor. Cada cual presenta a su protagonista tal y como lo percibe en el espejo de su propio yo. Pero debemos ser conscientes del peligro que esto conlleva, y dejar a un lado a la propia persona para evitar pinceladas falsas en el cuadro. No obstante, cuando uno dedica muchos años al hombre al que desea servir, como yo he tenido la suerte de hacer, aparece entre ambos cierta empatía en el ser y en el pensar que favorece la percepción correcta de las cosas. En este sentido querría creer que el amor que profeso a Kepler no me ha estorbado para dibujar una imagen acertada de su persona.
Para la redacción de esta obra he contado con el apoyo inestimable de Martha List, quien ha colaborado conmigo en la edición de las obras completas de Kepler. Su excelente conocimiento de las fuentes manuscritas me ha prestado una ayuda valiosísima en la elección, clasificación y recopilación final del material empleado. Su participación activa en el conjunto de la obra no me ha auxiliado menos que sus acertados apuntes en cuestiones concretas, cuando comentábamos a diario las distintas partes del libro. Por todo ello me gustaría manifestarle también aquí mi agradecimiento más profundo.
Asimismo, es muy de agradecer el esfuerzo que ha dedicado Fritz Roßmann a corregir una versión preliminar.
MAX CASPARMúnich-Solln, julio de 1947
1 El autor alude a la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial. (N. de la T.)
2 Tal como se aclara en el prólogo de la traductora, en la versión en castellano de la obra se han señalado todas estas referencias en el lugar que les corresponde dentro del texto mediante llamadas numéricas entre corchetes. (N. de la T.)
Introducción
La época de la historia alemana en que Kepler llevó a cabo la obra de su vida fue accidentada y desgarradora, tanto en lo espiritual como en lo político. El año 1600 divide el periodo de su paso por el mundo en dos grandes partes, casi iguales. Basta pensar que su vida coincidió durante doce años con la desoladora guerra de los Treinta Años para comprender que debió de tratarse de una existencia llena de inquietudes y preocupaciones, para él y para cualquiera de los que entonces representaron algún papel en el gran teatro del mundo. El conflicto, que arrojó durante bastantes años la desgracia de sus sombras ominosas, no se produjo por casualidad. Las decisiones de los hombres de Estado determinaron el trascurso de la historia y, por lo tanto, todo podría haber sido diferente si este o aquel hubiera tenido otra mentalidad o condición espiritual. Pero, aunque esto es verdad, también lo es que todos a un tiempo estaban influidos por las ideas y tendencias de la época; todos pensaban y obraban de acuerdo con las categorías de la concepción del mundo y de la vida que sirvieron de base a aquel periodo.
Para comprender y valorar la vida y obra de Kepler, la inmensa tragedia de su existencia personal y el brillante éxito de su trabajo intelectual, hay que conocer las tendencias y categorías mencionadas, así como la evolución de los acontecimientos políticos, al menos de manera general. Él, apolítico, tuvo que aprender que estos últimos interferían en el curso de su vida más de lo deseable. Mantuvo una estrecha relación con muchos de los protagonistas principales, y la fortuna lo llevó a ocupar posiciones zarandeadas por las olas de los sucesos políticos. En una afamada escuela superior de amplia repercusión, Kepler hizo acopio de todo lo que ofrecía la intelectualidad de su tiempo. Con la agilidad de sus facultades captó las fuerzas que integraban el espíritu de la época y encontró la dirección en que debía orientarlas para descubrir nuevas tierras. Como su vida interior se abastecía en última instancia de las fuentes de las que bebe la religión, también se vio inmerso en las pugnas confesionales que configuraron la fisonomía de aquel momento. En su primera fase, aquella gran guerra fue, de hecho, un conflicto religioso derivado de las tensiones insostenibles que habían surgido entre los distintos cultos.
EVOLUCIÓN DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO EN EL RENACIMIENTO
A lo largo de nuestra descripción de la vida de Kepler conoceremos más detalles sobre la evolución de los acontecimientos políticos y sobre la variedad de tendencias imperantes en aquella época. Pero a modo de introducción y para una buena comprensión de los mismos, conviene mencionar algo sobre el panorama intelectual de finales del siglo XVI, ya que se trata de un aspecto significativo en la vida y obra de Kepler.
Hacía alrededor de doscientos años que se había operado un cambio profundo en el pensamiento filosófico y científico. La escolástica, que culminó con el grandioso sistema de Tomás de Aquino, había centrado su cometido en desarrollar, sistematizar y ahondar intelectualmente en las verdades elevadas de la enseñanza cristiana, al menos hasta donde le resultara posible a la razón humana. En su época, y no solo entonces, realizó esta tarea de un modo admirable; pero en su evolución posterior, la escolástica degeneró cada vez más en especulaciones sutiles incapaces de convencer por más tiempo a intelectuales abiertos al mundo y a librepensadores. Estos se sintieron constreñidos y atrapados en un sistema de estructuras abstractas que ponía cadenas al espíritu. La autoridad de Aristóteles, de validez preeminente desde la escolástica antigua y que no solo abarcaba el campo de la filosofía, sino también el de la física, experimentó un incremento considerable. Tanto fue así que cundió la idea de que encontrar y demostrar una verdad significaba e implicaba comprobar las tesis con los principios del filósofo. Con el tiempo, esa angostura se volvió insoportable y favoreció el hallazgo de una salida. Dada la situación, el espíritu, siempre inquieto y curioso, se dedicó a observar la naturaleza y a ubicar al ser humano dentro de ella. Ante él se abrió un territorio lleno de enigmas y secretos, un nuevo mundo, un cosmos de belleza extraordinaria, una aparente maraña de relaciones y dependencias ocultas tras la cual se intuía y percibía un orden sublime. No es que antes los pensadores hubieran sentido una indiferencia absoluta ante la naturaleza y hubieran permanecido ciegos a su poder y a su grandiosidad, o que ahora quisieran prescindir de la unión con Dios y lo sobrenatural. Más bien, antes buscaban comprender la naturaleza desde dentro, o si se prefiere desde arriba, como un todo, siempre desde la perspectiva del destino del ser humano en el más allá. Mientras que ahora la mirada se dirige hacia la abundancia de los fenómenos, que por supuesto se siguen considerando obra del Creador todopoderoso de bondad infinita. Si antes se había mirado hacia abajo, desde el más allá hacia la tierra y hacia la totalidad del mundo físico, ahora el hombre se situaba dentro de las cosas y desde ellas alzaba la mirada al cielo. El centro del pensamiento se trasladó de lo sobrenatural a lo natural. Junto a la revelación de Dios por la palabra surgió la revelación de Dios a través de su obra; junto a las Santas Escrituras apareció el libro de la naturaleza, cuya interpretación era ahora la tarea principal. Explicar la palabra de Dios era competencia de los teólogos; examinar su obra incumbía a los estudiosos entusiastas de los fenómenos naturales. Comenzaba una secularización de la ciencia y de la filosofía, y el establecimiento de estos nuevos objetivos favoreció la emancipación paulatina y definitiva del hombre con respecto a la autoridad de la Iglesia, la cual había acaparado hasta ahora su vida intelectual.
Lo que el ser humano practicaba entonces no eran todavía las ciencias naturales tal y como hoy las entendemos. Aún no se sabía cuánta paciencia y cuánto esfuerzo indecibles que se precisan para desentrañar los secretos de la naturaleza a través de la observación y de la experimentación. Todavía desconocían el concepto de las leyes naturales que establecen una relación causal entre los fenómenos y los traducen a fórmulas. Aún no se conocía el método de conocimiento inductivo, según el cual a partir de una hipótesis se extraen conclusiones que deben comprobarse empíricamente para demostrar su exactitud o, al menos, su probabilidad. ¿Cómo podían encontrar respuestas acertadas en la naturaleza si aún no habían aprendido a formularle las preguntas adecuadas? Ante todo, no se practicaba ciencia, sino filosofía de la naturaleza. Querían acceder de golpe a lo que el mundo alberga en su interior más profundo. Percibieron el orden y lo denominaron armonía. Se especuló sobre el alma de la Tierra y del universo, sobre la simpatía y la antipatía entre los objetos, sobre elementos y espíritus vivos, sobre macrocosmos y microcosmos. No pensaban tanto en causas como en efectos. Se plantearon cómo sería posible el conocimiento de la naturaleza y en qué consistiría. El platonismo y el neoplatonismo cautivaron las mentes con su hechizo. Para muchos, Platón y Plotino reemplazaron a Aristóteles; se entusiasmaron con la idea de que Dios creó el mundo con la belleza máxima, y en las ideas platónicas admiraban los pensamientos de Dios, que se hacían patentes en los fenómenos sensibles.
Como ilustran estas pinceladas breves, el cuadro del pensamiento teórico durante el periodo histórico que solemos denominar Renacimiento, exhibe un rico colorido en cuanto a la diversidad de las tendencias y de las orientaciones. Rebasaríamos con creces los límites de esta introducción si detalláramos los nombres y las aportaciones de las principales figuras que contribuyeron a amasar y esculpir la intelectualidad de la época. Solo la mención de Nicolás de Cusa o de Paracelso ya lanza una profusión de ideas difícil de expresar en pocas palabras. En este momento cada sabio edifica su propio mundo, cada cual vaga y se regodea en sus fantasías y en sus conocimientos, o en lo que considera como tales, cada uno pretende asir la verdad desde algún otro cabo. Lo viejo y lo nuevo se empujan entre sí. Este jura en el nombre de Platón, aquel en el de Aristóteles, un tercero busca una síntesis de ambos. La escolástica todavía permanecerá vigente durante mucho tiempo y su creación de conceptos continúa prestando unos servicios excelentes. Alquimistas y astrólogos escarban en busca de nuevos tesoros del conocimiento. También en el mundo conceptual de Kepler se entrecruzan, como ya veremos, las distintas tendencias. Está poseído y fascinado por la idea de armonía, construye todo un sistema astrológico basado en su sicología, abraza la idea de un alma de la Tierra y profesa la teoría idealista del saber platónico. Asimismo, se revela conocedor del espíritu de la escolástica, defiende su principio de observación, se sirve de sus conceptos básicos para interpretar la evolución orgánica y, siempre que puede, orienta sus consideraciones hacia la senda de la teoría aristotélica sobre la materia y la forma; esto con la misma decisión con que se opone a su física, para la cual sigue una vía personal, nueva, prometedora.
EL DESPERTAR DE LA INVESTIGACIÓN ASTRONÓMICA
La astronomía fue la primera en beneficiarse, y en mayor profundidad, de este retorno a la naturaleza. Los estímulos llegaron desde varias direcciones. El mundo de los astros colocó el pensamiento estético-metafísico ante un reino natural al que él mismo atribuyó el apelativo especial de cosmos por su belleza majestuosa, y descubrir sus misterios había sido uno de sus anhelos más fervientes desde la Antigüedad. Ahora, con el renacer de aquellas consideraciones estético-metafísicas, el espíritu sintió una llamada al observar que la estabilidad y continuidad inalterables del firmamento se oponían al fluir perpetuo de los fenómenos terrestres, a su aparición y a su extinción, a su nacer y a su perecer, que la diversidad inmensa de aquí abajo contrastaba con la armonía y la sencillez inmutables del cielo. ¿No resplandecía en él claramente la armonía, la misma que se oculta en el resto de la naturaleza bajo un velo casi inescrutable? ¿Acaso no se revelaba allí lo que justamente debe entenderse por armonía, un sistema de exquisitas relaciones numéricas? Y ese mundo rutilante, lejanía inalcanzable para el ser humano, ¿no es acaso imagen de la mismísima divinidad, origen primero de la armonía, para que la humanidad pueda sentirla más de cerca mediante la contemplación del firmamento?
Pero los estímulos llegaron, en efecto, por más vías. Las necesidades prácticas se volvieron evidentes. Hacía tiempo que era indispensable ajustar el calendario porque ya no se correspondía con los movimientos celestes. Quienes