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Una historia de amor a la humanidad, a la libertad, a los principios éticos que deben de habitar en el hombre, a ese derecho impostergable de sentir en sus costillas el lamento de los más desposeídos, su reclamo por un mundo mejor. Se irrumpe en la vida tronchada por el destino a los veinte años de edad de uno de aquellos primeros muchachos que al llamado del Comandante en Jefe, no tardaron en dar el paso al frente a cuanta tarea les fue solicitada y continuaron ofrendando sus acciones y ejemplo como verdaderos patriotas. Todo lo cual reafirma la necesaria publicación de historias que como estas, aun permanecen ocultas.
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Seitenzahl: 157
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Edición:Hildelisa Díaz Gil
Diseño de cubierta:Yudelmys Doce Rodríguez
Diseño interior y realización:Yudelmys Doce Rodríguez
Corrección:Yuliet Caballero López
Fotos:Archivo personal de la autora, de Verde Olivo
y otras publicaciones periódicas
Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz
Conversión a ebook:Grupo Creativo Ruth Casa Editorial
© Eulalia H. Turiño Méndez, 2023
©Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2024
ISBN 9789592246843
El contenido de la presente obra fue valorado por la Oficina del Historiador de las FAR
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, en ningún soporte sin la autorización por escrito de la editorial.
Casa Editorial Verde Olivo
Avenida de Independencia y San Pedro
Apartado 6916. CP 10600
Plaza de la Revolución, La Habana
A Dolores y Luis, que ni siquiera pudieron llorar ante el cadáver de su hijo.
A su novia Angelita, a quien Jorge eligió para acompañarlo por siempre.
A las generaciones del presente y futuro, que les corresponderá prolongar la vida, tronchada en flor, de Laurente Diez.
A toda la familia del joven mártir agradezco que hayan entendido mis razones, por haberles removido la más grande de sus heridas, aún sin cicatrizar, cinco décadas después.
Gracias a Ángela López González, Angelita, quien me ayudó a conformar esta historia de vida.
A ti Carlos, pues has defendido con ahínco la idea de que tu hermano no permanezca en el anonimato.
La mayor gratitud para la jefatura de la Contrainteligencia Militar, por el afán de divulgar la trayectoria de sus caídos en el cumplimiento del deber.
Al coronel (r) José Alomá Lorenzo, por acudir a mi reclamo y ofrecer su testimonio.
Al capitán de fragata (r) Benito Ezequiel Sánchez Mendoza, por sus valoraciones y disposición de colaborar.
Especialmente, a la coronela (r) Noris Acelia Olivera Martínez, perseverante y cuidadosa con sus sugerencias y opiniones.
Al teniente coronel (r) José Prudencio García Rodríguez, que facilitó la localización de algunas personas y aspectos relacionados con la especialidad.
A los oficiales de la Marina de Guerra Revolucionaria: contraalmirante (r) José Luis Cuza Téllez de Girón y el capitán de navío (r) Manuel Méndez Fraga, también autores de estas páginas.
Gracias al capitán de fragata (r) Enildo González Pérez y Milagros Gálvez Aguilera, ya fallecida, historiadores de la Marina de Guerra Revolucionaria, quienes fueron de gran utilidad en la demostración y entrega de valiosa información.
Al compañero José Manuel González Hernández, por ofrecer imprescindibles testimonios sobre el trágico suceso y características personales de Jorge, mi reconocimiento total con la publicación de esta obra.
En particular, a Daniel Martínez Quintanal, historiador de San José de las Lajas, interesado en hacer trascender las tradiciones de su localidad y sus protagonistas.
A todos, gracias.
Jorge Laurente Diez fue un ser que cuando se hallaba en pleno ímpetu, creatividad y optimismo, desapareció físicamente. Fueron tantos «los pasos al frente» para cumplir las innumerables tareas del momento y tantos en los que él demostró su disposición, que pudiera parecer imposible su participación en diferentes escenarios en tan corto tiempo de existencia.
La década de los años sesenta fue tal vez la que con mayor intensidad vivió la juventud cubana después del 1.o de enero de 1959. A ella le tocó asumir los cambios necesarios y vertiginosos en todos los ámbitos del quehacer nacional, con la intención de consolidar el triunfo y fraguar el futuro del país, amenazado por agresiones, respaldadas por el imperialismo yanqui y los gobiernos tiránicos de la región.
Toda la vorágine de actividades, por cotidiano, resultó común, y la heroicidad de sus actos escapó al razonamiento. A ese grupo gigantesco, casi adolescente, perteneció Jorge.
En estas páginas el lector encontrará la rapidez con que Laurente se integró a las tareas de una sociedad, a pesar de contar únicamente con el ejemplo de su primo Víctor Luis Laurente Menéndez, Vitico, quien confió en su temprana madurez. Por lo demás, Jorge se talló a sí mismo, y cuando empezó a recrearse en su propia obra, el destino le jugó una mala pasada; ¡solo tenía veintiún años de edad!
Él intervino en importantes misiones al lado del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y de hombres legendarios como Ernesto, Che, Guevara, Ramiro Valdés Menéndez y otros de reconocido prestigio.
Este texto ha requerido varios años de investigación, incompleta como toda labor humana, porque además no se conserva parte de la documentación escrita, la cual hubiese aportado muchos más elementos. No obstante, sale a la luz con la mayor veracidad y argumentación posibles, gracias a quienes me siguieron en este bregar por la historia, pues muchos conocieron a Jorge y estuvieron a su lado en unidades, escuelas y misiones, incluso, hasta en el día de su desaparición física.
Por estas razones, constituye un deber hacer trascender en el tiempo a Jorge Laurente Diez, hombre apasionado y responsable de cuanta tarea le fue asignada. Divulgar sus valores y su paso firme por la Revolución, son los propósitos de esta entrega editorial.
La autora
«[…] un hijo, es el corazón».1
1Ramiro Valdés Galarraga:Diccionario del pensamiento martiano,Editorial de Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, 2004,p. 257.
José Martí
En las faldas meridionales de la sierra de Camoa, justo en el kilómetro veintinueve de la Carretera Central y a tres del municipio de San José de las Lajas, en la actual provincia de Mayabeque, existe un pequeño pueblo: Jamaica.
Desde la llegada a Cuba de los primeros colonos en el siglo XVI, emplearon su extenso valle en la crianza de caballos para ofrecérselos a precios elevados a los conquistadores castellanos que, en tránsito por La Habana, viajaban a otras tierras de América.
La cría de ganado para la exportación de cueros, vendidos a los integrantes de la flota española reunidos en el puerto habanero de regreso a su país, fue también otra de las labores de especial interés. Más tarde, cultivaron tabaco y multiplicaron las abejas con el objetivo de comercializar la cera. Luego, de la Toma de La Habana por los Ingleses,2 se incrementó la siembra de caña de azúcar y café.
2La presencia de la escuadra inglesa frente a La Habana el 6 de junio de 1762 sorprendió a las autoridades españolas. Alacercarse tan poderosa fuerza, el gobernador de la Isla,capitán general Juan del Prado Portocarrero y Luna, puso en pie de guerra a todos los pobladores. Para impedir que penetraran los buques enemigos fue cerrada la entrada del puerto con cadenas y hundidas tres embarcaciones. A pesar de los desaciertos del plan de defensa español, hubo una resistencia desesperada de los habaneros; la historia recoge los nombres del valiente defensor del Morro, capitán de navío Luis de Velasco, y de José Antonio Gómez, Pepe Antonio, héroe legendario delos milicianos que enfrentaron a los invasores en Guanabacoa.
En el año 1838 se asentaron en Jamaica los primeros habitantes, quienes edificaron sus viviendas, una taberna y una tienda mixta. La posición geográfica del lugar y otrasparticularidades posibilitaron su acelerado progreso.
Cuba era colonia de España, gobernada por María Cristina de Borbón, viuda del rey Fernando VII, quien debía ocupar el trono hasta que su hija cumpliera la mayoría de edad y convertirse en la reina Isabel II.
El 12 de octubre de 1834, Cristina autorizó a la Juntade Fomento de Cuba, presidida por Claudio Martínez dePinillos, conde de Villanueva, contraer un empréstito en Inglaterra por dos millones de pesos, con la intención de invertirlos de inmediato en la construcciónde la vía férrea La Habana-Güines.3
3El 19 de noviembre de 1837, la Compañía de Caminos deHierrode La Habana abrió la línea (27,5 km) desde la capital hacia Bejucal; primer ferrocarril de vapor en América Latina. Dos años después, se extendió hasta la localidad de Güines. En diciembre de 1843 las localidades de San Felipe y Batabanó fueron agregadas a la red ferroviaria, y posteriormente se fueron añadiendo nuevas extensiones viales, en quince años se construyeron cerca de cien kilómetros de vías férreas. Por otro lado, la ciudad de La Habana tuvo su primer tranvía (denominado Ferrocarril Urbano de La Habana), el 3 de febrero de 1859.
La localidad se favoreció con una estación o andén a partir del 19 de noviembre de 1838, cuando comenzó a prestar servicio esa primera línea de ferrocarril.Circulabana diario dos trenes, uno de siete coches depasajerosy seis o siete de equipaje y, el otro, de treinta vagones decarga, con una capacidad de dos toneladas y mediade peso cada uno. Un año antes estuvo listo el primer tramo La Habana-Bejucal.
A este beneficio en las comunicaciones que recibió la región de San José, se añadió en 1854 la pavimentacióndel primitivo camino La Habana-Güines, de principios delsiglo XIX, por donde se construyó la Carretera Central en 1928, durante el gobierno de Gerardo Machado Morales, presidente de la República hacía tres años.
Estas dos inversiones indican por sí solas, las perspectivas económicas del territorio. No obstante, pasado un siglo del asentamiento de los primeros vecinos, su crecimiento poblacional era escaso. En 1943 contaba solo con novecientos siete habitantes; sin duda, ubicados en una de las regiones más prósperas del occidente del archipiélago.
La descendencia paterna de los Laurente Diez estaba formada por el santaclareño Rafael Laurente Fobles, casado con Luz Arzola Acosta, natural de Guanajay, perteneciente en aquel momento a Pinar del Río.
Rafael prestó servicios en el Ejército Constitucional durante la administración de Fulgencio Batista Zaldívar4y llegó a convertirse en jefe y sargento mayor de la Guardia Rural del puesto de Jaruco, actual provincia de Mayabeque.
4Dictador que se caracterizó por la malversación, el robo, la represión sangrienta y las alianzas con la mafia norteamericana. El 10 de marzo de 1952 propinó un golpe de Estado que aceleró y fortaleció la lucha revolucionaria, la cual no cesó hasta alcanzar la plena independencia el 1.ode enero de 1959, sueño de los cubanos desde 1868.
Por la parte materna tenía estirpe de españoles. Elicio Diez de Dios, natural de Castilla, se estableció en Placetas, en la llamada provincia de Las Villas y allí conoció a Victoria, su futura esposa. De ese amor nacieron tres hijos, una hembra, que heredó el nombre de la madre, y dos varones.
Elicio tuvo un segundo matrimonio con Concepción Rodríguez García, originaria de Galicia, radicados en la calle Piñeira, entre Calzada del Cerro y Final, perteneciente al Cerro capitalino. Vivían de la renta de casas de alquiler en el reparto Aldecoa. De esta unión nació Dolores, la mamá de Jorge.
La primera relación amorosa de Dolores fue Salvador Levys Esculpi, un emigrante venezolano dedicado al oficio de zapatero. Pronto la pareja recibió con alegría la llegada de Cuco, aunque su muerte a edad temprana, provocada por una apendicitis, hizo que ambos tomaran la decisión de marchar a España para buscar mejoras económicas, ya en tiempos cercanos a la guerra civil.5
5 La Guerra Civil Española se inscribe dentro de la ola anticomunista, preámbulo de la Segunda Guerra Mundial. Se desarrolló entre el 17 de julio de 1936 y el 1.o de abril de 1939. La derrota de las fuerzas progresistas del país, dejó el escenario europeo listo para la agresión armada contra la entonces URSS y los propios países que cerraron los ojos ante el auge del militarismo. A las milicias se sumaron miles de brigadistas y voluntarios de cincuenta y cuatro países. Cuba envió unos mil combatientes, entre ellos, Pablo de la Torriente Brau, líder revolucionario y periodista, conocido como el mayor cronista de su época.
Establecidos en Jijona, la pareja concibió a su segundo hijo. Pero, una noche del mes de octubre de 1934 escucharon un tiroteo y Salvador, con ingenuacuriosidad, se asomó a la ventana; un proyectil le causó la muerte. Dolores tenía seis meses de embarazo. El jueves 10 de enero nació Aladino y los abuelos maternos hicieron gestiones en la embajada española en Cuba, para el regreso de la hija y el nieto, y lo lograron.
Pasado un tiempo, Dolores se casó con Luis Laurente Arzola, quien llegó a Jamaica, más o menos a finales de los cuarenta, con el objetivo de dirigir la estación de ferrocarril, por recomendación de Ramón la Cerna, funcionario del sector. Experiencia suficiente tenía para ejercer esa responsabilidad, pues desde joven se vinculó con el oficio como auxiliar. Para ejercer en este ramo sometían a los aspirantes a un profundo proceso y él lo aprobó. Después hubo una huelga y quedó cesante. A partir de ese período trabajó como policía nocturno de recorrido en las calles y fue también carpetero de la Décima Estación de Policía de La Habana, durante el segundo gobierno de Ramón Grau San Martín (1944-1948), aunque hubo una cesantía y volvió a los ferrocarriles.
El matrimonio de Luis Laurente Arzola y Dolores Diez Rodríguez creció con la llegada de Luis, Luisa, Alicio y Julio, en este orden, más Aladino, conocido por Gonzalo.
La casa que los acogió, situada en la misma estación de trenes, era muy confortable y bonita por su arquitectura estilo inglés, montada en pilotes, toda de madera, incluyendo el piso machihembrado. Poseía amplias y ventiladas habitaciones, portal y sótano. Allí nacieron cuatro hijos más: Jorge, Carlos, Aracelis y Roberto; así completaron la prole de nueve.
Víctor Laurente Menéndez, sobrino de Luis, aseguró que cuando ellos se establecieron en la localidad ya Jorge había nacido en la calle Piñeira del Cerro. Algunos hermanos aseguran lo mismo y otros no lo recuerdan con exactitud.
Independiente de estos criterios, consta que el domingo 6 de agosto de 1944, a las tres de la tarde, llegó para felicidad familiar, Jorge Laurente Diez, en Jamaica, según dijo su madre cuando acudió a inscribirlo en el Registro Civil de San José de las Lajas cuatro años después, el viernes 12 de noviembre de 1948. Ella compareció ante el doctor Segundo Díaz Villarnovo, juez municipal encargado de dicha oficina y del secretario Rafael Bohórquez Trillo, quienes asentaron el nacimiento en el folio 94 del tomo 40, en presencia de los testigos Antero Núñez Ramos y Pedro Martínez Méndez, vecinos y amigos.
El abuelo Elicio Diez de Dios, se fue a vivir con ellos, y se responsabilizó con la educación de los nietos, tanto en el consentimiento como en la reprimenda.
A pesar de que vivían a medio kilómetro del núcleo poblacional, fueron muy conocidos por los ciudadanos que abordaban diariamente el tren; además, porque Dolores viajaba en él todos los días, por ser empleada en la Estación Central de Ferrocarriles de La Habana.
Todos ellos mantenían las mejores relaciones con los vecinos, prestos siempre a servirles en lo que estuviera a su alcance. Las buenas costumbres reinaban en el hogar y educaron a los muchachos en el deber de trabajar para ganarse la vida, no apropiarse de lo ajeno, asistir a la escuela, respetar a los maestros y a las personas mayores, y mantener un trato adecuado con los amigos.
Jorge fue un niño hermoso. Su rápido crecimiento lo igualó a los hermanos mayores y junto a ellos tuvo una infancia feliz. Quienes lo recuerdan dicen que se le veía saltar de una a otra traviesa de la línea o curiosear la forma en que los vagones eran arrastrados por la locomotora. Cuando en las tardes o noches, el silencio era interrumpido por el pito del tren, anunciandosu arribo, corría y se asomaba al andén para esperar a sumadre, que llegaba de su diaria labor.
Le encantaba subir al aparato para sentirse maquinista; aunque, el mayor tiempo lo pasaba en el cuarto de telegrafía, el lugar menos peligroso y más entretenido. Fue tanta su permanencia en esta oficina y tan marcado el interés por el equipo, que aprendió muy bien a trasmitir información a larga distancia.
Cuando llegó a la edad escolar no tuvo dificultades, como les sucedía a niños y jóvenes en otras partes de la Isla, pues la localidad tuvo escuela desde 1862 cuando contaba apenas con cuarenta y dos habitantes. Matriculó en la Escuela Pública No. 2, una casona de madera, de puntal alto, amplios ventanales, portal y jardín, situada a orillas de la carretera y frente al conocido Café de Jamaica, propiedad de José Cruz, Pepe.
De confortable arquitectura, la cual ha rebasado siete décadas, fue convertida en vivienda múltiple después del triunfo de la Revolución. El local es testigo todavía de donde Jorge aprendió las primeras letras hasta graduarse de sexto grado. El aula estaba llena de niños de los alrededores y, una buena cantidad de los pupitres eran ocupados por sus hermanos.
A pesar de la falta de escuelas y educadores; a la escasez de recursos y material docente; la desatención metodológica y otros males en la educación antes del Primero de Enero, siempre han existido maestros con sentido de pertenencia a su profesión, entregados, esforzados y responsables, quienes han sabido enseñar y guiar a sus discípulos, inculcarles valores patrióticos e ideas políticas de avanzada, opuestas a los intereses de gobiernos entreguistas sometidos a las grandes potencias, como los existentes en Cuba antes de 1959.
José C. Pérez, Chito, residente en San José, era el director de la escuela en la década del cincuenta del siglo XX. Su baja estatura corporal se aumentaba de tamaño ante la pupila de los alumnos, colegas, padres y vecinos, dada su autoridad; no solo por el cargo, sino por la devoción y rectitud con que lo ejercía. Era muy exigente con sus discípulos, y su severidad en los regaños provocaba pánico, por el hecho en sí y la posterior reprimenda de los padres cuando se enteraban de lo sucedido.
José utilizaba métodos formativos que en la act