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Este libro es el testimonio único de una amistad poco común, profunda y sostenida a lo largo de más de una década entre el autor y el papa Francisco. No es solo la historia de un intercambio epistolar, sino la narración de un vínculo humano que desafió las distancias, el poder y las adversidades. A través de cientos de cartas, reflexiones y confidencias, descubrimos el rostro más cercano de Jorge Bergoglio, un hombre de fe, compromiso y ternura que entendió que la amistad es un acto radical de amor y esperanza. Un relato inspirador para quienes creen en la fuerza transformadora de la amistad verdadera, la ética pública y la lucha por la justicia.
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Seitenzahl: 347
Veröffentlichungsjahr: 2025
GUSTAVO JAVIER VERA
Vera, Gustavo Javier La amistad no se negocia : correspondencia inédita del Papa Francisco con un militante de las periferias / Gustavo Javier Vera. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6733-8
1. Ensayo. I. Título. CDD A864
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Introducción – Una amistad inesperada
PRIMERA PARTE – UN PASTOR EN LAS PERIFERIAS DE BUENOS AIRES
Capítulo 1 – La misa que encendió la zarza
Capítulo 2 – Gritar sin miedo: las misas de Bergoglio en Plaza Constitución
1. Denunciar la esclavitud a cielo abierto
2. La misa en la puerta de un taller clandestino incendiado
3. Consecuencias prácticas de las misas públicas de Bergoglio
Capítulo 3 – Donde nadie queda afuera, los bautismos en La Alameda
Capítulo 4 – Un periodista que no pasó de largo y sembró huella
Capítulo 5 – Bergoglio sobre La Alameda, una obra de humanidad
Capítulo 6 – Pensar claro y hablar oscuro
Capítulo 7 – La moto, la catedral y el capellán rockero
Capítulo 8 – Los trotskistas de Dios
SEGUNDA PARTE – DISCERNIR EN TIEMPOS OSCUROS
Capítulo 9 – La Palabra que vuelve
Capítulo 10 – La vocación no se negocia
Una derrota electoral y el incendio que lo cambió todo
La lección de Job y el tiempo de la consolación
Capítulo 11 – La Palabra como brújula: profetas en la trinchera
1. Entre carpetas y profecías: Oseas y la ternura que desarma al poder
2. Volver del exilio: Isaías, la identidad espiritual y el horizonte compartido
3. Hechos de los Apóstoles: golpes, sospechas y alegría pascual
4. Jeremías y la urgencia profética: el peligro del gatopardismo
5. Judith: la astucia espiritual al servicio de la fe
6. Judas Macabeo: discernimiento y pactos en tiempos oscuros
7. El Señor te alienta y no traiciona
8. Trigo y cizaña: la historia se repite
9. San Pablo: la paciencia activa
Capítulo 12 – Discernimiento en la tormenta
1. Con la Biblia en la mano, sin perder el rumbo
2. El sexto sentido: intuición espiritual o acción del Espíritu
3. Prudencia sin cinismo. Misericordia sin ingenuidad
4. La fe como antídoto ante el miedo
TERCERA PARTE – COMUNIDAD ORGANIZADA Y CULTURA DEL ENCUENTRO
Capítulo 13 – Las misiones jesuíticas: una sociedad sin esclavos, ni excluidos
1. La primera comunidad organizada en América
2. El alma jesuita frente al alma capitalista
Capítulo 14 – Henri de Lubac, Francisco y la cultura del encuentro
CUARTA PARTE – PREDICAR CON EL EJEMPLO Y SERVIR AL PUEBLO
Capítulo 15 – Predicar con el ejemplo, servir al pueblo y la ética social en el ejercicio del poder
1. “Nunca verás un camión de mudanzas detrás de un cortejo fúnebre”
2. Cuanto más alto, más bajo
3. Abrir procesos antes que ocupar espacios
4. Construir puentes y derribar muros
5. De la periferia al centro y de abajo hacia arriba
6. Asumir los grandes desafíos sin perder los pequeños detalles
QUINTA PARTE – CASA COMÚN Y ÉTICA EN ACCIÓN CONTRA EL DESCARTE
Capítulo 16 –
Laudato si’
: el grito de la tierra, el grito de los pobres
1. Reconstruir las tres relaciones rotas: con el otro, con la tierra y con Dios
2. Difundir el Laudato si’ pese a las resistencias del poder
3. Laudato Deum y el alerta sobre la fecha de vencimiento
4. La metáfora de Jonás, el Laudato si’ y el naufragio
5. La coherencia de Francisco entre su mensaje global y el apoyo a las luchas por la casa común en su Patria
6. La lucha de los vecinos de Malvinas Argentinas en Córdoba para echar a Monsanto
7. El pueblo de Chubut contra la megaminería a cielo abierto
8. La rebelión del pueblo mendocino en defensa del agua
9. La lucha de los vecinos de la Villa 20 por el barrio “Papa Francisco”
10. Francisco presente en la acción y la oración
Capítulo 17 - Francisco, ética en acción contra la esclavitud de la trata y el crimen organizado (2013–2025)
1. De Buenos Aires al Vaticano: la continuidad de una causa
2. Romper la omertà: mafiosidad estructural, complicidad transversal
3. Cierre de prostíbulos, el modelo sueco, cambios de paradigma
4. Casos que Francisco siguió personalmente
Caso de L (2015)
La búsqueda de María Cash
El calvario de G. (2019)
La resurrección de S. (2023)
El caso Loan (2024-2025)
5. Sobre la compra y venta de niños
6. El magisterio de Francisco contra la trata
7. La “aduana cruel” y cerco mediático
8. La lucha contra el narcotráfico
9. La polémica sobre el término “mexicanización” y la vuelta a la tortilla
10. Mártires y cómplices: de Viroche a Rosario
11. Resistir con fe ante el crimen organizado
Capítulo 18 - Francisco sobre Newman y La Alameda: la coherencia
Capítulo 19 – Reforma económica en el Vaticano sin códigos de
omertà
1. Pecadores y corruptos y una decisión sin retorno
2. George Pell: el elegido para la reforma estructural
3. Los enemigos del cambio: escándalo, resistencia y calumnias
4. La respuesta de Francisco: fidelidad en la tormenta
5. Más allá de la afinidad, la ética como criterio
6. Un pontificado sin privilegios, ni miedos
7. La corrupción como obstáculo teológico
SEXTA PARTE – FRANCISCO EN CAMINO: GUERRAS, VIAJES Y ESPERANZA
Capítulo 20 – Correspondencia en tiempos de guerra
1. Un Papa en la Tercera Guerra Mundial en cuotas
2. Siria, símbolo del dolor del mundo
3. Diez deseos navideños
4. Pandemia y pospandemia: lo que vino fue peor
5. Ucrania: puente o trinchera
6. Gaza: el genocidio silenciado
7. Cartas que son historia viva
Capítulo 21 – Francisco en camino: donde el evangelio abraza al mundo
1. Albania: del dolor a la convivencia ejemplar
2. La amistad viajando
3. Recen por mí
4. Filipinas y su amigo Tagle
5. Su afecto al pueblo mexicano
6. Lesbos: Jesús también fue migrante
7. El complejo viaje a Chile y Perú
8. La ruta africana: Mozambique, Madagascar y Mauricio
9. Esfuerzos misioneros, con el cuerpo frágil y el alma encendida
10. Su ilusión de volver a Argentina
11. Una patria en su corazón
SÉPTIMA PARTE – FRANCISCO Y LA ARGENTINA
Capítulo 22 – "A Buenos Aires le hace falta llorar"
1. Cromañón y Once, heridas abiertas en una ciudad que no aprende a llorar
2. La memoria del cura Viroche y la fidelidad de los simples
Capítulo 23 – Francisco y el peronismo: justicia social sin partidismos
1. La compleja relación entre Francisco y el peronismo
2. Denuncias valientes y compromiso pastoral
3. Un Papa más allá de las etiquetas partidarias
4. Laudato si’ y la raíz común con la Doctrina Social de la Iglesia
5. Justicia social sin partidismo
6. Evita y la verdadera solidaridad cristiana
7. Memoria y advertencia: el bombardeo a Plaza de Mayo y la procesión de Corpus Christi (1955)
Capítulo 24 – ¿A qué se parece el régimen de Macri, a Zaqueo o a Nabucodonosor?
Capítulo 25 – Correspondencia en tiempos del Frente de Todos
1. El peligro del internismo y la gobernabilidad
2. Defensa de la casa común frente al extractivismo
3. El aborto, una cuestión de ética humana y no religiosa
4. Decepción por las manipulaciones y colonizaciones ideológicas
5. Crítico, pero sin rencor
6. Una voz profética sin cálculo político
Capítulo 26 – Huérfanos de Patria: cartas de Francisco bajo el régimen de Milei
1. La Patria y el síndrome 1933
2. Resistir o replegarse
3. La motosierra sobre los últimos de los últimos
4. El Papa ante el desastre social
5. Pasos de baile de cipayo: caricatura diplomática del régimen
OCTAVA PARTE – FRANCISCO COTIDIANO. LA AMISTAD COMO FIDELIDAD
Capítulo 27 – Francisco y el fútbol
1. El evangelio según Atlanta
2. El San Lorenzo de sus amores
Capítulo 28 – La relación de Francisco con mi madre
Capítulo 29 – Un amigo incondicional
1. El amigo que nunca se olvida de vos
2. Saludos pascuales
3. Saludos navideños
4. Saludos de Año Nuevo
5. Siempre estuvo
Capítulo 30 – La amistad no se negocia
Epílogo – En tiempos de ruido, la amistad es milagro
A la memoria de mi Madre y el Padre Jorge
A mis hermanos y amigos de la Alameda
A los que luchan por una Sociedad sin esclavos, ni excluidos
Durante 17 años tuve la bendición de poder caminar como amigo personal junto al padre Jorge Mario Bergoglio que, en el transcurso, fue consagrado como el Papa Francisco. Lo conocí a principios de junio de 2008, cuando mi organización social, La Alameda, venía denunciando situaciones de trata y explotación de personas en talleres clandestinos y prostíbulos y éramos crecientemente objeto de amenazas y represalias de la mafia.
La razón por la que le solicitamos una entrevista se debió a que Bergoglio era el único que, en la Ciudad de Buenos Aires, venía denunciando en sus homilías la cultura del descarte, el volquete existencial y la cosificación y explotación de los más vulnerables. Y La Alameda era una de las pocas agrupaciones que visibilizaba la trata de personas y el trabajo esclavo y cada vez corríamos más riesgos de vida. Concretamente, le fuimos a pedir su protección como máximo exponente de la Iglesia local, para poder seguir con nuestra misión de denunciar y liberar víctimas de la esclavitud.
Esa primera reunión no tenía para mí un carácter religioso, sino un pedido urgente de amparo: la mayoría de quienes integramos La Alameda proveníamos de la izquierda —agnósticos, ateos y unos pocos creyentes—. Varios, como en mi caso, habíamos abandonado la Iglesia en tiempos de la dictadura, desilusionados con la actitud de muchos pastores a los que veíamos incoherentes con el Evangelio de Jesucristo. Yo me había bautizado en la Iglesia Nuestra Señora de Lourdes de Santos Lugares, donde luego hice la secundaria. Previamente, había cursado la primaria en el colegio San Carlos Borromeo, en Sáenz Peña y fui durante nueve años boy scout en la agrupación Santa Teresita del Niño Jesús de esa misma localidad.
Los mejores sacerdotes que me habían enseñado la solidaridad, el servicio al prójimo y la alegría del Evangelio habían migrado, renunciado o habían sido secuestrados por la dictadura militar que llegó en 1976. Entre 1978 y 1979 me alejé de la Iglesia, decepcionado por aquellos pastores que guardaban silencio ante el horror, y por otros que incluso reivindicaban el “orden” represivo de la dictadura. Si bien encontraba excepciones en algunos curas comprometidos en barrios vulnerables, la mayoría me parecía complaciente con el poder, distante del corazón del buen samaritano, del buen pastor y del Evangelio. Por eso, no tenía grandes expectativas en ese primer encuentro con Bergoglio. Sin embargo, me intrigaba la claridad y la agudeza con que describía y denunciaba la cultura del descarte humano.
Aunque le aclaramos que La Alameda no era una organización religiosa, nos sorprendió gratamente que se hiciera eco de nuestro trabajo y se pusiera inmediatamente a disposición para protegernos, sin pedirnos nada a cambio. Nos conmovió también su sencillez, su profundidad y la claridad con la que estaba interiorizado del drama de la explotación en prostíbulos y talleres clandestinos y del maltrato cotidiano a los cartoneros.
Rápidamente, al mes siguiente, organizó una misa a favor de las víctimas de trata y exclusión y se ofreció a ayudarnos en todo lo que hiciera falta. Y así fue como comenzamos a caminar con él. Casi sin darnos cuenta, fuimos recuperando esa alegría del Evangelio que habíamos guardado en algún rincón de nuestro corazón samaritano. Nos reunimos frecuentemente, a presentarle sobrevivientes de trata y trabajo esclavo, a pedirle bautismos y misas en lugares públicos, a las que generosamente accedía. Quienes conocían a La Alameda no entendían ese vínculo cada vez más estrecho con Bergoglio e irónicamente nos llamaban “los trotskistas de Dios”, por nuestro origen de izquierda.
Bergoglio ya estaba haciendo su trabajo de pastor, con gestos y acciones, tocándonos el corazón y abriendo de hecho una transición espiritual, personal y colectiva, en nuestra organización. Una transición imperceptible pero constante: desde el ateísmo y el agnosticismo, al reencuentro con el Evangelio.
Me llamaba poderosamente la atención la austeridad y la humildad de un sacerdote que además era obispo y cardenal primado. Un cura que iba a las villas, se entremezclaba con los pobres, contenía y consolaba a las víctimas de trata, que nos escuchaba con atención, que viajaba en subte y colectivo, que nos trataba de igual a igual, y que se preocupaba y ocupaba de todos nosotros. Por eso, cuando fue ungido como Papa Francisco, quienes lo conocíamos de caminar juntos en las periferias existenciales de Buenos Aires, sabíamos que iba a volver a enamorar a millones de católicos que se habían alejado de la Iglesia. Como nos había pasado a nosotros, muchos volverían a reencontrarse con el Evangelio.
En ese caminar juntos contra la trata y el tráfico de personas, denunciando mafias, protegiendo víctimas y luchando por políticas públicas de prevención y asistencia, nos fuimos haciendo amigos. Y ya en nuestras reuniones periódicas, tanto en el Arzobispado como en La Alameda, también hablábamos de otros temas sociales, nacionales e internacionales, y de nuestras familias, del fútbol y de nuestras vidas.
Hasta que partió a la Casa del Señor el 21 de abril del 2025, fueron 17 años de compartir mates, charlas y más de medio millar de cartas, donde desparramó ternura, cercanía y sabiduría. En esas charlas y cartas me enseñó a ser mejor samaritano, mejor padre, mejor hijo y mejor amigo.
En medio de la tormenta, la voz de Francisco no solo fue un mensaje de aliento, sino un verdadero refugio espiritual. Sus cartas no eran simples palabras, sino un abrazo paterno que daba fuerzas para seguir adelante. En cada línea se sentía la cercanía de un pastor que acompaña a sus hijos con ternura y sabiduría, un amigo fiel que comprende las dudas, el cansancio y el miedo, pero que también sabe despertar la esperanza y la valentía.
Francisco no solo ofrecía consuelo; era un faro que iluminaba el camino cuando la oscuridad parecía invadirlo todo. Su rol trascendía la jerarquía eclesiástica: se convertía en un guía espiritual que invita a no rendirse, a confiar en la justicia, y sobre todo, en la misericordia de Dios. En sus cartas palpita una fe profunda que sostiene, una caridad concreta que actúa y un amor incondicional que transforma.
En momentos donde la política se confundía con la mezquindad y la mentira, Francisco aparecía como un padre que protegía a sus hijos con palabras llenas de esperanza y verdad. Su acompañamiento personal se sentía genuino y cercano, como el de un amigo que camina al lado, que escucha y que no abandona.
Es esta combinación de guía, padre y amigo lo que hace que sus cartas sean mucho más que documentos históricos: son el testimonio vivo de un hombre que encarna el mensaje evangélico en su máxima expresión. Y me recuerdan que la política puede y debe ser una forma de caridad, que el poder debe ejercerse con ética y servicio, y que la verdadera fortaleza nace del amor.
Hay vínculos que se tejen en el silencio de los gestos, en la profundidad de las miradas, en la palabra justa que llega cuando más se la necesita. Así fue mi amistad con Jorge Mario Bergoglio. Una amistad improbable y, sin embargo, inevitable. Nació en los márgenes del poder, en los pasillos de la Iglesia, en los territorios donde el dolor y la esperanza caminan de la mano.
Desde aquellos primeros encuentros, antes de que se convirtiera en el Papa Francisco, su modo de escuchar, su capacidad de mirar a los ojos sin apuro, su opción decidida por los últimos, me revelaron a un hombre profundamente evangélico. Pero fue a través de sus cartas —escritas con puño y alma— y charlas personales que descubrí la hondura de su corazón. En cada línea había un consejo, un consuelo, una advertencia, una bendición. En cada palabra, una forma de estar presente incluso en la distancia.
Este libro nace del deseo de compartir esa experiencia. No para mostrar un privilegio, sino para testimoniar una forma de cercanía que el Papa mantuvo con muchísimos. Porque Francisco es así: pastor que escribe, amigo que acompaña, padre que guía. Sus cartas son hilos de luz en medio de muchas noches oscuras. Son faros para el camino, pequeños evangelios personales que me marcaron y me siguen marcando.
Que estas páginas, entonces, no sean leídas como un archivo, sino como un diálogo. Un diálogo donde se escucha la voz de un amigo que nunca dejó de ser padre y de un padre que nunca dejó de ser servidor.
El día que Bergoglio habló desde el corazón por los nuevos esclavos
El 1 de julio del 2008 fue un punto de inflexión en la relación de Bergoglio con las organizaciones que luchaban contra la esclavitud y exclusión en Buenos Aires. La Parroquia de los Emigrantes en el barrio porteño de La Boca se encontraba colmada de migrantes, costureros, cartoneros y sobrevivientes de trata convocados por La Alameda, el MTE y los curas villeros, porque el padre Jorge Bergoglio realizaría una misa en oración y protección a todos ellos.
Un mes antes, Gustavo Vera de La Alameda y Juan Grabois del MTE se habían reunido con Bergoglio en el Arzobispado para solicitarle oración, acompañamiento y protección al trabajo de esas organizaciones que luchaban para liberar a los costureros de talleres clandestinos, dignificar el trabajo de los recicladores y fomentar el trabajo digno y registrado, todo lo cual era fuertemente resistido por las mafias y el poder e incluso hostigado. Fue entonces cuando el padre Jorge propuso celebrar una misa a favor de las víctimas de esclavitud y exclusión que se realizaría el Día Internacional de los Derechos de los Migrantes.
El titular de la Pastoral migrante en Buenos Aires, el padre Mario Videla que concelebró aquella misa recuerda que: “Cuando se pensó aquella misa se debía cuidar que su mensaje fuera comprendido. Así que la gente de la prensa del Arzobispado nos dio un texto que él iba a leer para que se lo diéramos a la prensa ese día”. Sin embargo, cuando Bergoglio llegó a la parroquia y la encontró colmada de pobres que sufrían situaciones de esclavitud y exclusión se conmovió y pidió reunirse previamente para escuchar algunas de esas historias. Entonces fue cuando algunos costureros y cartoneros le contaron la tremenda realidad que vivían y le pidieron que rece por ellos y los apoye. Cuenta Mario Videla: “El cambio fue radical. Se dejó de lado la homilía que estaba preparada y decidió hablar desde el corazón. Y entonces asumió más visiblemente todo aquello por lo que ya venía trabajando. ¡Pero que ese día le dio un baño de realidad!”. Así fue que Bergoglio improvisó desde su corazón la homilía en aquella misa que sellaría su alianza con las organizaciones sociales que ponían en la agenda la lucha contra la trata de personas y la exclusión. Esas misas por una sociedad sin esclavos ni excluidos luego se trasladaron a la Plaza Constitución donde se realizan ininterrumpidamente todos los años.
Reproduzco aquí completa aquella homilía que salió del corazón de Bergoglio y que tanto ayudó con el tiempo a liberar víctimas de la esclavitud y exclusión, a instalar estos temas en la agenda y también sembrar numerosas políticas públicas en los años subsiguientes.
Homilía del cardenal Jorge Mario Bergoglio S. J., arzobispo de Buenos Aires, celebrada en la parroquia Nuestra Señora, Madre de los Emigrantes el 1 de julio de 2008
“En la primera lectura escuchamos cómo Moisés estaba trabajando, cuidando las ovejas, era pastor. Tendría unos 80 años y tenía un gran sentido de la justicia porque cuando estaba en Egipto, más joven y vio cómo un egipcio maltrataba a un hombre en su pueblo, a un israelita, directamente lo mató. No toleró. Y por eso tuvo que escapar de Egipto y vivió tantos años allí, cuidando ovejas.
Probablemente la distancia desfigura la realidad, entonces cuando uno toma distancia, no se acerca, los problemas se desdibujan…
Bueno pero volvamos a Moisés. Moisés está ahí cuidando y ve que hay un yuyo, una zarza que empieza a arder, arder, arder y no se consume… Entonces, curioso, se acerca y es Dios que está ahí y que le habla. Cuando le dice que es Dios se tapa la cara por respeto a Dios, es un gesto que tenían los judíos por respeto a Dios, taparse la cara.
Le dice: “He visto la tribulación de mi pueblo. He visto cómo los fenicios maltratan a mi pueblo” –que era un pueblo migrante… los judíos migraron de la Mesopotamia a Egipto– y quiero liberarlos”. Me ha conmovido las entrañas por el maltrato a mi pueblo. Y realmente que, cuando uno lee las cosas que le hacían los egipcios a los judíos, uno dice gracias a Dios que esto no sucede más. Los hacían trabajar, les daban casi nada de comer. Si tenían un chico varón se los mataban, por eso los chicos los tenían a escondidas: Moisés era uno de esos chicos que la madre lo salvó escondiéndolo en el río. Y entonces uno está tentado de decir: bueno son cosas de la barbarie antigua, parece que eso no sucede más.
Yo diría de acá en Buenos Aires, en la gran ciudad, en esta ciudad cada día más avanzada, también hay hermanos nuestros migrantes que los tienen trabajando 20 horas por día, 18 horas por día, les pagan una miseria y un sándwich de mortadela; que aquí también no les importa a estos egipcios modernos –no tengo nada contra los egipcios de ahora, a estos que hacen el papel de los egipcios de aquella época– estos tratantes modernos, no les importa que se mueran los chicos: pensemos los que se murieron en Caballito quemados en ese taller clandestino porque estaban enrejados.
Nadie habló, nadie habló… se olvidó porque estos señores poderosos saben cómo untar ciertas manos.
Pero ¿cómo, todavía suceden estas cosas? Y suceden. Y Dios dice: ‘Yo he visto cómo maltratan a mi Pueblo’. Moisés se tapa la cara ante Dios y Dios le dijo a Moisés “Yo miré”. Y lo está empujando a que mire. Mira, mira cómo está tu pueblo.
Dios, nos reunimos aquí para mirar. Pero no para mirar desde una mirada puramente social, desde una mirada puramente política, lo cual es lícito, sino para mirar desde la zarza ardiendo, para mirar desde Dios, desde nuestra oración y desde nuestra compasión cristiana. Y para llorar con Dios, porque Dios llora, se conmueve… Pero esto que sucede, sucede aquí en nuestra ciudad, para llorar por los que ya no tienen lágrimas, para llorar porque ya las han gastado todas.
Una vez recordaba que en la escuela cuando nos enseñaban que la Asamblea de 1813 había abolido la esclavitud:… ¡cuentos chinos!… hoy hay más esclavos que los negros esclavos de aquella época. Nuestra sociedad consiente de alguna manera, cada uno verá la manera si la descubre o protege la trata de personas.
La otra noche venía de la parroquia San Pablo Apóstol y vi un carro cargado de cartones. Busqué, a ver el caballo que lo tiraba, y dije: “No. Está prohibido en Buenos Aires la tracción a sangre”. Entonces si vemos un mulo o un caballo inmediatamente tiene que estar confiscado porque hay una ley, una ordenanza, que prohíbe la tracción a sangre. Pero miré bien ese carro y lo tiraban dos chicos que no tenían más de 12 años. Eso ¿no es tracción a sangre? Es tracción a dignidad… y a engaño.
Se le muestra una ciudad floreciente. Acá vas a tener de todo: vas a tener trabajo, vení, yo te doy esto, esto, esto… ¿cuántos chicos sometidos? ¿Cuántas mujeres sometidas? ¿Cuántos talleres clandestinos?, ¿cuántos prostíbulos? Cuánta cosa que huele y es esclavitud. Y Dios hoy nos dice: “miré la humillación de mi pueblo”. Nosotros nos tapamos la cara ante Dios, pero Él nos pide que nos destapemos los ojos ante esta realidad. Porque nos dice Jesús: el día del juicio te voy a juzgar por lo que hiciste por estos pequeños y lo que hiciste por un migrante sometido a la trata del trabajo, la trata del cartón, la trata de la prostitución, a cualquier tipo de trata humana me lo hiciste a mí… Si no tenemos el coraje de mirar a Jesús, de ver a Jesús, en estos hermanos nuevos esclavos, no entraremos en el Reino de los Cielos.
Somos cristianos que hemos clausurado nuestra conciencia y en vez de vivir en un barrio cerrado, vivimos con un corazón cerrado. ¡Qué lujo que es vivir con un corazón cerrado!
El Evangelio nos narra la historia de esos hombres que traían al paralítico y como lo querían poner delante de Jesús, había mucha gente y no podían, levantaron las tejas del techo y lo pasaron por arriba para que Jesús lo viera. Trabajaron, lo organizaron, buscaron la escalera, de todo, para que ese hombre, esa mujer -era hombre- fuera curado.
Bueno hoy estamos aquí porque muchos de ustedes encabezados por Gustavo (Vera de La Alameda), por Juan (Grabois del MTE), han levantado el techo y nos han metido acá en la presencia de Dios en la presencia de la comunidad a tantos hermanos… que no están, que están en los prostíbulos, que están tirando el carro con cartones, en tantos prostíbulos clandestinos.
Hará quince días en los diarios salió ese hombre que con una balsa cruzaba del Paraguay con 6 chicas menores engañadas para hacerlas trabajar en prostíbulos.
Hoy también se nos pide que abramos el techo de nuestra sociedad, el techo de nuestra conciencia y nos animemos a bajar y a poner delante de Jesús a todos nuestros hermanos y a ponerlo con trabajo.
Quizás el problema no se solucione, ni este año, ni el que viene, ni en diez años. Simona (Velazques, costurera de La Alameda) me decía recién, hace un rato, pero “por lo menos para nuestros hijos, Padre”. Sembrar para el futuro la libertad de los esclavos. Esa libertad que no tienen, esa libertad que nos han hecho creer que teníamos desde el año 1813.
Nuestro país alberga tratantes de esclavos: Hombres y mujeres que venden y compran personas. Hombres y mujeres que hacen lo mismo que aquellos capataces egipcios con los israelitas: les pegan, los obligan a trabajar más, les sacan los documentos para que no puedan moverse. Todo eso que ustedes saben.
Eso lo queremos mirar desde Dios hoy. Y clamar a nuestro Dios: Señor mira a tu pueblo, Señor mira estos hombres y mujeres esclavizados.
Como somos cristianos también le pedimos a Dios tocar el corazón de estos hombres y mujeres que esclavizan porque ellos también son esclavos. Esclavos de otra cosa: de la codicia, de la soberbia, de la suficiencia, de la maldad. También te pido por ellos pero por sobre todo te vengo a pedir por nuestros hermanos humildes… que son sometidos a esa esclavitud.
Mirando la zarza ardiente que es Dios, nos ponemos solo en la presencia de Dios y escuchamos que nos dice lo mismo que a Moisés: “He visto la humillación de mi pueblo y he escuchado sus gritos cuando los maltrataban sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos… y he escuchado sus lamentos y por esta razón estoy bajando para liberarlos del poder de los egipcios. Y para ayudarte y hacerlo subir a un país grande y fértil”.
Señor, bajá para liberar a tu Pueblo del poder de la oscuridad.
Te pedimos Señor… Que levantemos techos, que abramos puertas, que gritemos esta realidad. Y que lloremos. A nuestro pueblo le falta llorar”.
Card. Jorge Mario Bergoglio S. J.
Esta homilía nos tocó profundamente el corazón, porque nos habla de una fe activa y militante del amor y no de una fe pasiva e individualista. Al evocar el pasaje del paralítico, pone el acento en quienes se comprometieron a llevarlo hasta Jesús. Levantar el techo, organizarse, sortear obstáculos: todo habla de una fe que se vuelve acción concreta, esfuerzo comunitario, solidaridad que no se rinde ante la dificultad. Para Bergoglio, acercar al hermano herido a Jesús no es un gesto místico, sino una tarea urgente y concreta, de justicia y misericordia.
No era una homilía abstracta. Menciona a los cartoneros, a las víctimas de trata, a la niñez explotada. Nos llama a un compromiso sin rodeos y lo hace desde el Evangelio más puro. Cuando nos menciona a mí y a Juan como quienes “levantaron el techo”, está haciendo algo más que un gesto de cortesía. Está reconociendo en nosotros y en nuestros movimientos sociales una actitud evangélica de hacer presente a Jesús en los descartados. Está diciendo que el reino también se construye desde las periferias existenciales y con manos muchas veces no clericales.
Cuando dice “nos han metido acá en la presencia de Dios a tantos hermanos… que no están”, está proponiendo una comunidad orante pero también militante. Una Iglesia que intercede por los que no pueden llegar, por los que no tienen voz, pero que no se queda rezando sola, sino que va, organiza, denuncia, libera.
Al hablar de redes de trata, prostíbulos clandestinos y tráfico de niñas, Bergoglio no solo se hace eco del Evangelio: se planta frente al poder político, judicial y económico que permite o encubre esos crímenes. Esta homilía es también un acto de denuncia profética, pronunciada desde el altar, pero dirigida a una sociedad que muchas veces mira para otro lado.
Luego de aquella conmovedora reunión de junio de 2008, en la que Gustavo y Juan le pidieron al entonces Cardenal Jorge Bergoglio apoyo y protección en la lucha contra la trata y la exclusión, el compromiso del padre Jorge se volvió aún más firme, público y urgente. A partir de ese encuentro, comenzó a organizar misas que no eran solo celebraciones religiosas, sino gritos espirituales contra la injusticia, denuncias proféticas que resonaban en las plazas y en las calles de Buenos Aires.
No se trataba solo de gestos pastorales. Bergoglio acompañaba con el cuerpo, con la palabra, con su autoridad moral y con la fuerza de quien sabe que la fe sin obras está muerta. Y al mismo tiempo, se involucraba personalmente para resguardar y proteger a las organizaciones sociales que enfrentaban el poder mafioso y la complicidad institucional.
Entre 2008 y 2012, hasta el momento en que fue elegido Papa Francisco, se celebraron seis misas emblemáticas: cuatro en la Plaza Constitución, una en la Parroquia de los Emigrantes en La Boca y otra en la puerta de un taller clandestino en Caballito, donde murieron calcinados cinco niños y un adulto. Cada una de ellas dejó una huella, una denuncia y también una esperanza. Los avances prácticos alcanzados en esos años fueron posibles en gran parte gracias a ese respaldo tenaz, espiritual y humano del entonces Cardenal de Buenos Aires.
La Plaza Constitución no fue elegida al azar. En aquel tiempo en el barrio de Constitución se hiperconcentraban los paisajes del descarte humano: prostíbulos encubiertos o a cielo abierto, talleres clandestinos, mendicidad infantil, pobres buscando ganarse el pan diario con el cartoneo, decenas de puntos de narcomenudeo y todo ante la indiferencia y complacencia de los funcionarios políticos y judiciales. Por eso, el valor simbólico y profético de estas misas que se realizaban en el corazón de un barrio infestado de mafiosidad.
Es muy importante rescatar y destacar esas homilías que fueron evolucionando año tras año a medida que el padre Jorge más y más se involucraba de cuerpo y alma para la liberación y dignificación de los descartados.
En setiembre del 2009, La Alameda, el MTE, los curas villeros, las Oblatas y Adoratrices fueron convocantes a la primera misa en Plaza Constitución bajo el lema “Con esperanza, denuncia y compromiso, por una sociedad sin esclavos, ni excluidos”.
En aquella oportunidad, Bergoglio destacó en su homilía:
“Hoy nos vinimos a mirar a la cara para decirnos mutuamente: “Si vos luchás, si yo lucho con vos, si nos miramos y luchamos juntos, habrá menos esclavos”. El año pasado yo les decía que, en esta ciudad de Buenos Aires, con mucho dolor lo digo, están los que “caben” en este sistema que se hizo y los que “sobran”, los que no caben, para los que no hay trabajo, ni pan ni dignidad. Y esos que “sobran” son el material de descarte porque también en esta ciudad de Buenos Aires se “descarta” a las personas y estamos llenos de “volquetes existenciales”, de hombres y mujeres que son despreciados…
“¿Nada más Padre tiene que decir?”… Sí. Algo peor todavía: estos hombres y mujeres, chicos y chicas, que no caben, que son material de descarte, que son despreciados, se los trata como mercadería. Son objeto de trata. Y hoy podemos decir que en esta ciudad los talleres clandestinos, con los cartoneros, en el mundo de la droga, en el mundo de la prostitución, existe la trata de personas. Por eso la Palabra de Dios nos dice: “Grita con fuerza y sin miedo” y yo hoy digo: “Gritemos con fuerza y sin miedo”. No a la esclavitud. No a los que sobran. No a los chicos, hombres y mujeres como material de descarte. ¡Es nuestra carne la que está en juego! ¡Es nuestra carne la que se vende! ¡La misma carne que tengo yo, que tenés vos, está en venta! ¿Y no te vas a conmover por la carne de tu hermano? “No, es que no es igual que yo”… Es tu hermano, es tu carne. ¡Hoy Dios nos dice lo mismo que le decía a Caín! “Caín: ¿dónde está tu hermano?” (Lo había matado). Y Caín con un gran cinismo, le contesta: “¡Qué sé yo! ¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano?”. ¡Esta gran ciudad de Buenos Aires contesta así muchas veces! “Qué me importa, ¿acaso yo me tengo que ocupar de todo?”. ¡Es tu hermano, es tu carne, es tu sangre!… Nos hemos endurecido, hemos perdido el corazón. Buenos Aires se olvidó de llorar porque vende a sus hijos, Buenos Aires se olvidó de llorar porque excluye a sus hijos, Buenos Aires se olvidó de llorar porque esclaviza a sus hijos”, y luego concluía “Todos tenemos algo que darnos unos a otros. Juntos luchemos para que esta ciudad reconozca donde ha caído… y llore, y se corrija… y haya justicia. Juntos digámonos que vale la pena luchar para que en Buenos Aires no haya más esclavitud… hay mucha esclavitud. Porque eso es lo que Dios nos pide hoy: “Grita con fuerza y sin miedo. Levanta tu voz como una trompeta”. Y echemos en cara a todo aquel que inventa esa infernal máquina de exclusión, esa infernal máquina de descarte de gente e imprequemos su conducta y pidamos que Dios les cambie el corazón. Y a quienes queremos luchar por esto, que Dios nos siga dando fuerza y valentía para que Buenos Aires llore su injusticia, llore su mundanidad, llore el que se haya convertido en madre de esclavos”. (2009)
Al año siguiente, en 2010, la misa se realizó en el hall de la estación de la Plaza Constitución. Bergoglio comienza haciendo un diagnóstico de la esclavitud y exclusión en la ciudad comparándola con la parábola del buen samaritano:
“¿Y quién es mi prójimo?” Y Jesús cuenta esta parábola: este hombre que en el camino lo asaltan, lo apalean, “lo dejan medio muerto” dice el Evangelio, y tirado al borde del camino… Y después esa historia tan lamentable al principio y tan feliz al final: pasa un sacerdote y no le da bolilla; pasa un abogado que parece que era porteño porque se dijo “no te metas” y siguió de largo; y finalmente pasa un hombre considerado muy pecador que se para, lo cura y lo atiende. Muchas veces yo les dije que en esta Ciudad pasan cosas muy raras. Hay gente a la que se la saca, se la descarta, pero no solo porque no se le da cabida sino porque se la explota de tal manera que se le quita la libertad: son esclavos. ¡En esta Ciudad hay muchos esclavos! Esto lo dije el año pasado y el anteaño y lo vuelvo a decir este. Y hay esclavos que los fabrican estos señores que tienen en sus manos el manejo de la trata de los talleres clandestinos, el manejo de la trata de las chicas en situación de prostitución, el manejo de la trata de los cartoneros… ¡son verdaderas mafias! Que agarran a los sencillos, a los que no conocen la Ciudad, a los menores y los meten en esta picadora de carne… para muchos nuestra Ciudad es una picadora de carne que los hace bolsa porque destroza sus vidas y les quiebra la voluntad”.(2010)
Luego advierte que los explotadores que se benefician económicamente de la esclavitud muchas veces no son tan visibles, sin embargo, son los que lucran lavando el dinero de la trata:
“¡Esto hacen estas grandes mafias de señores muy elegantes! Que quizá comen en restaurantes de Puerto Madero pero su dinero está manchado con la sangre, ¡con la carne del hermano! ¡Son los esclavizadores!”. Más adelante denuncia que todo esto no podría ocurrir sin la coima de los funcionarios públicos: “Por eso digo que esta Ciudad es una fábrica de esclavos y picadora de carne; por eso digo que en esta Ciudad se ofrecen sacrificios humanos en honor del bienestar de pocos que nunca dan la cara y que siempre salvan el pellejo… Quizá por esa receta tan porteña y tan nuestra que se llama la “coima”. A fin del año pasado califiqué a la Ciudad como “coimera” porque si no existiera esta no se podrían encubrir estas mafias que sacrifican vidas humanas y que someten a la esclavitud, quitándoles la voluntad a sus hombres, sacrificando a sus hijos…”. (2010)
En setiembre del 2011 se realizó la tercera misa nuevamente en la Plaza Constitución donde el padre Jorge comienza la homilía explicando las razones por las cuales la misa se realiza al aire libre en uno de los barrios más afectados por situaciones de descarte humano:
“Jesús, Dios, el hijo de Dios que se involucra tanto en nuestra vida, en nuestra existencia que se deja matar por nosotros. Jesús, Dios, que se involucra tanto en nuestra existencia que quiere estar compartiendo nuestros dolores. Jesús, Dios, que nos viene a dar una verdadera libertad, pero no la predica desde un teatro o desde un palco, sino que la predica con la “carne en el asador” en medio de aquellos que no tienen libertad. Y por eso hoy Jesús viene aquí; y no viene a proponer una teoría de la libertad o a decir cómo hacer las cosas, sino que viene a decir que está con estos hermanos y hermanas nuestros que en esta ciudad de Buenos Aires viven esclavizados”.
Luego, Bergoglio denuncia que al prójimo excluido o esclavizado se lo trata peor que a un perro:
“En esta ciudad está prohibida la tracción a sangre… pero todas las noches veo en Plaza de Mayo carritos cargados con cartones y tirados por chicos… ¿Eso no es tracción a sangre? Es esclavitud que explota. En esta ciudad se rapta a mujeres y chicas y se las somete al uso y abuso de su cuerpo, se las destruye en su dignidad. En esta ciudad hay hombres que lucran y se ceban con la carne del hermano, la carne de todos esos esclavos y esclavas; ¡la carne que asumió Jesús y por la cual murió vale menos que la carne de una mascota y esto pasa en esta ciudad! ¡Se cuida mejor a un perro que a estos esclavos nuestros! ¡Que se los patea! ¡Se los deshace!”.
Nuevamente en setiembre del 2012 y haciendo coincidir el día de la misa con el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Personas, fecha que homenajea a la primera norma de lucha contra la trata sancionada en 1913 a instancias del diputado Alfredo Palacios, se realiza la cuarta misa en Plaza Constitución y la última presidida por el Cardenal Bergoglio que seis meses después sería consagrado como Papa Francisco.
Bergoglio apela en su homilía al Génesis y a la parábola del buen samaritano para describir la situación que describe como “Ciudad abierta” a todo tipo de saqueo y explotación”:
