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El 18 de noviembre de 1975, apenas tres días antes en que fuera proclamada la independencia de Angola, fue invadida la más norteña de las provincias de este país, Cabinda. Combatientes de las FAPLA y cubanos hicieron frente a la agresión y la derrotaron en 96 horas, narra en esta obra el jefe militar cubano que dirigió la batalla. Con La batalla de Cabinda se hizo realidad la consigna patriótica del MPLA: De Cabinda hasta Cunene un solo pueblo, una sola nación.
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Seitenzahl: 274
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Edición:Temis Tasende Dubois
Ilustración de cubierta:Nelson Domínguez
Diseño de cubierta:Lamas
Realización de cubierta e interior:Francy Espinosa González
Corrección:Vilma Munder Calderón
Conversión a ebook:Grupo Creativo RUTH Casa Editorial
© Ramón Espinosa Martín, 2001
© Sobre la presente edición:
Casa Editorial Verde Olivo, 2025
ISBN: 9789592248281
Todos los derechos reservados. Esta publicación
no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,
en ningún soporte sin la autorización por escrito
de la editorial.
Casa Editorial Verde Olivo
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Plaza de la Revolución, La Habana
www.verdeolivo.co.cu
A ustedes, jóvenes cubanos,
continuadores de la obra
más pura y sagrada:
la Revolución.
A mis compañeros caídos en
tierra angolana.
Quiero agradecer al teniente coronel Juan
Carrazana Castro, al sargento de primera
Neldis Valls Valls —mis ayudantes— y a
Alexis Rojas Aguilera, corresponsal del
periódicoGranmaen la provincia de
Holguín, por su valiosa colaboración
en la organización y redacción
de este trabajo.
Resultado del reparto del continente africano entre los países imperialistas y colonialistas de Europa, crimen perpetrado entre 1884 y 1885 en la Conferencia de Berlín, la posesión portuguesa en el sudoeste de África queda dividida en dos:
El pequeño territorio costero y selvático de Cabinda, con poco más de siete mil kilómetros cuadrados, enclavado entre las dos colonias congolesas —una de Francia, otra del rey de Bélgica—, y Angola, 170 veces mayor, cuyo litoral atlántico se extiende desde la desembocadura del río Congo hasta la del Cunene.
Siete décadas más tarde, el infame reparto de Berlín es rechazado por los angolanos.
Para romper el yugo portugués, se funda, en 1956, el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA). Un lustro después, los patriotas se lanzan en Luanda al asalto de la cárcel colonial para rescatar a los militantes presos.
La heroica acción fracasa, los sobrevivientes se reúnen en la Sierra de los Dembos, a unos cien kilómetros al norte de la capital, y crean el primer frente guerrillero. En 1964, la dirección del MPLA, bajo la presidencia de Agostinho Neto, se establece en Brazzaville, capital de la Repúblicadel Congo, y abre un segundo frente armado en Cabinda.
El 2 de enero de 1965, Agotinho Neto recibe, en la sede del MPLA, una visita inesperada: el comandante Ernesto Che Guevara, quien realiza un recorrido por África. Cuba está en disposición de contribuir a liquidar los vestigios del colonialismo y el racismo en el continente.
Neto solicita al Che colaboración militar cubana. Meses después, el 24 de mayo de ese año, el capitán Rafael Moracén y otros cinco internacionalistas cubanos quedan a disposición del MPLA en Brazzaville.
La colaboración combativa con el MPLA no se limita a la participación de este grupo como instructores-guerrilleros en las acciones bélicas en Cabinda. Estos son la avanzada de una fuerza de más de dos centenares y medio de combatientes internacionalistas, integrantes del Batallón “Patricio Lumumba”, presente en el Congo exfrancés desde 1965 hasta 1967.
En ese período, la unidad cubana se encarga de la preparación militar de tres columnas —más de cuatrocientos combatientes en total— que penetran en Angola. Dos de ellas,“Camilo Cienfuegos” y “Cami”, refuerzan el frente de la Sierra de los Dembos. La tercera, “Ferraz Bomboco”, funda un nuevo frente, al este del país.
En abril de 1974, la lucha heroica de los pueblos de Angola, Mozambique, Guinea Bissau y Cabo Verde contra el colonialismo portugués y la acción del pueblo lusitano, que sufre también las consecuencias de esa criminal guerra de ultramar y los horrores de medio siglo de tiranía, producen la caída del régimen fascista de Lisboa.
Angola está a punto de conquistar su independencia, pero el gobierno de Estados Unidos decide impedir a toda costa que el MPLA asuma la dirección del nuevo Estado, desmembrar el país, repartirlo entre los que codician algún pedazo del rico y extenso pastel, es decir, los regímenes de Mobutu en Zaire y del apartheid en Sudáfrica, y sus títeres, las bandas contrarrevolucionarias y tribalistas del FNLA, la Unita y el FLEC.
Todas estas fuerzas son movilizadas por el gobierno norteamericano y su Agencia Central de Inteligencia (CIA). La Operación Iafeature es supervisada directamente por Henry Kissinger. Cuando resultan insuficientes, el secretario de Estado yanqui acude apresuradamente al trillado recurso del reclutamiento de mercenarios blancos.
Tal es el siniestro plan del imperialismo y sus aliados, que no se conoce entonces en toda su infamia, pero se puede colegir dado el carácter pérfido de los elementos involucrados y sus actos iniciales, que convergen en esa dirección.
El MPLA no se atemoriza ante la gravedad de la situación que va conformándose, pero aprecia que necesita nuevamente de la ayuda solidaria de sus amigos más fieles para enfrentarla con posibilidades de éxito y obtener la victoria para la causa sagrada de la verdadera independencia, por la cual han derramado su sangre, durante más de cuatro siglos, las poblaciones aborígenes de ese extenso espacio de África Sudoccidental.
La solicitud de entrenamiento militar es planteada por el presidente del MPLA, Agostinho Neto, al primer secretario del PCC, Comandante en Jefe Fidel Castro.
El comandante Raúl Díaz-Argüelles —quien sería el primer jefe de la Misión Militar Cubana y el oficial de más alta graduación caído en combate en Angola— y sus primeros oficiales Carlos Fernández Gondín, VíctorSchueg y Armando Saucedo, realizan un análisis sobre el terreno.
De acuerdo con sus resultados, se conviene en que es necesario enviar un contingente de unos cuatrocientos ochenta instructores cubanos para crear cuatro centros de entrenamiento y formar en ellos alrededor de cuarenta unidades (batallones de infantería y baterías de artillería). El armamento y todos los suministros que requieren las escuelas militares y las unidades que se organizarán en el ciclo planificado, serán aportados por Cuba.
Para las FAR, Angola es un teatro de operaciones no explorado, pero su pequeña provincia de Cabinda sí les es familiar. Conocen su geografía de enclave, la ambición de Zaire por anexarla y la riqueza petrolera que atesora, decisiva en los primeros años para la economía del emergente Estado independiente.
Valorando estas características, el Comandante en Jefe indica que Cabinda requiere una atención especial. Ello explica el número de instructores enviados a la provincia —casi la mitad del total— y el refuerzo en artillería de diverso tipo.
La distribución desigual de los instructores y el armamento pesado no es, de momento, comprendida por la dirección de las Fapla, que expresa: “Lo fundamental es salvar Luanda. [...] si perdemos Cabinda la recuperaremos después [...]”. Fidel razona en profundidad: “Si se pierde Cabinda será muy difícil recuperarla. Y Cabinda es la base económica inmediata para el naciente Estado independiente. Hay que salvar a Cabinda y a Luanda”.
En septiembre llega la avanzada y a principios de octubre, en tres barcos cubanos, todo el personal de instrucción y el armamento. A mediados de ese mes, una columna blindada sudafricana parte de Namibia, penetra en Angola y comienza a avanzar velozmente (60 kilómetros por día) hacia el norte, en dirección a Luanda.
El 2 de noviembre, una fuerza de instructores cubanos y alumnos angolanos del centro de entrenamiento de Benguela sostiene el primer combate contra los invasores racistas. Estos sufren las mayores pérdidas, pero con su superioridad militar logran romper la resistencia. De nuestra parte, los cubanos tienen cuatro muertos y un número más elevado de heridos y desaparecidos; los angolanos, una cantidad superior de bajas.
Para la dirección cubana, estos hechos no dejan lugar a dudas: el imperialismo ha decidido desmembrar Angola. El peligro es inminente para la causa de los patriotas angolanos y también para la vida del medio millar de instructores cubanos. Es imperioso el envío inmediato de tropas: tal es la conclusión a que se llega en La Habana, coincidente con la opinión de Luanda.
El 5 de noviembre de 1975 Fidel despide a las primeras tropas, en preparación para partir por vía aérea hacia Luanda. Ese día se cumplen ciento treinta y dos años del sacrificio singular de Carlota.
La esclava africana encabezó en 1843 la rebelión de varias dotaciones de ingenios, cientos de esclavos, que hizo estremecer a los amos y a las autoridades coloniales españolas en Cuba. La decidida acción insurrecta fue finalmente ahogada en sangre por los apresurados refuerzos llegados a Triunvirato desde Matanzas: tropas de infantería y caballería comandadas por el gobernador de la provincia.
Carlota fue amarrada a cuatro caballos, que obligados a halar en direcciones diferentes martirizaron su cuerpo hasta descuartizarlo.
Angola va a ser cruelmente descuartizada como la heroína de Triunvirato. A la movilización para impedirlo que ini cian ese día las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba —que se prolongaría durante más de quince años, hasta el 25 de mayo de 1991— se le denomina Operación Carlota.
El 6 y el 10 de noviembre, fuerzas conjuntas de las Fapla y de las FAR derrotan una y otra vez en Quifangondo, a 22 kilómetros de la capital, el avance enemigo desde el norte. Entretanto, el día 8 se inicia el previsto intento del régimen de Mobutu por apoderarse de Cabinda.
A las doce. de la noche del día 11 el presidente Agostinho Neto proclama en Luanda el nacimiento de la República Popular de Angola y unas horas después, el 12 de noviembre, termina victoriosamente la batalla de Cabinda.
A fines de octubre, Fidel había enviado a Espinosa una apreciación de la situación. Preveía que el enclave sería atacado antes del Día de la Independencia y que la dirección principal del enemigo sería por la frontera meridional con Zaire, por lo que orientaba trasladar parte de las fuerzas acantonadas en el norte hacia el sur del río Chiloango.
El comandante Ramón Espinosa —hoy general de cuerpo de ejército y jefe del Ejército Oriental—1y sus oficiales nos narran los acontecimientos de las semanas previas y los días tremendos de los combates, con la precisión del lenguaje militar y la lozanía, sencillez y modestia que caracterizan el testimonio de los héroes populares.
La previsión, la consecuente preparación, el heroísmoen las acciones bélicas y la acertada dirección de la batalla de Cabinda condujeron a la histórica victoria que nos describe este libro. Con ella, se hizo realidad la consigna patriótica del MPLA: De Cabinda a Cunene, un solo pueblo, una sola nación.
General de ejército
Raúl Castro Ruz
1Desde el año 2008 es viceministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. (N.de la E.).
Más de cuatro siglos de dominación portuguesa en África llegaban a su fin. La lucha independentista en el continente ya había desgajado de la antigua metrópoli a Guinea Bissau, Mozambique, Cabo Verde y Sao Tomé y Príncipe. La República Popular de Angola estaba a punto de nacer.
El extenso y rico territorio con costas en el Atlántico era blanco de aviesos propósitos. No convenía al imperialismo que asumiera el poder el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA). Desde tiempo atrás se empeñaba por evitarlo y con este fin brindaba ayuda a otros grupos que respondían a sus intereses, en especial al Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) y a la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita).
El MPLA fue el primer movimiento nacionalista creado en Angola —diciembre de 1956—, el que inició la acción armada contra el colonialismo —febrero de 1961— y el único de ideas progresistas y antimperialistas, que propugnaba el fin de las divisiones étnicas y tribales en la lucha contra el colonialismo. Su fundador y presidente era Agostinho Neto.
Años más tarde se formó el FNLA, en el norte del país, con un mensaje netamente tribalista y bajo el liderazgo de Holden Roberto, quien se convirtió en agente a sueldo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos.
La Unión Nacional para la Independencia Total de Angola surgió en 1966 en la región central y este del país, como un desprendimiento del FNLA. Estaba encabezada por Jonas Savimbi, quien primero recibió apoyo de la CIA y luego sumó el de África del Sur. La Unita se basaba también en el tribalismo.
Estas tres organizaciones crearon sus respectivos grupos guerrilleros, pero los del FNLA y la Unita se ocuparon más de atacar al MPLA que de actuar contra las tropas colonialistas, e incluso, colaboraron con estas en las operaciones que realizaban contra aquel.
La Revolución de los Claveles, liderada por militares progresistas, derrocó en abril de 1974 el régimen fascista en Portugal y propició la firma de los Acuerdos de Alvor entre el gobierno lusitano y las tres organizaciones angolanas en enero del siguiente año. Los acuerdos establecieron un gobierno de transición hasta la proclamación de la independencia, fijada para el 11 de noviembre de 1975.
Seis meses después de firmar los acuerdos, el FNLA fue el primero en romperlos al atacar los reductos del MPLA en el norte del país y principalmente en Luanda. La Unita actuó de forma similar en el centro y la zona costera. Para septiembre de 1975 solo el MPLA se mantenía en el gobierno de transición, con sede en la capital de Angola.
Mientras, se fraguaba la agresión, en la que tomarían parte fuerzas de África del Sur, Zaire,1 mercenarios de diversas nacionalidades, el FNLA, la Unita y el Frente de Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC).
El MPLA no estaba ajeno al peligro que corría la nación. Pidió ayuda al gobierno cubano. Requería preparar militarmente a su brazo armado, las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (Fapla). Cuba accedió y comenzó la Operación Carlota, que consistía en el traslado de un grupo de especialistas militares para cumplimentar esa solicitud.
El 23 de octubre, pocos días después de la llegada de los primeros instructores, se desató la agresión por el sur. Los cubanos se unieron a sus hermanos angolanos en el empeño por salvaguardar la naciente independencia que había costado catorce años de lucha.
Al norte, Cabinda parecía una presa fácil. El gobierno de Zaire, presidido por Mobutu Sese Seko, abrigaba propósitos anexionistas en relación con la provincia, separada del resto de Angola por una estrecha faja de territorio zairense. Allí actuaba el FLEC, financiado por el vecino ambicioso.
Las fuerzas de la reacción se aprestaron a poner en práctica sus planes. Quienes se preocupaban por garantizar un destino mejor para Angola lo sabían, y también sus consecuencias. Era necesario hacer fracasar el intento.
El 5 de septiembre de 1975 había partido hacia el enclave la primera avanzada de cubanos que prepararían allí a los combatientes angolanos. Dos meses y tres días más tarde, instructores y alumnos enfrentaron la agresión. Ese 8 de noviembre se inició la batalla de Cabinda, en la que cubanos y angolanos, apoyados por países amigos, evitaron que el enemigo consumara sus propósitos y le propinaron al imperialismo internacional una gran derrota política y militar.
En esta batalla se conjugaron concepciones de la guerra convencional e irregular y se aplicaron experiencias históricas de varios países, lo que unido a la voluntad, la alta moral combativa y el espíritu de lucha y victoria de cubanos y angolanos, logró la aplastante derrota de las fuerzas interventoras en solo noventa y seis horas de combate.
También allí, como en toda la guerra de Angola, se puso de manifiesto la capacidad, inteligencia y experiencia combativa de los jefes militares cubanos, y muy especialmente del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Son enseñanzas que mantienen su vigencia, en particular para la guerra de todo el pueblo con la cual los cubanos concebimos enfrentar y aniquilar al agresor imperialista si invade nuestro país.
Los nombres de las personas que aparecen en este testimonio son parte de las decenas de miles que respondieron presente al llamado del partido y de Fidel para combatir en el escenario que se convertiría en campo de batalla victorioso para la revolución angolana.
Angola fue una escuela en la que alcanzaron el “más alto escalón de la especie humana”. Dejaron detrás hogar, familia, amigos, patria, y marcharon dispuestos a pelear y caer junto a sus hermanos. Llevaban con ellos las enseñanzas y el ejemplo del Che, quien diez años antes había combatido en tierra africana por un futuro más digno y hermoso para el sufrido continente.
Iban imbuidos de las ideas del internacionalismo proletario, principio básico del marxismo-leninismo que expresa la solidaridad y la fraternidad con la lucha por la independencia y el desarrollo que libran otros pueblos y posee, a mi modo de ver, una tremenda fuerza educativa, forjadora de cualidades, actitudes y virtudes en las personas que las hacen mejores, más fuertes política y espiritualmente. Así lo he visto reflejado en la casi totalidad de los hombres y mujeres que han cumplido misiones internacionalistas.
Los que estuvimos en Cabinda no somos, pues, seres extraordinarios, sino hijos de nuestro tiempo, formados en una pequeña isla que se ha batido por su supervivencia —¡y de qué modo!— frente a un enemigo feroz.
Reynaldo Reyes Torres, Marino, José María Tonha, Pedalé, Rafael Vázquez, Zacarías Pinto, Bolingó, Luis Rosales, Pedro Sera Lima, Fogotao, Wilfredo Gámez, Pedro Sebastiao, Ibrahim Lobaina, Eurico Manuel Correia, Eusberto González, Evaristo Domingos, Quimba y tantos otros, viven en los relatos surgidos al calor de la batalla que permitió a Cabinda proclamar su independencia como parte inalienable de Angola.
En otros combates desarrollados en ese enclave cayeron los cubanos Arides Estévez, Ciro Berrio, Idilio Rodríguez, Pedro Suárez, Aramís Faule y Evelio Rodríguez, Capitán Habana, cuyas muertes, como las de todos los que han dado sus vidas por tan altos ideales, son ejemplos de firmeza revolucionaria y de lealtad a los principios del internacionalismo.
Personalmente tengo y tendré siempre la disposición de prestar mis servicios en cualquier país del mundo que lo necesite, y estoy seguro de no equivocarme al afirmar que esa vocación está presente en la inmensa mayoría del pueblo cubano y particularmente en sus jóvenes. Es por eso que a ellos y a los que ofrendaron sus vidas en tierra angolana como tributo a la victoria, dedico este testimonio.
1En 1997 la República de Zaire, también conocida como Congo Kinshasa, pasó a llamarse oficialmente República Democrática del Congo. En el libro se utiliza la antigua denominación de Zaire por ser ese el nombre que tenía al producirse los hechos que aquí se narran y para diferenciarla mejor de la República del Congo.
Este es un periodo turbulento y problemático para la agencia —le escribía Bush2al presidente Ford el primero de junio de 1976—. Las intensivas investigaciones de ambas cámaras del Congreso durante más de un año se han traducido ahora en la extensa divulgación de operaciones de acción encubierta pasadas y presentes. Las investigaciones llevaron al Senado a crear un comité de supervisión de inteligencia mientras Bush era el director, la Cámara de Representantes crearía el suyo propio un año después. Si el presidente podía encontrar el modo de proteger a la CIA del Congreso —escribía Bush—, las operaciones de acción encubierta seguirán ejecutando la positiva contribución en nuestra política exterior que han venido realizando durante los últimos veintiocho años.
Pero la agencia, ahora sometida al escrutinio de un Congreso especialmente vigilante, tenía muy pocas operaciones encubiertas nuevas en curso. En una respuesta por escrito a diversas cuestiones formuladas por este autor, Bush afirmaba que las investigaciones parlamentarias causaron un perjuicio duradero a la agencia. Vinieron a entorpecernuestras relaciones en todo el mundo —los vínculos de la CIA con los servicios de inteligencia extranjeros, fuente de una parte tan importante de la información que recababa— e hicieron que mucha gente en el extranjero se abstuviera de cooperar con la CIA. Y lo peor de todo —añadía— fue que devastaron la moral del que quizá constituía el mejor grupo de funcionarios públicos que ha tenido este país.
Los constantes fallos cometidos sobre el terreno también minaron el espíritu de la CIA en 1976. Uno de los más graves fue el de Angola. Dos meses después de la caída de Saigón, el presidente Ford aprobó una nueva gran operación destinada a proteger a Angola del comunismo. El país había constituido el mayor trofeo de Portugal en África, pero entre los peores colonialistas europeos se contaban los líderes de Lisboa, y en su retirada habían saqueado el país, que ahora se desmembraba a causa de una guerra que enfrentaba a facciones rivales.
La CIA envió a Angola 32 millones de dólares en efectivo y armamento por valor de otros 16 millones a través del gran aliado de la agencia, el presidente Mobutu del Congo. Las armas fueron a parar a un grupo rebelde de guerrilleros anticomunistas, mandado por el cuñado de Mobutu y alineado con el gobierno sudafricano blanco. El programa […]estuvo coordinado en el Departamento de Estado de Kissinger por un joven diplomático de talento, Frank G. Wisner hijo, que lo era del difunto jefe de operaciones encubiertas del mismo nombre.
Nos habíamos visto obligados a abandonar Vietnam, diría Wisner. Existía una preocupación real por parte de la administración ante la posibilidad de que Estados Unidos fuera puesto a prueba por las fuerzas comunistas de todo el mundo. ¿Íbamos a ver cómo una nueva ofensiva aparentemente dirigida por los comunistas llegaba, se apoderaba de Angola, un país rico en petróleo, y empezaba a librar la guerra fría en África meridional, o íbamos a tratar de detenerla?
No podíamos ir tranquilamente al Congreso, después de lo de Vietnam, y decir “Miren, vamos a enviar instructores militares y equipamiento estadounidenses a Mobutu”; de modo que Kissinger y el presidente tomaron la decisión de acudir a la agencia, diría Wisner. Pero los soldados que la CIA envió a Angola flaquearon, y sus enemigos, que contaban con un fuerte respaldo de Moscú y de La Habana, se hicieron con el control de la capital del país. Kissinger ordenó que se enviaran otros 28 millones en apoyo secreto. Ya no quedaba dinero en los fondos reservados de la CIA. Todavía no había transcurrido mucho del breve año de mandato de Bush en la CIA, cuando el Congreso prohibió públicamente el apoyo encubierto a las guerrillas angoleñas y se cargó la operación cuando esta se hallaba ya en curso. Nunca antes había ocurrido nada parecido. La CIA quedó truncada, y nosotros retrocedimos, diría Wisner.
Estados Unidos puso a funcionar la estación de la CIA en Luanda en marzo de 1975, cuando los portugueses estaban desligándose de Angola y ya habían abortado los Acuerdos de Alvor por las acciones del FNLA y la Unita.
Antes, la mayor parte de las informaciones sobre Angola las recibían de Holden Roberto, líder del FNLA, quien desde Kinshasa, donde operaba, estableció lazos con la inteligencia norteamericana.
El Comité de los 40,3que se había reunido en enero para debatir el programa de Estados Unidos referente a Angola, volvió a hacerlo en junio y julio. El día 14 de este último mes, a petición del Consejo de Seguridad Nacional, le solicitó a la CIA que elaborara varias opciones. La agencia las presentó el 16.
En el documento señalaba cuatro posibilidades: financiamiento limitado de acciones políticas; apoyo financiero sustancial y acciones secretas dirigidas a “establecer el equilibrio entre las tres organizaciones”, para lo cual serían necesarios seis millones de dólares; un presupuesto mayor en dinero y recursos materiales, ascendente a catorce millones, para proporcionarle al FNLA y la Unita superioridad sobre el MPLA, y cuarenta millones para sostener a los efectivos armados de Roberto y Savimbi durante un año.4
Ese mismo día, el presidente de Estados Unidos Gerald Ford aprobó la opción de los seis millones. El 27 de julio autorizó los otros ocho millones que requería la tercera variante del plan y dos días después salía el primero de tres aviones con armas.
Las armas provenían de los almacenes de la agencia en San Antonio, Texas. Transportes C-130 de la Fuerza Aérea las trasladaban desde allí hasta Charleston, Carolina del Sur, y aviones de reacción C-141 las conducían en cargamentos de 25 toneladas cada uno hasta Kinshasa, bajo la cobertura de pertrechos para la misión del ejército estadounidense en Zaire y para las fuerzas armadas de ese país. Luego eran llevadas hacia Angola en pequeños aviones alquilados y en C-130 zairenses.
En los primeros días de agosto el plan para Angola se tornó en un completo programa de acción secreta. Los aliados principales de Estados Unidos tuvieron conocimiento de la operación y su cooperación fue asegurada. Especialistas norteamericanos de diversas disciplinas se dirigieron por vía aérea a Kinshasa para estructurar la fuerza operativa.
Antes de continuar con el relato de los hechos, quiero significar un elemento que considero esencial dejar claro: para esta fecha, agosto de 1975,no había un solo combatiente cubano en Angola.
El 20 de agosto Ford autorizó una suma de diez millones setecientos mil dólares. Diez días más tarde zarpó el navíoAmerican Shampion,de la Marina de Guerra estadounidense, con destino a Zaire. Los pertrechos que transportaba comenzaron a llegar a Angola por vía aérea, a razón de unas diez toneladas diarias, desde mediados de octubre.
Ya para entonces, Mobutu Sese Seko, presidente de la República de Zaire, había movido su tropa élite en apoyo al FNLA. EI 11 de septiembre envió en aviones C-130 para Ambriz, al norte de Angola, el Cuarto y el Séptimo batallones paracomandos. La balanza comenzó a favorecer a las fuerzas de Holden Roberto en esa región.
El 17 de septiembre, una tropa de choque reforzada, compuesta por tropas zairenses, del FNLA y militares portugueses opuestos a la Revolución de los Claveles y al gobierno de Lisboa, tomaron Caxito, poblado situado a unos cincuenta kilómetros al noreste de Luanda, e iniciaron el avance en dirección a la capital de Angola.
Al norte de ese teatro de operaciones quedaba el enclave de Cabinda. Era codiciado por Mobutu desde que, tras el asesinato de Patricio Lumumba en 1961, se convirtió en uno de los elementos principales del poder en Kinshasa. Su avidez tuvo mayor estímulo al final de esa década, cuando, ya jefe supremo de Zaire, se descubrió petróleo en las costas de la provincia angolana.
El 12 de septiembre de 1975, en la despedida a un grupo de militares que partiría hacia la República Popular de Angola, el Comandante en Jefe explicaba:
Cabinda aparece ahora entre las regiones con importantes reservas de petróleo. Es muy posible que Zaire esté elaborando la idea de apoderarse de Cabinda y de apoderarse del petróleo de Angola; la cuestión del petróleo debe estar presente en toda esa pugna.
Cabinda tiene una población relativamente pequeña, de unos ochenta mil habitantes. Actualmente está totalmente controlada por el MPLA de Agostinho Neto, pero está allí, aislada del resto del territorio, como un posible objetivo en un momento determinado […] en estos momentos allí no se está combatiendo […] pero en el resto del territorio de Angola […] sí se ha estado combatiendo, en los últimos meses sobre todo desde el norte, y también se ha estado combatiendo en un sector del sur del país donde están presentes los de la Unita […]5
En octubre de 1975, mientras continuaba el traslado de pertrechos desde Zaire hacia Angola y tropas sudafricanas cruzaban la frontera para unirse a la Unita y marchaban junto con esta en dirección al norte, Mobutu vio la oportunidad de anexarse a Cabinda y decidió realizar la agresión en la primera quincena del mes siguiente. Era la culminación de la guerra directa que llevaba a cabo contra las fuerzas patrióticas y revolucionarias al norte de Angola.
En busca de este objetivo pidió ayuda a la CIA, de la cual era cercano colaborador desde hacía tres lustros. Esta envió sin dilación un cargamento de armas suficiente para 1 000 hombres, que se costeó con los más de diez millones aprobados por el presidente Ford en agosto. Sus oficiales en la estación de Kinshasa comenzaron a trasladarse asiduamente hasta el campamento que el Frente de Liberación del Enclave de Cabinda tenía en Zaire.
El FLEC, que actuaba bajo elliderazgo de Nzita Tiago, había sido creado en 1968 con el pretexto de obtener la autodeterminación de Cabinda, para luego anexarla a Zaire. Operaba fundamentalmente en la zona de Buco Zau, al noreste de la provincia, y en más de una ocasión sus efectivos habían combatido contra los del MPLA. La organización era sostenida por Mobutu, quien la utilizó para tratar de materializar sus planes antes del 11 de noviembre.
En Cuba, la máxima dirección del país evaluaba con acierto los peligros.
[…] el enemigo tenía un plan para apoderarse fácilmente de Angola. Habrían tomado Cabinda en unos días, tal vez en algunas horas; habrían tomado Luanda por el norte o por el sur; la República Popular de Angola habría desaparecido. Posiblemente habrían asesinado treinta o cuarenta mil angolanos revolucionarios. De aquel país no se sabe lo que habrían hecho. De Cabinda, un micro Estado independiente, productor de grandes cantidades de petróleo entregado por entero a los monopolios yanquis. Angola posiblemente la habrían dividido en dos partes: una la habría recibido el FNLA por el norte, y otra habría quedado en manos de la Unita; posiblemente una fracción del territorio dirigido por los blancos, puesto que en el sur de Angola muchas de esas ciudades son ciudades de blancos. El país habría quedado fragmentado, y el imperialismo, de una manera fácil, habría logrado una gran victoria en África.6
Tal compleja situación encontraríamos los cubanos.
En los últimos días del mes de agosto de 1975, un pequeño grupo de jefes y oficiales recibimos la orden de presentarnos en las oficinas del comandante de brigada Abelardo Colomé Ibarra, primer sustituto del ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, quien por encargo de este, nos dio a conocer que el partido y el gobierno habían decidido prestar ayuda internacionalista al MPLA, en virtud de que faltaban menos de tres meses para la proclamación de la independencia —11 de noviembre— y se había iniciado una invasión extranjera silenciosa por el norte del país.
A petición del MPLA, la misión consistiría en proporcionar a sus efectivos el entrenamiento necesario para rechazar la invasión que se acercaba lentamente a Luanda y, en caso de que esta continuara su avance y se produjeran choques, asesorarlos durante los combates. Una vez explicada la misión, Colomé nos preguntó si teníamos algo que objetar. La respuesta inmediata de todos fue: “¿Cuándo nos vamos?”.
Posteriormente nos informaron que el personal que partiría con nosotros comenzaría a ser llamado en breve. En mi caso, fui responsabilizado con la organización ypreparación del grupo destinado a la provincia de Cabinda. Este sería el más numeroso, por la importancia económica del enclave y su aislamiento del resto del país.