La devoción de la cruz - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

La devoción de la cruz E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

La devoción de la cruz es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. Suele emplear en ellos auspicios y profecías iniciales que desvían la atención del público, con componentes mitológicos, rasgos deudores de la obra de Lope de Vega y centrados en temas clásicos de la época como la religión, el amor y el honor. -

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Pedro Calderón de la Barca

La devoción de la cruz

Comedia famosa

Saga

La devoción de la cruzCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726497366

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA

[Indicaciones de foliación en nota.1 ]

EUSEBIO. LISARDO. CURCIO, viejo.OCTAVIO. CELIO. RICARDO. ARMINDA. GIL, gracioso.MENGA. JULIA. Villanos.ALBERTO. Bandoleros.[CHILINDRINA.] [BLAS.] [TIRSO.] [TORIBIO.]

Jornada I

Dentro.

 

MENGA ¡Verá por dó va la burra!

GIL ¡Lo demonio, jo mohína!

MENGA Ya verás por do camina:

¡arre acá!

GIL ¡El diabro me aburra!,

¿no hay quien una cola tenga, 5

pudiendo tenerla mil?

 

(Salen.)

 

MENGA ¡Buena hacienda has hecho, Gil!

GIL ¡Buena hacienda has hecho, Menga,

que tú la culpa tuviste!

Que como ibas caballera, 10

que en el hoyo se metiera

al oído le dijiste

por hacerme regañar.

MENGA Por verme caer a mí

se lo dijiste, eso sí. 15

GIL ¿Cómo la hemos de sacar?

MENGA ¿Pues en el lodo la dejas?

-103r-

GIL No puede mi fuerza sola.

MENGA Yo tiraré de la cola;

tira tú de las orejas. 20

GIL Mejor remedio sería

hacer el que aprovechó

a un coche que se atascó

en la corte esotro día.

Este coche, Dios delante, 25

que arrastrado de dos potros,

parecía entre los otros

pobre coche vergonzante,

y por maldición muy cierta

de sus padres, ¡hado esquivo!, 30

iba de estribo en estribo,

ya que no de puerta en puerta.

En un arroyo atascado,

con ruegos el caballero,

con azotes el cochero, 35

ya por fuerza, ya por grado,

ya por gusto, ya por miedo,

que saliesen procuraban,

por recio que lo mandaban,

mi coche quedo que quedo. 40

Viendo que no importa nada

cuantos remedios hicieron,

delante el coche pusieron

un harnero de cebada.

Los caballos, por comer, 45

de tal manera tiraron,

que tosieron y arrancaron,

y esto podemos hacer.

MENGA ¡Que nunca valen dos cuartos

tus cuentos!

GIL Menga, yo siento 50

ver un animal hambriento,

donde hay animales hartos.

MENGA Voy al camino a mirar

si pasa de nuestra aldea

gente, cualquiera que sea, 55

porque te venga a ayudar,

pues te das tan pocas mañas.

GIL ¿Vuelve, Menga, tu porfía?

MENGA ¡Ay burra del alma mía!

(Vase.)

GIL ¡Ay burra de mis entrañas! 60

Tú fuiste la más honrada

burra de toda la aldea;

que no ha habido quien te vea

nunca mal acompañada.

No eras nada callejera, 65

di mijor gana te estabas

en tu pesebre, que andabas

cuando te llevaban fuera.

Pues ¿altanera y liviana?

Bien me atrevo a jurar yo, 70

que ninguno burro la vio

asomada a la ventana.

Ya sé que no merecía

tu lengua desdicha tal;

pues jamás para habrar mal 75

dijo «aquesta boca es mía».

Pues como a ella le sobre

de lo que comiendo está,

luego al punto se lo da

a alguna borrica pobre. 80

 

(Dentro ruido.)

 

Mas ¿qué ruido es este? Allí

de dos caballos se apean

dos hombres, y hacia mí vienen,

después que atados los dejan.

¡Descoloridos, y al campo 85

de mañana! Cosa es cierta,

que comen barro o están

opilados. Mas ¿si fueran

bandoleros?, ¡aquí es ello!

Pero lo que fuere sea, 90

aquí me escondo, que andan,

que corren, que salen, que entran.

-103v-

 

(Salen LISARDO y EUSEBIO.)

 

LISARDO No pasemos adelante,

porque esta estancia encubierta

y apartada del camino, 95

es para mi intento buena.

Sacad, Eusebio, la espada,

que yo de aquesta manera

a los hombres como vós

saco a reñir.

EUSEBIO Aunque tenga 100

bastante causa en haber

llegado al campo, quisiera

saber lo que a vós os mueve.

Decid, Lisardo, la queja

que de mí tenéis.

LISARDO Son tantas, 105

que falta voz a la lengua,

razones a la razón,

al sufrimiento paciencia.

Quisiera, Eusebio, callarlos,

y aun olvidarlos quisiera; 110

porque cuando se repite

hace de nuevo la ofensa.

¿Conocéis estos papeles?

EUSEBIO Arrojaldos en la tierra,

yo los alzaré.

LISARDO Tomad, 115

¿qué os suspendéis? ¿qué os altera?

EUSEBIO ¡Mal haya el hombre, mal haya

mil veces aquel que entrega

sus secretos a un papel!

Porque es disparada piedra, 120

que se sabe quién la tira,

y no se sabe a quién llega.

LISARDO ¿Habeislos ya conocido?

EUSEBIO Todos están de mi letra,

que no la puedo negar. 125

LISARDO Pues yo soy Lisardo, en Sena2 ,

hijo de Lisardo Curcio.

Bien excusadas grandezas

de mi padre consumieron

en breve tiempo la hacienda 130

que los suyos le dejaron;

que no sabe cuánto yerra

quien, por excesivos gastos,

pobres a sus hijos deja.

Pero la necesidad, 135

aunque ultraje la nobleza,

no excusa de obligaciones

a los que nacen con ellas.

Julia, pues, ¡saben los cielos

cuánto en nombrarla me pesa!, 140

o no supo conservallas,

o no llegó a conocellas.

Pero, al fin, Julia es mi hermana,

¡pluguiera a Dios no lo fuera!,

y advertid que no se sirven 145

las mujeres de sus prendas

con amorosos papeles,

con razones lisonjeras,

con ilícitos recados,

ni con infames terceras. 150

No os culpo en el todo a vós,

que yo confieso que hiciera

lo mismo, a darme una dama

para servirla licencia.

Pero cúlpoos en la parte 155

de ser mi amigo, y en esta

con más culpa os comprende

la culpa que tuvo ella.

Si mi hermana os agradó

para mujer (que no era 160

posible, ni yo lo creo,

que os atrevierais a vella

con otro fin, ni aun con este;

pues, ¡vive Dios!, que quisiera

antes que con vós casada, 165

mirarla a mis manos muerta);

-104r-

en fin, si vós la eligistes

para mujer, justo fuera

descubrir vuestros deseos

a mi padre, antes que a ella. 170

Este era término justo,

y entonces mi padre viera

si le estaba bien el darla,

que pienso que no os la diera;

porque un caballero pobre, 175

cuando en cosas como estas

no puede medir iguales

la calidad y la hacienda,

por no deslucir su sangre

con una hija doncella, 180

hace sagrado un convento,

que es delito la pobreza.

Aqueste a Julia mi hermana

con tanta priesa la espera,

que mañana ha de ser monja, 185

por voluntad o por fuerza.

Y porque no será bien

que una religiosa tenga

prendas de tan loco amor

y de voluntad tan necia, 190

a vuestras manos las vuelvo,

con resolución tan ciega,

que no solo he de quitarlas,

mas también la causa dellas.

Sacad la espada, y aquí 195

el uno de los dos muera,

vós, porque no la sirváis,

o yo, porque no lo vea.

EUSEBIO Tened, Lisardo, la espada,

y pues yo he tenido flema 200

para oír desprecios míos,

escuchadme la respuesta,

y aunque el discurso sea largo,

de mi suceso, y parezca

que estando solos los dos, 205

es demasiada paciencia;

pues que ya es fuerza reñir,

y morir el uno es fuerza,

por si los cielos permiten,

que yo el desdichado sea, 210

oíd prodigios que admiran

y maravillas que elevan;

que no es bien que con mi muerte

eterno silencio tengan.

Yo no sé quién fue mi padre, 215

pero sé que la primera

cuna fue el pie de una cruz,

y el primer lecho una piedra.

Raro fue mi nacimiento,

según los pastores cuentan, 220

que desta suerte me hallaron

en la falda de esas sierras.

Tres días dicen que oyeron

mi llanto, y que a la aspereza

donde estaba no llegaron 225

por el temor de las fieras;

mas ninguna me hizo mal;

pero ¿quién duda que era

por respeto de la cruz

que tenía en mi defensa?. 230

Hallome un pastor, que acaso

buscó una perdida oveja

en la aspereza del monte,

y trayéndome al aldea

de Eusebio, que no sin causa 235

estaba entonces en ella,

le contó mi prodigioso

nacimiento, y la clemencia

del cielo asistió a la suya.

Mandó, en fin, que me trujeran 240

a su casa, y como a hijo

me dio la crïanza en ella.

Eusebio soy de la Cruz,

por su nombre, y por aquella

que fue mi primera guía 245

y fue mi guarda primera.

-104v-

Tomé por gusto las armas,

por pasatiempo las letras;

murió Eusebio, y yo quedé

heredero de su hacienda. 250

Si fue prodigioso el parto,