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La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), es una obra teatral escrita en el año 1635. En ella su protagonista, el príncipe Segismundo, se cuestiona sobre el sentido de la vida mientras se encuentra en cautiverio. En esta obra Basilio, erudito rey de Polonia, ve morir a su esposa al dar a luz a su hijo Segismundo. Así este llega al mundo «dando de su condición indicios». Basilio se convence de que su heredero está maldito. Cree que su desdichado nacimiento es un signo de que en el futuro será un monarca despiadado. Entonces decide explicar que su hijo murió junto con la madre y aislar completamente a Segismundo encerrándolo en una torre. Sin embargo, al cabo de los años, el rey duda. Y urde una trama para comprobar si su hijo es digno de la libertad o confirmar los peores augurios. Hace liberar a Segismundo y le otorga el trono, luego lo embriagarlo para que el joven no sepa si sueña o está despierto. Así, en caso de que deba volver al cautiverio, tan solo lamentará que su sueño no fuera más que eso… Segismundo despierta de pronto en un mundo que ni siquiera sabía que existiera y descubre una identidad que ignoraba. Sumido en el aturdimiento y la inquietud, sospecha de todo lo que ve. A partir de esta intrincada anécdota, Calderón ofrece así una de las reflexiones más universales sobre la naturaleza de lo real y lo ficticio. Y es que, a pesar de la singular historia del personaje, la confusión y la incertidumbre de Segismundo recuerdan a las de cualquier hombre. La vida es sueño trata sobre la oposición y la dualidad entre el libre albedrío y la predestinación. Haciendo énfasis en la duda entre los límites de la realidad y el sueño. El interés por estos temas se justifica, ya que La vida es sueño fue escrita en pleno contexto barroco.
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Seitenzahl: 94
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Pedro Calderón de la Barca
La vida es sueño
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La vida es sueño.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de la colección: Michel Mallard.
ISBN rústica ilustrada: 978-84-9007-544-9.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-219-4.
ISBN ebook: 978-84-9953-269-1.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
El argumento 8
La vida es sueño 9
Personajes 10
Jornada primera 11
Jornada segunda 49
Jornada tercera 99
Libros a la carta 145
Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.
Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.
Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro.
Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.
Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La vida es sueño (1636). En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la vida militar. Entre 1647 y 1649 la muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.
Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa.
Basilio, rey de Polonia, decide encerrar a Segismundo su hijo. Un sueño y un horóscopo, le hacen creer que tendrá un destino terrible a manos de su propio heredero. A lo largo de la trama el rey duda y somete a su hijo a varias pruebas. La vida de Segismundo se confunde con un sueño y la apariencia y la realidad se mezclan para propiciar la tragedia. Esta es la obra más conocida de Calderón de la Barca.
Rosaura, dama.
Segismundo, príncipe.
Cotaldo, viejo.
Estrella, infanta.
Clarín, gracioso.
Basilio, rey.
Astolfo, príncipe.
Soldados.
Guardas.
Músicos.
(Sale en lo alto de un monte Rosaura en hábito de hombre, de camino, y en representando los primeros versos va bajando.)
Rosaura Hipogrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama
y bruto sin instinto 5
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?
Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte; 10
que yo, sin más camino
que el que me dan las leyes del destino,
ciega y desesperada,
bajaré la cabeza enmarañada
deste monte eminente 15
que arruga el Sol el ceño de la frente.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas;
y apenas llega, cuando llega a penas. 20
Bien mi suerte lo dice;
mas ¿dónde halló piedad un infelice?
(Sale Clarín, gracioso.)
Clarín Di dos, y no me dejes
en la posada a mí cuando te quejes;
que si dos hemos sido 25
los que de nuestra patria hemos salido
a probar aventuras,
dos los que entre desdichas y locuras
aquí habemos llegado,
y dos los que del monte hemos rodado, 30
¿no es razón que yo sienta
meterme en el pesar y no en la cuenta?
Rosaura No quise darte parte
en mis quejas, Clarín, por no quitarte,
llorando tu desvelo, 35
el derecho que tienes al consuelo;
que tanto gusto había
en quejarse, un filósofo decía,
que, a trueco de quejarse,
habían las desdichas de buscarse. 40
Clarín El filósofo era
un borracho barbón. ¡Oh, quién le diera
más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
Mas ¿qué haremos, señora, 45
a pie, solos, perdidos y a esta hora
en un desierto monte,
cuando se parte el Sol a otro horizonte?
Rosaura ¡Quién ha visto sucesos tan extraños!
Mas si la vista no padece engaños 50
que hace la fantasía,
a la medrosa luz que aún tiene el día
me parece que veo
un edificio.
Clarín O miente mi deseo,
o termino las señas. 55
Rosaura Rústico nace entre desnudas peñas
un palacio tan breve
que el Sol apenas a mirar se atreve;
con tan rudo artificio
la arquitectura está de su edificio 60
que parece, a las plantas
de tantas rocas y de peñas tantas
que al Sol tocan la lumbre,
peñasco que ha rodado de la cumbre.
Clarín Vámonos acercando; 65
que éste es mucho mirar, señora, cuando
es mejor que la gente
que habita en ella generosamente
nos admita.
Rosaura La puerta
(mejor diré funesta boca) abierta 70
está, y desde su centro
nace la noche, pues la engendra dentro.
(Suena ruido de cadenas.)
Clarín ¡Qué es lo que escucho, cielo!
Rosaura Inmóvil bulto soy de fuego y yelo.
Clarín Cadenita hay que suena. 75
Mátenme, si no es galeote en pena;
bien mi temor lo dice.
(Dentro Segismundo.)
Segismundo ¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!
Rosaura ¡Qué triste voz escucho!
Con nuevas penas y tormentos lucho. 80
Clarín Yo con nuevos temores.
Rosaura Clarín...
Clarín Señora...
Rosaura Huigamos los rigores
desta encantada torre.
Clarín Yo aún no tengo
ánimo de huir, cuando a eso vengo.
Rosaura ¿No es breve luz aquella 85
caduca exhalación, pálida estrella,
que en trémulos desmayos,
pulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa
la oscura habitación con luz dudosa? 90
Sí, pues a sus reflejos
puedo determinar (aunque de lejos)
una prisión oscura
que es de un vivo cadáver sepultura;
y porque más me asombre, 95
en el traje de fiera yace un hombre
de prisiones cargado,
y solo de la luz acompañado.
Pues huir no podemos,
desde aquí sus desdichas escuchemos; 100
sepamos lo que dice.
(Descúbrese Segismundo con una cadena y a la luz, vestido de pieles.)
Segismundo ¡Ay mísero de mí! ¡Y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo
ya que me tratáis así,
qué delito cometí 105
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor; 110
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Solo quisiera saber,
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos, 115
el delito de nacer),
qué más os pude ofender,
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron, 120
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma, 125
o ramillete con alas
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma: 130
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas, 135
gracias al docto pincel,
cuando, atrevido y cruel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto: 140
¿y yo con mejor distinto
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas 145
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío: 150
¿y yo con más albedrío
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata, 155
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad,
el campo abierto a su ida: 160
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho 165
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón
negar a los hombres sabe
privilegio tan suave,
excepción tan principal, 170
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?
Rosaura Temor y piedad en mí
sus razones han causado.
Segismundo ¿Quién mis voces ha escuchado? 175
¿Es Clotaldo?
Clarín (Aparte.) (Di que sí.)
Rosaura No es sino un triste, ¡ay de mí!
que en estas bóvedas frías
oyó tus melancolías.
(Ásela.)
Segismundo Pues la muerte te daré, 180
porque no sepas que sé,
que sabes flaquezas mías.
Solo porque me has oído,
entre mis membrudos brazos
te tengo de hacer pedazos. 185
Clarín Yo soy sordo, y no he podido
escucharte.
Rosaura Si has nacido
humano, baste el postrarme
a tus pies para librarme.
Segismundo Tu voz pudo enternecerme, 190
tu presencia suspenderme,
y tu respeto turbarme.
¿Quién eres? Que aunque yo aquí
tan poco del mundo sé,
que cuna y sepulcro fue 195
esta torre para mí;
y aunque desde que nací
(si esto es nacer) solo advierto
este rústico desierto,
donde miserable vivo, 200
siendo un esqueleto vivo,
siendo un animado muerto;
y aunque nunca vi ni hablé
sino a un hombre solamente
que aquí mis desdichas siente, 205
por quien las noticias sé
de cielo y tierra; y aunque aquí,
porque más te asombres
y monstruo humano me nombres,
entre asombros y quimeras, 210
soy un hombre de las fieras,
y una fiera de los hombres;
y aunque en desdichas tan graves
la política he estudiado,
de los brutos enseñado, 215
advertido de las aves,
y de los astros suaves
los círculos he medido,
tú solo, tú, has suspendido
la pasión a mis enojos, 220
la suspensión a mis ojos,
la admiración al oído.
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más 225
aun más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser;
pues cuando es muerte el beber,
beben más, y desta suerte, 230
viendo que el ver me da muerte,
estoy muriendo por ver.
Pero véate yo y muera;
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da, 235
el no verte qué me diera.
Fuera, más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte; desta suerte
su rigor he ponderado, 240
pues dar vida a un desdichado
es dar a un dichoso muerte.
Rosaura Con asombro de mirarte,
con admiración de oírte,
ni sé qué pueda decirte, 245
ni qué pueda preguntarte.
Solo diré que a esta parte
hoy el cielo me ha guiado
para haberme consolado,
si consuelo puede ser, 250
del que es desdichado, ver
a otro que es más desdichado.
Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que solo se sustentaba 255
de unas yerbas que comía.
¿Habrá otro —entre sí decía—
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo 260
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.
Quejoso de la fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía: 265
¿Habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?,
piadoso me has respondido;
pues volviendo en mi sentido,
hallo que las penas mías, 270
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.
Y por si acaso mis penas