Machaco. Torbellino de heroísmo - Argentina Matilde Jiménez Rodríguez - E-Book

Machaco. Torbellino de heroísmo E-Book

Argentina Matilde Jiménez Rodríguez

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Beschreibung

De Ángel Ameijeiras Delgado, Machaco, solo se alude el 8 de noviembre en el acto que cada año tiene lugar en conmemoración de los hechos acaecidos en Goicuría y O' Farril en 1958, fecha cuando él, jefe de Acción y Sabotaje en La Habana, y tres jóvenes más, militantes del 26 de Julio, —uno de ellos mujer y además embarazada— se batieron a tiros contra más de un centenar de policías bien armados y protagonizaron el mayor combate de los clandestinos contra la tiranía de Fulgencio Batista en la capital. Con este acercamiento biográfico hemos querido destacar no solo el revolucionario que fue, sino facetas de su vida apenas conocidas

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Veröffentlichungsjahr: 2022

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Cuidado de la edición: Tte. Cor. Ana Dayamín Montero Díaz

Edición: Lissett Gómez Vale

Diseño de cubierta: Jorge Víctor Izquierdo Alarcón

Diseño interior: Liatmara Santiesteban García

Realización: Martha R. Iglesias Sierra

Corrección: Catalina Díaz Martínez

Fotos: Cortesía de los autores

© Argentina Jiménez Rodríguez

Reynold Rassí Suárez, 2019

© Sobre la presente edición:

Casa Editorial Verde Olivo, 2019

ISBN: 9789592244320

El contenido de la obra fue valorado por

la Oficina del Historiador de las FAR

Todos los derechos reservados. Esta publicación

no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,

en ningún soporte sin la autorización por escrito

de la editorial. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Casa Editorial Verde Olivo

Avenida de Independencia y San Pedro

Apartado 6916. CP 10600

Plaza de la Revolución, La Habana

[email protected]

Índice de contenido
Al lector
Prólogo
Presentación
De Chaparra a La Habana
Inquietudes revolucionarias
Radicalización
Reorganizar, propaganda: tareas claves
Campaña por la amnistía
Continúan las acciones del 26
Incremento de la lucha en el llano
Detención de Sergio, Machaco y Ricardo
Huelga de hambre
En libertad
No dejó apagar la antorcha
Dispersos sí, derrotados no
Una nueva etapa
La resistencia en ascenso
La traición causa estragos
Amarga decisión
Los tres últimos días
Epílogo
Homenaje póstumo
Reflexiones
Encuentro casual
Entrevistados
Anexos
Testimonio gráfico
Bibliografía

La estirpe de los Ameijeiras es un ejemplo

conmovedor de heroísmo que recuerda

la familia de los Maceo.

Fidel Castro Ruz

A María de las Angustias Delgado Romo,

madre ejemplar, quien inculcó a sus hijos el amor

a la patria, la honestidad, el sentido de la justicia y el valor de enfrentarse a las dificultades. Los apoyó

y colaboró en sus actividades revolucionarias.

Agradezco a Julio Dámaso Vázquez-Abreu, cuya contribución fue decisiva en la búsqueda de testimoniantes, facilitación de documentos y precisiones en nombres, lugares y acontecimientos. Sin él hubiera sido muy difícil la realización de este libro.

Al historiador de Chaparra Omar Villafruela Infante, siempre dispuesto a enviarme datos y fotos de la familia Ameijeiras-Delgado y de la niñez de sus hijos. Su apoyo fue de importancia capital.

A René Calvo Castromán, Calvito, por las fotos, fotocopias y arreglos de otras, entre estas tres de casi un siglo y una de más de setenta años.

A Bernardo Granado por su colaboración.

A Gonzalo Méndez por la impresión de fotos y documentos.

A los entrevistados que extrajeron recuerdos guardados en su memoria siempre que se los solicité.

A Reynold Rassí, mi compañero, por su disposición, comprensión, sugerencias, y ayuda en las entrevistas y correcciones.

Mi gratitud a otros más, quienes de una u otra manera, pusieron su granito de arena para la realización de esta obra.

Al lector

Ya en proceso de edición de este libro, Machaco: torbellino de heroísmo, falleció su autora, la periodista e investigadora histórica Argentina Matilde Jiménez Rodríguez, quien lamentablemente no pudo ver su obra publicada.

No obstante, de tener problemas serios de salud, tuvo la iniciativa de hacer este testimonio biográfico de Ángel Ameijeiras Delgado, Machaco, en homenaje a él y a otros destacados combatientes de la lucha clandestina contra la dictadura batistiana en La Habana, en la década del 50 del siglo XX. Se lo propuso y con gran esfuerzo y una rigurosa investigación histórica que le llevó varios años de trabajo, logró decenas de entrevistas a compañeros de lucha de Machaco, consultó diferentes fuentes y buscó documentos para ser lo más cuidadosa y veraz en los datos aportados, y fue ella misma autora de algunas de las fotografías que acompañan el texto. Todos los materiales fueron entregados a tiempo para la confección del libro.

Consideró siempre importante preservar la memoria histórica de nuestro pueblo y a ello dedicó los últimos años de su vida, labor dirigida fundamentalmente al conocimiento de las jóvenes y futuras generaciones, de los hechos y protagonistas de las principales batallas que se libraron en nuestra patria para alcanzar la independencia, libertad y justicia de las cuales hoy disfrutamos.

Reynold Rassí Suárez

prólogo

La generación de jóvenes que enfrentó los destinos de la nación cubana en los años cincuenta del siglo XX tuvo que afrontar no pocos desafíos derivados de la crisis institucional cubana. Con el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista Zaldívar había entronizado un régimen de fuerza pasando por alto las disposiciones de la Constitución de 1940, el país entró en un proceso de franca decadencia política ante la nueva administración que carecía de legitimidad. De hecho se habían truncado los espacios para proponer fórmulas de superación al conflicto que había generado el cuartelazo.

En vista de esta situación, se creó una creciente polarización de las fuerzas sociales, lo cual condujo al estallido de la revolución cubana con el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de 1953. Precisamente en este acontecimiento es que pierde la vida uno de los hermanos Ameijeiras, Juan Manuel, quien con su ejemplo trazara el camino a toda una familia.

Los Ameijeiras, de origen humilde, tuvieron que enfrentarse a la crítica situación social imperante en Cuba. El padre, Manuel, abandonó a los suyos en un viaje a España sin retorno. Por esos años la escasez de empleo y las demás carencias del cubano limitaban el horizonte de quienes querían salir de la pobreza y conformar una sociedad con mayor grado de justicia social. De hecho la familia fue transitando de clase media baja a la condición de clase obrera subempleada. En todo un peregrinar recorrieron parte del país desde su natal Chaparra, en la actual provincia de Las Tunas, hasta instalarse en La Habana, donde tuvieron que asumir su nueva condición social. María de las Angustias, la madre, es quien tomó las riendas de la familia.

La autora de esta biografía nos presenta el estudio de la personalidad de Ángel Ameijeiras Delgado Machaco, desde diversas perspectivas, ella nos introduce en la vida y obra revolucionarias de un hombre de carne y hueso que supo hacer frente a los desafíos de su tiempo. Resulta significativa la diversidad de fuentes a las que recurrió para darnos una imagen de un Machaco lo más verosímil y humana posible. Testimonios, documentos, prensa y una amplia bibliografía nutren esta obra rica en contenido histórico y que será de necesaria consulta para quienes incursionen en las raíces de la Revolución y en particular en la lucha clandestina.

La biografía, con un lenguaje ameno y coloquial, por momentos nos parecerá que estuviéramos en presencia de una novela de ficción; sin embargo, ello no le quita rigurosidad al tratamiento histórico de hechos transcurridos en la vida de Machaco. Entre las situaciones estudiadas cabe señalar las sucedidas dentro de la familia Ameijeiras y aquellas que reflejan las relaciones del joven con compañeros de la lucha clandestina, en particular las que tuvo con Sergio González, el Curita. Al propio tiempo descolla en esta biografía la descripción de sus relaciones con Norma Porras, su pareja sentimental y combatiente activa de la lucha clandestina.

La temeridad de las acciones de Machaco cuando dirigía la acción y sabotaje del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en La Habana respondía a los afanes por construir una Cuba nueva que dejara atrás los gobiernos ilegítimos responsables por la profunda crisis social vigente. La generación de jóvenes rebeldes que hizo la revolución tenía presente un nuevo proyecto de sociedad que ya había sido esbozado por Fidel Castro en La historia me absolverá. Precisamente los hermanos Ameijeiras estuvieron entre los que se dignaron a distribuir esta obra por todo el país. La colocación de este folleto en manos de los cubanos era una tarea imprescindible de la revolución para ganarse un espacio en la sociedad, en esos momentos la propaganda rebelde era labor de primer orden. Fue así que para 1956, Gustavo le comentara a Efigenio: «Fidel ha prendido en la conciencia de casi todo el pueblo», y recordaba que esto era así desde los días en que luchaban por la amnistía de los presos políticos y distribuían los escritos del líder revolucionario. Los hermanos Ameijeiras, porque creían en la necesidad de una revolución, recelaron de los intentos de salida negociada que la Sociedad de Amigos de la República propusiera al régimen en un momento en que se agotaba la posibilidad de encontrar una solución pacífica a la crisis nacional.

El período de la cárcel, episodios de la lucha clandestina y el combate final por salir del férreo operativo policíaco que le fuera tendido hasta llegar a su trágica muerte, serán sucesos que también atraparán al lector. Lo más trascendente de este estudio es que, a través de la figura de Machaco, se logra una visión abarcadora de la riesgosa lucha clandestina en La Habana.

Desde esa perspectiva se pueden apreciar los nexos del Movimiento con el Directorio Revolucionario, el apoyo a los frentes guerrilleros, así como los avances y retrocesos de la actividad revolucionaria en la capital. Por estas razones el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en un editorial por Radio Rebelde diría: «Comandante Ángel Ameijeiras, ante ti se cuadran todos los combatientes del Ejército Rebelde y esperan tus órdenes cuando se acerquen a las calles de La Habana».

Jorge Renato Ibarra Guitard

presentación

De Ángel Ameijeiras Delgado, Machaco, solo se alude el 8 de noviembre en el acto que cada año tiene lugar en conmemoración de los hechos acaecidos en Goicuría y O’ Farril en 1958, fecha cuando él, jefe de Acción y Sabotaje en La Habana, y tres jóvenes más, militantes del 26 de Julio, —uno de ellos mujer y además embarazada— se batieron a tiros contra más de un centenar de policías bien armados y protagonizaron el mayor combate de los clandestinos contra la tiranía de Fulgencio Batista en la capital.

Con este acercamiento biográfico hemos querido destacar no solo el revolucionario que fue, sino facetas de su vida apenas conocidas.

Nos basamos en testimonios de compañeros que lucharon junto a él, quienes accedieron a rescatar vivencias de 57 o más años atrás, y de otros ya fallecidos que los narraron años antes a Wilfredo Rodríguez Núñez, todos valiosos, porque fueron compañeros muy cercanos a Machaco o trabajaron bajo su mando. En lo escrito sobre él, en una veintena de libros, entre estos los de su hermano Efigenio, documentos; reseñas en la prensa y otras fuentes, consultados todos con extrema rigurosidad, confrontando algunos para sacar a la luz lo más fidedigno posible, obviando cuanto ofrecía dudas.

Para los datos sobre la niñez pude contar con la ayuda del historiador de Chaparra Omar Villafruela Infante, quien conoció de primera mano la historia de la familia Ameijeiras-Delgado a través de una persona contemporánea con ella.

Además, brindar al lector un texto acerca de las diferentes etapas de su vida como niño; joven humilde devenido casi padre de sus hermanos menores por la ausencia del progenitor; trabajador desde temprana edad para ayudar al sustento familiar; hijo amante de su madre, de sus hermanos y sobrinos; amigo fiel y solidario; rebelde siempre contra las injusticias; revolucionario cabal; valiente; aguerrido; dispuesto a cualquier sacrifico; justo; de total entrega a la causa; fidelista, consecuente con las ideas del líder; jefe respetado por sus subordinados…

Adentrarnos en su historia desde pequeño permite brindar pinceladas de la situación de Cuba en tiempos de aquella República mediatizada, así como de algunos hechos importantes acaecidos, fundamentalmente, entre 1952 y 1958, y reflejar en los que tomó parte como combatiente clandestino en La Habana.

Deseo que este trabajo investigativo motive a otros compañeros a indagar y sacar del casi anonimato a tantos mártires que ofrendaron sus vidas por la libertad de la patria y que el ejemplo de Machaco sirva a las nuevas generaciones en su misión de continuar defendiendo la obra de la Revolución.

Argentina Jiménez Rodríguez

De Chaparra a La Habana

En una imagen, tomada en la tienda adquirida por María de las Angustias Delgado Romo, la madre de los Ameijeiras, en Puerto Padre, municipio de la región oriental, actualmente de la provincia de Las Tunas, en 1936, nadie apareció risueño, solo Mara esbozaba una casi imperceptible sonrisa.

Posaron: Efigenio; Juan Manuel, Mel; la madre (tiene prestancia, es bonita, luce elegante); Ángel, Machaco; María Luisa, Mara; Emma; Pedro Salvador, Nene. Faltaron Gustavo, había viajado rumbo a La Habana en busca de mejores condiciones de vida, y el padre, Manuel Ameijeiras Fontenla, a quien en 1935 se le ocurrió ir a España cuando comenzaba la Guerra Civil, y hasta la fecha no se sabía nada de él.1

1 Efigenio Ameijeiras Delgado: 1956. Un año tremendo, p.172.

Natural de Pontevedra, Galicia, España, existen versiones sobre su desaparición: si marchó a resolver asuntos familiares, si se incorporó a la Guerra Civil Española y cayó combatiendo, si murió accidentalmente. Nada se sabe. Solo que tomó un tren en Chaparra y partió para no volver. ¿Obedecería la seriedad de todos a la ausencia del jefe de la familia? Evidentemente, el abandono del padre tiene que haber influido en los muchachos, menores de edad en aquellos momentos.

Sin su presencia, una nueva vida, llena de incertidumbre, comenzaba para todos. «Entonces fue cuando la Vieja tomó el mando de la tropa»,2 escribiría Efigenio muchos años después.

2 Efigenio Ameijeiras Delgado: 1956. Un año tremendo, p.172.

María de las Angustias conoció a Manuel cuando él fue a su pueblo natal, Colón, provincia de Matanzas; entonces tenía, como dice la gente, un buen partido para casarse, pero llegó un español trashumante buscando un pariente para comprarle dos perras de oro.3 Dicen que el español hablaba poco y escribía menos, pero mi mamá empezó a preguntarle de su vida en Sudamérica, y a los tres días le comunicó a la familia que se casaba con él y se iba a vivir a mil kilómetros, allá por el central Chaparra, donde tenía una tienda.

3 Moneda española.

—Pero, ¿vas a dejar al hijo de don José? —inquirió una tía.

Solo contestó:

—Manuel es el que me gusta.4

4 Efigenio Ameijeiras Delgado: 1956. Un año tremendo, pp. 171 y 172.

Que una mujer, además joven, tomara una decisión así en aquellos tiempos, inicios del siglo XX, demuestra la fortaleza de espíritu que la caracterizaba y la valentía para afrontar el futuro y las dificultades o los riesgos que se presentaran. Y contrajo matrimonio con su elegido en la villa de Pedro Betancourt, en la misma occidental provincia, donde él trabajaba en la actividad del comercio, el 10 de enero de 1916, en horas de la tarde. Él, de 27 años, ella, de 22.

Ver anexo 1

Después la pareja partió para Chaparra, donde otro español lo embulló para establecerse allá.

En la zona de Pueblo Nuevo, en Chaparra, próximo al central de igual nombre, perteneciente a la entonces American Sugar Mills, nacieron nueve de los diez hijos del matrimonio (siete varones y tres hembras —tres murieron pequeños), en una vivienda hecha de tabloncillos, techo a dos aguas de cartón de rollos primero, y después de zinc galvanizado, piso sobre pilotes todo de madera.

Por el pozo del patio, de brocal alto y horca ovalada, mandado a construir por Manolo Ameijeiras, como llamaban al gallego, pasó Angustias varios sustos con los muchachos. Antonio Ponte Hernández, quien conoció a Manuel y a su familia, refiere que él se desempeñaba como jefe de limpieza del Departamento Comercial, con una brigada integrada por doce hombres, y después puso una vidriera en la Estación de Ferrocarril. De tal manera le informó a Omar Villafruela Infante, historiador de Chaparra, en cuyo libro —inédito— sobre la descendencia de los Ameijeiras-Delgado, explica:

María Luisa fue la mayor de todos. Angustias fue a parirla a La Habana y volvió a los cuarenta días. A la mayoría de edad, el padre les puso apodos.

A María Luisa le decían Mara. Al primero de los varones, Chonchón.

Gustavo no tenía apodo, se llamaba Gustavo Emilio y nació en la Danza de los Millones.5 A Pedro Salvador le decían Nene, a Ángel, Machaco. Efigenio era el penúltimo de los varones y le decían Yin. Yo no sé si él se acuerde. Después no sé si le llamaban así. El más chiquito era Juan Manuel, que nació cuando el ciclón del 32 y le decían Mel.6

5 Durante las zafras de 1919 y 1920, los precios del azúcar se dispararon al cancelarse «el control de guerra» y venderse por los monopolios norteamericanos en el mercado mundial.

6 Omar Villafruela Infante: La familia Ameijeiras, y la Revolución Cubana, pp. 6 y 7.

Cuenta también que el segundo hijo —fallecido— era el único tranquilo de los muchachos. «Los demás eran candela. Machaco era candela y Efigenio candela, y Nene candela. Eran muy traviesos y se fajaban unos con otros».7 Y en otro momento apunta que Efigenio le dijo que Machaco era el más guapito de todos, nació el 2 de agosto de 1925.

7 Ídem.

Cuando a mediados de la década de los treinta del siglo XX desaparece Manuel Ameijeiras, María de las Angustias tuvo que asumir el papel de madre y padre a la vez y enfrentar sola la crianza de sus hijos. Poco después se muda para Puerto Padre y compra el quiosco situado al lado de la Estación de Ferrocarril, donde puso una tiendecita.

Al irse Gustavo para La Habana, quedaba Machaco como el mayor allí, y lo respetaban como a un padre. Efigenio, menor seis años, rememora que cuando se hizo hombre y lo superaba en estatura, lo seguía respetando igual. —De niño era callado, el más tranquilo de todos —dice Mara— todo el mundo lo quería por ser sociable, generoso, después le cambió el carácter.

Machaco apenas asistió a la escuela. Sabía leer y escribir, tenía una letra grande, nada bonita. La mamá le enseñó las primeras letras y acostumbraba a leer libros a sus hijos y hablarles de los problemas sociales que afrontaba el país. Su escepticismo ante los gobiernos de turno tuvo marcada influencia en la vida y formación de todos los hermanos, al igual que el medio en que se desenvolvieron. También les inculcó el espíritu de rebeldía ante las injusticias.

Vivieron en Puerto Padre hasta 1942, cuando agotado el dinero que pudo haber dejado el esposo y el negocio al parecer no prosperaba, quizás por su inexperiencia en los asuntos del comercio; entonces, acosada por las necesidades, sin medios para subsistir, María de las Angustias decidió irse con su prole para Santa Clara, Las Villas —actual provincia de Villa Clara— a casa de una hermana, en Toscano y Pastora.

Estancia corta

La miseria se convirtió en un miembro más de la numerosa familia. Corrían los años de la etapa neocolonial con sus escasas o nulas oportunidades de todo tipo para los pobres, y ellos habían nacido en cuna humilde.

Ilustrativas las palabras con las cuales describe Efigenio la situación imperante en el hogar en los años de su niñez, cuando recuerda que el más pequeño, Mel, fue muy pocas veces a la escuela, por lo que no completó ningún curso. La mamá lo niveló dándole clases en la casa y así aprendió las cuatro tablas aritméticas, a leer y escribir, y sobre todo, mucha historia de Cuba. Solo durante pocos años de su infancia disfrutó de cierta bonanza económica. Eso fue hasta que su padre partió para España, donde desapareció en la Guerra Civil. Por esa fecha quebró la bodega, se hipotecó el inmueble y comenzó un largo peregrinar de vicisitudes económicas, una verdadera ordalías que hasta hoy lacera el espíritu.

Mel creció sin zapatos y anduvo la mayor parte del tiempo con los pantalones rotos... No tuvo juguetes, no practicó deportes, salvo correr por el campo y bañarse en los ríos...8

8 Efigenio Ameijeiras Delgado: 1956. Un año tremendo, p. 5.

Tenía Machaco unos 17 años, edad de aún recibir instrucción, y aprender todo aquello que ayuda a formar el carácter, cuando llegaron a Santa Clara. La estancia allí no sería larga. De vender periódicos, limpiar zapatos y lo percibido en el trabajo que le consiguieron en una zapatería fue subsistiendo la familia. Efigenio, un adolescente, iba de un lado a otro con su cajoncito de limpiabotas para ganarse unos centavos, sobre todo los domingos.

Él no olvida que tenía un cliente en la calle Juan Bruno Zayas, donde limpiaba como veinte pares de zapatos. Un día la señora de aquella casa, muy molesta, prescindió de ese servicio, porque se le viró un pomo de tinta sobre los mosaicos españoles del piso. Perdió el cliente, y perdieron —él y Mel— la matiné del domingo en el teatro Martí.

¡Así era la vida de tantos, la mayoría del pueblo, en aquella época!

De la temporada en la capital villaclareña, Efigenio guarda en su memoria que de sus hermanos mayores, Machaco era el único en contestar sus preguntas, de su mamá tomó la costumbre de leerles libros de cuentos y que llevaba a Mel y a él al cine.

¡Qué tiempos aquellos! Pinocho, Gulliver, Bambi, y Machaco trata de explicar cómo Bambi hablaba. Y las películas inolvidables: La jornada trágica, el ladrón de Bagdad. Y los monstruos: Frankestein, el vampiro, la momia. El regreso a casa a media noche por el terraplén solitario, teniendo que pasar tan cerca del cementerio de los judíos. Uy, cualquier palo cerca del camino se parecía a la momia.

Menos mal que Machaco estaba con nosotros, porque Mel y yo estábamos como esas hojas que mueve el viento.9

9 Efigenio Ameijeiras Delgado: 1956. Un año tremendo, p. 171.

Con él se sentían protegidos. Lo valoran como un hermano responsable, preocupado y amante de su familia, tranquilo, que cuando «nos pasábamos de la media noche andando por ahí, mataperreando con alguna pandilla, salía a buscarnos en su bicicleta de repartir periódicos. Algunos compañeros todavía hablan con orgullo de su entrañable amistad. Así era ese hombre cuyo lema favorito era: Con la Revolución no se juega».10 Sin embargo, otra anécdota retrata a ese mismo ser, que desde pequeño no soportaba las injusticias. Un día llevó a Efigenio al cine en Santa Clara y evoca el primer susto que le hizo pasar:

10 Efigenio Ameijeiras Delgado: Más allá de nosotros, p. 201.

La tertulia estaba abarrotada, pero había un banco, de los de diez personas, con dos asientos vacíos. Los jóvenes allí sentados con las piernas abiertas le contestaron con mala forma cuando Machaco les pidió que se apartaran para acomodarnos, y le contestaron: «aquí no se sienta nadie». Todo fue tan rápido que me quedé petrificado. Se abalanzó sobre el grupo y les viró el banco. ¡Qué manera de llover patadas y mordidas! En el suelo era un remolino pateando y mordiendo.

Le dieron muchos golpes. Parecía que lo mataban, pero no lo dominaron. Y él se desquitó con algunos hasta que subió la Policía para poner fin a la reyerta. Realmente tenía un carácter muy impulsivo. Con él había que tener cuidado, porque se fajaba muy rápido, no entraba en discusiones.11

11 Ibídem., p. 201.

Los primeros en irse para la capital del país fueron Machaco y Nene, esperanzados de poder trabajar con Gustavo, quien había logrado poner un negocio de enseñar a manejar automóviles. Tenía uno propio y otro alquilado, con los cuales abrió una academia, y parecía que aquello funcionaba. Pero «La alegría en casa del pobre dura lo que un merengue...».

Llegó un oficial de la Policía con la orden de cerrar aquel negocio, sin derecho a réplica. Relata Efigenio que «la cosa venía de un maldito polaco, de origen judío, que tenía la única escuela de automovilismo existente en Cuba hasta la creación de la de Gustavo, y había demandado a los cubanos intrusos».12

1212 Efigenio Ameijeiras Delgado: Más allá de nosotros, p.10.

Machaco laboró entonces como mecánico y chofer de taxis, oficios que enseñó a sus hermanos, todos ganaban el sustento manejando taxis y en otras ocasiones como choferes particulares; parqueaban en los alrededores de la Manzana de Gómez, el parque de la India, el de la Fraternidad...

«El afán de superación de Machaco era tan grande que después de la fatiga del día, laborando de mecánico en el garaje Medina, de Zanja y Gervasio, iba a estudiar a la escuela nocturna no. 51 en San Lázaro entre Gervasio y Belascoaín», destaca Julio Dámaso Vázquez.

Lo ratifica su sobrino Valentín Alonso Ameijeiras —hijo de Mara:

Él trabajaba de día manejando un carro alquilado y por la noche iba a la escuela. Quería superarse. Piensa que el más alto grado alcanzado fue el cuarto. La partida del padre para España no le dio oportunidad de estudiar. Fue a una escuelita rural. La madre, que tenía instrucción, enseñó a todos a leer y escribir. Considera al tío un hombre muy familiar, tenía carisma, hacía amistad enseguida con la gente. De carácter firme, pero con quien se podía conversar. Bromista, gente jovial. De un timbre de voz fuerte. Una vez lo llevó a la Plaza de Cuatro Caminos a comer tasajo con malanga, y también al cine.13

13 Entrevista de la autora.

Su faceta de jocoso la reiteran muchos compañeros. Una de ellas, Delia Darias Pérez, a quien él visitaba en las dos o tres casas donde vivió con su familia. Comentó que siempre estaba haciendo bromas, riéndose, y cuando la escuché me vino a la mente una vieja máxima, más o menos reza: Ten cuidado con esas personas que siempre se están riendo, porque cuando se ponen bravas son temibles. Parece venirle bien a nuestro biografiado.

En 1945 llegó el resto de la familia a la capital. Según Mara, alquilaron primero en hoteluchos y después en un solar en la calle Virtudes no. 510, entre Perseverancia y Lealtad. Un lugar pequeño para todos, por eso hicieron una barbacoa donde dormían los varones. 14