Más allá de la memoria - Gilda Salinas - E-Book

Más allá de la memoria E-Book

Gilda Salinas

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Gabriela es una escritora lesbiana con un par de publicaciones y un trabajo de freelancer para una editorial, vive una crisis de pareja porque es distraída y tiene problemas con el compromiso. Conoce a una mujer mexico-alemana que le propone que escriba la historia de su hermana gemela cigótica: el padre las llevó a la Alemania nazi cuando tenían 10 años y las dejó en Berlín con una tía, con la que sufrieron la peor época de la Segunda Guerra Mundial; una de ellas escapó hacia el lado norteamericano y la otra tal vez permaneció en el lado soviético durante 8 años, y ahora quiere contar su versión después de 40 años de silencio. Los vencidos también deben tener voz.

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Más allá de la memoria

 ✧ 

Gilda Salinas

 

Primera edición, © 2016, Trópico de Escorpio © 2016, Gilda Salinas Reimpresión: abril 2017 México, DF.

www.tropicodeescorpio.comDistribución: Editorial Trópico de Escorpio Fb: Editorial Trópico de Escorpio Edición: Gilda Salinas Formación: Máquina del tiempo/Chz

Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento del autor.

ISBN: 978-607-9281-42-7

Libro convertido a ePub por: Capture, S. A. de C. V.

 

Agradecimientos

A: Fiorella Pierantozzi, Carl-Thomas Heimbach, Jaime Arturo Salinas,Salvador Camarena del Toro, Ana Flavia Camarena, Gabriela Santana,Alma Rosa García Ramírez, José Antonio Maldonado, David Areizaga,María Enriqueta Beyer, Beatriz Inzunza Barradas, Deyanira HernándezLira y a Héctor Armando Ramírez.

 

Tenemos que ser severos con Alemania y con ello me refiero al pueblo alemán, y no solamente a los nazis. Hay que castrarlo o tratarlo de tal modo que no pueda seguir engendrando gente deseosa de proceder como lo han hecho en el pasado.Franklin D. Roosevelt

No hay respuesta. No va a haber ninguna respuesta. Nunca ha habido una respuesta. Ahí tienes la respuesta.Gertrude Stein

 

Más allá de la memoria

Este asunto es cíclico, psicosomático, producto de la hipocondría aplicada y del sedentarismo que, como suele suceder, a unos les cae regular, a otros mal y al resto peor. Yo debo estar en esta última categoría; eso concluyo mientras la masajista se da vuelo y me jala ambas piernas para un lado y presiona, y luego le da para el otro lado y lo mismo. Se sintió bien, ay, pero de seguro se me salen los globos oculares cuando veo que con la diestra prensa mi torso para dejarlo bocarriba, se apropia de la pierna derecha y la cruza sobre mi abdomen para arrancarla del lado izquierdo... bueno, no la arranca, pero lo intenta y yo me rindo y busco al réferi que no vino y pujo y digo tres veces que me doy con manotazos en la camilla y todo. La luchadora técnica o masajista o puntos suspensivos me clava la mirada y sin hacer el menor caso de mis pujidos leo que piensa “no seas llorona”. Después de sostener la llave un minuto de esos que parecen diez, exhala como si fuera la agraviada; lo peor es que ahora sigue con la pierna izquierda, no hay tregua ni conmiseración. Ay, Coyolxauhqui, salva lo que quede de Gabriela.

La culpa la tienen las miles de horas que paso sentada frente a la compu, frente a los textos, los libros, las correcciones; cada profesión paga su precio, joder, quién fuera Proust para cultivar la destreza de escribir una obra maestra en la cama.

Ahora la mujer intenta acomodarme los brazos como si fuera pavo navideño y yo vuelvo a rendirme aunque con menos ímpetu porque la cara metida en este agujero que me aplasta los cachetes no me permite grandes aspavientos, pero igual me doy. Por fin escucho su exhalación satisfecha. Tendré que elevar este desaguisado a franca protesta, la Güera Roffiel ponderaba las virtudes de la clínica pero nunca mencionó el lado oscuro, pensé que iban a ponerme cojines húmedos y calientes, de gratos aromas; electrodos y diez minutos de ultrasonido como en otras “rehabs”, pero no: electrodos y luego directo a la mesa de tortura.

Al fin la luchadora renuncia a su empeño desmembrador y me ordena haga alabanzas a la diosa náhuatl de mi preferencia deslizándome con los brazos hasta quedar estirada al máximo, que cuente veinte des—pa—ci—to, enderece el tronco y otra vez. De acuerdo, maestra, lo que sea si me permites aplicarte una orden de restricción.

Como varias veces quedo empinada mientras cuento uno, dos, tres… no escucho cuando se va. Y apenas estoy terminando de cumplir mi sentencia cuando me encuentro con la cara amable de… ¿la asistenta?, ¿la enfermera? Que me acerca los zapatos y me invita a seguirla por un pasillo desconocido, y al fondo a la derecha…

Me señala una camita flaca en un cuarto mínimo; dice que sirve para relajarse y la pondera por los imanes que no veo en ningún lado, pero quiero pensar que sí están, así que echo una ojeada al espacio y al camastro de junto donde descansa otra mujer, y me tiendo mientras la joven de blanco informa que si algo se me ofrece llame, y me acomoda almohadas de infante y presiona algún encendido con instrucciones tipo control de Teve.

'Tonces quedo en estado alerta porque no siento nada, no escucho nada y a lo mejor es puro tanteo, pero en ese divagar mis ojos vuelven a tropezarse con la vecina que reposa.

Curiosa de “mi de por sí” y sin más quehacer, me pongo a observarla: sesenta y varios, alta, flaca, nervuda tipo ¿inglesa?, gesto áspero; debe sufrir contracturas hasta en la lengua. De pronto, como si percibiera mi escrutinio, abre los ojos y nuestras miradas se encuentran sin remedio, chin. Sonríe y la cara rígida se transforma: ahora es amable, pero se le marcaron todas las arrugas de rostro y cuello; muchas. Rectifico: debe tener setenta y… ¿seis, siete?

Devuelvo la cortesía y mi debilidad de observadora sin pudor desata el diálogo, ay de mí, de haber sabido… ¿de haber sabido qué? ¿Y ahora? ¿Le doy la espalda, experimento un ataque de narcolepsia, me finjo sorda? Me pilló en plena imprudencia, no hay más remedio que ceder a la perorata.

—Escritora —respondo, y como siempre que lo digo la reacción no se hace esperar.

—Tendría que contarle nuestra historia para que la escribiera.

Cuando equis o zeta y yo llegamos a este punto de la amena conversación siempre me desconecto, me pongo a pensar en la chamba pendiente, planeo avances en mis textos personales, hago el recuento de lo que vengo arrastrando desde… ¡mentiras!, porque nunca recuerdo nada, ni siquiera el nombre de la actriz más sexy y bocona de Hollywood, para eso uso la agenda y escribo hasta en el canto.

Estoy a punto de escoger la táctica evasiva menos evidente cuando llega a mi rescate la amable chica promotora de las camas “no siento nada”. Se le acabó el veinte a la vecina y la va a llevar a… sabrá dios si esto es una artilugio para aflojarla y ahora la suben a la mesa de tortura. ¿Resistirá? Pobre incauta, pero yo ya la libré. Le digo adiós y permito que me invada el relajamiento.

No es que me ponga flamenca, supongo que a todos nos pasa, nos presentan al doctor fulano y ay, qué bueno porque fíjese que tengo una molestia; si el desconocido es licenciado aprovechamos para consultar sobre la herencia, el contrato y las cacas del perro del vecino; si es chef queremos saber el condimento, el tiempo justo de marinado. Y lo mismo para los escritores… muchos pensamos que nuestra historia es extraordinaria, por sórdida o por light, sin que falten detalles épicos, romanticismo, surrealismo y otros varios estilos.

Pero solo por hoy salí bien librada: silencio, tranquilidad vecinal, y cierro los ojos en prevención de futuras invasiones durante los cinco minutos que me restan, no vaya a tropezarme dos veces con el mismo aerolito.

 

II

Quién lo duda, se me da el masoquismo. Desde mi posición horizontal veo a la luchadora de sumo afanarse y hacer gatos con mis extremidades, ya hasta me está gustando, y eso que apenas es la tercera sesión semanal. Lo cual me lleva a conclusiones obvias: he mejorado y ya no duele tanto; pero aunque mi cuerpo se haya acostumbrado al mal trato la mujer sí es practicante del deporte nacional japonés, me lo dicen su volumen y la fiereza con que arremete.

A la semana siguiente de nuestro primer encuentro pensé, con vano afán, que si venía por la mañana me iba a tocar otra masajista menos sádica. Pero tal vez tienen solo una o es socia o no desempeña otro quehacer en la vida. Bueno, ya nomás restan las reverencias a Coyolxauhqui y luego, como dijera un cierto ratón italiano de mi primera infancia: “a la camita” ya le agarré cariño al placebo. Allá vamos niña de blanco y yo ¡y no hay nadie! Maravilloso. Me acomodo rápido: almohaditas aquí y allá y la misma despedida: “si algo se ofrece...”.

Me regaño por descreída, sí ha de relajar y sí debe tener imanes, ¿para qué sirven? Dice san Google —falible como todos los santos porque cualquier pendejo con aspiraciones puede subir sus credos— que biomagnetismo es la aplicación de imanes con una cierta fuerza buscando la polaridad en puntos específicos del puerco, ¡cuerpo!, para el tratamiento del dolor y otras enfermedades. La fuerza debe ser mi peso. Entonces que actúen; mientras concibo el dictamen que debo enviar hoy sin falta porque ya me colgué, he pasado por encima de este libro que me da fiaca y tengo que ponerme en las babuchas de la autora: estará con una vela encendida, de preferencia amarilla, y encomendada a su ángel, su arcángel y a su querubín más confiables esperando que le digan que sí, que le van a publicar su mamotreto; lástima, pienso, y en esas estoy cuando escucho un buenos días muy entusiasta y me encuentro con la vecina efímera que viene llegando precedida por la asistenta.

Siento que mi cuerpo se contrae y manda a la goma las ondas magnéticas de los imanes, los pensamientos y hasta el altruismo. Saludo y me obligo a sonreír. Hipócrita. Pero me entretiene ver la dedicación que niña de blanco le obsequia a la mujer: palabras cariñosas, más almohadas que a mí y hasta una cobijita en los pies; se le deben enfriar, pienso, porque está flaca, no come calorías, y le ponen más crema a esos tacos porque la doña es persona de más kilometraje, nada de celos.

Cuando al fin la asistenta nos abandona con el “si algo se ofrece...” empiezo a preparar mi corrida de toros.

—Me alegra reencontrarla, pregunté por usted y me dijo Mary que estaba viniendo por las mañanas —mmm, o sea que me cazó, deducción dos: niña de blanco se llama Mary, ¿o será la de la caja?

Tú déjala que hable, me digo, porque además ni siquiera espera que le respondas. Tiene ganitas de que la escuchen, pobre vieja.

Pero hay algo en la voz o en la forma de soltar las frases que de repente me prende y se me descompone el off.

—… y es que la historia no es sobre mí sino sobre mi hermana “Tgaudl” —eso escucho—, mi gemela idéntica —cigótica, pienso, y se me pierden algunas frases imaginando a la gemela que era igual cuando chiquita, pero que a lo mejor ahora está gorda o más vieja o...— llegó a México en 1928 —cálculo veloz: fue el padre el arribado, deduzco mientras esculco en mi memoria auditiva— como parte del principio de la historia, pero lo interesante empieza cuando teníamos diez años, en “Beglín” —eso escucho— a donde fue a llevarnos “tío” Maler en 1940 —¿llevarlas de ahí se ven?

—¿Quién las fue a dejar allá?

—“Tío” Maler —que tío tan huérfano—, éramos arias de raza pura y él decidió que deberíamos estudiar en “Beglín”

—¿Usted es alemana?

—Los hijos de alemanes tenemos la doble nacionalidad, no importa dónde se nazca. Soy mexicana y alemana también.

—¿Y las dejó en…?

—Sí, en casa de su tía “Maggit”, aunque pronto nos unimos a las Jungmädelbund —ahora sí no entendí— quedamos ahí para ser útiles al Tercer “Raigg” —Reich, corrijo en la cabeza, pero de seguro la mujer se da cuenta de que no tengo idea del tipo de colegio en donde las dejó el tío y sonríe indulgente— la Liga de las Muchachas Alemanas fue la facción femenina de las Juventudes Hitlerianas.

—Ah, claro —¡cómo que ah, claro!

—Cuando los rusos y los Aliados invadieron “Beglín” yo logré escapar —¿escapar?¿Por dónde?¿Cómo regresó a México?—, pero “Tgaudl” no, ella estuvo perdida varios años y —“pérate”pues, perdida en dónde— hasta que mi padre.…

Y ahí aparece niña de blanco para anunciar que mi turno ha terminado. Obedezco, obvio, pero se me quedan muchas preguntas y hasta la sospecha de que la alemana de doble nacionalidad me está viendo la cara de was (dicho en alemán), pero necesito organizar los pensamientos y así de atropellado no puedo. Entonces dejo que me despojen de las almohaditas, me levanto con las imágenes cruzadas y a mi vecina le digo que no me voy, me llevan, y que espero que la siguiente semana coincidamos. Tres pasos hacia afuera y vuelvo.

—¿Cuánto tiempo pasó desaparecida su hermana?

—Ocho años.

—¡Ocho! —calculo que diez en el '40 igual a quince en el '45, cuando cayó Berlín; más tales: veintitrés. ¡Diantres! ¡Dónde pudo estar su gemela!, ¡qué vivió una jovencita a manos de quién!

Porque si hubiera estado con la tía o con otros alemanes la clasificación no hubiera sido “desaparecida”, pienso, luego existo.

Ni siquiera encuentro la palabra correcta para despedirme, apenas una seña con la mano, y veo su cara tan necesitada de decir que adivino la mía ganosa de escuchar. Pero paso a la caja y regalo sonrisas y despedidas con la tentación de quedarme y al mismo tiempo con el raciocinio en guardia recordándome el dictamen que tengo que enviar esta misma tarde y la ida al súper por cinco cosas urgentes y las dos llamadas que debí hacer temprano y…

¡Basta! Ya lo sé, no pienso esperarla. ¿Por qué unos padres permiten que el tío se lleve a sus hijas? Hay más piezas de este ajedrez y no las veo en el tablero.

 

III

DATOS DEL DICTAMINADOR

Apellidos paterno y materno:

Madrigal Rivas

Nombre (s):

Gabriela

Fecha

17 de julio de 2004

DATOS DE LA OBRA

Título:

Más cerca de los ángeles

Autor (es):

Alba de Plata

Número de páginas:

135

Número de capítulos:

20

Está ilustrada:

Si ( X ) No ( )

Elementos añadidos:

Fotografías ( ) Dibujos ( X ) Cuadros estadísticos ( ) Gráficas ( ) Planos ( ) Mapas ( ) Notas ( ) Cabezas ( ) Fórmulas matemáticas ( ) Cuestionarios ( )

Contiene bibliografía:

Si ( ) No (X )

Formato de entrega:

Manuscrito ( ) Mecanuscrito ( X ) Digitalizada ( ) Con formato ( )

MERCADO

Impacto del tema:

Común ( X ) Tratado con nuevo enfoque ( ) Poco tratado ( ) Inédito ( )

Público:

Para especialistas ( ) Reducido ( )Medio ( X ) Amplio ( ) General ( )

Importancia bibliográfica:

No recomendable ( X ) De divulgación ( ) De referencia ( ) De consulta ( )

Vigencia bibliográfica:

Muy tratado ( X ) Poco tratado ( ) Importante ( ) Actual ( )

Utilidad:

Superflua ( ) Complicada ( )Didáctica ( ) Básica ( X ) Perdurable ( )

Pertinencia social:

Superficial ( X ) Escasa ( ) Compleja ( )Accesible ( ) Instructiva ( )

Autor como escritor:

Inédito ( ) Novel ( X )Con obra publicada ( ) Muy conocido ( )

Conocimiento del autor en el medio:

Desconocido( X ) Local ( ) Nacional ( ) Internacional ( )

Mercado posible:

Malo ( ) Desconocido ( ) Incierto ( ) Restringido ( )Competido ( X ) Regular ( ) Cautivo ( ) Bueno ( ) Excelente ( )

ANÁLISIS AMPLIADO

Opinión técnica:

La prosa no es mala, pero tampoco es docta. Las ilustraciones son infantiles y hasta cursis.

Opinión sobre la importancia de la obra:

Amateur.

Opinión sobre la aportación al tema:

Un libro más sobre los ángeles.

Opinión sobre la utilidad al público

Siempre habrá quien quiera confiar en los ángeles.

Diferencias de la obra con otras sobre el tema:

El uso de las parábolas.

Recomendaciones técnicas y metodológicas sobre la obra:

No aporta elementos nuevos, otros enfoques o formas novedosas de tratamiento.

Recomendaciones para difundir la obra:

Difícil resaltar entre tanta competencia, así que habría que invertir en tapas duras y un plus.

Fortalezas de la obra:

El recurso de contar a través de las parábolas que la autora denomina “cuentos” es efectivo y directo.

Debilidades de la obra:

La competencia.

Es adecuado el título

Si ( ) Puede mejorarse ( X ) No ( )

Recomendación de publicación:

Si ( ) Si con modificaciones ( ) No ( X )

 

IV

Por fin salí de esa, quisiera decirle a Matty que de preferencia libros de ángeles no, me dan repelús y me cuesta mucho ser objetiva, me pesan como tres diccionarios, se alborota la inflamación del nervio ciático y se me acalambra la pata, se duermen los dedos; bueno, hasta me sale caspa.

Tengo hambre… Ni modo, como cereal, al cabo ya compré leche.

Cuál será el ángel de la alemana. Debe haber sido linda, seguro las canas eran rubias; lo más impactante es el azul intenso de sus ojos. No me he podido quitar esa historia de la cabeza porque me resulta terrible imaginar a una, no, a dos jovencitas de quince años escapando de la guerra, una lo logra y la otra no, queda a merced del enemigo, lugar común: ¿es hecha prisionera? Ay, nanita.

A todas las mujeres les va muy mal en las guerras, la que sea, del tiempo que sea. No necesitan tomar las armas para enfrentar la violencia, para ser ultrajadas y asesinadas. Será interesante saber qué hizo una y qué hizo la otra. La historia no es sobre la hermana, es sobre las dos, mmm, aunque creo que la hermana B quiere que cuente lo que le pasó a la C; eso significa que me lo tendría que contar la protagonista ¿o las dos?

Pero a ver, para qué quiero enterarme, ¿por curiosidad o porque me interesa escribirla? Escribirla por mi cuenta no; uno, no es mi proyecto; dos, tendría un futuro incierto si hablamos de edición. Entonces, ¿una biografía novelada por encargo? ¿Y será eso lo que quieren que haga con sus vidas? Porque a lo mejor no les parece que les anden cambiando los hechos; mmm, es cuestión de explicarles todo el proceso, el tiempo que toma, la investigación… a ver si quieren pagarlo, y si aceptan que sea mediante contrato porque no soy sastre. Tendría que suspender mi libro de cuentos. La chamba de la editorial imposible, si me hago a un ladito al rato ya no me necesitan. Mejor acepto menos y…

Para qué me presiono. Ni siquiera sé el nombre de la vecina efímera y ya estoy haciendo planes. Primero necesito escuchar lo suficiente para ver si me atrapa. Aunque me late que sí, que ya me tiene aferrada. De otro modo el asunto no estaría rondando mi tazón de cereal como mosca panteonera: “Tgaudl” “Beglín”. Me gusta su acento rótico cada vez que pronuncia teutonismos.

Bueno, ya no tengo hambre, así que mejor me retacho al escritorio para seguirle, chance y en dos días termine el libro, en tres patadas escriba la contraportada y en cuatro días me la estén pagando. Ajá, se vale soñar.

Que me den puras contraportadas de inteligencia emocional, toda la colección, esos sí me seducen. No, pero antes tengo que llamar a Alejandra, ya es tarde, luego se duerme. Joder, se me pasan las horas y pienso que todo el mundo sigue retozando. Me cae que es cierto, tengo el reloj biológico descompuesto y desahuciado.

La mitad de Berlín fue invadida por los Aliados y la otra por el ejército rojo… formado por Lenin, cuya batuta recibió Trostsky y arrebató Stalin el bárbaro. Ojalá “Tgaudl” no haya quedado del lado de los bolcheviques, chin, y tendré que esperar una semana para saberlo. A ver, san G, ilústrame los pormenores…

Tras la batalla los soldados soviéticos se dedicaron a calmar sus ansias de venganza por el trato sufrido por las fuerzas alemanas en el frente del este, y más de 100 mil mujeres y niñas fueron violadas, muchas de ellas repetidas veces, llegándose a suicidar el 10% de ellas. Durante la guerra se estima que alrededor de dos millones de mujeres alemanas fueron agredidas sexualmente.

¿Dos millones? Bueno, no pienses en jovencitas, mujeres en general. De todos modos eran mujeres. Pero ojo, la violación de estas cien mil berlinesas fue después de la caída y claro, mejor el suicidio. El gerundio está mal usado: “llegándose” a suicidar…

¡'Ta madre! Ya se me pasó la hora y no le llamé a Ale, ¡y luego por qué se enoja!, ¡chin y rechín! Si estoy diciendo, ¿por qué soy así? Ayer también se me hizo tarde y no nos vimos. Qué clase de pareja soy. Trabajo hasta clarear el día y cuando no vivo en la compu estoy leyendo para dictaminar o para la contraportada o placiendo con mi dosis de literatura personal en lugar de compartir la existencia y regalarme el gustazo de disfrutar a una compañera. Hubiera… el hubiera no existe, cómo lo remedio.

¡Pongo el despertador para llamarla temprano! Ay, cuando apenas estoy agarrando el sueño… Joder, ¿me interesa? Sí, me encanta. Tendría que darme el tiempo de nutrir lo nuestro. Cuando no se me olvida se me hace tarde. Voy a terminar como dedo, igual que siempre… que no está mal… salvo a veces, cuando hace falta un abrazo nutricional, una interlocutora, una oreja; cuando hay un estreno, cuando la peli, cuando me da el ataque de amor. Son más los “a veces”.

Mañana la invito al changarro de mi sis a cenar, al cabo tengo crédito y descuento de cliente frecuente con derecho de piso. 'Ta bueno, ya pues, ponte a trabajar.

 

V

Están ricas las camitas misteriosas. Me toca esperar porque a la alemana no le dan kik boxing, al menos eso me informó niña de blanco cuando además aproveché para preguntar el nombre de la susodicha. “Traud Maler”, dijo y luego soltó la acostumbrada letanía: “si algo se ofrece…”, y yo me quedé sacada de onda: ¿Traud? ¿No se llama así la hermana? “Tgaudl” que debe ser Traud—el. Una duda más para la lista. Nomás falta que se le haga tarde y no coincidamos.

Ándale, ahí está. Tranquila, no manifestar las avideces, nomás que se acomode le pregunto su nombre para abrir boca.

—“Tgud” ¿Y usted?

—Gabriela Madrigal —tienen nombres casi iguales, pero claro, son cigóticas— ¿Trud y su hermana Traudel?

—Sí, “Tgud” Maler —más vale que me acostumbre para no estar traduciendo, debe escribirse Trude. Una duda menos, voy por la que sigue.

—Oiga, ¿cómo permitieron sus padres que ese tío se las llevara a Alemania?

Por qué me mira extrañada.

—Sí, el tío Maler, imagino que era hermano de su papá —escucho su carcajada y no sé cómo tomarla.

—“Tío” era el nombre de 'mi padre, se escribe con hache después de la t —Theo, corrijo— pero se pronuncia casi como tío, jamás me percaté.

Y todavía sonríe mientras yo quedo más que pasmada. El que se las llevó fue el papá, ¡Diantres!, ¡joder y rejoder! ¿Y la mamá que dijo? Entonces pregunto y ella confiesa que tal vez no informó que planeaba dejarlas allá porque era el tiempo del furor alemán por la supremacía blanca y Theo deseaba que sus hijas fueran parte de ese movimiento porque tarde que temprano Alemania dirigiría los destinos del mundo, México incluido.

—Y en algún momento así será —ah, jijo, ¿es vaticinio o amenaza?—. Tal vez Agneta sospechó que no volveríamos con Herr Maler —no, lo dijo convencida: vaticinio—. Las madres saben, pero ella nunca contradijo a su marido, jamás hubo pleitos o reclamos ni insultos; al menos no delante de nosotras. Eso hubiera sido inaudito.

Ya sobre la marcha le escucho una mezcla de acentos que me hacen pensar en el norte del país, en el sur de la colonia Roma y desde luego, en el este de Europa. ¿Será posible? Como dijera la gran Mercedes Sosa: ¿Será posible el sur / será posible?

Despliego la lista de dudas en la cabeza y empiezo el interrogatorio.

—Qué hacía su papá en México.

Silencio. Deducción: está fabricando una mentira que no insulte mi inteligencia.

—No lo sé de cierto. Supongo que fue informante. México es un país rico, tiene muchos recursos naturales. Hitler deseaba tener presencia acá y mandó a varios alemanes encubiertos para colocarlos en distintas áreas. Pero el informante no trae un letrero que lo delate, y si es alemán, menos; por ejemplo ¿ha oído hablar de Hilde Krüger? —tgud, tgaud, krugu—er, ggg—

—No, hasta hoy jamás supe de ella.

—Una actriz de cierto renombre, amiga íntima del ministro Goebbels y miembro oficial de la Securitate, que no solo fue amante del político Ramón Beteta y también del licenciado Ávila Camacho —¡órale!— sino que gracias a sus oficios estableció alianzas muy benéficas con industriales que exportaban metal y petróleo a Alemania —hombres tenían que ser, pero bueno, negocios son negocios, no iban a regalar sus fierros, ¿verdad?

«Por eso me atrevo a suponer que Herr Maler, quien llegó al país por solicitud del que sería su suegro —mira: la misma postura de los gachupas para conservar la sangre pura— …rancho cafetalero del estado de Chiapas, fue reclutado igual que Hilde —¿el suegro? No el Theo; sí, suena lógico—. Así que fue productor de café durante su primer año en México. Después el matrimonio Maler se mudó a Veracruz y él trabajó para la Petrolera El Águila en la modernización de la refinería de Minatitlán —sí: petróleo, informante, o sea: espía—. Medio año después ya habían emigrado a Mazatlán donde fue aprendiz de maestro cervecero y ahí nacimos mi hermana y yo —¿Mazatlán? Claro, muchos alemanes llegaron a Sinaloa por barco—. Y un año después ya estábamos en Baja California Norte, en un rancho cerca de Tecate. En ese tiempo Herr Maler procesaba quesos y desaparecía por largos periodos —de seguro en la frontera enemiga, lo que suena a incursiones—. Así que no puedo responder a su pregunta más que con inferencias —de mentirosa nada, hasta se pasa de sincera.

—Estaba al servicio del Reich, parece.

—Parece. Una de las responsabilidades de la Abwehr era el contraespionaje y el sabotaje en el extranjero, y con gran certeza tuvo infiltrados en toda América. Pero esa es historia larga: Canaris fue ahorcado porque según Himmler había conspirado varias veces para asesinar a Hitler y fue la cabeza del atentado del 20 de julio —muchos datos, 20 de julio, qué manera de resumir. ¿Canaris? Sé, pero no tanto, tendré que averiguar—.