Equilibrio en la cornisa 2 - Gilda Salinas - E-Book

Equilibrio en la cornisa 2 E-Book

Gilda Salinas

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Beschreibung

17 personajes destacados en el arte y en el gobierno. Común denominador: la muerte aparece a su lado en un momento inoportuno. Hombres que dejaron huella en el cine, en las letras, en la danza, en la música, que provocaron un cambio con su forma de gobierno. Artistas como García Lorca, James Dean, Nijinsky, Fassbinder, Yukio Mishima, Freddie Mercury, Jorge Cuesta, Guty Cárdenas, Brandon Lee. Un homenaje en agradecimiento a su legado. "A partir de Equilibrio 1, me leo todo lo que escribe Gilda, me bebo sus libros como el agua porque están bien escritos, algunos son simpáticos y otros muy fuertes, como los relatos de Equilibrio 2, que nacieron mediante un proceso contrario al de las obras de teatro en corto". Sylvia Pasquel "Este libro de relatos biográficos es una luminosa y estremecedora compilación que, a manera de revelación, nos adentra en instantes cruciales de la vida y la muerte de algunas de las figuras más representativas de la cultura y las artes". Rubén Darío Arciniegas

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© Gilda Consuelo Salinas Quiñones, (Trópico de Escorpio) Empresa 34 B-203, Col. San Juan CDMX, 03730 www.tropicodeescorpio.com1ª Edición, febrero 2019 ISBN: 978-607-9281-94-6

Portada y formación: Montserrat Zenteno Ilustraciones: César Daniel LobolópezCuidado de la edición: Gilda Salinas

Este libro no puede ser reproducido total o parcialmente, por ningún medio impreso, mecánico o electrónico sin el consentimiento de su autor.

HECHO EN MÉXICO

PRÓLOGO

Una selección difícil entre tanto suicida, difunto y víctima. El romanticismo está lleno de suicidas y de tuberculosos, dicho con todo respeto. Sé que dejo muchas historias que exigen ser contadas; para abarcarlas todas tal vez fuera prudente escribir Equilibrio en la cornisa iii y iv y v.

En este volumen los personajes son los caballeros, los artistas y, en concordancia con el molde de Equilibrio i, cuatro dirigentes.

Busqué una frase clave en sus trayectorias, en su trabajo artístico, por tanto, además de coincidir en una muerte prematura (salvo un caso), todos llevan un distintivo. Por ejemplo, en Lorca el subtítulo es el fragmento de uno de sus poemas; en Nijinsky hago alusión a la foto que aún circula en internet: el traje de fauno con que hizo una de sus interpretaciones célebres; y el soñador de castillos para Luis II de Baviera, quien dejó verdaderos escenarios teatrales.

Otra cuestión que consideré al seleccionarlos, fue que sus decesos tuvieran distintas causas, por eso, y también para no extenderme demasiado, tuve que dejar fuera a algunos artistas admirados.

Para evitar la frustración, al menos menciono algunos de los personajes que me dolió dejar fuera: Philip Seymour y Heath Ledger. También me atormentó no considerar a charros maravillosos: Pedro Armendáriz y Javier Solís, y hasta a un músico menos popular, pero que a todos nos conmueve con su canción Mi ciudad: Guadalupe Trigo, víctima de un accidente carretero.

Las historias se vuelven vasos comunicantes si hablamos de los reyes. En Equilibrio I relaté, en historias paralelas, fragmentos de la vida de Sissi. Y en este libro abordo la historia de ese pariente extravagante que gustaba de hacer paseos nocturnos en trineo y de construir castillos de puesta en escena o de cuento, a quien le debemos, quizás, conocer a Wagner. Sissi era de las pocas personas de la realeza que visitaba a Ludwig, que compartía con él y que no lo consideraba loco.

Otro detalle curioso es que Sissi estaba casada con Francisco José, hermano mayor de Maximiliano de Habsburgo. Cuando Max se dejó convencer y aceptó el trono de México (le aseguraron que todos los mexicanos deseaban que viniera), su hermano mayor lo hizo firmar un Pacto de Familia mediante el cual renunciaba a todos sus derechos en Austria, una postura muy grave. El archiduque era soñador e ingenuo, no tonto, pero no supo manejar tanta presión: su mamá y Carlota muele y muele y Napoleón iii prometiendo el oro y el moro porque su mujer, Eugenia de Montijo, le había metido entre ceja y ceja los beneficios de ayudar a pacificar un país de salvajes y él fue amarrando las conveniencias de poner a alguien de sus lealtades justo en ese punto geográfico para que se construyera un muro infranqueable contra los expansionistas del norte, un muro no como el que cacarea Trump, el presidente actual de USA, sino un dique sólido de mexicanismo autosustentable y preparado. Acepta, le dijo a Max, yo te presto la flota —en el fondo se la alquiló, con los meses el emperador tuvo que pedir prestado al banco para pagarle doscientos setenta millones de francos— y siempre vas a tener nuestro respaldo. Napoleón iii faltó a su palabra: además de retirar a los soldados antes del tiempo acordado, rodeó al austriaco de consejeros desacertados como Bazaine, que ayudaban en la suma de errores fatales, y cuando digo fatales no hablo en forma metafórica. Al final, Napoleón fue incapaz de fajarse los pantalones para interceder por la vida del archiduque y las peticiones del emperador Francisco José tampoco tuvieron eco en los oídos del señor Juárez, pobre Max, ni siquiera se enteró de que el hermano le había devuelto todas sus canonjías en Austria.

Sin embargo, no es de el segundo emperador de México de quien hago un relato biográfico en este libro sino justo de don Benito y de otro patriota que me salió al paso durante la investigación y al que consideré, humildemente, muy justo reivindicar: Miguel Miramón, el que había sido Niño Héroe y años más tarde presidente de México.

La selección fue hecha con gran conciencia, quizás, como ya ha sucedido, algunas de estas historias terminen en el escenario, proceso que me daría grandes satisfacciones porque lo que busco, como creadora, no es solo el reconocimiento a mi trabajo de investigación, de interpretación y sobre todo literario, sino difundir vidas valiosas y creaciones artísticas o sociales que se van borrando de a poco porque las y los humanos padecemos de corta memoria y me parece que bien vale la pena traer al hoy esas existencias originales, para sorpresa o desencanto de quien me lea.

Cierto que la historia es para interpretarse y que un relato biográfico se toma licencias que un historiador no puede; las licencias son para hacer más amena la lectura y la interpretación está basada en diferentes fuentes confiables, así que está sustentada.

El objetivo final es que tú, lector, descubras en este libro personajes interesantes, que pueden resultar entrañables o no; con vidas complejas, dolorosas, y legados que de algún modo conforman nuestro mundo actual.

Gilda Salinas

TU CORAZÓN ES MI CASA

El tiempo, Margarita Xirgu, el tiempo es como el aire, no lo puedes atrapar ni maniobras su movimiento, aunque la mente se empeñe en calificarlo de lento o de veloz, y yo no sé si quisiera sentir que avanza o no, cariño, porque desconozco lo que me espera. O acaso sí: la muerte, como dicen Dióscoro, el que es profesor, y dos banderilleros que comparten esta celda, nos espera la muerte.

Falange mantiene una lucha de poder contra los cedistas y quieren sumar puntos con Queipo y con Franco y yo, ingenuo, vine a entregarme a los lobos de esta Grana’a que tanto amo, cuando viajé a esconder el mie’o en esta tierra mía, que tiene más de tres semanas sumida en el terror, vine entregarme a la burguesía putrefacta, conservadores que me han bautiza’o como “el mariconazo de la pajarita” y que están aterrados de perder sus canonjías sin aceptar que la gente llegó al límite.

Doña Muerte, arrugada, pasea por sauzales / con su absurdo cortejo de ilusiones remotas. Yo mientras tanto pongo, en mi pecho sombrío, una feria sin músicas / con las tiendas de sombra.

Pero por qué, Negrita, por qué querría abrir los brazos como una Mariana Pineda para volverme mártir, qué tengo yo de mártir sino apenas la voluntad de hacer conciencia y hacer teatro para el pueblo. O tal vez, si me hablo con verdad, encuentre que nunca confesé mi resistencia a dejar este país, mi Barraca, dejar a mi familia y renunciar a Juan; y tal vez fue mi “rubio de Albacete” quien me amarró porque deseaba verlo sonreír de nuevo. No es mío, pero tampoco es de alguien y esta vez, con la muerte tan cerca, no deseaba dejar una brecha profunda entre nosotros.

Quizá siempre tuve claro que los rumores de guerra significaban más que eso y que tu gira por América era un escape a tiempo, Negrita, justo a tiempo porque se ciernen sobre España las peores atrocidades tremebundas. “Te alcanzo en tierras mejicanas, en abril”, dije, quiero terminar La casa de Bernarda Alba. Y vi en tus ojos la certeza de escuchar un subterfugio. ¿De veras vendrás con nosotros, Federico? Así que te abracé en ese Bilbao del 30 de enero y me tragué la congoja. No me atrevía a decir no iré, aunque me pintes un panorama desastroso, aunque me hables de apremios no quiero irme; y no por republicano, que sí lo soy, sino porque los arraigos son más fuertes que el miedo y en el fondo de todos existe un algo pequeñito que se niega a creer que esta vez serás la víctima. ¿Yo? Poeta reconocí’o, prestigioso, ¿yo? Yo no. Por eso después escribí que iba a ser difícil alcanzarte, pero que era amigo de palabra dada y mandé el manuscrito de Bernarda recién concluí’o. Al menos eso fue cierto.

Si me voy, te quiero más, / si me quedo igual te quiero. / tu corazón es mi casa / y mi corazón tu huerto.

Curioso que en este minuto de silencio, pesa’o como una casa y bochornoso como el infierno, anhele una plumilla que no esté despuntada para escribirte, mi alter ego, actriz sublime, en lugar de pensar en mi madre o en Juanito, pero es así. Quizá porque un poco también has sido mi madre, y conste que doña Vicenta es mi adoración, una señorona, la maestra predilecta de Fuente Vaqueros; mi infancia fue aprender letras y música con ella. Pero quizá fueses un receptáculo menos vulnerable en este momento, cariño, después de verla a ella como la vi, y es que llegué para la fiesta del día de San Federico en la huerta familiar de San Vicente, y a pesar de sentir el olor a pólvora la familia compartió vida, salmorejo, jamón y buen vino. Los quise tanto, reímos, cantamos; los niños, mis hermanos, estábamos todos, señora de mi vida.

Dos días después llegó una escuadra de la guardia civil a apresar a mi cuñado el que era alcalde, el esposo de mi tata Concha. Quedamos aturdí’os; Concha había aprisiona’o el grito de angustia con la mano y mi sobrino puso los ojos enormes; los otros no quisimos levantar la cara, un río de hormigas hacía caminos. Hasta que se oyó la voz de mi padre: “jodío país”. Y mi madre llorosa, reflejo de mis miedos, decidió que debía esconderme, ¿en dónde?, en la finca familiar de Luis Rosales, todos falangistas; pero Luis, poeta y amigo, estuvo dispuesto. Disfraza’o de pordiosero entré a la casa de doña Esperanza.

Ahí me quedé, como rata, tres días con la certeza de que iba a ser inútil porque en Grana’a, to’o se ve, to’o se sabe, de día o de noche, y los que hoy te dan la mano mañana te la comen a boca’os.

Fue horrible, Negrita, lo que vivimos cuando cogieron preso a mi cuñado fue una pesadilla: órdenes barriobajeras, olores, el sonido del odio, armas; y esta noche se repitió agranda’a desde que supe que vendrían a trincarme. La angustia me obligaba a mendigar un escape; los pies amarra’os al piso y mi instinto brincando por el alfeizar de la ventana, escapando por la judería hacia el albaicín rumbo al campo; me vi correr entre remolachas y olivares, en medio del valle, encomendándome al Cristo de los Milagros que to’o lo protege y sabe. Pero seguía en el mismo sitio, esperándoles, con las manos lacias y el estómago hecho bulto. ¿Para qué la burla y los insultos? Mariconazo de mierda fue lo menos. Doña Esperanza Rosales trató de impedirlo, llegaron sus hijos. Fue inútil. Empellones y lindezas todo el camino a la Casa de Gobierno, y peor cuando notaron que temblaba, porque sí, temblé sin control, me sentía tan desampara’o. ¿Yo? Si solo quería ser poeta, rasguñar el edén, escribir teatro y tocar Anda jaleo al piano mientras cantábamos doña Esperanza, Esperancita y yo.

Tal vez es cierto que siempre me ha ronda’o la idea de la muerte, que siempre me asustó y me sedujo. Como cuando supe que a Sánchez Mejías lo había cogí’o un toro y la lírica brotó como manantial “Trompa de lirio por las verdes ingles / a las cinco de la tarde” O el De profundis, de Wilde, que traduje: Los cien enamorados duermen para siempre bajo la tierra seca. Andalucía tiene largos caminos rojos.

Le he rendí’o temerosa reverencia a esa perversa y ella esperó confia’a su tiempo de cosecha:

Cuando se hundieron las formas puras / bajo el cri cri de las margaritas, / comprendí que me habían asesinado. / Recorrieron los cafés / y los cementerios y las iglesias, / abrieron los toneles y los armarios, / destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro. / Ya no me encontraron. / ¿No me encontraron? / No. No me encontraron. / Pero se supo que la sexta luna / huyó torrente arriba, / y que el mar recordó ¡de pronto!, / los nombres de todos sus ahogados.

Dice el Beret, el chico que quedó de guardia, que moriremos antes de que se anuncie la luz del alba, que vendrán por nosotros para asesinarnos y preguntó si deseaba confesarme; acepté. Al rato vino a decir que el cura ya se había marcha’o y quise recordar el Yo pecador, pero no fui capaz, el cuerpo nadaba en un calor sofocante y todos los poemas y los rezos y las obras se me atragantaron en el gollete hasta que los solté en lágrimas. Salieron sin mediar pudor. Quedé vacío. Así.

Si eso es verdad, si hoy escucho la descarga sobre mi cabeza, no habrá más Lorca de carne y hueso; tú y yo no volveremos a vernos ni a charlar ni a armar sueños escénicos; no nos reiremos del mundo y de los recuerdos tantas veces construidos que fluyen como hilillos de agua fresca. Pero queda mi obra. Sé que cumplirás la promesa de estrenar mi Bernarda en Buenos Aires; y cada vez que salten al escenario Yerma o Mariana o el Romancero o tu Zapaterita, estaré contigo entre bambalinas admirando la voz sonora y tus pestañas morenas, mi alma.

Y apenas cabe en la mano, / pero que penetra frío / por las carnes asombradas / y allí se para, en el sitio / donde tiembla enmarañada / la oscura raíz del grito.

Sin sentido trágico no hay teatro, Margarita Xirgu.

Me duele no tener tiempo para dejar más, muchos más cuadernos llenos de amor y de letras, porque el teatro es cosa de poetas y tengo muchos versos en el alma. Ahora me arrepiento hasta la rabia de no haber subí’o al barco rumbo a La Habana con Rivas Cherif y contigo, por siempre mi Mariana Pineda, pero me temo que por esta noche no resta más que decir: “hasta de repente”.

WE ARE THE CHAMPIONS

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