Mi pequeño gran guerrero - Micaela Denise de Prado - E-Book

Mi pequeño gran guerrero E-Book

Micaela Denise de Prado

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Beschreibung

Micaela y Carlos son una pareja común y corriente que emprenden el hermoso camino de formar una familia. La vida los pone a prueba en reiteradas oportunidades, sumergiéndolos en un mundo totalmente desconocido para ellos; un mundo llamado Neonatología.

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Seitenzahl: 90

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Micaela Denise de Prado

Mi pequeño gran guerrero

Prado, Micaela Denise de Mi pequeño gran guerrero / Micaela Denise de Prado. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2022. .

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2639-7

1. Narrativa Argentina. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenidos

PRÓLOGO

CAPÍTULO I: La búsqueda

CAPÍTULO II: El milagro

CAPÍTULO III: La revelación

CAPÍTULO IV: La complicación

CAPÍTULO V: La indecisión

CAPÍTULO VI: La llegada de Tobías

CAPÍTULO VII: Día de la Madre

CAPÍTULO VIII: La NEO

CAPÍTULO IX: La succión

CAPÍTULO X: El alta

CAPÍTULO XI: Ser padres

CAPÍTULO XII: Las fiestas

CAPÍTULO XIII: En casa

CAPÍTULO XIV: La vuelta a la NEO

CAPÍTULO XV: Los médicos

CAPÍTULO XVI: La felicidad

CAPÍTULO XVII: Vacaciones

CAPÍTULO XVIII: Comida

CAPÍTULO XIX: El respeto

CAPÍTULO XX: Ángel de la guarda

CAPÍTULO XXI: Bisabuelas

CAPÍTULO XXII: Los padrinos

CAPÍTULO XXIII: Semana del Prematuro Día de los padres de bebés prematuros

CAPÍTULO XXIV: Plagiocefalia

CAPÍTULO XXV: La vuelta al trabajo

CAPÍTULO XXVI: Camino a la actualidad

CAPÍTULO XXVII: Pandemia

CAPÍTULO XXVIII: La maternidad

Se lo dedico especialmente a mi papá,a quien extraño en todo momento,pero a quien siento cada vez más presente;y a mis hijos Tobías y Bautista,que iluminan cada uno de mis días.

PRÓLOGO

Este libro fue escrito con la intención de poder ayudar a todas aquellas personas a las que les toca entrar en un mundo desconocido llamado neonatología.

Comencé a escribirlo a mediados de 2018, pero recién hoy, 3 años después, me animo a publicarlo.

Está inspirado en mi hijo mayor, Tobías Uriel, a quien le agradezco por haber llegado a mi vida y enseñarme que las únicas batallas que se pierden son aquellas que no se pelean.

Actualmente tiene 4 años y es un niño muy feliz. Aún hoy, duerme agarrado a nuestra mano, ya que eso le inspira seguridad.

También transito la época en que nació mi hijo menor, Bautista León, a quien también le tocó pelearla de chiquito, y demostró que nada es imposible.

Agradezco a Carlos, mi compañero de vida, quien fue un pilar esencial para poder sobrellevar todo lo vivido; y a mi familia, mi mamá, mi abuela y mi hermana, que son mi sostén diario y quienes me acompañan y apoyan en cada paso que doy en la vida.

CAPÍTULO I

La búsqueda

Después de casi diez años de relación, decidimos que sería el momento para agrandar la familia. Así fue como comenzamos la búsqueda de nuestro primer hijo.

Finalmente, el día 3 de abril de 2017, antes de que mi marido se fuera a jugar al fútbol con los amigos, le pedí que cuando regresara lo hiciera con un “test de embarazo”, ya que estaba segura de que daría positivo.

Horas después me hice la prueba. Esos minutos fueron eternos. Estábamos tan nerviosos. Cuando fuimos a buscarlo, en él apareció un signo “+”, Carlos dudaba de que fuera positivo, ya que estaba muy marcada una línea (“I”) pero la otra no tanto. Yo le dije que eso era un sí, que había en camino un bebé, fruto de nuestro gran amor.

Nos quedamos callados unos segundos, nos miramos fijamente y luego nos sumergimos en un gran abrazo. Sentimos mucha felicidad y miedo al mismo tiempo.

Supe en ese preciso momento que mi vida había cambiado para siempre, pues ya era responsable de otra vida, a la cual protegería con el cuerpo y el alma. Deseamos tanto ese momento, tantas veces nos imaginamos como padres, con un bebito corriendo por todos lados, que solo podíamos disfrutar. Nuestro sueño comenzaba a hacerse realidad.

Nunca dudé de que Carlos sería el padre de mis hijos. Es muy compañero, nos llevamos muy bien, aunque, como toda pareja, hemos tenido nuestras diferencias. Pero siempre lo imaginé como un padre cariñoso, muy presente. A nuestros hijos jamás les faltaría nada, y si alguna vez algo me pasara, sabría que había dejado a los chicos en excelentes manos.

Al día siguiente pedí un turno con una obstetra, para que pudiera dar seguimiento al embarazo, y nos dijera los pasos para seguir.

El turno más cercano fue para el 17 de abril.

Antes de que llegara dicho día, más específicamente, el 13 de abril (era Semana Santa), al regresar a casa luego de un paseo, noté que tenía algunas pérdidas. Fue tanto el miedo que nos agarró que decidimos dirigirnos a la Guardia.

Una vez allí, me hicieron una ecografía para poder ver el estado de mi bebé. Yo cometí el error de contarle al médico durante el procedimiento que años atrás me habían operado de “útero tabicado”.

De repente empecé a observar que la cara del ecografista era cada vez más seria, lo cual comenzó a asustarme. Cuando finalizó con la ecografía, me dijo que NO había embrión, que estaba el saco deformado, y que muy probablemente eso me pasaría en todos mis embarazos.

El útero tabicado consiste en que el útero se encuentra dividido en 2 cavidades, separadas por una especie de “tabique”.

El útero tabicado puede ser motivo de infertilidad, provocando el mayor número de incidencias en abortos espontáneos, partos prematuros, muerte fetal, cesáreas, etc. Esto es debido a que, en numerosas ocasiones, las dimensiones de las cavidades en las que se divide el útero son tan reducidas que el feto no tiene espacio suficiente para desarrollarse. O también puede ocurrir que la placenta se implante en un tabique con una irrigación tan pobre que no será posible llevar un embarazo en término. Pero en mi caso, me había operado hacía ya más de tres años.

El ecografista no dudó un segundo en echarle la culpa a dicho acontecimiento y me recomendó que fuera a ver a la médica que me operó, ya que, según él, lo había hecho mal, y a raíz de ello, tendría problemas en todos mis embarazos.

Con lágrimas en los ojos y mucha bronca regresamos a casa. Carlos bastante más optimista que yo, me decía que todo estaría bien, que no debíamos precipitarnos. Yo estaba devastada, demasiado enojada como para escucharlo. Solo quería estar en mi cama y zambullirme en un mar de lágrimas.

Al día siguiente las pérdidas fueron peores, y decidimos volver a la Guardia.

Esta vez, me hicieron un análisis de sangre, y me indicaron que debía volver el lunes (17 de abril), para hacerme otro análisis (para ver si el embarazo progresaba), y para que pudieran hacerme el raspaje.

La doctora me recomendó que hiciera reposo y me indicó que era probable que tuviera pérdidas más fuertes y que expulsara todo de manera natural.

Era tanto el dolor y el enojo que al día siguiente nos fuimos a un camping junto con mi hermana y mi cuñado. Comimos asado, jugamos al vóley. Y traté durante algunas horas de olvidarme de todo lo que estaba atravesando.

Recuerdo que, en un momento, mientras mirábamos cómo el sol se ocultaba, y tomábamos mate, a mi hermana se le ocurrió preguntarnos cuándo tendríamos hijos, ya que nos decía que se moría de ganas de ser tía. Con Carlos nos miramos, hubo un silencio absoluto, y como pudimos cambiamos de tema.

Cabe destacar que solo nosotros sabíamos lo que estaba pasando… ¿Para qué amargar a la familia y amigos? Ya era suficiente con nuestro dolor. Mi madre estaba próxima a un viaje, y no quería ser yo quien se lo arruinara. De todos modos, ¿qué podría hacer ella? Ambos consideramos que no tenía sentido contarlo, ya que, en vez de aliviarnos, haría todo aún más doloroso para nosotros.

CAPÍTULO II

El milagro

Llegó el lunes 17 de abril, ingresamos a la Guardia, y me enviaron a hacerme otra ecografía para ver si debían hacer el raspaje.

Ingresé a la sala preparada para lo peor, pero esperando lo mejor, rezando para que ocurriera un milagro. Algo dentro de mí me decía que todo estaría bien.

Decidí no decirle nada al ecografista sobre la ecografía anterior, ya que no quería sugestionarlo. Al igual que con el ecografista anterior, se reflejaba preocupación en su rostro. Con un hilo de voz le pregunté: “¿Está todo bien?”. Me miró y me mostró la pantalla, señalándome con su dedo un pequeño punto que se movía y me dijo: “Este es el embrión, escuchemos su corazón”, yo con lágrimas en los ojos, comencé a escuchar sus latidos toc, toc, toc, toc, ¡Latía super rápido!

El ecografista me indicó que su cara de preocupación se debía a que había un hematoma bastante grande, y tenía miedo de que desplazara al bebé.

Salí llorando con una sonrisa de oreja a oreja y con la primera foto de mi bebé, y se la mostré a Carlos, nos abrazamos muy fuerte y nos quedamos callados unos segundos.

El milagro había ocurrido, nuestro bebé estaba dentro de mí.

Justo ese día, teníamos el turno con la obstetra, así que decidimos ir a contarle todo lo sucedido para que nos indicara qué debíamos hacer, cuáles serían los pasos para seguir.

Así fue como conocimos a Fernanda. Una persona de pocas palabras, pero muy segura de sí misma.

Me dijo que debía hacer reposo absoluto durante 30 días, y en ese plazo, hacerme una nueva ecografía para ver si el hematoma desaparecía.

En medio del reposo, volví a tener pérdidas. Otra vez salí corriendo a la Guardia, donde me hicieron una nueva ecografía y me dijeron que el embrión estaba creciendo, pero también crecía el hematoma. Afortunadamente las pérdidas cesaron al día siguiente.

A los 30 días, me hice la ecografía de control, y allí se vio que el hematoma se estaba achicando.

Le llevamos todos los estudios a Fernanda, y me dio 20 días más de reposo y nuevas órdenes para hacerme ecografías.

Debo admitir que amaba hacerme las ecografías, Porotín era muy chiquito y la única forma de saber que estaba bien era viéndolo. Cada vez que escuchaba su corazón latir se me ponía la piel de gallina. A pesar del hematoma, yo era feliz.

Finalizado dicho plazo, me hice la nueva ecografía y me dieron la mejor noticia, ¡el hematoma había desaparecido! Ahora sí era momento de empezar a disfrutar del embarazo.

Ya era la semana 13 de gestación, así que estábamos en condiciones de dar la gran noticia a todo el mundo.

Una semana después volví a trabajar y empecé a hacer vida normal, disfrutando de mi embarazo. Ya había quedado atrás todo lo vivido.