Musicalísima. Beatriz Márquez, un viaje a la memoria - Jaime Masó Torres - E-Book

Musicalísima. Beatriz Márquez, un viaje a la memoria E-Book

Jaime Masó Torres

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El canto de Beatriz Márquez se hizo reconocer desde siempre, no importa el estilo, el género, el autor, lo mismo respaldada por un instrumentista que por un conjunto de cualquier formato o en esas ocasiones en que ha decidido ofrecer al auditorio una presentación en directo acompañándose al piano. (…) largo ha sido, fructífero y hermoso el quehacer de esta dama colmada de atributos musicales a los que me permito añadir, de manera muy personal, uno hasta ahora inédito, quizás no tan sonoro como pertinente: "vocalísima". Beatriz es la «Musicalísima», no hay más nada que opinar. Ediciones Cubanas se une al homenaje por sus setenta años de vida al publicar esta excelente ¿monografía?, del joven periodista y amante de nuestro patrimonio artístico Jaime Masó Torres, quien nos propone un viaje por la memoria, y odiría que mucho más: conocer "espontáneamente" a esta mujer maravilla que nunca ha sido diva. Es parte de un pueblo que la sabe admirar y respeta más allá de las lentejuelas. Por eso seguiremos juntos hasta conquistar esa inmensa dicha que todos le llaman la felicidad. Se considerada una de las más extraordinarias intérpretes de la música cubana, es conocida como "La Musicalísima", epíteto certeramente concedido a inicios de su carrera por el periodista Orlando Quiroga. El perfecto dominio de la técnica unido a su poderosa voz, la convierten en un "músico perfecto", según expresó la inolvidable Esther Borja. Por sobradas razones y por ser todo un mito viviente de la escena cubana.

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Seitenzahl: 171

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición: Dulce M. Sotolongo Carrington

Corrección: Rayman Vega

Diseño de cubierta: Suney Noriega Ruiz

Realización: Yuliett Marín Vidiaux

Las fotos son cortesía del archivo familiar

© Jaime Masó Torres, 2022

© Sobre la presente edición:

Ediciones Cubanas, Artex, 2022

ISBN obra impresa 9789593141833

ISBN E-book versión ePub 9789593142236

Sin la autorización de la editorial Ediciones Cubanas

queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución de contenido. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Ediciones Cubanas

5ta. Ave., no. 9210, esquina a 94, Miramar, Playa

e-mail: [email protected]

Telef (53) 7204-5492, 7204-3585, 7204-4132

Sinopsis

El canto de Beatriz Márquez se hizo reconocer desde siempre, no importa el estilo, el género, el autor, lo mismo respaldada por un instrumentista que por un conjunto de cualquier formato o en esas ocasiones en que ha decidido ofrecer al auditorio una presentación en directo acompañándose al piano. (…) largo ha sido, fructífero y hermoso el quehacer de esta dama colmada de atributos musicales a los que me permito añadir, de manera muy personal, uno hasta ahora inédito, quizás no tan sonoro como pertinente: “vocalísima”.

Marta Valdés

Beatriz es la «Musicalísima», no hay más nada que opinar. Ediciones Cubanas se une al homenaje por sus setenta años de vida al publicar esta excelente ¿monografía?, del joven periodista y amante de nuestro patrimonio artístico Jaime Masó Torres, quien nos propone un viaje por la memoria, yo diría que mucho más: conocer “espontáneamente” a esta mujer maravilla que nunca ha sido diva.

Es parte de un pueblo que la sabe suya y la admira y respeta más allá de las lentejuelas. Por eso seguiremos juntos hasta conquistar esa inmensa dicha que todos le llaman la felicidad.

Índice

Sinopsis

Nota del autor

Agradecimientos

Beatriz: más allá de lentejuelas

I. RAÍCES

La Habana, ciudad de encuentros

Influencias sonoras desde el hogar

II. PRIMEROS ESTUDIOS Y DESPEGUE ARTÍSTICO

Oído absoluto

“Herejes” de la música

Escuela Cubana de Música Moderna, ¿un paso adelante?

Con Los Barbas… el primer recorrido

Los setenta: zafra, “depuraciones” y música

Un epíteto remplaza el nombre original

Volando por toda Cuba

Una voz “fuera de códigos” en Varadero ‘70

“Ritmos de Cuba”, primer compromiso internacional

Primer concierto en el Amadeo Roldán…resonancias

La maternidad toca a su puerta

Segunda vuelta al Amadeo…

Del Amadeo a Polonia

Angola, Venezuela y los sucesos de Barbados

El músico que faltaba y HavanaJam

III. EN EL LATIR DE UNA CANCIÓN

Viaje a Colombia, la experiencia en Buga

De la “desaparición” de un disco a la docencia

Guzmán ‘80… la polémica

Quinto LP y su encuentro con Moncho

Una canción… para mi padre

La muerte de René Márquez

La voz de 20 primaveras

Los noventa: crisis y superación

“La Movida”

La muerte de Gloria y los 50 años de Contigo en la distancia

En Italia con Compay Segundo

IV. «TENGO UN PÚBLICO QUE ME SIGUE Y QUIERE»

El nuevo milenio... comeback

“Diálogo con un ave”, el documental

Su voz en el cine

Juan Formell, el amor no muere

Premio Nacional de Música, reconocimiento a una vida

De cantantes como Beatriz se hace la canción nacional

Espontáneamente llega al teatro

Homenaje o el “pecado” de hacer buena música

El encuentro deseado

V. SU VOZ Y ALGUNAS CONSIDERACIONES

¿Qué la hace diferente de otras intérpretes?

VI. ANEXOS

Bibliografía

Sobre el autor

Nota del autor

La obra de Beatriz no ha terminado, por lo que este libro no es una biografía, ni pretende serlo. Más de medio siglo de carrera es mucho tiempo. Se tiende a cambiar fechas, a tergiversar acontecimientos; se olvida lo esencial y la memoria nos juega una mala pasada. Antes que eso suceda, mejor dejamos constancia de casi todo su trayecto. Y digo casi porque seguirle la pista a una intérprete así es tarea difícil.

Estos “apuntes” realmente son pretextos para disfrutar todo el talento de una artista que a inicios de su carrera perdió el nombre para ser, espontánea y dignamente La Musicalísima.

A Felipe Morfa, por todo.

Agradecimientos

Sin la ayuda del realizador audiovisual Felipe Morfa, admirador y celoso guardián de la obra de Beatriz Márquez, no hubiese sido posible agrupar y corregir estos apuntes. A él nuestra más profunda gratitud.

Gracias…

a René Márquez Castro por sus datos y remembranzas…

a cada una de las personalidades que ofrecieron sus testimonios y valoraciones

a Ediciones Cubanas por abrirnos sus puertas

a la editora Dulce María Sotolongo por la dedicación

a los especialistas de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí

a trabajadores del Museo Nacional de la Música y del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana

a los colegas de Habana Radio y Radio Metropolitana

a Rosa Marquetti por la ayuda constante

Acaso

Quizás fuera posible

recuperar un eco palmario de la noche

si en algún callejón

de la ciudad ausente estallara la brisa

si esperara a la vuelta de cada nueva esquina

el tacto de tu sombra

si una radio quisiera retener en el dial

la voz de Beatriz

y las notas del piano.

Gilda Guimeras Pareja

Beatriz: más allá de lentejuelas

Por suerte para las letras cubanas, últimamente se ha puesto de moda la publicación de bibliografía sobre la vida y obra de músicos de Cuba, lo cual ha venido a enriquecer nuestro patrimonio cultural y a ofrecer a las presentes y futuras generaciones todo un arsenal para acompañar la discografía, testimonio gráfico y el legado en general de figuras relevantes de la música cubana.

Desde épocas muy tempranas los principales investigadores se preocuparon por el estudio de nuestras raíces musicales. Sería imprescindible mencionar a escritores de la talla de Fernando Ortiz y sus trabajos sobre la africanía en la música popular cubana. También los más altos exponentes de la literatura cubana como Alejo Carpentier y Nicolás Guillén dedicaron gran parte de su obra a este agradecido empeño.

Los musicólogos después de muchos años y esfuerzos han logrado condensar gran parte de la vida y obra de nuestros artistas en artículos, ensayos y gracias a ello hoy contamos con los diccionarios de Helio Orovio, Radamés Giro, Zenovio Hernández Pavón, y el descomunal esfuerzo de un Cristóbal Díaz Ayala y Rosa Marquetti para con oficio de hormiga atesorar nuestra amplia discografía.

Como editora y lectora reconozco la preferencia del lector común por los testimonios biográficos y las entrevistas. Los artistas cubanos no son asediados por paparazis, compran sus productos y vestuarios en las mismas tiendas y en muchas ocasiones hasta comparten con nosotros el transporte público.

Beatriz Márquez ha logrado a través del tiempo mantenerse incólume a los contratiempos del destino. Como buena isleña ha soportado ciclones, huracanes, y hasta algún que otro terremoto pero como Cuba, su país natal siempre ha salido a flote con la mejor de la sonrisas y con un físico envidiable que dotado de sus ojos esmeraldas y de una voz única que resume en sí lo mejor de nuestra cancionista, ha sido más que brújula puerto seguro para todos los que aman la música cubana y la han defendido desde cualquier rincón del mundo.

El poeta Homero llamó a sus dioses griegos con los epítetos más originales y que resumían sus atributos, Beatriz es la musicalísima, no hay más nada que opinar.

Hoy Ediciones Cubanas se une al homenaje por sus setenta años de vida y publica esta excelente ¿monografía?, del joven periodista, amante de nuestro patrimonio artístico, Jaime Masó Torres, quien nos propone un viaje por la memoria, yo diría que mucho más: conocer “espontáneamente” a esta mujer maravilla que nunca ha sido diva como lo demuestra la siguiente afirmación del director de programas de la televisión cubana José Ramón Artigas:

Los jóvenes de aquella generación no soñábamos con marcas. Por eso cuando hablamos de Beatriz nos referimos a un paradigma artístico de este país. Ella está en el parnaso de las grandes intérpretes donde está la señora Esther Borja, Miriam Ramos… Este tipo de cantantes necesita actos de justicia, de respeto y por qué no, de veneración.

Es parte de un pueblo que la sabe suya y la admira y respeta más allá de las lentejuelas.Por eso seguiremos juntos hasta conquistar esa inmensa dicha que todos le llaman la felicidad.

Dulce M. Sotolongo Carrington

I. RAÍCES

La Habana, ciudad de encuentros

Iniciando la tercera década del siglo veinte, la pareja de españoles Mercedes Sánchez y Manuel Castro llegan otra vez a La Habana. Durante la primera estancia en la Isla nacieron sus hijos Gloria, Teresa y Rafael y todo indica que a pesar de las carencias pudieron establecerse definitivamente en la mayor de las Antillas.

Más allá, exactamente en la región central de Cuba, el joven René Márquez Rojo —nacido el 9 de septiembre de 1914 en Caibarién— mantiene el ímpetu de crecer musicalmente. Ante la ausencia del padre Ramón todo el peso de la familia cae en su madre Cira, una mujer extrovertida, amante del periodismo y apasionada de la obra martiana. Cuentan que a los catorce años Desiderio Rojo, Yeyo y Aurora Márquez deciden llevarse a René hasta Cascorro, Camagüey, donde aprende algunas nociones de guitarra39.

De regreso a Remedios, donde se instala la familia, René debuta con la orquesta Cervantes en 1930 y dos años más tarde actúa junto con Juan Bruno Tarraza y Ballin Domenech en una emisora radial de Caibarién. Sobre sus comienzos dirá para el Diario de la tarde:

Ya un mozuelo me trasladé para Remedios, villa en que residí mucho tiempo. Allí conocí a la profesora Angélica Domenech, que fue la que me presentó a Facundo Rivero, pianista acompañante, cuando debuté para la CMHD de Caibarién. Aquel mismo día resulté contratado para actuar en la emisora por siete meses.40

René Márquez Castro.

El joven René Márquez. Archivo familiar.

A pesar de sobrevivir como mecánico dental —oficio que también realiza su hermano Ulises Márquez— René toma la decisión de embarcarse rumbo a La Habana apasionado por el arte. A la capital llega en 1937 y después de innumerables tropiezos se integra a la Orquesta Paulín, charanga que dirige el violinista Cristóbal Paulín. También trabaja con las orquestas de Bouffartique; la de Paulina Álvarez; Arcaño; Neno González; Cheo Belén Puig y Siglo Veinte. Un año después ingresa en la Casino Nacional con la que actúa durante cinco años.41La populosa y soñada urbe aguarda para él un sinfín de emociones.

Después de su segundo retorno a Cuba muere el español Manuel Castro quien ganó notoriedad por sus trabajos en la construcción. Como es de suponer recae sobre las espaldas de su viuda Mercedes Sánchez todas las obligaciones del hogar y crianza de los hijos: a las niñas, por ejemplo, enseñará la “magia” de la cocina, la costura y otras “normas” apropiadas para la época.

Gloria, una de las muchachas, visita con frecuencia el Centro Asturiano de La Habana donde coincide en repetidas ocasiones con el músico René Márquez hasta comenzar un noviazgo que al inicio no aprobará doña Mercedes, fuertemente dominada por prejuicios raciales. En una vieja libreta de apuntes familiares42 se deja constancia del amor entre Ludivina Gloria Castro y Sánchez y René Idalberto Márquez Rojo quienes comprometieron su cariño ante Dios y los hombres el 10 de septiembre de 1941 para permanecer juntos más de cuatro décadas.

La pareja, instalada después en un apartamento de la calle San Nicolás en el municipio Centro Habana, recibe a su primogénito el 3 de mayo de 1943, René Alejandro de la Cruz Márquez y Castro quien al evocar su infancia comenta:

No se me olvidará jamás ver a mi papá levantarse temprano y llevarle a mi mamá el café a la cama. O su libreta de apuntes en la mesita de noche donde escribía todas las tareas que tenía que hacer en el día. Era un hombre libre de prejuicios y se ponía a ayudar en la casa. Cuando venía del cabaret por la madrugada, siempre traía algo para la comida.

Gloria Castro y René Márquez. Foto tomada el 20 de julio de 1941. Archivo familiar.

Esporádicamente, Renecito y su papá salen a comprar algunos materiales de trabajo, recorren juntos centros culturales y emisoras de la capital. En Radio Cadena Habana, por ejemplo, conocen a algunos integrantes de la Sonora Matancera como Celia Cruz y Laíto Sureda y en la casa reciben a músicos de reconocido prestigio como Julio Cueva.

Con la esperanza de seguir los caminos de su progenitor, René Márquez Jr. estudia Teoría de la Música y Solfeo en el Conservatorio Municipal de La Habana, durante el período 1955-1956 y 1958-1959. Pero las transformaciones políticas y sociales del país interrumpen su camino en la música.

En 1952 algunos acontecimientos marcan el panorama artístico cubano, desde la inauguración en Cuba del Canal 2 (Telemundo) hasta el teatro Rodi, conocido después como Mella. El dúo de Celina González y Reutilio Domínguez canta en Nueva York donde también se presenta Benny Moré. De España vienen Lola Flores, el actor Roberto Rey, entre otros conocidos artistas de la época.43

Para entonces los Márquez-Castro esperan a otro miembro y en la búsqueda de mejores condiciones para la familia se instalan en la casa de la calle Libertad número 52, en el barrio habanero de Mantilla en Arroyo Naranjo. En la clínica conocida como La Castellana llega al mundo el 17 de febrero de 1952 Lázara Beatriz Márquez Castro, iniciándose con ella una historia puramente musical.

Beatriz márquez con cuatro meses de nacida. Foto tomada en junio de 1952. Archivo familiar.

Influencias sonoras desde el hogar

Con bastante esfuerzo René Márquez logra construir una casa más cómoda y amplia en la calle Anita, número 236, entre Magón y Celia en el mismo reparto habanero de Mantilla. El hogar se convierte en una especie de “cuartel general” para las travesuras de Beatriz como bien evoca su hermano:

Un día cuando se va la corriente mi papá va a encender el quinqué de la casa y Beatriz que estaba cerca le dice: “Papi, cómo quieres que el quinqué alumbre si no tiene luz brillan­te”. Acto seguido, en un papelito, el viejo escribió la guaracha El Quinqué y cuando se hizo famoso aquel tema hasta se ofreció un baile en el Liceo de Mantilla con el mismo nombre de la canción.44

René Márquez Castro

Es frecuente ver en la casa de los Márquez-Castro a artistas de gran popularidad como el habanero Ignacio Piñeiro, creador del Septeto Nacional y uno de los exponentes más relevantes del son cubano; el ya mencionado trompetista, compositor y director de orquesta Julio Cueva, el relevante René Touzet o el cantante Manuel Licea, Puntillita descargando durante horas entre las llamadas bebidas “espirituosas” y boleros “sangrientos” de décadas anteriores.

Desde temprana edad Beatriz aprende a tocar el piano y también participa en aquellos encuentros acompañando a su padre quien con sagacidad y una especie de clarividencia musical descubre en ella aptitudes suficientes como para presentarla a los exámenes del Conservatorio Municipal de La Habana. La guía paterna será esencial en su evolución artística. Así lo reconocería ella misma frente a la prensa años después.

Una de las cosas que siempre me gusta reconocer en mi formación es haber crecido al lado de mi padre, René Márquez, que, al ver mis aptitudes, mis condiciones naturales para la música, se preocupó por llevarme a estudiar. Eso fue un factor muy importante en mi desarrollo como cantante y como músico.45

Beatriz con sus padres.

39 Testimonio ofrecido por Ida Rojo, prima de René Márquez.

40 “Candilejas por Luciérnaga” en Diario de la tarde, 9 de marzo de 1965. Museo Nacional de la Música.

41 Ídem.

42 Libreta de apuntes familiares. archivo personal de Beatriz Márquez.

43 Fajardo Estrada, Ramón, Rita Montaner, testimonio de una época. Editorial Oriente, 2018, p. 229 y 230.

44 Testimonio ofrecido al autor.

45 Revista Muchacha, julio de 1983.

II. PRIMEROS ESTUDIOS Y DESPEGUE ARTÍSTICO

Oído absoluto

Tiene ocho años Beatriz en 1960 cuando pone sus pies en el entonces Conservatorio Municipal de La Habana y donde recibe las mejores instrucciones musicales que, al decir el periodista Bladimir Zamora, «se convirtieron en un valioso apoyo para su temprana vocación de cantar».8En el centro coincide con Sara González, Lucía Huergo, Lizette Vila… a la postre creadoras de respetada labor. En las prácticas de conjunto Beatriz toca la flauta recorder y avanza en el estudio de otros instrumentos.

Coincidíamos en el ambiente general del Conservatorio Municipal de La Habana, hoy Amadeo Roldán, y después muy jovencita en la televisión cubana. Con 17 años yo empiezo en ediciones musicales de la televisión y ahí comienzan las grabaciones de Beatriz. Su Espontáneamente que fue una cosa extraordinaria, nos llegó acabado de grabar con la orquesta del ICR.

Era una relación de amistad, de recuerdos con muchos estremecimientos. Después, en el ‘70 todos los programas importantes de la televisión se van para la zafra en Camagüey, ahí va Beatriz y yo con mi jefe, Juanito de la Torre. Siempre sostuve mi comportamiento de respeto, de admiración hacia Beatriz por su profesionalidad, por ser una mujer extremadamente generosa, solidaria, traslúcida.

Una mujer—como casi todas las mujeres—proveedora de sufrimientos que se ha erguido como cubana en situaciones económicas muy desfavorables. Un día le pedí que cantara a capella para el documental Mujeres… el alma profunda. Las hijas de las estrellas y fue todo un honor; tiene un gran sentido de responsabilidad por esta nación, ¡mucho! Es una patriota.

Lizette Vila9.

Beatriz a los 9 años. Archivo familiar.

La estricta disciplina del Conservatorio demanda, claro está, gran concentración durante las clases con prestigiosos educadores como Carmen Collado y Aida Teseiro10, esta última graduada en Pedagogía por la Universidad de y quien desde había comenzado sus labores como profesora de Solfeo en la mencionada institución. A la insigne pedagoga siempre le llamó la atención cómo aquella niña lograba identificar una nota por su nombre sin la ayuda de una nota referencial. “(...) nunca tuve que rectificarle. Beatriz fue una alumna que caminó solita, muy bien.”, declararía la insigne profesora al realizador audiovisual Felipe Morfa.11

En esta etapa estudiantil y gracias a la idea de su padre, se presenta en actividades escolares y municipales con sus compañeras Ele Valdés y Silvia Acea. Transcurren tres rigurosos años en la vida de una pequeña que paulatinamente descubre los secretos de la música. Aprende, por ejemplo, los valores del «estilo barroco», descubre la complejidad musical del alemán Johann Sebastian Bach y disfruta del segundo movimiento de la apasionada Sinfonía Número Seis Patética, la última del ruso PiotrIlich Chaikovski.

Su camino por el Conservatorio habanero termina con excelentes calificaciones como para ser el expediente más notable, otorgársele una beca que le permita ingresar en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y recibir elogios del eminente profesor y músico Isacc Nicola, tal y como confesó la musicóloga María Teresa Linares Savio:12

Creo que para que un profesor como Nicola, —creador de un movimiento guitarrístico importante en Cuba—, diga eso de una alumna, tiene que estimarla mucho y tiene que darse cuenta que ella en su carrera ha desarrollado esa musicalidad, ese instinto que lleva dentro y que la pone a disposición del oyente por la técnica que emplea.

María Teresa Linares Savio.

“Herejes” de la música

La jefa de albergue Juana Glinn exige a las estudiantes de la ENA cumplir estrictamente con la organización y limpieza de aquellas lujosas casas ubicadas en el municipio Playa, antiguas propiedades de ricas familias que abandonaron el país durante los primeros meses del triunfo revolucionario y convertidas en residencias estudiantiles en los primeros años de la década de los sesenta. En la recién creada ENA reciben lecciones de piano y dirección coral con profesores como Margot Díaz, Elvira Fuentes y el guatemalteco Oscar Vargas Romero13.

En el coro de la ENA dirigido por Oscar Vargas.